Bleach ni sus personajes me pertencen, todos ellos son propiedad del mangaka Tite Kubo. Yo sólo soy responsable de escribir el fanfic.

Hola, después de tanto tiempo vuelvo con otra historia corta del UlquiHime. Espero la disfruten y perdón si soné algo cursi con la temática jsjsjs


Ulquiorra llegó a la habitación de Orihime junto con un sirviente que estaba a cargo del área de curación y la vio dormida en el sofá. Desde la mañana, la mujer se había despertado con fiebre y ni siquiera tenía fuerzas para levantarse; le había dicho que le dolían los huesos y que el mero roce de su uniforme de Arrancar le molestaba. Para cumplir sus obligaciones de cuidador, Ulquiorra pidió algunos remedios que había elaborado el mismo Szayel Aporro y cuando los tuvo, se los dio a Orihime.

—Bébelo —ordenó con frialdad.

La joven miró el brebaje cuya apariencia no tardó en revolverle el estómago.

—Ya te lo dije, no es necesario. Es sólo un resfriado que cogí la noche que vinimos aquí, se me pasará en unos días —se justificó mientras pronunciaba extraño las letras 'm' y 'n'.

—No seas testaruda, mujer. Mientras Aizen-sama te necesite, debes mantenerte sana, así que por tu bien no hagas las cosas difíciles.

Orihime se llevó el dedo índice al labio como señal de que estaba pensando en algo.

—¿Sabes que es lo que hacía cuando me enfermaba? Me gustaba preparar una taza de chocolate caliente con malvaviscos y comer sándwichs de crema de maní y frijoles hasta reventar. Por supuesto, a veces no tenía todos los ingredientes en la nevera, y tenía que correr a la tienda antes de que el frío me congestionara más la nariz. Luego veía el programa de accidentes divertidos en la televisión y antes de acostarme me tomaba un jarabe para la tos y unas pastillas.

No se dio cuenta de que lo había dicho tan rápido y eufóricamente como si estuviera hablando con sus amigas, y pronto se enrojeció cuando vio que Ulquiorra la miraba con neutralidad. Seguramente le estaba calificando de loca.

—¿Y eso te curaba?

—Bueno… un poco.

Se quedaron callados por un momento y sólo la atmósfera se rompió cuando el Espada salió del cuarto sin decir nada.

Orihime tuvo ganas de golpearse la frente y se echó las sábanas a la cabeza de la vergüenza. Estaba hablando con un enemigo, por Dios. ¿A él qué le importaba saber sus rituales medicinales? Mientras estuviera apta para los planes de su superior, a él le importaba poco lo que pensara o quisiera. Después de todo, él sólo estaba siguiendo órdenes y jamás tendría la intención de cruzar ese límite, ni siquiera para tener una conversación casual como las que tenía con una persona que acababa de conocer en el autobús.

Acomodó la almohada de tal forma que pudiese respirar y se concentró en ver el techo hasta que el sueño la venció.

Esperaba que la mañana fuera como siempre, pero sus ojos se agrandaron y se le hizo agua la boca en cuanto el sirviente dejó una taza de chocolate en su mesa.

—¡Se ve tan delicioso! —Sin saber cómo, Orihime logró moverse con rapidez a pesar del cuerpo cortado y se sentó, tomando un bombón de fresa con la cucharita.

Para entonces, el subordinado los había abandonado y sólo quedaba Ulquiorra, con su típica postura de manos en los bolsillos, asegurándose de que Orihime comiera todo.

—Los humanos comen cosas tan extrañas.

—Tal vez cambies de opinión. —Orihime le asomó la cuchara en la boca—. Pruébalo.

—No malinterpretes las cosas, mujer. Te traje esto para que tu sistema pueda recuperarse. Además, de ver el nivel de azúcar con el que ha sido preparado, me da repulsión.

—Sabe mejor que el té que siempre beben.

Después de varios intentos, Orihime cumplió su cometido. Ulquiorra saboreó la temperatura caliente y dulce en toda su lengua y esperó unos segundos antes de emitir un juicio.

—No está mal —respondió.

Orihime sonrió al instante.

El Espada jamás pensó que algún día debía conseguir tal excentricidad. Afortunadamente, como Arrancar que hacía gala de una inteligencia excepcional, pronto lo encontró en una cafetería de la ciudad de Karakura. Los empleados no podían percibirlo ni verlo, así que eso le facilitó la cosas. Antes de que el mesero pudiera llevárselo a quien lo había pedido, Ulquiorra lo agarró y salió, usando la Garganta.

Por supuesto que sólo tenía la intención que la mujer se curara, pero eso no borraba, consciente o no, que había conseguido ese chocolate especialmente para ella.

FIN