ACTO III
FANTASMAS

Ante la impenetrable máscara del Patriarca, el reflejo de la mujer conocida como Gaist de Salamandra comparece. Como testigos, Gigas y Shaina presencian el juicio.
"¡No hay excusa posible, Gaist! ¡Conocías las reglas y las rompiste!"
"¿Cuáles reglas?" replicó Gaist rebelde ante la acusación de Arles. "¿La de protección del mundo? Lo que hice dañó a unos cuantos, pero el mundo ha sido el más beneficiado."
"La primera regla que rompiste, fue la de haber abandonado el Santuario sin permiso y la segunda, y quizá más importante, la de haber usado tú armadura para tu beneficio personal."
Gaist respondió ante las acusaciones de inmediato.
"¿ beneficio personal? ¡Claro! ¡Todo lo que miro alrededor son beneficios para mí!"
"Tu radicalismo es lo que te ha perdido, Gaist. ¿Cómo es posible que en tu intento te llevaras a todos tus estudiantes? ¡Los has deshonrado junto contigo!"
"Ellos me siguieron. No se los pedí. ¡Fueron ellos mismos los que vinieron conmigo!"
"¡Tu deber habría sido rechazarlos!"
"¿Porqué?" preguntó Gaist con dolor. "¿Porqué habría impedirlo si era lo justo?"
"¿Justo?" preguntó Arles. "¿Qué sabes tú de justicia?"
"Aparentemente más que Athena... " respondió irreflexivamente Gaist.
Gigas reaccionó indignado ante tales palabras.
"Qué has dicho insensata? ¿Acaso a todos tus crímenes deseas agregar ahora la blasfemia?" El cristal que llevara por ojo le confería un aspecto siniestro.
La túnica del Patriarca se interpuso entre la acusada y Gigas.
"Calla, Gigas."
"¡Pero señor!" exclamó el aludido con sorpresa. " ¡No lo podemos permitir!"
El fulgor del cosmo del Patriarca calló las protestas del tuerto que se alejó. Arles con interés preguntó a Gaist.
"Creo que me gustaría saber en qué te basas para decir que lo que hiciste fue justo, te demostraré que la Diosa sabe escuchar..."
Gaist observó al Patriarca con un poco de desconfianza al rostro. Por supuesto, la máscara no le permitió adivinar la sinceridad de las palabras, pero al notar que tanto el, como los testigos la veían expectantes, comenzó a hablar:

"Mi maestra Ártemis consideró que podría manejar a cuatro estudiantes para mi sorpresa."
En el ojo de su mente, Gaist podía recordarlo todo claramente, como si hubiera ocurrido todo el día anterior.
"Llegando ante mí, mi imponente maestra me dijo:
"Tus alumnos estarán pronto aquí, Gaist, sé que sabrás llevarlos por el buen camino y que en ti hallarán los principios firmes que nos permitirán fundar una nueva orden."
Yo repliqué con sorpresa.
"¿Una nueva orden? ¿Qué quieres decir, Maestra?"
"Lo que escuchas, El Patriarca ha decidido fundar una nueva orden la cual se dedicará a cuidar de las costas de nuestro Santuario. En apariencia, Athena, considera que en ocasiones el mar puede resultar estar en peligro."
Respondió a mi pregunta mi Maestra.
"¿Pero porqué yo?" pregunté sorprendida. "¿Porqué yo enseñar a toda una nueva orden y no usted o cualquiera de las otras maestras?"
"¿Qué es esto?" preguntó mi maestra Ártemisa desconcertada. "¿No eres tú una maestra de Athena? ¿O acaso no quieres hacer esto?"
"De ninguna forma reniego, Maestra! Me sorprende que me elijas cuando hay gente mucho más digna y poderosa que yo."
Respondí a la pregunta de mi maestra.
Ésta, se encogió de hombros y amigablemente respondió.
"Siempre habrá alguien mejor que nosotros, Gaist. Eso es indudable. Es sabio el poder reconocerlo como lo haces tú ahora, pero, el que lo hagas no implica que rechaces el reconocimiento que te den... está por descontado que siempre hay alguien más pero eso no te hace menos."
"Maestra!" respondí conmovida, ya que sabía que esto era un reconocimiento que recibía sobre todo de ella... y eso era un honor para mí. Pero ella siguió como si yo no hubiera dicho nada.
"La vida no es para siempre, Gaist. Pero para los maestros como nosotras, la manera de alcanzar la inmortalidad es por el legado que dejamos en quienes educamos. Tú y Shaina me honran, y sé que lo seguirán haciendo, porque son mis mejores alumnas. Mis enseñanzas seguirán vivas en las suyas."
"¿Porqué dices eso, Maestra?" pregunté yo angustiada, nunca me ha gustado enfrentar la pérdida de alguien que quiero. Siendo una huérfana, mi amor es entrañable y egoísta.
"Porqué así es, Gaist. Para todos lo es. Y no reniegues tampoco de la muerte, que es tanto como renegar de la vida." siempre pareció que mi maestra podía ver a través de mi mente.
"Sí, Maestra." respondí desganada.
La creación de la nueva orden, se me dijo, era un hecho sin paralelos desde la época en que Athena fundara la orden de los Caballeros Azules o de Cristal. Sin embargo, que fuera una Amazona la entrenadora y que además los elegidos fueran a obtener los títulos con toda seguridad, hacía del hecho todavía más extraordinario.
Y por fin llegó el día en que conocí a mis alumnos:

Dolphin, un joven chipriota con gran fuerza y un excelente nadador.
Kragg de Nueva Zelanda. El más escandaloso de todos ellos, rechazado de la Isla de Andrómeda no cejó en su intento por ser armado Santo.
Scissorpent, un hombre introvertido caballero de Portugal. Silencioso y contundente.
Y Mahua, una bella chica de la Polinesia, de corazón dulce y maneras suaves.

A estos jóvenes sería la encargada de convertir de unos simples guerreros en los nuevos Caballeros del Mar.
Fue una sorpresa para mí descubrir que era yo la que aprendía de ellos a diario... a todos les impulsaba el amor al mar para ser Caballeros de la Diosa, y ese ánimo me contagió. Fue a través de los ojos de ellos que aprendí a querer al mar, y la vida que encierra. Y la fortaleza de sus convicciones me atraparon, así como el testimonio de su fortaleza que ellos inspiraban.
De mis cuatro alumnos, Mahua fue la que me ganó rápidamente. Como nativa de su isla, ella había enfrentado varios prejuicios para llegar hasta allí. El hecho de que fuera huérfana era causal de su presencia en el entrenamiento.
Mahua guardaba un secreto. Un doloroso secreto que definió su vida... y tras conocerlo yo, la mía.
La bella joven de tez dorada lanzó un grito mientras pateaba girando en el aire a enemigos imaginarios.
"¡Más rápido!" exigí. " ¡Tu velocidad aún es muy baja!"
Frente al mar, en un risco del Santuario, encontré a Mahua entrenando por su cuenta. Me llamaba la atención de que siendo alguien tan, aparentemente, gentil, tuviera ese empeño por refinar su técnica de ataque, así como el hecho de que nunca jamás descubriera sus piernas.
"¡Maestra!" exclamó con sorpresa ella al verme allí. "Ignoraba que se encontraba aquí, disculpe la molestia, me retiro."
"¡Espera!" le ordené. "No te vayas, no me molestas, y espero no hacerlo yo."
Mahua se sorprendió ante mis palabras e inclinándose respetuosamente me dijo:
"¡Será un honor poder compartir un tiempo con usted, Maestra!"
Yo no pude evitar sonreírme ante esas frases tan pomposas, no me acostumbraba aún a la idea de ser una maestra. Hacía tan poco que yo me encontraba en la posición de Mahua, y en verdad, a mí parecer, no existían muchas diferencias entre ambas. Sentándose observé el dulce atardecer. El mar encendido reflejaba al sol que se ponía. Mahua observaba todo desde una respetuosa distancia atrás de mí.
"¿Qué haces, Mahua?" pregunté. "¿Porqué no te sientas aquí junto a mí?"
Mahua sorprendida me obedeció dócilmente.
"¿Eh? ¡Si, maestra!"
Ya sentadas las dos juntas yo le pregunté a Mahua.
"Sueles venir a entrenar aquí siempre por tu cuenta, ¿no es verdad?"
"¡Si, maestra!" respondió ella solícita.
"¿Es que sólo obtendré de ti "sís" y "nos", muchacha?"
"No, Maestra!"
La observé en silencio mientras notaba que se sonrojaba. Lo hice, porque a diferencia de las demás Amazonas, Mahua portaba una media máscara que dejaba descubierta la mitad inferior de su rostro.
"Perdón, Maestra." dijo ella bajando la cabeza.
Viendo yo hacia el frente, le respondí.
"No te preocupes, Mahua, ya te irás acostumbrando."
Y así fue.
Comenzó a hacerse rutina de ambas en ir a entrenar hasta que cayera el sol, para lo cual, nos sentábamos. En los días siguientes ella no habló mucho, pero finalmente, un día ella inició una conversación conmigo.
"¿Porqué es usted Amazona, maestra?"
Fue una buena pregunta. Reflexioné que hacía mucho que no me preguntaba eso, pero respondí casi más por costumbre que por convicción.
"Para servir a la diosa y proteger el mundo."

La voz del Patriarca interrumpió el relato.
"¿Por costumbre? ¿Sin convicción? ¿Insinúas que enseñabas sin fe? ¿Te declaras apóstata?"
Ante la pregunta del Sumo Sacerdote, Gaist respondió.
"Lo siento, Su Señoría, a los simples mortales como nosotros nos hace falta tener un motivo de fe, a veces, sin darnos cuenta, la costumbre ocupa el lugar del entusiasmo."
La inexpresiva máscara del Patriarca examinó las palabras de la Amazona Gaist. Dando la espalda conminó.
"Prosigue."
Gaist asintió. Nuevamente en su mente pudo observar las imágenes venir, esta vez con la invitación de ella.

"Tras la pregunta de Mahua vino mi turno.
"¿Y tú Mahua, porqué quieres ser Amazona?"
"Para proteger al mundo y servir a la diosa."
Aunque la respuesta era parecida, noté que el orden de la frase era deliberado. Esa noche reflexioné y reflexioné en esas palabras. Comprendí que el mundo es lo único que tenemos, mientras que la diosa no es más que una posibilidad."

Gigas suspiró indignado. Shaina se preocupó más. Gaist se estaba hundiendo en vez de ayudarse.
"Gaist, Gaist..." pensó Shaina alarmada. "Abrir nuestro corazón tan sin cuidado ante enemigos es tonto, es un principio básico de combate el no mostrar a nadie que tiene una actitud agresiva hacia nosotros un punto débil."
"¿Y siguieron esas tardes?" preguntó el Patriarca interesado, pareciera que de alguna forma, la historia de Gaist estuviera interesando al poderoso Sacerdote.

"Sí. Continuaron y conforme pasaba el tiempo, Mahua me fue impregnando del amor por el mundo, por el cielo y por el mar. Un día escuché a Ártemis decir que el obtener una Armadura o no, era parte del destino que nos trazaba nuestra estrella, y creí firmemente en eso al conocer a Mahua, ya que nadie mejor que ella para convertirse en una Amazona del Mar. Y cuando creí que no podría sorprenderme más, me enseñó lo contrario.
Sentadas ante el risco, Mahua se puso de pie e inició su giro. La velocidad sobre tierra firme era extraordinaria, bajo el agua prodigiosa. Mientras yo la escuchaba gritar entrenando yo dije:
"Hoy se cumplen 7 meses que entrenas, Mahua. Los he visto crecer en el Cosmo, y sé que hay muy poco que puedo enseñarles."
"¡Si, Maestra!" respondió ella asombrada. " ¡7 meses ya! Y sin embargo siento que me falta tanto que aprender."
"Todos tenemos un largo camino que recorrer, Mahua, nadie lo sabe todo, al menos, nadie humano. " No hubo respuesta de parte de Mahua ante mis palabras. Sin volverme hacia ella, yo continué hablando. "Quiero agradecerte, Mahua."
Sorprendida, la joven se llevó las manos al pecho.
"¿A mí, Maestra? ¿Porqué?"
Yo, debajo de la máscara sonreí.
"Por tantas cosas, Mahua. Por darme un nuevo motivo... ¡todos necesitamos de un motivo para seguir adelante!" poniéndome de pie caminé frente a Mahua que me observaba sorprendida. De fondo, el sol y el mar rojos se reflejaban en mi máscara, volviéndola un espejo. El agonizante canto de las gaviotas y el canto eterno del mar contra el risco era lo único que podía escucharse. "Me has llenado de amor por el mundo y sus criaturas, me has dado un sueño por el cual luchar y por último, me has enseñado del valor de una verdadera amistad, hoy puedo decirte, mi amiga."
El cuerpo de Mahua se estremeció en lo que reconocí como llanto.
"Como amiga, hoy, puedo mostrarte mi rostro."
Y dicho esto, descubrí mi rostro por vez primera ante ella, algo que nunca hizo mi maestra Artemisa..
"¡Maestra! ¡Es un honor!" Respondió Mahua con sorpresa evidente. "Permítame corresponder."
"No" le dije yo, ahora comprendía como lo había hecho, es decir, ahora comprendía como es que mi maestra Artemisa adivinaba mis pensamientos, era cuestión de haber observado a esa persona, en ese caso, alumna. Y me negué porque no quería que lo hiciera sintiéndose obligada a corresponder a un gesto mío, sin embargo, aunque esa era mi idea, había algo que daba vueltas siempre por mi mente, una pregunta que sentía era obligatoria hacer." No es necesario, aunque tengo una petición que hacerte."
"Pida lo que quiera, Maestra."
Respondió Mahua sin poder adivinar lo que le preguntaría.
"Puedes negarte si quieres, pero ¿podrías responderme una pregunta?"
Mahua asintió. Yo me acerqué y toque una de sus piernas.
"¿Porqué nunca muestras tus piernas?"
La joven se sonrojó.
"Maestra, yo..." dijo sorprendida.
"No, no te preocupes. Si no quieres decirlo hoy, no lo hagas." Agregué yo al darme cuenta de que ella no hablara algunos segundos, e incluso me parece, que algunos minutos después.
De pronto nos dimos cuenta de que las gaviotas ya no estaban y la brisa fría del mar nos recordó que el tiempo había transcurrido sin que nos hubiéramos dado cuenta.
"Es tarde." Dije para la tranquilidad de Mahua. "Vamos a dormir."
Alcancé a escuchar mientras nos íbamos que ella susurraba un débil.
"Perdón."
Pasó otro mes y el día de probar que eran dignos de portar sus armaduras llegó. Como esperaba, no hubo ningún problema, y mis pupilos finalmente se armaron Caballeros del Mar.
Como recordará, Su Santidad, usted los nombró personalmente:

Dolphin se convirtió en el Caballero del Tiburón.
Kragg se convirtió en el Caballero de la Medusa.
Scissorpent, en el Caballero de la Anguila y finalmente,
Mahua, Amazona de la Estrella del Mar.

"Gaist, Amazona de la Salamandra, permanecerás con este grupo para proteger la costa del Santuario, para ello, contarás con un barco que se te proporcionará. " me dijo usted.
"Le agradezco, señor, aunque no cuento con Armaduras adecuadas como las de ellos ¿no creé que puedo estorbarles?" le pregunté preocupada.
" Pensando en eso llegamos a la conclusión de que te sería muy útil el barco que se te proporcionará - respondió usted.
"Le agradezco." Dije con una reverencia.
" Sin embargo, un barco no será suficiente" Agregó. "A tus formidables habilidades deben de agregárseles otras, como nuevas técnicas, para ello necesitarás entrenar de nuevo, te presento a tu maestro: Asterión, Caballero de Plata del Lebrel."
Un alto joven, de piel bronceada y cabello castaño, saltó a la mención de su nombre.
"Sigue el entrenamiento que él te dará, ya que te será útil algún día." Ordenó sentándose en su trono.
"Sí, Maestro."
Esa tarde todos celebramos en el risco la victoria. Poco a poco, Scissorpent, Dolphin y Kragg se retiraron, hasta que Mahua y yo nos quedamos solas.
"¿Así que se va, Maestra?" preguntó Mahua con un dejo nostálgico.
"Ya no me llames así, Mahua. Ahora tú eres una Amazona como yo. En los próximos días, volveré a ser una simple alumna, ya que estaré entrenando nuevamente. ¿Sabes? Siempre lo he pensado, pero hoy más que nunca creo que somos iguales y amigas."
"No, Maestra, amigas no..."
No puedo dejar de admitir que esas palabras me sorprendieron.
"¿Qué dices?" pregunté extrañada. Y al volverme hacia ella, vi que se había despojado de su máscara y sus pantalones.
"Las amigas no se guardan secretos... usted a lo largo de estos meses me ha permitido conocer sus sueños, sus miedos, todo... es justo que el precio que pague por tener el honor de su amistad es mi sinceridad absoluta."
Vi su rostro amable y gentil. Con ojos oscuros y rasgados, y su piel morena que enmarcaba su franca sonrisa. Y aunque admito que el ver su rostro me intrigaba, el misterio de sus piernas lo hacía más. Poco a poco, bajé la mirada y descubrí el secreto de Mahua.
La piel de sus piernas se asemejaba a la de un coral fuera del mar... deforme y duro.
"Todos los días... " dijo Mahua "... es vivir con dolor."
"¿Pero porqué?" pregunté asombrada, indignada, no podía creer que alguien hubiera dañado de tal manera a una niña tan gentil como ella, seguro era resultado de una bajeza, de un crimen contra ella..
"Esto es por lo que quiero combatir" dijo ella con fuerza, confirmando mis sospechas. "Como usted sabe, yo soy de la Polinesia, bajo el dominio de una nación, Francia. Mi hogar fue destruido en una prueba nuclear... mis padres muertos. Fui la única sobreviviente, pero las consecuencias las llevo conmigo todos los días." Agregó Mahua señalando sus piernas, que eran de alguna manera una mutilación, la alegría inherente de ella de pronto se había opacado... "Pero el mar generoso, me permitió curarme. Su belleza, su vastedad eran motivos para luchar contra mi dolor, él sufría tanto como yo, porque creo que el mar es algo vivo. Un día, simplemente alguien se acercó a mí tras verme nadar. Era alguien del Santuario que me había visto nadar. Nunca vio mis piernas... me temo que habría sido descartada de otra manera pero era justo lo que él buscaba, una huérfana." Dijo con una sonrisa. "Esa persona me explicó de lo que se trataba El Santuario, y del amor de la diosa Athena por la humanidad. Del destino trazado por nuestra estrella. De el honor que implica ser elegido por Athena. Lo acepté todo. Y pues aquí estoy."
Al terminar su relato me acerqué a ella y le abracé.
"Mahua eres un ser extraordinario. Aún con tu dolor físico has logrado más allá de lo que muchos hacen en toda una vida. Gracias por confiar en mí." Me había dado cuenta que recordar para Mahua era un proceso doloroso. Ella sonrió tímidamente. " ¿Ahora sí, amigas?"
Le extendí mi mano y ella sonriendo la aceptó.
"Mientras me voy a entrenar podrán ustedes visitar sus hogares o cualquier lugar que quieran. Necesitan descansar y despejarse, ver el mundo antes de renunciar a él... ve pequeña hermana, y disfrútalo"
"¿Nos veremos pronto, Maestra?" dijo Mahua sonriendo con una tranquilidad nueva, el haber revelado sus secretos, parecían haber animado su espíritu.
"Aquí nos veremos en un mes y un día." Prometí con entusiasmo. "¡Y entonces protegeremos el mar que tanto quieres!"
Y así, partimos cada quien a nuestro destino. Coincidentemente, mi entrenamiento tuvo lugar junto al mar.
Asterión no parecía muy convencido de enseñarme las técnicas del Ataque de los Fantasmas, pero debía honrar los deseos del Patriarca.
Así pues, avancé rápidamente en mis lecciones, aprendí a proyectar imágenes a distancia que triplicaban el barco que me diera Su Santidad. Y a proyectar cientos de imágenes mías, aunque ninguna, más que la real, es decir yo, podía realmente atacar.
Durante mi entrenamiento, en mi mente surgió la idea de hablar con usted, Patriarca, para poder llevar a cabo nuestra misión de proteger el mundo, pero nunca pude hablar con usted, o más bien, no quise, por el desafortunado rumbo que tomaron las cosas.
Al fin, mi entrenamiento concluyó tres días después de lo esperado, la técnica de proyectar barcos "fantasmas" no me resultó sencilla de dominar. Era tarde, y en el conocido risco esperaba a Mahua, me sentía entusiasmada, estaba segura de alguna forma en que mi proposición sería aceptada por Athena y por usted... ¡nuestro sueño empezaría!
Esperé y esperé. Pasaron las horas, la luna brillante en el cielo me hizo comprender que Mahua no llegaría esa noche. Me puse de pie inquieta, pero intentando convencerme de que nada malo ocurría... era una Amazona... ¿qué podía ocurrir?
Al llegar a mi casa, encontré a Dolphin, a Kragg y a Scissorpent sentados. No, Mahua no estaba. Estaban muy serios, y mi corazón latió con fuerza.

"¿Qué pasa?" pregunté esperando, contra mi voluntad, una mala noticia.
Me aferraba a que estuvieran allí para recibirme.
"Maestra..." dijo Dolphin. "Mahua..."
Que en cualquier momento ella saldría y se disculparía por su tardanza.
"¿Qué pasa con ella?" pregunté una vez más.
Que se emocionaría al conocer la petición que le haría a Athena.
"Ella... murió." dijo Dolphin apenado.
Que lucharíamos juntas por el mundo que ella había amado tanto y que me enseñó a querer.
"¿Qué? ¿Cómo fue? ¿Porqué?" pregunté desconcertada, incrédula.
"Envenenada." respondió Scissorpent." Mientras nadaba."
Escuchaba sus palabras como si ellos no estuvieran allí.
"Viajó a Oriente, Maestra..." dijo Kragg. "...allí creemos practicaba su nado cuando desafortunadamente, fue atrapada en medio de un derrame petrolero. Se encontraba demasiado lejos de la costa, aún ahora las autoridades desconocen quien era ella en realidad y como es que podía estar tan lejos mar adentro sin equipo especial. Su fotografía la mostraron en los medios, pero nadie puede reclamarla, no pueden explicarse que hacía allí, y porqué portaba una media máscara..."
No sé si siguieron hablando, lo que sé es que seguía sin creerlo. Caminé sin voluntad al risco y observé el mar. El mar que tanto amó. Que tanto dolor le causara. Y la busqué... Mis ojos me ardieron. Las lágrimas brotaron sin invitación. El hueco en el mundo y en mi corazón me confirmaron que no la vería nunca más, que no reiría, ni lloraría, que sería una desconocida en su muerte y un misterio que se olvidaría. Y del dolor pasé a la furia. Me enfurecí contra mí por no haber estado allí. Me quise culpar. Luego me enfurecí contra la humanidad y el daño que causan al mundo los hombres. Y por último, con Athena, porque lo que se dijo del destino determinado por la estrella y los dioses. ¿Era posible tanta crueldad? ¿Tanta burla?
Mi determinación por defender al mundo fue mayor. Supe, que ella me diría que no odiara a la humanidad. Pero aquello que dañara al mar, y a los cómplices que lo permitieran... ¡a ellos no los perdonaría nunca! Cuando di la media vuelta para regresar a casa tenía una vez más una misión, un rumbo.
Kragg, Scissorpent y Dolphin escucharon mis razones. Y me apoyaron. Desde ese día seríamos las armas de un mundo indefenso. La voz de un mundo mudo. El remordimiento de una humanidad sin conciencia."

Gaist calló al terminar esta última frase, estaba de más narrar su "Cruzada" por el mundo. Estaba de más recordar lo que la había llevado a ese sitio. El Sumo Sacerdote habló finalmente.
"Has violado las leyes del Santuario, Gaist... ¿lo reconoces?"
"Lo he hecho por justicia, por hacer lo que Athena quiere... defender el mundo." Respondió la Amazona de la Salamandra con convicción.
"No Gaist, no lo has hecho por eso. Lo has hecho por venganza, no por justicia." Respondió El Patriarca sin reproche. "Has perseguido tus propios intereses."
Gaist respondió dolida.
"¿Y qué tiene eso de malo? ¿No puedo compartir mis convicciones con mis deberes? ¡Athena nos tiene para dar esperanza al mundo! ¡Para defenderle!" El tono de Gaist volvió a ser casi infantil... y ciertamente, ante los dioses ¿no somos unos simples niños? "La muerte de Mahua quedó sin castigo. La muerte de su familia y su deformidad. ¡La muerte lenta y cruel de tantas formas de vida que no tienen una oportunidad para defenderse! Porque ellos son considerados bestias."
Volviéndose hacia Gigas y Shaina, Gaist preguntó en tono de reproche.
"¿Porque Atenea lo permite? ¿Porqué lo permitimos nosotros?" dijo Gaist alzando la voz. "¡Salí del Santuario sin permiso! ¡Ataqué a los fuereños! He dañado al mundo y su sistema económico, pero por otro lado, he retrasado la muerte de miles de seres y asegurado el futuro de tantos. ¿No le place esto a Athena? ¿No es esto justicia?"
Gigas y Shaina bajaron la cabeza. El Patriarca meditó por varios segundos. Finalmente respondió.
"Esto, Gaist, lamentablemente no es de lo que nosotros pensemos, ni se trata de justicia." Con tono aparentemente apenado, El Patriarca concluyó su frase "Se trata de legalidad."
Bajo su máscara, Gaist abrió sus ojos asombrada. Esto era lo último que faltaba... su fe o lo que quedaba de ella, se rompió finalmente.
"Te sentencio a ti y a los Caballeros del Mar, primero, a cambiar su nombre a la Orden de Caballeros Fantasma, no serán más que un recuerdo vago de un error que cometí yo..." agregó El Patriarca a la humillación de la Amazona de Plata de la Salamandra. "Y segundo, a salir del Santuario por tiempo indefinido a la Isla Bucana, y no salir de ella hasta nueva orden." Con tono condescendiente, El Patriarca le habló a Gaist como si se tratara de una niña que se saliera con la suya. "Las leyes que nos rigen exigirían tu muerte y la de tus alumnos, Gaist, pero yo, no puedo dejar de sentir que no es solo la venganza lo que te movió, sino una visión distorsionada de tu credo. Athena es misericordiosa, y entenderá lo que estoy haciendo."
"Así que..." contestó Gaist al ponerse de pie antes de salir de la presencia del Patriarca. "... He perdido mi fe y a una amiga, se me ha degradado a la calidad de ser una muerta viviente, un espectro, un mal recuerdo que debe de ser escondido..." con tono burlón prosiguió. "¿Y ahora pretende convencerme de que es un acto misericordioso enfrentar el castigo de los malditos de Athena... el exilio del Santuario en una isla?" Shaina y los presentes podían casi saborear la amargura impresa en las palabras de la Amazona de la Salamandra. "¿Porqué Athena no hace nada por evitar el mal de este mundo? ¿Porqué dejan los dioses que la guerra y los males plaguen al mundo?"
"Por amor." respondió Gigas solícito. "Permiten que la humanidad se equivoque para demostrar su respeto a nosotros, interferir nos reduciría al papel de simples mascotas."
"¿Respeto?" Cuestionó Gaist aún con tono amargo. "No lo creo. No como yo lo estoy viendo, pero concediendo que así fuera, no pido tanto como para que ellos intervengan directamente pero... ¿porqué por lo menos no protege a los que sí podemos o queremos hacer algo? ¿Porqué?" La pregunta esta impregnada de rebeldía y confusión.
Un par de guardias se aproximaron y la tomaron de los brazos. Sin poder escuchar una respuesta, Gaist fue llevada fuera del recinto de justicia, como más tarde lo sería del Santuario de Athena, la diosa amante del mundo y de los hombres.
En la mente del Patriarca y Shaina resonó la pregunta de Gaist, mientras que Gigas viendo al Patriarca le felicitara diciendo.
"Hizo lo correcto, Su Santidad, Athena y los dioses estarán satisfechos con su decisión."
Bajo sus respectivas máscaras, tanto Shaina como El Patriarca se sintieron un poco repugnados por ese hombre, y sucios por ver lo que habían presenciado, mientras la última pregunta de Gaist se repitiera como un eco en la mente de los dos.
En verdad... ¿porqué?

EPILOGO

A la ventana de la habitación de Gaist llegó una paloma mensajera proveniente del Santuario de Grecia. Tras leer el mensaje que la paloma llevara de Gigas, Gaist se acercó a la ventana y observó el mar que atardecía.
"¿Así que al fin Athena y el Patriarca están de acuerdo con nosotros?" pensó Gaist con ironía. "¡Qué curioso que convenga a sus intereses! ¿Rebeldes que detener, eh? ¿Recuperar una armadura dorada perdida además? ¿Así que ellos pueden combinar intereses y credos?" Sonriendo bajo su máscara, Gaist se volvió a sentir viva. "Pero no importa, si es ese el precio... ¡que así sea!" y hablando a Atenea en su mente, una costumbre ya perdida por ella, Gaist pensó desafiante. "Esto ni creas que lo hago por ti, Athena. Lo hago por el mundo y por ti, Mahua." Dando la media vuelta se dirigió hacia la puerta de la habitación para avisar a Los Fantasmas. "Siempre por ti..."

La puerta se cerró definitivamente.

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"La Salamandra fría, que desmiente
noticia docta, a defender me atrevo,
cuando en incendios, que sediento bebo
mi corazón habita, y no los siente..."

Miguel Angel de Quevedo

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Esta es mi propuesta respecto a Cristal, que sea miembro de la Orden de los Caballeros Azules, de tal forma, reconciliamos el manga con el anime y nos evitamos seguir rompiéndonos la cabeza respecto a la constelación de Cristal. Su traje me permite también poder tener esta libertad, e incluso su nombre, ya que parece un nombre ritual más que uno real, aunque esto segundo parece haberse concretado tras un tiempo. ¿Qué les parece?

¿Lo recuerdan? Utilizaba la técnica Million Ghost Attack, muy parecida a la técnica de proyección de fantasmas de Gaist, por ello es que de esta manera puedo explicar la semejanza entre estas. Aunque de alguna forma, Gaist parece haber superado a su maestro en cuanto a efectividad de técnica...

Obviamente Gaist hace referencia en esta frase al castigo que han recibido todos aquellos rebeldes que viven en la Isla de la Reina Muerte, en el exilio y lejos de la gracia del Santuario.

Para los que no sepan, y para aquellos que lo saben también, vayan directamente al episodio 18 de la serie de SS para saber el desenlace de las aventuras de Gaist y los Caballeros Fantasma.