Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y Chimaki Kuori.
Era el final.
Para Saga, eso había sido todo.
Ya había dejado que su orgullo fuera pisado por mucho tiempo; ya hasta se había convertido en la burla de sus amigos. No podía continuar de esa forma; ¿qué clase de persona era si dejaban que lo trataran de esa forma? y por supuesto, él respondiendo de la misma manera.
Sin flaquear en su decisión, se adentró al elevador del edificio de departamentos; pulsó el botón que lo llevaría a su destino; mantuvo la puerta abierta para una señora con tres niños que iba entrando al edificio; soportó los ligeros golpes que uno de esos mocosos le estaba dando en la pierna mientras otro no dejaba de hacerle preguntas y el tercero, que era cargado por su madre, tomaba un mechón de su cabello y se lo metía a la boca; caminó dando pasos fuertes y sin detenerse hasta la puerta del departamento dónde sellaría su destino; tocó el timbre varias veces y esperó a que le abrieran la puerta. Apenas se encontró frente a frente con uno de los habitantes del lugar, soltó las palabras que marcarían un nuevo rumbo en su vida:
—Quiero terminar con tu hermana, pero no sé cómo hacerlo sin quedar estéril para toda la vida.
En el pasado, el gran Saga Galanis fue catalogado como todo un experto en el arte del rompimiento. Relaciones poco serias pero llenas de pasión, fueron terminadas de la forma adecuada; no era tan perfecto como Aioros, había quienes lo consideraban el villano, pero eso en realidad nunca le había importado. Él sabía qué decir según la chica con la que saliera, intentaba lastimarlas lo menos posible, apelando a otros (inexistentes) tipos mejores que él. Casi siempre había funcionado, y cuando no lo hacía, bueno, no era necesario armar un drama considerando que nunca volvería a ver a la chica en cuestión.
Esa había sido una buena vida.
Mientras entraba al departamento de Atë escoltado por la aterradora hermana menor, se preguntaba a dónde se había ido el viejo él que ahora tenía que recurrir a los hermanos de su actual pareja para no sufrir una castración sin anestesia.
—¡Phonos ganó la apuesta! —gritó Emony cuando entraron a la pequeña sala-comedor.
—¡Sí! —celebró Phonos, saltando de inmediato del sofá y burlándose de su hermana menor que estaba a su lado, utilizando su laptop— ¡Ja! ¡En tu cara, Lawless!
—¡Maldita sea! ¿No pudiste decidir eso el próximo año? —se quejó Dysnomia, levantándose de su lugar para ir a su habitación.
Saga miró al trío de hermanos en silencio. Cuando pensó en solicitar algunos consejos, ellos eran sus últimas opciones. Cómo era natural, nadie le pediría consejos a los hermanos de su pareja sobre cómo terminar sin salir herido; incluso Saga había barajado la posibilidad de que la hermana menor intentara asesinarlo. Pero una muerte a manos de la menor aterradora era un millón de veces mejor que una a manos de Atë.
Atë, hermosa y mortífera Atë. Sensual y venenosa, demasiado venenosa.
Y claro, Saga sabía que hablar con sus amigos equivaldría a meses de burlas y ninguna solución factible.
—Yo… —murmuró Saga, interrumpiendo el baile de la victoria de Phonos— Me gustaría… disculparme…
—¿Disculparte? ¿Por qué? ¿Por al fin tener algo de sentido común?
Phonos alzó una ceja. Con elegancia se sentó de nuevo en el sofá y señaló el que estaba frente a él; Emony ya había tomado asiento a su lado y segundos después se unió Dysnomia, con expresión resignada y varios billetes en la mano que le dió a su hermano mayor, que no borró su sonrisa.
—Felicidades, Saga, estoy orgullosa de ti, pensé que esto jamás pasaría, comenzaba a preocuparme —dijo Dysnomia una vez que se sentó con los suyos.
—¿No están… molestos conmigo?
Cuestionó Saga, dudoso. Por lo general uno esperaría que los hermanos de la chica con la que quería terminar intentaran decapitarlo, en lugar de felicitarlo y, al parecer, hacer una apuesta sobre eso. Los tres hermanos, en cambio, rieron en voz alta, sorprendiéndolo. Por eso eran los indicados, aunque no esperaba esa reacción, sabía que ellos lo ayudarían por Atë, él los convencería de eso si la situación fuera diferente.
Phonos se aclaró la garganta después de burlarse de Saga, en su cara, y estiró los brazos, para pasar uno sobre los brazos de sus hermanas.
—No nos mal entiendas Saga, en otro contexto, ni siquiera estaríamos hablando —explicó—. Hemos pasado toda nuestra vida con Atë, la conocemos, sabemos cómo es… Le haces daño.
—Y por lo que dice Milo, ella también te hace daño —señaló Dysnomia.
—Y al estar juntos, le hacen daño a todo lo que está a su alrededor.
Emony señaló un trío de macetas a la izquierda de Saga, sobre la ventana. A diferencia de las dos en los flancos, que tenían dos flores diferentes que resplandecían, la de en medio estaba vacía, sin nada germinando, como si sólo fuera un pequeño recipiente con tierra.
—La idiota mató la flor que le regalé hace dos años —se quejó Dysnomia, mirando también el trio de macetas.
—¿Eso cómo se relaciona conmigo?
—Cuando una persona saca lo peor de otra, cuando se envenenan mutuamente, el veneno sale por sus poros, contamina su ambiente, a la gente a su alrededor, mueren y matan lentamente.
Explicó Emony, dejando a Saga mudo.
También había decidido buscarlos porque nadie conocía mejor a Atë. Todavía no quería reconocer con los suyos que su relación finalmente había colapsado; ya sabía lo que le dirían, Aioros, Mū y Aldebarán serían empáticos, intentarían aconsejarlo y hacerle ver qué el fin de un relación no era el fin del mundo, el resto de esos desgraciados se burlaría de él, en su cara y a sus espaldas, a excepción de Shaka y Camus, quienes dirían que no les importaba.
En el amor, Saga no tenía mucho talento, aún teniendo en cuenta su largo historial.
—Entonces… ¿Cuáles son sus planes? —Le preguntó a los hermanos— ¿De verdad van a aconsejarme y esto no es una trampa?
—Que falta de confianza, Saga, creí que éramos como hermanos —se defendió Phonos—. Podremos ser malvados, estafadores, burlones, maquiavélicos, malvados… ¿ya dije malvados?
—Estás perdiendo el hilo de tus pensamientos —lo reprendió Dysnomia—. No es una trampa, Saga, queremos que Atë ya no esté contigo.
—No por ti, tú no nos importas, por ella.
Los mayores asintieron ante las palabras de Emony; en otro contexto tal vez Saga se habría ofendido ante la desfachatez al decir lo poco relevante que era él para ellos, pero viendo cómo estaban las cosas, nada lo hacía sentir mejor que saber que ellos no insistirían en continuar con su noviazgo.
—De acuerdo, ¿cuáles son sus sugerencias? —dijo después de un tiempo, sintiendo que el peso sobre sus hombros disminuía.
Emony se levantó de golpe y aclaró su garganta, preparada para contar sus ideas.
—Diremos que tú jamás exististe…
«Saga fue sólo una invención de la mente de Atë, quien al sentirse demasiado sola e incapaz de crear una relación sana, creó a un hombre, el hombre que encajaría perfecto con su forma de vida, con su insana idea sobre lo que es una relación romántica.
Así fue como nació el hombre perfecto, hombre salido de su mente, hecho carne y fuego: Saga Galanis; alto, fuerte, confiado, cabello largo, rostro tallado por los ángeles, cuerpo esculpido en mármol por Miguel Ángel, voz grave, y un sin fin de cualidades que lo convertían en el hombre soñado.
Todas las cosas que ella cree que sucedieron entre ambos sólo fueron ella y su loca imaginación mostrándole lo que quiere, porque si no tienes algo, sueñas con tenerlo y a veces lo sueños traspasan la realidad y se convierten en ilusiones que te hacen vivir, aunque a ojos del mundo eso no sea real.
Y entonces, un buen día, esas ilusiones se terminan y uno debe enfrentarse a la realidad, cruel y fría ralidad. Y nuestra querida Atë despertará, y todos le diremos que aquello que creyó real en realidad nunca sucedió.
Y cuando nos diga, desesperada y a punto de colaptar:
—Pero… ustedes lo conocen, ya estuvo aquí, cantó contigo, Phonos y es amigo de tu novio, Dysnomia; comió en nuestra mesa y habló con ustedes…
Nosotros, confundidos y atemorizados por su actitud, le diremos:
—Atë, no conocemos a nadie llamado Saga, Phonos canta solo cuando se emborracha y el novio de Dysnomia no tiene vida social porque trabaja todo el tiempo en el hospital…
Y Atë dudará, temerá haber perdido la cordura. Revisará su teléfono, su galería de fotos, sus mensajes, sus redes sociales; al no ver nada, ni una pequeña prueba de sus palabras, saldrá al mundo, y buscará a los amigos de su invisible novio para confrontarlos, para saberse acreedora de la verdad e intentar desmentirnos, pero ellos no la reconocerán, se alejarán temerosos, algunos divertidos.
Atë se sentirá sola, abandonada, sin saber lo que ocurrió en todos estos meses. ¿Qué es real? ¿Alguna vez existió Saga? ¿El último año ocurrió? ¿Ella misma existe?
Vendrá la crisis, la metamorfosis, la locura venida con más locura, ella intentará convencer, forzará las cosas, pero ninguno se atreverá a darle la razón, preocupados, temerosos.
Pobre mente frágil, pobre e inocente Atë, perdida en sueños y fantasía…
—¡Voy a extrañarla cuando tengamos que encerrarla en un psiquiátrico! —gritó la niña, llevando su mano derecha a la frente, en pose dramática— ¿Podemos ir a visitarla cuando la encerremos? ¿Y puedo llevar mi grabadora para registrar las voces de agonía de gente encerrada en los laberintos de su mente?
—...Sí, ¿por qué no? —Phonos accedió.
—¡Oye! ¿Por qué dices que tengo novio? Yo no tengo novio y él no trabaja en un hospital, ¿por qué estás insinuando eso? —se quejó Dysnomia, así como sonaban las cosas, parecía que estaban intentando meterle a la fuerza un inexistente e imposible romance con alguien, alguien pelimorado con dos puntitos en lugar de cejas.
—Ya, Dysnomia, este es el capítulo del fallido romance de Atë y su terrible y brutal rompimiento —dijo Phonos, condescendiente, abrazando a su hermana menor de nuevo por los hombros y acercandola a él de forma que su cabeza quedara sobre su hombro—. Te prometo que en el próximo hablaremos de tu vida amorosa y de cómo… pudimos ser millonarios…
—... Multimillonarios —le susurró Emony.
—Multimillonarios… —repitió Phonos, con un tono lastimero, pensando en todo lo que habían perdido.
Como respuesta, Dysnomia rodó los ojos y bufó exasperada, a veces sus hermanos eran los que se inventaban verdades a medias, y en esos casos, lo mejor era dejarlos continuar, porque nadie los podía detener. Además de que no estaba segura de querer saber a qué se referían con exactitud en esos momentos
—Muy bien, es mi turno.
Regresando a su actitud normal, Phonos miró a Saga frente a ellos, que se había quedado sin palabras ante la sugerencia de Emony, y dijo con tono seguro:
—Eres un agente infiltrado.
«El mundo del espionaje es frío y solitario, sin un amigo real o gente que te apoye. Sólo tú y tu fidelidad al país, a la justicia, y la voluntad de hacer lo correcto. Pero a veces, en medio de una misión, uno puede encontrar una pequeña y ruda flor en medio del invierno, un rayo de Sol que se abre paso entre las nubes de tormenta, negándose a ser ocultado.
Amor. Que sentimiento tan trágico.
Saga se había negado, había intentado luchar contra el creciente sentimiento que nacía en su pecho, contra los acelerados latidos del corazón y el burbujeante movimiento en el estómago.
Amor. Abrasivo y violento, que siempre tiene que llegar a su fin.
—Había querido ocultarlo, pero…
Phonos se interrumpió y miró a sus hermanas detrás de él con duda.
—¿Cuál es el país enemigo del mundo ahora?
—Rusia siempre lo ha sido, o Corea del Norte, tal vez, siempre se están peleando con Estados Unidos —sugirió Dysnomia, recordando las noticias diarias.
Era demasiado cliché, pensó Phonos mientras regresaba su mirada a Saga, que parecía haberse congelado en su lugar después de la sugerencia de Emony, puesto que ni siquiera parpadeaba. Quitándole importancia a su futuro ex cuñado, regresó a su relato, a la escena que había creado en su mente, con Saga usando un fedora negro y su hermana también con un sombrero, ambos con gabardinas, en un espacio abierto.
—... el Consejo Intergaláctico está en problemas, necesita a todos sus agentes —explicó Saga, sosteniendo a la mujer por los hombros con suavidad.
Proteger a su país… no, proteger al mundo, el sistema solar, la galaxia. Saga era un hombre de otro planeta, de otro mundo, que había venido al planeta Tierra para protegerlo de parte del Consejo Intergaláctico contra el villanesco grupo de los Gusanos Espaciales, especie monstruosa que viajaba a los mundos para destruirlos, alimentándose de su interior, matando los planetas lentamente.
Había venido al planeta a cuidar, a proteger, a vigilar; aprender de la raza humana. Su plan era sencillo, recibía órdenes y se movía según el Consejo Intergaláctico mandaba. Había venido a estar ausente, lejos, pero alerta; hasta que en un rincón del planeta, la había visto, bella y diferente, radiante, el rayo del Sol en medio del invierno.
Y ahora, Saga, el vigilante espacial, sentía que todo lo que quería era proteger a la joven y pura Atë , asegurarse de que ella y su mundo estuvieran a salvo, y por eso debía irse, aunque eso lo lastimara de una forma que nunca había experimentado.
—Pero… ¿no puedes quedarte? Saga, esto es demasiado pronto… —le murmuró Atë, con el corazón destrozado y las lágrimas comenzando a brotar de sus ojos.
—Amor mío, debo marchar, quiero proteger lo más preciado que he encontrado en todo el universo, y para eso debo alejarme de él —Saga acercó su rostro al de ella, con delicadeza, como si temiera romperla, le limpió las lágrimas con los pulgares y juntó sus frentes.
—Pero Saga, anoche dijiste que…
—Anoche dijimos muchas cosas, dijiste que me esperarías, hasta que la guerra acabase, y yo prometí que regresaría…
Dijo, inflexible, soltándola porque si continuaba cerca de ella ignoraria la situación y huiría con ella, a un rincón del universo dónde pudieran ser sólo ellos y hacer crecer su amor.
—Saga… escucha…
—Atë, mírame, amor mío, no puedo llevarte conmigo, ¿tienes idea de lo que podría ocurrir? No podría luchar contra los gusanos si sé que cualquier movimiento en falso podría terminar contigo, quédate en la Tierra, es más seguro, instalamos un campo de protección, estás a salvo aquí —Saga se acecó de nuevo, incapaz de ser coherente en sus pensamientos, queriendo disfrutar cada segundo que le quedaba de su amor condenado a la muerte. Le besó la frente, decidido a negar cualquier petición que ella hiciese sobre seguirlo a una batalla sangrienta y cruel dónde la victoria podría no favorecer a ningún bando—. Quédate aquí, y cuida de nuestro amor; quédate en tu hogar, eres parte de la Tierra, tu vida está aquí.
—¿Y nuestro amor? ¿A caso no importa?
—Siempre tendremos Atenas.
Saga le robó un beso apasionado a la joven terrícola que lo había hecho experimentar cosas más allá de lo conocido, que lo había hecho temblar y vivir aquello que los humanos y algunos habitantes de Andrómeda, llamaban amor.
Sin decir nada más se separó de ella y se dió la vuelta, sin mirar atrás, escuchándo los sollozos de ella ante su despedida. Caminó hasta el punto de salida, justo en medio de aquella playa solitaria. Del cielo, un rayo blanco de luz cayó justo dónde estaba Saga, y ahí, aún dándole la espalda, desapareció.
—¡Oye! ¡Cambiaste tu argumento a mitad de la narración! —ahora se quejó Emony— ¡Eso es trampa!
—Y te copiaste el final de Casablanca.
—¡Ahh! Que quejumbrosas salieron ustedes dos —Phonos hizo un puchero—. Él no se está quejando como ustedes de mi genial idea.
En efecto, Saga todavía estaba congelado en su asiento, pero al menos ya había parpadeado.
—Bien, es tu turno, Dysnomia, ¿cuál es tu plan?
—¡¿Qué?! ¿Yo también debo tener uno? —la aludida se señaló, hasta donde sabía sólo se había hecho una apuesta y habían determinado ser participativos en caso de que alguno de los involucrados pidieran su ayuda, y por ser participativos ella creyó que se referían a observar y comentar entre ellos, tal vez con algunas palomitas.
—Por supuesto, todos hemos participado, no seas floja y piensa en una historia también —exigió Phonos, regresando a su lugar mientras Emony intentaba hacer que su hermana mayor se levantara.
—Bien —Dysnomia comenzó a caminar de un lado al otro de la pequeña sala, jugando con sus dedos, tratando de pensar—. Dile que eres gay, simple pero efectivo.
Saga había crecido en un hogar muy liberal, como un chico de mente abierta, sin ningún problema con otros estilos de vida u otras formas de amar. Creció como cualquier otro chico, a su debida edad comenzó a salir con chicas, como la mayoría de los chicos, y logró construir una relación sólida en años recientes. Era común, promedio.
Pero un buen día, cuando todo parecía cotidiano y normal, Saga lo vió, sentado en una banca bajo la sombra de un árbol. Un chico tranquilo, usando lentes oscuros y con audífonos en sus oídos. En ese momento, justo en el instante en el que sus ojos se posaron en el chico, el corazón de Saga se detuvo y él murió por un microsegundo, para renacer como alguien nuevo, cuyo corazón latía a un ritmo diferente, acelerado por la idílica visión que se posó frente a él.
Así fue como empezó, aunque él se negó a creerlo al principio. Vivió en la negación, hasta que su corazón ya no quiso continuar en la mentira, el engaño, la falsedad; quería ser libre para amar y ser amado. Y para eso, a pesar de lo complicado que podría resultar, debía terminar con la chica.
La chica. Su chica. Como había querido a las chicas, a Atë más que nadie, pero ella no lo hacía sentir como él lo hacía sentir, tan vivo, con el corazón bombeando fuego y sintiendo un nudo en la garganta por tenerlo tan lejos.
—Es complicado… Atë… te quiero lo sabes… pero, yo…
Ya no podía continuar así, anhelando besar un par de labios que le pertenecían a otra persona, queriendo sentir otro cuerpo cerca del suyo, compartir su calor, escuchar su voz, mirarlo a los ojos y alimentarse de sus risas, de sus sonrisas. Quería a alguien más, ya no podía ocultarlo, necesitaba ser libre, tomar la mano de él, y mostrale al mundo su amor.
Deseaba, deseperadamente, pasar los dedos por su cabello, enredarlos en los suaves mechones en medio de una noche caliente o peinarlos con delicadeza una mañana antes del trabajo; quería mirarlo a los ojos mientras sentía una parte de él en su interior, y mirarlo en medio de una charla sobre trivialidades; quería compartir sus problemas, escuchar lo que lo aquejaba, lo que lo hacía feliz, compartir sus días y noches.
—... Estoy enamorado de alguien más… Lo amo tanto, Atë, que estar lejos de él me duele, no me deja respirar, necesito decirle, que él sepa…
—¡No! ¡Definitivamente no!
Saga se levantó de su lugar y tomó a Dysnomia de los hombros para regresarla a su lugar, al lado de sus dos hermanos restantes que lo miraban sorprendidos.
—¡No diré que soy gay! ¡Y definitivamente no soy extraterrestre! —expresó, mirando a los dos mayores antes de enfocarse en la menor— ¡Y tu idea es magnífica pero tengo un hermano gemelo que se negará a aceptar!
Saga se llevó las manos al rostro; era un caos. En casi media hora había escuchado las propuestas más locas, todo para terminar con una persona, la hermana de esos sujetos, la mujer más seductora y venenosa que alguna vez hubiera conocido. Era demasiado, y todavía no sabía si se estaba comportando más como un cobarde que como un hombre que sólo necesitaba un pequeño empujoncito, al final del día, no había nada de malo con pedirlo, todos necesitaban ayuda de vez en cuando, en cosas simples y en temas más complejos.
—¡Bien! —exclamó Phonos con fastidio— ¿Por qué no le dices que vas a regresar a prisión?
—Yo nunca he estado en prisión —Saga rodó los ojos y volvió a sentarse, agotado.
Frente a él, Emony y Phonos cruzaron los brazos mientras Dysnomia se levantaba para ir a la cocina. Todos se mantuvieron en silencio; cada uno tratando de pensar en un buen plan, otros buenos planes. Saga comenzaba a creer que esa había sido una mala idea, a pesar de que al final del día las historias que le habían contado no estaban tan mal.
—¿Por qué no sólo le dices la verdad? —dijo Dysnomia cuando regresó, cargando una bandeja con una jarra de agua y vasos— No serías el primero que rompe con ella, no la vas a destrozar, además… ¿piensas quedarte en silencio y esperar a que ella lo haga?
—¿Y si pasan años? Y se casan y tienen hijos y un buen día uno de los dos enloquece de tanta toxicidad y mata al otro —pensó Emony.
Saga negó con la cabeza, nunca llegaría tan lejos, no como para tener hijos con ella...
Todo ya había llegado a su fin, no estaba dispuesto a buscar ni dar más. Atë había sido importante para él, la había querido en muchos sentidos, pero ya había terminado, no había más, sólo vacío… y burlas, de parte de todos sus conocidos, porque una mujer lo había controlado, domado y lo había dejado a la intemperie, lo había formateado y dejado vacío, como un cascarón.
No podía continuar así, ya no quería seguir viviendo así.
En una relación caótica mientras su interior soñaba, comenzaba a anhelar, a mirar...
Tal vez Dysnomia no se había equivocado del todo con su idea.
Estaba por preguntarle a los hermanos cómo creían que ella reaccionaria ante posibles escenarios cuando la puerta de entrada fue abierta, asustándolos justo cuando estaban hidratándose, y la mujer de la que hablaban entró, con el cabello semi amarrado, una carpeta grande llena de papeles y una sonrisa en el rostro.
—Hoy Shoko asustó a Asterion, nunca había escuchado a alguien gritar tanto, hasta se desmayó —dijo, riendo entre dientes. Atë estaba por hacer una explicación detallada de su día en el trabajo cuando entró a la pequeña sala y vió a sus hermanos, congelados en su lugar, con Saga mirando a su dirección con una mueca difícil de entender—. ¿Qué está sucediendo?
—... Y esa es nuestra señal para irnos, Emony, Dysnomia —Phonos se levantó y sostuvo a sus dos hermanas del brazo, también levantándolas—. Olvidé hacer la comida, vayamos a comprar algo.
—¿Qué? ¿Otra vez lo olvidaste? Phonos, ¿para qué vives con nosotras si no vas a ser nuestra sirvienta?
Saga se mantuvo en su lugar, escuchando las quejas de Emony que aminoraban conforme los tres hermanos salían del departamento. Era hora de hablar, lo supo de inmediato.
Mientras Atë se acercaba a él, se preguntó si no sería demasiado tarde para implementar la idea de Emony, o tal vez armar todo un teatro y fingir que venía de otro planeta.
Comentarios:
¡Gracias por leer!
Para la próxima ya tendremos a un Saga valiente y capaz de terminar con una mujer por su cuenta, lo prometo, por lo mientras sólo nos reímos un poco de él a sus espaldas (y de frente, ¿por qué no?).
En un par de curiosidades poco relevantes, las tres mini historias que vimos hoy son historias que se me quedaron en el tintero. Tal vez algún día se desarrollen, tan vez no, un One-shot estaría interesante.
Cada vez queda poco para llegar a la fecha importante, poco más de un mes, posiblemente.
De nuevo, y como siempre, gracias por leer!
