Disclamer: Los personajes y parte de la trama son propiedad de Rumiko Takahashi y no mía.

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Nota: Primera Parte de la trilogía "Los Hongos del Amor". Recomiendo leer esta triología en orden y estar alerta a los saltos en el tiempo. También os recomiendo ver de nuevo o por primera vez el capítulo del anime: "Vamos al Templo de los Hongos" para entender mejor como se desarrolla esta historia. ¡Espero que os guste!

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Contando Estrellas

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El Templo se encontraba en una verde y silenciosa hondonada, rodeado de pinos de agujas muy finas que despedían un olor intenso. Se mezclaba con el humo de las chimeneas de leña de las cabañas que había desperdigadas por la falda de la montaña, pero el de los árboles prevalecía.

Y sin embargo, a esas horas de la madrugada, aún era posible percibir una esencia desconocida entre las hebras del viento que empezaba a soplar con fuerza desde las alturas.

Ranma, con el cuerpo tenso y el rostro cubierto de sudor, apreció la frialdad que venía desde la montaña y cuando dio por terminado su entrenamiento e irguió la espalda dolorida, fue en ella donde clavó sus ojos. Todas las montañas están envueltas por un halo de majestuosidad y aquella, pese a no ser especialmente alta y maciza, resultaba sobrecogedor mirarla.

La roca negra del cuerpo era invisible en la noche, pero la luz de la luna incidía en el pico, coronado de nieve. Ahí arriba debía hacer mucho frío, por eso la brisa que llegaba hasta la colina dónde estaba el famoso Templo de los Hongos se sentía helada lamiendo su piel. Y eso que ni siquiera estaban en el punto más alto de la colina, alguien había comentado durante el trayecto en autobús que había una especie de santuario en la parte más elevada. Ranma ignoraba si, entre las actividades planeadas para ese fin de semana estaba la de subir a verlo.

Se rascó, distraído, la espalda. No estaba seguro de qué hora era. Había pasado mucho desde la cena que les habían servido en el salón de madera. Como el experto en setas aún no había llegado, los alimentos habían sido escasos y ordinarios, aunque para él cualquier cosa estaba bien. Habían tomado un baño en unas termas al aire libre que se emplazaban a un kilómetro y medio del Templo, y después todos se habían ido a dormir.

En cambio, él seguía allí, despierto, y a pesar de lo mucho que había entrenado seguía sin notar una pizca de sueño. Chasqueó la lengua, más molesto de lo que querría estar y caminó hasta uno de los árboles que se alzaban en aquel patio trasero. Se dejó caer bajo sus ramas con desidia, frotándose la nuca.

Cuando los músculos del cuello se le tensaban de esa manera y ni siquiera una ardua sesión de patadas y puñetazos lo remediaba, era porque Ranma Saotome estaba ofuscado. Sí, incluso sentía deseos de rechinar los dientes y estampar los nudillos contra la rugosidad del tronco aún a sabiendas de la inutilidad de ambas cosas.

¿Por qué estoy tan enfadado?

Se hizo la pregunta al tiempo que se recostaba contra la madera, sin apartar los ojos de la cima de la montaña, aunque lo que estaba viendo ahora en su mente eran los rostros burlones e irritantes de Ryoga, Kuno y Mousse. Seguramente porque su enfado se debía al desencuentro que había tenido con ellos unas horas antes. Y no es que hubiesen estado más pesados de lo normal; esos tres siempre se comportaban igual, no importaba donde estuvieran. Quizás el problema fuera justamente dónde estaban, y es que Ranma no tenía ni idea de qué pintaban esos tres payasos en el Templo con él y los Tendo.

¿Quién los había invitado? ¿Por qué razón?

Tal vez se habían enterado de la excursión a la montaña de algún modo (y ahora fue el rostro de Nabiki el que apareció en la oscuridad de la noche sonriendo con picardía), y habían decido seguirles sin más.

De nuevo, no era algo que se saliera de lo normal. Ya fuera irrumpiendo en el dojo, o apareciendo en medio de un viaje familiar, Ranma estaba acostumbrado a que alguno de ellos, cuando no todos, aparecieran para molestarlos. Si no eran ellos bien podrían haber sido Ukyo, Shampoo o Kodachi.

¿Había alguna diferencia?

El caso era que no recordaba ninguna ocasión en la que su padre, él y los Tendo pudieran disfrutar de una excursión, viaje o escapada vacacional sin que alguien los persiguiera para importunarlos.

¿Era eso lo que le tenía tan molesto?

Parpadeó sin estar seguro y entonces, sus ojos se movieron de la montaña al cielo y se fijó en lo luminoso que estaba, a pesar de la negra noche, gracias a las estrellas que titilaban sobre su cabeza.

Lo cierto es que sí que parecen brillar más que en Nerima.

Akane lo había mencionado hacia un rato, incluso le señaló el cielo, pero él no apreció nada diferente. Tal vez porque le costaba fijarse en otra cosa cuando ella estaba delante. Decidió, pues, contemplarlo ahora y siguió pensando en su prometida mientras lo hacía. Ahora podía rememorar tranquilo el modo en que le brillaban los ojos cuando apareció entre las sombras y le señaló el firmamento. No habría creído que a una chica como ella pudieran interesarle cosas como observar las estrellas.

Parece que Akane es una chica después de todo se dijo, dibujando una sonrisilla burlona. Decir algo así en voz alta le habría supuesto un buen coscorrón pero valía la pena por ver como el rostro de la chica se sonrojaba, aunque fuera por el enfado, por ver como fruncía los labios y se le erizaba la piel del cuello.

Ranma era consciente del peligro que entrañaba lo mucho que pensaba en esas cosas últimamente pero no podía evitarlo.

En esos momentos estaba a salvo porque Akane no estaba con él. Debía estar durmiendo tan tranquila, junto a sus hermanas, en el interior del Templo. Y él también quería dormir… y lo que notaba era que a cada minuto que pasaba se encontraba más despejado.

Se acomodó un poco más sobre el árbol, formando una almohada con sus brazos y se dedicó a mirar las estrellas, sin censurar ninguno de los pensamientos que cruzaban por su cabeza. Se imaginó que los brillos que alumbraban la noche eran lo mismo que él había visto en los ojos de Akane. Podía pensar en ella en esos momentos, cuando nadie le miraba. Podía incluso sonreír un poco al esbozar su rostro y reflexionar, sin vergüenza, en que notaba que la actitud de la joven hacia él había cambiado un poco desde que se pusieron en camino hacia el Templo.

No es que él fuera muy avispado percibiendo e interpretando ese tipo de señales, pero Akane apenas le había dado un par de golpes desde que se pusieron en camino, sonreía más cuando le miraba y aceptó sentarse a su lado en el autocar cuando los demás los empujaron hacia un par de asientos del fondo del vehículo. Él había estado tenso la primera mitad del recorrido, pero después, más relajado, había disfrutado de la presión de su brazo contra el de ella, de que Akane se recostara contra él cuando empezaron a cerrársele los ojos.

Podía seguir ignorando los motivos, pero no el hecho de que eso le gustaba.

Después, durante el ascenso por el sendero que conectaba la parada del autocar con el Templo, estaba casi seguro de que Akane había caminado más rápido solo para ir a su lado, sus codos se habían rozado unas cuantas veces mientras andaban. Más tarde fue ella la que se sentó a su izquierda durante la meditación en grupo.

Quizás fue él quien buscó ocupar el asiento a su lado durante la cena pero a esas alturas… ¿Tenía alguna importancia ese detalle?

Además, ha sido ella la que ha salido a buscarme… Se recordó. Él estaba tan tranquilo entrenando cuando ella fue a su encuentro y le habló de las estrellas. ¿Será que, en verdad, quería que las viéramos juntos?

Esa posibilidad le puso un poco nervioso pero también le arrancó una diminuta sonrisa. Es posible que, cuando le hablaron de aquel viaje, él también hubiese pensado en la posibilidad de que, en algún momento, Akane y él pudieran estar a solas.

¡No es que tuviera nada planeado! Solo… Bueno, a Ranma le parecía que cuando estaban a solas se peleaban menos.

¿Qué más da? Se preguntó, entonces, borrando la sonrisa y haciendo una mueca. Con esos tres pesados a nuestro alrededor es imposible. Porque a buen seguro, ese era el auténtico motivo por el que los tres habían ido hasta allí. Al menos tenía sentido que Kuno y Ryoga, ese par de cobardes que fingían ser amigos de Akane, hubieran ido hasta allí para asegurarse de que Ranma no pudiera acercarse a ella.

Y sobre Mousse… ¡Ni siquiera sabía qué hacía él allí!

Era tan complicado entender a ese tonto, siempre con sus gritos y sus estrambóticos movimientos, escupiendo armas absurdas a la misma velocidad que vomitaba el nombre de Shampoo por todas partes.

¿Qué pinta aquí? Volvió a preguntarse, fastidiado. ¡¿Quién le invitó?!

Ranma solía repetirse que no le importaba, que después de todo él tampoco tenía un especial interés por pasar más tiempo con Akane. ¡Vivían juntos e iban a la misma clase! No le hacía falta estar más tiempo con ella, sobre todo si ese tiempo significaba más peleas, más discusiones, más golpes en su cabeza… Sin embargo, ahora que la chica se mostraba más amable con él, la cosa cambiaba.

Algo estaba cambiando también dentro de él.

Pues…La piel del rostro se le encendió y él reaccionó con un exagerado respingo. ¡Bueno, ¿y qué pasa si quiero pasar más tiempo con ella?! Se preguntó, irritado. Apretó la mandíbula y frunció el ceño. ¡Es mi prometida! ¡Y si ella quiere, pues…!

Alzó las manos, como si hubiera algo delante de él que pudiera atrapar pero se encontró tan solo con aire. La imagen de Akane sonriéndole, con los ojos plagados de estrellas rutilantes se desvaneció y Ranma se encogió con un desagradable vacío en su estómago.

Por una vez… pensó, desaforado por el enfado y la intensidad de la noche que le hablaba; con el rumor de la montaña, el canto de los insectos, incluso el aullido quedo del viento. Apretó los puños. Por una vez, me gustaría ser capaz de hacer algo. Hacer algo con esa panda de entrometidos, con sus nervios y temores estúpidos. Si Akane quiere, yo… Entonces se dio cuenta de que habría sido feliz de poder sentarse junto a la chica en la hierba y mirar las estrellas. Solo sentarse a su lado, a solas, percibir la calidez de su presencia y saber que si ella sonreía, era por él.

Con un nuevo resoplido, Ranma dejó caer los brazos y también su cuerpo. Su cabeza chocó contra la madera pero le dio igual. Esa sensación de estar vacío y solo le venció por primera vez en su vida, con una fuerza tremenda que trajo consigo un desánimo al que no estaba acostumbrado.

Ranma siempre se salía con la suya. No le importaba esforzarse, entrenar más que nadie, buscar nuevas técnicas de combate donde fuera necesario y hasta morir de agotamiento; no paraba hasta que conseguía lo que se proponía. Mientras dependiera de él, seguía adelante sin vacilar, sin desfallecer. Y por eso aquello era distinto. Desde el principio había asumido que el control de su relación con Akane no estaba en sus manos. No porque fuera algo que también le incumbía a ella, sino porque había demasiadas personas por medio que opinaban, que los empujaban o los separaban; daba igual.

De un modo u otro se interponían sin remedio. ¿Qué podía hacer él? Si ni siquiera podían sentarse juntos a mirar las estrellas… ¿Qué podía esperar del futuro?

Por eso era peligroso lo que estaba ocurriendo en su interior. Era peligroso que pensara más en ella, que imaginara que las cosas podían cambiar, todo lo que estaba sintiendo y lo que quería sentir. Tal vez todo estuviera mal. Porque cuando no eran sus inseguridades y sus dudas, eran todas esas personas interponiéndose, separándoles.

¿Cómo podía resolverlo? ¿Qué técnica de combate debía buscar para solucionar un problema como ese, que ni siquiera se podía decir en voz alta?

No existe esa técnica adivinó con pesar. Igual que no existía una solución mágica que pudiera hacer que todo fuera diferente. Y se preguntó, mirando al cielo con cierta melancolía, cuánto tiempo tardaría Akane en aburrirse de ser amable, de buscarle a él antes que a nadie más.

¿Cuánto tiempo más antes de que se aburriera de sentarse a su lado?

Ojala las cosas fueran más sencillas pensó con amargura. Ojala pudiéramos…

—Akane… —susurró. Se olvidó de la montaña y de las estrellas. Le invadió el deseo de que ella estuviera allí, a su lado y aunque se avergonzó por ser tan débil, no se deshizo de él. Al menos ella le demostraba que quería estar a su lado y a lo mejor, ambos tendrían que conformarse con eso—. Ojala hubiese un modo de decirnos lo que sentimos.

Y saber qué se siente cuando uno se deja llevar, sin que nada más importe, y ser feliz por una vez.

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Espero que os guste

Gracias por seguir dándome vuestro apoyo.

EroLady—