Abro los ojos, no sé que hora es. ¿Que importancia tiene?

¿Por que he despertado? No lo merezco. ¿por que yo si y él no? ¿Que ha hecho mal? Nada.

Ha sido un sueño, una pesadilla. No, ocurrió ayer. Me parece que fue hace tanto tiempo y a la vez hace tan poco.

Flash back

-¡Avada Kedavra!

-¡¡¡NOOOO!!! -Un grito de dolor salió de las gargantas de todos los presentes en el Gran Hall. ¿De todos?

El cuerpo de Albus cayó pesadamente sobre su gran sillón rojo Gryffindor, me acerqué a él. Aún tenía los ojos abiertos, me di cuenta que miraban hacía mí.

-Severus. cuida bien de todos, se que puedes hacerlo. No permitas que el mal gane, no permitas que el mal te gane. - dejó escapar su último suspiro.

Me abracé a él con la esperanza de que su alma no pudiera, así, salir de su cuerpo. Pero era su hora, él lo sabía. noté como unas lagrimas bajaban por mis mejillas, rojas de rabia y de dolor. Estaba llorando algo que no hacía desde hace mucho tiempo.

Dejé el cuerpo de mi amigo en el sillón, le miré por última vez a los ojos, esos mismos ojos que miraban siempre cariñosos y con una chispa de humor, esos mismos ojos que ahora estaban vidriosos y vacíos. Los cerré. Lentamente me levanté, apreté con fuerza mi varita y me giré hacía el centro del Hall, donde se hallaba alguien con una sonrisa bailándole en los labios.

Miré a los alumnos, los valientes Gryffindors llorando, los leales Hufflepff llorando, los inteligentes Ravenclaw llorando, y los audaces Slytherins llorando. Por fin Albus los había unido a todos en un mismo sentimiento, aunque fuera doloroso. ¿todos?

Algunos Slytherin mayores no estaban en la mesa, no dudé un momento, dirigí la mirada desde la mesa representada por el color verde al grupo de mortífagos, sabía perfectamente quienes eran los alumnos. Estaban asustados, y aún más cuando notaron mi mirada en ellos.

Voldemort me mirada. Mi fijé en el odio que desprendía, en la rabia.

No me permití bajar la vista, nunca. No iba a ganarme de nuevo.

Me dio por sonreír, incapaz de hacer otra cosa. Voldemort acababa de matar al único mago que había llegado a temer. ¿Qué iba a poder hacer yo? Solo soy un traidor, un traidor para ambos grupos de magos.

-¿Por qué sonríes, mi querido Severus?

- Un pensamiento que he tenido, un pensamiento gracioso.

-¿De verdad? Pensabas. Quizás ¿Qué estas en el lado perdedor y en que te arrepientes de haberme traicionado? Demasiado tarde.

-¡Jamás! ¿Me has oído? Jamás volvería a reducirme a ser un ciado vacío tuyo como los demás, a los que tu llamas mortífagos.

De entre el grupo de mortífagos surgió un murmullo de desaprobación. De un extremo de la sala noté que algo se movía. Vi a Potter que se levantaba de la mesa, no lloraba por que la rabia era más fuerte que su dolor, su cicatriz brillaba más fuerte de lo que nunca había visto. Su espeso flequillo negro no lo lograba esconder.

Granger y Weasley se levantaron, algunos Ravenclaw, Hufflepuffs. Slytherin tardó más en reaccionar pero al segundo Malfoy se levantó seguido de algunos compañeros más. Miré hacía Lucius distinguiendo su figura aún por la cara cubierta, temblaba de rabia al ver la reacción de su hijo.

En un momento todos los alumnos se hallaban de pie. Habíamos practicado esto muchas veces, con la esperanza de que no tuviéramos la oportunidad de llevarlo a cabo. Esta había llegado.

Tomé el papel de Albus y grité:

- ¡¡VOL!! ¡¡DE!! ¡¡MORT!!

Al mismo instante más de doscientas manos con sus respectivas varitas se alzaban hacia él. Por un instante vi en sus ojos miedo. Esto ocurría mientras todos a una gritabamos:

- ¡Avada Kedavra!

Cayó al suelo, nunca pensé que funcionaría, los mortifagos empezaron a asustarse, miraban hacía la perta buscando una posible salida. Las doscientas varitas se giraron hacía ellos.

- ¡Scus Mortes!

Un escudo verde apareció envolviéndolos, un escudo inventado por Albus. Consistía en un escudo que rebotaba los hechizos. Si a un mortífago se le ocurría mandar una maldición inmediatamente esta le daba a él.

-Minerva - dije.

-Dime. -Ella aun estaba con la varita fuertemente agarrada apuntando a los mortífagos y con lágrimas en las mejillas.

- Avisa al ministerio.

- ¡Prefectos! Llevad a los alumnos de vuestras casas a las salas comunes. Nadie bajo ningún pretexto saldrá de allí. NADIE -Y dirigí mi última mirada hacía Potter .

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¿Os ha gustado? No he pensado ninguna continuación, es muy corto, se me ha ocurrido esta mañana escuchando la banda sonora de el señor de los anillos.

Si alguien quiere que continúe que me lo diga y lo intentaré. Por cierto, esto lo sitúo dentro de dos libros (o tres) quiero decir que cuando Harry esté en séptimo.

Adéu.