Es probable que llegué en el peor momento. Cuando atravesé las llamas verdes de los polvos flu y caí encima de la felpuda alfombra de oso de la mansión, al instante intuí que el lugar se desierto. Me volteé a los únicos aromas que pude percibir, el de mamá, Bellatrix y Él.
Mamá lucía agotada, con profundas ojeras bajos los ojos, sin maquillaje y con las raíces blancas, pero me sonreía (Ella siempre posee una sonrisa exclusiva para mí). Bellatrix se aferraba a Él, los ojos destellaban más demencia de la que recordaba. Él se limitó a realizar un gesto con la cabeza para que me acercara.
—Por tu aspecto puedo inferir que fuiste bien recibido, Draco—preguntó, poniéndose un largo abrigo que Bellatrix le ayudó a ponerse. Recordaba muy bien habérselo visto papá cuando tenía como diez. Lo usaba en las reuniones importantes, cuando el aún era importante—, pero dime ¿Qué lograste averiguar?
—Intenté convencerlos, sin embargo, ellos se niegan a ayudar —mentí a medias, concentrándome en cerrarme por completo, ya que notaba los intentos de Él queriendo ver a través de los recuerdos—, dicen que están bien como están y que desean seguir de esa forma.
Él agarró la varita más peculiar que alguna vez vi, y me apuntó con ella, cerré los ojos temiendo lo peor, con las palabras de Nathaniel rondándome la cabeza.
—Comprendo, cuando termine en Hogwarts iré a por los vampiros —aseguró, dándose media vuelta—. Draco, voy a necesitar una última cosa de ti.
Asentí dándole un suave beso a mamá, él estiró la mano y como llevaba acostumbrándome hace un mes, besé el dorso de la extremidad— Dígame lo que necesita.
—Quiero que me traigas a Harry Potter, de dentro del castillo, hasta mí —ordenó, agarrando del brazo. Mamá y Bellatrix se aferraron entre ellas y la nauseabunda sensación de la aparición se extendió de forma instantánea. Volvimos a tocar suelo y Él continuó—: búscalo en la sala de menesteres, estoy seguro de que debe estar ahí.
Me relamí los labios, y miré a mamá antes de marcharme. Entre medio de los arbustos y segundos anteriores de que pusieran esa barrera de magia, logré entrar por uno de los recovecos del castillo, en forma animaga.
Aunque sea Malfoy, ese trabajo no lo podía hacer solo.
━━༻✧༺━━
El castillo seguía tal cual lo recordaba, pero el ambiente era oscuro y deprimente. Fui corriendo a las mazmorras de Slytherin, pronuncié varias contraseñas que podrían servir, hasta que di con la adecuada y entre a la sala común, para encontrarme con la sorpresa de que nadie yacía ahí dentro.
En la habitación de hombres, me puse una de las túnicas de Nott, porque de los chicos era el único con el compartía talla, me escondí debajo de la capucha y decidí afilar mis sentidos. ¿Dónde estaba metido todo el mundo?
Entre esta confusión, escuché los alaridos de Pansy, que reclamaban que algo era injusto. Me acerqué, percatándome de que Filch, el conserje metía, a toda Slytherin dentro del calabozo.
Hice todo pedazos, agarré a los primeros dos chicos conocidos que identifiqué por el cuello del uniforme, quitándome la túnica de encima. Crabbe y Goyle, me miraron sorprendidos, no obstante, pronto se compusieron.
—¡Draco!
—¡Muévanse rápido! —grité adelantándome, los chicos me seguían los pasos—, necesito buscar a Potter.
La sala de menesteres era oscura, fúnebre y llena de cosas. Tal como recordaba. Lo olía, claro que lo hacía; Pasteles de calabaza recién horneados, tierra y coraje. Potter estaba ahí, rebuscando entre las cosas, tratando de encontrar algo.
Me separé de Crabbe y Goyle, con un imperioso pensamiento abarcándome la cabeza. ¿Y si lo ayudaba? Por primera vez, me di cuenta de que si Potter derrotaba al señor oscuro, el no iría tras los vampiros y, si yo no me quedaba con Harry, al menos Nathaniel estaría para mí. La oferta sonaba tentadora y era la única que me agradó.
Si no lograba la historia de amor de los cuentos de hadas, podría complacerme con un vampiro millonario y lujos interminables. Era demasiado bueno, a decir verdad.
Lo observé abriendo cajas y yo me acerqué a él cubriéndole la boca. Traía las ropas raídas, el cabello mal cortado y los ojos le destellaban de vigor, le susurré que se calmara. Que lo iba a ayudar.
—¿Qué buscas? —cuestioné en un murmullo. Harry me miraba impactado—. Dímelo y te ayudaré.
Tras meditarlo un par de segundos, me lo dijo. La diadema de Ravenclaw. ¿Buscar algo tan pequeño en un lugar inmenso? Potter era un loco. Aunque eso no era una novedad.
Fue entonces cuando me la señaló encima de una pila de objetos que alcanzaba los más de seis metros.
Asentí y le guiñé un ojo, Crabbe llegó parándose a mi lado derecho, apuntando la varita contra Harry y Goyle a los pocos segundos se le unió.
—Vamos Draco, atúrdelo y ya está —juzgó Crabbe, furioso—. ¿No lo vas a hacer? ¡Eres un cobarde! ¡Desm-!
—¡Expelliarmus!
La varita de Crabbe salió disparada de su mano, Ron y Hermione se unieron a la acción, a ninguno de los dos le hizo la mínima gracia el verme (algo comprensible; la última vez las cosas en la mansión no salieron demasiado bien), no obstante, no me preocupé por ellos, ya que solo podía pensar en que era el momento de transformarme para agarrar la diadema.
Me defendía de los indiscriminados ataques de Weasley y Hermione, Harry y yo corrimos hasta detrás de un armario, recuperando la respiración, mientras escuchaba la confrontación de fondo.
—Vi unas escobas.
—Ve por ellas, yo voy por la diadema.
No sé por qué Harry confió en mí en aquel momento, tal vez notó la angustia en los ojos que le mostraba, o que cada palabra la decía con la mayor seguridad. Con esa misma seguridad que en el pasado empleé para acusarlo. Aun así, para cuando me transformé en el murciélago, Harry sonrió divertido. No sé qué le hizo tanta gracia (tal vez debería preguntarle algún día).
Me elevé viendo las primeras llamas al fondo de la sala, que comenzaban a consumir todo el escenario; como murciélago no puedo tomar muchas cosas, por lo que me afirmé arriba del todo volviendo a la forma humana, aferré la diadema como si mi vida dependiera de ella. Lo cual era cierto. Dependía de ese maldito objeto; Percibí toda la magia oscura que sostenía en las manos, era dolorosa y me hizo perder el equilibrio, las brasas del fuego se acercaban y yo, soy inflamable. Estaba seguro de que la hora llegó. La hora de mi muerte.
Harry, de todos modos, logró atraparme antes de que cayera al suelo, volaba con la agilidad que siempre demostró tener, esquivó las brutales llamas y soltó la diadema, que con un destello el objeto soltó una brutal fuerza del interior. Entonces comprendí que Crabbe había muerto y que Goyle se aferraba a la escoba de Ron llorando.
Atiné a apegarme a la espalda de Harry, con las manos temblorosas y algo dolidas, ya que llevaba demasiado tiempo cerrándolas con fuerza, rodeé su cintura y le dije:
—¡Si morimos aquí Potter! Te voy a matar.
Logró acelerar el vuelo y con una chispa tocando la cola de la escoba, salimos de la sala de menesteres ardiendo con fulgor.
—¡Lo logramos! —gritó Hermione, bajando de la escoba—. ¡Malfoy, más te vale que no volvamos a verte durante el resto de la noche!
Goyle se fue corriendo escaleras abajo, dejándome con los tres. Hermione me apuntaba con su varita, yo sostuve la varita de mamá, contra ella, dispuesto a atacar si ella se predisponía a hacer el primer movimiento.
Ella me miró con rabia, Harry entonces me desarmó de un Expelliarmus dejándome muy confundido.
—¡Dejen de discutir! ¡Draco me ayudó a encontrar la diadema!
Tanto Ron como Hermione miraron a Harry y después a mí, anonadados. La chica se disculpó en un susurro, Ron no dijo nada y yo estiré la mano para volver a tomar la varita de mamá.
En eso, Harry tuvo una de esas visiones, era la primera vez que presenciaba una. Harry, al par de años, me contaría que no fue la primera. Sin prestarme mayor atención, los tres se fueron corriendo al muelle. Yo, como puede y aun conmocionado por todo, alcancé a esconderme de la catástrofe que se desataba a las afueras del castillo.
Antes de que Harry bajara por las escaleras, me miró y movió los labios. Aún recuerdo que casi pude escuchar la voz de Harry pronunciando un "Muchas Gracias" para mí.
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En la mañana, tras la larga lucha que se desató en la noche, al amanecer, bajé al comedor, escondiéndome entre algunos de los estudiantes. Pansy lucia el pelo cortado a navajazos, pero continuaba viéndose despampanante. Se lanzó con fuerza hacia mis brazos tan pronto me vio, haciendo que los dos nos derrumbáramos en el suelo como un par de niños.
—Dra… Draco yo pen… Pensé que nunca te volvería a ver —sollozó, yo le acaricié la cabeza. Quería llorar; Creo que lo hice—, dime… ¿Qué te sucedió? Si me voy a morir hoy, quiero saber todo sobre… Sobre ti.
Antes de que Él llegara, le conté todo por lo que pasé, en cierto punto comencé a llorar y ella me abrazó. En otros momentos, los dos estábamos tan tristes que teníamos que guardar silencio un par de minutos, para comprobar que seguíamos ahí; vivos. Nunca me sentí tan unido a una persona y, en menos de una hora, fue como si un lazo me hubiera unido a Pansy, más fuerte que el de la familia o el amor.
El lazo de la amistad.
Ella me contó las penumbras por las que pasó el colegio. Los Parkinson, nunca estuvieron ni a favor o en contra del señor oscuro, se mantenían al margen, sin apoyar un bando, siempre preservando por la seguridad de la familia Parkinson. Que Pansy, presa del miedo del momento, haya gritado para que capturasen a Potter, se me hizo (y me sigue haciendo) todo el sentido del mundo. ¿Para qué sacrificarse por alguien a quien, no le tengo el mínimo de aprecio?
Me contó de las torturas dirigidas a los alumnos, que su autoridad como prefecta era nada comparado a los hermanos Carrow. Que fueron unos meses terribles, donde no se escuchaban risas y la comida era terrible porque los elfos no estaban demasiado contentos.
Sucedió lo de la supuesta muerte de Potter. El guardabosque lo traía en brazos, pero al instante supe que continuaba vivo; olía a vida, la gente muerta no huele de esa manera, no sé cómo explicarlo. Sostuve la varita y luego de irme al lado de mis padres, decidí hacer el último acto de rebeldía que quería el adolescente encarcelado en el interior de mi ser.
—¡Potter! —grité, abriéndome paso entre los mortifagos, lanzándole la varita. Harry la sostuvo en el aire, cubriéndose con la capa mientras lanzaba hechizos a todos los lados.
Fui donde madre y padre, y nos escondimos detrás de unos pilares de piedra, asustados.
—Draco, mi niño —gimió mamá, tomándome las manos—, ¿estás bien? Todo irá bien ahora.
—¡Pero qué has hecho, imbécil! —reclamó papá, poniéndose pálido— ¡No sabes que nos hará el señor tenebroso cuando todo esto termine! ¡Nos matará a todos!
Sentí las ásperas manos de papá, cerrarse en torno a las solapas del traje, pero yo me separé y sin pensarlo demasiado le di un suave beso en las manos, que lo hizo tranquilizarse.
—Potter va a ganar, estoy seguro —dije, escuchando los fuertes estruendos que provenían del comedor—, él siempre gana, tengo experiencia con eso.
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Entramos al comedor y tuvimos que enfrentarnos con algunos mortifagos resentidos, a nuestras espaldas escuché el chillido de Bellatrix (ya no podía continuar llamándola tía. Ella era algo insalvable) y, al instante, me di cuenta de que murió Todo concluyó cuando lo vimos a Él y a Harry peleando sin ser molestados, para finalizar dejando el cuerpo del Innombrable caer de bruces al suelo; muerto e ignorado por las multitudes de supervivientes que iban a reunirse con sus seres queridos.
La mirada de Harry comenzó a recorrer todo el comedor, se abrió paso entre las multitudes y para cuando me localizó, corrió hacia mi dirección. Sentí los brazos de Harry rodearme, respondí el gesto algo extrañado, a pesar de eso, cuando se separó, pude percibir el brillo que los ojos emanaban.
Harry cumplió la orden.
Despertó y se quedó mirándome, desorientado, sin saber por qué hizo aquello y si de verdad todo terminó. Yo sonreí y se lo aclaré:
—Ganaste, Potter ¿Feliz?
El asintió y se dio vuelta para buscar a sus amigos; yo, por mi lado, ayudé a papá a levantarse del suelo. Mamá nos esperaba sentada en una banca, guardando completo silencio. Los tres nos sentíamos fuera de lugar, como si no nos correspondiera compartir ese júbilo.
Pansy, llegó con un maletín de primeros auxilios y trató las heridas de mis padres, yo no poseía ninguna y la única que aún quedaba; seguía cicatrizando. Me di cuenta como Goyle escapaba de Hogwarts; Zabini y Nott, se acercaron cabizbajos y sin decir ni una sola palabra pidieron que Pansy también los curara.
Cuando llegaron las autoridades mágicas, no evité el arresto, ni mis padres, Zabini, Nott o Pansy. Nos encerraron a todos en celdas diferentes, no sé cuánto tiempo pasó, (pero por la cantidad de platos acumulados, fue demasiado tiempo) tampoco la cantidad de ratas de las cual me alimenté; antes de nuestro juicio faltaban muchas familias.
De mi familia, fui el primero, por la "D" del nombre. Entré con el corazón agitado, sucio y cansado, asumiendo la condena en Azkaban; el público estaba lleno de periodistas que sacaban las cámaras para apuntarme con ellas, traté de buscar rostros conocidos y encontré uno, que me sonreía incómodo; Harry.
A pesar de las innumerables pruebas contra nosotros, los Malfoy; bastó el testimonio de Harry para que no recibiéramos la pena en Azkaban.
—Soy consciente de los numerosos martirios que la familia Malfoy ejerció a favor del Lord Voldemort, sin embargo, de no ser por su ayuda, el día de la batalla, yo estaría muerto —declaró, todos dejaron de respirar por un momento y las cámaras enfocaron a Harry—, Draco fue quien me ayudó a destruir el último horrocrux, negándose a la posible orden del señor tenebroso, su madre, Narcisa, a pesar de tenerlo en frente, mintió para salvarme y por último, Draco, mostró un gran gesto de valor al comenzar el enfrentamiento final. No merece la condena en Azkaban, ni él o alguno de los Malfoy.
El juicio continuó conmigo temblando. Ya ni me importaba el hecho de ser condenado por mortifago o no.
—Tenemos una última cuestión que atender en el juicio contra Draco Malfoy—comentó el juez. Yo elevé la mirada—. Los guardias, durante el periodo de confinamiento han mostrado cierta preocupación y lo acusan de poseer vampirismo. ¿Las pruebas? Largos periodos de inanición voluntaria, un exceso de ratas muertas encontradas en la celda y, por último, lo que todos podemos notar en este instante, la marca en su cuello. —Las cámaras volvieron apuntarme. Pude ver cómo, en un ceñido vestido rojo, Rita Skeeter y esa molesta pluma mágica; escribían ansiosas—. Se le da permiso al acusado de declarar.
—¿El vampirismo es un crimen? —me atreví a preguntar y un murmullo se extendió por todo el juzgado.
—No, si no se ha cometido algún asesinato para poder alimentarse. Según nuestros registros usted no posee ningún asesinato cometido o en investigación. —Creo que aquel juez le caía bien y él me pareció como si Santa Claus estuviera ayudándome. Por la larga barba y la sonrisa en los labios—. En su caso, poseer vampirismo no sería un crimen. Aunque debería demostrarnos la condición ahora mismo.
—Está en lo correcto, tengo vampirismo.
Mentí, pero no soy tan estúpido como para declarar, que probé la sangre humana.
La prueba fue sencilla, podía escoger entre dos opciones: succionar una rata muerta o autolesionarme y que me regenerara al instante. Opté por la segunda, porque detestaba que me vieran comer.
Pasé el cuchillo por todo el brazo, aguantando un gemido de dolor. Todos vieron como a los pocos segundos, la herida comenzaba a cicatrizar sin necesidad de magia o medicinas. Para confirmar las dudas de quienes me observaban, decidí pedirle a Rita (que se echó hacia atrás horrorizada) (exagerada) su espejo. El juez lo agrandó y todos pudieron ver como yo desaparecía.
Todo el jurado debatió acerca de la condena final, algún tipo de castigo debía tener. Me entretuve pensando en los titulares que aparecerían al día siguiente; "El hijo maldito de los Malfoy" "El fin de una familia pura".
Respondí otras cuantas preguntas más y quedé libre, teniendo que cumplir un periodo de reacondicionamiento en la sociedad de seis meses, tratamiento psicológico, prohibición de usar la varita por mínimo cinco años (donde recién podría pedirla de vuelta) y la obligación de registrarme como un vampiro dentro de la comunidad mágica.
Al par de semanas, cuando junto a mis padres nos disponíamos a limpiar la mansión; Harry se presentó en la casa, para conversar, algo por lo que hasta mis padres se impresionaron.
No me acuerdo para nada de lo que hablamos, el impacto de que estuviera ahí, conmigo, era demasiado. Lo escuchaba y veía lo incómodo que se movía alrededor de la casa, lo más probable por todos los horribles recuerdos que le evocaba el lugar.
Sigo sin comprender muy bien por qué, pero ocurrió; hablar se nos hizo de lo más normal, como si lo lleváramos haciendo toda la vida. Ese día nos percatamos de que nuestras riñas del pasado no atesoraban sentido alguno y que los dos compartíamos varios gustos que nos negábamos a asumir. Lo interesante fue, que durante esas tres horas, que pasamos sentados hablando, el no hizo mención alguna al vampirismo ni a los años pasados, todo era sobre el futuro, y el presente.
—¿Qué tienes planeado hacer ahora? —pregunté.
—Ni idea, toda mi vida fue prepararme para derrotarlo, ahora que ya todo terminó, supongo que sacaré la licencia como auror y ver lo que me tiene preparado la vida.
Yo sonreí, y le di un sorbo al té de canela.
—Solo nos queda eso, Potter; seguir adelante.
━━༻✧༺━━
Al año siguiente, comencé a salir con Potter. Yo me mudé de la mansión porque mis padres planeaban su vida de "jubilados" a los apresurados cincuenta y, aunque me la ofrecieron, yo rechacé quedarme con una propiedad tan grande cuando, se suponía, iba a estar solo (por toda la maldita eternidad).
De todos modos, el patrimonio que me dejó la mansión fue tan inmenso que terminé por mudarme a un departamento tipo loft en la ciudad. Vivía dentro de un lujoso vario muggle, pero no importaba, es decir; ¿a quién demonios le interesaba si mi vecina amable del lado se llamaba Florencia y me regalaba comida siempre que me veía? Todos fuimos unos imbéciles por creernos eso de la pureza de sangre, y la gente que lo sigue creyendo, necesitan un tratamiento de electro-shot.
En fin, Potter claro que sabía mi dirección (todavía me pregunto de qué formas poco licitas la averiguó), pero después de decidir darse un tiempo con Ginny, vino a mí. Con un ramo de flores (idiota cursi), excesivo perfume y con la decisión de ser demasiado directo.
—Mira, creo que soy bisexual y me gustas. ¿Es eso raro?… Eres gay ¿verdad? Espero que Pansy no me haya mentido ¿Te comenté que ahora hablo más con ella? —comenzó a divagar, mientras se rascaba la cabeza. Seguía en la entrada—o sea, fue por Hermione, ya sabes; cómo ambas hicieron séptimo… bueno de cualquier modo; ella me dijo que siempre has estado obsesionado conmigo, y bueno yo también lo estuve… Y creo que lo sigo estando, pero no sé si…
Recuerdo, muy bien, que terminé por interrumpirlo, porque volvía las cosas más incómodas de lo que eran. Lo besé procurando que por las prisas, no lo haya mordido por error.
Fue así de banal y estúpido. Demasiado poco especial, algo que lo hizo perfecto. Harry sonrió confundido:
—Espera, ¿eso significa que te gusto? Wow.
—¿Tú qué crees Potter?
—Pues la verdad siempre has sido impredecible.
Terminé por obligarlo a entrar, ya que no quería que mis vecinos me vieran actuar de esa forma tan ansiosamente, gay. Dejé las flores encima de la mesa y volví a encarar a Harry.
—¿Impredecible? Potter, estuve desde primero mandándote señales.
—¿De verdad? Yo pensaba que me odiabas.
—Mira, ¿sabes qué? ¡Da igual! —concluí, acercándome a él—. Piénsame como el Draco de la postguerra ¿vale? Con eso es más sencillo.
Harry sonrió, tirándome de los brazos mientras las ponía sobre su cintura. Como el departamento ya estaba a oscuras, no tuvo la necesidad de cerrar las cortinas. Usando la varita, invocó unas cuantas velas que guardaba en un cajón, las encendió y sonrió.
—Me gusta el Draco completo. No a medias —dijo. Y yo sentí como el interior se me removía, por el olor mezclado con el humo de las velas y su presencia—. Creo que sonaba mejor en mi cabeza, pero yo creo que el Draco en a cualquier edad, era perfecto. Un poco cabeza dura, irritante, malcriado y altanero.
—¿Quieres que comencemos a enumerar los defectos del otro? Mira que yo igual tengo muchos que nombrar… —contesté mirando a Harry, que era iluminado por la tenue luz de las velas—. Suicida, temerario, con complejo de héroe…
Ahora el que me calló la boca fue Él. Creo que el hecho de que ambos hayamos tenido experiencia previa hizo todo más ideal. El imbécil sabe cómo besar y, a pesar de la diferencia de nuestras estaturas, me demostró que no le falta fuerza (ya que con Ron iba al gimnasio, tres o cuatro veces por semana).
—Soy el tipo ideal ¿no es así?
Suspiré y hundí los dedos en su cabeza, en un gesto que deseaba hacer desde hace años. Tantas puertas se abrieron de un instante y yo quería atragantarme de Harry Potter. Del infantil comportamiento con el que jugaba conmigo, piel morena y complicado temperamento.
—Todo un sueño. Por algo Ginny y Cho, no te querían dejar ir.
Soltó una risotada y me llevó al sofá, mientras me mordisqueaba el cuello. Lo dejé hacerlo y me lamenté de que yo no podía hacer lo mismo. De seguro que la piel de Harry, en ese momento, era salada. Di una lamida, en su mejilla y comprobé mi suposición.
—Eres un imbécil, Draco.
—No lo soy —replique, acomodándome en el sofá para que Harry se pusiera encima de mí. Continuaba su jugueteo, que lograba ponerme ansioso—. Tan solo estoy, desesperadamente, enamorado de ti, tonto.
—Entonces te pido disculpas por haberte hecho esperar.
Todo era Harry. Con los labios que decían esas palabras en mis mejillas, clavícula y pelo. Las manos me temblaban de nerviosismo.
Lo agarré con fiereza por el pelo, a lo que dejó escapar un quejido. Lo hice mirarme, y él se pasó la lengua por los labios.
—Muéstrame tu arrepentimiento y ahí decidiré si debo perdonarte.
Harry volvió a reír. Puso las manos en el frío cuero del sofá y me empujó. Solo pude oír el sonido de sus caricias y de su vitalidad llenándome. Así me gustaba tener a Potter; tan cerca que podía darme cuenta de que continuaba vivo.
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Potter me obligó a que lo llevara a conocer esa organización de vampiros, tan pronto oyera todo mi relato acerca de la misión a rasgos muy generales.
Parecía entusiasmado, y yo no tenía ni idea de cómo decirle que los vampiros odiaban (bueno odiar es una palabra algo fuerte) (Yo la use durante años y creo que no me acerqué, en lo más mínimo, al significado real) la magia. Insistió tanto que terminé accediendo a regañadientes.
—No es la gran cosa —aseguré el día acordado, el vestía elegante, como le aclaré que era lo correcto— ¿Aún quieres ir? ¿De verdad?
—Claro, además soy auror. Debo ir a ver que tal la cosa por ahí.
—Vale, dos cosas antes de que nos vayamos —dije, sentándome con él —: La primera, nada de separarte ¡es una orden!, podrían sacarte la sangre en cuanto no te tenga un ojo encima ¿comprendes? —Harry asintió, como un niño. Suspiré y desvié la mirada avergonzado—. Segundo… Lo más probable es que conozcas a mi ex.
Tan pronto mencioné esa última palabra, la sonrisa se borró del rostro, yo me lamí los labios nervioso.
—¿Ex?
—O sea, con exactitud no salimos, pero si hubo un tú-ya-sabes-que.
Sus celos eran injustos. Yo tuve que tragarme todos esos años escolares viendo como le daba besos y abrazos a sus ex's, sin decir nada. Era un maldito (aunque el me vio con Pansy) (No sé si en ese momento Potter me estimaba lo suficiente como para que resultara de su interés) (Espero que sí, porque Potter siempre fue de MI interés).
—Tuvieron sexo.
—¡Por dios!, bueno sí, pero también conocí a su familia.
Harry se pasó los dedos por el cabello.
—Demonios, Draco… ¿Eso no es como demasiado ilegal? Tenías dieciocho ¿no? Y el ¿Cuántos? ¿Nueve milenios? —en realidad ese año cumplí los diecisiete y Nathaniel (en años vampiro) seguía siendo joven, pero no quería empeorar la situación, que de por sí, ya era patética—. Bueno, son vampiros ¿no? —asentí—. Y me estás diciendo que durante la misión del innombrable (Censurado por mí, lo siento), que duró un mes, según tengo entendido, conseguiste a alguien con quien salir. —Volví a asentir—. ¿Cómo se llama?
—Nathaniel.
Los dos nos quedamos en silencio un par de minutos, aproveché de arreglarme la corbata cinco veces antes de que Harry rompiera el silencio.
—Vale, pues conoceré a ese Nathaniel y veré si es más guapo que yo.
Se levantó, decidido y me estiró la mano. Me imaginé el lugar lo mejor posible, como lo recordaba. Agarré la mano y nos aparecimos a una cuadra de distancia. No soy el mejor en aparición, pero si la parte ya la conozco (y no está protegido con un encantamiento anti-aparición) puedo transportarme bien.
Caminé tratando de alargar los pasos lo mejor posible. Los dos entonces vimos el gran edificio en ruinas, entramos y seguimos las instrucciones como recordaba, la realidad se mostró ante nuestros ojos.
Todo, hasta el mínimo detalle, se encontraba igual. La mujer de la recepción me miró poco impresionada, porque la atención la mantenía en Potter.
—Nombre y… ¿Qué hace un no-vampiro aquí? —preguntó la chica—. Bueno iremos uno por uno; nombre completo y fecha en la que fue mordido.
Respondí y la chica me confirmó que mi plaza en la asociación continuaba intacta.
—Ahora el no-vampiro; Nombre completo, edad, cargo y motivo de la visita.
—Harry James Potter, veintitrés, auror y vengo a… ¿Ver?
—Viene a conocer el lugar —agregué yo, ante la estupefacción de la muchacha.
—Este no es un recinto para hacer turismo —replicó la chica—. Voy a tener que pedirles que me sigan hasta la oficina del director.
Yo asentí y ella nos guio al edificio. Tuve que agarrar a Potter de los hombros, cuando las primeras miradas sedientas se posaron en él. Subimos hasta la oficina más importante, con un incipiente nerviosismo.
—Señor Van Gould, traigo al señor Harry Potter y al señor Draco Malfoy —avisó la chica por la cabina de voz—. Vienen para que aceptase una solicitud para conocer los edificios.
La puerta se abrió, y yo apreté los hombros de Harry tan pronto vi a Nathaniel sentado donde estuvo su padre hace años. Formé una estática sonrisa, algo atónito por la noticia.
—¡Hola, pequeño Draco! —saludó Nathaniel parándose de la silla del director, avanzando hacia nosotros—, veo que trajiste una compañía bastante peculiar ¿es amigo tuyo? ¡Nathaniel Van Gould! Un placer conocerlo.
Harry vio la mano extendida de Nathaniel, quien me miró. Pude notar, por la expresión plasmada en el rostro de Harry, que no estaba nada contento. Las manos de Harry sostuvieron de forma repentina mi cintura. Nathaniel, ensanchó la sonrisa, enseñando los afilados colmillos, que en cierto momento, me hicieron el más desdichado y afortunado del mundo.
—Harry Potter —contestó tomando la mano de Nathaniel—. Novio de Draco.
—Si, me doy cuenta de eso.
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Para resumir, Nathaniel nos dijo que su padre decidió tomarse unas vacaciones (a lo que se traduce como un milenio o algo parecido) y como no podía dejar la asociación vacía, y ninguno de los hermanos de Nathaniel querían asumir la responsabilidad, él se hizo cargo.
En sí, esa visita pudo salir terrible, pero las cosas no ocurrieron de tal forma, porque Nathaniel tenía el don (y maldición) de la labia. Estuvimos durante los primeros veinte minutos de la conversación bastante tensos, Nathaniel era el único que las preocupaciones resbalaban de el sin ocasionar mayor efecto.
—Tengo entendido que las cosas han mejorado en la comunidad mágica ¿verdad? —mencionó Nathaniel—, eso es, bueno, ya que estaba pensando en que es tiempo de que los vampiros comencemos a relacionarnos con ustedes. —Mientras hablaba sacó del mini-freezer una bolsa de sangre, a la que le puso una bombilla y comenzó a beber—. ¿Quieres Draco?, tengo A positiva, B negativa y O. Lo siento señor Potter, no tengo nada que ofrecerle.
—Estoy bien —respondí, encogiéndome en el sillón. Harry de igual forma, se negó—. Sería increíble mejorar la convivencia entre ambas comunidades, aunque siento que dentro del próximo siglo van a pasar demasiados cambios. ¿No sería muy apresurado? ¿Qué piensas Harry?
—Está bien, supongo —contestó de mala gana—. Es una lástima que nosotros, los magos, no somos inmortales. —Nathaniel se volvió a sentar frente nuestro—. Porque si lo fuéramos, no tendríamos problemas con el paso del tiempo.
—Ahora que lo pienso, recuerdo haber leído algún artículo de ti, Draco, en el periódico. Aquí llega toda la información controversial. —Se refería al juicio tras de la batalla de Hogwarts, esa fue la última vez que la familia Malfoy marcó tendencia—. Debió ser un tiempo difícil, aún me acuerdo de cuando me gritaste a la cara.
—Tú me pusiste de los nervios.
—Ya, pero era la primera vez que alguien me decía las cosas de frente ¿sabes? —declaró, subiendo los pies sobre la mesa que se interponía entre ambos—. Quedé impactado después y comencé a pensar, que tal vez debería darles a estos vampiros un poco de dosis de realidad. Vivimos muy separados de todos ¿comprendes?
Aunque me lo preguntó, Harry se adelantó a responder.
—Podría funcionar, en realidad —meditó Harry—, tendríamos que quitar unos cuantos estigmas, pero si ya estamos avanzando con los elfos domésticos y la pureza de la sangre, parece lo más indicado. —Harry se acomodó mejor en el sofá y por un momento casi vi a ambos chicos como si fueran iguales.—. ¿Ustedes tienen algo como el quidditch vampírico?
—Somos más clásicos, muchos eran muggles antes de convertirse; Futbol, baloncesto, golf, pero le agregamos nuestro toque —respondió, terminándose la bolsa de sangre—. Vi un partido de Quidditch cuando era más joven, fue bastante emocionante. Además, fui al mundial pasado. Australia dio un buen partido.
—¿Australia? ¿Pero si jugó Egipto contra Bulgaria? —cuestionó Harry—. Lo sé bien por qué Víctor volvió a jugar. Australia, además, desde los años 60 que no llega a las finales.
—Ah, el paso del tiempo es fascinante —concluyó Nathaniel— ¿En qué año estamos? Bueno da igual. En los años 60 fui a ver el último partido de quidditch de mi vida, pero tampoco ha cambiado demasiado ¿no?
Me encogí de hombros, porque en los años 60, mamá tenía cinco; yo ni siquiera estaba en los planes futuros.
—Oye, Nathaniel —llamó Harry, mucho más cómodo—. ¿Me muestras eso del futbol vampírico? Debe ser una locura.
Nathaniel sonrió y respondió—. En realidad lo es.
Los dos comenzaron a hablar, animadísimos, acerca de los deportes. Solo me interesa el quidditch, pero Harry decía que los deportes muggles eran igual de asombrosos. Yo no lo creí, aunque Nathaniel hablaba como si todo fuera demasiado intrigante.
Desde mi punto de vista los dos ya eran como mejores amigos, hablando en un lenguaje muy distinto. En cierto momento, encendió la TV, pero no se mostró nada. Harry hizo un movimiento de varita para condicionar el dispositivo a la magia (el mismo con el que hechizó todos los dispositivos de la casa). Pude ver eso del "futbol vampírico" y como los jugadores, iban de un lado al otro de la cancha en cuestión de segundos. Seguía sin parecerme "extraordinario", por lo que me quedé sentado, fingiendo que veía algo.
—¿Oye Nathaniel? —lo interrumpí. Harry me miró confundido—. Elige entre: Valentía, ambición, honestidad e inteligencia.
—¿Para qué?
—Cállate y elige.
Harry sonrió dándose cuenta de lo que trataba de comprobar.
—Yo creo que valentía —respondió—. Una persona cobarde que se enfrenta a su ambición con miedo debe ser un completo imbécil… Primero, valentía y luego ambición. —Se detuvo y se fijó en la sonrisa que mostraba—. ¿Respondí bien?
Fabuloso, Nathaniel era Gryffindor (y Slytherin) e igual de tarado que Harry. Una combinación dinamita. Me lamí los labios resecos, dándome cuenta por qué ambos se llevaban tan bien.
—Para nada, me parece una decisión aborrecible —contesté, tronándome los dedos—. Solo los imbéciles, como el que está aquí, cree que tu decisión es la correcta. La valentía, es la más inútil de las cuatro opciones.
Los chicos continuaron debatiendo lo que acababa de decir, porque así son sus personalidades. Siempre querían tener la última palabra. Yo terminé por aburrirme y me acerqué a la puerta.
—Venga, vinimos para que le enseñes a Potter el lugar.
Apagó la TV y nuestro recorrido comenzó, pero como no sucedió nada emocionante, no lo voy a relatar.
Por alguna razón desconocida, me siento atraído a las personas que son de las más contrarias. Como ese par, que se reían como si se conocieran de toda la vida. Como si cuando llegamos, Harry no hubiese querido correr a atacarlo y Nathaniel no se le pasó por la cabeza la idea de dejarlo seco.
Ese día descubrí la razón por la que Harry olía excepcional para todos los vampiros; posee el tipo de sangre más extraña. AB negativo. ¿Una locura? La verdad no me sorprendió, considerando que es "el elegido".
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Es sorprendente como acabo de dejar salir en unas cuantos miles de palabras, la historia de mi vida. O de lo que llevo de esta.
Este aparato es asombroso, aunque aún se me hace raro el teclear cada letra.
Ahora estoy con Potter, viviendo en un piso, terminamos concordando que nuestro desmedido "odio" no era nada más que una tensión acumulada por indiscriminados años. Tenemos un gato siamés y somos tan felices como puede ser una persona que pasó todos los días de su vida temprana, temiendo no despertar y, otra que está aprendiendo a dejar las malas costumbres del pasado.
El alcohol ayuda, los cigarros muggles son buenos y los mágicos aun mejores. Aunque trato de no usarlos demasiado para que Potter no se preocupe.
Algunas noches, me despierto por las pesadillas de Potter, lo despierto del tormento y en lugar de hablarme sobre el sueño que tuvo (una vez me contó que soñaba que Él me hacía matar a medio Gryffindor frente a Harry) (sueños bastante perturbadores) me cuenta acerca de Ron, Hermione y su hija o, me pide que le cuente acerca del libro que estoy leyendo hasta que vuelve a dormirse; dice que el agrada mi voz, por lo que supongo que sirvo como sonido de ambiente.
Pansy, no recibió condena, ya que todos comprendieron, qué presa del miedo, dijo tales palabras. Sin embargo, dice que todavía no está preparada para comenzar a ejercer una vida laboral.
Zabini y Nott, emigraron porque aquí nadie les daba trabajo.
Cuando les dije, a mis padres, sobre la relación que mantengo con Potter, ellos se encogieron de hombros.
—Draco, pasé toda una vida intentando hacer de ti lo que yo quería —dijo papá—, si estás con Potter, o no, me da igual; estoy feliz de que al menos esa sea tu decisión.
Las cosas ahora son algo ambiguas y mientras más años pasan, más me doy cuenta de la visible diferencia entre nosotros. Un día, fui al callejón Knockturn, donde compré un espejo que si me reflejaba. Ahí me percaté como me veía de verdad, por primera vez. Tengo treinta, pero luzco como de catorce; un adolescente a quien recién le sale los primeros granos y Potter ya parece todo un hombre.
Un día se lo propuse, la mordida, pero se negó.
—No creo que pueda, Draco —respondió—, o al menos no todavía. La eternidad es algo tan extraño. ¿Me sugieres eso, porque ya me estoy viendo feo?
Entonces le enseñé el espejo, donde él no se reflejaba, pero yo sí.
—En unos cuantos años me veré como tu hijo (o quizás como el hijo de un amigo tuyo)—aseguré, frustrado—, ¿Eso no es raro para ti?
—Raro, lo dices como si eso cambiara algo de mis logros —concluyó, acostándose en la cama—, yo estoy feliz, porque mi novio va a verse siempre como una belleza inmaculada, eso es suficiente.
—Podría matarte mientras duermes ¿sabes?
—Que tierno de tu parte.
Supongo que continuaremos, por el momento, de tal forma. Al menos hasta que me decida que ya tuve suficiente de Harry.
El problema es que cada día que pasa, me doy cuenta de lo tanto que me hace falta.
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¿Es esto una conclusión?
Qué extraño.
¿Cómo se termina un libro? Tantas novelas leídas y ni idea.
La psicóloga estará orgullosa o eso espero.
Porque yo hice esto por orden de ella, si le muestro que cumplí con lo prometido (aunque no voy a dejar que lo lea), podré obtener la orden para volver a tener MI varita.
Lavar los trastes es espectacular, con un poco de magia.
¿FIN? En cientos de años más voy a escribir la segunda parte, esperando que Harry haya dejado de ser tan cabezota.
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