4.- La habitación

Sirius se paró y miró a su ahijado.

- ¿Harry?- El director se detuvo y los miró.

Harry sabía que era Sirius quien lo llevaba en brazos, antes de que este lo llamara. Realmente se estaba preguntando como es que no estaba en la enfermería, porque era casi imposible que su padrino lo sacara con la señora Pomfrey por allí, entonces recordó donde y por qué se encontraba ahí. Con un gemido, él abrió los ojos y vio que se encontraban en medio de un pasillo y que su cabeza descansaba cómodamente contra el pecho de su padrino. Suspiró y miró a Sirius que estaba riendo pero sus ojos todavía se mostraban preocupados.

- ¿Has tenido buena siesta, niño?

Harry cabeceó con una pequeña sonrisa en sus labios y notó por primera vez como un Dumbledore más joven que se encontraba de pie muy cerca de ellos. Sus ojos se encontraron con los del director. Dumbledore se sorprendió por los ojos del niño, eran de un color verde brillante pero tenían un cansancio que solo deberían estar en los de alguien mayor, eran los ojos de alguien que había visto muchas cosas, y todavía le daban un toque misterioso al chico. Finalmente desvió la mirada y sonrió al muchacho.

- Hola Harry, soy el profesor Dumbledore, el director de Hogwarts. Estoy muy contento de darte la bienvenida en nuestra escuela.

- Gracias señor, el placer es mío por estar aquí.

Dumbledore pestañeó un poco descolocado, el niño incluso hablaba como un adulto. Su voz todavía tenía que cambiar pero había sido suave, como él hablaba a las personas pero infantil. Agitó su cabeza confuso, el muchacho era realmente un enigma. Pero Harry no había notado la confusión que había cruzado la cara del director, el se había girado hacía Sirius y había estado hablando con él.

- ¿Me podrías soltar, Ryan?

- Cuando lleguemos a nuestra habitación, Harry, ¿seguimos, señor?

El viejo director cabeceó mientras Harry se acurrucó otra vez en los brazos de su padrino con un leve suspiro. Atravesaron los pasillos, y Harry intentaba luchar contra los recuerdos que le embargaban. No era un lugar que al muchacho le gustara mucho, considerando que tres de sus cinco profesores habían sido mortífagos que habían querido matarlo. En lugar de detenerse en la entrada de la clase, Dumbledore los llevó al cuadro de un fénix.

- Esta es la entrada a su habitación, los he cambiado un poquito para que tengáis cuartos separados, una sala común y un baño. Se abre y se cierra con una contraseña que es Voldemort.- Los miró para detectar cualquier reacción en sus dos compañeros, pero no hubo ninguna. Harry, mientras se preguntaban que era lo que estaban esperando, miraba al director y sonrió burlonamente cuando él supuso lo que el anciano estaba esperando.

- Si está esperando que retrocedamos o nos horroricemos por ese nombre tonto, estará esperando durante mucho tiempo.

- ¡Harry! ¡No seas rudo!- La regañina mansa de Sirius hizo que Harry se ruborizara.

- Lo siento, señor.- Dumbledore se rió feliz de ver que todavía había un niño por alguna parte.

- Está bien, Harry. Es bueno saber que todavía alguien recuerda que un nombre no tiene ningún poder. Vayamos dentro.

El cuarto era bastante grande y parecía muy cómodo. Para el deleite de Harry y Sirius, se encontraba decorado con los colores de Gryffindor y había varias puertas que llevaban a los dormitorios y el baño. Sus baúles se encontraban a un lado de la Sala Común, junto a una gran estantería llena de libros, había una mesita de cristal con algunas sillas, y un sofá y algunos sillones puestos ante un fuego encendido. Sirius dejó a Harry en uno de los sillones y fue a mirar las habitaciones. Volvió al poco rato.

- ¿Está todo bien?

- Muy bien, gracias, director.- Dumbledore cabeceó y observó a Harry que miraba fijamente el fuego mientras acariciaba a su serpiente.

- Si necesitáis algo, solo llamad a los elfos domésticos. La cena estará a las ocho, pero podéis tenerlo aquí si lo preferís.

- Muy bien, señor.

- Hasta la vista.- Con aquellas palabras, el director salió.

Después de que el anciano cerró la puerta, Sirius llevó los baúles a las habitaciones. Cuando volvió a la sala común, Harry estaba medio dormido en el sofá y Dereck había desaparecido, seguramente había salido para buscarse algo que cenar.

- ¿Harry?

El muchacho levantó la cabeza, frotó sus ojos y miró a su padrino.

- ¿Sí?

- ¿Te puedes mantener despierto el tiempo suficiente para comer algo? Llamaré a los elfos domésticos.

- Hermione se moriría del susto si te hubiera oído ahora mismo.

Sirius se rió entre dientes y llamó a los elfos a través del fuego; varios minutos más tarde, una gran cena apareció en la mesa. Harry se puso de pie cuidadosamente, mientras intentaba mantener el equilibrio y caminó despacio hacía la mesa, esta vez, Sirius no lo ayudó, pero caminaba detrás, vigilándolo como un halcón... listo para sujetar al muchacho si se caía. Con un suspiro aliviado, Harry se sentó en una de las sillas y miró la comida que había ante él. Todo parecía delicioso, pero él no tenía mucha hambre. Sirius le ayudó a escoger algo de lo que habían traído y después fue a prepararle el cuarto para que se acostara. El muchacho estaba comenzando a aborrecer esa dependencia que tenía en su padrino, pero no había nada que él pudiera hacer al respecto, y además, eso le hacía sentirse algo feliz, ver como Sirius estaba haciendo todo aquello por él de buena gana, eso era algo que nadie se había molestado en hacer en su vida. Media hora más tarde, Sirius reapareció.

- Vamos, Harry. Es hora de acostarse.

El adolescente no discutió, se puso de pie y apoyándose contra Sirius realizaron el camino a la habitación. Era un cuarto grande con una cama inmensa a un lado, junto a una ventana muy grande. Al otro lado una cómoda y un escritorio junto con una silla. Sirius le ayudó a cambiarse y lo arropó mientras se sentaba en la cama y le quitaba el flequillo de los ojos.

- Estaré abajo. Si necesitas algo me llamas... ¿Vale, Harry?- El muchacho asintió y cerró los ojos.

- Buenas noches, Sirius.- Su padrino sonrió y le besó la frente.

- Duerme bien, pequeño.- Se puso de pie y fue hacía la puerta. Una vez llegó, sacó su varita y susurró- Nox.- Todas las luces de la habitación se apagaron, silenciosamente cerró la puerta tras él, sabiendo que las mascotas de Harry tenían sus propias formas de entrar.