He aquí el capítulo dos. Espero lo disfruten.


CAPITULO 2

Maya se encontraba hecha un ovillo en el suelo de su habitación. La conversación con ese chico no tenía por qué afectarle, sin embargo, lo estaba haciendo.

Años sin saber de ese hombre y ahora de la nada y de un solo golpe, reaparece en su miserable existencia.

- ¿Por qué no estás conmigo? – preguntó

Gruesas lágrimas resbalaban por sus blancas mejillas. Se abrazó a sí misma y sollozó toda la noche.

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- Soy John Kepler – nuevamente me detuve – Y Marcus Kepler es mi padre – la sensación comenzó a invadirme de nuevo.

Me giré para mirarlo. El chico seguía parado en el mismo lugar, observándome con una expresión que esperaba mi reacción.

- Yo soy tu hermano

Me quedé paralizada. ¿Qué acaba de decir?

- Sé que esto es repentino – comenzó a decir al notar que yo no mencionaba palabra alguna – Pero necesito tu ayuda – en el rostro de John se podría apreciar claramente una loca desesperación

- ¿Qué? – por fin mis labios se movieron y mis cuerdas vocales pronunciaron sonido

- Necesito tu ayuda – John avanzó un par de pasos hacía mí – Se trata de mi padre – seguí mirándolo atentamente. Tratando de procesar cada palabra – Está enfermo y necesita con urgencia un trasplante de riñón – parpadee – Se encuentra en la lista, pero no es de los primeros ya que su enfermedad no califica como urgencia, así que está en espera… - se detuvo para ver si reaccionaba.

Nada.

- Pero, si no le practican el trasplante en las próximas semanas, tiene altas probabilidades de morir, así que…

Espera.

- ¿Me estás diciendo esto porque…? – por fin reaccioné a todo

Me planté de frente a él. Borré todo rastro de sorpresa o compasión de mi rostro. Lo cambié a una coraza fría y sin emociones.

- Ustedes son sus hijos… - hice una mueca al escuchar esa palabra - …tal vez puedan salvarlo – dijo con una pequeña esperanza en el rostro

Alcé una ceja ante esto último. – Hasta donde recuerdo sólo le conocí un hijo y es todo – dije lo más duramente posible. Su reacción era de esperar, se irguió completamente, manteniéndose firme. Podía ver el apretar de su mandíbula – Que ellos lo salven – escupí

- Tú no entiendes…

- Lo que yo entiendo – le interrumpí – es que no tengo nada que ver con ese hombre. Es todo – la ira comenzaba a crecer en mi interior – Así que déjame en paz y vete por donde viniste – mi rostro decía todo, pero él no se amedentró

- Es tu padre – dijo poniendo una cara dura

Me reí. – ¿Padre? Yo no tengo padre. Por lo que a mi concierne, mi padre murió cuando yo era niña – dicho esto di media vuelta y comencé a caminar, pero me detuvo sujetándome del brazo.

- ¡No hemos terminado…! - gritó

El sonido seco de mi palma chocando con su mejilla fue lo que se escuchó por encima del ruido de la calle. Su cara estaba ladeada y yo alzaba mi mano.

La ira explotó.

- ¡No me vuelvas a tocar! – le grité bastante enojada

John sujetó su mejilla con su mano y me miró. Avancé hacia él y retrocedió. - ¡No me vuelvas a buscar! ¡Tú y yo no somos nada! ¡Ese señor no es mi padre! ¡No es nada! ¡Aléjate de mí y de mi familia! – grité bastante colérica

Estaba segura que el color de mi rostro había cambiado.

John no dijo nada más. Sólo se detuvo a observarme.

- Idiota – escupí con odio

Me giré y me alejé de él.

- Maya

¿Por qué me buscó? ¿Salvarlo?

- Maya

Nosotros no tenemos nada que ver con él, porque…

- ¡Maya! – gritaron mi nombre y volví al presente

Tres familiares rostros me observaban con preocupación y curiosidad.

- ¿Qué? – pregunté acomodando mi cabello en un vano intento por no parecer idiota

- Estabas en otro mundo – dijo Willa

- Lo siento me distraje con algunos pendientes del trabajo – dije tratando de no sonar nerviosa

Tiffin y Willa me creyeron. Me sonrieron y continuaron con la charla, de la cual no tenía ni remotamente idea de que se trataba.

En cambio, Kit me miraba intensamente. Sabía que estaba ocultando algo y sabía que era mejor que los menores no se enteraran. Pero yo sabía que ni él se podía enterar. No podía decirles que el hijo de ese hombre me buscó para pedir que lo salváramos de morir.

No quería involucrarlos en este asunto. Suficiente hemos tenido con toda nuestra vida, para que ahora nos desestabilicemos por esto.

No, definitivamente ellos no se enterarían.

Continúe la charla como si nada. Haciendo caso omiso a las miradas que me dirigía Kit. Tenía que enterrar este asunto lo más rápido posible.

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Definitivamente me tomaría más tiempo del esperado.

Estaba en la entrada de mi edificio y parado frente a mí se encontraba John. Ya me estaba cansando de esto. Me esperaba afuera del trabajo. Estaba afuera de mi departamento. Cuando iba al supermercado, ahí estaba.

Era insoportable.

- ¿Qué quieres? – pregunté con aburrimiento comenzando a subir los escalones

- Tú sabes lo que quiero – respondió simplemente

Me impidió el paso hacia la entrada y lo miré molesta.

- Ya sabes la respuesta, ahora lárgate – nuevamente la sensación en mi estomago comenzaba a instalarse

- Por favor, son la última opción

Casi sonaba suplicante. Casi me creo lo suplicante que sonaba. Casi accedía.

Comencé a reír con sorna. - ¿Última opción? – me crucé de brazos – Tu padre ya se encuentra en la lista de espera, lo único que tienes que hacer es esperar

- Él no puede esperar – respondió enseguida

- Me importa un carajo si espera o no – intenté avanzar hacia un costado, pero John nuevamente me impidió el paso – Escucha. Es la última vez que te lo digo, déjame en paz o…

- John – escuché a mis espaldas una voz de mujer

Al girarme me encontré con dos pares de ojos que iban de John a mí y viceversa.

- ¿Ella es? – preguntó con precaución en su tono

John bajó las escaleras rápidamente y se situó al lado de ella, observándome. – Sí – dijo simplemente

La observé como ella a mí. Era joven, más joven que Willa, tendría unos 15 años. Era de estatura media, acorde a su edad, pero se veía que tenía potencial de crecer más. Tomó el brazo de John, temiendo, como si la fuera a atacar en cualquier momento.

Puse un rostro neutral. No me interesaba cuantos podrían llegar a ser.

Pase la vista al joven que se encontraba detrás de ella. Él me miraba con la misma expresión que yo tenía, sin emoción.

No me quitaba la vista de encima y al cabo de unos segundos, habló.

- John, te dije que no hicieras nada de esto, ¿Por qué nunca escuchas? – le reprendió mirándolo

Al parecer él era mayor, pero parecía de mí misma edad. Algo no concordaba.

John lo miró enojado. – Si tú quieres quedarte sentado viendo como muere nuestro padre, allá tú, pero yo no puedo quedarme de brazos cruzados sin hacer nada

La chica comenzó a llorar.

- ¿Enserio? – el mayor se cruzó de brazos y su expresión se volvió más dura - ¿Y ya aceptado? – John se contuvo de decir cualquier cosa y giró el rostro enojado - ¿De qué sirvió si ella no ha aceptado? – me miró

Por su expresión seguía molesto. Pero ¿Con quién? ¿Con John por desobedecer? ¿Conmigo por no aceptar? ¿O con él mismo por no buscarme primero? Cualquiera que fuera no estaba interesaba en averiguarlo.

Bufé. – No tengo tiempo para esto – dije y comencé a caminar hacia mi entrada

- Espera – dijeron detrás de mí. Me giré y ahora todos me miraban, esperando algo. El mayor quería hablar, pero me adelanté – La respuesta es no – eso lo molestó – Ya se lo dije a tu molesto hermano – ese chico bufó – Yo no tengo nada que ver con ese hombre, así que no me busquen más – me di media vuelta, pero nuevamente tuve que girarme porque alguien volvió a hablar

- Está muriendo, son la única alternativa

Sonreí.

- No lo creo

- No lo entiendes – dijo el mayor y eso sí me sorprendió – Si no consigue el riñón en…

- Todo eso ya lo dijo él – señalé a John – la respuesta sigue siendo la misma. No

Sus rostros cambiaron un poco. En especial la de los varones. Estaban enojados.

- Si ustedes son compatibles, pueden donarle un riñón – dijo el mayor

- ¿Y qué ganaríamos con eso? – pregunté

- ¿Eso era todo? – preguntó el mayor como si el problema ya se hubiera solucionado – Si quieren dinero, les pagaremos, podemos ofrecerles una buena cantidad de…

- No quiero tu dinero – escupí

Ahora fue su turno de reír un poco. – Todos tienen un precio

- Nosotros no. Yo no

Él se quedó callado. Sabía que estaba caminando en terreno desconocido y no sería bueno explorarlo de un solo golpe.

- Ya me cansé de esto – dije finalmente – Váyanse y no me busquen más o llamaré a la policía por acoso y no estoy bromeando – finalicé al ver las expresiones escépticas

Eso fue suficiente para que los menos se asustaran un poco.

- Adiós – dije entrando al edifico y desapareciendo por las escaleras.

¿Ayuda? Que se pudra en el infierno.

.

Mi celular comenzó a vibrar, lo ignoré mientras tecleaba algo en la computadora.

- ¿No vas a contestar? - preguntó mi compañera de al lado

- No - respondí sin verla

- Bueno – ella siguió con lo suyo

Pasó menos de un segundo cuando volvió a entrar otra llamada. Lo tomé y lo coloqué boca abajo. No necesitaba ver la pantalla para saber de quien se trataba.

Hace una semana que tuve el gusto de los que pudieron haber sido mis hermanos. Hace una semana que los amenacé con llamar a la policía. Hace una semana que no me habían vuelto a buscar, pero las llamadas no dejaban de entrar.

A la tercera llamada de la mañana apagué el celular. Estaba cansada de esta situación.

Recargué mis codos sobre el escritorio y tomé mi rostro entre mis manos. Sólo quería que todo se fuera al carajo y poder descansar unos momentos a solas.

¿Era mucho pedir?

.

- ¿Estás bien? - preguntó mi compañera - Te noto un poco enferma

Era nuestra hora de comer. Habíamos salido a un restaurante bonito y barato.

- Estoy bien - respondí sin muchos ánimos de platicar

- Deberías de tomarte unos días. Se ve que te hacen falta

Primero pensé que a ella no le tenía porque importar, pero después pensé que me lo decía porque genuinamente estaba preocupada por mí. En un gesto por no parecer una hija de puta, le sonreí.

- Estoy bien – dije tratando de que mi sonrisa se viera genuina - Sólo me hace falta recuperar unas horas de sueño. Es todo.

- Si tú lo dices - comenzó a enfocarse en su plato y yo estaba agradecida por eso

La imité y comencé a comer sin muchas ganas.

- Oye

- ¿Qué? - pregunté sin levantar la vista

- Hay un chico que nos ha observado todo el tiempo, ¿lo conoces?

Me congelé. Me giré lentamente y lo vi. Sentado a un par de mesas estaba John, observándome sin parpadear.

Ese hijo de puta.

Respiré calmadamente para no perder el control. Miré a mi compañera que estaba comenzando a asustarse.

- Sí - dije sin muchas ganas – No te preocupes. Yo lo arreglo – me levanté - Será mejor que regreses sin mí, esto va para largo – le comenté sin esperar respuesta, me dirigí directamente hacia John.

- ¿Qué quieres? ¿No te quedó claro la última vez? - pregunté seriamente sentándome frente a él

- Te necesitamos – dijo simplemente

Bufé. - Ustedes no me necesitan - puntualicé - Sólo necesitan mi riñón - sonreí con sarcasmo

John se removió incomodo en su lugar. Había dado en el clavo.

- Escucha – dije suspirando – Ese hombre...

- Es mi padre – me interrumpió - Claramente no lo fue contigo – me recargué totalmente en el respaldo de la silla

Eso ya lo sabía. Pero escucharlo de otra persona hizo que mi pecho se acongojara.

- Y lo lamento – me sorprendieron sus palabras ¿Él lo sentía? - Nos hemos enterado de tu existencia hace sólo un par de semanas, aproximadamente un mes – ahora estaba estupefacta con lo que estaba diciendo – No sabíamos que ustedes existían hasta que mi padre lo confesó - a este punto, John se veía afectado por el tema – Al principio no lo creíamos. Pensamos que era un malentendido, que mi madre lo dijo por rencor…

Alcé una ceja, ¿rencor?

- …así que no le tomamos mucha importancia, pero cuando enfermó – su expresión se volvió de la de alguien que ha estado sufriendo – primero, fueron los tratamientos, luego la hospitalización. Agotamos todas las salidas, hasta que no quedó más opción que la de trasplante. Lo colocaron en la lista, pero el tiempo corría. Todos nos ofrecimos como voluntarios, pero – John sonrió con nostalgia – no compartimos el mismo tipo de sangre, ¿entiendes?

No lo podía creer, pero no cambié mi expresión ni un milímetro.

- Ahí fue cuando nos dimos cuenta de que quizá la idea de que papá tuviera otra familia no parecía tan loca – me sonrió con lástima – Empezamos a indagar, más bien yo – su vista se posó en la taza de café que sostenía en las manos, perdiéndose en los lejanos recuerdos – comencé a investigar su pasado y sabrás la sorpresa que me llevé cuando me enteré que tenía 5 hermanos mayores…

Al decir 5, mi pecho se encogió.

- …de los cuales no sabía nada ni del porque se borraron de la vida de mi padre – John me miró y pude distinguir todo el dolor que estaba ocultando – Después les conté a mis hermanos. Al principio también les costó trabajo aceptarlo, pero cuando descubrimos que ustedes tenían más probabilidades de tener su misma sangre no perdimos más tiempo, tomamos un avión y…

- Y ahora están aquí rogando por un maldito riñón – completé su oración

Él no respondió. Simplemente asintió con la cabeza.

- Sé que se debe de ser un gran hijo de puta para abandonar a tus hijos de esa manera.

¿Qué?

- Sí. Sabemos que fue lo que pasó cuando los dejó aquí – aclaró John cuando mi expresión lo dijo todo – Pero es mi padre – sonaba afligido – Ese tipo me compraba juguetes, me dejaba en la escuela. Me acompañaba a los partidos de futbol, a las competencias de surf. He visto a ese hombre darlo todo por mí, una y mil veces – se limpió rápidamente unas lágrimas que alcanzaron a salir de sus ojos – Ese hombre daría todo por nosotros, que yo no de lo mismo por él es algo impensable.

Mi corazón se encogió.

- Sé que no tienes porque acceder, pero te lo ruego, es mi padre del que estamos hablando, tú o alguno de ustedes es la única salida, por favor – a ese punto, John ya no pudo más y se desmoronó en esa silla

Los demás comensales lo observaban curiosos. En cambio, yo no sentía absolutamente nada. Ese cuento del padre perfecto era bueno, pero…

- Lo lamento – dije y él alzó la vista – Pero como dices ese hombre fue un padre perfecto para ti. Nunca lo fue para ninguno de nosotros. Lo lamento – dije levantándome y tomando mis cosas

- Espera, por favor

- Lo lamento

Seguí caminando cuando los llamados de John se hacían cada vez más fuertes. No miré atrás.

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Caminaba de un lado a otro por toda mi habitación. Mi respiración no se calmaba. El corazón no paraba de latir con fuerza. Comenzaban a sudarme las manos y sentía un malestar por todo el pecho.

- No, no, no – repetía una y otra vez sujetándome de la cabeza – Cálmate Maya, cálmate – comencé a respirar pausadamente

Necesitaba controlarme. Necesitaba calmarme. Había tenido crisis antes, pero definitivamente esta era la peor de todas. Iba en aumento.

Todo por culpa de ese bastardo.

Todo estaba bien hasta que su estúpido hijo apareció y dijo toda esa mierda.

- No, no, no… - seguía caminando por la habitación

La ansiedad no se calmaba. ¿Qué tenia que hacer?

Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos. Un hipido salió de su boca y dos segundos después esas lágrimas caían por sus mejillas.

- Lonchan, ¿Qué tengo que hacer? – preguntó sin obtener una respuesta

Su llanto comenzó a tomar fuerza y así, sola en su departamento, Maya lloró hasta quedarse dormida.

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- ¿Qué pasa Maya? – preguntó kit tomando asiento frente a ella

Maya le había hablado muy temprano solicitándole verle hoy. Kit había accedido y se habían reunido en su departamento. En cuanto vio a Maya supo que algo andaba mal. Su estado es deplorable. Enseguida se preocupó, pero al parecer ella no quería hablar aun, así que la invitó a su departamento. La guio hasta el sofá de la sala, le ofreció un té y después silencio hasta que él habló.

- Maya – la llamó

Ella miraba a algún punto de la habitación. Su mirada era distante. Kit notó que se abrazaba así misma.

- Maya

Kit tomó su mano y fue entonces que ella reaccionó. Un balbuceo salió de su boca. Maya cerró los ojos, respiró profundo y se dispuso a hablar.

- Él vino a buscarme – dijo quedamente

Kit frunció el ceño. - ¿Quién vino a buscarte Maya?

- Su hijo

- ¿Hijo de quién?

- Su nombre es John, es el hijo de en medio – continuaba diciendo volviéndose a perder en la nada

- Maya, ¿de quién rayos estás hablando?

- Me busco porque ese hombre está enfermo

- Maya – Kit comenzaba a perder la paciencia. Maya no le aclaraba nada - ¿Quién es…?

- Nuestro padre – soltó

Kit guardó silencio. Miraba a Maya y ella lo miraba a él.

Hace mucho tiempo que Kit no había escuchado esas palabras juntas. La palabra padre era común, todo mundo tenía uno, pero nuestro, no era algo que escuchaba desde su infancia.

- ¿Cómo…?

- Está enfermo – dijo Maya – O por lo menos, eso fue lo que me dijeron sus hijos

- ¿Hijos? – Maya asintió – Tiene tres

Nuevamente silencio.

- ¿Y que quieren? – preguntó

Maya lo observó. Si no conociera también a su hermano pensaría que este tema no le importaba, pero, al contrario, le importaba demasiado, pero a esta altura, más que preocupación o alegría, Kit quería dejar el asunto bien enterrado.

No le importaba en lo más mínimo ese sujeto.

- Un riñón

- ¡¿Qué?! – ahí estaba. La expresión encolerizada de Kit - ¡Que se vayan al carajo! ¡Hay una lista para eso!

- Está en ella – Maya ya no se encontraba en su mundo, ahora toda su atención estaba en Kit. En que no perdiera los estribos.

- ¿Entonces qué mierda quieren? – Kit se levantó y comenzó a caminar un poco desesperado por la habitación

- La lista avanza lento – Maya lo observaba desde el sofá – Ellos no son compatibles con él, así que sugieren que uno de nosotros…

- ¡No! – le cortó Kit - ¡No…! – Kit se contuvo. Cerró los ojos y comenzó a contar mentalmente – Ninguno de nosotros donará algo así – dijo ya más calmado

Kit suponía que Maya, su hermana mayor, estaría de acuerdo con él, pero ella se quedó en silencio ante sus últimas palabras.

- Maya, ¿no estarás pensando en…? – al no ver la negativa en ella, nuevamente se comenzó a molestar – Maya, ¿Por qué?

De repente, toda la ira que había sentido Kit se esfumó. Fue como si se la hubieran succionado de un solo golpe. Su pecho ya no se sentía caliente, su ritmo bajó y ahora sólo estaba en un estado de calma. No lograba comprenderlo, pero estaba agradecido con eso, de otra forma, unos cuantos golpes se hubieran reflejado en la pared.

- ¿Qué piensas? – le preguntó a su hermana después de todo

Maya dudó, pero al final respondió: - Sé que es un gran hijo de puta – Kit la escuchaba atentamente – Sé lo que nos hizo, sé cuanto sufrimos por su culpa, pero…

- ¿Pero? – la animó a continuar

Maya se mordió el labio inferior. – Pero, ¿estaremos haciendo lo correcto al negarnos? – Maya estaba bastante nerviosa y se puso más cuando no recibió respuesta inmediata de Kit.

Él sólo la observaba desde donde estaba parado. Su mirada no decía nada. No se mostraba molesto o triste. No mostraba nada.

- ¿Lo crees?

- Pues…

- ¿Crees que lo correcto sea darle a ese hijo de puta la oportunidad de vivir cuando en su momento a él no le importó que nosotros viviéramos?

Las palabras de Kit eran claras. Para él era lo correcto.

Con un suspiro la llamó. – Maya – dijo cuando se sentó en la mesa de centro, frente a ella – Te conozco lo suficiente para saber que sí lo crees correcto, lo harás. Eres justa con quien se merece justicia, no es propio de ti dudar y este tema, no es para ponerte en duda, lo sé – Kit la tomó de las manos – Maya, ¿qué pasa?

La mirada de Kit mostraba más preocupación que cualquier mirada que haya visto Maya en el pasado.

- ¿Es por él? – preguntó sacando a Maya de sus cavilaciones

De pronto, la presa comenzó a producir agua. Una vieja grieta emergía en su pecho. Y explotó.

Las lágrimas comenzaron a caer, una por una. De repente, Maya se vio en vuelta en los brazos de Kit, quien la apretaba fuertemente contra su pecho. Ella no tenía ni idea en que momento su llanto se volvió incontenible y tampoco tenía idea de lo que decía Kit, pues no lo escuchaba bien, pero al parecer, trataba de calmarla.

- Kit – lo llamó cuando el llanto se calmó. Kit se separó de ella y la miró fijamente – Tienes razón. Este caso es claro para mí. Yo no le daría mi riñón a ese sujeto – Kit asintió – pero luego recuerdo lo que él diría. Lo que pensaría de esta situación y lo que él haría.

Kit quedó pasmado.

- Y estoy segura que a él se molestaría al principio, pero al final…

- Terminaría aceptando – dijo Kit por ella

Maya asintió y nuevamente comenzó a llorar. Kit la consoló. Así duraron varios minutos más.

- Yo… yo no puedo dejar de pensar que por más molesto que haya estado con ese hombre, Lochan le hubiera dado una segunda oportunidad y me odio por pensar que eso es una decisión estúpida. Ese hombre nos abandonó, no se merece que nosotros le demos esa segunda oportunidad, pero…

- Pero Lochan estaría seguro de esa oportunidad, ¿verdad? – ahora Kit era el que se perdía en los recuerdos - ¡Agh! – se despeinó un poco, para luego reír sin sentido – Lochan se hubiera enojado al escucharnos decir esto

- Definitivamente

- Pero te equivocas en una cosa Maya – ella lo miró atentamente – Lochan hubiera estado en contra de eso, pero él sabría que ese sujeto no tiene una segunda oportunidad

Las palabras de Kit la desconcertaron.

- Al menos no con nosotros

Kit tenía razón. Lochan hubiera perdido la razón momentáneamente para luego tranquilizarse y pensar las cosas fríamente. Si alguien sabía todo lo que pasó ese día, ese era Lochan.

Sonreí.

- Tienes razón – Maya sonrío un poco – Él hubiera dicho algo como, ese imbécil no nos merece – la sonrisa de Maya se volvió más nostálgica, pero ya no sentía esa opresión en el pecho.

Ella ya sabía que hacer.

- Tenemos que reunirnos – dijo de pronto

- ¿Enserio? – Kit estaba sorprendido

- Sí – Maya se levantó del sofá

Kit ahora no comprendía el comportamiento de Maya. - ¿Por qué? – preguntó

Maya ya estaba en la puerta, pero se detuvo para ver a Kit. – Es una decisión que nos concierne a todos. Lochan no los dejaría de lado, ni yo tampoco. Somos familia – Maya tomo de la mano a Kit

Kit sonrió. – Entonces vamos

Y así, ambos jóvenes partieron hacia donde Tiffin y Willa.


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Nos vemos

AS