Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de Heathrow de la ciudad de Londres. Por favor, permanezcan sentados, y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya parado completamente los motores y la señal luminosa de cinturones se apague...
Después de un vuelo de casi dos horas finalmente había llegado a su destino. Tratando de desperezarse, el joven de cabello negro estiró los brazos pero sentía el cuerpo como si hubiera sido apaleado por una turba de matones.
- Debí haber cogido el impermeable. – se dijo a sí mismo mientras trataba de acomodarse la chalina y el delgado abrigo que había tomado antes de salir corriendo de aquella casa.
- ¡Levi, por favor espera! ¡Puedo explicarlo! ¡No te vayas, te lo suplico! ¡Eres todo lo que tengo, no me dejes sola!– los gritos de una mujer inundaron su mente nuevamente.
El muchacho sacudió su cabeza tratando de despejarse. Tal vez estaba siendo demasiado cruel pero necesitaba alejarse de ella por un tiempo para poder aclarar sus pensamientos.
- Quizás soy el mayor idiota de historia, pero esto fue lo más sensato que pude hacer. - pensó tratando de darse algo de ánimos.
La amaba por encima de todo pero lo que acababa de confesarle había destruido la poca estabilidad mental que le quedaba. Decido, había sacado de su armario una chalina y un abrigo que colocó sobre su ya mojada indumentaria. Introdujo sus documentos personales en los bolsillos del saco y tomó algo del dinero que siempre guardaba para casos de emergencias, solo lo suficiente como para un pasaje de ida a Londres y algún otro gasto más que surgiera en el camino. Dejó el resto del dinero sobre su velador junto a su celular y las llaves de su auto, ambos regalos de la hermosa mujer que golpeaba su puerta con insistencia entre sollozos y súplicas.
- ¡Cariño, las cosas no son como las imaginas! - intento explicar aquella mujer - ¡No tuve el valor de decírtelo, es cierto, pero fue por miedo a perder tu amor! ¡Eres mi todo, mi razón de vivir!
La puerta se abrió de golpe y un muchacho que no superaba los 25 años salió y observó con expresión fría a la mujer que había estado gritando hasta hace unos segundos.
- Yo también te amo mucho pero lo que acaba de suceder ha roto por completo mi confianza en ti. Yo... yo... ya... ya no sé quién demonios soy. - dijo mientras sentía como sus últimas fuerzas lo abandonaban e intentaba apoyarse en la pared para no caerse a causa del fuerte mareo que acaba de sentir. Tal vez era la impresión por la confesión que le había hecho esa mujer o quizás el pasar más de 4 horas parado bajo el aguanieve sin ningún tipo de protección, o tal vez ambas cosas, pero algo le estaba pasando factura.
- Cariño, tú eres mi Levi, mi luz, mi todo, mi amado hijo. Eso es lo único que debe importarte. - la hermosa dama tomó la mano libre del muchacho entre las suyas y la besó tiernamente, sin percatarse de la palidez en el rostro de su hijo.
"Lo siento", fue todo lo que pudo responder Levi y sacando fuerzas de donde pudo se deshizo del agarre de su madre y se dirigió a la puerta de salida mientras escuchaba los desesperados gritos de su madre que era sostenida por una de sus asistentes para evitar que saliera corriendo tras él.
Tras llegar al aeropuerto de Berlín-Brandenburgo, compró un boleto para el vuelo más próximo a Londres, un lugar en el que ni las influencias de su abuelo ni las de su tío Kenny podrían encontrarlo hasta que él lo deseara. No porque no pudieran, sino porque sabía muy bien que detestaban a los malditos ingleses después de que la empresa familiar fracasará allí y que preferían dejarlo vivir como un mendigo por el resto de su vida a pisar suelo británico. Así era de radical la familia a la cual él pertenecía, y así también de radical era él, Levi Ackerman, el único heredero de una enorme fortuna pero que de nada le había servido para evitar los crueles comentarios que había oído a su alrededor desde que era un infante.
- Tal vez tenían razón. Después de todo soy el hijo de nadie. - se dijo a sí mismo mientras desabrochaba su cinturón de seguridad.
El avión ya había aterrizado hacía varios minutos pero solo se dio cuenta de ello cuando la aeromoza le advirtió que todos los demás pasajeros ya habían bajado.
Una vez en la salida del aeropuerto se percató de que las cosas no iban a salir como esperaba. Si bien el vuelo había llegado sin problemas, la neblina había empezado a apoderarse de la atmósfera londinense. Después de todo era enero, época en la que una espesa bruma se hacía con la ciudad, la temporada perfecta para que Jack el destripador o Mr. Hide pudieran salir de sus escondites a buscar nuevas víctimas.
- Mierda, definitivamente debí haber tomado el impermeable. - murmuró al tiempo que acomodaba su abrigo y se subía a un taxi que lo llevaría al centro de la ciudad.
Cuando pagó el monto que marcaba el taxímetro se dio cuenta que ya no le quedaba mucho dinero. Tal vez unos 50 euros, que apenas pudiera, debería cambiar a libras.
El taxista amablemente (y con un extraño brillo en los ojos) había aceptado los billetes que el inocente turista le había alcanzado. Si bien no eran de la denominación del país, sabía muy bien que al cambiarlos obtendría un pago equivalente a tres veces el valor del servicio que acababa de ofrecer.
Una vez que el muchacho bajó del vehículo, el chófer arrancó lo más rápido que pudo, antes que el inexperto joven se percatara de su error. Levi, aunque sorprendido por lo sucedido, pensó para sus adentros que probablemente los ingleses eran realmente unos bichos raros como su tío tantas veces le había repetido.
Solo cuando cambió los pocos euros que le quedaban en libras se percató de su error y del porqué el taxi había huido tan raudamente.
- Tsk. Maldito insecto. - refunfuñó.
Ya no importaba. El poco dinero que tenía solo le serviría para pagar, con suerte, un cuartucho en algún hotel de mala muerte. El solo pensar en las terribles condiciones higiénicas que podría encontrar allí hizo que su cuerpo se escarapelara y sintiera algo como... ¿un escalofrío?
-Maldición, debo comprar toallitas desinfectantes cuanto antes. Y diciendo esto buscó alguna farmacia o droguería por los alrededores, pues de paso compraría algún analgésico para el terrible dolor de cabeza que tenía.
Después de algunos minutos logró ubicar lo que necesitaba. La farmacia era pequeña pero apenas entró pudo encontrar lo que tan desesperadamente buscaba.
- Ahí están esas benditas toallitas desinfectantes.
Se dirigió al estante pero al tratar de coger uno de los paquetes se percató que estaban muy altos. En cualquier otra circunstancia sólo le habría bastado dar un pequeño salto para alcanzarlo pero sentía el cuerpo muy entumecido por lo que de intentarlo, perdería el equilibrio y terminaría en el suelo.
- Malditos ingleses y sus 180 cm de alto. - murmuró en alemán esperando que nadie entendiera.
Siguió extendiendo el brazo tratando de tomar alguno de los paquetes pero no tuvo éxito. Ya estaba a punto de rendirse cuando una mano enguantada cogió uno de sus tan preciados objetivos y se lo alcanzó.
- Tienes razón en molestarte. A mí también me incomodaría la situación pero nadie tiene la culpa de que la genética no te haya favorecido en cuanto a estatura. - obtuvo como respuesta en un alemán perfecto.
- Gracias, supongo. - respondió Levi mirando al muchacho de lentes que acaba de decirle enano de una manera bastante sutil.
- No hay nada que agradecer. El chico le mostró una amplia sonrisa tras bajarse la chalina. Tenía los ojos cafés y el poco cabello que sobresalía del gorro de lana que llevaba puesto aparentaba ser castaño.
Levi se le quedó mirando de pies a cabeza pues el chico llevaba un enorme impermeable que lo hacía parecer más un oso que una persona, además que había rastros de comida sobre el pecho de este, cosa que provocó que hiciera una mueca de asco.
- Oye, ¿no tienes frío? Estás empapado y solo llevas ese abrigo tan delgado. Si quieres te presto mi impermeable. De todas formas, ya no lo voy a necesitar. - dijo el castaño mientras procedía a bajar el cierre de la prenda.
- No, gracias. Así estoy bien. - espetó Levi al borde de un ataque de pánico cuando su nuevo amigo trataba de ponerle encima su sucio impermeable.
- No tienes por qué avergonzarte, entre turistas debemos ayudarnos. El muchacho intentó nuevamente colocarle sobre los hombros la enorme prenda pero de un momento a otro Levi trastabilló y hubiera caído al suelo sino hubiera sido por la intervención del insistente castaño.
- Oye, ¿te sientes bien? - preguntó preocupado - Estás muy pálido y tienes mucha fiebre. - comentó mientras pegaba su cara a la del enfermo para comprobar su temperatura.
Levi, incómodo por la cercanía de su rostro, intentó zafarse del agarre pero se sentía tan débil que no lo logró.
- ¿Dónde está tu hotel? Puedo ayudarte a llegar.
- Aún no tengo donde alojarme. Acabo de llegar a la ciudad.
- Eso suena mal. Mmm, ¿ya tomaste algo para la fiebre?
- No. - fue lo único que logró decir un cada vez más agotado Levi.
- No queda de otra. - dijo para sí mismo el castaño - Espérame aquí... ¿Cómo te llamas?
- Levi.
- Muy bien Levi. ¿Puedes mantenerte en pie por un momento? Pagaré y luego te llevaré al hospital. - dijo mientras le arrebataba de las manos el paquete de toallas desinfectantes.
- Yo... no... quiero... ir al hospital. Solo déjame tranquilo, no es necesario que te entrometas. - dijo agitadamente mientras se soltaba del agarre y se apoyaba en uno de los escaparates.
Era mala idea, no tenía dinero suficiente ni siquiera para pagar un hotel decente, menos le alcanzaría para pagar la cuenta de un hospital.
- Está bien, no te agites. Solo dame 5 minutos y te ayudaré.
Levi vio al muchacho correr a la caja registradora y hablar con la encargada mientras lo señalaba. Después de un momento regresó a su lado con una bolsa llena de cosas.
- Muy bien amigo, es hora de irnos. Yo te ayudaré a caminar, puedes sostenerte en mí, no hay problema. Te pondré mi impermeable aunque no quieras, sé que no es tan bonito como el abrigo que llevas puesto pero te protegerá del frío.
-¿A dónde me llevas? - preguntó el cada vez más agotado muchacho.
- A mi alojamiento. - fue lo único que obtuvo como respuesta.
- Ya llegamos.- dijo alegremente el castaño mientras empujaba una enorme puerta de madera. - Hola Nicolo, ¿cómo estás?
- Hola Han... ¿Pero qué demonios hiciste ahora? - cuestionó un muchacho rubio en cuanto vio a la pareja entrar a recepción, ya que el más alto prácticamente llevaba a rastras a un muchacho casi inconsciente envuelto en un enorme impermeable.
- No hice nada. - respondió con una sonrisa. - Es solo que mi amigo Levi no se siente bien y lo traje aquí para que descanse un poco.
- ¿Quieres que le dé una habitación? Sabes muy bien que estamos llenos. Sería mejor que lo lleves a un hospital.
- No es necesario que le des una habitación, lo llevaré a la mía. Solo necesita dormir un rato para recuperar fuerzas.
- Pero tú... no es correcto. Podrías meterte en problemas. Ya sabes.
- No te preocupes. Nadie se enterará si tú no dices nada y además podría mencionarle a Sasha lo amable que eres. - dijo mientras le guiñaba un ojo.
- Yo... Está bien. ¿Quieres que te ayude a subirlo? - un leve sonrojo apareció en el rostro del rubio.
- Muchas gracias. Mi espalda te lo agradecerá. Aunque es pequeño, es bastante pesado.
Ambos chicos llevaron a Levi a la habitación 206 del alojamiento. Nicolo lo ayudó a sentarse en un sillón mientras que el otro muchacho dejaba la bolsa que había comprado en la farmacia sobre una mesa que estaba repleta de libros. La acomodó como pudo y se giró para hablar con el recepcionista.
- Muchas gracias Nicolo.
- ¿Necesitas algo más? - preguntó el rubio.
- Mmm, no. Bueno sí. ¿Podrías traerme la cena aquí? Como ves, no podré bajar a recogerla y me estoy muriendo de hambre.
- Bueno. Te la traeré, pero tendrás que decirle a Sasha que también soy un buen cocinero.
- Está bien, está bien, le diré que eres el mejor chef de todo Londres.
- Regreso en 5 minutos. - Levi oyó como se cerraba la puerta y como alguien bajaba por las escaleras rápidamente.
Al levantar un poco la vista, el pelinegro vio cómo su nuevo amigo se quitaba el húmedo abrigo que llevaba puesto para luego seguir con el gorro, la chalina y los guantes de lana. Fue gracias a ello que se dio cuenta que pese a ser un muchacho alto era bastante delgado y que llevaba su largo cabello atado en una coleta desordenada. A continuación, lo observó tirar la ropa sobre un montón de prendas que estaban acumuladas en una de las esquinas de la habitación. "Es un sucio idiota amable" pensó para sí mismo Levi.
- ¿Có... cómo te llamas? - fue lo único que agitadamente llegó a decir en ese momento.
- ¿Qué dem...? - se giró sorprendido el castaño - Levi, me hiciste asustar. Pensé que estabas dormido, ya que no te moviste desde que Nicolo te acomodó en el sillón. - respondió mientras se llevaba la mano al pecho para tratar de recuperar el aliento.
- Tu nombre, ¿cuál es tu nombre? - insistió, pues quería saber al menos eso de la persona que lo había arrastrado hasta ese lugar.
- Mi apellido es Zöe.
En ese momento tocaron la puerta de la habitación. Zöe la abrió y una mano le alcanzó una bandeja con comida humeante.
- Gracias Nicolo, te debo una. - agradeció al tiempo que cerraba la puerta con ayuda de su cadera y se giraba. - Bien Levi, es hora de comer.
- Yo no... yo ya comí.
- Sabes, mientes muy mal. En la farmacia me dijiste que ni siquiera tenías donde alojarte porque acababas de llegar a la ciudad. Obviamente tampoco has comido, además que la debilidad de tu cuerpo te delata.
El joven de lentes arrastró una silla con una mano hasta posicionarla frente a Levi. Con la otra trató de equilibrar la bandeja para evitar que el contenido se rebalsara.
- Bueno, debes comer esto antes de tomar tus medicamentos. - dijo mientras soplaba una cuchara con algo de sopa y verduras y se la acercaba a la boca de Levi.
- No quiero. - giró la cabeza con desgano, pues esta muestra de amabilidad le recordó a su madre, y eso le avergonzaba.
- Para ser alguien tan pequeño eres bastante testarudo. - río alegremente mientras intentaba nuevamente introducir la cuchara en la boca de Levi. - No tienes por qué ser así, después de todo somos amigos.
- Tú... tampoco has comido. Se lo dijiste a ese chico rubio, le pediste que te trajera tu cena porque morías de hambre.
- ¡Ah, era eso! No te preocupes, fue una pequeña mentira. Yo ya comí un hot-dog antes de ir a la farmacia por mis antialérgicos. Solo lo hice para evitar la fatiga de ir al comedor.
- ¿Por qué me ayudas? Ni siquiera me conoces. - dijo para finalmente aceptar la cuchara de sopa que le ofrecía Zöe.
- ¿Ya no te lo había dicho? Entre turistas debemos ayudarnos en situaciones complicadas, y tú, mi gruñón amigo, estás en una. - una sonrisa radiante iluminó su rostro mientras hablaba.
Sin nada más que decir, Levi se terminó la sopa y el té caliente de la bandeja para luego tomar las pastillas que el castaño había comprado para él en la farmacia.
-Bien, ahora debemos bajarte la fiebre. Aunque la medicina te ayudará, si no colaboramos, puedes llegar a convulsionar. Entonces, manos a la obra.
Zöe empezó por quitar el pesado impermeable que le había puesto encima para luego sacarle el abrigo y empezar a desabrochar la aún húmeda camisa que llevaba sobre el cuerpo
- Oi, oi, oi. ¿Qué demonios haces? - Levi empujó las manos del castaño lejos de su pecho.
- Solo te quitó la ropa húmeda para que te des un baño y así poder bajar la fiebre más rápido.
- No es necesario, sólo déjame descansar un poco y luego me iré. - refunfuño dirigiéndole una mirada molesta y abochornada.
- Realmente eres muy terco. No puedes seguir con la ropa húmeda o cogerás una pulmonía. Y si eso sucede tendré que llevarte a un hospital aunque protestes, mi querido y gruñón amigo. ¿O es que...? - de pronto un brillo extraño apareció en la mirada del castaño.
- ¿O es que qué? - repitió Levi nervioso a la vez que volvía a ajustar los botones de su camisa.
- No, nada en especial. Es solo que tu actitud me hace pensar que jamás has estado desnudo ante otra persona. Bueno, eso solo es lo que pienso.
El pelinegro abrió los ojos tanto que parecía que estos se saldrían de su lugar. No es que jamás se hubiera desnudado frente a otras personas. Había ido con a la piscina infinidad de veces con sus amigos aunque... aunque sí, ese entrometido de Zöe tenía razón, jamás había estado desnudo ante otra persona, no de la forma íntima en la que ese idiota imaginaba.
- Yo... yo...
- No te preocupes. Te entiendo. Mientras yo voy a alistar la bañera, puedes desnudarte tú solo. - dijo alcanzando a Levi una toalla y evitando el contacto visual en todo momento para que esté no se percatara que moría por soltar una carcajada.
Una vez que el castaño entró al baño de la habitación y soltó la llave de la bañera, una sonora risa estalló en el lugar, y fue tan fuerte que el muchacho enfermo la escuchó claramente.
- Tsk. Maldito idiota. - fue lo único que atinó decir a la vez que su rostro se sonrojaba. Después de eso, comenzó a desvestirse para luego cubrir con una toalla la parte inferior de su cuerpo. Aún se sentía mareado, por lo que volvió a sentarse. Fue en ese momento que Zöe salió del baño con las mangas de su polera arremangadas.
- El baño ya está listo. Te ayudaré a llegar y a bañarte.
- No. Yo puedo hacerlo solo. Al intentar pararse, las fuerzas no le alcanzaron y cayó de golpe en el sillón. La habitación había comenzado a dar vueltas a su alrededor.
- Oye, ya no seas tan obstinado. Ya te lo dije antes, voy a ayudarte en lo que pueda. Además, te aseguro que no tocaré nada que no deba. - afirmó mientras levantaba las manos y le mostraba las palmas en señal de paz.
A continuación, puso uno de los brazos de Levi alrededor de su cuello y lo llevó hasta el baño. Una vez allí, quitó la toalla de su cintura y lo ayudó a acomodarse en la bañera. Durante varios minutos, el enfermo sintió como unas manos delgadas y suaves lo tocaban delicadamente en diferentes partes, tratando de llevar el agua a todas las zonas de su cuerpo. Sin entender el porqué, este tacto le hizo recordar nuevamente a su madre.
Luego de unos 20 minutos, Zöe lo ayudó a ponerse de pie y una vez fuera del agua secó su cuerpo sin ningún tipo de vergüenza. Después, lo ayudó a llegar a la cama de la habitación.
- Mi ropa... - pidió.
- Está más mojada de lo que imaginé. Parece que alguien se lanzó al Támesis ni bien llegó a Londres, por lo que le pediré a Nicolo que me preste algo de su ropa. No creo que mi ropa te quede, jeje.
El castaño salió de la habitación con una risita burlona en los labios mientras que un sonrojado Levi trataba de cubrirse lo mejor que podía con una de las sábanas de la cama.
Habían pasado ya unos 20 minutos y Zöe no regresaba.
- Tsk. Acaso ese idiota piensa dejarme desnudo toda la noche.
De pronto la puerta se abrió y el castaño entró con un bulto de ropa entre sus manos.
- ¿Por qué demonios tardaste tanto? - exclamó aunque luego se arrepintió, de todas formas ese tonto lo estaba ayudando más que nadie lo había hecho en toda su vida.
- Vaya, veo que ya te sientes mejor. - respondió el aludido. - Disculpa la tardanza, ¿pero sabes lo difícil que es pedirle a alguien su ropa y justificarte diciendo que tienes a alguien desnudo en tu habitación? Nicolo estuvo a punto de matarme cuando se lo dije. Al final accedió pero demoró buscando algo que pudiera encajar contigo. Bueno, ya sabes, sus tallas son un poco diferentes. - dijo esto último evitando soltar una carcajada.
Se acercó a lado de Levi y dejó el bulto de ropa sobre la cama.
- Vístete y recuéstate. Yo iré a limpiar el baño. También lavaré y colgaré tu ropa para que se seque.
Minutos después Zöe salió del baño limpiándose el sudor de la frente con el antebrazo. El muchacho que estaba recostado en la cama le habló de pronto.
- Gracias y disculpa por haber gritado hace un momento.
- No tienes por qué disculparte. Estás enfermo y todo te pone de mal humor. ¿O acaso siempre eres así de gruñón? - agregó a la vez que se tumbaba en el pequeño sillón de la habitación.
Levi no respondió, se sentía algo adormecido por efecto de la medicina.
-Descansa. - continuó el castaño. - Mañana te sentirás mejor. Bueno, creo que ya es hora de presentarme correctamente...
Los párpados del enfermo estaban tan pesados que ya no podía abrir los ojos. Intentó esforzarse para escuchar lo que su benefactor decía pero solo lograba comprender pedazos inconexos.
-Me llamo... Zöe... universidad... viaje de intercambio... compañeros... mañana... Smith... favorito... investigación... alergia...
De un momento a otro todo se volvió negro y Levi ya no pudo oír nada más.
No sabía cuánto tiempo se había quedado dormido pero lo primero que hizo al despertar fue buscar al idiota que era dueño de esa habitación.
Todo estaba completamente oscuro pero una vez que sus pupilas se adaptaron a la situación pudo verlo dormido en el mismo sillón donde horas antes él se había sentado. La posición de su cuerpo era casi inhumana pero aparentemente estaba profundamente dormido.
Cuando llevó su mano a la frente encontró sobre ella un paño aún húmedo y al girar la cabeza hacia el velador pudo distinguir algo similar a la forma de un pequeño bol que probablemente contenía agua.
Comprendió entonces, el idiota se había pasado la noche poniéndole paños húmedos en la frente para ayudarlo a bajar la fiebre. Aunque quiso despertarlo para intercambiar lugares decidió no hacerlo. Era mejor dejar descansar a ese muchacho inquieto que se había tomado la molestia de ayudarlo sin pedirle nada a cambio. Ya se lo agradecería como es debido por la mañana. Pensando eso volvió a cerrar los ojos y cayó nuevamente en los brazos de Morfeo.
Al abrir los ojos se percató que ya había amanecido. No podía saber con exactitud qué hora era pues la densa neblina le impedía conocer la posición del sol.
Al principio se sintió aturdido al no reconocer en dónde estaba pero luego de algunos segundos de confusión recordó al chico castaño y su estúpido sentido de hermandad entre turistas.
Se sentó en la cama y giró su cabeza hacia el sillón en donde se había quedado dormido. Nada. Ya no estaba allí.
Se volteó a ver el velador. Tampoco pudo encontrar el bol con agua que Zöe había usado para bajarle la fiebre. La mesa que la noche anterior estaba repleta de libros ahora estaba casi vacía. Solo quedaba una pequeña bolsa que le resultaba familiar.
Decidió pararse a revisar el lugar. La fiebre había cedido por lo que se sentía mejor. Se dirigió a husmear en la bolsa y para su sorpresa encontró un paquete de toallitas desinfectantes así como medicamentos para la fiebre. Ese tonto había pagado por su compra y además le había dejado medicina.
Al observar con más minuciosidad a su alrededor, se percató que tampoco estaba el bulto de ropa que la noche anterior viera en una esquina de la habitación. Solo quedaban en una silla unas cuántas prendas pulcramente dobladas y un trozo de papel con algo escrito encima.
Se acercó y tomó la nota entre sus manos.
"Aquí tienes tu ropa limpia y seca. También te dejo mi impermeable. No te preocupes, ya lo lavé y le quité las manchas de comida."
La última frase lo hizo sentir como una completa mierda. El chico se había dado cuenta de su expresión de asco en la farmacia.
- Realmente soy un completo imbécil.
Decidió entonces bajar a preguntar en recepción por el castaño. El rubio de anoche al parecer lo conocía bien, tal vez supiera a dónde se había ido.
- Oye, tú, puedo preguntarte algo. - cuestionó sin una gota de cortesía al llegar al lugar.
Nicolo volteó sorprendido al escuchar aquella demanda.
- ¿Qué necesitas? - respondió mientras volvía a poner su atención en el libro de recetas que tenía entre sus manos.
- ¿A dónde se fue? - preguntó.
- ¿Quién? - dijo sin interés el rubio.
- Ya sabes. El muchacho castaño de pelo largo y lentes, él que me trajo aquí anoche. - empezaba a molestarle la actitud del otro tipo.
- ¿De quién rayos hablas? Aquí no se hospeda ningún chico con esas características.
"¿Qué demonios pasa? Es que acaso pase la noche con un estúpido fantasma" pensó para sí mismo.
- Zöe, así se apellidaba. - levantó la voz.
- ¡Ah, Zöe! Disculpa la respuesta anterior pero me confundí cuando me preguntaste por un chico. Lo que sucede es que Zöe, Hanji Zöe es una chica no un chico.
Levi sorprendido por la noticia tardó unos segundos en procesar la idea. Aunque estaba algo abrumado, ahora entendía mejor la extrema delgadez de su cuerpo y el cabello largo. Pero entonces cayó en cuenta, eso significaba que... que había estado desnudo frente a una chica y, lo que era peor, que está lo había bañado.
- ¿A... a dónde se fue él, digo ella? - preguntó mientras un leve sonrojo aparecía en sus mejillas.
- Ya se fue de regreso a su país. Dejó el alojamiento por la mañana. Su vuelo partía al mediodía.
"Mierda. Ahora entiendo, esa maldita cuatro ojos me dejó descansar en su habitación solo para que yo pagará su cuenta. Toda la gente es igual, nadie hace nada solo por amabilidad." Levi se sintió traicionado, había pensado por un momento alguien lo ayudaba solo porque sí y no por algún interés de por medio.
- ¿Cuánto es la cuenta? - decidió preguntar molesto y resignado.
- ¿Cuenta? ¿Cuál cuenta?
- La de la habitación. Seguramente esa chica no la pagó y esperas que yo lo haga.
- No, de ninguna manera. Hanji ya pagó la cuenta de la habitación, es más incluso me pagó por adelantado una semana.
- ¿Qué? - preguntó el más bajo sorprendido.
- Sí, me dijo que aún no tenías hotel donde hospedarte y que por favor te dejará quedarte en su habitación. Acepté porque de todas formas iba a quedar libre. Además me pidió que te entregará esto. - el rubio le alcanzó un sobre.
Al abrirlo Levi encontró una pequeña nota:
"Disculpa mi atrevimiento, pero tuve que revisar tus bolsillos al lavar tu abrigo. Sé que no tienes mucho dinero, por eso pagué por adelantado la habitación, de esa forma podrías descansar hasta recuperarte. Te dejo algo de dinero para que puedas ir a un hospital en caso te sientas peor.
Mis mejores deseos.
Hanji Zöe"
Desconcertado, Levi abrió más el sobre y encontró unos 600 euros en él. Ahora sí, definitivamente era la peor mierda del mundo al pensar mal de esa chica.
- ¿Sabes dónde vive? - es lo único que pudo articular. - Parece que se conocen bien.
- Mmm, en realidad no tanto. Solo hemos tratado por algunos meses, el tiempo que ella vino de intercambio a una universidad de la ciudad. Y si lo dices por lo que dijo sobre Sasha, es porque conocí a su prima de casualidad un fin de semana que vino a visitarla. Eso es todo.
- Gracias. - fue todo lo que contestó.
Levi se giró y se dirigió a la habitación que esa loca chica había dejado pagada para él.
En realidad en el mundo si existía gente desinteresada. Él acaba de encontrar a alguien así pero se había esfumado de un momento a otro.
- Tal vez algún día la encuentre y pueda agradecerle como se debe. - se dijo para sus adentros aun aturdido mientras un sentimiento cálido invadía su pecho.
Si bien estaba avergonzado por su actitud, ya después tendría tiempo para pensar en ello. Ahora debía meditar sobre qué haría con su vida a partir de ese momento.
