hola les traigo una adaptacion de TERESA SOUTHWICK "LOCA POR TI" (LOCA POR AMARTE) DESTINO, TEXAS#01 y los personajes de Stephenie Meyer. espero que les guste
Argumento:
Siendo una adolescente enamoradiza, Isabella Swan le había entregado su corazón a Edward Cullen; pero, en lugar de estrecharla entre sus brazos, aquel rebelde de ojos verdes le había dicho que besaba como una niña. Ella, totalmente humillada, lo había tirado a la piscina, con botas de cowboy y todo.
Ahora se habían intercambiado los papeles y Edward no podía creer lo que veía. Aquella chiquilla delgaducha se había convertido en una mujer impresionante… y se moría de ganas de besarla de nuevo. Sin embargo, ella pensaba que había estado loca por haberlo amado alguna vez…
Prólogo
Vete de aquí.
Pero Eduardo...
No quiero ver ni hablar con nadie que se apellide Swan.
Isabella Swan descubrió la expresión oscura en la cara de Edward Cullen y se preguntó qué habría pasado. Su hermana Irina debió haber hecho algo, pues era la única persona capaz de alterar a Edward de aquella forma.
«¡Ojalá se fije en mí!» Pensó Bella con tristeza. Aunque más joven que él, era más madura de lo que él se esperaba; al menos lo suficiente como para haberse fijado en el pelo castaño claro de Edward, en sus anchos hombros y en sus ojos verdes de chico malo. Sobre todo en los ojos. Cada vez que él la miraba, el corazón se le aceleraba.
Los campeonatos estatales de rodeo de enseñanza secundaria en Abilene habían terminado. Al día siguiente volverían a casa, a Destiny, por lo que aquella era su última noche en el motel Lamplighter.
Cuando encontré a Edward en la piscina, Bella respiró hondo, se armó de valor y se sentó en una tumbona junto a él. Él pareció un volcán en erupción, ya Bella le asustó lo que pudo hacer. No podía dejarlo solo. Tocó su brazo y se quedó sorprendida cuando él se apartó.
–
De acuerdo. No me mires, pero cuéntame qué ha pasado y después escúchame mientras hablo.
–
Vete de aquí, niña –gruñó él–. ¿Es que no te das cuenta? No quiero que estés aquí, quiero estar solo.
¿Niña? A Bella le hubiera gustado agarrarlo de la camisa y demostrarle que no era ninguna niña.
–
Te comportas como un niño al que le han quitado su juguete favorito. Al menos, dime qué ha pasado. Creía que éramos amigos –dijo.
–
Irina y yo hemos terminado –dijo él, pero por la dura mirada de sus ojos Bella supo que había algo más–. No quiero ser amigo de nadie que tenga relación con ella.
La primera reacción de Bella fue de incredulidad ante el hecho de que su hermana hubiese sido tan tonta como para dejar a un hombre como Edward; la segunda fue pensar que iría al infierno por sentirse tan contenta de que Edward ya no estuviese comprometido.
–
Lo siento –dijo sin convicción, apartando la mirada para que él no se diese cuenta de que no lo sentía en absoluto.
Se hizo el silencio entre ellos. Era tarde. Casi todos los que se hospedaban en el motel se habían marchado a las habitaciones, excepto algunos niños que seguían hablando y riendo alrededor de la piscina y tras los arbustos.
–
Lo siento de veras –insistió ella. Verdaderamente sentía que él estuviese sufriendo–. Pero no es la única chica en el mundo –añadió al ver que permanecía callado.
–
Lo es para mí –dijo él. Bella se preocupaba mucho más por Edward que su hermana. ¿Por qué no se daba cuenta? ¿Y cómo no se daba cuenta de que era él la primera persona en la que pensaba por las mañanas y la última cuando se acostaba? Cada segundo del día deseaba estar con él, poder mirarlo.
Edward se la había quitado de encima la noche anterior, cuando ella intentó pasear con él hacia el lago. Pero ahora sabía que las cosas no le iban bien con su hermana, y aquella podía ser su mejor oportunidad de que él se fijase en ella.
–
¿Y yo? –dijo, incapaz de seguir callada–. Yo te quiero. Yo nunca te haría daño.
Y sin pensárselo dos veces, se inclinó hacia él y lo besó. Bella notó la sorpresa y la duda en la rigidez de la boca de Edward; después él se apartó y la miró fijamente. Aquella amarga y fría mirada hizo que se arrepintiera del beso.
Edward se levantó; estaba a escasa distancia del borde de la piscina. Ella también se levantó para estar a su altura.
–
Besas como una niña pequeña –dijo él.
Bella oyó risas detrás de ella. Tenía las mejillas rojas por la vergüenza, pero aquello no era nada en comparación con el dolor que empezaba a sentir en su corazón.
–
Aunque no hubiese decidido renunciar a las mujeres –dijo Edward cruzando los brazos–, no tendrías ninguna oportunidad.
–
Sé que todavía no soy guapa –lo interrumpió ella, no queriendo oír aquellas palabras–, pero ya te enseñaré yo, Edward Cullen.
Y sin pensarlo, Bella puso las manos sobre el pecho de Edward y lo empujó con todas sus fuerzas. Él se cayó de espaldas al agua, y en aquel momento su expresión fría cambió por una sorpresa. Bella se dio la vuelta y se marchó antes de que él pudiese darse cuenta de que la humedad en sus mejillas no tenía nada que ver con el agua. Mientras se alejaba, se juraba a sí mismo que le demostraría quién era, aunque fuera lo último que hiciese en su vida.
