20.- Deméntores.
Rápidamente Ryan se dirigió hacía su habitación, cruzándose con estudiantes que lo miraban de forma curiosa. Cuando entró en su sala vio que Ron cerraba la puerta de la habitación de Harry con cuidado.
- ¿Ron?- El adolescente se giró y lo miró sorprendido.
- Oh, Hola Ryan, me has asustado.
- Lo siento, ¿Harry está dormido?- El muchacho asintió mientras Ryan se le acercaba.
- Sí, nada más tocar la cama, no me he atrevido a ponerlo más cómodo y solo le he puesto una manta por encima para mantenerlo en calor. Justamente iba a ir a buscarte.- Ryan asintió y le sonrió.
- Gracias Ron. Ves a comer, estoy convencido que estás hambriento y Hermione te está esperando.
- Está bien, adiós Ryan, te veo luego.
En cuanto Ron se marchó de la habitación, Ryan entró en el cuarto de Harry viéndolo que dormía apaciblemente en su cama, su amigo había cerrado las ventanas y había apagado las luces. Con cuidado, se sentó al lado de Harry y le quitó la túnica dejándolo tan solo en su camisa y en sus pantalones vaqueros, lo alzó suavemente y volvió a colocar las sábanas para dejarlo suavemente y arroparlo.
Justo después de acomodar a Harry se dirigió hacía su propio cuarto, pero antes de que pudiera salir el muchacho se sentó con los ojos muy abiertos y mirando a su alrededor frenéticamente, casi sin notar a su padrino que estaba en la puerta que lo miraba sobresaltado.
- Harry, ¿has tenido una pesadilla?- Ryan se acercó a la cama pero Harry salió de esta y comenzó a ponerse sus zapatos ignorando su pregunta.- Harry, ¿qué es lo que está mal, niño?- Harry negó con la cabeza y se puso en pie.
- Algo va mal en el Gran Comedor.- Sin ningún otro comentario el muchacho salió de la habitación con Ryan que le seguía los talones.
Ryan miraba de forma interrogante al muchacho que corría delante de él, todo el cansancio había abandonado su cuerpo y había sido reemplazado por un poder puro, el mismo poder que había acabado con Voldemort y que Harry escondía dentro de su alma. En estos momentos, el muchacho parecía exactamente el mago poderoso que era y Ryan tenerlo de su lado en vez de cómo enemigo.
En el Gran Comedor, Dumbledore había estado mirando la mesa gryffindor de forma pensativa, más concretamente a sus dos nuevos estudiantes de intercambio. Flitwick había ido verlo después de la clase que había tenido con ellos y le había informado sobre el dominio asombroso que tenían del hechizo de desarme y el gran poder que había visto en los dos chicos; no habían pasado ni dos horas cuando Minerva había ido con la misma información.
Habían estado esperando que a Harry le resultaran fáciles sus clases, pero parecía que sus amigos no iban muy por detrás en sus habilidades, los tres tenían el potencial para volverse los mejores alumnos de Hogwarts aunque Minerva estaba segura que Harry era mucho más poderoso de lo que demostraba en sus clases y Dumbledore había aprendido a confiar en estas cosas en su subdirectora.
No sabía que hacer, tres estudiantes nuevos, los tres clasificados para gryffindor y con grandes habilidades que sabían utilizar, por no mencionar la relación que mantenían con sus tres nuevos profesores. De alguna forma estaba comenzando a dudar el que fuera coincidencia.
Antes de que pudiera continuar con esa línea de pensamientos, algo dentro de sí se heló, todos los estudiantes dejaron de hablar dejando el Comedor rápidamente en un silencio mortal. La temperatura de la habitación había descendido de golpe y solo una cosa podía hacer eso, deméntores.
El director se puso de pie rápidamente sacando su varita y parecía que no era el único que había llegado a esa conclusión, McGonagall, Daniel y Ethan se habían puesto de pie al mismo tiempo que él y miraban la puerta cuidadosamente. Los estudiantes comenzaron a moverse nerviosos en sus asientos y Dumbledore sabía que tenía que hacer algo o entrarían en pánico.
- Estudiantes, por favor, permanecer sentados. Trataremos con cualquier cosa que haya entrada dentro del castillo, la forma en la que podéis ayudarnos es quedaros sentados.
Todos los alumnos le obedecieron, todos excepto dos. Ron y Hermione se habían puesto de pie y se habían colocado delante de los merodeadores y de Lily, ignorando los cuchicheos para que se sentaran. Estaban mirando atentamente la puerta con sus varitas en sus manos. Dumbledore se preguntó si sabrían que era lo que estaba al otro lado de las puertas, parecían muy seguros de sí mismos. De repente la voz de Daniel rompió el silencio.
- Ron, Hermione, patronus cuando diga. ¿Dónde están Ryan y Harry?- Ron se giró ligeramente mientras todavía miraba de reojo la puerta.
- Están e su habitación. No te preocupes, sabes que Harry siempre se da cuenta cuando algo va mal, no tardaran en llegar.
El hombre no le contestó, tenía la mirada perdida, parecía escuchar alguna cosa. El resto de profesores se había puesto ahora también de pie y habían estado mirando a Daniel y a los adolescentes, preguntándose que estaba pasando, no había ninguna posibilidad que dos estudiantes de quinto años pudieran realizar un patronus. Daniel gritó de repente.
- ¡Ahora!
- Expecto Patronum.
Las puertas se abrieron al mismo tiempo que surgían cuatro figuras plateadas. Dumbledore pudo reconocer un gran lobo como el patronus de Daniel, un dragón de Ethan, un elfo de Hermione y un león de Ron, las cuatro figuras empezaron a luchar contra los deméntores que habían estado a punto de entrar en la habitación y pronto se les unieron el gato de McGonagall y el fénix de Dumbledore, haciendo que la pelea fuera equilibrada, ninguno de los dos bandos parecía sobrepasar al otro. El director se encontraba pensando una forma de ayudar a los patronus cuando dos nuevas figuras se unieron a la pelea, un perro enorme y un precioso ciervo, quien hubiera conjurado ese bonito animal debía ser muy poderoso. Miró a Daniel que observaba la pelea con una pequeña sonrisa en sus labios.
- ¿Daniel?- El hombre se giró ligeramente.
- ¿Sí, director?
- ¿Sabes quien ha conjurado esos patronus?- Daniel asintió.
- Ryan y Harry. Ron tenía razón cuando dijo que sabrían que algo iba mal.
- Ya veo.
Dumbledore miró la pelea otra vez y notó que ya quedaban muy pocos deméntores, estaba a punto de suspirar aliviado cuando una voz fría hizo que su corazón se helara.
- ¡Avada Kedavra!
