42.- Desvaneciendo

El profesor Snape llegó unas cuantas horas después. No estaba en Hogwarts cuando Hedwig llegó con el mensaje urgente y McGonagall se había visto forzada a ir a buscarlo al Ministerio. Entró en la enfermería de forma silenciosa y se acercó, la única persona que estaba en la enfermería era Ryan que estaba vigilando al durmiente Harry; Daniel, Dumbledore y la señora Pomfrey se encontraban al lado de los adolescentes malditos.

- ¿Qué es lo que les ocurre?

Los adultos le miraron aliviados; incluso Ryan apartó su mirada de Harry para mirar a su más antiguo rival. El mayor de los directores puso una mano sobre el hombro de Snape y en voz baja le explicó lo que Daniel y la señora Pomfrey sospechaban. El maestro de pociones asintió y abandonó la enfermería diciéndoles a los demás que hablaría con Danielle, ya que su antigua profesora había comenzado a hacer diferentes pruebas con la sangre de los adolescentes.

Un rato después, la paz que había en la enfermería fue rota por un lamento de angustia de Ryan. Allí, bajo su mirada, Harry estaba comenzando a desaparecer. Dumbledore y Daniel corrieron a su lado y parecían tan horrorizados como Ryan que estaba aguantando en sus brazos al muchacho semi-inconsciente al mismo tiempo que lo llamaba de forma frenética. Al cabo de unos minutos, Snape entró deprisa a la habitación, con Danielle a su lado; los dos profesores de pociones se detuvieron al instante ante la vista que se encontraron. Todos miraban con Ryan continuaba llamando suavemente a su ahijado, y el pequeño muchacho se estaba volviendo más transparentes pro minutos y no parecía que hubiera nada que pudieran hacer para evitarlo. Al final, Snape salió de su ensueño y se acercó a Dumbledore.

- Director.- El anciano lo miró de forma interrogante, parecía no querer apartar la mirada del muchacho que estaba perdiendo.

- ¿Qué has descubierto, Severus?

El hombre moreno asintió y llevó al director hacía la oficina, las noticias que traía no eran buenas y no quería entristecer todavía más a Ryan. Después que cerró la puerta de la oficina de la señora Pomfrey, se giró a Dumbledore.

- Esto es muy serio, Albus. Danielle y yo hemos buscada la poción y no ha sido tan duro. Es una antigua poción oscura, a Voldemort le gustaba mucho porque no infligía físicamente dolor a la víctima, simplemente el que lo bebía quedaba dormido, atrapado por las peores pesadillas que uno pueda imaginarse. Hay dos antídotos, pero uno tiene que ser dado antes de que haya sido envenenado, ese fue el único remedio que yo le expliqué a Voldemort, el otro requiere un pelo de un pariente consanguíneo, creo que Harry podría darnos el pelo.- Dándose cuenta que había un "pero" el director esperó. El maestro de pociones suspiró y continuó.- Pero Harry está desapareciendo por minutos y la poción tarda un día en hacerse. Por lo que he visto, creo que el muchacho no durará tanto. Lily todavía tiene a esa miseria de hermana suya, pero James no tiene a ningún otro pariente consanguíneo haciendo que sea imposible hacerle la poción.- Dumbledore palideció aún más con las noticias.

- ¿No conoces otra forma de que podamos conservar un pelo de Harry, Severus?- El hombre se encogió de hombros.

- ¿Cómo Albus? Harry está desapareciendo. No puedes conservar algo que para empezar no estaba allí. No estamos jugando con maldiciones, estamos jugando con el tiempo y eso es muy peligroso.- Dumbledore se colocó la cabeza entre las manos.

- ¿No hay otra forma?- Pero el hombre ya negaba con la cabeza antes de que el anciano acabara la pregunta.

- Tengo miedo de que no, Albus. Mira, a Voldemort le gustaba la idea de la poción, pero no le gustaba la idea de no poder ver sus efectos de primera mano. Prefería ver la mente de la víctima derrumbarse bajo las pesadillas, por eso me pidió que experimentara con la poción, quería que encontrara la forma de ver los efectos de primera mano, o entrando en la mente de la persona o siendo capaz de despertarlos a voluntad. Yo propuse ese antídoto pero parecía imposible encontrar uno ya envenenado.

- ¿Podrías encontrarlo ahora?

- No, creo que no. Mira la poción lanza a un mundo de pesadillas a cualquiera que la haya tomado, una vez la mente está allí, no hay nada que podamos hacer para sacarlas. El antídoto que diseñé era un eslabón entre el cuerpo y lamente que hizo que fuera imposible que la mente se perdiera y le permitía llamarlo con un hechizo.

Dumbledore procesó esa información y se hundió en una silla. Su mirada se dirigió a la puerta. Tenía que hacer algo, o la pida del niño que había aprendido a querer más que nada se perdería. No podía permitirlo, no solo destruiría su vida, sino también las de todos aquellos que querían a Harry, y había una buena lista. En el futuro, notó que Snape lo miraba angustiado. Había tomado una decisión y se puso en pie.

- Severus, ¿cuánto tardarías en hacer el antídoto?- El hombre lo miró algo confundido. ¿El director no le había escuchado? Negó con la cabeza y pensó durante un momento.

- Supongo que lo podría tener hecho para esta noche, creo que Danielle tiene todos los ingredientes que necesito en su oficina.- Dumbledore asintió.

- Entonces, hazlo, por favor. Oh, y antes de que regreses a los calabozos, ves a decirles a la señorita Granger y al señor Weasley que necesito hablar con ellos.- Antes de que el hombre pudiera salir de la oficina añadió.- No le digas nada a Sirius.

Mientras tanto en la sala principal de la enfermería, Ryan se sentaba en una silla con Harry acurrucado en su persona, sentado en su regazo. Daniel se había marchado hacía un rato, diciendo que estaría en la biblioteca si lo necesitan. La señora Pomfrey todavía estaba mirando a James y a Lily, esperando que dieran alguna señal de conciencia. Harry que redespertarse y Ryan se estaba desesperando. No importaba lo que Daniel dijera, sabía que estaba perdiendo a su ahijado. No necesitaba que nadie le dijera que era lo que estaba pasando, podía deducirlo. Si no consanguínea que James y Lily se despertaran, estos nunca se casarían y Harry nunca nacería. Se alterarían tantas cosas de su futuro; sabía que era posible que también él desapareciera pero el primero en morir sería Harry. Se quitó enfadado algunas lágrimas, el pensar en que Harry muriera era más de lo que podía sobrellevar en ese momento.

Se sobresaltó un poco cuando Snape acabó en la oficina de la señora Pomfrey y se marchó de la enfermería sin una palabra para ellos. No es que le importara, cuanto menos se hablaran los dos, mejor. Aunque, Sirius todavía tenía la curiosidad de saber que estaba pasando; si el otro mago había descubierto algo. Se estaba preguntando si debía o no perseguirlo y exigir una explicación, cuando sintió que el muchacho en sus brazos comenzaba a revolverse. Esperanzado, Sirius susurró suavemente su nombre.

- ¿Harry?- Los ojos verdes se abrieron por segunda vez ese día.

- ¿Sirius?- La voz del muchacho era suave, Sirius tuvo que agudizar los oídos para escucharlo.

- Sí, soy yo niño.- Harry frunció el ceño.

- Me siento extraño, Sirius.- Sirius perdió el color de su cara y esperó que Harry no se hubiera dado cuenta. No tuvo tanta suerte, el ceño del muchacho se acentuó.- ¿Qué pasa, Sirius?

El hombre se mordió los labios, no estaba seguro de cómo contestar a esa pregunta. ¿Debía decirle la verdad a Harry? ¿Decirle que después de todo habían fallado en la protección de James y Lily? Al final, no necesitó ninguna explicación. Sin que lo notara, Harry había levantado una de sus manos a su cara y había visto a través de ella. Podía ver a través de su mano que seguía poniéndose todavía más transparente por minutos. Harry miró a sus futuros padres, y con una voz todavía más suave preguntó.

- ¿Están muertos, Sirius?- El hombre se ahogó pero negó con la cabeza.

- Están durmiendo. No podemos depertarlos. Remus y la señora Pomfrey creen que es una poción, Snape está trabajando en un antídoto y estoy seguro que despertarán pronto.- Harry cerró los ojos.

- Sabes que no seréis capaces. Estoy desapareciendo, eso significa que es demasiado tarde.

Sirius quiso negarlo, quiso decirle a Harry que todo iría bien, pero no pudo, sabía que no era cierto. Con la falta de contestación del hombre, Harry suspiró y se apartó tanto, como los brazos de Sirius se lo permitieron.

- Sirius...- El hombre lo miró con los ojos llenos de lagrimas.- No tienes que quedarte conmigo, Sirius. Creo que sería mejor que te fueras, no quiero que me veas morir.- Los brazos de Sirius afianzaron su agarro.

- No Harry, no te voy a dejar. No ahora, no en vida. Siempre me quedaré a tu lado. Has estado solo por demasiado tiempo y no voy a permitir que ahora estés solo.

Harry lo miró por un rato, y vio que bajo las lagrimas, los ojos de su padrino eran determinados. Nadie lo alejaría de su ahijado. Asintiendo, Harry se acurrucó en los brazos del hombre todavía más cerca, mientras cerraba sus ojos con cansancio.

- Me siento tan cómodo en tus brazos, Sirius. No habría otro lugar en que lo esté como aquí. No me vuelvas a poner en la cama.- Sirius ahogó un sollozo y colocó su mejilla contra la cabeza casi transparente de su ahijado.

- No lo haré.

Harry asintió y se durmió. Sirius quiso despertarlo, no quería que se durmiera y probablemente nunca despertara de nuevo. Pero sabía que era necesario dejar al niño descansar. Probablemente Harry no quería estar despierto para verse desaparecer y Sirius no le podía negar eso.

Desde la puerta de la oficina de la señora Pomfrey, estaba Dumbledore que los miraba a los dos. Parecía más viejo de lo que nadie le había visto nunca, pero tras sus gafas de media luna sus ojos rugían con una luz poderosa; no iba a dejar que ese niño desapareciera. No si él podía evitarlo.