¡Hola! ^_^ aquí está mi mini-fic de Terada sensei y Rika. Tardé lo mío en empezar a escribirlo y el comienzo es algo extraño, pero ya está hecho. Un fic ligerito que se lee en un momento. Sólo espero que lo disfrutéis en ese ratito que le dediquéis. :)
Disclaimer: CardCaptorSakura pertenece a CLAMP.
Caminando hacia el mañana
El tren avanza lo suficientemente poco a poco como para poder apreciar el paisaje a través de los amplios ventanales. Montañas, bosques, ciudades, pueblos. Piensa en el paso del tiempo. Lo observa Terada sensei reflejado en su Rika. Esa preciosa muchacha que hace nada era tan sólo una niña, pero de la que se enamoró. Un amor extraño pero, ¿acaso es algo que se pueda controlar? Un amor sin dramas, porque sorprendentemente ella le correspondía. No con un amor de niña. No, ella ya era muy madura. Sabía lo que quería. Y no quisieron, pues, negarse el mutuo amor. Pero sabemos cómo es la sociedad. Cuesta aceptar estas cosas. Así pues a esconderse hasta que fuera el momento adecuado. Una niña dulce y tranquila que juega a los amores con ositos de peluche, pero que aún así sabe lo que es el amor. Que sabe lo que significa un anillo de compromiso y que lo acepta, sonrosada, emocionada y feliz. Y paciencia. Que pasen los días, las estaciones y los años. Estamos juntos, nos queremos, ¿qué importa esperar para confirmar lo innegable?
Ya tocó el timbre y los niños recogen sus cosas después de prepararse para el día de mañana. Tienen sólo diez años. Y cuando apenas me haya dado cuenta del transcurrir del tiempo me cruzaré con ellos por la calle y apenas los reconoceré con sus 15, ó 18, ó 20 años. Y quizás tendré a sus hermanas y hermanos pequeños en clase. En los niños que educo veo la prueba absoluta del tiempo. Ya acabó la primavera. Los pétalos de cerezo ya inundaron la ciudad. Y ahora el calor del verano empieza a dar color a los frutos. La primavera de tu infancia ya pasó, risueña y alegre. Y en tu juventud te veo cada día más hermosa. Hemos quedado en el parque, lejos de la escuela, donde siempre hemos quedado, resguardados en su verdor, en sus aromas y su frescor. Aún queda un rato para que el sol descanse y el parque se inunde de gente, de familias con sus niños y de parejas que viven lo mismo que nosotros. Unas pocas personas pasean. Por allí un chico con su bici debe regresar de la escuela. Allí un anciano junto al lago, a la sombra, charlando con los patos. Allí una mujer de mediana edad paseando un perro enorme de motitas negras. Lo recuerdo cuando era un cachorro caminando a trompicones. Ahora es un señor perro, quizás abuelo ya y todo. Sí, han cambiado los animales y las personas, pero el parque sigue siendo el mismo, y ojalá permaneciera así por siempre. Me siento en un banco cerca de la caseta de las barcas, leyendo un libro. Aún es pronto. Los viernes nunca me entretengo en la escuela. Procuro salir nada más acabar las clases. Y veo que tú también llegas temprano antes de la hora. Tus pies rozaron la hierba junto a los míos y, levantando la vista, veo en tus ojos, luminosos, la mirada de quien posee mi corazón. La misma mirada con la que me crucé al empezar a dar clases como profesor no suplente. La misma mirada que se clavó en mí y que ya nunca más podría olvidar. Tu cabello, media melena entonces, es ahora largo, pero manteniendo esos graciosos rizos al final. Nos saludamos con un beso y te sientas a mi lado. No, decididamente ya no eres una niña. Contemplo tu figura, y no puedo evitar que mis ojos se detengan en tu incipiente barriga. Pronto seremos uno más en la familia. Y, juntos, amor mío, entre muchos más, entre la sombra de los árboles y el murmullo del viento, decidimos sobre el nombre de nuestro hijo. Siempre caminando hacia el futuro, por y para un presente repleto de ilusiones.
-fin-
