Una Linda Tarde

For Natalita07

Caminó con ligereza por el primer templo del Santuario, su paso ere elegante y delicado, y mientras sus ojos azules revisaban con curiosidad el lugar, su cabello bailaba con sus pequeños movimientos. Un ensordecedor ruido la distrajo, con algo de vergüenza se adentró en el interior llegando justo al taller donde el primer guardián reparaba las armaduras.

—¿Estás bien? —preguntó con algo de timidez mirando al Santo de Aries que no se veía de buen humor en lo que varios elementos tirados por el suelo reflejaban el inicio de un fuerte problema.

—Estoy bien, gracias por preguntar —contestó él, aunque intentó parecer amable su estrés no se le permitió, por lo que se limitó simplemente a tomar algo de aire—. Todo se cayó al suelo, me llevara todo el día organizar esto. Sin contar las piezas pequeñas que tendré que inventariar nuevamente.

—Te puedo ayudar, si lo deseas —ofreció ella con delicadeza y notaria amabilidad.

—Te lo agradezco mucho, Camaleón —sostuvo con firmeza—. Pero no es necesario, sigue tu camino, debes tener muchas cosas que hacer.

—¿Seguro?

—Muy seguro —respondió amargamente dándole la espalda a la amazona que con la cabeza agacha marchó del lugar.

Hora después

—¿Puedo pasar? —pidió un apuesto hombre de cabellos muy largos y verdes.

—Maestro Shion, buenos días —saludó el primer guardián con una pequeña reverencia.

—Querrás decir buenas noches —sostuvo mirando a su joven discípulo quien hizo un gesto consternado por el horario—. Llevas todo el día aquí metido, no te vi en el almuerzo ni en la cena. —Sus ojos analizaron el lugar—. ¿Tienes algún problema?

—Esta mañana todo se derrumbó, varias piezas volaron por la habitación y tuve que organizar.

—¿Sin detenerte ni un momento?

—Todo debe estar listo maestro.

—¿Para quién, Mu? ¿Hace cuánto fuimos revividos por la bondad de nuestra señora? Casi seis años, ¿no?

—Así es —contestó cabizbajo.

—Y desde entonces te la has pasado sumergido en este taller reparando las armaduras.

—Señor, debe entender que en cualquier momento podrían atacarnos nuevamente, los ropajes están muy dañados y nuestras tropas fueron mermadas durante las guerras. Nosotros, los dorados, tuvimos la fortuna de volver a la vida, pero nuestros demás compañeros. —Mu apretó los puños y volvió a bajar la cabeza—. Las nuevas generaciones aguardan por una armadura, nuestro ejército tiene que volver a erigirse como uno de los más poderosos para que ninguna amenaza ataque la tierra.

—Sabías palabras, muchacho. ¿Pero dónde te deja todo esto a ti? Ha pasado mucho tiempo, y todos continúan con su rutina, pero tú, apenas y sales de este taller.

—Señor…

—Mira, después de la guerra Santa en el siglo XVIII yo hice lo mismo. Estuve durante años reparando cada ropaje, estuve días y horas cegado por arreglar todo. Era necesario. Estas reparaciones son necesarias, pero no tienen por qué consumir al herrero. Mu, te pido por favor tomar un descanso, no te estás alimentando correctamente y no duermes bien, sabes perfectamente todas las consecuencias que conlleva esto. Necesitas descansar.

—Pero señor…

—No, nada de peros… ve a dormir, y mañana quiero que tomes el día libre. No te quiero ver en el taller ni en el templo de Jamir o me obligarás a desterrarte.

—¡Pero yo no he hecho nada malo!

—Sí con eso consigo que te tomes un descanso lo haré. No me obligues a tomar medidas tan drásticas. ¿Estamos de acuerdo, Mu?

—Sí señor.

—Bien, a dormir.

Campos de entrenamiento

Mu se levantó de mal humor, el tener que tomarse un día libre no le hacía ninguna gracia. Había muchas cosas por hacer, muchas armaduras que aún necesitaban ser reparadas y en vez de estar atento a su tarea, estaba ahí, sentando en medio de las gradas refunfuñando como un niño pequeño a quien no lo dejan correr libremente. No entendía porque Shion le obstaculizaba su rutina, ¿qué tenia de malo ser entregado a su labor? ¿Qué? En cualquier momento podía desatarse una guerra y algunos de los ropajes seguían en mal estado.

Un día, un día completamente perdido.

June de Camaleón estaba sentada al otro lado del campo, salió a caminar un poco y vio cuando el Santo de Aries se sentó en las gradas moviendo las manos de una forma curiosa, se le veía molesto, indignado, pero eran sus pucheros, su forma de cruzar las manos y las piernas lo que a la rubia le hacía tanta gracia. No había tenido oportunidad de conocer realmente bien al dorado, él siempre estaba ocupado trabajando y se la pasaba la mitad del tiempo recluido en el taller, por lo general las pocas veces que lo había visto él se mantenía inalterable, por eso, esa pequeña faceta de niño pequeño refunfuñando por lo bajo le parecía por lo demás adorable, muy adorable.

—¿Te diviertes? —dijo Mu mirando a la muchacha con cierta curiosidad, ella no esperó que al verlo caminar se dirigiría directamente a ella.

—Lo siento —comentó poniéndose de pie e intentando huir.

—No te disculpes. —El semblante de Aries cambió a uno más amable y June sintió que estaba a salvo—. Supongo que me veo muy gracioso —sonrió.

—No me malentiendas, es que tú siempre estás…

—Lo sé. Tranquila, es que… —suspiró—. Mi maestro me obligó a tomar un descanso. ¿Te parece correcto? Hay tanto que hacer y él quiere que descanse.

—Con todo respeto, creo que es lo mejor. Tú casi no sales de tu templo, se te ve siempre afanado y corriendo para reparar las armaduras y…

—Entiendo —murmuró tomando asiento—. Sé que todos se preocupan por mí, de alguna forma todos han venido a invitarme a hacer algo diferente, se esfuerzan, pero… tengo la ayuda de Kiki y de Shion, sin embargo, siento que no es suficiente y necesito… necesito…

—Necesitas descansar —comentó ella sentándose a su lado—. ¿Y si dejamos del hablar del trabajo? ¿Qué tal si me cuentas sobre tus gustos?

—Me gusta reparar armaduras —bromeó, ella lo observó de medio lado—. Me gusta leer, y el cine antiguo.

—¿Y qué clase de lectura te gusta?

—Me gusta leer de todo un poco. Ahora estoy leyendo un libro sobre la teoría del caos. Es muy interesante.

—Supongo —siguió ella notando a Mu más tranquilo—. Oye, tengo la tarde libre, te parece si vamos a dar un paseo a la ciudad.

—¿A la ciudad? —Nuevamente Aries adoptó un aire de preocupación—. Tardaríamos mucho en regresar, bueno, podemos teletransportarnos. Sí, podemos hacerlo.

—No, la idea es ir a pie. Vamos —ordenó levantándose e invitando al santo a seguirla—. Solo es un paseo, nos regresamos temprano.

Mu lo pensó un rato y miró hacia los templos analizando en todo el trabajo que aún aguardaba. La rubia seguía esperando una respuesta.

—Está bien, pero regresamos pronto —advirtió él.

—Mi nombre es June, por cierto.

—Lo sé —sonrió—. June de Camaleón.

—Te lo digo porque aquí no muchos se toman la molestia de aprenderse el nombre de los demás.

—Bueno, yo no soy como muchos.

—Lo sé.

Grecia

El camino hasta la ciudad fue relativamente rápido, June intentaba despejar a Mu y él ante los esfuerzos de la chica fingía divertirse, pero a Camaleón se le estaban acabando las ideas y a Aries la paciencia, y cada que podía miraba sobre su hombre anhelando volver a su labor.

—Recuerdo que me dijiste que te gusta el cine —expuso ella como una forma de romper el mutismo del hombre—. ¿Qué te gusta?

—Me gusta el cine clásico. Amo a Charly Chaplin. Me hace reír mucho. Me gustan las películas de culto. Tengo un par de cintas en mi casa y cuando tengo tiempo, que no es mucho veo un par. Recuerdo que cuando vivía en Jamir, en uno de los pueblos había un viejo teatro, me encantaba ir ahí…

June observó enternecía al santo que parecía por un momento haber olvidado su trabajo.

—No era muy grande —continuó con la explicación el hombre—. Tenía apenas una sala, en la confitería no vendían palomitas de maíz, ni nada de eso, habían algunos dulces, pero lo que más me gustaba de ir, era el chocolate caliente, yo tomaba uno mientras daba inicio la función, en la sala, había un enorme piano, grande y en algunas ocasiones, mientras la película empezaba, un hombre mayor interpretaba bellas melodías. Disfrute de varias cintas allí.

—Que divertido. —June le miró a los ojos, Mu habló con tanto entusiasmo y delicadeza del lugar, que parecía un mundo de ensueño—. Tal vez un día de estos podrías invitarme a ese teatro.

—Lamentablemente desapareció —suspiró—. No tenía muchos clientes, un día quebró.

—Es una pena.

—Sí, todo es efímero. —Mu volvió a mirar sobre su hombro.

—Un parque de diversiones, ¿quieres ir? —sugirió la rubia, él no estuvo seguro de cómo contestar—. Vamos —acotó ella con bastante ánimo y jaló al santo para que la acompañara—. Deja ese ceño fruncido —pidió pechiscando con delicadeza el cachete del lemuriano quien se sonrojó ante el gesto y decidido optó por seguirle el juego a la chica.

Mu nunca había estado en un parque de diversiones, así que cada atracción fue nueva para él, estuvieron en la montaña rusa, en los carros chocones, en algo que les dio vueltas muy fuerte en el aire y finalmente se adentraron en la casita del terror, que lo único que hizo fue sacarles unas cuantas risas. La tarde fue tan amena que al Santo se le olvidó su deber y ahora era él quien con la mirada buscaba un nuevo juego para poderse subir, lamentablemente, el parque era pequeño y en un par de horas completaron todo el recorrido, no obstante, hubieron juegos que gustaron más que otros, por lo que prometieron volver a subir, pero por ahora, disfrutaban de un delicioso helado mientras hablaban de los malos disfraces de la casita del terror.

—Me he divertido mucho —dijo él mirando y helado—. Gracias. —Sin embargó, volvió a suspirar y nuevamente su mirada se desvió hacia el cielo—. Ya es tarde.

—Tienes algo ahí. —La rubia no estaba dispuesta a darse por vencida y aprovechando el desconcierto del guerrero, embarró un poco de su helado en la nariz de Aries.

—¡Oye! —bramó en lo que June dejaba salir una buena carcajada.

—Vamos, sonríe. Estamos vivimos.

Mu la contempló por un escaso segundo para luego arrojarse sobre ella quien al ver sus malas intenciones echó a correr. Aries logró alcanzarla, tomándola por la espalda y haciendo su cabeza hacia atrás, poco o nada pudo hacer June, el dorado esparció todo el helado en la cara de la rubia.

—Te pasaste —dijo ella intentando limpiarse con las manos en lo que Mu se retorcía de la risa—. Te pasaste. Me las vas a pagar.

—Te ves hermosa —expresó, ella perdió el ímpetu observando al santo con curiosidad—. Toma —ofreció un pañuelo para que se pudiera limpiar—. ¿A dónde quieres ir?

—A la montaña rusa.

—Perfecto.

Templo de Aries

Shion terminó de organizar el taller de la primera casa, revisó la hora y se sorprendió al notar que Mu no había intentado ir hasta allí para continuar con las reparaciones, o el chico se había tomado el día libre o muy astutamente había encontrado la forma para seguir trabajando lejos de su escrutinio. Eso lo sabría en ese momento que el santo de Aries arribaba al primer templo.

—¿Qué tal tu día, hijo? —preguntó Shion al ver a Mu entrando con una gran y enorme sonrisa.

—Bien —contestó este sin dejar de sonreír.

—Eso veo, ¿Qué hiciste?

—Fui por ahí —explicó sonrojándose levemente y volviendo a sonreír como antes.

—¿Sabes? —continuó Shion entendiendo todo—. El taller ya está organizado, las estrellas no advierten ninguna guerra en los próximos años. No tengo mucho que hacer, así que me puedo quedar a vigilar en primer templo.

—¿Seguro? —preguntó ante la sugerencia divertida de su maestro.

—Muy seguro. Nada va a pasar, ¿así que, por qué no vas a ese lugar que te tiene sonriendo de esa forma?

Mu hizo un gesto de girar, pero nuevamente vio a su superior sin estar muy seguro.

—¡Ve! —le animó Shion a Aires el cual sonrió y corrió escaleras abajo.

Campos de entrenamiento

Mu avanzó con gran velocidad, cuando se despidió esa tarde de June, ella le dijo muy sutilmente que se volverían a ver en el campo de entrenamiento, él no estaba seguro si la hallaría en ese preciso momento allí, pero tenía que intentarlo.

—Te tomaste tu tiempo —dijo ella al verlo llegar.

—Shaka me dijo la otra vez, que esta semana empezarían hacer una maratón de películas de Stalin Kubrick, en la ciudad, empezando hoy con Los ojos bien abiertos. ¿Quieres ir conmigo?

—Llegaremos tardes —murmuró recodando las palabras dichas por Mu en la mañana.

—No importa —corroboró mordiéndose el labio inferior—. ¿Quieres ir?

—De acuerdo.

La sonrisa de Aries se ensanchó más y tomando a June de la mano ambos se encaminaron rumbó a la ciudad para disfrutar de aquella místicas películas.

FIN

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El teatro del que habla Mu está inspirado en uno al que me gustaba ir en mis 20, mi amiga y yo disfrutábamos un delicioso chocolate caliente o un canelazo y veíamos una linda función que antes de empezar era acompañada en ocasiones, por un lindo señor que interpretaba bellas melodías en un enorme piano. Era un lugar muy lindo, quedaba en la calle de La real calle en el centro de Bogotá, pero al igual que en la historia se acabó ese bello lugar. Lindos recuerdos.