Ella es
For Monse
El dios de la guerra, el gran Ares caminó con paso firme hasta el trono de Athena, mientras su cabello extremadamente largo y de un rojizo intenso se balanceaba con su andar y su mirada cínica se clavaba frente a la diosa. Lucia una túnica negra con hombreras rojas que simbolizaban el fuego, sus ojos verdes brillaron ante la luz del día en lo que la diosa de la sabiduría con su rostro de niña esperaba con gran imponencia.
—Te ves un poco inocente dentro de ese recipiente, Athena —dijo el hombre con gran voz, la chica de cabellos lila no se molestó en responder—. No me malentiendas, es una mujer hermosa pero siendo tú, era de esperarse una imagen más soberbia, la niña Kido parece una muñeca de porcelana fácil de destruir.
—¿Eso es una amenaza, Ares? —interrogó con voz pausada y sin perder su temple.
—Claro que no —se apresuró a decir—. Sabes que vengo en paz, que hace mucho tiempo dejé de pelear por algo que no vale la pena. Te lo he dicho muchas veces, los hombres se destruirán por su propia mano y los dioses solo seremos simples espectadores. En realidad, no existe nada que debamos hacer. Aquí a los que les gusta perder su tiempo en disputas familiares es a Hades y a ti.
—Tienes parte de la razón —dijo poniéndose pie y caminando lentamente—. Y solo por eso te permití llegar hasta aquí ¿Qué deseas?
—Disciplina —explicó mirando a la diosa—. Te sorprenderá saber que mis guerreros no son muy disciplinados. Son algo hostiles.
—Cuenta la leyenda que controlas a tus guerreros con tu sello ¿Qué pasa?
—Antes los controlaba con mi sello, ahora, se puede decir que he aprendido a manejar mi instinto asesino. No he vivido largos años en vano. Mis guerreros tienen libre albedrio, es más, mi Santuario es igual al tuyo, donde grandes hombres se congregan a mí para lograr lo mejor de ellos y defender mi causa, pero esto mismo ha vuelto mis fuerzas… algo débiles, frágiles e irracionales. Algunos son muy violentos, cegados por el ideal de gran Ares dios perverso de la guerra. Me gusta la tenacidad de muchos, pero algunos niveles de crueldad son despreciables incluso para mí. No se trata de ir cortando cabeza y ponerlas en repisas como trofeos, se trata de guerras ganadas con orgullo y es algo que mis muchachos no quieren entender. La violencia genera violencia y tal vez mis castigos no son del todo ortodoxos. Mis guerreros no parecen hombres sino bestias salvajes sedientas de sangre. Esto me ha llevado a fracasar numerable veces, incluso algunos se han puesto en contra mía encontrando únicamente su propia muerte.
—¿Y para que quieres un ejército de guerreros bien entrenados si no vas a atacar la tierra?
—Siempre a la defensiva, ¿no? —inquirió con voz maliciosa, ella no contestó observándolo con desprecio—. Esa es la digna mirada de la diosa de la guerra. Respondiendo a tu pregunta: no me interesa la tierra, te lo digo nuevamente, aquí ya no hay nada que me importe. Pero existen otros mundos, otros… universos. Tal vez yo pueda, apoderarme de ellos.
—¿Quieres que te ayude a conquistar otras tierras?
—No quiero que me ayudes a conquistar nada. Solo quiero que un par de tus guerreros entrenen a los míos, y ya con mi ejército ir a conquistar otras tierras.
Athena rodó los ojos y nuevamente su mirada se clavó con soberbia en el gran dios.
—Si esas son tus intensiones no cuentes conmigo.
—Vamos, sobrina —dijo mirando en su en rededor—. Tu ejército fue mermado por las últimas guerras. Sí, ya pasaron dos largos años, pero te siguen acompañando un puñado de guerreros, ya no llegan muchos aprendices y los pocos que tenías escaparon durante la guerra santa, todo tus guerreros dorados murieron. Como lo veo, te tomará mucho tiempo volver a poner este lugar en pie. No cuentas con un Patriarca que te apoye… si me ayudas, te prometo que mis fuerzas se unirán a la tuya cuando lo necesites. Eres vulnerable en este momento pese a los grandes milagros que tus Santos han logrado. Pero donde algún dios decida atacar nuevamente no tendrás con que defenderte y qué tal si esa persona es el mismo Zeus. Los olimpos no están muy felices con lo que sucede. Zeus vendrá por ti en cualquier momento y lo sabes. Tú y yo podemos trabajar juntos.
—Aceptar la palabra de un embustero —resopló y se dio la vuelta—. Eso es como clavarme una espada en el mi propio pecho.
—¿Qué necesitas que haga? Puedo beber del Estigia si es necesario.
—¿Por qué tanta impaciencia, Ares? —interrogó tomando asiento en el trono nuevamente—. ¿A qué se debe tu afán de formar un ejército?
—Otras tierras, otros mundos —contestó escuetamente—. Te aseguro que no es nada más. Me gustan las guerras y quiero a los mejores conmigo.
—Te tomó la palabra —expuso caminando hasta él—. Beberás del río Estigia para acordar tu pacto. Pelearlas a mi lado cuando te lo pida y nunca lucharas en mi contra.
—Trato hecho.
Días después
Ares y Athena caminaban uno al lado del otro por los campos de entrenamiento, como había dicho el dios, el Santuario ya no era el mismo de antes y apenas unos pocos aprendices se esforzaban por conseguir un lugar dentro de la orden. Después de la guerra Santa, los cinco santos de bronce que pelearon una y otra batalla al lado de la diosa tomaron su lugar dentro de la línea dorada, mientras los otros instruían y protegían las tierras atenienses. Saori sabía que había cometido una afrenta muy grande contra el Olimpo, no solo se había atrevido a acabar con Hades, sino a su vez, hizo uso de todo su cosmos para traer del letargo a Seiya de Pegaso, pero esto les costó a los dos, parte de su fuerza y ella estaba consciente que de llegarse el momento sus fuerzas caerían ante una nueva amenaza, así que la alianza con Ares era provechosa, y habiéndolo obligado a beber del Estigia sabía que contaba con su palabra.
—Esas señoritas son muy agresivas —dijo Ares observando el campo donde tres furiosas amazonas envestían a un grupo de aprendices que poco o nada pudieron hacer contra ellas.
—Son la mejores —explicó Saori mirando el campo—. Las tres sobrevivieron y se enfrentaron a grandes batallas. Son tan fuertes como un hombre y su tenacidad solo se compara con el terror que producen. No querrás hacerlas enojar. No hay muchas mujeres en mi orden, pero las pocos que existen son imparables.
—De acuerdo, te propongo lo siguiente —expuso con voz serena—. Ellas entrenarán a mis guerreros, no pienso llevarme a ninguno de tus dorados, ellos son tu línea más fuerte y los otros que he visto por ahí, pues… ellas son perfectas.
—¿Y quieres llevártelas a las tres? Espera un momento, ¿te las quieres llevar? El entrenamiento de tu ejército debería ser acá.
—No deseo eso. El entrenamiento de mis guerreros debería ser confidencial. Por favor Athena. Tú no me mostrarías el entrenamiento de los dorados, ¿o sí? Es más, estoy seguro que lo que me has enseñado apenas es la punta del iceberg, ¿no tengo derecho a ser igual de prudente… o desconfiado que tú?
—Te doy la palabra, Ares. Pero no te dejaré llevarte a mis tres guerreras más poderosas. Escoge solo a una, desde luego debes asegurar su integridad, recuerda que cualquier ataque a uno de mis santos es un ataque directo a mí y estarías quebrantando tu juramento. Ella no se irá por mucho tiempo, no la tendrás aislada ni incomunicada, podrá venir cuando lo desee o cuando yo la llamé, le propiciaras un especio adecuado y seguro y la trataras con dignidad…
—De acuerdo, te aseguro que tu guerrera será una diosa en mis tierras. Además, no quiero involucrarme indebidamente con una de estas mujeres. Creo que me sacarían los ojos. Déjame obsérvalas un poco más y te daré mi respuesta en horas de la tarde.
—Perfecto.
Campos de entrenamiento
Shaina se despedía de su grupo en lo que se disponía a recoger sus ojos cuando su cosmos advirtió la presencia de Ares en la arena. Sabia de la visita del dios de la guerra en el Santuario y aunque al principio le preocupó todo, dos días después el dios no había dado ningún problema.
—¿Necesita ayuda con algo, señor?
—No me llames señor, preciosa —ante la última palabra la guerrera levantó una ceja, por lo que Ares aclaró su garganta y continuó—: No es necesario que me llames señor, no soy tan protocolario y contestando a tu pregunta, si requiero de algo, me gustaría pelear contigo.
—¿Conmigo? —Shaina miró en su en rededor asegurándose que no fuera una broma todo eso—. Señor, es claro que tiene ventaja, yo soy una guerrera de plata, no estoy a su nivel.
—No pienso hacerte daño ni nada de eso. Es un simple entrenamiento —prosiguió dejando caer su túnica donde un pantalón negro lo cubría y su bien formado torso canela brillaba con el sol—. Me servirá como calentamiento. —Ares amarró vendas negras en su muñeca, Shaina no pudo evitar suspirar ante cuerpo del dios, sin embargo, no permitió ser descubierta—. Ya te dije, no te haré daño. Quiero ver que tienes.
—No se moleste si llego a herirlo.
—Tienes pase libre.
Siendo una guerrera orgullosa y bien entrenada no se dejó amedrentar por la imponencia del dios, era consciente que no le ganaría, pero tampoco le daría la satisfacción de vencerla tan fácilmente. Él no se movió por lo que Shaina comprendió que ella debía dar el primer golpe y se abalanzó con fuerza contra el hombre quien la esquivo con bastante facilidad, la Cobra no retrocedió y haciendo palanca con su pie se giró con gran rapidez lanzando una buena patada que el dios volvió a interceptar. Ares sonrió socarronamente, pero antes de declararse triunfante recibió de lleno un buen puño en la mejilla derecha que lo hizo caer al suelo.
—¿Eres rápida? —aceptó poniéndose de pie, el golpe lo tomó por sorpresa, no imaginó que una simple humana tuviera tanta valía—. Eres fuerte, ese golpe le hubiera dolido mucho a otra persona. Creo que con ese puño le habrías tumbado los dientes a cualquiera. Me gusta tu forma de pelear, cuando te veía desde las gradas llegué pensar que eras irracional, que peleabas bajo tus emociones inestables. Pero solo es una faceta, ¿no? —continuó caminando alrededor de la chica—. Te gusta aparentar agresividad para que nadie se te acerque, pero es un mecanismo de defensa. Eres fuerte y piensas muy bien las cosas antes de atacar haciéndole creer a tu contrincante que no estás actuando con prudencia y que solo eres un mar de emociones cuando no es así.
—Las mujeres tenemos que sacar ventaja de nuestras herramientas para ganar una guerra —contestó con autoridad—. Cuando un hombre se enfrenta a una mujer físicamente piensa que ya ganó. La fuerza de una mujer no se compara con la de un hombre y ese es el error. Nos subestiman y luego están tirados a nuestros pies tragando tierra.
—Excelente. Eso es lo que necesito. Shaina de Ofiucos.
Tiempo después
Para Shaina fue sencillo adaptarse a su nueva misión, el Santuario de Ares era similar en estructura al de Athena pero más pequeño que este, los aprendices eran jóvenes y como lo había advertido el dios eran inmaduros y crueles, con ello pensaba que nadie podría supéralos, pero a Shaina le tomó un par de minutos hacerles entender que aquella osadía lo único que les ocasionaría era el fin, por eso para ella fue sencillo doblegarlos y aunque muchos odiaban a su nueva maestra sabían que no podían hacer nada contra esta que los superaba en fuerza y astucia. Ares estaba conforme con el resultado, en los últimos meses a sus guerreros se les veía más respetuosos y serviciales, ahora disfrutaba de una agradable copa de vino sentando en una enorme mesa llena de alimentos.
—Gracias por aceptar mi invitación, Ofiucos —dijo mirando a la guerrera entrar en el salón—. Espero no ser inapropiado, pero solo quiero extender mi agradecimiento con esta cena para demostrarte lo mucho y satisfactorio que ha sido tu trabajo en este lugar.
—No debió molestarse —expuso ella tomando asiento al otro lado de la mesa para luego fijar su vista en la cantidad de comida—. ¿Nos acompañara alguien más?
—Solo nosotros dos.
—Es mucha comida para dos personas, ¿no le parece?
—Soy de buen comer —contestó llevando su copa a la boca. Shaina se sintió algo incómoda.
—Disculpe mi atuendo, no esperaba que esto fuera algo elegante.
—Y no lo es, es la magia del lugar —explicó, la chica llevaba sus ropas de entrenamiento—. Soy un dios después de todo y es normal que todo se vea de la más alta alcurnia. Puedes comer y beber todo lo que te apetezcas, te lo mereces, has hecho un maravilloso trabajo y estoy muy agradecido.
—Qué bueno que lo guste. Sus chicos no son nada fáciles.
—Por eso necesitaba ayuda. Cuéntame algo de ti, Shaina, la vida no debe ser fácil para una mujer en el Santuario, ¿verdad?
—Los tiempos han cambiado —explicó ella empezando a comer—. Anteriormente la vida de una guerrera en el Santuario era una tortura.
—¿En serio? Me Sorprende que haya inequidad en las tierras de Athena.
—Recuerde que mi diosa se ausenta por largos periodos. Llega a la tierra cada 200 años, pero en lo que resurge, el Santuario continúa funcionado, es en ese lapso donde se pueden cometer injusticias.
—Quisiera conocer más si no te molesta —comentó poniéndose de pie y caminado para sentarse junto a ella—. Así no tenemos que gritar, esta mesa es enorme ahora que lo noto.
—¿Quiere información del Santuario? —inquirió la guerrera mirándolo con desconfianza y dejando sus cubiertos a un lado.
—Eres tan desconfiada como mi sobrina. No, solo quiero conocer la historia de las grandes guerreras atenienses. He escuchado maravillas de las amazonas.
—No es una historia tan extraordinaria —dijo ella en tono relajado y volviendo a comer—. Cuando las mujeres empezaron a ser parte de la orden fueron tratadas como objetos, esclavizadas y atacadas. A una mujer Santo se le consideraba débil por lo que su único propósito era satisfacer el deseo de carnal de sus compañeros varones. No las veían como iguales sino como simples cosas con las que se divertías antes de la guerra. Con el paso del tiempo las amazonas se empezaron a forjar por ellas mismas, las mujeres mayores instruían a las más jóvenes pero su fuerza no era suficiente para detener la violencia hacia ellas. —La voz de Shaina era suave y placida por lo que Ares no podía parar de contemplarla—. En una época, Athena fue testigo de las injurias cometidas contra las guerreras, por lo que le pareció correcto pedir que el hombre que tomara la virginidad de una amazona debía casarse con ella. En un principio todo el mundo le temió a esta regla, nadie quería tener un desliz y ser forzado a casarse con quien no deseaba, pero con el tiempo dejaron de temer y las amazonas se vieron obligadas a contraer matrimonio con sus violadores. Si a un hombre le gustaba una chica, lo único que tenía que hacer era tomarla, no importaba el medio y así podía desposarla y tenerla solo para él. Desde luego ella tenía que obedecer a su esposo.
—He de suponer que algunos tenían varias esposas, considerando la regla.
—En efecto.
—Vaya.
—Pasó mucho tiempo antes de que nos diéramos cuenta de la violencia con la que éramos tratadas, una sola dijo no y después se unieron las otras, ocasionó una guerra interna y bajas, especialmente del campo femenino, pero se logró cierta libertad. Luego de eso, las mujeres adquirieron su propio campo donde el ingreso a los varones estaba prohibido y aquel que cometiera la osadía de entrar sería castigado por las propias manos de las amazonas o por el consejo interno del Santuario. Y como una forma de protección adicional se nos obligó a ocultar nuestra feminidad bajo una máscara para la cual hicimos un juramento.
—Amar o matar al hombre que las viera sin su máscara —corroboró.
—La conoce.
—Sí, algo… pero… ¿para qué ocultar un rostro si lo demás sigue viéndose divinamente? —espetó con cierta malicia, Shaina no pudo evitar sonreír.
—¿Recuerda lo que le dije la primera vez que charlamos? —Ares se sonrojó ante el calor de la chica quien completamente desinhibida no notó que se había acercado al dios para explicarle mejor—. Cuando los hombres ven a una mujer creen que ya ganaron la batalla y el misterio de la máscara los hace dudar. No saben lo que estamos pensado, no saben si estamos sufriendo o no y eso los desestabiliza.
—Interesante pero discutible —comentó, Shaina volvió a reír.
—¿Por qué no usan la máscara ahora? ¿Se dieron cuenta que era absurdamente innecesaria?
—En mi defensa, ya todos en el Santuario vieron mi rostro —explicó con tranquilidad—. Cuando la diosa descartó el uso de la máscara, nos pido que nos tomáramos nuestro tiempo antes de renunciar a ella. Después de unos meses me di cuenta que era tonto seguir ocultando mi rostro cuando todo el mundo lo conocía. Así que una noche la arrojé a la basura, cuando las demás me vieron, hicieron lo propio días después.
—Una sola chispa puede generar una gran incendio —bromeó y ella volvió sonreír, por alguna extraña razón a Ares le encantó ese gesto—. ¿Y la ley continúa? ¿O cómo funcionó para ti?
—Bueno. Me es imposible matarlos a todos, teniendo en cuenta que muchos son más fuertes que yo, y de cierta manera los amo, porque son como familia así que se puede decir que cumplí con la norma.
—Una pregunta más.
—Que molesto —ahora fue ella quien bromeó y Ares sonrió divertido.
—Sí no cumplían la norma: Matar o amar, ¿qué pasaba?
—Quien no cumpliera la norma sería sacrificada por sus propias hermanas. La ley no la impuso la diosa, fue el consejo femenino para protegernos de los daños de los hombres y de nuestras propias emociones como mujeres. A veces una mujer enamorada puede causar infortunio para las otras, así que nos formaron con la creencia de que solo aquel que nos viera sin la máscara merecía morir en nuestras manos o…
—Perecer entre sus piernas —completó con picardía y Shaina se echó a reír.
—No lo pudo decir mejor —expresó la chica tomando la copa de vino para brindar con el dios.
—Si tuvieras tu máscara —dijo tomando una servilleta para cubrir parcialmente el rostro de la Cobra—, y te la quitara —continuó haciendo la servilleta a un lado—. ¿Qué harías conmigo? ¿Me asesinarías a sangre fría o me matarías de placer con tus hermosas manos?
Ares acercó su rostro peligrosamente al de la Cobra quien con gran porte no se echó para atrás.
—Creo que no he bebido lo suficiente para esta conversación —dijo ella llenado su copa.
—¿Acaso intentas evadirme? —preguntó sin alejarse de ella la cual empezaba sonrojarse más.
—¿Y usted intenta seducirme?
—¿Está funcionando?
—Tal vez. —Shaina se puso de pie y con coquetería observó al dios en su puesto—. Me iré a descansar. La cena estuvo deliciosa y la charla muy amena.
—Hará algo de calor esta noche —expuso recargándose en la silla.
—Tal vez dejé la puerta abierta —acotó ella saliendo del salón y sacando una sonrisa en el rostro del dios quien no esperó mucho tiempo antes de correr tras la chica.
"Espero que el orgullo de la guerra en otras tierras te haya dado la satisfacción que tanto estuviste buscando, yo no estoy segura de mis sentimientos por ti, pero ten por sentado que encontrarás un rincón en mi corazón y en mis brazos." Siempre tuya, Shaina.
"Mi única satisfacción eres tú, y estoy seguro que cuando me proclame vencedor volveré a tus brazos y me anidaré en tu corazón. Espera mi regreso pronto." Únicamente tuyo, Ares.
Fin
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Monse, muchas gracias por tu apoyo y dedicación y las canciones que me recomendaste, me costó algo de trabajo idear este capítulo pero lo logré, espero lo hayas disfrutado.
