La brisa fría y suave del otoño que como cada año llegaba anunciando los cambios que se avecinaban. No sólo el aire comenzaba a cambiar, en el cielo poco a poco las luces que transformaban al día en noche, modificaban gradualmente sus patrones, sin embargo, quizá la transformación más evidente, siempre era el follaje de los árboles, cuyos colores se convertían gradualmente de verdes a tonos amarillos, naranjas y rojizos.
Los bellos paisajes de tonalidades rojizas y ligeramente pálidas, eran el pretexto ideal para que la joven y solitaria chica que recién se había mudado para escapar del bullicio de la ciudad, pero sobretodo de los problemas familiares, pese a la negativa de ser una menor viviendo sola, era mejor que estar en medio de las peleas de sus padres.
Después de que tomara su cuaderno de dibujo para ir en busca de algo que dibujar. Salió usando un largo vestido negro con manga a tres cuartos, tenía un estampado de pequeñas flores grises, tan pequeñas que de lejos, no era muy evidente dicha impresión sobre la tela. Al sentir aquel frío soplo en el viento, decidió usar su chamarra de mezclilla. Como era su costumbre, su cabello no solía estar del todo aliñado pese al intento de estar recogido en una trenza, la cual apenas cumplía su función de mantener el cabello recogido, pues la mayoría de los cabellos quedaban sueltos; la trenza hacía parecer que el largo del cabello llegaba a unos tres dedos por debajo de los hombros cuando en realidad le llegaba a la cintura.
Así, metió su cuaderno y estuche en el morral negro de estambre que usualmente llevaba consigo. Ajustó sus lentes mientras pensaba qué dirección tomar, había tantas cosas que podía dibujar, así que simplemente cerró los ojos y dio una vuelta.
– Hacia allá – se dijo en voz alta señalando al frente, abrió los ojos pa descubrir en qué dirección con relación a su casa habría de tomar.
Miró con un poco de duda su destino aún con los brazos extendidos al frente. – Creo que caminaré hacia el bosque – podía escucharse dudar, respiró hondo para tomar valor y caminó a su destino.
Si bien a los alrededores de su nueva casa había bastantes árboles, la parte trasera de su casa llevaba directamente al bosque. En esa dirección no había evidentes caminos de tierra gracias al uso y paso de la gente como en las otras direcciones, además que, a pesar de la luz del día, gracias al frondoso follaje, la luz del sol no pasaba tan fácilmente.
Caminaba cruzando sobre rocas o troncos caídos que obstruían el paso, siempre temiendo terminar tocando algún insecto al tocar la corteza de algún árbol. Al fijarse más en el posible contratiempo, perdió noción de qué tanto se había alejado de casa; llegó a una piedra algo alta, subió pensando que una vez arriba de esta, tendría un lugar para sentarse y finalmente comenzar a dibujar algo.
Llegó a lo alto de la piedra, trepar usando vestido en definitiva no había sido de sus mejores ideas, pero finalmente había llegado a un lugar para sentarse a dibujar. Sacudió un poco su ropa tratando de retirar los rastros de tierra, que igualmente se llenaría nuevamente de tierra cuando se sentara. Miró un poco a los alrededores de la piedra antes de sentarse, parecía un buen lugar.
– Bien, vengo de allá – señaló en dirección a la que había llegado – será mejor que deje una marca para no perderme – empezó a buscar una piedra pequeña para dibujar una marca que le recordara la dirección para volver a casa.
Una vez que hizo una pequeña flecha rayando la roca sobre la que estaba, puso las manos en su cintura sintiendo confianza de haber hecho algo bien mientras dio un pequeño paso hacia atrás para «admirar» con una mejor perspectiva la flecha; tristemente para ella, al no voltear atrás antes de dar el paso, se percató muy tarde de lo cerca que estaba del final de la roca.
Su grito mientras caía hacia atrás no sería escuchado por nadie, así que nadie acudiría a su rescate. Afortunadamente la altura no era demasiada, al caer rodó un par de veces en el piso, sin embargo su cuerpo sintió dolor gracias a la caída; se levantó tratando de recobrarse e intentar volver y ahí notó que una de sus piernas tenía una herida leve, aunque esta sangraba poco, pero demasiado para su gusto.
– Lo que me faltaba – sonaba decepcionada – salí sólo a accidentarme – su voz se quebró un poco – ¿por qué siempre me pasan estas cosas? –
Comenzó a tratar de caminar, su pierna dolía así que se apoyaba en la roca para rodearla y llegar a donde estaba el camino que siguió; pero algo detuvo su lento y doloroso andar.
Se percató de un resoplido, se detuvo, más por el dolor que por la curiosidad. Ahí, recargada contra la gran roca, escuchó con atención, primero parecía el llanto de un perro, pero a la vez el sonido la preocupó cuando en su mente pasó el posible responsable de aquel sonido.
– ¿Qué es eso? – se preguntaba con curiosidad y a su vez con algo de miedo.
Hubo silencio de nuevo por unos segundos, trató de fingir que no escuchó nada, cuando nuevamente sonó aquel resoplido. Entre dolor y miedo, sus piernas temblaron y aún con miedo, decidió acercarse al notar nuevamente que aquel sonido pese a su preocupación por el responsable, parecía estar en sufrimiento.
Se acercó con miedo a los arbustos para asomarse; lo que vió la sorprendió.
Había un chico pelirrojo y de tez pálida que se veía bastante alterado tratando de liberarse de una trampa de lazo.
– ¿Estás bien? – preguntó tratando de acercarse tan rápido como su pierna se lo permitió.
Se acercó para notar que no sólo estaba atrapado, estaba herido por los alambres de la trampa, pero apenas trató de ayudarlo, el chico la empujó, se le veía furioso y pudo escucharlo… ¿gruñir?
– ¿Qué haces? Trato de ayudarte – dijo después de caer al tratar de ayudarlo, el chico forcejeó contra los alambres – ¡Detente, te lastimarás! – dijo al notar la cortada en su brazo abrirse más gracias al alambre.
Al ver que estaba tan alterado que no le hacía caso, pese a la negativa se acercó a tratar de liberarlo los alambres de la trampa; finalmente quedó libre y lastimado, en un intento por huir cayó sobre ella y su cara aterrizó entre sus pechos, dejándola nerviosa.
Fue ahí que finalmente sus miradas se cruzaron sin «pelear». Cuando la cara del pelirrojo, aún con una mirada de molestia, se acercó a la de ella, se puso más nerviosa, ¿Qué le pensaba hacer? Volteó su cabeza a un lado cerrando sus ojos con más fuerza; de pronto sintió la nariz del chico recorrer su cuello, abrió los ojos cuando sintió que se separó un poco aún sobre ella; ahí finalmente se percató de que el pelirrojo estaba desnudo. Al verlo se tapó la cara completamente avergonzada.
– ¿Pero qué haces? ¿Dónde está tu ropa? – le preguntó arrastrándose para alejarse de él cubriendo sus ojos para no ver nada «más allá» del torso del pelirrojo.
Estaba recargada contra un árbol, cuando sintió curiosidad ante el silencio a su pregunta, destapó sus ojos para descubrir que el chico la miraba con curiosidad. «¿Qué hace?», pensaba al notar su mirada llena de duda.
Pese al largo de su falda, entre el previo forcejeo, se podía ver el pequeño sangrado de la herida de su caída. El pelirrojo vio la herida y acercó su rostro a la misma, pero la olía.
– ¿Puedes hablar? – finalmente le preguntó al notar el inusual comportamiento.
El pelirrojo se sentó frente a ella mirándola con curiosidad y duda, avergonzándola, pues la pelirroja podía ver cada parte de su desnudo cuerpo. Aclaró su garganta.
– Me llamo Yume, ¿cómo te llamas? – no obtuvo respuesta – ¿estás solo? — otra vez nada
Se levantó, aún algo adolorida, pudo notar que el pelirrojo se veía algo preocupado así que le sonrió al chico.
– Será mejor que regrese – dudó uno segundos – ¿vives por aquí? –
Apenas terminó su pregunta recordó que no le había contestado, quizá era mudo o quizá… «¿no sabía hablar?».
Trató de pensar en cómo hacerse entender con él, miraba hacia el suelo pensativa, al voltear para verlo, el pelirrojo ya estaba frente a ella casi pegado a su rostro, su cara se sonrojó demasiado y en sus nervios trató de hacerse para atrás chocando con el árbol, causando que sus lentes cayeran.
– oh no – iba a agacharse a buscarlos, cuando sintió que el pelirrojo levantó su vestido y se metió, al sentir su lengua sobre la herida en su pierna gritó asustada y trató de huir aún sin lentes, tropezando, ahora su cara estaba contra el piso, sintiendo el sabor a tierra y hojas.
– ¡No, no hagas eso! – decía al forcejear contra el chico sobre su pierna. El pelirrojo seguía lamiendo aquella herida y Yume nerviosa y sin saber qué hacer, le dio un pequeño golpecito en la frente como si regañara a un perro – ¡No hagas eso! – pero sólo causó un gruñido enojado del chico. Yume empezó a llorar asustada.
El pelirrojo dejó de gruñir y se acostó sobre las piernas de Yume; la pelirroja sin moverse demasiado y aún sollozante buscó sus lentes con su mano hasta encontrarlos. Al verlo sobre sus piernas, no sabía si moverlo, hablarle, pedir ayuda…
– Estás solo, ¿no es así? – le preguntó con cierta dulzura acariciando su cabello. Yume estaba entre enternecida por tal inocencia y preocupada por la posibilidad de quedar atrapada en el bosque cuando cayera la noche.
Al ver al pelirrojo tan tranquilo y con el dolor de su pierna, decidió descansar un poco. Al relajarse, se quedó dormida y fue cuando al sentir el viento frío despertó recordando estar aún en el bosque. Lo primero que notó fue que el pelirrojo ya no estaba.
– ¿Lo habré imaginado? – se preguntó al sentir el dolor de los golpes de su caída – será mejor que regrese a casa – se levantó con cuidado y adolorida.
Yume empezó a caminar, trataba de recordar el camino cuando escuchó algunos gruñidos un tanto agitados. Trataba de huir asustada sin conocer el rumbo, pero terminó encontrándose con el pelirrojo; algo parecía sucederle, parecía agresivo y algo alterado.
– ¿Estás bien? – preguntó preocupada, retrocedió tratando de no gritar – ¿Qué eres? – apenas pudo preguntar casi como un susurro.
El pelirrojo empezó a transformarse en un lobo, su pelaje era rojizo, cuando vio a la pelirroja aulló espantándola aún más. Las piernas de Yume temblaban tanto del miedo que no pudo huir, se quedó en el piso, vio que se acercó a ella y creyó que ese era su fin. Para su sorpresa, el lobo lamió su cara. Yume se percató que aquel chico parecía estar solo y por alguna razón, le mostraba afecto.
– No puedo quedarme contigo, debo volver a casa – le dijo al lobo sujetando su cara para verlo a los ojos.
Pronto Yume se dio cuenta que aquel lobo empezó a seguirla hasta su casa, la cual encontró después de caminar por un largo rato.
– ¿Quieres pasar? – se quedó pensando en su pregunta, imaginando que el chico desnudo podría volver estando en su casa, causando que se avergonzara, pero no pudo solamente dejarlo irse, no tenía corazón para dejarlo solo en ese bosque. El lobo se negó a pasar, permaneciendo afuera. Sin embargo, se quedó en el pórtico de la casa y se acostó frente a la puerta, dejándola más tranquila para así, después de limpiar sus heridas y bañarse, irse a dormir un poco.
Al despertar, la pelirroja había olvidado al «inquilino», bajó aún con su ropa de dormir, aquella herida en su pierna dolía, pero ya caminaba mejor; cuando se acercó al pórtico vió de nuevo al lobo, por un instante se paralizó asustada, cuando el canino se levantó mirándola atentamente. Trataba de imaginar al chico pelirrojo mientras veía a ese lobo, dudó de haber visto al pelirrojo, pero igual no pudo evitar preguntarle al animal si desayunaría algo. El lobo se levantó y corrió hacia los arboles.
Después de mentalizarse de que era lo mejor y lo más natural, Yume trató de seguir con su día. Había decidido ir al pueblo cercano, no sólo por provisiones y al doctor, pero también quería ir por material de dibujo.
– Bien, todo está cerrado y tengo mis llaves, es hora de ¡ahhhh! – no pudo terminar su frase, pues se asustó al voltear y ver de nuevo al lobo, quien tenía rastros de sangre en el poco pelaje blanco en la parte inferior de su mandíbula que se extendía por toda la zona inferior de su cuerpo – ¿Por qué tienes sangre? – dijo asustada, recordando que los lobos comían pequeños animales – Más bien, ¿por qué volviste? –
Ignorando al canino, se dirigió a su destino, aunque no tardó mucho en darse cuenta que aquel lobo la seguía.
– No, debes volver a tu bosque con tus… – se quedó en silencio tratando de recordar la palabra manada sin éxito – con tus otros lobos, si vienes conmigo la gente se va a asustar, anda, ¡vuelve a tu bosque! – hizo una seña con ambas manos para ahuyentarlo, pero el animal deseaba seguirla.
Efectivamente, al llegar pueblo, la gente miraba asustada al lobo y a su vez, hablaban de Yume. La pelirroja se sentía avergonzada al percatarse de las miradas que la seguían mientras susurraban cosas sobre ella.
Después de una incómoda visita al pueblo, la pelirroja había logrado comprar lo que necesitaba y volvió tan pronto como pudo. Aunque gracias a lo que la gente parecía decir, prefirió comprar con qué cuidar la herida de su caída en vez de ir al doctor y seguir siendo el centro de atención por más tiempo.
Al entrar de nuevo a su casa, esta vez el lobo entró a la casa con ella, la pelirroja, nerviosa, trató de decirle que se saliera de su casa pero el lobo comenzó a oler su herida en la pierna.
– No, otra vez no – dijo nerviosa soltando las cosas para taparse las piernas con su vestido y ponerlo como barrera con el lobo antes de que la lamiera de nuevo.
Pese a que el lobo insistió, Yume no lo dejó acercarse a su herida y cuando este dejó de insistir se sentó a limpiar y curar su herida notando que el lobo no dejaba de mirarla. Después de cuidar su herida y de ser observada con detenimiento, pero algo en aquella mirada llamó su atención, se sentó y comenzó a dibujarlo.
Poco a poco Yume se fue acostumbrando a la presencia del lobo en su casa, éste la acompañaba a todas partes pero cuando iba al pueblo, la esperaba con cierta distancia pero sin perderla de vista. Aquel lobo parecía disfrutar más cuando la pelirroja salía a dibujar algún paisaje, pues se recostaba con su trompa sobre sus piernas completamente relajado.
– Me preguntó si fue idea mía tu apariencia como aquel pelirrojo – dijo al lobo terminando su dibujo.
Mientras Yume guardaba sus cosas para regresar, escucharon algo que parecía un disparo. La pelirroja se asustó y se apresuró a guardar todo.
– No pensé que la gente cazara en estos lugares – miró alrededor tratando de saber en qué dirección había provenido el disparo – será mejor irnos, es peligroso que estés aquí – temía que alguien intentara cazar al lobo, así que se apresuraron a volver.
– ¡Cuidado! – Yume escuchó que gritó alguien, giró para encontrar a un chico apuntando al lobo.
– ¡No, espera! – se puso frente al lobo – ¡No le dispares! – el chico bajó su arma
– ¿Es tuyo? – preguntó un tanto sarcástico acercándose para pararse frente a ella – Sabes que esas cosas son salvajes, ¿no? –se cruzó de brazos
– No es mío, pero no puedes andar matando animales sólo por que sí – trató de tapar al lobo, quien parecía alterado por la presencia de aquel moreno
– Bien, no haré nada – guardó su arma – pero – sujetó la barbilla de la chica y se acercó a su rostro – deberás compensarme – el lobo empezó a gruñir y casi como instinto el moreno sacó su cuchillo militar poniéndose a la defensiva
– ¿Qué haces? – agarró el brazo del chico, pero apenas vio aquel cuchillo el lobo salió corriendo – lo espantaste… – dijo entre enojada y triste, pues hacía mucho que no estaba sin el lobo
– Al fin – dijo un tanto victorioso – vamos a donde me cuentes por qué no puedo hacerle nada a ese lobo –
Nerviosa y triste por la partida de su pequeño "amigo salvaje", sin pensar mucho lo que estaba haciendo, llevó al moreno a su casa, quien pasó campante
– Y bien, ¿no piensas invitarme algo de beber? – se paró frente a Yume quien retrocedió chocando con la puerta
Yume se separó nerviosa, no sólo había llevado un extraño a su casa, el moreno estaba armado. Comenzó a llenar la cafetera para ponerla en la estufa, cuando escuchó en su oído
– Ahora sí, hablemos de cómo piensas compensarme – antes de poder reaccionar, el moreno la jaló hacia él, tirando la cafetera en el lavabo, el moreno la abrazó y la besó.
Después de sentir aquel besó se separó y trató de alejarse
– Basta, eres un adulto – trató de salir de la cocina corriendo hacia la sala por una de las tres puertas de la pieza que llevaban a diferentes partes de la planta baja
Yume entró a la sala de estar y el moreno la atrapó por el brazo
– ¿Te espanté? – dijo tratando de calmarla – lo siento, es que eres tan linda – le acarició el rostro, era la primera vez que un chico mostraba interés por ella de esa forma – me llamo Garland – le dijo en un tono diferente acariciando un poco el cuello de Yume tocando suavemente la zona hasta sus clavículas – ¿Cómo te llamas? – preguntó agachándose un poco para juguetear con sus labios sobre la piel de la chica en la misma zona
– Yu… – intentó hablar pero su cuerpo se sentía raro – me llamo Yume, por favor, no hagas eso –
– ¿No te gusta? – le susurró al oído – puedo enseñarte algo que te hará sentir bien –
Garland pudo notar la mirada de duda en la pelirroja, quien pensaba ¿sentir bien? Sin esperar respuesta la besó de nuevo, pero esta vez llevó las manos de la chica a tocarlo bajo su pesada chamarra de piel, donde pudo sentir sus músculos, se puso nerviosa, pero Garland no la dejaba separarse, al contrario, la guió para que lo abrazara.
– Espera, nunca he… – intentó mover su brazo para que la soltara.
Garland esbozó una sonrisa y aún besándola la recostó en el sillón y en un movimiento que Yume no entendió, le levantó el vestido, la pelirroja trató de detenerlo cuando sintió la lengua del moreno contra su entrepierna. Garland no dudó en lamer toda la zona, succionando sin ningún cuidado a Yume. La pelirroja empezó a llorar ante aquella intrusión y le suplicaba que se detuviera, pero entre más lloraba, más agresivos eran los movimientos de Garland, quien era el único de los dos que en verdad estaba disfrutando el momento, tanto que comenzaba a planear su siguiente movimiento, tomar por completo a la pelirroja hasta quedar satisfecho.
Yume empezó a gritar por ayuda y fue ahí que una de las ventanas se rompió interrumpiendo al moreno. Yume no dudó en separarse y arrinconarse en el sillón acomodando su vestido.
– Vaya, mira lo que tenemos aquí – dijo el moreno sacando su cuchillo, dispuesto a atacar.
Yume notó una sombra caminar hacia ellos, tenía demasiado miedo. Aquella sombra avanzó más, dejándose ver, el lobo había vuelto pero se veía bastante agresivo.
El lobo miraba al moreno de forma amenazante mostrando sus enormes colmillos. Yume no sabía si salir corriendo o permanecer en el lugar.
– Al fin decidiste encararme – Garland hablaba como si conociera al lobo – Con tu cabeza en mi pared completaré mi colección – sonrió el moreno – Esta vez, me aseguraré de matarte, maldito – se retiró la chamarra de piel, debajo de esta portaba un machete y la playera sin mangas del moreno, además de marcar su cuerpo fornido, dejaba ver una parte de una cicatriz en su hombro y parecía ir hacia su espalda. – ¡Muere! – gritó lanzándose con el machete.
Comenzaron a pelear, Yume miraba asustada preocupada por el lobo, más al ver que Garland se defendía de varios de sus ataques.
– ¡Cuidado! – le gritó al lobo al ver al chico moreno saltar hacia el, apenas alcanzó a esquivar aquel machete.
– ¡Tú! – el chico se levantaba dejando la pose en la que quedó después de su ataque fallido – ¿acaso estás del lado de esta maldita bestia? – dijo girando hacia Yume señalándola con su machete.
Se acercó a ella y la inspeccionó, aprovechando que el lobo había quedado herido.
– ¿Por qué simpatizas con esta abominación? – subió el machete hasta el cuello de Yume – será mejor que pienses bien tu respuesta – lo sobrepuso sobre su cuello para que pudiera sentir lo frío del metal – no me gustaría tener que matarte antes de divertirme un poco más contigo –
– N… no lo sé – aquella frase causó una mirada molesta en el moreno, Yume dudó recordando al pelirrojo – cre… creo que es un chico… –
– Así que ya conociste al engendro de los Ivanov – la miró enojado – no deberías sentir lástima por esa abominación que lo único que merece es la muerte – Yume pudo percibir el odio del moreno.
La pelirroja notó que el lobo se notaba cansado por sus heridas, quizá ya no tenía energía para pelear.
– Hay cosas en este mundo que simplemente no deberían estar juntos, como los padres de esa cosa – abrazó a Yume por los hombros señalando al lobo con su machete – una reina con el poder de manipular el hielo y la nieve, podía manipular el mismo invierno a su voluntad; y se enamoró de un hombre lobo. Ah, pero no era cualquier hombre lobo – se acercó al lobo herido – a ese bastardo no le importaba nadie, mataba por placer – con sus botas de casquillo dio una patada al lobo herido y puso su pie sobre él haciendo una pausa, su mirada era diferente, como si lo que decía fuera un recuerdo y no una simple historia – se mostraba como un humano, un hombre aparentemente amable quien al tener la mínima oportunidad de quedarse sólo con su víctima se transformaba en lobo para descuartizarla – miraba a Yume y preparó su machete para clavarlo en el lobo – ¡Ni siquiera cazaba por necesidad para comer! – afiló su mirada, llena de odio dispuesto a matarlo mientras agregó – su crueldad era tal que ni los de su especie lo aceptaban –
– ¡¡No!! – Yume se lanzó contra Garland para impedir que atacara al lobo, ambos cayeron y Yume quedó sobre el moreno. Yume se levantó de prisa – tienes que huir antes de que te haga daño – le dijo al lobo acariciando un poco su pelaje quien miró a Yume con cierta melancolía.
– Esa bestia asesinó a mi hermana mayor y mi madre frente a mí, pasé años persiguiéndolo a él y los otros como él – sujetó a Yume del cabello y la levantó para llevarla contra la pared – ¡No dejaré que una niña como tú me detenga! – le soltó un puñetazo a la cara dejándola en el piso, el lobo empezó a gruñir – los dos hijos de ese bastardo eran protegidos por su madre, la reina de hielo y para lograr erradicar a todas esas malditas bestias, tenía que matar a quien protegía a los que llevaban la sangre de ese desgraciado – el lobo miraba con furia al moreno – logré matar al mayor – sonrió satisfecho.
Yume encontraba horrible aquel relato y no pudo evitar llorar al escuchar lo que sucedió después.
– Yo, Garland, el menor de la familia Siebald, capturé a la reina de hielo mientras lloraba la muerte del mayor de sus cachorros, un lobo blanco con capacidad de crear hielo. Le ofrecí dejarla vivir a cambio del menor, el lobo rojizo, quien heredaría una fuerza bruta mayor a la de su padre al volverse un adulto, pero se negó, intentó congelarme con lo que le quedaba de fuerza y logró llévaselo al bosque lo dejó para que se criara como lobo, aunque gracias a sus heridas dudo que haya sobrevivido mucho tiempo – sonrió de una forma que aterrorizó a Yume – el echo de que su engendro esté solo quiere decir que es el único que me falta matar, lo haré ahora que aún está en su adolescencia y no puede controlar transformarse… y antes de que desarrolle su maldita herencia – sacó un arma de fuego que llevaba en su pantalón – ¡No dejaré vivir a ningún hombre lobo y mucho menos al hijo de esa maldita bestia! Hoy será el día en que terminaré con tu vida, Yuriy Ivanov –
Garland apuntó a la cabeza de Yuriy listo para matarlo, sonó el disparó pero el lobo seguía con vida. Yume había corrido hacia Garland desviando la bala.
– ¿Cómo te atreves a interferir? – empujó a Yume contra la pared poniendo el cañón de su arma en su frente – aquellos que lo defiendan, también serán eliminados –
Cargó el arma listo para eliminar a la pelirroja, cuando Yuriy se lanzó a él con lo que le quedaba de fuerza atacándolo por la espalda para evitar que matara a Yume. Garland alcanzó a lanzar a Yuriy contra el piso, en su mirada se notaba el deseo de matarlo, saboreaba el momento en que su arma finalmente terminaría con el linaje de quien mató a su madre y a su hermana.
– ¡No! – Yume jaló el largo cabello de Garland tratando de detenerlo – déjalo en paz – retrocedió hasta chocar contra la pared al verlo colérico
– Te mataré primero entonces – sujetó su cuchillo militar – tenía otros planes para ti, pero no puedo dejar vivir a los que protegen a los Ivanov – sujetó a Yume del cuello aún recargada contra la pared, separándola del suelo – te mataré como maté a su madre –
Yuriy como pudo soltó una mordida en el brazo de Garland haciéndolo soltar el cuchillo, bajó a Yume sin soltarla, el moreno lo pateó causando un chillido de dolor del lodo
– No te preocupes, también te mataré a ti, se paciente –
Un extraño dolor apareció en su estómago antes de terminar su cometido, en un intento desesperado, Yume clavo el cuchillo en Garland.
– Maldita – dijo el moreno mirándola
Una violenta ventisca entró a la casa de Yume, causando que el cuerpo de Garland fuera perforado por varios carámbanos, dejándolo débil en el piso; Yuriy, herido, se lanzó sobre él para atacarlo y finalmente matarlo. Yume se giró para no ver al lobo matar al chico, fue ahí que alcanzó a ver la silueta de una mujer de cabello largo haciendo una ligera reverencia antes de desaparecer junto con la ventisca.
Yume cuidó las heridas de Yuriy primero y después de limpiar el desastre en su casa gracias al moreno, se metió a bañar, se metió a la tina con agua caliente para relajarse mientras el lobo descansaba sobre su cama.
Después de su baño, salió con su ropa para dormir y tratando de no despertarlo, se metió con cuidado bajo las sábanas. Yume dormitaba cansada del día, pero algo parecía diferente. Un extraño calor la invadió.
Yume se empezó a sentir extraña y terminó despertando para descubrir que su cuerpo no estaba bajo las sabanas y que bajo su camisón de dormir, estaba Yuriy. El lobo estaba lamiendo la vagina de la chica, causándole pequeños espasmos placenteros, lejos de poder decirle que se detuviera, terminó abriendo más sus piernas para que el lobo pudiera lamer mejor la zona y poco a poco aquella lengua fue entrando en el cuerpo de la pelirroja quien no podía evitar comenzar a gemir a la par que sin poder resistirse, se quitó la prenda, dejando su cuerpo desnudo para Yuriy. El lobo dio pequeños golpecitos en el cuerpo de Yume para hacerle saber que se girara.
Yume se acomodó en cuatro y Yuriy lamió nuevamente la vagina de la pelirroja aprovechando la pose para que su lengua alcanzara mayor profundidad, además que parte de su trompa parecía entrar en la pelirroja; después de un último lamido, el lobo se acomodó sobre Yume, quien pudo sentir el pene de Yuriy completamente rígido mientras en su oído lo escuchaba, ella estaba nerviosa, sería la primera vez que tendría relaciones en su vida y además, su primera vez no sería con un humano.
La punta del pene de Yuriy empezó a abrirse paso en Yume. La pelirroja sentía que el pene de Yuriy estaba punzando, estaba caliente y sobre todo, que era grande; sintió a Yuriy en lo profundo de su vagina, el lobo comenzó a moverse dentro de la pelirroja, quien no podía creer que su primera vez era con un lobo.
Gracias a los intensos movimientos del lobo, Yume sintió como el pene de Yuriy parecía cambiar su forma dentro de ella. La pelirroja gritaba, lo que le hacía sentir era simplemente increíble. Yume en medio del extasis de estar teniendo relaciones, recordó el nombre del pelirrojo, mismo que dijo Garland.
– Yuriy… – apenas pudo pronunciar excitada por los movimientos del lobo.
Yume sintió como un par de manos ahora la sujetaba de las caderas. Salió de Yume, quien vio al chico pelirrojo desnudo, sin contenerse, comenzó a besarlo, el pelirrojo retomó sus penetraciones en la chica, esta vez sobre ella, alcanzaron un ritmo que los hizo gritar y gemir a ambos. Sin eyacular aún, Yuriy puso su cara entre los grandes pechos de Yume, quien notó y sintió como el pelirrojo se empezó a transformar, no era lobo ni era humano, por primera vez había tomado la forma humanoide de lobo, todo en su cuerpo cambió, incluida la forma y tamaño de su pene.
Pese a ser la primera vez de ambos, Yuriy la hizo gritar y transformado ahora en su forma como hombre lobo, la pelirroja lo escuchó hablar por primera vez.
– Yume –
Aquella voz la excitó y fue ahí que el pelirrojo se preparó, su pene se quedó en el interior de la vagina de la chica mientras su cuerpo dio un giro y eyaculó, al ser un cánido, Yuriy debía quedarse «pegado» a la pelirroja. Mientras en aquel momento donde su pene no dejaba de llenarla de semen, Yuriy no pudo controlar su instinto y aulló un par de veces.
Una vez que logró volverse humano, Yume lo vistió y enseñó a hablar y leer, así podía acompañarla sin espantar a la gente, pero ya que aún no alcanzaba su madurez total como licántropo, no siempre podía controlar sus transformaciones, muchas veces se quedaba en alguna forma por días, aunque como hombre lo mbo Yume no lo dejaba salir de casa por miedo a que alguien lo atacara. Sin embargo, para ellos dos aquel ritual en donde ambos se entregaban al otro, se repitió varias veces, su instinto lo hacía no controlar su impulso por buscar reproducirse, en especial cuando Yuriy estaba en su forma de hombre lobo; hasta que un día Yume le dijo a su lobo, que esperaba a su primogénito o quizá a su primera camada. Feliz con la noticia, Yuriy la tomó nuevamente aullando orgulloso de saber que su linaje continuaría gracias a Yume.
