Cenamos en la mesa de la cocina, casi en silencio pero, por primera vez, sin rehuirnos, y no dejo de admirarla, cuando ella no me ve, porque es como si brillara. Está todavía tímida, claro, y nuestra conversación es vacía; comentamos los libros que le traigo y lo que ella ve del mundo muggle a través de televisión, pero está preciosa, por fin sin esa mirada de odio, por fin alguna sonrisa, de vez en cuando, por fin libertad para hablarle como a una igual, sin tener que controlar mis acciones para que no se sienta obligada a nada. Es un cambio increíble, y he de apuntar que lo necesitábamos. Hasta esta noche, no hablábamos más que de las cosas imprescindibles, y siempre con mala cara y evitándonos la mirada. Siento que hemos dado un gran paso adelante. Quizás no definitivo, porque hasta que no piense todo lo que le he dicho hoy y no sepa cómo encajarlo, todo será provisional, pero me siento liberado. ¡Y muy alegre! Noto que se me escapa, en la sonrisa, en las miradas que le dirijo, en mi tono de voz. Si se da cuenta, no lo demuestra, aunque noto que me responde cada vez más las bromas y las sonrisas, como si fuera contagioso. Supongo que éste es el camino de la confianza, y que, aunque lo recorramos despacito, es una buena señal que hayamos empezado.
Cuando acaba con su plato, me levanto, servicial, lo recojo, así como el mío, y le pregunto por el postre.
- Una mandarina - me responde, se la paso y me siento, con otra en la mano, para mí.
- ¿Cómo te encuentras? - le pregunto, sinceramente interesado, no tanto por su estado físico como por su estado de ánimo.
- ¡Bien...! - suspira, con cara de circunstancias. - ¿Lo dices por... lo de antes?
- Ha sido un día diferente - explico. - ¿No?
Ella ríe suavemente, con los ojos en blanco.
- Vivir contigo es una montaña rusa - bromea. - Supongo que, a partir de ahora, todo será más fácil.
- Soy especialista en complicar las cosas - le aseguro, con una mueca de asco exagerada. - Pero necesitaremos tiempo para acostumbrarnos el uno al otro, y para que entiendas todo lo que ha pasado. Entiendo que aún no creas una palabra de todo lo de antes.
- No - me dice, con la boca llena. - Te creo, todo tiene mucho más sentido. Necesito pensar, pero no es que no te crea.
- A eso me refería. Es todo muy reciente, y me daba miedo que no te lo estuvieras tomando demasiado a pecho. ¡No quiero que te sientas estresada, tienes todo el tiempo del mundo para decidir si creerme o no!
Ella sonríe, con la mirada baja, pensativa.
- ¿Por qué ahora? - me pregunta, al cabo de una pausa.
- Corrías peligro - musito. - Sé que tú crees que no, pero tuvimos que hacerlo. Era muy peligroso dejarte dónde estabas.
Asiente, abstraída. No puedo concretarle más el peligro, porque ya tiene suficientes emociones por hoy, pero ruego que me crea y no intente jamás escapar. Las consecuencias serían tan terribles que me veo obligado a hacer algo que me asegure que no lo hará, sin dejarlo a su buena voluntad. Por eso, sin permiso de Moody, me decido a pactar.
- Mar - la llamo, suavemente, y espero a que me mire. - Aunque creas que no nos necesitas...
- No lo creo - me interrumpe. - No soy tan inocente.
- Igualmente - insisto, creyendo sus palabras sólo a medias, pero desconfiando sólo por seguridad - si necesitas salir, si alguna vez crees que estás aquí sin porqué, no huyas. No te vayas sin decírmelo, no te escapes. Si alguna vez crees que pierdes el tiempo, sólo dímelo y te devolveré la magia y lo prepararemos todo para que reaparezcas sin levantar sospechas.
Ella asiente, con una mirada agradecida.
- No será necesario - responde, muy flojito. - No sé más que los Aurores y... me someteré a lo que digan.
No puedo evitar sonreírle, yo también lleno de gratitud.
- Me doy cuenta de que todo esto ha sido una pérdida de tiempo - me quejo. - Moody me dijo que eras muy diferente, que no aceptarías nuestra ayuda. Si hubiera sabido que te lo tomabas tan bien...
- Moody me conoce bien - apunta ella. - Soy bastante reacia a la autoridad. Ha intentado que me pusiera bajo la protección de los Aurores desde que murió mamá, pero nunca me decidí. Lo habéis hecho muy bien, de verdad.
Sonrío con dudas, y la miro con una ceja alzada.
- Me siento como si lo hubiera hecho fatal - confieso, azorado. - Tú... no deberías haber sabido nada de esto, y... Qué desastre.
Pero ella me sonríe, tranquilizándome, y durante un momento sólo puedo pensar en lo bien que va todo, en cómo ha cambiado nuestra relación, en que ahora ella estará mucho mejor aquí, que no lo pasará tan mal, que no llorará, que me esperará con casi ilusión. Y no encuentro ni una sola razón por la que no haya valido la pena confesarlo todo.
- Así está mejor - confirma ella. - Colaboraré. Es mucho más fácil proteger a alguien que se deja.
Yo no le respondo más que con una sonrisa nada comprometedora. Colaborará. No dudo que, ahora mismo, lo crea así. Sé que no miente al decirlo. Pero ¿colaborará también cuando llegue el momento de decidir entre un auror o su novio? ¡¿Me preferirá al rubito estirado?! Muy inocente tendría que ser para pensar así, y me doy cuenta de que estoy confuso. No sé qué me toca hacer ahora; necesito ir a ver a Moody y hablar sobre el nuevo acercamiento a Mar. Todo esto es confuso, y temo que Alastor lo complique, como siempre, más. ¿Por qué no aceptaría él esta misión? Él sabría qué hacer, él sabría cómo tratarla para no ponerla en peligro... pero ella lo conoce, y nunca hubiera podido mantener la historia del secuestro. Ahora que ya sabe la verdad, pienso mientras le dirijo una mirada preocupada que ella no capta, igual me cambian, y viene Moody en mi lugar. ¡¡Claro!! Si él es el mejor, y ya no hay razón para que no pueda venir, quizás ya soy prescindible. Urgido por ese miedo, me acerco a ella, cuando ella se despide para ir a la cama, y la abrazo suavemente, intentando memorizar la sensación. La he tenido en brazos, cuando la llevaba a la cama, y he notado su cuerpo, relajado, contra el mío, pero nada es tan dulce, y sorprendente a la vez, como notar que me devuelve el abrazo, y verla sonreír al separarnos. Me despido, pensando que quizás es para siempre, y me permito una larga mirada antes de irme.
¡¡Mira que me complico la vida!! Entre ser un secuestrador malvado o no verla más, ¡prefería el secuestrador, creo!
Pero no. Moody reacciona muy bien, me dice que se lo esperaba, que he podido mantener la comedia más tiempo del que él hubiera creído posible, siendo Mar cómo es, y me pasa un sobre sellado en el que están las nuevas pautas de comportamiento con ella, que se reducen a un solo tema: Malfoy. Tengo que acercarme lentamente a ella, averiguar cómo se siente con respecto a Lucius y dejar caer la bomba, sin apresurar en absoluto las cosas.
Y vuelvo, al día siguiente, con el periódico muggle bajo el brazo y un par de cervezas de mantequilla en la mano, a cruzar los diez controles que me separan de ella.
Me espera en la cocina, amasando algo pringoso, con que ha manchado casi la mitad de la mesa, y me saluda con una desesperada mirada suplicante.
- Buenos días - la saludo, observando críticamente la masa que, por lo menos, no se mueve, sobre la mesa.
- Hola - suspira, con una mueca. - No sé cómo lo hacen los muggles.
Yo asiento y me siento en una silla, inclinándome sobre la pasta blanca.
- ¿Un bizcocho? - sugiero, indeciso.
- Hojaldre - corrige ella. - No lo parece, ¿eh...?
Sonrío, negando con cara de circunstancias, y me ofrezco para ayudarla.
- Limpia esto - me pide, cerrando los ojos en derrota. - Con la varita.
Dudo un instante antes de hacerlo, mirándola inseguro, pero a ella no parece importarle verme usar la magia, así que saco la varita de su funda, que tengo asegurada mágicamente, sólo por si a ella se le ocurriese algún plan desesperado, y arreglo con un solo movimiento el desastre en que se había convertido nuestra cocina. Otro movimiento, y ella está limpia, también, y sólo uno más antes de tener unos deliciosos pastelitos en una bandeja.
- Lo fácil que es, y lo complicado que lo hacen los muggles - bromeo, guiñándole el ojo. - ¿Aburrida...?
- Ajá - suspira ella, sentándose a mi lado y cogiendo un dulce. - Me he desvelado hacia las cinco, y no me he podido dormir más. Empezaba a subirme por las paredes.
- Lo siento - la animo, comiendo también. - ¿Demasiado pensar?
Ella asiente suavemente, pensativa, mientras, no puedo evitar fijarme, relame un poco de azúcar que le había quedado en el labio inferior.
- ¿Cómo habéis hecho - comienza, al cabo de unos instantes, - para que no sospecharan nada?
Me encojo de hombros y le explico muy por encima la coartada que le hemos montado: viaje, carta, desconexión del mundo. Ella me escucha en silencio, aún ausente, y no puedo volver a pensar en cómo ha cambiado todo. Es agradable no tenerla siempre tirándome los platos a la cabeza, pero también se complica el grado de implicación, y cómo me he de comportar al respecto. Sólo el día anterior, cualquier pregunta (y aún más cualquier respuesta) habría ido precedida por una interminable pulla, en la cual ella me hubiera intentado ofender de todas las maneras imaginables y yo me habría sentido acorralado más de una vez. Ahora, en cambio, todo es tan fácil que sólo puedo preguntarme el sentido de tanta complicación, de tanto odio.
- Quizás podría colaborar - sugiere, cuando he acabado de explicarle nuestras excusas para su ausencia. - Puedo escribir a Severus, y a Lucius, y será mucho más creíble.
Un buen momento para poner en práctica mis recién estrenadas directivas; al menos, el tema, lo ha sacado ella a colación, y me ha evitado la incomodidad.
- Eso estaría bien - asiento, y hago una planeada pausa. - Pero... Mar - la llamo, flojito, con la vista fija en la madera de la mesa, no del todo fingiendo vergüenza, o, al menos, timidez. - Verás, siempre habría la posibilidad de que, si lo escribes tú, les envíes algún tipo de mensaje, y... eso sería muy arriesgado.
- No lo haría - responde ella, girándose hacia mí, aunque yo me mantengo cabizbajo y no le devuelvo la mirada. - Sirius, sé que es peligroso, y sé quién hay detrás de esto: no me arriesgaría así...
- ¡Pero sería comprensible! - apunto, picando con las palmas abiertas sobre mis rodillas y lanzándole una mirada casi enojada. - Son tus amigos, es tu prometido, es casi normal que quieras decirles que estás bien, que confíes en ellos y les digas más de lo que es seguro. Lo entenderíamos, pero habrías violado la integridad de la misión...
Ella asiente de nuevo, se peina hacia atrás con los dedos y suspira.
- Consúltalo - concluye. - Dile a Moody, si es él quién está detrás de esto, y sospecho que sí - alzo las cejas, con la mirada baja y la cara inexpresiva, como respuesta, levemente afirmativa pero que ella interpreta correctamente como una confirmación - que tiene mi palabra de que no intentaré filtrar ningún mensaje subliminal, ni nada por el estilo. Quiero ayudar. No me gusta que se me considere tan poco cooperativa que sea necesario fingir mi secuestro - explica.
- Creía que tú misma pensabas que había sido lo mejor.
- No lo hubiera aceptado, de otra forma - concede, entornando los ojos. - Pero las cosas han cambiado, y ahora sé qué y por qué pasa lo que pasa, y estoy dispuesta a actuar para mejorar la situación. No sé cuánto tiempo podréis aguantar mi coartada, pero probablemente este refugio no será seguro durante mucho más si no dejáis que yo me encargue de las cartas. Me extraña que Lucius no sospeche ya, si aún no ha recibido carta mía... Y no la podréis escribir sin saber en qué términos estábamos. Podríais cometer un grave error, y poner a los Devoradores tras nosotros. Si no lo están - duda, con el ceño fruncido - ya.
- Sospechan - admito. - Algunos empiezan a movilizarse, y la gente empieza a preguntar por ti. Pero decir que estabas entre muggles fue una gran idea. Difícilmente se rebajarán a buscarte entre no-mágicos, sin contar con lo que les complica tenerte que rastrear entre millones de personas, sin ninguna otra pista que una nota críptica a Snape. Por ahora, la historia resiste.
Sonríe suavemente y deja el tema. Ha cogido el último dulce de la bandeja, y ésta, como de costumbre, se ha vuelto a llenar. Le pregunto si querrá más y, al verla sacudir la cabeza, me levanto para guardarla en la nevera, para el postre, o para la merienda. Ella me sigue, se acerca a la nevera, dirige una mirada rápida a su interior, sólo vagamente interesada en el contenido, que debe conocer de memoria, mientras me da tiempo para acabar y acompañarla al comedor, donde nos sentaremos en el sofá, imagino, y empezará a sorprenderme, puesto que, aunque éste es quizás el décimo sábado que paso con ella, esta situación es desconocida para ambos, y me cuesta vislumbrar lo que haremos esta mañana. Después de todo, no tengo experiencias previas en que basarme, y, después del 'desnúdate' de ayer (enrojezco y noto cosquillas en el vientre sólo de recordarlo ahora), Mar ha demostrado ser capaz de algunas sorpresas. Así que lidero la procesión hasta el sofá y me siento. Ella se sienta a mi lado, me sonríe con una expresión insegura, supongo que pensando, como yo, en lo que podemos hacer ahora, y suspira suavemente.
- Hoy vas a casa de tu mejor amigo, ¿verdad? - reinicia casualmente la conversación.
- Sí. Nos reunimos cuatro amigos de la escuela. Nos vemos casi cada semana...
- Es bonito - asiente ella. - Y admirable. No perder la relación, después de un matrimonio, un hijo, trabajos separados, y todo, debe de haber sido muy difícil.
- No tanto - observo, alzando un hombro. - A ver, no estamos tan unidos como antes, claro, pero aún se nota que queremos mantener la amistad, y eso es más importante que el tiempo que podamos pasar juntos. James y yo - explico, y por primera vez me permito decir su nombre, ahora más confiado - trabajamos juntos, y nos vemos ocho horas, cada día, más algunas más, si me invitan a cenar, o a pasar a verlos... Ya sabes. - Ella asiente suavemente y continúa escuchándome, atenta. - Con los otros dos - prosigo - es un poco más difícil quedar, sobre todo con uno de ellos, que vive un poco lejos, y tiene que cuidar de su madre. Pero nos vemos con frecuencia, igualmente, y, si no puede venir, al menos una vez al mes vamos a verle, y listo. Por lo menos no nos ha pasado eso de no tener ya nada en común, nada de qué hablar... ¿sabes?
Ella vuelve a asentir.
- Debe de ser muy triste que eso pase - musita. - A veces se ven matrimonios que no hablan, que ya no tienen nada que decirse... y es deprimente. Entre vosotros, siendo tan amigos, casi hubiera sido comprensible, pero dejar que se muera una relación con alguien a quien, supuestamente, querías tanto como para pasar tu vida con él...
- Debe de ser horrible - coincido, decidido a cambiar de tema antes de que los Marauders y sus anécdotas monopolicen la conversación, cosa que soy especialista en hacer. Además, si me tengo que acercar al tema 'Malfoy', el giro de la conversación es especialmente positivo. Aunque, me recuerdo, es mejor que lo enfoque despacio, sin acelerar las cosas y hacer que pierda confianza, o que me mienta por miedo a nuevas críticas de auror, como aquella sobre que pudiera esconder un mensaje en una carta aparentemente inocua. - Que te importe tan poco tu pareja como para dejar de interesarte por su mundo, y no te molestes en cambiar, ni cuando ves que todo se rompe...
- Poco esfuerzo - dice ella, mirando al suelo con una expresión triste. - O que te importen más otras cosas que tu propia familia... Pero hablábamos de vosotros cuatro - recuerda, cambiando por completo de actitud. - ¿Sólo tu mejor amigo está casado?
Asiento, con una mueca.
- Es el único con suerte - me quejo, medio en broma. - Los otros tres, por una razón o por otra, o no queremos, o no podemos...
Ella alza las cejas, con una sonrisa intrigada.
- ¿No queréis, o no podéis?
- Depende - respondo, travieso.
- ¿De qué?
- De quién - corrijo. - Hay uno que ha jurado no enamorarse hasta que no se descubra una cura... Bueno - dudo, incómodo, pero ella es de fiar: ¿a quién se lo iba a decir? - es que es un hombre lobo, y no quiere sujetar a nadie a esa... 'carga', cómo él lo llama. El otro, porque parece que nunca ha encontrado una oportunidad de enamorarse. Y yo... bueno, yo, por ambas cosas: ni quiero, ni puedo. Soy un auror, y tampoco quiero 'cargar' a nadie, o sea, que no quiero. Y, si casi no tengo tiempo libre, con esta misión y todo el secreto que implica, y tampoco era diferente, ni lo será, en las demás... No puedo. James es el único que encontró a la chica que quería, cuando sólo hacíamos segundo, se enamoró como un tonto de ella, y, como no dejó de perseguirla hasta que la consiguió, ha acabado teniendo la familia más encantadora que he conocido jamás.
Ella me mira, con los ojos muy abiertos.
- ¡¿Desde segundo?! - repite, visiblemente extrañada.
- Y no se lo dijo hasta séptimo - río, recordando fugazmente la trayectoria de James respecto a Lily. - Un caso. Todo el colegio lo sabía, menos ella. ¡Y se lo decíamos!, pero, como eran tan amigos, y como siempre estábamos de broma, se lo tomaba sólo como una gracia. El pobre chico se desesperaba.
- Pero ha acabado bien - murmura ella, contenta. - Y el pequeñín, ¿cuánto tiempo tiene?
- Seis meses - respondo, con un orgullo de padrino que vuela cada vez que se menciona remotamente al renacuajo. - ¡¡Es más bonito!! Soy su padrino, ¡y me conoce más! Aún está en esa época en que extrañan, ¿sabes, cuando lloran si no conocen a quien ven, y eso?
Ella asiente, con una gran sonrisa que le debo de haber contagiado.
- Se nota que lo quieres mucho - me dice, y no puedo evitar sonreír aún más, tanto que me duelen las mejillas, sólo de pensar en el crío.
- Mucho - repito. - No sé si, si fuera hijo mío, podría quererlo más. No vivo con él, pero lo veo casi cada día, aunque sea poquito rato, y le hago de canguro, a veces...
O le hacía, claro, apunto mentalmente con un suspiro. Ahora no tengo tiempo para nada, mucho menos para Harry y, aunque me dé pena estarme perdiendo algunas semanas del niño, viéndolo sólo cuando voy a casa de Jamie, pero no cuidándolo, como hacía antes, he de reconocer que esta misión es, para mí, una de las más importantes que he tenido jamás y que, muy probablemente, todo esto está valiendo la pena, aunque me lo pierda. Después de todo, estoy protegiendo a una mujer muy importante (y atractiva, por qué no decirlo, si no puedo evadir el pensamiento casi cada vez que la veo) no sólo de Voldemort, cosa que, como auror, se da prácticamente por supuesta, sino también del repulsivo y engreído Lucius Malfoy, por quien, sin realmente ninguna razón directa, siento una aversión visceral y difícilmente contenible. ¡Ese desgraciado! ¡Depravado! ¡Traidor! ¡Degenerado! ¡¡Argh!!
Ella se da cuenta de lo que me pasa por la cabeza, porque veo como su mirada se apaga y se pierde, vacía, en el suelo delante nuestro. No dudo que era fácil entender lo que pasaba por mi mente: aun auror, aun entrenado hasta el límite, sigo siendo un libro abierto, en cuanto bajo las defensas, y no era difícil, si he hecho, como imagino, cara de pena, relacionarlo con el hecho de que cuidarla no me deja tiempo libre, es decir, que veo a Harry más bien poco. Alargo una mano para llamar su atención y le sonrío en cuanto ella me mira, pero veo que algo sigue roto, que, aunque me sonríe en respuesta, no es más que un acto hueco, que sólo sus labios sonríen, pero que los ojos han dejado de acompañarlos. Confundido, no sé muy bien cómo actuar para hacerla olvidar lo que empaña su humor, así que guardo silencio, buscando desesperadamente algo que cambie la situación. Pero no hay nada, no tenemos confianza, ésta es casi la segunda conversación que tenemos, y no tengo material del que sacar temas nuevos. Quizás si siguiera con Harry... Es casi un vicio, de tanto como quiero al pequeñajo, pero es él quién nos ha puesto aquí, y hurgar más en el tema es dudosamente constructivo. Entonces, ¿qué? ¿James? Hablar más sobre mi vida sólo nos llevará a saber más cosas que me estoy perdiendo por esa estúpida manía mía de intentar salvar el mundo. ¿Severus? No me apetece criticar ahora mismo a Snape, no con ella, que parece apreciarlo. ¿¿Lucius?? Tengo que encaminar la conversación hacia él, pero no sé si hoy, no sé si ahora. Es pronto, y su estado de ánimo actual me está consumiendo la energía; no me apetece nada. Sólo quiero verla sonreír de nuevo, ver que todo va bien, quitarme este peso de culpabilidad del pecho: tengo la impresión de haber dicho algo incorrecto, de haber llevado muy mal el tema, porque, de repente, se haya puesto tan triste. ¿Tan grave era lo de Harry? Quizás lo mejor sea sacar el tema, decido, dejarlo todo dicho, y que lo que la preocupa no quede enterrado, donde pueda enquistarse y salir más tarde, si se culpa por hacerme quedarme aquí. O sea que lo hago, comento que no veo mucho a Harry, pero que son gajes del oficio y que no me sabe muy mal, porque tengo tiempo libre, entre una misión y otra para estar con él, y sigo hablando durante minutos del niño y de cómo son esos períodos de vacaciones, pero nada mejora. Me escucha, claro; es una chica muy educada y, al menos, no demostraría la falta de interés, pero veo que le falta interés, que me responde con monosílabos y que, muy probablemente, mis palabras no permanezcan más de diez segundos en su mente. Y, aún así, como un idiota, sigo hablando, sabiendo que a ella no le interesa, que está haciendo un esfuerzo sólo para aparentar escucharme, mientras su cerebro se ocupa de otras cosas, y lo hago para llenar el silencio, para mantenerme ocupado, para tener una excusa para mirarla a la cara, donde unas arrugas de preocupación, o pena, no acabo de decidirme, en la frente, marcan los nulos progresos de mi cháchara. No las he visto aparecer, pero ahora me obsesionan; sólo las había visto aparecer por rabia o por odio, nunca por tristeza, como ahora, y ahora ni tengo la opción de marcharme para que desaparezcan, cosa que antes siempre funcionaba: conmigo fuera de su vista, se le pasaba el enfado. Pero, y ahora, si yo me voy, ¿se le pasará la angustia?
Igual es nostalgia. Morriña. Igual, oírme hablar de mis amigos, la ha hecho pensar en Lucius y en Severus, o en quienquiera que ella considere su familia.
Antes de que la cosa degenere, por eso, me impongo silencio y busco sus ojos. Vuelvo a sonreírle, y de nuevo me responde sin sentimiento, y propongo hacer algo juntos. ¿Leer un libro, jugar a ajedrez, a cartas, le leo el tarot?
Me vuelve a sonreír, pensativa, y asiente suavemente.
- Lo que tú quieras - me murmura.
¡No ayuda!
- ¿Hacemos el crucigrama del periódico a medias? - propongo, por fin.
Ella gruñe y me mira con una mueca enfadada.
- ¡No me sale! - se queja. - ¡¡Preguntan un montón de cosas muggle, y nunca sé de qué me hablan!!
Río suavemente.
- Eres una brujita demasiado brujita - le digo, picándola. - Seguro que en el colegio no hacías nada muggle...
Me mira, con los ojos abiertos en sorpresa.
- ¿En Hogwarts? Hice Estudios Muggles...
Asiento: yo también. Y no puedo decir que me merezca demasiado respeto el nivel a que llegamos. Después de todo, estaba destinado no a los que, como yo, teníamos contacto directo con los no-mágicos, sino a los magos como James, que no habían visto un muggle más que en la estación: magos de toda la vida, sin familia muggle. Sangre Pura, que diría casi cualquier Slytherin, con esa cara de asco de siempre. ¡Si es que son todos iguales!
- Pero no se estudiaba casi nada - me quejo, mientras me levanto para ir a la cocina, donde he dejado el diario. Ya que estoy, cogeré también las cervezas, a ver si me la animan, ya que mi protegida parece necesitar esa sensación cálida que sólo una buena cerveza de mantequilla te deja.
- Era muy fácil, ¿verdad? - me pregunta, cuando reentro en el comedor. - Cada año repetíamos lo mismo, y el profesor siempre nos explicaba las cosas tres veces, desde diferentes perspectivas, para que lo entendiéramos bien...
- Y ni así - río yo. - Pobre hombre, debía de estar escarmentado. James y yo escogimos Estudios Muggles como optativa en tercero, porque la chica que le gustaba también la escogió, y él quería ir con ella. Yo me fui detrás. Pero, en nuestro caso, fue necesario explicarlo todo tres veces. James... tenía muy poca idea de muggles. Muy poca. Además, se distraía, mirándola a ella, y no daba una... Pero sí, era muy fácil. Quiero decir que... los muggles no son tan diferentes a nosotros. Y, lo que hacen, tiene lógica. Sólo tienes que conocerlos un poco, y ya te imaginas cómo resuelven los problemas.
Mar asiente, toma el diario y lo abre.
- Pero está la quem... química - se queja. - Y la físca.
- Física - corrijo, por reflejo: ¡¡la de cosas que James decía así!!
- Eso. ¡Y un montón de cosas...! ¡En clase no dábamos más que 'los transportes' o 'la comida'!
- Cierto - concedo. - Pero yo me refería al otro colegio.
- ¿La escuela de Medicina? - intenta ella ahora. - No, no hicimos nada de eso. Había optativas, pero eran mucho más sutiles...
- No - la interrumpo. - En la primaria. En el colegio de antes de Hogwarts. ¿A que no era muggle?
Niega, sorprendida.
- ¿Fuiste a un colegio muggle...? ¡¿Eres hijo de muggles?!
Río, amargamente.
- ¿Sangre sucia? - le pregunto, mirándola con una expresión de ironía, que ella me responde airada.
- Yo no he dicho sangre sucia - se queja, ofendida. - No sé que estás pensando de mí ahora mismo, pero, aunque sea Slytherin, no soy tan pretenciosa como muchos de ellos. No tengo nada en contra de los hijos de muggle. Al revés. Me ha sorprendido porque te hacía... como yo. Hijo de magos.
- Soy hijo de magos - explico. - Mi madre era hija de muggles, pero la familia de mi padre es antigua. Y no pensaba nada de ti. Es normal tener prejuicios. Todos los tenemos. Y, siendo Slytherin, sería comprensible que te repelieran los sangre sucia.
- Para nada - afirma, mirándome fieramente, y observo que ya no hay arrugas en su frente, y que no parece nada triste: no todo me sale mal. - Son unos cretinos, negando medio mundo mágico. Si sólo nos relacionáramos entre nosotros, hace mucho que nos hubiéramos extinguido. No tengo nada en contra de los muggles. ¡De verdad! Yo no tengo prejuicios en este sentido. Espero que tú no los tengas respecto a los Slytherins. Sobre todo sabiendo por qué me pusieron en esa residencia.
Le dirijo una mirada curiosa.
- ¿Por qué...?
- Bueno - suspira - no es como si tuviera elección, ¿no crees? Mi madre era de Slytherin. De mi padre, ya sabes suficiente. ¿Crees que el sombrero pudo llegar a mirar qué quería yo?
- ¿Tu madre te quería en Slytherin?
- Para nada - dice ella. - Oh, no, mamá quería que fuera a Ravenclaw, o a Gryffindor. Tardé unos meses en entender por qué, hasta que conocí más a mis compañeros. Pero bueno. Ya no me podía cambiar de residencia, y tampoco estuvo tan mal. No era la única que no se integraba del todo. Pero háblame del colegio. ¿Era muggle?
Sacudo la cabeza y le explico el complejo sistema de enseñanza de mi escuela de primaria, la mejor escuela para aquellos futuros magos que quieran conjugar ambos mundos en armonía. Gran lema, ¿eh?
Paso casi media hora hablándole de lo que hacíamos, y luego de mi familia, de mi abuela, de mis tíos, de los regalos que me hacían por Navidad, de cómo eran las reuniones familiares, y eso. Recuerdo que James siempre me hacía estas mismas preguntas, sorprendido de que pudieran pasar las fiestas juntos muggles y brujos, en mi casa, sin que se armara la de San Quintín. En ciertos aspectos, Mar incluso me lo recuerda. Mucho menos exagerada (y, por suerte, muchísimo menos loca por Lily), pero igual de cándidos respecto a los no-mágicos.
Desaparecida, como podéis ver, continúa. Sé que he tardado bastante en escribir y publicar este trocito, pero... Bueno, lo cierto es que otro fic me ha absorbido. 'Pero no entre sí' ha sido mi primer Ron/Hermione, y, quizás por la manera en que está escrito, bastante diferente a lo que había hecho hasta ahora, y, un poquito, por la popularidad de que ha gozado hasta ahora, me ha enganchado bastante. Siento si os he hecho esperar, y ya he recibido alguna crítica al respecto, pero necesitaba seguir con el otro fic, priorizándolo con respecto a todos los demás. Personalmente, creo que ha valido la pena: me lo he pasado muy bien con ese fic. Esperemos que ahora, que falta tan poco para que se acabe, pueda poner nuevos capítulos de mis otros fics, y no os haga esperar tanto. Otra vez, lo siento.
