Disclaimer: Los personajes de Prohibido no me pertencen, son propiedad de la autora Tabitha Suzuma.

Alerta spoiler: Si no has leído el libro y eres una persona que odias los spoilers, te sugiero que no leas esta historia, ya que se sitúa después del final del libro.

+18: Esta historia menciona temas delicados, como incesto, suicidio, lenguaje inapropiado. Leer bajo propio riesgo.

Esta historia será corta, máximo tres capítulos. Únicamente me enfoqué en un pequeño problema para nuestra protagonista.


CAPITULO 1

El ruido del despertador comienza a sonar por toda la habitación. Lo silencio con una mano. Sigo mirando al techo. La luz de la mañana está entrando por la ventana anunciando el comienzo de otro patético día. Todo indica que debo de levantarme y comenzar a alistarme para el trabajo, pero mi mente está en blanco.

Mi cerebro repite constantemente levántate, levántate, levántate, pero mi cuerpo no reacciona. Mis ojos enfocan el blanco techo, mis extremidades están desparramadas por la cama. Mi corazón sigue latiendo. Estoy viva.

Por fin, suspiró largamente. Sigo viva.

Para cualquiera ese simple hecho es para agradecer, pero yo no me siento agradecida. Agradecida, ¿Con quién? ¿Dios? Si es que existe alguno, ¿Universo? ¿La vida misma?

Despabilo un poco y por fin logro levantarme. Mi psicólogo me ha dicho que, por las fechas, los recuerdos se suman a mi depresión y me inmergen en un estado de inactividad.

Tantos años y no he conseguido algún avance significativo o por lo menos así es como yo lo siento.

Me quedo sentada en la cama. Los pies puestos en el suelo firme, mis codos tocando mis rodillas y mis manos agarrando mi cabeza fuertemente.

Respiro profundo tres veces. No recaigas, no recaigas, no recaigas, me repito.

Cierro los ojos y me enderezó, exhalo e inhalo otras tres veces y por fin abro los ojos. El panorama que observó es bastante viejo. Mi departamento sigue igual que hace años. Todo en su mismo lugar.

Me levanto y comienzo con mi rutina. Me ducho, me pongo presentable, desayuno y preparo mis cosas para irme. Tomo mi bolso y salgo de ahí. 33 escalones para llegar a planta baja y 25 pasos para llegar a la parada del autobús.

Cuando subo y tomo asiento, miró por la ventana. El recorrido por las viejas calles de Londres me hace recordar, pero a la vez me tranquiliza un poco.

Recordar es bueno, me había dicho en alguna ocasión el psicólogo.

Después de 45 minutos llego a mi destino. Bajo del autobús y camino hacia la entrada del gran edificio frente a mí. Segundos antes de entrar, respiro profundamente una vez más y doy un paso.

Pongo mi mejor sonrisa y comienzo con la misma rutina de toda mi vida.

Saludo con cada persona que me encuentro, aparentando estar bien. Nadie pregunta, nadie sospecha, a nadie le importa.

La mañana pasa como cualquier otra. Me sumerjo en el trabajo para no pensar en nada más. Estaba tan concentrada que no oí el tono de mi celular hasta que mi compañera me alertó. Le agradecí cortésmente y contesté:

- ¿Qué pasa?

- No estás de humor – se escuchó del otro lado de la línea

- Sí – respondí – ¿Qué pasa?

Se escuchó el suspiro al otro lado de la línea. Él sabía que no estaba bien, pero no iba a comentar nada.

- Recuerda que mañana es la comida, por favor no vayas a faltar – se escuchó suplicantemente – A Tiffin no le gustaría que no asistieras

¡Mierda! Me golpee mentalmente. ¡Lo había olvidado por completo!

- No te preocupes – traté de no sonar estúpida – No faltaré ahí estaré. Salúdame a todos – dije para minimizar el impacto de que lo había olvidado por completo

Durante unos segundos no se escuchó nada más y rogaba mentalmente para que ya se acabara la llamada. No tenía las fuerzas necesarias para contestar preguntas o recibir una mini terapia de mi hermano menor. Finalmente, sólo suspiro y se despidió de mí, no sin antes acentuar que cualquier cosa que necesitara se lo confiara plenamente. Accedí, como siempre.

Después de eso, sólo fue más trabajo y más trabajo. Estábamos comenzando un nuevo proyecto y el trabajo no paraba. Era bueno, significaba más ingresos, pero con el desgaste mental que estaba teniendo esos días, era para morirse.

La luz del sol desapareció y dio paso a la obscura noche. Su manto negro cubrió toda la ciudad ocasionando que la luz artificial de los focos llenaran las calles de Londres.

Me estiré en mi lugar. La jornada había terminado. Quedaban pocas luces encendidas en el piso, incluida la mía. La mayoría ya se había marchado, pero yo no. Había unos reportes que tenía que terminar, sonreí patéticamente. Esa era mi excusa regular para convencerme de lo que estaba haciendo.

Apagué la computadora, tomé mis cosas y me dirigí al ascensor. El viaje por este fue lento y por un momento, volví a entrar en trance. Desperté cuando el ascensor llegó a planta baja. Las puertas se abrieron y salí directo a la salida principal.

Me despedí del de recepción. Lo primero que sentí fue el frío de la noche. Las temperaturas habían descendido y se notaba. Junté mis manos y soplé para entrar en calor. El vaho se veía claramente.

Miré hacia la calle. Estaba llena de coches que seguramente buscaban llegar a casa después de otra jornada laboral. Personas iban y venían a pie, en la misma situación. Me coloqué un gorro de lana, me acomodé le abrigo y comencé a caminar.

Mientras lo hacía, notaba que había más gente en la calle de lo habitual, se me hizo extraño, pero daba igual. Sólo siento de almas tratando de llegar a sus hogares antes de que se haga más tarde.

Iba tan sumergida en nada en especial, que de pronto sentí un golpe en el hombro.

- Disculpa – dijo un sujeto que caminó rápidamente

Ni siquiera lo miré. No contesté. Seguí caminando por inercia.

Llegar a casa, cenar, bañarme, dormir. Esa era mi rutina nocturna y a veces la combinaba con un poco de alcohol.

.

La reunión era enérgica. Sonreí mirando como levantaban a Tiffin sobre sus hombros e iban saltando por toda la habitación. Había logrado entrar en Cambridge.

Mi pequeño hermano menor se iría a la universidad. No podía estar más orgullosa de él.

Me encontraba en una esquina, con una copa de vino en mano. Bebiendo y observando.

- ¿Estás bien? – escuché cuando alguien se paró a mi lado

- Sí

- Vamos Maya, tienes que ser más convincente que eso – dijo

Lo miré. - ¿Tú me estás diciendo eso a mí? – pregunté con diversión. Kit también río.

Después de reír, se puso serio, pero no agregó nada más durante algunos segundos.

- Sólo quiero que estés bien

- ¿Y porque no lo estaría? – pregunté dando un sorbo al vino

- Por… - pero no completó la frase

Bajé mi copa mi miré al suelo. Sé porque la pregunta. Sé porque está preocupado por mí. Pero no tengo las fuerzas para revivirlo nuevamente, así que antes de que agregue algo más, digo: - Estoy bien Kit – él me miró – Solamente que… mi psicólogo dice que a veces tenemos recaídas y está bien, solamente tenemos que sobrellevarlas con lo que hemos aprendido – sonrió para hacerlo más creíble

Él me mira y sé que no se ha tragado nada de ese cuento, pero también noto en su rostro la preocupación que intenta disimular. Es un tema delicado que no solamente a mí me afecta, sino a todos nosotros. Pero él sabe que me afecta más a mí que a cualquiera.

No dice nada. Solamente toma mi mano y le da un apretón. Se lo devuelvo y pongo otra sonrisa, esta vez más genuina. Aprecio sinceramente que me de mi espacio.

- ¿Qué hacen ahí? ¡Vengan para acá! – ambos miramos al dueño de esa voz

Tiffin estaba eufórico y lo notamos cuando lo vimos sin camiseta y moviendo la cabeza locamente. Reímos.

Kit avanzó hacia él, iba detrás de él, cuando una sensación se instaló en mi pecho. Me giré para ver la calle a través del gran ventanal de esa sala, pero solamente observaba una calle desierta, autos estacionados y las débiles luces de las lámparas. Nada fuera de lugar.

Pero esa sensación no me abandonaba. Sentía como si alguien estuviera observándome. Avancé hacia el ventanal y de un tirón, cerré las cortinas. Me asomé un poco, pero seguía sin ver nada.

- ¡Maya! ¿Qué haces? ¡Ven para acá! – me gritaron nuevamente

- ¡Voy! – grité en respuesta

Me alejé de la ventana. Sacudí mi cabeza. Tal vez sólo era producto de mi imaginación.

.

El único ruido que se escuchaba en mi lugar de trabajo, eran las teclas de mi computadora. Estaba terminando un informe urgente.

- ¡Oye!

- ¿Qué? – respondí sin mirarla

- El jefe te busca – hasta ese momento alcé la vista

Me topé con la cara de curiosidad de mi compañera. - ¿Qué? – pregunté confundida

- No lo sé. Su secretaria sólo me dijo eso – respondió sin más

Tardé un par de minutos en comprender sus palabras. - ¿Para qué? – logré formular

Ella se alzó de los hombros, claramente en señal de que, si yo no sabía, ella menos. Se volvió a colocar sus audífonos y continuo con su trabajo. Ella ya había cumplido.

Me sobé rápidamente las sienes y salí de ahí directo a la oficina del jefe. Su secretaria me anunció y entré. No negaré que cierta sensación de incertidumbre me invadió el estómago. Repasaba en mi mente una y otra vez los acontecimientos de los últimos días. Tal vez mi desempeño no fue el mejor o había cometido algún error. O tal vez era para felicitarme por mi esfuerzo.

Bufé. La última no podía ser.

Me detuve enfrente a su escritorio. Él ni siquiera me miraba, estaba concentrado leyendo unos documentos que tenía en su mano.

- Me llamaba señor – dije para hacerme notar

Pero no fue instantáneo. Tardó un par de segundos en colocar los documentos devuelta en el escritorio y levantar la mirada para verme.

- Siéntate – ordenó cruzando las manos, sosteniendo su barbilla con ellas. Posando los codos sobre la mesa

Hizo caso y me senté, en silencio. El jefe sólo me miraba. Yo trataba de no demostrar el nerviosismo que iba en aumento dentro de mi ser. No sé para qué rayos me había llamado, pero no quería averiguarlo.

- Maya – habló e instintivamente me puse más derecha en mi asiento, si es que se podía – Sabes que tu trabajo es de los mejores – asentí – Siempre has sido un buen elemento para la compañía y te agradezco por eso – asentí de nuevo, no me estaba gustando a donde quería llegar – Pero como sabes, por política de la empresa, cada trimestre se realizan los exámenes médicos y psicológicos a cada miembro de la compañía, incluyéndome.

Asentí.

- Y cada anomalía se debe reportarme enseguida, para poder tomar la mejor decisión

- Sí – respondí un tanto insegura

- Bien, te llamé para decirte que – mi estomago se encogió – tus resultados del último trimestre no fueron favorables…

Sí, definitivamente no quería saber.

- ¿Hay algo que te preocupa? ¿Tienes problemas? – preguntó sin rodeos

Restregué mis manos sobre mi falda. Comenzaban a sudar.

- Yo – estaba en blanco, observándolo. Él esperaba mi respuesta pacientemente – No señor – respondí al fin

- ¿Segura? Si algo te afecta sabes que contamos con ayuda profesional y…

- Segura – lo interrumpí – No quiero ser grosera – aclaré rápidamente – Pero mis problemas los arregló en casa y ya estoy en tratamiento psicológico

No reaccionó a mis palabras. Mantenía su mirada en mí. Me mordí la lengua y sostuve mi postura. A la defensiva.

- De acuerdo – dijo después de varios segundos – Es todo

- Gracias – me levanté y di la vuelta

- Pero – sus palabras me hicieron voltearme a verlo – Si no lo resuelves y los próximos resultados no son favorables, tendremos otra conversación. ¿Entendido? – asentí

Me despedí y salí de su oficina.

No me volví para ver la expresión que estaba segura que estaba teniendo en esos momentos.

.

- Es todo una mierda – dije suspirando

- ¿Mucho trabajo? – mi compañera se asomó a mi lugar

Yo estaba desparramada en la silla. – No tienes ni idea – le dije cansada

- Animo – respondí sonriente – Es lo último del proyecto y después de eso, seremos libres – sonreí.

Como me gustaría tener su entusiasmo.

- Hoy iremos al bar de la calle S, ¿Por qué no vienes? Así te distraes un poco – sugirió

- No lo creo – respondí de inmediato

- ¡Anda! – exclamó – Nunca te he visto salir, te hace falta convivir más. Salir de la rutina – su sonrisa era gigante

Pero me quedé pensando. Salir de la rutina. Era lo mismo que me había dicho Kit hace unos días.

- Tienes que empezar a salir – Kit me miraba con compasión

Suspiré. Nunca me había gustado que me mirara de esa manera, pero últimamente me estaba dando igual.

Él me había citado en esa vieja cafetería de nuestro barrio. Sólo para charlar y ponernos al día, el uno con el otro, pero llegó un punto en que la conversación en terapia.

- Lo hago

- Salir al trabajo y regresar a casa no es salir. Sólo es vivir cotidianamente – dijo

- Es salir – respondí como si fuera obvio

Él puso mala cara. – Sabes a lo que me refiero Maya

- Lo sé – me concentré en mi taza

- Tienes que ampliar tus horizontes Maya – dijo calmándose – No me gusta verte así

- ¿Así como? – pregunté encarándolo

- Triste

Bufé – No estoy triste

- Maya – él me tomó de una mano – Sé que lo estás y es comprensible – aclaró – Lo veo en tu rostro cada día, pero la vida continua – separé mi mano de la suya.

Ahí estaba de nuevo. Las mismas palabras que últimamente no quería escuchar.

- Maya, sé que es difícil

- ¿Lo es? – pregunté un poco molesta

Kit no respondió de inmediato. – Lo es, más de lo que te imaginas – me detuve de decir algo que sé que me arrepentiría después

- ¿Cómo sabes?

- Porque también era mi hermano – fue cuando me di cuenta de que éramos cuatro.

Cuatro hermanos y sólo nos teníamos a nosotros. A mí me partió el alma su partida, pero también a los otros tres les había dolido. También era su hermano y fue la expresión de Kit la que me hizo recordar eso.

- Lo siento – dije

- No te disculpes. Sé que te dolió mucho – nuevamente tomó mi mano – Pero él ya no está más aquí Maya

- ¿Cómo puedes…?

- Y aunque suene cruel, la vida continua. Tú tienes que continuar. Salir, conocer lugares, personas. Tienes que vivir.

Bajé la miraba. Sus palabras me dolían.

- Él así lo hubiera querido – levanté la mirada y vi que a Kit le dolía tanto como a mí

Duramos en silencio un par de segundos.

- Siento que me he estancado Kit – él me escuchó atentamente – Sé que ya han pasado años, pero – una lágrima rodó por mi mejilla, la retiré velozmente – aun siento como si hubiera sido ayer. Siento que despertaré y él estará ahí, preparando el desayuno. Que después iremos a dar un paseo como cuando éramos pequeños. Que él – mi voz se quiebra un poco

- Tranquila – me acaricia la mano

- ¿Qué me está pasando Kit? – le preguntó con algo de desesperación - ¿Me estoy volviendo loca?

- No

- Entonces, ¿Por qué de repente me siento así? Sé que estoy teniendo una recaída, pero esta vez la siento diferente. La siento más dura que otras y no es por la fecha. En varios años no me había sentido así y no sé porque… - no pude continuar

¿Para qué? ¿Para qué continuar? Era lo frecuentaba en mi cabeza en los últimos días. ¿Para qué?

- Has hablado con tu psicólogo – asentí

- Dice que aparentemente mi mente vuelve a jugar conmigo. Ya sea por la fecha o por otra cosa, mi mente quiere que recuerde eso. Dice que tal vez se aproxima algo importante y quiere prepárame para el golpe

- Lo que dice no tiene sentido

- Fue lo que pensé al inicio, pero…

- ¿Pero qué?

- Pero, últimamente me he sentido extraña

- La depresión puede…

- No, no es por la depresión. Es algo más, siento como si alguien me vigilara

- ¿Qué?

- Sí. Siento que cada que camino hay alguien observándome, pero al girar no hay nadie. Yo… - tomé la cabeza entre mis manos – Me estoy volviendo loca – afirmé

- No – Kit me sujetó ambas manos – No te estás volviendo loca, sólo es tu ansiedad jugándote una mala broma. Tal vez te sientes así porque te encuentras en ese lugar que llamas estanque. Tienes que hacer más cosas aparte del trabajo-casa, de la casa al trabajo. Tienes, por lo menos un día, salir de la rutina Maya.

- Kit…

- Promételo Maya. Promete que intentaras vivir y así, tal vez, tu ansiedad se calmé

La miré indecisa.

- Promete que lo intentaras. Si no es por mí ni por ti, al menos inténtalo por él.

Por él. Era un juego sucio y Kit lo sabía.

- Está bien. Lo intentaré

Intentar.

- ¡Hey! ¡Maya! – el grito de mi compañera me regresó a la realidad del momento - ¿Estás bien? Parecías en trance

- Estoy bien – coloqué una sonrisa – De acuerdo

- ¿De verdad? – preguntó con alegría

- Sí. Creo que me hace falta salir un poco más

- ¡Genial!

Sí, tal vez salir de la rutina me haga bien.

.

Definitivamente salí de la rutina.

Me encontraba en el bar con compañeros del trabajo. Los había visto, pero en todo el tiempo que llevaba trabajando ahí, jamás había cruzado palabra con ellos más que para pedir ciertos informes o saludar y despedirme.

Ahora me preguntaba, ¿Por qué no lo había hecho? Definitivamente la respuesta la sabía, sólo que quería ignorarla deliberadamente.

Tomé un sorbo a mi cerveza.

- No sabía que tomaba – escuché a mis espaldas, pero me sorprendió ver de quien venía la pregunta

- Jefe, ¿Qué hace aquí? – pregunté antes de pensar bien mis palabras

- No estamos en la empresa ni en horario laboral, no soy tu jefe ni el de nadie en este lugar – miró por todo el bar – Además, ¿no puedo divertirme un poco?

- ¡Oh! Sí, disculpe. No quise sonar grosera

Él rio. – Descuida, no lo tomé a mal – en ese momento me di cuenta de que nunca lo había visto sonreír. Él se dio cuenta de eso y pregunto que le miraba.

- Nada, solamente nunca lo había visto sonreír – él rio de nuevo

- Solamente en ocasiones especiales lo hago

- ¿Y esta es una de ellas? – pregunté y el me miró sin expresión – Lo lamento, no quiero entrometerme en sus asuntos. Buenas noches – dije y me levanté

- Espera – él me sujeto de la mano – No te vayas – le miré un poco sorprendida. Rápidamente soltó mi mano – Es decir, no te tomó por entrometida, simplemente me sorprendió un poco tu pregunta

Le miré con curiosidad. - ¿Por qué? Nadie le había preguntado eso – dije a modo de broma, pero su seriedad me lo confirmó - ¿De verdad?

- Ser jefe tiene desventajas y esa es una de ellas. Casi nadie entabla conversación conmigo por el rango. Y no quiero sonar prepotente ni nada parecido, pero al verme acercándome a ellos en automático huyen, así que…

- Bueno, es comprensible – me miró esperando que continuara – Si nunca sonríe y les demuestra su confianza en ellos, huirán siempre - ¿Qué? – pregunté después de varios segundos en los que no mencionó palabra, simplemente me miraba

- Eres muy honesta con tus palabras

- Me lo han dicho

Él sonrió. – Me agradas Maya – abrí los ojos sorpresivamente. Él rio. - ¿Qué? ¿Te sorprende que sepa tu nombre? – asentí – Es lo mínimo que puedo hacer. Aprenderme nombre y apellido de los que trabajan para mí.

Pero creí que sólo de los que le importaban, pensé.

- Curioso cómo me miras – dijo

Miré hacia otro lado avergonzada. – No tienes por qué avergonzarte

- No lo estoy – lo encaré, aunque claramente era una mentira, pero tenía que responder – Señor yo…

- Llámame Dan – me dijo con una sonrisa

Estaba sorprendida. ¿Este era el tipo serio y reservado que tenía como jefe? ¿Qué estaba pasando?

- Oye Maya ven a jugar con nosotros a… - la voz de mi compañera se apagó cuando observó con quien estaba – Lo siento, no sabía que estabas ocupada – la sorpresa se podía ver fácilmente en su rostro – Me voy

- No, no – dijo Dan, deteniéndola - No quiero quitarles su dirección. Me retiro, que se diviertan – mi compañera asintió y ambas lo observamos irse hacia otro grupo de colegas.

- ¿Te habló? – me preguntó cuando estuvo fuera de nuestra vista. Asentí - ¡Vaya! Siempre son sorpresas contigo. ¡Vamos! Nos están esperando en los dardos – dijo cambiando su expresión a alegre y marchándose de mi lado

- Voy – respondí

Una sensación recorrió mi estómago. Me detuve. Era la misma que había sentido hace días. Me volví sobre mi espalada. El lugar estaba lleno. Camareras iban y venían con los pedidos. La pista de baile estaba atesta de personas. Todo el ambiente era normal. Lo observé detenidamente y no encontré nada fuera de lo ordinario. Nadie me observaba.

Revisé nuevamente. La sensación persistía y estaba segura que alguien me vigilaba. Pero por más que enfocaba la mirada no lograba ubicar a nadie. Apreté el puño.

Lo dejé por la paz. Di media vuelta y me fui con los demás. Antes de llegar a ellos, la sensación desapareció y rápidamente me volví. Todo seguía igual, gente divirtiéndose por todos lados.

Fruncí el ceño. ¿Qué estaba pasando?

Definitivamente me estaba volviendo loca.

.

Encendí el cigarrillo y dejé que mis pulmones exhalaran el humo.

Me encontraba afuera de una clínica. Me había tocado el examen físico y venía a recoger mis resultados. Aún tenía tiempo para llegar al trabajo, así que me estaba relajando un rato.

- ¿Maya Smith*? –

- ¿Sí? – giré mi cabeza a un costado

Quien preguntaba era un joven. De complexión media. Un poco alto. Se notaba que hacía ejercicio. Sus ojos azules como el mar y cabello dorado. Sus ojos…

Sus ojos se me hacían familiares.

- ¿Quién pregunta? – apagué el cigarrillo

- Mi nombre es John

Levanté una ceja. - ¿Te conozco?

- No. no lo creo – el joven parecía un poco nervioso

Pero de un momento a otro, su expresión cambió. Toda la incertidumbre que vi en su rostro se esfumó para darle paso a la seguridad.

- Pero tenemos que hablar – me miró seriamente

Me reí. – No te conozco. No tenemos nada de qué hablar – comencé a caminar

- Espera – dijo a mis espaldas. Seguí caminando – Marcus Kepler** – me detuve

El corazón comenzó a acelerarme un poco - ¿Lo conoces?

- No tengo idea de quien estás hablando – dije sin girarme. Continúe caminando.

- Soy John Kepler – nuevamente me detuve – Y Marcus Kepler es mi padre – la sensación comenzó a invadirme de nuevo.

Mi corazón se aceleró. Mis manos comenzaron a temblar. Abrí desmesuradamente los ojos.

No podía ser.

Me giré para mirarlo. El chico seguía parado en el mismo lugar, observándome con una expresión que esperaba mi reacción.

- Yo soy tu hermano

Y mi mundo comenzó a colapsar nuevamente.


*Hace tiempo que leí el libro, por lo que no recuerdo si menciona los apellidos de Maya y sus hermanos, así que lo dejé en Smith.

**Tampoco recuerdo si menciona los nombres de los padres, por lo que los inventé.

Este fanfic surgió gracias a la pregunta ¿qué hubiera pasado si ellos se hubieran reencontrado con su padre? Me tomó varios días pensar en una respuesta y al fin la encontré. Con todo lo sucedido dentro del libro, considero que esta historia podía ser uno de los mil escenarios que van acordes a los sucesos que se mostraron en la trama.

Si no has leído el libro, ¿qué estás esperando? Es muy bueno, su trama te atrapa, posee buenos personajes y te da una visión de cómo viven las personas con trastornos mentales, pero te advierto que habla de incesto, si no te gusta ese tema, no lo leas. Con este libro sufrirás, ya que Tabitha no es conocida por sus finales felices.

Gracias por leer. Si te gustó te agradecería un comentario.

Nos vemos.

AS