Nuevos sueños
Hacía mucho que había enterrado sus sueños en lo más profundo de su corazón, en aquella parte donde la corrosión de su día a día no llegaba, donde continuaba siendo un niño con miedo a las calabazas, sin ninguna otra preocupación que ser bueno y obediente para no causarle problemas a su hermano. Era, quizás, uno de sus puntos más vulnerables y del que nadie sabía nada. Pero cuando lo atosigaban las pesadillas, de manos sucias recorriendo su cuerpo o de cadáveres cuyos ojos lo seguían a cada paso, era Eiji quien le tendía una mano y lo halaba a la superficie, al mundo de la vigilia donde podía fingir que su pasado no lo afectaba.
Esa noche fue diferente en una sola cosa: Ash se aferró a Eiji como nunca lo había hecho, así que el joven solo se recostó del espaldar de la cama y pasó sus dedos por los hilos dorados de cabello, hablando de temas capaces de alivianar el peso de su alma, al otro lado del océano, en Japón, como los brotes de los cerezos, el canto de las cigarras, la brisa marina acariciando su piel...
—Cuando era pequeño soñaba con ir a las Olimpiadas. Creo que no hay honor más grande que representar al país que te han enseñado a amar —dijo Eiji, sus dedos deteniéndose de repente—. Pero después de mi lesión, tuve que buscar otro sueño.
—¿Fue difícil?
—Es difícil. —Hizo una mueca, un conato de sonrisa—. Aún no estoy seguro de qué más hacer. Me gusta la fotografía, pero es difícil dejar atrás los anhelos del pasado... Comprender que de un modo u otro has fallado.
Ash ladeó el rostro para poder tener una mejor visión de la expresión meditabunda de Eiji. No se percató de que sus ojos de jade despertaban un sinfín de metáforas en la mente del japonés, distrayéndolo de sus preocupaciones más acuciantes.
—¿Y tú, Ash?
—¿Sueños? —Su voz se hizo un susurro y luego de encogió de hombros, disfrutando como un gato manso de las caricias—. Cuando era un niño... No me gusta detenerme a pensar demasiado en ello porque, como dices, le he fallado a ese niño. Pero quería ser maestro, de lo que fuera. Solo quería enseñar a las personas.
—Con tu paciencia y perfeccionismo... —bromeó Eiji y Ash puso los ojos en blanco.
—No es mi culpa que onii-chan no pueda soportar una mano dura.
—Eres ridículo.
Pese a ello, Eiji se rio y Ash sonrió, evocando una miríada de posibilidades y descubriendo que había valido la pena perder un sueño infantil solo para ser motivo de risas de Eiji en el punto exacto en el que sus vidas se cruzaron.
—¿Y qué sueños tienes ahora? ¿O sigues trabajando en ello?
Ash apretó los labios porque quería contagiarse de su optimismo, pero eso le restaba enfoque a la realidad y lo mostraba vulnerable. Aunque no le importaba si era con Eiji, que siempre lo enfrentaba con sus oscuros y honestos ojos, sin afán de juzgarlo.
—... Me gustaría permanecer a tu lado, pero antes de eso debo resolver lo de Banana Fish.
Eiji separó los labios, apenas reparando en cómo Ash había llevado su mano hasta la de él para que los dedos de ambos se entrelazaran en su cabello. Dejó caer los párpados y musitó:
—Eres el primer sueño que tengo en mucho tiempo, Eiji.
El joven sintió las mejillas arreboladas y más cuando Ash le lanzó una mirada cautelosa, como si temiera su rechazo como nunca había temido nada antes. Así que Eiji le sonrió y contestó:
—Entonces, no me alejes. Estaré contigo por siempre si así lo deseas porque...
«Mi alma siempre está contigo»
