Tom - Capítulo 3: Amores, celos y Nott (2)
Silvia estaba sentada en un sillón junto al fuego, con el mismo libro de antes en el regazo, y Edward se sentaba junto a ella, en el suelo, con la vista perdida en el fuego, con el que jugaba, moviendo las llamas con ayuda de su varita. No muy lejos, en otro sofá, la Tombstone estudiaba, con aire aburrido, y dos chicas más de tercero jugaban una partida de ajedrez sobre una mesa. Tom se acercó, suspiró suavemente para que los dos alumnos de segundo notaran su presencia y se quedó de pie junto a Silvia.
- Señorita Moran, - murmuró, mirando a las llamas que bailaban en el hogar - si no deja de leer este tipo de cosas me veré obligado a informar a la dirección del colegio.
Ella alzó los ojos y lo miró con una expresión asustada.
- ¿Está prohibido? - preguntó, cerrando el libro con su dedo como marcador de páginas. - No lo sabía.
- No lo está - la tranquilizó, apoyándose en el brazo del sillón en el que estaba sentada. - ¡Vamos, no te preocupes! Tampoco informaría de que lees libros prohibidos.
- Aquí todo el mundo lo hace - observó Nott, sin dejar de mirar el fuego.
- Lo dices como si te molestase - le respondió el chico mayor, atento a la reacción del otro, ansioso de conocer más a la joven promesa.
- Para nada - contestó Ed. - Me molesta que crean que por tener un libro de magia negra ya son unos grandes magos del mal, y muchos no saben ni hacer un Accio como se debe hacer, pero no que los lean.
- ¿El problema es que no los leen? - aventuró Tom.
- Que nada se les queda, sí - suspiró el chico. - Goyle siempre está pavoneándose porque su padre tiene una gran biblioteca.
Tom rió suavemente y dejó el tema. No hacía falta que continuara la frase para que quedara claro lo que pensaba de Goyle, y se encontró simpatizando con el chico, que seguía dibujando en el fuego. Estaba haciendo una cara humana, y no lo hacía nada mal. Era un chica que, indudablemente, se parecía demasiado a Silvia como para ser otra persona.
- Sería peor que ni siquiera tuvieran los libros - objetó ella, que, absorta en una página en que se veían grabados de las consecuencias de usar ingredientes incorrectos, se perdía lo que parecía, a todas luces, una tímida declaración pírica. - Por lo menos así alguien puede leerlos: la madre de uno de esos estúpidos compra un libro de, por ejemplo, pociones oscuras a uno de ellos, ¡y la compañera de él puede leérselo, aunque él no lo haga!
La Silvia de fuego se desvaneció cuando el chico se giró para pellizcar juguetonamente a la de verdad.
- ¡Me ofendes, Silvia! - se quejó él, riendo.
- Gran demostración - intervino Tom. -: todo lo que digas se puede volver contra ti.
- Ya - suspiró el otro chico. - Ahora tengo que asegurar que sí leo libros para borrar las dudas que pesan sobre mí, y, al hacerlo, me rebajo al nivel de los que no lo hacen.
- Jaque mate - concluyó ella, volviendo a las páginas del libro.
Tom se levantó y se sentó en suelo, al otro lado de las piernas de Silvia que el que ocupaba Edward y le sonrió con compasión. Varita en mano, dibujó tres runas en el fuego: resignación, avance y suerte. No te preocupes, poco a poco, seguro que la cosa mejora pronto. Como respuesta, Ed hizo un cortés dibujo rúnico que significaba regalo, o, semejantemente, gracias, y luego lo borró para convertirlo en el símbolo de parentesco, que Tom interpretó correctamente sin necesidad de una segunda runa. Ayuda, dibujó en respuesta, pero Ed sacudió la cabeza.
Curioso, para un chico de segundo. Este Nott, que ya confiaba más en él que en muchos de sus compañeros y que tan claras parecía tener las cosas ya con doce o trece años, realmente prometía. Quizás empeorara con el tiempo, pero parecía una mente despierta, y eso era justo lo que él necesitaba. Además, había entendido su mensaje, aunque aún no había recibido ni una sola clase de alfabeto rúnico, optativa de tercero, y había sabido responder no sólo correctamente sino, además, con matices formales, en el gracias, y con tono íntimo en el segundo mensaje. Tenía que conocerlo más, pero, sin duda, era uno de los que podían llegar a algo en la vida. Satisfecho, le sonrió y movió de nuevo la varita para hacer un nuevo dibujo: una flor ardiente que, a un movimiento suyo, se separó de las llamas y se acercó lentamente a donde Silvia leía, hasta quedarse a unos centímetros de su libro, girando sobre sí misma y enfriándose poco a poco. Parentesco, pensó Tom mientras Silvia cogía la piedra negra en que se habían convertido las llamas, sorprendida. Nott escogía bien a las chicas, y había ido directamente hacia la que mejor iría con su familia, clase y condición. Realmente demostraba hacerlo todo bien.
Su lista de elegidos, por aquel entonces, se reducía a catorce, prácticamente todos herederos de grandes casas, prácticamente todos útiles y convencidos de su destino pero sin demasiado seso, o con demasiado orgullo como para seguirle sin condiciones. Eran los mismos que se habían henchido de orgullo al ver que el heredero de Slytherin estaba entre ellos, los mismos que habían perdido todo recato al verlo tan cercano. Alguno, claro, era unos cursos mayor y, por tanto, ya había abandonado Hogwarts para cuando Myrtle murió, pero, por lo que Tom conocía de cada uno de ellos, todos eran aproximadamente iguales. Nott sería un soplo de aire fresco.
Pasaron los meses, y Tom sólo se convenció más de su impresión: Ed tenía madera de segundo a bordo. Antes de haber acabado segundo, el chico ya sabía del sobrenombre de Tom, y él estaba al corriente de lo que pensaba el menor al respecto, acorde, punto por punto, con lo que pensaba él. Ed, además, le confesaba tímidamente cómo se sentía delante de Silvia, y Tom le daba consejos sinceros, sintiendo al chico casi como su hermano menor. Se encontraban al anochecer, en la sala común, y comparaban impresiones sobre sus compañeros, los profesores y la dirección de la escuela.
Sorprendentemente, quien falló en esa relación no fue Ed, que estaba continuamente a prueba, sino el propio Tom.
Llegó el verano, y con él las odiosas vacaciones, y Tom volvió al orfanato. Era su último año, y se esforzó por no hacer nada más que pasar desapercibido. Desde que Marcus se fue eso era mucho más fácil, y el tiempo voló. El verano pasó, volvió septiembre y Tom volvió al colegio para su séptimo año, como, además, jefe de los prefectos. Volvieron las intrigas, volvió a elegir cuidadosamente a los de primero y un día, de buenas a primeras, vio cómo Ed le rehuía exageradamente.
Hacía calor, y todos estaban en el jardín. Tom volvía de la biblioteca, y se asomó un momento a una ventana, de camino al comedor, para mirar a fuera. Buscaba a Silvia otra vez, porque ella volvía a estar cerca de alguien que le interesaba: un chico de primero que se había amparado en su falda, alegando que eran amigos desde pequeños. Cuando no era Ed, era este Snape, pero el caso es que ella siempre se encontraba justo dónde él quería ir, y él se encontraba siempre buscándola.
La vio en un banco de piedra, a la sombra, leyendo un libro. Snape no estaba, pero sí Ed, y Tom pospuso su búsqueda del pequeñajo para ir a hablar con, prácticamente, su único amigo. Dio la vuelta, buscó unas escaleras y luego una puerta al exterior, y salió al patio, a unos doscientos metros de donde se sentaban ellos. Con dos libros en la mano, se acercó a ellos a buen paso, observando con atención a la pareja. Silvia leía algo en voz alta, y Ed asentía suavemente y hacía comentarios al respecto, desganado. Hubo un momento en que ella alzó la vista, lo vio acercarse e interrumpió la lectura para saludarlo con la mano, sonriente. Edward alzó la vista, también, lo miró unos instantes y se disculpó en un murmullo que Tom no llegó a oír antes de levantarse y alejarse por el camino contrario a por el que se acercaba él. Silvia los miró alternativamente, sorprendida, y, como él no pudo abandonarla sin más, estuvo hablando con él durante una media hora, antes de que ella tuviera que ir a una clase de Pociones.
Nott lo esquivó de igual manera durante todo el día, alegando excusas estúpidas y huyendo de la sala en el momento en que él entraba. Nadie hizo ningún comentario al respecto, por lo que imaginó que no se dieron cuenta, y la cosa siguió durante una semana antes de que Tom consiguiera acorralarlo en la sala común, cogiéndolo por sorpresa cuando volvía a dejar los libros antes de ir a la biblioteca.
- Silvia me espera - fue lo primero que le dijo, al verse atrapado. - Me tengo que ir...
- Espera - repitió Tom, sintiendo que perdía la paciencia. - Será sólo un momento. Edward, ¿te pasa algo conmigo? Me siento como si me huyeras.
- No - mintió él, avanzando hacia la puerta. - Estoy como siempre. Algo... ocupado.
- Entonces - dijo Tom, a través de una mandíbula encajada - no te importará que quedemos esta noche para hablar, como siempre.
- Esta noche no puedo.
- Mañana.
- Estoy muy cargado, Tom, de verdad. Tengo un trabajo de Aritmo...
- Yo te ayudo - se ofreció él. - No te preocupes.
- Tú no has hecho Aritmo - se quejó el chico. - No necesito ayuda, sólo tiempo...
- ¿Es por Silvia? - intentó Tom, hastiado.
- ¿Silvia? ¿Por qué? ¡Claro que no!
Tom lo miró fijamente a los ojos, con una mirada fría, hasta que el chico lo admitió.
- Es por Silvia - concedió, en un murmullo. - Pasa algo, pero no quiero hablar del tema. Sólo necesito tiempo para aceptarlo. Y te lo contaré.
- Es ese Snape, ¿verdad? - intentó Tom, antes de dejarlo. - Es un pesado, pero yo no le daría importancia...
- No es Snape - interrumpió el chico. - Mira, todo esto es una locura, y no lo quiero discutir ahora. Tenemos que limpiar el mundo de sangre sucia, ¿no? Pues vamos allá, ¡y ya está! ¡Dejemos mi vida aparte!
Tom esperó pacientemente a que al chico se le pasara lo que fuera que le pasaba y se lo contara de una vez. Tenía mucho trabajo, y no le dio más importancia hasta que vio que pasaba una semana, y luego dos, y que parecía que había perdido a Nott para siempre.
Y sólo cuando, por ir a hablar con Snape, vio la sonrisa con que, tan educada como siempre, lo saludaba Silvia, comenzó a entender lo que pasaba. Silvia había enrojecido siempre, desde que él recordaba, cuando le hablaba. Siempre había sido tímida y reservada, pero pensaba que era sólo cómo era la chica. Parecía feliz cuando él iba a hablar con ella y con Ed. Era sutil, se controlaba, se comportaba con normalidad, y él no la conocía cuando él no estaba, pero los signos estaban allí, exactamente igual que con Margareth y con Lucille.
Y Nott, que pasaba casi todo su tiempo con ella y con Alice, estaba loco por ella.
Tom no volvió a insistir a Ed para que le hablara y no volvió a darle importancia al tema. Se comportó normalmente, y siguió relacionándose igual con todos menos con el chico de tercero. Se acercaba a Silvia, para que no se notara que la esquivaba, sólo cuando Ed no estaba con ella, y se fijó en todos los detalles de su comportamiento hasta que su primera impresión quedó confirmada.
Nott estaba loco por Silvia. Ahora Silvia estaba loca por él.
Y Voldemort perdió a un gran ayudante, antes incluso de reclutarlo.
¿Nott? ¿Edward Nott? No, no recuerdo que fueran especialmente amigos. Es curioso, no había vuelto a pensar en el bueno de Ed en años. Se casó con Alice poco después de dejar el colegio y tuvieron un hijo, horrible, por cierto, antes de separarse. Un gran escándalo. Pero, que yo sepa, nunca tuvo relación alguna con Tom. Hablaron, de vez en cuando, en el colegio, pero Tom era muy popular; hablaba con todo el mundo. Desde luego, Ed nunca hubiera formado parte de la sociedad de Tom: le aborreció durante meses, y luego pasó a la indiferencia. Ed iba a mi curso, e hicimos algunos trabajos juntos, pero tampoco éramos especialmente amigos. Nos entendíamos bien, y admiraba su inteligencia, pero los dos teníamos muchas cosas a nuestro alrededor, demasiadas como para poder intimar mucho.
Se casó con Alice años antes de que Tom reapareciera, dos años después de acabar séptimo. Fue un romance fugaz, que nos sorprendió a las dos, y me pidieron que fuera su dama de honor. Yo estaba harta de Alice, siempre tan negativa y radical, y, como mis padres acababan de morir, me limité a enviarles una lechuza con unos galeones y una carta de disculpas, formal y sobria, excusándome de asistir a la boda.
El pequeño Nott... la última vez que lo vi, tenía dieciséis años y cogía el Hogwarts Express. Salió a su madre y, él sí, acabó siendo miembro de los Devoradores. No tenía cerebro, la verdad. Y Ed abandonó a su familia antes de poderle enseñar algo de sentido común. Una lástima.
Más cosas: gracias de nuevo por las reviews. ¡No las comento por hacer esto más dinámico, pero eso no quiere decir para nada que no me hayan alegrado el día! ¡Besazos!
