¡Mei esta historia es para ti! ¡Feliz cumpleaños!


Narciso.

Comúnmente le pasaba que, cuando se veía en el espejo, sentía como si algo del otro lado que no era su reflejo, le devolviera la mirada.

Constantemente se consideraba una especie de demonio, su opinión sobre sí mismo nunca fue la mejor. Pero de alguna forma, siempre, sentía en la mirada de su reflejo mucho cariño.

"No es mi reflejo" Se corregía en cada ocasión.

Y esa corrección lo llevaba a preguntarse ¿quién lo vería con tanto cariño? ¿quién podría ser capaz? Sin duda algo que no existía o no lo conocía lo suficiente.

Había veces en las que se miraba al espejo por largos periodos de tiempo. No porque le gustara su reflejo, en realidad, no encontraba nada interesante en él. Si no, porque esa mirada que escudriñaba en su mente, le resultaba intrigante.

La constante búsqueda por la mirada de aquello que habitaba los espejos lo hicieron recordar a Nietszche. De ese modo, decidió compartir su pensamiento con lo que estuviera ahí:

"Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti"

Creyó escuchar su voz diplofonada, pero era imposible.

— Viéndome al espejo tanto tiempo me hace pensar en Narciso. Pero a diferencia de él, yo no me estoy viendo a mí— explicó.

Colocó su mano sobre la superficie lisa del espejo. Casi pudo sentir calor en ella.

— Es el espejo igualando mi temperatura — desechó de inmediato.

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Entre más pasaba el tiempo, comenzaba a sentir que era observado desde el espejo y ya no solo cuando él mismo estaba viéndose. Lo sentía más en dos situaciones: cuando estaba resolviendo algún problema y cuando se bañaba.

— ¿Estás ahí?

No recibió respuesta.

— Ojalá pudiera verme a mí mismo como siento que me ves.

Sonrió con amargura. Quizá, comenzaba a enloquecer.

Con eso en su mente, se dirigió a la cama y se recostó a dormir, con mil ideas revolucionando en su cabeza. Las cuales, lo llevaron más tarde que pronto al mundo de los sueños.

Ahí, se vio a sí mismo frente al espejo, pero su reflejo no estaba en él. En su lugar, estaba un hombre que parecía ser producto mismo de la noche, sus ojos azules como el océano estelar, el cabello negro y la piel lunar. Llevaba un traje a rayas y un violín en mano. Al contacto con su mirada, supo de inmediato que era la persona que lo veía desde los espejos. La calidez de su mirada le era irresistible.

— ¿Por qué siempre me ves así?

— ¿Cómo?

Por un momento sintió algo de vergüenza de decirlo, era colarse muy profundo en su interior, no obstante, algo le inspiraba esa persona a ser sincero. Podía darse ese permiso.

— Con cariño. Como si me conocieras.

— La pregunta aquí es, ¿por qué tú no te ves a sí, Liam?

— Debes haberme observado por mucho tiempo si conoces mi nombre, ¿Señor…? — desvió la conversación.

— Sherlock — completó, siguiendo su línea de pensamiento sin tocar aquel tema evadido — Aunque tú no te llames a ti mismo, cuando viene de visita tu hermano, él lo hace por ti.

— ¿Y? ¿Por qué decidiste aparecer hasta ahora?

— Porque apenas tú decidiste hablar conmigo. En mi mundo, tenemos…reglas.

— ¿Reglas?

— Sí, pueden ser un fastidio. Yo no puedo establecer el primer contacto, soy un reflejo, pero me va mejor que a los habitantes del Eco.

— ¿Cómo la ninfa que repetía lo último que decía Narciso?

— Esa misma. Se volvió la madre de todas las reverberaciones.

— Parece difícil hablar con alguien fuera de tu mundo. ¿Por qué no hablas con alguien que viva en él?

— ¡Porque son aburridos! — dijo girando los ojos, como si fuera lo más obvio del mundo.

— ¿Y te entretiene más verme resolver problemas matemáticos?

— Un poco, sí.

— O verme mientras me desnudo para bañarme — presionó.

Sherlock se encogió de hombros con una sonrisa pícara.

— Siempre estás en guardia. Pensaba que ahí te permitirías ser tú. Y no siempre estas resolviendo problemas matemáticos — presionó.

— ¿No? — fingió ignorancia.

— Parecen más un medio para algo. Es curioso como ciertos sucesos ocurren luego de una de tus sesiones de matemáticas.

— ¿En serio?

— Más interesante aún es el efecto de esos sucesos sobre el mundo. Liam ¿quién eres en realidad?

— Podría preguntarte lo mismo.

— No hay mucho por saber. Soy un buscador de enigmas.

— ¿Y? — le alentó a seguir.

— Mientras buscaba llegué aquí, contigo — volvió su mirada a un reloj y dijo con pesar— Ya casi es hora de que despiertes.

— ¿Volveré a verte aquí?

— No lo olvides, mi nombre es "Sherlock" — dijo posando sus labios sobre los suyos, como la caricia de una rosa.

La luz matinal que se coló entre sus cortinas, irrumpió entre sus párpados y lo despertó. Al levantarse, vio hacia el espejo y percibió su reflejo muy diferente, era él pero al mismo tiempo era como si su reflejo le regalara una sonrisa torcida y pícara.

— ¿Sherlock? — dijo su nombre

Su reflejo pronto cambió y en su lugar se presentó la imagen del hombre que se había presentado en su sueño. Los espejos naturales de la mirada solar se mostraron incrédulos por unos momentos, para después, pasar la comprensión estoica que lo caracterizaba.

— Sherly…¿Crees que Narciso realmente se haya enamorado de su reflejo…? — inquirió el enigmático sol.

Sherlock sintió unos chispazos en su estómago y en su cabeza cuando Liam le presentó tal enigma. Que supo, era una pregunta que trabajaba de muchos flancos. Y al juzgar por el tono, estaba incompleta. Si eso continuaba con:

"¿O se haya topado con alguien de tu especie?" No podría contenerse de resolver Liam. Pero tampoco estaba seguro de si lo observaba por el enigma o por algo más. Después de todo, aunque había dado una respuesta sobre la razón por qué lo observaba cuando estaba desnudo, sabía que había otras formas de saber si bajaba o no la guardia. Simplemente era que no podía apartar la mirada de él.