¡Regalo con retraso para Lybra! De repente me acordé de esta idea que ambas ideamos y decidí que debía ver la luz. :D Me apetecía mucho escribirla y vi que el primer prompt de la Kakuhida Week era "Tarot" y que era una coincidencia demasiado grande. Intenté que no me quedara muy larga, y estoy satisfecha por como ha quedado. Espero que te guste ^^

Contiene lenguaje soez y de mal gusto porque #Hidan


No falta mucho para el comienzo del programa y Kakuzu sigue sin estar muy convencido de como se dejó convencer por ese charlatán, de entre todos los charlatanes que respondieron a la oferta de trabajo de «se necesita vidente para cadena de televisión nocturna». En aquel momento le pareció el más decente, tan creyente en ese dios que tanto nombra que casi parece que él mismo se cree sus propias mentiras.

Kakuzu chasquea la lengua cuando ve a Hidan mirando su teléfono y sentado sobre la mesa aún sin camisa. O tal vez «aún» no sea la palabra apropiada, ya que antes sí que la llevaba puesta.

—Vístete— dice tomando la ropa que Hidan ha dejado, mal doblada, junto a él—. Estaremos en el aire en menos de cinco minutos.

—No— responde Hidan, sin dejar de mirar el teléfono—. Esa ropa me da mucho calor, no puedo conectar bien con Jashin si el calor me desconcentra.

Kakuzu lo mira de arriba a abajo. Definitivamente se equivocó al hacer la elección. En fin, siempre puede despedirlo y llamar a uno de los otros.

—No puedes salir en televisión medio desnudo, Hidan— dice Kakuzu y deja la camisa en su regazo.

Él levanta la vista.

—¿Y qué pasa? Son casi las doce de la noche y estamos en horario adulto. Los mocosos ya deberían haberse ido a su cama.

Kakuzu decide no insistir. De momento. Hidan no se ve del todo mal sin camisa y eso puede atraer audiencia. El audífono en su oreja está mal puesto, debió haberse movido cuando se sacó la camisa. Acercándose más a él, Kakuzu lo coloca correctamente.

—¿Qué es esto? —pregunta tomando en sus manos el colgante de plata que Hidan lleva alrededor de su cuello.

—El símbolo de Jashin.

Kakuzu lo observa en su mano. Tiene un buen diseño. Podría replicarse, se vendería bien en la Teletienda Mística. En la descripción podría poner algo sobre obtener su protección divina. Habría que presentar a Jashin al público primero, ya lo pensará después del programa. Cuando está a punto de irse a su puesto, Kakuzu divisa otro problema.

—¿Dónde pusiste las gafas radiónicas y todo lo demás?

Hidan señala a sus espaldas.

—Ahí en el suelo. Son objetos falsos que no sirven para nada. No quiero que Jashin se ofenda conmigo.

Kakuzu rodea la mesa y toma las gafas para dejarlas en su lugar, el pequeño pedestal sobre el mostrador.

—Estoy dispuesto a tolerar tus excentricidades siempre y cuando no interfieran en tu trabajo. Promocionar los artículos de la Teletienda Mística está en tu contrato — dice Kakuzu arreglando el resto de los productos en la mesa—. No se te ve demasiado urgido por vender, teniendo en cuenta que te llevas una comisión por cada venta.

Hidan salta de la mesa.

—No me importa el dinero, a Jashin se le paga en sangre —dice y agarra el incensario—. Quita esto de aquí, huele a mierda.

Kakuzu se lo arrebata de las manos.

—¡Deja eso ahí! —Exclama y se lo acerca a la nariz. No huele demasiado bien, pero tampoco tan mal—. No huele a mierda.

Con gesto contundente, Kakuzu lo coloca de vuelta donde estaba. Hidan resopla.

—Está bien, está bien —dice, torciendo el labio—, pero si Jashin decide abandonarme será sólo culpa tuya.

—Entonces finge que sigue ahí, para eso te pago —dice Kakuzu. La audacia de hablarle a tu jefe en ese tono en su primer día de trabajo—. La llamada cuesta cien ryo el minuto. Intenta alargar la llamada tanto como puedas. Tómate tu tiempo barajando o haciendo lo que tengas que hacer.

Falta un minuto. Hidan se sienta al otro lado de la mesa, el cámara lo enfoca y Kakuzu hace unos ajustes de última hora a los artículos de la mesa.

—Sandro solía vender unas quince gafas radiónicas a la semana. Veamos si puedes superarlo —dice Kakuzu y sale del escenario pero se queda cerca vigilando por si Hidan provoca algún desastre.

El estribillo de «Take a Chance on Me» de ABBA comienza a sonar. Kakuzu mantiene pulsado un botón de su audífono.

—Hidan, si puedes escucharme, hazme una señal —dice él en voz baja.

Él le da un pulgar arriba. Sin quitarle el ojo de encima, Kakuzu se cruza de brazos. Tiene un mal presentimiento, pero espera poder manejarlo bien. Sandro tenía su grupo de haters pero al menos esos también dejaban dinero al llamar. Una pena que el negocio de vender suerte lo metiera en problemas con la justicia, era básicamente como conseguir dinero por nada.

Hidan se presenta al público y lo hace mejor de lo que esperó. Kakuzu mira su reloj y le deja un minuto exacto para hablarle a los espectadores.

—Di que las líneas están abiertas —le dice a Hidan y entonces conecta con el audífono de Fuu—. ¿Hay llamadas?

—No hay llamadas de momento, Sr. Kakuzu —dice Fuu.

—Avísame en cuanto haya una —responde Kakuzu. Por un rato, observa a Hidan animar a la gente a llamar. Cuando ve que se empieza a impacientar, decide mantenerlo ocupado—. Habla de los productos de la teletienda. Los cristales. Di que ayudan a equilibrar la vibración del alma.

—Y aquí mismo tengo estos... —Hidan mira los cristales— cristales de colorines que te hacen vibrar hasta el alma. ¡Por sólo novecientos noventa y nueve ryo ahora mismo en la teletienda! ¡Kakuzu! ¿¡Dónde están esas llamadas!?

Kakuzu vuelve a conectar con Fuu.

—¿Aún no hay llamadas?

—¡Aún no, jefe! —responde la chica.

Es raro. Sandro para ese entonces tendría al menos una. Quizá la gente no se fía del nuevo vidente y todo sea dicho, Hidan no se ve como el más profesional tampoco, sin camisa y dando alaridos.

—Tendrás que hacerte pasar por una oyente, tal vez eso le de un impulso al programa —dice Kakuzu y conecta de nuevo con Hidan—. Prepárate para tu primera consulta.

—¡Atención! ¡Me informan que hay una llamada! —Dice Hidan y toma la baraja—. ¿Hola?

Kakuzu mira a Fuu metida en su cabina de cristal. La chica toma el micrófono y se lo lleva a los labios.

—¡Buenas noches! Vi que había un nuevo presentador y tuve que llamar —dice ella—. ¡Nunca me pierdo este programa!

Hidan sonríe.

—Oh, pero si eres tú, Fuu.

—Tonto —dice Kakuzu, llevándose la mano a la cara—. ¡Síguele la corriente!

Al menos, nadie debe leer los créditos del programa, o eso espera Kakuzu. Entonces Fuu ahoga un grito.

—¿¡Cómo supieste mi nombre!?

Buena salvada. Kakuzu se queda un poco más tranquilo.

—Pues, me lo dijo Jashin —responde Hidan, barajando las cartas—. ¿Para qué me has llamado?

—Quiero saber si voy a encontrar trabajo pronto —dice Fuu.

Con una sonrisa de suficiencia en la cara, Hidan comienza a colocar cartas sobre el tapete de terciopelo.

—Pero tú ya tienes trabajo, según pone aquí.

—Eso es muy cierto señor Hidan. Estoy impresionada por su conocimiento —dice Fuu y Kakuzu opina que sus dotes de actriz deben mejorar.

—Aquí veo que tu jefe es muy gruñón —dice Hidan, mostrando a la cámara el rey de bastos.

—¡Sí! Muy gruñón —dice Fuu. Kakuzu la mira, no muy seguro sobre si está actuando o no. Ella lo mira de vuelta y sonríe—. Si me estás escuchando, te queremos, jefe.

Kakuzu rueda los ojos pero decide que no le importa mientras suene creíble. Hidan sigue poniendo cartas sobre la mesa.

—Jashin me está diciendo que te quedes en ese trabajo. Ese jefe que tienes debe estar a punto de morirse de viejo, entonces podrás aplicar para su puesto.

Los ojos de Kakuzu se encienden de rabia. Este niñato va a tener que vender muchas gafas radiónicas para entrar otra vez en sus buenos libros.

Fuu comienza a hacerle señales. Una llamada a la espera.

—Despídete de ella ya, hay más llamadas esperando —le dice a Hidan por el audífono.

—¡Hasta luego señor Hidan! ¡Gracias por todo!

—¡Hasta luego! ¡Me dicen que tengo otra llamada! ¿Hola? — Dice Hidan.

Kakuzu levanta el brazo hacia Fuu y ella pasa al oyente en directo.

—Buenas noches —dice una voz masculina.

—¿Con quién estoy hablando? —pregunta Hidan, barajando las cartas.

—Con Shikamaru —responde el oyente.

—¿Y para qué me necesitas esta noche, Shikamaru?

—Quiero saber sobre la salud de mi padre.

Hidan comienza a sacar cartas del mazo y a colocarlas sobre el tapete de una manera específica.

—A ver... —Hidan saca unas cartas más—. Aquí veo problemas de riñón, pero nada grave.

—Está muerto —dice Shikamaru.

—¿Mmh? —murmura Hidan.

—Mi padre está muerto, farsante, estafador. Una pena que tu dios no te haya informado de eso. Ahora todo el mundo ha visto el fraude que eres.

La llamada se corta.

—Continúa como si nada —dice Kakuzu al micrófono—. Este tipo de gamberradas pasan a menudo. Dale las gracias por llamar y a otra cosa.

—Gracias por su llamada —Hidan ríe con frialdad mientras recoge las cartas esparcidas por el tapete—. Ya lo sabía. Sabía desde el momento en que te escuché que eras un ¡mamarracho! —grita el insulto mirando a la cámara.

—No grites en directo, Hidan —dice Kakuzu.

—¡Si no te dije nada es porque mi jefe me está obligando a ser amable! ¡Encima has malgastado dinero llamando así que yo gano! —continúa diciendo Hidan, dando un golpe en la mesa—. ¿Además sabes qué? ¡Te voy a maldecir! ¡Por hacerte el listo conmigo! ¡Te voy a poner una vela negra que te vas a acordar de mí toda tu vida! ¡Basura!

Con ademán violento, Hidan saca una vela negra de debajo de la mesa y la enciende.

—Deja de perder el tiempo en eso y habla de los inciensos —dice Kakuzu. Fuu le está haciendo señas sobre otra llamada—. Ponlos en espera mientras Hidan promociona los productos.

Un minuto más o menos bastará. Más es arriesgado, muchos llamantes cuelgan si no les atienden rápido.

—Buenas noches —dice Hidan, cuando Kakuzu le anuncia la nueva llamada. Por unos segundos no se escucha nada—. ¿Hola?

—Hola —es una voz de chica. Después del saludo dice algo que ninguno de los dos entiende.

—No te escucho una mierda. ¿Cómo te llamas? —dice Hidan.

—¡Lo siento! Mi nombre es Hinata.

—¿Cuál es tu pregunta a Jashin, Hinata? —Dice Hidan mientras baraja.

—Me gustaría saber si, um, el chico que me gusta se va fijar en mí algún día —dice Hinata —. Por favor.

Hidan repite el procedimiento de sacar cartas del mazo y dejarlas sobre el tapete.

—Aquí dice —comienza a decir, con el ceño fruncido—, que el chico que te gusta no se fija en ti porque ¡tú finges que no lo conoces cada vez que lo ves! ¿¡Cómo quieres que se fije en ti si ni siquiera te atreves a mirarlo!?

—¡Lo siento! —dice la chica.

—No ofendas a los televidentes — dice Kakuzu.

—De acuerdo, de acuerdo, es sólo que me cabrea la gente como ella.

—¡No hables conmigo mientras estamos en directo! —Exclama Kakuzu, demasiado alto tal vez, pues Hidan hace una mueca—. Ofrécele un descuento en la Teletienda Mística como disculpa.

Hidan resopla.

—Hablaba con Jashin. Mira niña, ese tipo nunca se va a fijar en ti si no tienes confianza en ti misma, pero te voy a decir como solucionar eso —dice y de debajo de la mesa saca la vela en forma de pene—. Compra esto en la Teletienda Mística, la dirección está en la pantalla abajo. Llévalo a todos lados contigo en el bolso, ya verás como te lo ligas.

—¡Pero señor Hidan! — dice Hinata.

—Además, si llamas ahora te hacemos dos por uno para que te vaya el doble de bien — Dice Hidan, pasando los dedos por el tronco venoso de la vela—. Hazme caso y en un par de semanas me vuelves a llamar y me cuentas si te lo has cogido o no.

—Hidan, sé que estamos en horario de adultos pero córtate un poco con las groserías —Dice Kakuzu. Fuu está en la centralita telefónica riendo a carcajadas.

—¡Lo siento, jefe! Hidan es mucho mejor que Sandro. La audiencia está subiendo y tenemos varias llamadas en espera —dice ella.

Kakuzu revisa los datos del programa en la tableta y ve que es cierto, la audiencia está subiendo un poco más de lo normal y se han vendido unos cuantos de esos penes de cera. La chica parece haber colgado pero ya no importa. Cumplió su función.

—Siguiente llamada. Guarda ese pene ya —dice Kakuzu mientras le hace una seña a Fuu.

—¡Buenas noches! —Exclama el nuevo llamante—. Y antes que nada, decir que el arte es una explosión y que quien no esté de acuerdo se equivoca.

—Erm... ¿Okey...? —Dice Hidan, poniendo cara rara—. ¿Y tú como te llamas?

—Gaara, hm. Gaara de la Villa de la Arena.

—¿Y qué problema tienes, Gaara?

—Pues, a veces siento algo muy poderoso dentro de mi cuerpo.

Otra broma telefónica. Es más, Kakuzu está seguro que ha escuchado esa voz antes y que pertenece a uno de los bromistas habituales de los que molestaban a Sandro. Está a punto de avisar a Hidan de que le siga la corriente para alargar la llamada en lugar de enojarse, cuando lo ve sacar cartas del mazo. Ni siquiera se ha dado cuenta que el tal Gaara le está tomando el pelo. Kakuzu lo observa muy concentrado, ceño fruncido mientras observa el tapete, intentando descifrar las cartas.

—Mal, muy mal. Estás poseído por una presencia maligna. ¡Un demonio! —Hidan mira atentamente a la cámara y luego sigue sacando cartas—. Hay que hacerte un exorcismo cuanto antes. Yo mismo puedo hacértelo por sólo cinco mil ryo. Sólo tráeme un conejo vivo y yo me encargo del resto. Puedes reservar la consulta en la Tienda Mística.

Gaara ríe.

—Bueno, no está mal —dice, burlón—. No era un demonio sino un... Mmmmh... Un consolador. Como esa vela que has sacado antes y que seguro te has metido por el culo, porque ya no la veo, hm.

La llamada se corta, pero Hidan sigue dejando cartas boca arriba sobre la mesa.

—Escúchame bien, Gaara. En estas nuevas cartas que he sacado dice que vas a morir. Vas a morir porque eres ¡basura y te voy a maldecir igual que a la otra basura! —Hidan saca dos velas negras de debajo de la mesa—. Para que veas que de mí no se ríe nadie, no una, sino dos velas negras. ¡Negras como el futuro que te viene!

—Hay llamadas esperando, olvídate de ese gamberro —dice Kakuzu.

—¡Por cierto, las cartas también dicen que te van a romper el culo con una verga así de grande! —Agrega Hidan, extendiendo mucho los brazos.

—¡Siguiente llamada, Hidan! —exclama Kakuzu.

—¡No me chilles al oído o te pongo una vela negra a ti también! —dice y Kakuzu niega con la cabeza—. Fuu, pásame la siguiente llamada. ¡Hola!

Se escucha un sonido estático.

—Hola —dice la voz masculina al teléfono.

Kakuzu la reconoce de inmediato como la del tipo que llamó al principio. Hay más llamadas en espera de las que nunca tuvo Sandro. Posiblemente todos se estén intentando reír de Hidan. Una idea se forma en su cabeza.

—¿Nombre? —dice Hidan, recogiendo las cartas de mal humor.

—Shikamaru.

—¿Y qué vas a preguntarme?

—Quiero saber si voy a tener novia pronto.

Hidan saca una carta del mazo pero se congela en mitad del movimiento.

—Un momento —dice, entrecerrando los ojos—. ¡Yo sé quién eres! ¡Eres la basura que me ha llamado al principio!

—Vaya —responde el tal Shikamaru—, te has dado cuenta antes de lo que calculé.

Kakuzu observa como Hidan se va poniendo más y más rojo, como si estuviera a punto de explotar.

—¿¡No tienes nada mejor que hacer, niñato!?

—No voy a parar hasta que no dejes de estafar a la gente. ¡Jashin no existe y tú eres un fraude! —exclama y cuelga.

Hidan hace un gesto a la cámara.

—Mira, ya me tienes hasta las pelotas —dice, sacando algo de su bolsillo. Kakuzu nota que es un trozo de papel. Luego saca un alfiler y se pincha un dedo. A él le queda claro del todo que no está muy bien de la cabeza, pero las cifras de audiencia siguen subiendo, las velas con forma de pene vendiéndose y eso es todo lo que importa. Hidan escribe unos cuantos símbolos con sangre y quema el papel a la llama de una de las velas—. ¡Y con respecto a tu pregunta, sí vas a conseguir novia, pero te va a poner los cuernos con otro y te va a dejar! ¡Después una piraña se va a comer tus pezones! ¡Y la piraña se va a morir por comer basura!

Hidan se quita un zapato y lo tira a la cámara. La imagen cambia de ángulo a un punto indeterminado de la pared. Kakuzu hace un gesto a Fuu.

—Publicidad —dice y camina hacia el plató—. Más te vale no haberme roto esa cámara.

—Sí, sí ya lo sé, me vas a despedir si no me comporto. Pues me suda la polla —dice Hidan, gesticulando con las manos.

—En realidad, creo que lo estás haciendo bien —dice Kakuzu.

La mirada desafiante de Hidan cambia a incrédula y desconcertada.

—¿En serio?

Kakuzu se coloca a su lado y pone la tableta frente a ambos.

—Mira esto, es el gráfico de audiencias —dice, siguiendo la línea ascendente con el dedo—. Voy a subir tus vídeos a internet, se van a hacer virales y tú te vas a hacer famoso.

Hidan sonríe ampliamente.

—Eso suena bien, expandir la palabra de Jashin.

Los técnicos lo avisan de que la cámara no ha sufrido daños.

—Vuelve a tu puesto y no vuelvas a tirar zapatos o cualquier otro objeto a mis cámaras. No importa como de molestos sean los oyentes —dice Kakuzu.

El estribillo de "Take a Chance On Me" vuelve a sonar. Hidan se sienta a su puesto y Fuu pasa otra llamada a directo.

—Soy Gaara y ese tal Gaara que ha llamado antes no era yo —dice una voz que Kakuzu no reconoce.

—Hm... Eso es normal —dice Hidan, sin ni siquiera utilizar sus cartas—. La pérdida de memoria es un síntoma común en las posesiones demoníacas pero ya te dije como arreglarlo. Tráeme un conejo, uno bien gordo también unas hojas de laurel y un poco de sangre humana para mayor efectividad. Si no eres capaz de conseguir sangre humana podemos hacerlo por ti, pero te va a costar unos cinco mil ryo extra.

—¡Ya dije que no era yo! ¡En serio! ¡Mi hermano y mi hermana no paran de reírse de mí por lo de la verga gigante! ¡Quien quiera que sea que haya llamado en mi nombre, quiero patrocinar una vela negra para él! —exclama Gaara.

Kakuzu ve ahí una oportunidad de negocio.

—¡Cierra la puta boca! ¡Ya me cabreaste y ahora te voy a dejar el demonio dentro, por retrasado! ¡Cómeme las pelotas! —Hidan se sube a la mesa, se baja el pantalón y enseña los genitales a la cámara—. Las dejaré ahí cerca para que las puedas chupar mejor.

—¡Hidan, bájate de ahí! —dice Kakuzu—. Esa es una buena idea, anuncia que si compran una vela negra en la Tienda Mística para alguien que les caiga mal, puedes encenderlas en directo.

El anuncio va bien, y por unas cuantas llamadas no hay incidentes. Un telespectador patrocina una vela negra para su cuñado y otro para su jefe. La mesa está tan llena de velas negras encendidas que a penas hay sitio para las cartas. Kakuzu sólo espera no tener que llamar a los bomberos.

—¡Atención, ultima llamada de la noche! —dice Hidan—. Hola, ¿con quién hablo?

—¡Hola! Soy... Me llamo Obi- digo, Tobi. Quiero saber si la chica que me gusta me corresponde —dice y se escucha una risa—. Sabes, no quiero hacer el ridículo al declararme.

Hidan baraja el mazo.

—Otro enamorado gallina que no tiene pelotas a declararse. ¿Y como se llama ella? —pregunta, sacando una carta tras otra.

—¡Se llama Rin! ¡Deberías conocerla! ¡Es la chica más linda y amable y simpática del mundo!

Él no responde a eso, pero mira las cartas con el ceño fruncido.

—La chica que te gusta se va a morir pronto —dice al fin.

—¿¡Qué!? ¿¡Cómo que se va a morir!? —grita el tal Tobi—. ¡Eso no puede ser! ¿¡Estás seguro!?

—¡Lo estoy porque las cartas lo dicen! —responde Hidan, dando unos cuantos golpes a la mesa.

—¡No te creo! ¡Rin no se puede morir! —dice Tobi, y parece que casi fuera a echarse a llorar.

Hidan fulmina a la cámara con la mirada.

—¿¡Estás dudando de mí!? ¡Pues cómeme las pelotas tú también! —dice, posiblemente buscando las velas negras bajo la mesa.

La llamada se ha cortado, pero Hidan saca tres velas en forma de pene y las enciende.

—No me quedan velas negras, pero esto servirá. ¡Un rubio vicioso te va a pedir salir y te va a hacer una mamada tan buena que te va a sacar el alma por la verga!

Kakuzu hace un gesto con los brazos hacia Fuu, que corta la transmisión y pone la música de los créditos. Debería estar más enojado de lo que está, después de todo, Hidan es gritón, impulsivo e irrespetuoso, cualidades que no son buenas para hacer televisión en directo. Sin embargo, la noche ha ido mejor que con Sandro. Han vendido muchas velas pene y gracias a las maldiciones patrocinadas puede sacarle casi el doble de beneficios a las velas negras. Kakuzu se acerca a Hidan que en ese momento se levanta de la silla. El número de seguidores está subiendo en la recien creada cuenta de PikPok.

—Quiero hacerte el contrato indefinido ya —dice y le hace una seña para que lo siga a su oficina. No se va a arriesgar a que la competencia se lo lleve a él también.

—¿Así sin más? —dice Hidan, como si no se lo creyera del todo—. No me irás a pedir que te la chupe o algo así, ¿no?

—No, tonto —responde Kakuzu, con una media sonrisa que Hidan nunca descubre—. Esas cosas sólo pasan en las películas porno.

—Vaya —dice y a él le parece que suena incluso decepcionado—. Ya me había hecho ilusiones.