Una Noche

For Ivonne Galvn

'Basado en la idea original de Ivonne Galvn'

Durante mucho tiempo estuve deambulando por ahí, renegando de mi existencia y destruyendo todo a mi paso con el único fin de encontrarte, jamás pensé hallarte en este lugar, debo reconocer muy a mi pesar que Athena fue astuta al ocultarte en el Santuario, pero… ¿tenía que ser así? Te tuvo a plena vista pero escondida tras una máscara como uno más de sus guerreros. Nunca esperé que siendo tu hermana te expondría de esa forma al los peligros de las batallas y me pregunto: ¿Cuántas veces habrás muerto sacrificándote por ella? Athena, esa maldita que reclama por justicia durante eones ha sido una diosa injusta. Lo hizo con Medusa en la era del mito, ahora lo hace contigo, afirma protegerte pero te dejó atrapada en un cuerpo mortal sufriendo el dolor de los hombres. Perdóname Perséfone, jamás debí dejarte ir, debí pelear hasta final para tenerte a mi lado y evitar esta insana separación.

Pero por fin te hallé, después de tanto tiempo, te encontré. Atrapada en esa única forma de cabellera esmeralda y ojos radiantes. La máscara simplemente se usó para mantenerte alejada de mí, pero se rompió. Uno de los guerreros de Athena quebró tu fachada. Shaina de Ofiucos, así te haces llamar en esta era, la poderosa guerrera de plata peleando con tenacidad para proteger a los que ama. No esperaba menos de ti. Te he observado durante mucho tiempo, sé lo valiente que eres y lo frágil que es tu corazón. Así has sido siempre y me sorprende ver que pese a los años te mantienes con el mismo espíritu y tenacidad. Te necesito conmigo, pero tienes que comprender todo antes de continuar.

Silencio, todo está en silencio y te siento respirar con dificultad mientras te encierro en mi magno cosmos para alejarte de los ojos atenienses de este lugar. Como era de esperase despiertas con bastante rapidez y tu primera reaccionar es buscar sobre la mesa de noche tu máscara, porque lo único que recuerdas es estar descansando en tu cabaña. No vas a encontrar la máscara, no estás donde tú crees.

—Tranquila —te digo, como engañándome a mí mismo y asumiendo que eso pueda funcionar para derribar la barrera de tu instinto de supervivencia y de tu voluntad como guerrera.

Olvido mi propia mi misión, no puedo soportar al tenerte tan cerca, estás ahí, pero aún no me recuerdas, lo notó al sentirte intentar escapar, te resistes a mi abrazo, pero debes entender, no soy tu enemigo, no te haré daño.

—¡Suéltame! —ordenas. No es tu voz, es la voz de ella. La de Shaina. Despertarte me tomará algo de tiempo—. ¿Quién eres? ¿Eres un dios, un enemigo de mi diosa?

—¡No menciones a esa maldita! —Lo sé, no debí hablarte así, pero de solo recordar todo lo que Athena ha hecho para separarnos me molesta.

—¿De qué hablas? ¿Quién eres? ¿Qué quieres? —preguntas con afán, sin embargo, mantienes la compostura pesé a que te supero en fuerza. Te entrenaron bien, mi amada.

—Tranquila —vuelvo a pedir, esta vez con voz suave porque lo último que quiero es asustarte, no obstante, guardas silencio y tu respiración se regula, parece que algo en mí se te hace familiar, no estás del todo dormida mi querido amor—. Soy… tu esposo, tú eres Perséfone.

Te veo, veo esos destellantes ojos verdes que le pertenecen a ella, pero esa mirada es completamente tuya. Nunca nadie en la vida se había atrevido a verme con tanto desdén, solo tú lo has hecho y siempre me ha fascinado. Sé que aún Shaina no logra observarme, la oscuridad es muy gruesa y tengo miedo de causar algo irreparable en ella, pero es muy fuerte, debo aceptarlo.

—¿Te burlas de mí? —interrogas, no hay un ápice de duda en tus palabras, ni siquiera te tiembla la voz.

—No. —Como noto que eres más valiente de lo que pensaba me acerco lentamente para que me puedas ver, al principio pareces ensimismada perdida entre mis ojos azules como si pudieras ver el infinito dentro de ellos, y veo algo: una sonrisa, simple y delicada que se extingue entre las sombras porque aún estás confundida—. Perséfone.

—¡Ese no es mi nombre! —La increíble Cobra ha mostrado sus afilados colmillos y destila veneno—. ¡Mi nombre es Shaina! ¡Shaina de Ofiucos Santo de plata y guerrero de Athena!

—Sé quién eres ahora —suspiro tratando de ordenar mis pensamiento siendo consciente que no planifique muy bien este encuentro, y que tener tu cuerpo aprisionado bajo el mío te está incomodando a ti pero me está excitando a mí—. Te haré recordar.

No tengo de otra, es la única forma en la que puedo lograr que dejes de temer, así que te tomo como en los viejos tiempo y apoyo mis labios en los tuyos. Te siento respirar con ansias porque tal vez estoy actuando exagerado, pero has estado lejos por tantos milenios que mi salvajismo es más grande que mi cordura, me contengo, no quiero hacerte daño y odiaría escucharte gritar y logró disminuir el tacto hasta convertirlo en algo dulce y agradable. Te siento estremecer bajo mi peso, siento tu cuerpo arder y te escuchó gemir con delicadeza. Te gusta lo que sientes, lo sé, y sé que quieres más. Ya he roto la primera barrera, ya puedo dejar fluir mi cosmos sin temor a herirte, y te siento, siento tu energía arder con la mía entrelazándose con mi mente y mi alma. Te encontré, sé que estás abrumada por la cantidad de recuerdos que llegan a tu memoria tan de improvisto, pero ten un poco de paciencia… ya pasara.

—Hades —pronuncias mi nombre con tu voz suave y sutil, tu cabello cambia de color y tus ojos brillan con más fuerza—. Ya sé donde estoy —sonríes, la más bella de las sonrisas. La extrañaba demasiado—. En mi amada oscuridad del Inframundo y en los brazos de mi amado esposo ¿Por qué tardaste tanto en encontrarme?

Esperaba ese reproche, nunca te has guardado nada.

—Lo siento —no tengo más palabras—. Athena te tuvo oculta entre sus guerreras, nunca imaginé…

—No te preocupes, conozco a mi hermana y conozco a mi madre —sonríes con amargura—. ¿Cómo es posible que su odio por ti, pueda más que su amor por mí?

Resopló afligido en lo que una lágrima resbala de tus ojos, te han hecho daño, nunca las perdonaré.

—No llores. —Sé que no puedo hacer nada para recuperar el tiempo perdido ni para evitarte el dolor de estar tan lejos de mí—. Perséfone, tienes que volver al Santuario —me duele decirlo, pero así tiene que ser, claramente eso no te gustó.

—¡Claro que no! Mi deber es estar a tu lado. Hades, por fin estamos juntos ¿Por qué me pides que me vaya?

—Es necesario mi amada —digo acomodando mi cabeza entre tu delicado pecho—. La guerra santa está por comenzar y no estarás a salvo si te quedas conmigo.

—Tampoco estaré a salvo si me quedo con Athena —dices tratando de refutar mi orden. Siempre has sido terca—. La historia nos ha demostrado que las pérdidas son iguales en ambos bandos y son muy pocos los que sobreviven.

—Esta vez te equivocas, amor. —Sé que eso tampoco te gustó, nunca te ha gustado que te lleve la contraria—. Encontré a las Moiras y me han hecho saber que esta guerra tiene que suceder. Desafortunadamente el Inframundo quedara destruido en su totalidad mientras el Santuario se erguirá con orgullo. Las parcas aseguran que solo en las tierras atenienses estarás a salvo. Pero te prometo que cuando termine todo, volveré por ti. Te lo prometo.

—Entonces no saldrás victorioso de esta guerra —murmuras con tristeza—. ¿Para qué pelear? ¿Por qué te esfuerzas tanto?

—Es necesario para debilitar las fuerzas de Athena. Zeus exige la cabeza del Santo de Pegaso. Es el objetivo a eliminar. Una vez que esté hecho tu padre podrá doblegar a Athena y reorganizara el mundo. Cuando eso suceda, tú y yo volveremos a estar juntos y nadie podrá interponerse después, te lo aseguro.

—Te creo —me dices con determinación y tu mirada vuelve a brillar.

Te abrazo con fuerte y te beso posesivamente, encenderte no me cuesta trabajo y te siento jadear en mi odio. Aún tenemos un par de horas, y las podemos aprovechar.

—No quiero dormir —susurras después de un largo tiempo amándonos hasta el cansancio. Estás agotada, tu cuerpo mortal pese a ser el de una guerrera no resiste mi desenfrenado amar, y ya está punto de llegar el alba así que es normal que te sientas exhausta—. No quiero dejar de verte.

—Volveré por ti…

Dejarte ir no fue fácil, te veo despertar sobresaltada en tu cama nuevamente con los recuerdos de Shaina de Ofiucos, me has olvidado otra vez, pero necesito que hagas una cosa más por mí. Él ya está en tu puerta, ¿oyes ese sonido? Tienes que abrir. Sé que no me estás escuchando pero te levantas tan rápido y caminas hasta la entrada que pareces saber exactamente qué hacer.

—Shun, ¿sucedió algo? —te escuchó decirle al muchacho.

—No es nada, Shaina. —Demasiado amable para ser un guerrero de Athena, entiendo que en esta era ella haya querido tenerlo así de cerca, como uno de sus guerreros tal cual hizo contigo—. Es solo que estaba haciendo mi recorrido y te escuché hablando con alguien. Aunque solo fue tu voz ¿Estás bien? Disculpa si te desperté, aún es muy temprano.

—Estoy bien. Y creo que ya debo prepárame para mi entrenamiento, así que no te preocupes. —¿Lo sientes también, Perséfone? Ese muchacho de sonrisa amable está ligado a mí—. Me siento algo avergonzada. Qué pena que me hayas escuchado hablando dormida. Cassios decía que a veces lo hacía. Qué curioso, ¿no? —Ahora que lo veo, la sonrisa de Shaina es tan bella como la tuya—. ¿Y ese colgante? No recuerdo haberlo visto antes ¿Qué significa: 'Tuyo por siempre'?

—No estoy muy seguro. Es un recuerdo de mi madre.

Definitivamente su sonrisa es igual a la tuya, y es claro que tu presencia divina reconoce el lazo entre Andrómeda y yo, porque te veo acercarte más a él, y observó con asombro como tu mano inconscientemente se acerca lenta y peligrosa hasta la máscara para retirarla, pero Shaina es fuerte, sin duda, reacciona algo confundida y se echa para atrás, seguramente bajo el mental está sonrojada, el muchacho es más distraído que yo, eso es bueno, porque no se percató de lo que estuviste a punto de hacer y ahora con esas últimas palabras de despedida entre él y tú no viste la niebla que se alejó de ti para entrar en aquel colgante. No es un recuerdo de su madre, es el juramento de que su alma me pertenece.

Descansa amada mía, pronto estaremos juntos, otra vez.

FIN