En la Biblioteca

For Nyan-mx

Hace 10 años me gustaba mucho visitar la biblioteca de la facultad. No tanto por los libros —y eso que soy un lector arduo—, sino porque había una chica, era la chica. Una preciosa mujer de cabellos verdes y ojos esmeralda, era… sin duda, una diosa. Hermosa, divina. Muy difícil de ignorar, muy difícil en todo. Ella solía sentarse en la mesa más apartada y siempre estaba leyendo algún libro distinto. Sinceramente, poco o nada supe que leía, un par de veces noté los ejemplares en sus manos, y me decía: 'Yo he leído ese libro, puedo hablar con ella al respecto'. Pero me congelaba, me congelaba completamente y solo podía admirarla a la distancia. Aquí debo aclarar algo importante, y es, que durante esa época, yo no tuve las mejores notas; tenía que ir a la biblioteca a estudiar para mis exámenes, pero no podía evitar quedarme viéndola a ella. Maravillosa, hermosa, divina. Como una diosa.

De hecho, se veía apoteótica, como una Cobra en su habita completamente indomable, y así la llamé secretamente: 'La Cobra'. Lo curioso de todo, es que unos días después, ella llegó con una hermosa blusa de tiras blanca y un impresionante y sugerente escote en la espalda, grande fue mi sorpresa cuando con algo de disimulo observé un tatuaje de la bella constelación de Ofiucos atravesando su espalda de porcelana.

Y ella allá en su rincón estudiando para convertirse en la mejor profesional y yo el pervertido que no paraba de admirarla e imaginar cosas con ella.

Sí, imaginé muchas cosas a su lado, como por ejemplo: cómo empezamos a hablar, fue algo tonto, me acerqué con bastante galantería, le dije algo sobre el libro que leía y ella sonrió, tan bello, tan magnífico que yo inmediatamente caí a sus pies, le pregunté por su carrera, que como era una ilusión contestó: 'Filosofía'. Luego de una pequeña charla nos miramos con bastante timidez, hasta que por fin le invité una taza de café. Ella dijo que sí. Debía decir que sí, finalmente, todo eso estaba pasando en mi cabeza, así que, vivimos buenos momentos, hablamos demasiado, compartimos muchas cosas, salimos, y un día nos besamos bajo la lluvia, y después de algún tiempo hicimos el amor, aquí en esta misma cama, y al otro día la desperté con un beso y un delicioso desayuno. Cursi, lo sé. Pero cuando sueñas despierto todo es perfecto. Al menos eso quisiera, pero mi mente siempre me ha traicionado, y así como iniciamos una relación hermosa, un elixir divino y un amor eterno, así mismo la realidad me trajo al mundo.

Discutimos, claro que discutimos; no lo había notado entonces, pero al analizar a conciencia toda la información, noté algo que de seguro me molestaría de sobremanera, ella, mordía los lápices, dejaba su dientes marcados en los lápices, así que al llegar el momento y cuando yo me sentaba en el escritorio a realizar mis diseños, encontraba todos los lapiceros con marcas en las puntas; molesto, muy molesto e incómodo, los tiraba lejos y refunfuñaba hasta que un día dije no más y peleé con ella por eso. Desde luego yo no soy perfecto, no me gustan las celebraciones, las reuniones, así que no fue sencillo conocer a sus padres, ella peleó varias veces por eso, porque no fui al cumpleaños de su madre. Y empezaron las discusiones, por todo, por nada, y los momentos felices se esfumaron, ahora ella mantenía el ceño fruncido, y yo… yo no quería volver a casa, apagaba mi teléfono porque no quería escucharla, ni verla. Nada de eso.

Cuando desperté de mi realidad, cuando vi lo horrible que sería todo a su lado, y de que al final terminaría odiándola, me levanté de la mesa dispuesto a huir y no volver nunca más allí, me prometí no volver a esa biblioteca ni a esa mesa. No quería verla, pero…

—Me acerqué sin que lo notaras y te pregunté cómo estabas.

—Y yo te miré como un tonto. Todo pasó tan rápido, creo que divagué.

—Sí, divagaste… dijiste algo entre dientes, luego se te cayeron los libros, por un momento pensé que saldrías corriendo.

—Quise hacerlo, lo iba a hacer. Pero mis pies no me respondieron.

—Qué bueno que no lo hiciste, Shaka. Yo me llené de mucho valor para poder hablar contigo, te veía todos los días sentado en la misma mesa y aunque nuestras miradas nunca se cruzaron, podía jurar que me observabas de la misma manera que lo hacía yo.

—¿Qué me dijiste luego? Fue apresurado.

—Vi que se cayeron tus libros, ninguno hizo el mínimo esfuerzo por levantarlos. Pero yo estaba igual o más perpleja que tú. Y dije… si no estoy mal te dije mi nombre.

—Sí, claro… dijiste: 'Mucho gusto mi nombre es Shaina y estudio Historia del Arte'. No era Filosofía como llegué a pensar pero estuve bastante cerca. Me impresionaste con la forma en la que hablaste. Hablaste tan rápido, luego me di cuenta que cuando estás nerviosa sueles hacer eso.

—Pero tú no te quedas atrás, me invitaste un café, levantaste tus libros y saliste de la biblioteca sin esperar respuesta. Y yo asumí que querías ese café ya…

—Qué bueno que asumiste, porque no fui consciente de lo que dije hasta que te vi caminando a mi lado. ¿Sabes? Fue un encuentro maravilloso.

—Y las cosas no pasaron como imaginaste.

—Algunas cosas sí…

—No. Claro que no. No me bésate bajo la lluvia, nuestro primer beso fue en un concierto de In Flames y estamos ebrios, y ese mismo día llegamos a mi apartamento, borrachos y eufóricos e hicimos el amor. No fue en esta cama, fue en la mía.

—Y esa noche me dijiste que me amabas. Lo recuerdo con mucha claridad.

—No lo hice. No dije eso.

—¿Vas a seguir negándolo, Shaina? Estábamos sentados sobre la cama, tú sobre mí y tuviste un esplendido orgasmo, luego te empezaste a quedar dormida, ahí en la misma posición y yo apenas y pude mirarte mientras cerrabas los ojos, y luego te acomodé en la cama y susurraste, muy suave, pero perfectamente claro: 'Te amo'.

—Bueno, recuerdo que fue un gran encuentro y un gran orgasmo. Seguro por eso lo dije. Tal vez le hablaba al sexo.

—¿Tan difícil es aceptarlo? ¿10 años y aún no lo aceptas?

—Jamás te daré la satisfacción.

—Sí, eres terca.

—Pero nunca mordí tus lápices como llegaste a imaginar.

—No, muerdes los tuyos, en tu propio espacio. Y conocí a tus padres, que bueno que no te guste ir con ellos tan seguido.

—Los amo, pero me vuelven loca. Gracias por pasar tiempo con ellos cuando te lo he pedido.

—¿Que más podría hacer? Eres mi familia, aceptaste casarte conmigo demasiado pronto. ¿Nunca pensaste que estaba loco? Digo, no llevábamos ni seis meses juntos y ya te estaba proponiendo matrimonio.

—¿Y tú nunca pensaste que la loca era yo? Digo, te dije inmediatamente sí. No hubo un rastro de duda en mi respuesta.

—Gracias por tomar la iniciativa esa tarde en la biblioteca, Shaina.

—Sabía que tú no lo harías. Gracias por ser el pervertido del rincón.

—Mami, papi. ¿Puedo dormir con ustedes? Hay un monstruo en mi armario.

—No existen los monstruos, Eidan. Es solo tu imaginación. Ya tienes siete años, puedes dormir solo.

—Déjalo, Shaka. Ven cariño, acuéstate a mi lado.

No pude evitar rodar los ojos, pues no imaginé que fueras tan consentidora con él. Sin embargo, yo también lo hubiese dejado quedar con nosotros. Y de no haber tomado la iniciativa ese día, no estaríamos aquí juntos, con nuestro pequeño acaparando la mitad de nuestra cama, las cosas no pasaron como lo imaginé fueron mejores.

Sí hubo discusiones, no tan fuertes o exageradas como las soñé, pero las hubo, ¿qué pareja no discute? Al final superamos todos los obstáculos. Nos casamos tan lejos de todos, y fue perfecto. Luego nació Eidan, y aunque estuvimos cansados y a punto de renunciar, nos mantuvimos fuertes, en especial tú, la indestructible Cobra. Ahora los observo a los dos, él con su cabello rubio y ojos brillantes como los tuyos, se parece tanto a ti, y empiezo a darme cuenta que necesitaremos una cama más grande, finalmente, pronto llegará Sarah a nuestras vidas y ella también querrá compartir un espacio entre nosotros, en su habitación de seguro también estará la ilusión, el sueño de un monstruo en su armario. Tal vez heredaron mi imaginación y tus ganas de estar siempre a mi lado.

Gracias por ser esa chica en la biblioteca.

FIN.