9.- Mortífagos

Después de que McGonagall abandonara la habitación, Sirius todavía estuvo sentado durante algún tiempo pensando como mantener la verdad alejada de sus compañeros. Comprendiendo de golpe que era la hora del almuerzo, decidió que era mejor que Harry y él se quedaran en su cuarto, además que el muchacho normalmente no estaba de buen humor cuando se levantaba. A través del fuego, llamó a los elfos domésticos para que les trajeran el almuerzo y luego, se dirigió a la habitación de su ahijado, el cual, todavía dormía apaciblemente, haciendo que casi sintiera compasión por tener que despertarlo. Lo zarandeó suavemente en el hombro, mientras lo llamaba, y tras un minutos o dos, Harry se revolvió y abrió los ojos de forma vacilante.

- ¿Mmm?

- Harry, es hora del almuerzo, si quieres podrás dormir después de que hayas comido algo.- Harry parecía estar muy cómodo donde estaba, y decidió que simplemente era mejor ignorar a su padrino, cerró sus ojos de nuevo y se acurrucó todavía más en la manta que lo cubría. Sirius suspiró, el no se rendiría sin luchar.- No Harry, no te vuelvas a dormir, tienes que comer algo.- Esperó pacientemente a que su ahijado se levantara, pero cuando ni tan siquiera se movió, Sirius le apartó la manta y lo sacó de la cama, despertándolo de forma eficaz.- Ahora, dejas de ignorarme, dormilón, podremos almorzar.- Harry acurrucó la cabeza en el hombro de su padrino mientras este lo llevaba a la sala común.

- No quiero comer con los profesores, me siento extraño haciendo como que no los conozco.- Sirius suspiró.

- No vamos abajo, nos quedaremos aquí.

- Vale.- Los elfos domésticos ya habían dejado la comida en la mesa, Sirius dejó a Harry en una silla y le dio un plato.

- Toma esto.

Después de haber cogido algo de comida para él se sentó en el lado opuesto a su ahijado. Comieron mayoritariamente en silencio, y Sirius le lanzaba miradas preocupadas a Harry. Era duro aceptar que el muchacho que se sentaba ante él, era el mismo que había conocido durante los últimos dos años. Desde la batalla con Voldermort, el chico se había vuelto más retirado, no le gustaba hablar a no ser que se le hablara primero y se había refugiado en los libros, algo que, hasta donde sabía, nunca antes había hecho. Cuando terminaron de comer, Sirius se puso de pie y se acercó hasta Harry, cogió suavemente su barbilla y giró la cara de su ahijado hacía él.

- ¿Qué va mal, niño? Has estado muy callado.

- Nada.

- Niño, no me engañes.- La voz de Sirius todavía era suave, pero había adoptado un tono duro. Harry suspiró y contestó.

- Simplemente pensaba en los Dursley.- Sirius soltó su cara y lo abrazó. Harry enterró su cabeza en el pecho de su padrino y habló de nuevo.- A veces, pienso que me merecí el vivir con ellos.- Harry sintió que el abrazo se apretaba y sintió haberle dicho a Sirius uno de sus más privados pensamientos, uno que nunca había planeado decirle.

Si él se hubiera quedado con los Dursley, Voldemort no habría regresado y se habrían salvado muchas vidas, a pesar de que había terminado salvando de Voldemort el mundo mágico otra vez, no podía evitar pensar en todas aquellas personas que habían perdido sus vidas en la batalla. Realmente no merecía estar con Sirius, y ser confortado mientras muchos otros estaban sufriendo, con ese pensamiento, Harry trató de salir del abrazo de su padrino, pero el hombre no lo soltó.

- ¿Por qué piensas eso, Harry? Nadie merece pasar por eso, muy especialmente tú...

Pero Harry no escuchó las últimas palabras, estaba oyendo los gritos que venían del pasillo. Antes de que pudiera decirle algo a Sirius, un dolor agudo atravesó su cabeza y se concentró en su cicatriz. Tuvo suerte de que Sirius todavía lo estaba aguantando, porque estaba seguro que se habría caído al suelo. A través del dolor, podía escuchar como Sirius lo llamaba por su nombre, completamente asustado, pero no tenía fuerzas para contestarle, estaba convencido que si abría la boca comenzaría a gritar.

Durante un rato, permaneció completamente indiferente de su alrededor, se encontraba solo en un mar de dolor, mantuvo sus ojos fuertemente cerrados y se concentró muy duramente en seguir respirando. Entonces, escuchó algo, un sonido cálido que ahuyentaba el dolor. Se concentró en ese nuevo sonido y poco rato después, notó que podía abrir los ojos otra vez.

Lo primero que notó era que se encontraba en el sofá y que Sirius no estaba allí, entonces todo tuvo sentido, de algún modo, a partir de su conexión con Voldemort, supo que había mortífagos en la escuela. Con un estallido súbito de adrenalina se puso de pie y salió aprisa del cuarto al pasillo, necesitaba saber que Sirius estaba bien. Godric estaba volando justo detrás de él, Dereck había aparecido a su lado y Eco estaba encima de su cabeza colgando de su pelo como si fuera su vida; entonces vio la lucha. De lo primero que se dio cuenta era que Dumbledore no se encontraba allí, todos los profesores se veían agobiados, incluso con la ayuda de Ryan y Ethan, las cosas no iban bien. Estaban luchando contra treinta mortífagos, pero el problema venía de un enorme basilisco que estaba ayudando a los hombres vestido de negro. Los profesores estaban intentando luchar contra los mortífagos mientras se alejaban de la bestia y de lo más importante, sus ojos.

Harry decidió rápido que era lo que tenía que hacer. Se giró hacía Dereck que miraba la batalla y le susurró suavemente.

- Dereck, por favor, ayuda a los profesores.

- ¿Puedo morder a los hombres malvados, amo?

- Eso es exactamente lo que quiero que hagas.- La serpiente asintió con la cabeza y desapareció de su vista. Entonces Harry se volvió hacía Eco.- Eco, por favor, confunde a los mortífagos, ¿vale?

- Está bien, joven amo.- La hada azul oscura le sonrió tranquilizadoramente y se marchó volando. Harry notó que el basilisco no estaba muy lejos de ellos y sonrió fríamente.

- Bien, Godric, ahí esta. Tú y yo contra el más grande. ¿Puedes hacer algo contra sus ojos antes que mate a alguien?- Notando que la serpiente había acorralado a Flitwick, Harry entró en acción.- Y que sea rápido.