N/A: Damas y caballeros… Semidioses y Semidiosas... Tengo el enorme placer de comunicarles que… ¡HE VUELTO, PERRAS!
Ha pasado más de un año desde que terminé la primera parte de esta historia ¨El Origen de un Héroe¨. Ahora, es momento de la segunda parte ¨El Retorno del Héroe¨
Sé que la segunda mitad de la primera parte no fue lo mismo sin Percy, pero era necesario no solo para el desarrollo de los demás personajes, sino que sentó las bases para el desarrollo de la historia misma. Ahora, llegó el momento que todos esperabas, ustedes de leerlo y yo de escribirlo.
El protagonista ha vuelto.
(¡Inserte grito de perra loca!)
Espero que estén tan emocionados como yo porque, como he dicho, las cosas no serán la misma ahora que Percy ha vuelto.
Espero les guste el giro original que le he dado al comienzo del tercer libro de la saga ¨La maldición del Titán¨
Y, sin más preámbulos… LET'S FUCKING GOOOO!
Capítulo 1
El amnésico hijo de Poseidón.
Oscuridad.
Una oscuridad absoluta hasta donde abarcaba la vista.
Eso era todo lo que podía ver.
Era una sensación extraña. Era como estar suspendido en el aire, flotando en la deriva, entre la fina línea entre el sueño y la vigilia. Entre la lucidez y la inconsciencia. Entre la vida y la muerte...
Era como estar en una pesadilla, una en la que eras consciente de ella, pero no podías despertar.
El pánico comenzó a crecer dentro de mí.
Quería moverme, pero no sentía nada, ni siquiera mi propio cuerpo. La oscuridad que me envolvía era tan densa y sofocante que ni siquiera sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados.
No sentía nada.
No escuchaba nada.
No veía nada.
Quería hablar, gritar, pero no tenía voz.
No tenía nada... No había nada... Y yo era consiente de todo ello.
El aire se sentía pesado, sofocante y extrañamente frío.
A él no le gustaba mucho dormir porque hacerlo significaba solo dos cosas. La primera fue la oscuridad con la que estaba tan íntimamente relacionado. Y la segunda fueron los sueños de los semidioses. Ninguno de los dos era muy apetecible para él.
Pero aun así, cuando iba a dormir, lo hacía con una pequeña esperanza de que tal vez, solo tal vez, podía obtener las respuestas que tanto había querido estos últimos meses.
Ahora, en su sueño, se encontraba en lo que supuso fue el camarote de un barco. Los grandes ventanales curvados en la pared del fondo le obsequiaban con la vista de la popa del barco, junto con el mar y el cielo azul se extendían por el horizonte. Había una gran alfombra persa en el suelo y dos sofás de lujo en el centro de la habitación.
Pero lo que llamó su atención fue que, en un estrado de terciopelo situado en la parte trasera de la habitación, había un ataúd de oro de tres metros. Era un sarcófago con grabados donde podía verse las representaciones de ciudades en llamas y personas sufriendo de muertes horribles. Incluso si sabía que era un sueño, él podía llegar a sentir el gélido aire que emanaba aquel ataúd.
Las sombras se arremolinaban alrededor del ataúd, como si estuviera absorbiendo toda luz presente a la vez que emitía un leve resplandor.
Él pudo escuchar los susurros que provenían de la oscuridad.
¨Él se está reformando¨
¨Queda muy poco¨
¨El Fuego aún no encuentra un anfitrión¨
¨Ha manipulado a la única persona que podría tomarlo¨
¨ ¡Intenta adueñarse del Fuego! ¡Quiere extinguirlo! ¨
Una fría risa resonó por todo el camarote, parecía ser como si viniera de un lugar muy por debajo del barco.
—Mi Señor, lo he encontrado y liberado, tal y como usted lo pidió.
La voz provenía de un chico adolescente de cabello negro que se encontraba con una rodilla flexionada y la cabeza agachada hacia el ataúd, como si estuviera rindiéndole respetos.
—Excelente—una voz provino del ataúd, se escuchaba ligeramente distorsionada y complacida—. Con él libre, el primer paso de mi plan está hecho. Los Olímpicos fueron estúpidos al dejarlo encarcelado con unas simples cadenas. Pero no importa. Su arrogancia será su caída.
—Mi Señor, ¿qué hacemos con los Hijos de los Tres Grandes? —inquirió el chico—. Especialmente ahora que él ha vuelto... las ilusiones ya no surtirán efecto en ella.
—Aquellas ilusiones cumplieron con su propósito. La semilla está plantada. Ahora solo queda regarla. Y con la pronta llegada de la perdición del Olimpo, ella será se volteará hacia nosotros.
— ¿Y en cuanto a él...?
La fría risa resonó una vez más.
—Él está voluble en estos momentos. Perdido dentro de sí mismo. No necesitamos hacer nada. Él mismo descubrirá la verdad y, cuando lo haga, el Olimpo tendrá a alguien más por el cual preocuparse. Verán el arma que ellos mismos han creado apuntar contra ellos.
La puerta del camarote se abrió repentinamente y por ella entraron dos personas. Un de ellos era un adolescente alto y delgado con ojos verdes y cabello castaño. Vestía jean y camiseta debajo de una armadura griega. Tal vez sea debido a la luz, pero en su armadura casi podía verse algunos extraños símbolos emitiendo un ligero brillo fluorescente.
—Torrington—dijo el chico previamente arrodillado en un tono de reproche—. ¿Cómo te atreves a entrar a los aposentos de Lord Cronos sin antes anunciarte?
—No uses ese tono conmigo, Nakamura. No respondo ante ti. —escupió el chico identificado como Torrington, devolviéndole la mirada
—No. Lo haces a tu querido maestro espadachín, ¿no es así? ¿Dónde está ahora? ¿En su camarote sin hacer nada como lo ha estado haciendo estos últimos dos años?
— ¿Acaso dudas de él? Ha demostrado en más de una ocasión estar comprometido a nuestra causa. En nuestra guerra contra los Olímpicos.
—El hecho de que esté comprometido en nuestra lucha no quiere decir que sea leal a Lord Cronos—replicó Nakamura—. Ni siquiera sabemos su nombre o su apariencia. Podría ser un espía de los Olímpicos.
Esa acusación no pareció gustarle ni un poco a Torrington, quien entrecerró los ojos en su dirección mientras apretaba el agarre que tenía sobre el pomo de la espada en su cintura.
—Su nombre y apariencia son irrelevantes—dijo él—. Sus acciones han demostrado con creces que él desea destruir el Olimpo tanto como nosotros, tal vez incluso más. Sus aportes a la causa han sido mayores que las tuyas, Nakamura.
—Sus planes en intentar debilitar a los Olímpicos han fracasado—dijo Nakamura—. Y ahora, por su culpa, un hijo de los Tres Grandes ha vuelto. ¡Y uno verdaderamente peligroso para nuestros planes!
— ¡No intentes culparlo a él porque tú fallaste en ejecutar sus planes! ¡Si no fueras tan incompetente, el Olimpo tendría menos de la mitad de sus fuerzas!
—Suficiente—sentenció la voz proveniente del ataúd.
Ni siquiera necesitó alzar la voz para ser escuchado. El ambiente de la habitación se volvió mucho más pesado y el aire aún más frío. Ambos adolescentes se pusieron pálidos y sintieron un escalofrío recorrer su espalda. Sentían como si tuvieran el filo de un cuchillo en sus gargantas.
— ¿A qué has venido, chico?
Sabiendo que Cronos se dirigía a él, Torrington recompuso con rapidez:
—Nuestro invitado está listo para hablar con usted, Lord Cronos.
Él se hizo a un lado para dar paso a un hombre alto vestido en un elegante esmoquin. Medía dos metros de altura y tenía el cabello negro recogido en una cola de caballo y ojos oscuros. Pero lo más resaltante en él fueron las múltiples cicatrices que tenía en el rostro.
—Prometeo—reconoció Nakamura, con una leve mirada apreciativa—. Te has tomado tu tiempo en arreglarte para presentarte ante Lord Cronos.
El hombre alto, ahora identificado como Prometeo, se encogió levemente de hombros.
— ¿Qué puedo decir? Estar encadenado durante siglos hace que te tomes tu tiempo para hacer las cosas y que aprecies la libertad que eso conlleva—dijo él, con una sonrisa relajada.
—No olvides a quién debes esa libertad—gruñó Cronos, con su voz proveniente desde el ataúd.
—Por supuesto que no. Preví que enviarías a Ethan Nakamura a liberarme de mis cadenas. Aunque esperaba que también pudiera encargarse de esa águila—terminó Prometeo en un tono amargo y sus facciones arrugándose, haciendo más notorias sus cicatrices.
—Entonces sabrás la razón por la cual fuiste liberado de tu castigo. No he olvidado tus transgresiones pasadas al unirte a los Olímpicos la última vez, Prometeo—el aire pareció volverse aún más tenso y frío cuando todos escucharon el disgusto subyacente en la voz del Señor de los Titanes—. Aunque estoy dispuesto a olvidar esa traición si me sirves a partir de ahora.
— ¿Y si me rehúso?
—Entonces el castigo que te impusieron los Olímpicos será indulgente en comparación con lo que haré contigo.
Incluso con la clara amenaza expresada, Prometeo se mantuvo sereno y relajado, como si tuviera la seguridad de que nada malo le pasaría, incluso cuando Ethan colocó su mano sobre el pomo de la espada que tenía en su cintura.
—Muy bien. Acepto—dijo finalmente Prometeo, rompiendo la tensión que había en el aire—. ¿Qué necesitas que haga?
—Tengo una tarea especial para ti—anunció Cronos, su voz teniendo un tono complacido—. Debería de ser sencillo para ti. Después de todo, ya robaste algo importante a los Olímpicos en una ocasión. Primero, debes hallar donde está.
—Ah, sí. El Fuego del Olimpo... —reflexionó Prometeo.
—Y segundo, debes robar algo sumamente importante para mis planes. Una vez que lo tenga en mis manos, todo el Olimpo y la humanidad misma se doblegará ante mi voluntad.
La fría risa de Cronos resonó por todo el camarote. Luego, sorprendentemente, Prometeo volteó sobre su hombro y pareció mirarlo a él directamente sus ojos.
—Tienes que encontrarlo—dijo Prometeo, antes de que él fuera arrancado abruptamente de su sueño—. Solo tú podrás tocarlo sin arder hasta las cenizas.
Sus ojos se abrieron abruptamente para observar el techo que se cernía sobre él. La habitación en la que se encontraba estaba oscura debido a que las luces estaban apagadas, pero él podía observar cómo la luz del sol se filtraba entre las cortinas de la ventana.
Cerró los ojos por unos segundos, intentando calmar los fuertes latidos de su corazón debido al sueño que había tenido. Aún podía escuchar resonar en su mente la fría risa de Cronos, junto con los penetrantes ojos de Prometeo que se posaron en él antes de despertar.
¨El Fuego del Olimpo... ¿Qué se supone que es eso? ¨
Sabía que no encontraría la respuesta volviendo a dormir con la intención de soñar. Además, su cuerpo ya estaba en alerta y los fuertes latidos de su corazón le indicaban que no volvería a dormirse.
Con un suspiro resignado, se levantó de la cómoda cama donde se encontraba y fue la ventana para apartar las cortinas. La luz del sol invernal bañó su cuerpo. Deslizó la ventana corrediza y dio un paso al balcón, donde el frío viento agitó su cabello oscuro mientras observaba el paisaje que se extendía delante de él.
Fue obsequiado por la impresionante vista de la ciudad de Nueva York en toda su gloriosa forma a la luz de la mañana. Eran invierno, por lo que el clima era frío y la nieve se acumulaba sobre los edificios, las calles y los autos aparcados. Él podía escuchar el bullicio de la ciudad que nunca dormía mientras veía las carreteras inundadas de autos, y las personas que llenaban la acera al caminar.
Él los observó con una fría mirada distante, sin verse alterado por el frío clima, a pesar de solamente vestir unos pantalones de pijama y una camiseta de tirantes algo holgada.
Todas esas personas estaban enfrascadas en sus propias vidas, en sus propios mundos, desconociendo la verdad de lo que ocurría. Desconociendo la verdad sobre las fuerzas que dominaban sobre ellos mientras vivían sus vidas despreocupadamente…
Él... en cierta manera, los envidiaba.
No porque fueran solo simples personas, mortales, que no tenían que preocuparse del oscuro mundo plagado de monstruos en el que vivían.
No, la razón por la cual él los envidiaba era simple; ellos sabían quiénes eran.
Él no lo sabía. Le habían dado un nombre, pero ese nombre no le provocaba nada. No sentía nada al pensarlo o incluso al pronunciarlo en voz alta, era tan lejano para él como las mismas personas a las cuales observaba desde el balcón del séptimo piso en el que se encontraba.
Solo había una cosa que lo hacía sentir algo. Que lo hacía sentir menos vacío de lo que se sentía.
Se volteó y se adentró nuevamente dentro de la habitación, dando la espalda a la ciudad que, sin que él lo supiera, lo vio nacer.
Por el rabillo de ojo, pudo ver el reflejo del espejo de cuerpo completo, mostrándole su apariencia. Se acercó y se contempló a sí mismo. Su cabello negro, desordenado por su despertar, se veía indomable, pero aun así se las arreglaba para verse bien. Sus ojos, verdes como el mar, tenían una mirada lejana y algo vacía.
Ya que solo vestía un par de pantalones de pijama y una camiseta de tirantes para dormir, pudo ver ligeramente su cuerpo. Ya no se veía tan escuálido y desnutrido como hace cuatro meses, la alimentación que había llevado lo había ayudado a verse mucho más saludable, incluso con ligeras indicaciones de músculos desarrollándose. Pero lo que siempre llamó su atención fueron la cantidad de cicatrices que plasmaban su cuerpo. Algunas pequeñas y otras un poco más resaltantes.
Pasó sus dedos por las distintas cicatrices, siendo la más notoria la que estaba en su hombro derecho. Una línea vertical que comenzaba en su hombro derecho y llegaba hasta la mitad de su pecho. Supuso que esa cicatriz tenía una historia, una razón por la cual estaba allí, pero él no lo sabía y eso lo dejaba con un sentimiento de ligera frustración y... anhelo. Sentimientos que no habían hecho más que crecer en los últimos cuatro meses desde que había despertado aquella tormentosa noche.
Cerró los ojos por unos segundos de manera abatida antes de apartarse del espejo e ir al baño, dispuesto a comenzar su día.
Luke abrió la puerta de lo que se había convertido en su habitación en los últimos casi cuatro meses.
Tenía una toalla sobre la cabeza, secándose su corto cabello rubio mientras se encaminaba hacia la sala de estar. Un agradable olor captó su atención y volteó para mirar más allá de la sala de estar a la cocina, donde había una persona moviéndose tranquilamente mientras preparaba lo que parecía ser un almuerzo. Y por el olor que flotaba en el aire, parecía ser bastante bueno.
Se acercó a la cocina y vio que la comida estaba casi lista. Pudo ver algunas pechugas de pollo friéndose en una sartén, un par de patatas ser hervidas en agua caliente junto con un par de huevos, una olla donde se estaba cociendo arroz y otra donde una salsa se cocinaba a fuego lento. Todo se veía realmente bien y, junto con el olor que despedían el pollo y la salsa, hizo que el estómago de Luke gruñera con hambre.
—Realmente te has vuelto un cocinero muy bueno, Percy—comentó Luke, observando como dicho cocinero cortaba con precisión un par de tomates para preparar lo que sería una ensalada.
¨Es impresionante lo hábil que es a la hora de manejar un cuchillo... incluso si es uno de cocina¨
—Cocinar es algo... relajante—dijo Percy, sin voltear para mirar a Luke mientras seguía cortando las verduras.
—Nunca te imaginé como uno. Aunque no debería de sorprenderme. Siempre estuviste lleno de sorpresas.
Luke fue a la nevera donde sacó una botella de jugo de naranja y vertió un poco en dos vasos, uno para él y el otro para Percy.
—Oye, ¿te importaría preparar un poco de eso para llevar? —inquirió Luke, dando un trago del jugo de naranja—. Me gustaría comer algo durante el descanso para el almuerzo en mi trabajo.
—Claro, hice lo suficiente para tres personas—respondió Percy mientras sacaba las patatas hervidas y comenzaba a cortarlas para agregarlas a la ensalada—. Incluso preparé un poco de chocolate caliente para llevar. Sé que Thalia y tú estarán fuera todo el día, así que pensé que les vendría bien tener algo para mantenerlos calientes.
Luke lo miró agradecido y le sonrió.
—Gracias, Percy. Es muy amable de tu parte.
—Ustedes han sido amables conmigo—dijo Percy, dejando de cortar las patatas con una mirada distante—. Tú y Thalia... me han ayudado mucho estos meses. Y aunque no entiendo por qué lo hacen, se los agradezco.
Luke se acercó y colocó una mano en su hombro.
—Lo hicimos porque eres nuestro amigo. Tú no has ayudado mucho en el pasado, ahora es momento de que nosotros te ayudemos.
Percy frunció ligeramente el ceño.
—Ya, eso es lo que ustedes me han dicho desde aquella noche—dijo él con molestia, apartando la mano de su hombro y volviendo a cocinar.
Luke lo observó con ligera tristeza. Desde que había comenzado a vivir con Thalia y Percy en el departamento que tenía Thalia en Nueva York desde hace tres meses, lo hizo con gran ilusión. Viviría junto a dos de las personas que llegó a considerar su familia, siendo uno de ellos alguien que pensó nunca volver a ver. Estaba realmente emocionado, y aunque Percy al comienzo había sido frío e indiferente con cualquiera que no sea Thalia, estas últimas semanas poco a poco ha comenzado a ser más amable con él. Aunque aún mantenía muchas cosas para sí mismo y, cuando le explicaban por qué eran tan buenos con él, la respuesta siempre parecía molestarlo.
¨No es su culpa...¨ se recordó Luke, frunciendo levemente el ceño con pesar ¨No tiene recuerdos. Él no sabe quién es, quienes somos nosotros, ni todo lo que hemos vivido juntos¨
El Percy que había vuelto esa noche lluviosa cuando el campamento fue atacado no era el chico que Luke recordaba con tanto cariño. No era el chico amable, carismático y sarcástico que había conocido. Era alguien frío, distante, despiadado y, si era honesto consigo mismo, aterrador. Era tan diferente que era algo desconcertante, triste y un poco doloroso para él ver a Percy de esa manera. Tan indiferente a todo, tan... vacío.
Pero al verlo actuar más amable estas últimas semanas, él tenía esperanzas de que tal vez el Percy recodaría todo eventualmente. Hasta entonces, tenía que ser paciente y comprensivo.
Observó como Percy terminaba de preparar la ensalada para luego colocarlo en un pequeño recipiente de vidrio, taparlo y luego guardarlo en una lonchera.
Luke terminó de beber su jugo de naranja y colocó el vaso en el lavadero.
—Bueno, iré a trabajar—dijo él, mirando el reloj que colgaba en la pared de la cocina—. Mi turno comienza a las 10 am, y tenemos mucho trabajo por delante.
—Te dejaré tu porción antes de salir—dijo Percy.
—Gracias. ¿Quién diría que trabajar como obrero en una empresa constructora sería tan exigente? ¡Y aún más cuando estamos tan cerca de Navidad! Le encantan sobreexplotar a los trabajadores. Tal vez debería buscar trabajo en otro lugar. Un hombre con mis grandes talentos seguramente sería muy solicitado.
—Ser ladrón no es un trabajo—le recordó Percy.
—Pero soy bastante bueno en eso—replicó Luke—. Sé que los policías mortales no me atraparán y no sería la primera vez que robo para sobrevivir. Mmm... Lo pensaré luego.
Luke salió de la cocina mientras Percy seguía cocinando. Cuando terminó de servir el arroz en otro recipiente de vidrio, él miró por un segundo el vaso de jugo de naranja antes de agarrarlo. Miró por un segundo sobre su hombro hacia el lugar donde Luke se había ido, con una mirada contemplativa en su rostro, antes de beber el vaso y continuar cocinando.
En el salón de conferencias de una de las universidades más prestigiosas de Nueva York, y de los Estados Unidos mismo, casi todos los asientos se encontraban ocupados por diversos grupos de estudiantes de la misma universidad que habían asistido para escuchar las palabras de una persona que no era su profesor, sino un invitado especial que les daría una charla especial.
Después de todo, las palabras de una reconocida escritora, incluso si era alguien un poco joven para dar una charla y que solo se encontraba un año superior a ellos, podrían ser una guía o una inspiración para aquellas personas que se encontraban dentro del mundo de la escritura, cine o teatro, o quienes aspiraban a formar parte de ese mundo en el futuro.
—No obligas a un personaje a hacer algo solo porque es conveniente para la trama o porque es más fácil para ti como escritor—fueron las palabras de la persona se encontraba en un estrado, su voz fuerte y clara—. El personaje siempre tiene la prioridad, todo lo demás va después. Cada giro del argumento, cada frase de un diálogo. Cada... silencio tenso y significativo.
Algunas personas tomaban nota de sus palabras, mientras que otros escuchaban atentamente. Lo que si era claro era que todos los presentes tenían una atención especial en sus palabras.
—Puedes tener una trama o un argumento sumamente interesante, pero no sirve de nada si tu personaje no evoluciona con la trama misma, ya que la historia es contada a través de los personajes. Y aún más en las historias relatadas en primera persona o por distintos personajes. Incluso puedes llegar a tener una trama poco interesante, pero son los personajes lo que hacen brillar a la historia. Lo que lo convierten en algo único. Algo especial. Algo por lo cual merecen ser recordados... Y, con ello, algo con lo que ustedes mismos serán recordados. Muchas gracias.
Con esas últimas palabras, la conferencia dio por finalizada y la ronda de aplausos no se hizo esperar.
Una vez que los aplausos amenguaron, la mujer detrás del estrado habló una vez más.
— ¿Alguna pregunta?
Hubo varias manos alzadas, y la oradora eligió una de ellas.
— ¿Podría hablarnos un poco sobre su proceso de escritura? —inquirió, una chica joven que tenía alrededor de la misma edad que la oradora—. ¿Tiene algún consejo para aquellos quienes recién comienzan y nos cuesta... no odiar cada cosa que escribimos?
La oradora se tomó unos segundos para pensar antes de responder:
—Yo... Lamento decirte que solo llevo un par de años haciendo esto... Y estoy segura de que hay personas aquí presentes que llevan mucho más tiempo que yo, quienes estarán de acuerdo conmigo cuando digo... no se vuelve más fácil.
Sus palabras parecieron desanimar un poco a la chica y también a algunas personas entre el público.
—Pero intenten no desanimarse cuando es difícil—dijo la oradora, intentando alentarlos, con una sonrisa en su rostro—. Comencé a escribir cuando tan solo tenía dieciséis años, y mi primera novela fue rechazada por siete editoriales. Algunos dijeron que no tenía talento y que debía de desistir. Otros dijeron que escribiera algo diferente, y eso hice. Escribí otra novela, la cual también fue rechazada por cinco editoriales antes de que se convirtiera en un best-seller. Los grandes éxitos siempre vienen precedidos de grandes fracasos. Lo importante es no desistir. Sin compromiso, nunca comenzarás. Pero más importante, sin consistencia, nunca terminarás. Sigue trabajando. Sigue esforzándote. Cae 7 veces, levántate 8. En mi caso, fueron 12—dijo ella, con una pequeña broma que sacó un par de risas entre el público—. Recuerda, la comodidad es una amenaza mayor para el progreso que las dificultades. Así que sigue adelante, sigue moviéndote y sigue aprendiendo.
La chica que había hecho la pregunta sonrió con esperanza al escucharla, al igual que todos los estudiantes. Los aplausos nuevamente llenaron el auditorio, siendo esta vez mucho más fuerte que el anterior.
—Bien. Eso es todo por hoy—dijo el profesor, dando un paso adelante, colocándose frente al estrado—. Espero que todos hayan prestado atención a sus palabras. No todos los días un escritor destacado viene a darles una charla. Así que espero que aprovechen al máximo el conocimiento que ella puede darles. Que el hecho de que tenga alrededor de la misma edad que ustedes no los engañe. Es más, debería de servir de inspiración para ustedes. Si ella pudo lograrlo a la edad de ustedes, significa que ustedes también pueden hacerlo. Con eso último dicho, demos un fuerte aplauso de despedida a la Srta. Grace.
Una última ronda de aplausos se escuchó por todo el anfiteatro antes de que la conferencia finalmente diera por finalizado.
Thalia salió del salón de clases con un suspiro cansino mientras se desabotonaba el botón superior de su camisa. Tener que vestirse de manera elegante, usando saco, una camisa y pantalones de vestir e incluso zapatos, no era nada nuevo para ella. Pero aún no podía llegar a acostumbrarse a la sensación algo restringida que le daba aquellas ropas, sin importar que tan bien la hacía verse.
—Fue un discurso muy hermoso el que diste allí.
Thalia miró a un lado para ver a un hombre acercarse a ella. Vestía una simple camisa negra debajo de una chaqueta marrón y unos pantalones de vestir. Aparentaba estar en sus treinta y tantos, con unas pocas canas que comenzaban a aparecer en su cabello castaño.
—Sr. Blofis—reconoció Thalia a su profesor.
Paul Blofis era su profesor de literatura en la universidad, la misma universidad donde ella había dado una charla especial a los estudiantes de primer año como un favor para su profesor. También lo había hecho como un proyecto de extensión para su materia.
—Nuevamente, quiero agradecerte por acceder a dar esta charla a mis estudiantes, Srta. Grace—dijo Paul, con una sonrisa cordial en su rostro—. Los motivaste a seguir esforzándose, especialmente con esas últimas palabras.
—Solo les dije lo que me gustaría que me hubieran dicho cuando me encontraba en su posición—respondió ella, agitando levemente su mano para restarle importancia al asunto.
—Aun así, tus palabras fueron honestas y justo lo que necesitaban. Les diste el arma más poderosa que puedes darle a un escritor; inspiración—Paul se rio entre dientes—. Incluso llegaste a inspirar a un adulto como yo.
Thalia le dio una sonrisa levemente descarada.
—Entonces espero que esa ¨inspiración¨ se vea reflejada como una A+ en el proyecto de su materia.
Paul se rio divertido.
—Definitivamente, te ganaste el ¨A¨, pero la ¨+¨ aún está en discusión.
Thalia chasqueó la lengua, decepcionada y algo molesta, para aún más diversión de su profesor.
Fue en ese momento que alguien se acercó a ambos de manera algo dubitativa. Era una estudiante, que se removía algo incómoda en su lugar mientras acunaba un libro contra su pecho. Thalia la reconoció como la misma estudiante que le había hecho la pregunta antes.
—Eh, disculpa, Srta. Grace... —llamó ella, aun dudando.
— ¿Sí? ¿Necesitas algo? —inquirió Thalia.
La estudiante dudó por unos segundos más, aunque Thalia no se impacientó, debido a que ya tenía una idea sobre lo que quería la chica.
—Yo... eh... he leído su libro y... fue realmente una inspiración para mí para comenzar a estudiar y volverme una escritora como usted algún día. Y, cuando supe que vendría a darnos una charla, yo estaba realmente emocionada. Lo que nos dijo, acerca de seguir esforzándonos para cumplir con nuestras metas, realmente me inspiró y yo quería preguntarle si... si es que no es mucha molestia para usted... ¡¿Podrías, por favor, firmármelo?! —finalmente, la chica le tendió el libro, con el rostro levemente sonrojado en una mezcla de vergüenza y emoción.
Thalia se sintió sorprendida, y algo conmovida por sus palabras. Con una pequeña sonrisa, ella sacó su bolígrafo del interior de su chaqueta de vestir.
—Claro. ¿A nombre de quién?
— ¡J-Jocelyn! —exclamó la chica, emocionada.
Thalia pensó por unos segundos qué escribir antes de finalmente decidirse por:
¨Para mi querida admiradora Jocelyn. Que tu sonrisa, tus sueños y tu inspiración nunca se apaguen¨
Cuando Jocelyn leyó la dedicatoria, casi soltó un grito eufórico. Luego de una acalorada despedida, ella fue a reunirse con un grupo de chicas que la esperaban y que la recibieron con emoción. Jocelyn rápidamente comenzó a presumir sobre la dedicatoria que recibió mientras se alejaban.
Thalia los observó irse con una pequeña sonrisa. Eran momento como estos donde sentía que todo el esfuerzo que había puesto es escribir, en hacer aquello que tanto le apasionaba, era recompensado. Siempre era agradable, satisfactorio y dichoso saber que tu trabajo no solo era reconocido por alguien más, sino que también fue una inspiración para otros.
—Una inspiración, ¿eh...? —reflexionó ella en voz alta mientras comenzaba a caminar hacia la salida.
—Todo escritor tiene uno—dijo Paul, caminando a su lado—. Puede ser el trabajo de otro escritor, algún tipo de arte, una canción, un lugar, un recuerdo, e incluso una persona. He de suponer que tú también tienes uno, Srta. Grace. ¿Puedo preguntar cuál es?
Thalia reflexionó unos segundos acerca de la pregunta de su profesor. No se equivocaba cuando decía que todos tenían su inspiración en algo más. En cuanto a ella…
—Yo... no estoy del todo segura—admitió.
Paul se vio ligeramente confundido por su respuesta.
—Entonces, ¿cómo es que puedes hacer una novela tan buena como ¨Amor en tiempos de guerra ¨? Porque puedo decir que es una novela increíblemente detallista. Creaste un mundo realmente único que se ganó los corazones tanto de adolescentes y adultos. Una obra así de buena, así de compleja, debe tener una inspiración. Una motivación.
—Escribo porque me gusta hacerlo—declaró Thalia—. Porque me apasiona. Y, como todo escritor, he tenido mis bloqueos. Pero nunca he tenido algo que me inspire a escribir. Solo tuve... tengo... a alguien que me motivó a comenzar a hacerlo.
—Ya veo. ¿Esa persona sigue en tu vida?
Thalia tardó unos segundos antes de responder.
—Hubo un tiempo en el que creí que no lo volvería a ver, pero... sucedió algo hace unos meses y él... volvió. Y cuando volvió, todo fue... diferente. Fue en ese tiempo donde comencé a escribir la secuela de mi libro.
Paul sonrió.
—Entonces tal vez esa persona es tu inspiración.
Thalia reflexionó en aquellas palabras por unos segundos, recordando a aquel chico que la inspiró a seguir sus sueños. Aquel chico que murió en sus manos y, milagrosamente, había vuelto.
—Tal vez...
Mientras caminaba hacia la salida, un poco sumida en sus pensamientos, las risitas de un par de estudiantes llamaron su atención. Miró a un lado para observar como un grupo de estudiantes mujeres se reían y comentaban por lo bajo, aunque Thalia llegó a escucharlas.
— ¿Viste a ese chico esperando afuera? ¡Era muy guapo! —comentó una de ellas.
— ¡Incluso tenía un perro con él! ¡Se veía tan lindo mientras lo acariciaba! —dijo otra.
—Me pregunto si está esperando a alguien, ¿tal vez a su novia? — inquirió una tercera.
—No lo sé... es un poco joven para tener una novia universitaria, no parecía tener más de dieciséis. ¿Tal vez a un familiar o a un amigo? —volvió a decir la primera chica.
— ¿Por qué no vas y le preguntas?
La chica se sonrojó levemente. Tal parece que el chico le había llamado la atención.
— ¿T-tú crees? —cuestionó ella, viéndose ligeramente nerviosa mientras jugaba con los rizos de su cabello castaño.
— ¡Claro! ¡Ve por él, chica! —motivó su amiga—. Si no lo hace tú, lo haré yo.
Aun viéndose algo dudosa, la chica volvió sobre sus pies y comenzó a dirigirse a la salida.
Thalia observó todo con una contemplación divertida. Aquellas chicas les recordaban a las hijas de Afrodita del campamento, más interesadas en chicos y en que su maquillaje esté en perfectas condiciones. La vida en la universidad no era tan diferente a la vida en el Campamento Mestizo, haciendo de lado las obvias diferencias entre el entrenamiento para pelear con monstruos. Y las actividades ética y moralmente cuestionables al enseñar a niños a pelear y enviarlos a misiones que ponían en riesgo sus vidas.
Cuando salió del edificio de la universidad y se despidió del Sr. Blofis, Thalia pudo ver como el sol ya se encontraba en el punto más alto del cielo, señalando que ya era alrededor del mediodía, iluminando todo el campus universitario que se extendía delante de ella. Aunque el sol estaba en su punto más alto, la temperatura era bastante baja, por lo que se vio obligada a colocarse su abrigo para protegerse del frío.
Cuando bajó por las escaleras, pudo ver a la misma chica que había visto antes hablar con alguien que se encontraba sentado en uno de los bancos de piedra. Thalia no podía ver al chico, pero pudo ver al perro que estaba sentado a un lado del chico, apoyando su cabeza contra su regazo.
¨Espera... Ese es...¨ pensó Thalia, abriendo los ojos con sorpresa al reconocer al perro.
Ella se acercó y pudo escuchar a la chica hablarle al chico.
—H-hola, ¿estás esperando a alguien? —preguntó ella, con notorio nerviosismo en su voz.
El chico respondió luego de unos segundos y, cuando lo hizo, Thalia reconoció la voz.
—Sí, ella debería salir en cualquier momento.
— ¿Ella? ¿Tu novia?
—No.
—Ya veo—dijo la chica, sonando aliviada—. ¿Entonces algún familiar?
—Tampoco.
La chica se vio levemente confundida.
—Entonces, ¿a quién esperas?
—A mí.
La chica dio un respingo cuando se volteó para ver con sorpresa a Thalia, quien la miraba con el ceño levemente fruncido, causando que la chica temblara de incomodidad.
—Y-ya veo... si te estaba esperando a ti, entonces me iré—balbuceó ella antes de comenzar a alejarse rápidamente, aunque miró levemente sobre su hombro para mirar al chico por última vez y suspirar con leve decepción.
— ¿Qué habrá querido ella?
Thalia volteó para mirarlo y, aunque sabía muy bien por qué aquella chica había venido a hablarle, hizo de lado eso para expresar la pregunta que estaba en su mente.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Percy? —preguntó ella, sin intentar esconder la sorpresa que había en su voz—. ¿Y por qué trajiste a la Sra. O´Leary contigo?
Él simplemente la miró. Sus ojos verdes, anteriormente fríos y desinteresados, se suavizaron notoriamente cuando observó a Thalia, mientras la Srta. O´Leary, quien tenía el tamaño de un San Bernardo adulto normal, seguía recostando su cabeza en su regazo a la vez que Percy acariciaba su cabeza.
—Me dijiste que tenías una charla que dar en tu universidad y que tardarías toda la mañana—dijo él, antes de agarrar la lonchera que había traído consigo y mostrársela—. Supuse que tendrías hambre cuando terminaras, así que te traje el almuerzo.
La Srta. O´Leary gruñó levemente.
—Cierto, nosotros te trajimos el almuerzo—se corrigió Percy, volviendo a acariciar la cabeza de la Srta. O´Leary.
Thalia agarró la lonchera y la miró por unos segundos, sintiéndose conmovida por el gesto. Quería creer que el leve enrojecimiento que sentía en sus mejillas era por el frío.
—Yo... —su mirada vagó entre la lonchera y Percy, para luego finalmente enfocarse en él y sonreír—. Gracias, Percy.
Percy se la quedó observando por unos segundos, como si estuviera estudiando algo que no entendía del todo antes de finalmente asentir.
—Hay un parque cerca de aquí—mencionó Thalia—. Vayamos a almorzar allí.
No tardaron mucho en llegar al parque. El Washington Square Park era un lugar bastante concurrido, especialmente durante el mediodía. Las personas solían pasar por el lugar todo el tiempo. Turistas, músicos callejeros, vendedores ambulantes, tanto de comidas como de drogas, corredores, jugadores de ajedrez y muchos otros.
El lugar estaba tranquilo y agradable, pero debido a que había comenzado el invierno y la nieve había comenzado a caer, las personas que se encontraban paseando por el parque era un número considerablemente menor que en comparación a un día caluroso. Las pocas personas que había caminaban de manera causal o simplemente se sentaban y se relajaban en los bancos de cemento, los cuales tenían una leve capa de nieve que tenían que limpiar antes de sentarse.
Thalia había decidido sentarse en uno de esos bancos con la intención de disfrutar su almuerzo casero.
Desde que ella había comenzado a asistir a la Universidad de Nueva York, había frecuentado el Washington Square Park en incontables ocasiones. Y en todas esas ocasiones, siempre se sentaba en el mismo lugar, en un banco de madera debajo de un frondoso árbol donde podía llegar a observar la fuente rodeada de estanques, seguida del Arco de Washington Square y los edificios de fondo que plagaban la ciudad de Manhattan.
— ¡Maldición, esto es realmente bueno! —exclamaba ella, luego de tragar un bocado de la comida que Percy había preparado.
En el pasado, a ella no le hubiera importado hablar con la boca llena. Los modales a la hora de comer le parecían un sinsentido y una pérdida de tiempo. Ahora, reconocía más la importancia de un comportamiento adecuado, sobre todo a la hora de comer y más aún cuando se encontraba en un lugar público. Además, quería asegurarse de comer correctamente la comida que Percy le había hecho.
—Sí, lo es—reconoció Percy, comiendo su propia porción de almuerzo.
—Oye, la comida está deliciosa, pero... ¿Era necesario agregar la ensalada?
—Lo hice con patatas hervidas—dijo él, sonando casi ofendido—. Siempre veo que comes patatas fritas, así que supuse que te gustaría.
—Pues claro que me gusta—Thalia miró de reojo a Percy—. ¿Y a ti? ¿Te gustan... las patatas, Percy?
Él miró su porción de ensalada de patatas con una mirada contemplativa en su rostro.
—Yo... creo que me gustan—admitió él, para luego fruncir el ceño levemente—. Pero... es extraño. Siempre tengo este antojo de querer comer patatas, principalmente las patatas fritas. De hecho, compré uno en mi camino hacia aquí.
Del interior de su sudadera, Percy sacó una pequeña bolsa de patatas fritas.
—Dime, Thalia, ¿ser adicto a las patatas es algo de semidioses? ¿De la misma forma que un centauro como Quirón es un adicto al chocolate?
Thalia no pudo evitarlo y estalló en risas.
—No, Percy, creo que eres solo tú—dijo ella entre risas.
¨Incluso sin memoria, Percy sigue siendo un adicto a las patatas ¨ pensó ella, mientras veía como Percy volvía a guardar la bolsa de papas fritas y seguir comiendo su almuerzo. Luego, su sonrisa se volvió ligeramente triste ¨Algunas cosas nunca cambian...¨
Ambos miraban de manera divertida cómo la Sra. O´Leary se divertía con los demás perros del parque. Fue una sorpresa para Thalia cuando descubrió que ella podía cambiar de tamaño para parecerse a un San Bernardo adulto en lugar de tener el tamaño de un león adulto, lo cual era bueno, porque el perro del infierno seguía creciendo. Cuando Percy y Luke dejaron el campamento cuando terminaron las vacaciones de verano, la Sra. O´Leary había abandonado el árbol de Percy por primera vez en seis años y los había seguido hasta el apartamento de Thalia en Nueva York, no queriendo separarse de Percy que había ¨vuelto a la vida¨.
A ella casi le dio un ataque cuando el perro apareció súbitamente de las sombras un día y rompió la mesa de vidrio de su sala de estar. Aunque no pudo enojarse con ella cuando vio lo feliz que estaba de estar nuevamente al lado de Percy.
—Pero es realmente sorprendente como te has vuelto un cocinero tan bueno—dijo ella, retomando su almuerzo y dándole a Percy una mirada apreciativa.
— ¿Realmente soy tan bueno? —cuestionó él.
—Lo eres. Aunque ahora que pienso sobre ello, no es algo para sorprenderse. Siempre fuiste como un juguete de Jack in the Box, lleno de sorpresas. No esperaba que saber cocinar también estaba dentro del paquete.
—Bueno, es fácil cuando solo tienes que seguir las instrucciones que te dan en los tutoriales de YouTube.
—Ah, sí, pasas mucho tiempo en mi computadora—Thalia reflexionó.
—Es divertido, aprendo muchas cosas. Como esto.
Él extendió un dedo a un lado del banco donde había una ligera capa de nieve y comenzó a trazar un círculo sobre el aire. La nieve se removió ligeramente hasta que comenzó a seguir los movimientos de su dedo hasta formar un tornado en miniatura.
—Tú... ¿Puedes controlar la nieve? —preguntó Thalia, asombrada.
—Bueno, la nieve es solo un conjunto pequeñas gotas de agua condensada y unidas entre sí. Es fácil controlarlas, incluso cambiar a sus otros estados. Lo aprendí viendo una clase de química para niños en YouTube.
Thalia miró asombrada como Percy cambió el estado de la nieve a agua para luego cambiarlo a una pequeña nube de vapor que se elevó en el aire.
—Es... impresionante. No sabía que podías hacer eso.
Percy bajó la mirada a su propia porción de comida con una expresión pensativa.
Thalia arqueó una ceja, confundida.
—Percy, ¿qué ocurre?
—Eso solo... Parece ser que, incluso tú... no sabes todo sobre mí.
Frunciendo el ceño ligeramente por la manera en la cual la conversación se volvía un poco triste, Thalia rápidamente intentó cambiar de tema.
—Oye, si tanto aprendes con una computadora, ¡tal vez debería comprarte la tuya propia! —dijo ella—. No es que me moleste que utilices la mía, pero la necesitaré ahora que he comenzado a escribir una secuela para mi libro.
— ¿Estás segura? Gastar dinero por mí... —preguntó Percy, viéndose algo conflictivo.
— ¡Por supuesto que está bien! ¡El dinero no significa nada para mí! —exclamó ella, mirándolo directamente a los ojos con una leve sonrisa—. Percy, si hay algo que tú necesites, no dudes en pedírmelo.
Percy dejó de comer y miró su porción de comida con una expresión pensativa.
— ¿Por qué? —cuestionó él, en un bajo tono de voz—. ¿Por qué haces todo esto por mí, Thalia?
—Podría preguntarte lo mismo—replicó ella, también dejando de comer con un leve suspiro, sabiendo que su intento de cambiar la conversación había fallado—. Desde que comenzaste a vivir conmigo, te encargas de todos los quehaceres del hogar sin que te lo pidiera. Cocinas, limpias, lavas e incluso planchas. Demonios, eres como un maldito amo de casa. Y aunque agradezco todo lo que haces, no entiendo por qué lo haces.
—Yo... supongo que es lo mínimo que puedo hacer—Percy miró al árbol de pino debajo del arco con una mirada lejana en sus ojos, como si estuviera viendo algo que estaba mucho más lejos. Thalia se preguntó si tenía algún tipo de conexión con otro árbol de pino—. Desde que yo... desperté aquella noche, siempre fuiste amable y considerada conmigo. Me ayudaste a... adaptarme, al menos tanto como es posible en mi situación. ¿Y tú? —él volteó para mirarla, sus ojos verdes la perforaron con la mirada—. ¿Por qué eres así conmigo?
Thalia apartó la mirada mientras fruncía un poco los labios. Incluso después de más de cuatro meses desde que Percy había vuelto, aún le resultaba un poco desconcertante mirarlo directamente a los ojos y saber que estaba justo frente a ella.
—Yo... lo hago porque... porque te lo debo—dijo ella finalmente.
Percy arqueó una ceja, viéndose confundido.
— ¿Porque me lo debes? ¿Solo por eso?
Su voz tenía un ligero tono de decepción.
Ella volvió a suspirar antes de voltearse a mirarlo a los ojos. Sabía que debía de ser honesta con Percy. Él se lo merecía.
—Sí, es porque te lo debo. Aunque esa no es la única razón. Si me preguntas la principal razón por la cual te ayudo, es porque eres mi amigo, Percy. Aunque no lo recuerdes, tú me ayudaste incontables veces en el pasado. Desde el día que te conocí, siempre estuviste allí para mí cuando lo necesitaba. Siempre fuiste alguien en el cual podía apoyarme. Y ahora quiero hacer lo mismo por ti.
—Así que es por eso... —Percy volvió a mirar hacia adelante, sus ojos se posaron desinteresadamente en la fuente de agua apagada—. Yo no soy esa persona, Thalia.
— ¿Qué? —musitó ella, verdaderamente confundida.
—La persona que te ayudó en el pasado. Aquel que fue tu amigo. No soy tu ¨Percy¨. Yo soy... ni siquiera sé quién soy...
Percy bajó la cabeza, viéndose realmente abatido al decir esas palabras. Tentativamente, Thalia colocó una mano sobre la de él y le daba un ligero apretón en un intento de confortarlo.
—Tú eres Percy—dijo ella con suavidad—. Alguien importante para mí, para Luke, Annabeth y Grover.
Percy no respondió mientras se encontraba sumido en sus pensamientos con una mirada conflictiva en su rostro, era la misma mirada que Thalia había visto en él desde el día que volvió aquella tormentosa noche.
Cuando Thalia entró en la oficina de Quirón que se encontraba en la Casa Grande, ella pudo ver a Percy sentado frente a él, quien se encontraba en su silla de ruedas que ocultaba su forma de centauro. Él siempre hacía eso para no causar incomodidad en los nuevos campistas que descubrían acerca de quienes eran realmente. Aunque esta ocasión era una sin precedentes, incluso para el legendario entrenador de héroes.
—Thalia, ¿la trajiste contigo? —preguntó Quirón.
Ella asintió y se hizo a un lado para dar paso a Silena Beuregard, capitana de la cabaña diez.
Percy no dio señales de reconocer su presencia mientras tenía la cabeza gacha, sumido en sus pensamientos.
Él se veía exactamente igual a como Thalia lo había visto por última vez hace seis años, como si no hubiera envejecido un solo día. Su cabello aún se veía tan negro como la noche, despeinado e indomable, y que por alguna razón se veía bien en él. La misma camiseta, los cuales tenía mancha de sangre seca en él, y el mismo pantalon hecho jirón. Lo único raro en Percy era que iba descalzo y se había negado a usar cualquier tipo de zapatillas.
Para Thalia, parecían tan irreal tenerlo frente a ella y que no fuera una de las alucinaciones que la habían atormentado estos últimos días.
—Percy, permíteme presentarte a Silena Beuregard—dijo Quirón, empujando su silla de ruedas para rodear el escritorio—. Ella es una hija de Afrodita y capitana de la cabaña diez. Tal vez ella pueda llegar a ayudarnos a entender que es lo que sucede en tu mente.
Percy levantó la cabeza y miró detenidamente a Silena, evaluándola como si fuera algún tipo de amenaza. Parecía un depredador que evaluaba si abalanzarse o no sobre una presa.
La hija de Afrodita se removió un poco incómoda ante la intensidad de su mirada, pero se recompuso rápidamente.
—Hola... soy Silena—se presentó ella, tendiéndole la mano—. Es un gusto conocerte, Percy. Tal vez pueda ayudarte.
Percy miró la mano tendida por unos segundos para luego mirarla a ella con desconfianza.
—Está bien, Percy—intervino Thalia con suavidad, acercándose a él y colocando una mano en su hombro—. Solo queremos ayudarte. No te haremos daño. Puedes confiar en nosotros.
— ¿Puedo hacerlo? —cuestionó él, sonando ligeramente escéptico—. ¿Puedo confiar en ellos?
—Puedes confiar en mí.
Percy la miró detenidamente, sus ojos reflejaban confusión y desconfianza hacia Quirón y Silena. Pero al mirar a Thalia, sus ojos se suavizaron.
—Y para demostrar que puedes confiar en mí, te daré esto—dijo Thalia, llevando su mano a la parte trasera de sus jeans y sacando el inconfundible cuchillo hecho de colmillo de perro del infierno.
Percy observó el cuchillo con intriga, por unos segundos hubo un brillo de reconocimiento en sus ojos cuando agarró el cuchillo que Thalia le ofreció.
—Este cuchillo... —mustió él, estudiando el arma—. Me es algo... familiar.
—Es tuyo. Fue tu arma en el pasado. Yo lo estuve teniendo todos estos años, pero ahora que tú estás aquí, te pertenece.
Percy pasó un dedo por el filo del cuchillo y extrajo un poco de sangre debido a lo afilado que estaba.
—Ya veo... Gracias—dijo él, mirando a Thalia antes de voltearse a mirar a Silena—. ¿Cómo es que puedes ayudarme?
—Tengo una habilidad empática—dijo ella—. Al tocar a una persona, si es que lo deseo, puedo llegar a sentir sus sentimientos.
— ¿Lees la mente? —preguntó Percy, viéndose algo dudoso.
—No. Eso es lo que hacen los telépatas, los empáticos sienten emociones.
—En otras palabras, ella es como Mantis de Guardianes de la Galaxia—intervino Thalia, como si eso lo explicara todo. Pero lo único que vio fueron los rostros confusos no solo de Percy, sino también de Quirón y Silena—. Ah, cierto. No tienes recuerdos. Quirón es demasiado anticuado para ver películas y Silena...
—No me gustan las películas de superhéroes—aclaró ella—. Me parecen toda iguales.
—En cualquier otro momento, tú y yo tendríamos una fuerte discusión acerca de eso.
—No veo como puede llegar a ayudarme que sientas mis emociones—intervino Percy, mirando a Silena—. No creo que eso me ayude a recuperar mis recuerdos. A recordar... quién soy.
—Si me das tu permiso, puedo saber qué es lo que sientes en lo más profundo de tu corazón. Tal vez haya una respuesta por la cual perdiste tus recuerdos—explicó Silena, dando un paso adelante y extendiendo sus manos para que Percy las tome—. Además, en los recuerdos hay una gran cantidad de sentimientos. Algunos te producen felicidad, tristeza, miedo, ira... Si siento lo que tú sientes, tal vez pueda estimular eso y recuperar los recuerdos que te produjeron esos sentimientos.
—Ya veo. Eso... tiene algo de sentido—admitió Percy, viéndose más abierto ante la idea.
Se acercó a Silena y, con una ligera duda, él la tomó de las manos. Silena cerró los ojos y respiró hondo mientras se concentraba.
Unos segundos después, ella abrió los ojos y apartó las manos bruscamente mientras retrocedía varios pasos.
— ¡Silena! —exclamó Thalia, acercándose a ella con preocupación—. Silena, ¿qué pasó?
El rostro de la hija de Afrodita se había vuelto pálido mientras respiraba erráticamente y miraba a Percy con conmoción y confusión.
—Yo... sentí... sentí tanto... frío—dijo ella, llevándose una mano al pecho donde podía sentir su corazón latiendo con rapidez. Miró a Percy con pena—. Era como... zambullirse en un lago congelado en invierno. Sentía frío... no podía ver el fondo, algo me sofocaba y no podía respirar. No pude sentir nada. No había nada. Yo... lo siento... lo siento mucho.
Silena dio medio vuelta y rápidamente salió de la habitación, dejando atrás a Quirón viéndose conmocionado y Thalia viendo a Percy con pena, quien se veía desilusionado y deprimido ante las palabras de Silena.
Habían pasado cuatro meses desde aquello. Y aunque Percy había hecho grandes avances adaptándose a la vida de un semidiós, entrenando sus poderes y en el manejo de la espada, él seguía sin recuperar sus recuerdos. A medida que el tiempo pasaba, él se volvía más ansioso, inseguro y agobiado sobre ello. Thalia y Luke podían ver eso, pero Percy se negaba a hablar con ellos, incluso con Thalia.
Percy comenzaba a encerrarse y a guardárselo todo para sí mismo, y eso preocupaba a Thalia.
—Escucha, Percy. Sé que no debe ser fácil para ti...
—No, no lo es—interrumpió Percy, con ligera frustración filtrándose en su voz—. Cada vez que voy a dormir, tengo sueños extraños... Sueños que ni siquiera sé si son míos o son uno de esos estúpidos sueños de semidioses. No entiendo nada. Ha sido así desde que desperté aquella noche...
Thalia lo miró con tristeza y pena.
—Dime, Percy, tú... ¿Quieres saberlo? —inquirió ella con suavidad—. ¿Quieres saber quién eres? ¿Recuperar tus recuerdos?
Él quedó en silencio por unos segundos con una expresión reflexiva y conflictiva en su rostro.
—Yo...
Fue interrumpido cuando ambos escucharon el sonido de las personas gritando con pánico y alarma. Levantaron la mirada para observar como un auto se adentraba al parque a gran velocidad mientras las personas se hacían a un lado para evitar ser arrollados.
Lo que pareció curioso parar Percy y Thalia fue que había cuatro hombres persiguiendo al auto a pie, sosteniendo lo que parecía ser un enorme ataúd a través de los largos agarraderos que había en los dos extremos. Los hombres vestían nada más que faldas y sandalias, como si no sintieran el frío viento de invierno en sus pieles, que parecían reflejar la luz de sol con un brillo metálico.
Cuando el auto, un Lexus descapotable que llevaba a tres personas, fue hacia la fuente, uno de los hombres que los perseguía lo pateó, causando que el auto derrapara y perdiera el control, dirigiéndose directamente hacia Thalia y Percy.
Thalia fue la primera en reaccionar. Agarró a Percy y, en un destello de electricidad, ambos estaban a varios metros del camino del auto, el cual terminó por estrellarse con un fuerte estruendo contra el árbol donde anteriormente ellos habían estado sentados a sus pies.
El capó del auto se abolló debido a la intensidad del golpe, el cual comenzó a humear. Las personas exclamaron con pánico y rápidamente se acercaron al auto con la intención de comprobar si las personas que estaban adentro estaban bien. Algunos incluso comenzaron a llamar al 911 en busca de ayuda.
La puerta del asiento del conductor se abrió de golpe y salió una mujer morena de baja estatura y apariencia ágil, como una gimnasta. Tenía el cabello color azabache recogido en una coleta y vestía un ajustado traje con estampado de leopardo. La sangre escurría por un lado de su rostro y miró con ojos ligeramente desorbitados al grupo de personas que se reunieron alrededor del auto.
—No hay nada que mirar aquí. ¡Váyanse! —gruñó ella.
Sorprendentemente, las personas que se habían reunido alrededor del auto tuvieron una mirada confundida en sus rostros antes de que, lentamente, comenzaran a alejarse del lugar.
Cuando las personas se fueron, la extraña mujer con vestimenta de leopardo se volteó y gritó a las otras personas que aún se encontraban dentro del auto.
— ¡Niños, tenemos que irnos! ¡Ahora!
Los dos niños, un chico y una chica, se encontraban mareados y desorbitados por el impacto, murmurando de manera incomprensible.
La mujer se acercó a ellos con la intención de sacarlos del auto, pero fue en ese momento que aquellos hombres que los perseguían llegaron junto a ellos. Los cuatro bajaron el ataúd al suelo cuidadosamente y miraron a la mujer. Luego, al unísono, sacaron bates de metal dorado de sus cinturones.
—Esto no se ve bien—murmuró Thalia.
—Thalia, ¿qué diablos está pasando? —preguntó Percy, mirando como la mujer desenvainó un par de cuchillos de sus mangas y los sostuvo, lista para pelear con aquellos hombres.
—No tengo idea, pero definitivamente esos hombres quieren lastimar a esa mujer y a esos niños.
Entonces, sucedió algo que los dejó a ambos con los ojos abiertos. El cuerpo de la mujer comenzó a brillar en un tono verdoso. Un aura la rodeó y comenzó a crecer hasta envolverla en una burbuja de energía que la levantó del suelo. El aura cobró forma poco a poco y la mujer quedó en el centro de una proyección holográfica que tenía unas cuatro veces su tamaño normal. La proyección tenía la imagen de una mujer de seis metros con cabeza de gato.
—Pero qué carajos... —musitó Thalia, con los ojos abiertos en señal de sorpresa. Era la primera vez que ella veía algo como eso. Al menos, en la vida real—. ¿Acaso esa mujer es una usuaria de Stand?
— ¿Los ayudamos?
Ambos observaron sorprendidos a la mujer vestida de leopardo, quien flotaba en el centro del holograma, dar un paso adelante y la enorme figura se movió a la vez, causando un leve temblor en el piso que Percy sintió recorrer en todo su cuerpo. La mujer levantó la mano y la figura la imitó, desenfundando unas garras tan largas y afiladas como una espada.
Los hombres con faldas no se vieron intimidados ante el extraño holograma de la mujer-gato y atacaron con sus bates de metal. Dos de ellos fueron directos a los niños que aún se encontraban aturdidos dentro del auto, pero la mujer barrió su mano y el holograma la imitó, golpeando con sus garras a uno de los hombres y despedazándolos. Luego, pisó a otro hasta convertirlo en lo que parecía ser una lata aplastada. Lo extraño fue que no hubo sangre derramada ni órganos esparcidos por el piso. El hombre despedazado parecía piezas de un lego desarmado y el otro parecía una lata de refresco aplastada, como si ni siquiera fueran humanos.
Los otros dos hombres golpearon las piernas holográficas de la mujer-gato, pero sus bates rebotaron entre una lluvia de chispas. No pudieron hacer nada cuando también fueron cortados en rodajas con las enormes garras del extraño holograma.
— ¿A quién? —inquirió Thalia, viendo de manera apreciativa la facilidad con la que la mujer se encargó de aquellos hombres.
Fue entonces cuando los cuatro hombres comenzar a reconstruirse. El que estaba aplastado como una lata de refresco se extendió como un acordeón hasta tener otra vez una figura humana. Aquellos quienes fueron destrozados comenzaron a unirse pieza por pieza como imanes hasta estar nuevamente formados, como si nada les hubiera pasado.
La mujer-gato volvió a atacar con sus garras, pero los hombres aprendieron a mantener su distancia y usar su ventaja numérica y su tamaño para atacar al holograma. A pesar de que no lograban alcanzar a la mujer que flotaba dentro, era obvio que ella no podía sostener el holograma por mucho tiempo si la expresión de esfuerzo en su rostro era una indicación.
—Maldición, esto no pinta bien para ella—comentó Thalia, viendo como la mujer destrozó a unos de los hombres, pero este volvió a armarse rápidamente en cuestión de segundos—. Ella no podrá hacer eso para siempre mientras protege a esos niños.
—Hay que ayudarlos.
Thalia volteó a observarlo, sorprendida de que Percy sugiriera ayudar a alguien, pero rápidamente se recompuso y asintió.
—Iré a ayudar a la mujer-furry. Tú ve a poner a salvo a esos niños.
Percy arqueó una ceja.
— ¿Segura que no quieres que te ayude a pelear contra esos sujetos?
Una sonrisa arrogante adornó los labios de Thalia.
—Por favor, ¿con quién crees que estás hablando? Estás frente a la semidiosa más poderosa con vida. Ahora, ¡hagamos algo de ruido!
Sin decir una palabra más, Thalia agarró la lata de crema batida que tenía en el interior de su chaqueta y lo transformó en su forma de lanza. No perdió el tiempo en atacar a uno de los hombres que parecían estar hechos de metal, apareciendo súbitamente detrás de uno y apuñalándolo por la espalda. La lanza atravesó el cuerpo del hombre y Thalia lo levantó sobre el aire para luego arrojarlo contra uno de los bancos del parque, destrozándolo en pedazos.
—Más bien, ante la semidiosa más arrogante—comentó Percy, aunque había una pequeña sonrisa en su rostro.
Rápidamente, fue hacia el auto estrellado con la intención de ayudar a los niños, pero uno de los hombres se interpuso en su camino, listo para golpearlo con su bate de metal. Percy se llevó la mano a la parte trasera de sus jeans, dispuesto a sacar su cuchillo. Pero no necesitó hacer nada cuando una sombra se abalanzó sobre el hombre y lo derribó. Inmediatamente, Percy lo reconoció como la Sra. O´Leary, quien estaba en su verdadero tamaño de león adulto y comenzó a destrozar al hombre con sus garras y dientes entre sonidos de metal siendo desgarrado.
Cuando él llegó junto al destrozado auto, pude ver que unos de los pasajeros, un chico, desabrochaba su cinturón de seguridad mientras se movía para ayudar a quien iba en el asiento del copiloto, una chica. El chico vestía pantalones holgados y camisas anchas de lino blanco. Tenía la piel morena y el pelo corto castaño alborotado. Levantó la mirada para ver a Percy e inmediatamente le apuntó con lo que parecía ser una espada que tenía una extraña forma curva en forma de medialuna.
—N-no te acerques—advirtió el chico.
Le temblaban las manos y parecía estar al borde de la inconsciencia, pero se veía determinado en proteger a la chica que estaba en el asiento del copiloto.
—Hey, tranquilo, hombre, no voy a hacerte daño—Percy levantó las manos en un gesto de calma—. Estamos aquí para ayudarte.
El chico arqueó levemente una ceja y miró sobre el hombro de Percy para ver a Thalia y la mujer, aún dentro del holograma de mujer-gato, pelear con aquellos hombres que parecían estar hechos de metal. Incluso la Srta. O´Leary se había unido a la batalla.
— ¿Q-qué? ¿Cómo es que ustedes...? —musitó el chico, pero se vio interrumpido cuando escuchó el quejido de dolor de la chica en el asiento del copiloto—. ¡Sadie!
La chica, Sadie, vestía un par de ropas similares, aunque llevaba un par de botas militares. Su piel era blanca y tenía mechones de su cabello color caramelo teñido en rojo, lo cual era bastante similar a los mechones teñidos en azul de Thalia, aunque Percy no sabía si aquellos mechones eran por el tinte para el cabello o por la sangre de que escurría por la frente de la chica.
—Tenemos que sacarla de aquí, no es seguro—aconsejó Percy.
El chico se vio conflictivo por unos segundos, sin saber qué hacer mientras se mordía levemente el labio. Finalmente, asintió en dirección a Percy, decidiendo confiar en él.
Percy desabrochó el cinturón de la chica llamada Sadie y la sacó del auto sin inconvenientes para luego cargarla en sus brazos. El chico salió del auto por sí mismo, aunque se veía algo mareado por el choque, pero se negó a alejarse de la chica, sosteniendo con firmeza su espada curva, dispuesto a usarlo si Percy hacía un movimiento raro.
Sadie se removió en los brazos de Percy para luego abrir los ojos ligeramente.
— ¡Sadie! —exclamó el chico, la preocupación era evidente en su voz—. Sadie, ¿estás bien?
—Tú... —habló la chica por lo bajo, mirando a Percy con ojos entrecerrados, donde él pudo ver que eran azules como el cielo—. ¿También eres un dios?
El chico puso los ojos en blanco, pero soltó un ligero suspiro de alivio.
—Sí... ella está bien.
Ambos se refugiaron detrás de un árbol, donde Percy recostó a Sadie contra el tronco con delicadeza, quien aún estaba mareada por el golpe y al borde la inconsciencia.
—Yo... te lo agradezco—dijo el chico, viendo que Sadie se encontraba bien.
—Descuida—respondió Percy antes de mirar a la chica herida—. ¿Ella estará bien?
—Eso creo. Tal vez es solo una conmoción cerebral, aunque me gustaría tener al menos algo para el sangrado…
—Tal vez pueda ayudar con eso.
Percy se arrodilló frente a Sadie y extendió su mano. El chico observó con asombro como la nieve comenzaba a arremolinarse hasta derretirse en agua y acumularse sobre la palma de Percy en una esfera de agua. Percy acercó la esfera de agua a la frente de Sadie. Luego de unos segundos, el agua había lavado la sangre y había cerrado la herida de su frente.
Con un movimiento de su mano, Percy arrojó el agua con sangre. Ambos miraron como Sadie poco a poco recuperaba totalmente la consciencia y abrió los ojos lentamente para mirar a Percy.
—Qué... ¿Qué pasó? —preguntó ella, aun viéndose algo aturdida.
—Sadie, ¿estás bien? —preguntó el chico, acercándose a ella.
—Carter... yo... acabo de tener un sueño realmente raro—dijo ella, llevándose una mano a la frente—. Tarta se convirtió en una mujer que vestía un traje de leopardo y peleó contra un leopardo que tenía un cuello largo de serpiente y cabeza de gato... luego éramos perseguidos por unos sujetos de metal que vestían falditas...
—Bueno, desgraciadamente, no fue un sueño. Tarta... quiero decir, Bast, está peleando con esos sujetos vestidos con falditas ahora mismo usando un extraño holograma de mujer con cabeza de gato de seis metros junto con una chica que usa una lanza y un San Bernardo tan grande como un león. Ah, y el chico aquí convirtió la nieve en agua y lo usó para curarte.
Sadie lo miró como si estuviera loco, pero cuando miró la batalla que estaban teniendo Thalia, la Sra. O´Leary la mujer llamada Bast, lo aceptó con un lento asentimiento.
—Yo... gracias—dijo ella, mirando a Percy para luego apartar la mirada con timidez—. Por curarme...
—No hay de qué.
—Soy Sadie... Sadie Kane. Y el chico vestido raro a tu lado es mi hermano, Carter.
—Tú estás vestida igual—le recordó Carter, pero ella lo ignoró.
— ¿Son hermanos? —inquirió Percy, mirando a ambos sin ver ningún parecido familiar.
—Sí, desgraciadamente—dijo Sadie, recibiendo una mirada molesta por parte de Carter, pero ella nuevamente lo ignoró en favor de mirar al chico que la había salvado—. ¿Quién eres tú?
—Mi nombre es... Percy—se presentó antes de apuntar con el pulgar hacia donde se desarrollaba la batalla—. La chica que está allá blandiendo la lanza con una expresión como si estuviera en un parque de diversiones es Thalia y el perro negro del tamaño de un león adulto es la Sra. O´Leary.
Sadie miró en la dirección donde él apuntó y vio como los tres trabajan en conjunto para cortar en pedazos a los hombres de metal.
— ¿Qué son esas cosas? —cuestionó Percy, mirando a los hombres de metal ser cortados, ya sea por las garras de la mujer-gato de seis metros o las de la Sra. O´Leary y la lanza de Thalia.
—Son porteadores—respondió Carter, con voz un poco sombría—. Por lo que sé de ellos, te dejan inconscientes a golpes para luego capturarte y meterte en el palanquín…
— ¿El qué?
—Ese cajón grande que cargan consigo—aclaró Sadie.
—El punto es que esos tipos no se detendrán hasta que encuentren a sus víctimas—continuó explicando Carter—. Una vez que lo hacen, los capturan y luego los llevan hasta su amo. Nunca pierden su presa, y nunca se rinden.
—Y déjame adivinar—dijo Percy—. Son ustedes a quienes ellos persiguen.
—No me digas— cuestionó Sadie, rodando los ojos—. ¿Qué te hizo pensar eso, genio?
Percy arqueó una ceja ante el sarcasmo de la chica, pero no dudó en responder con el suyo propio.
—Mmm... No lo sé. ¿Tal vez por el hecho de que los atacaron? ¿Tú qué crees? ¿O aún estás aturdida por el golpe?
—Básicamente, sí. Aunque no sé por qué—intervino Carter para luego arquear una ceja al mirar a Percy—. Lo que no entiendo es, ¿cómo es que ustedes pueden verlos?
Sadie también se vio intrigada ante eso y observó a Percy, quien los miró de reojo antes de volver a mirar la batalla que se desarrollaban frente a ellos.
—Solo digamos que no somos exactamente personas normales.
Carter y Sadie se vieron intrigado por su respuesta, sabiendo que lo que hizo Percy con el agua no era normal, pero decidieron no indagar más mientras volteaba a mirar como Thalia, la Sra. O´Leary y Bast destrozaban al último hombre. Con Thalia cortándole las piernas con un rápido barrido de su lanza, Bast aplastándolo contra el suelo con su holograma de mujer-gato de seis metros y Sra. O´Leary cortándolo en pedazos con sus garras.
Bast destrozó el palanquín de un solo golpe antes de que su forma de mujer-gato de seis metros comenzara a desvanecerse y desapareciera. Ella aterrizó en el piso, con el rostro cubierto de sudor mientras respiraba notoriamente. Thalia se acercó a ella y la ayudó a erguirse, envolviendo un brazo sobre su hombro para que se apoyara en ella y caminando hacia donde estaban Percy, Carter y Sadie.
—Bueno, eso fue divertido—comentó Thalia, cuando estuvo lo suficientemente cerca—. Nada como un leve ejercicio para entrar en calor.
—Esto aún no ha terminado—dijo Bast, recuperando la respiración y soltándose de Thalia—. Sadie, Carter, ¿están bien?
Sus ojos amarillos y con pupilas rasgadas le recordaron a Percy a un gato, pero le inquietó más la expresión de preocupación que ella tenía en su rostro.
—Sí... este chico nos ayudó—dijo Carter, señalando a Percy—. Su nombre es Percy y él... puede controlar el agua.
— ¿Controlar el agua? —Bast miró a Percy y lo miró de manera inquieta y ansiosa—. Oh, no... Esto no es bueno.
— ¿A qué te refieres? —preguntó Sadie.
— ¿Recuerdas cuando Amos te dijo que Manhattan tiene sus propios dioses y problemas? Bueno, ellos representan problemas para nosotros.
—Vaya, ¿así es como agradeces a las personas que salvaron tu trasero de furry? —inquirió Thalia, lanzándole una mirada mordaz a la mujer.
—Lo siento, no fue mi intención ofenderte. Pero es mejor si nosotros no nos involucramos.
—Bast—llamó Carter—. Con ¨sus propios dioses y problemas¨ te refieres a que ellos son…
—No, ellos dos no son dioses. Al menos, no totalmente. Pero son, en cierta manera, más peligros que uno.
Sadie y Carter miraron con un poco de cautela a Percy y Thalia.
—Entonces, ¿qué demonios son ustedes? —decidió preguntar finalmente Sadie.
Percy y Thalia se miraron entre ellos, inseguros sobre si revelarles la verdad. Fue Thalia quien terminó asintiendo cuando decidió responder:
—Somos semidioses, hijos de un dios y un mortal. Mi nombre es Thalia Grace, soy una hija de Zeus. Y él es Percy, un hijo de Poseidón.
Las expresiones de Carter y Sadie era de absoluto asombro, pero, sorprendentemente, se recompusieron con bastante rapidez.
—Sí... puedo ver que eso... —comentó Sadie de manera apreciativa, mirando a Percy de pies a cabeza, causando que él arqueara una ceja.
—A estas alturas, ya no debería de sorprenderme, considerando que Bast en una diosa egipcia—comentó Carter—. Pero... maldición. ¿Los dioses griegos también existen?
—Oh, créeme, son muy reales—gruñó Thalia con mal humor—. Y la gran mayoría de ellos no son más que un dolor en el culo.
— ¿Y el perro? —preguntó Sadie, mirando a la Srta. O´Leary, quien estaba sentada sobre sus patas traseras a un lado de Percy—. Definitivamente, ese chucho no es normal.
—Ella es un perro del infierno—dijo Percy, acariciando su cabeza, causando que ella mueva la cola felizmente—. Su nombre es Sra. O´Leary.
—No te preocupes, es inofensiva—agregó Thalia—. A menos que guardes un paquete de tiras de carne seca que no quieras compartir.
—Si tú lo dices... —ella siguió mirando con ligera cautela al perro—. No tengo carne seca.
La Sra. O´Leary dejó de mover la cola y bajó las orejas, viéndose desanimada.
—Por cierto, ¿eres una diosa egipcia? —inquirió Percy, volteándose a mirar a Bast.
—La diosa de la protección y Señora de los gatos—dijo ella en un tono orgulloso, antes de que una mirada seria se instalara en su rostro—. Por más de que me resulte interesante conocer a dos de los hijos de los Tres Grandes, tenemos que movernos. Los porteadores fueron solamente esbirros de bajo calibre. Lo más probable es que el amo a quien sirven se impaciente y envíen a alguien mucho más peligroso.
— ¿Qué tan peligroso? —cuestionó Thalia.
—Lo suficiente como para hacer que esos hombres de antes sean solo niños con palos. Necesitamos ir a Central Park antes de que... ¡Carter, cuidado!
El grito de Bast alertó al joven muchacho, quien volteó alarmado para observar como un algo se posó en su hombro. Él quiso gritar con pánico cuando vio a un escorpión negro tan grande como un gato. El escorpión retrajo su cola con la intención de apuñalar a Carter con su aguijón, pero el arácnido fue arrancado bruscamente de su hombro cuando un objeto lo golpeó y terminó empalándolo en el árbol. El escorpión se retorció por unos segundos antes de dejar de moverse.
—Gracias, Bast... —suspiró Carter aliviado, aunque aún se veía lo suficientemente pálido para que sea visible incluso con su piel morena.
—No fui yo... —dijo Bast, mirando al escorpión con creciente preocupación.
Carter la miró confundido antes de voltear a mirar el cuchillo que aún estaba incrustado en el árbol con el escorpión. Se sorprendió cuando no vio un cuchillo, sino lo que parecía ser una especie de colmillo atado a un mango de madera con tiras de cuero.
Todos voltearon para observar a Percy con el brazo extendido, dando a entender de que él había arrojado el cuchillo.
—Santa mierda... —murmuró Sadie, asombrada por la hazaña—. ¡Haz eso de nuevo! Esta vez con una manzana sobre la cabeza de Carter.
— ¡Demonios, no! —exclamó Carter, indignado y algo asustado.
—Veo que tu puntería no ha disminuido, Percy—comentó Thalia de manera apreciativa.
Percy se acercó al árbol y retiró su cuchillo.
— ¿Qué demonios hace un escorpión en aquí? —cuestionó él, limpiando su cuchillo con la nieve—. No soy experto en plagas, pero sé con certeza que aquí hay más ratas que escorpiones en Nueva York.
—Esto no es bueno... —murmuró Bast, con una expresión sombría y ansiosa en su rostro—. Si un escorpión está aquí, eso significa que ella está aquí.
— ¿Ella? —preguntó Sadie—. ¿Quién?
Recibió su respuesta cuando escuchó a los arbustos revolverse. Todos voltearon con alarma, con Percy y Thalia preparando sus armas cuando comenzaron a aparecer una cantidad incontable de bichos que tenían pinzas y aguijones. Era como un río negro comenzar a escurrir por el suelo y se dirigía directamente a ellos.
Carter se puso aún más pálido, con las piernas ligeramente temblorosas. Sadie veía a los escorpiones con creciente pavor. Incluso Bast se veía preocupada cuando vio al ejército de arácnidos y a una mujer aparecer de entre los árboles, caminando en medio de los escorpiones sin miedo alguno. Vestía una túnica marrón, con joyas doradas y brillantes en el cuello y en las muñecas. Su cabello era largo y moreno, cortado al estilo del antiguo Egipto, con lo que parecía un moño sobre su cabeza, pero una vista más detenida reveló a los adolescentes que no era un moño, sino un escorpión tan grande como el que había intentado atacar a Carter. Los escorpiones se arremolinaban a su alrededor, como si ella estuviera en el ojo de una tormenta.
—Serket—gruñó Bast, enseñando los dientes.
—La diosa de los escorpiones—dijo Carter, con voz ligeramente temblorosa al ver el ejército de escorpiones que rodeaban a la diosa.
Thalia y Percy observaron a la diosa egipcia con diferentes expresiones. Con Percy viéndose cauteloso mientras empuñaba su cuchillo, la Sra. O´Leary enseñando los dientes a la diosa y Thalia viéndose exasperada.
—Genial, otro puto dios loco con ganas de matarnos—musitó ella—. Un lunes típico en la vida de un semidiós.
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¡Y eso es todo por ahora, mis queridos lectores!
Sé que muchos están emocionados por el regreso de esta historia, así que intentaré publicar los capítulos con la mayor frecuencia posible. Aunque no hago promesas, debido a que estoy en época de mis últimos exámenes parciales y la universidad, y luego comenzaré con los exámenes finales.
En este capítulo pudimos ver una pequeña introducción que señala lo que depara en el futuro de la historia.
Tenemos a Ethan, quien liberó a Prometeo bajo las órdenes de Cronos para que él averiguara donde se encuentra el llamado ¨El Fuego del Olimpo¨ y para robar algo sumamente importante.
Luego, vemos la aparición de otro semidiós que está aliado con los titanes. Aquellos quienes leyeron ¨Los Diarios de un Semidiós¨ sabrán que se trata de Alabaster C. Torrington, un poderoso hijo de Hécate que, aunque no apareció en la historia principal, fue un personaje que me pareció sumamente interesante.
Además, se revela que Alabaster es un aprendiz de un misterioso espadachín. Recuerden eso, porque será un detalle sumamente importante más adelante en la historia.
Vemos a un Percy sin recuerdos vivir en Nueva York con Thalia y Luke y tratando de vivir como alguien ni siquiera sabe quién es. En un principio, quise presentar a Percy como alguien frío y distante, pero no me pareció del todo correcto. En su lugar, él es alguien reflexivo y que demuestra estar en constante conflicto consigo mismo debido a su carencia de recuerdos, cosa que es comprensible. Aunque aún puede verse momentos de su antigua personalidad como alguien sarcástico y bromista. También es alguien que tiene una gama de poderes mucho más variada que en comparación con el canon, donde en esta historia él puede controlar los estados del agua y usarla para curar, similar a como sería el agua control en Avatar, la serie animada. También tiene un control mucho más fino sobre los terremotos, donde puede usarlo para dar golpes devastadores.
¿Qué opinan de este tipo de Percy?
Y por último, decidí comenzar esta historia con un leve crossover con Las Crónicas de Kane, espero haberlo hecho bien.
En fin, espero les haya gustado. Les invito a dejarme una reseña sobre su opinión del capítulo, sin importar que tan dura sea. Siempre he tenido en mente que las reseñas duras son los que te impulsan a pulir aquello en lo que no eres bueno y las reseñas positivas a recordarte que tu trabajo es apreciado y te impulsa a continuar con tu historia.
Para los interesados, les invito a formar parte del servidor ¨Emerald Library¨, una comunidad para los amantes de la escritura, ya sea de fanfics o historias originales, donde podrás compartir tus historias, encontrar autores y charlar con ellos. Pueden ingresar a través de este código:
/ / discord. gg / PD693JJWck
Debo de decirles, que ese servidor es un servidor inglés. Así que no sabes hablar inglés, te será un poco difícil interactuar con los miembros.
También pueden buscarme en Discord con el nombre de JkAlex#5083. Envíame un mensaje y hablemos, siempre tengo un poco de tiempo en el día para responder mensajes.
Eso es todo por ahora, espero que les haya agradado este primer capítulo y sin nada más que decir… ¡Hasta la próxima, guapos y guapas!
