Buggy le sintió llegar antes de verle, pero no por ello iba a darle el gusto de prestarle atención. Estaba cansado, cabreado y probablemente más borracho de lo que estaba dispuesto a reconocer. Con un ademán de la mano ordenó al camarero que le llenase de nuevo el vaso y que dejase la botella. Caer inconsciente en aquel bar de mala muerte parecía la mejor opción que la vida podría brindarle. Desde luego, mejor que tener que escuchar cualquier bazofia que saliese de los labios de ese maldito pelirrojo.
- Buggy. - Le llamó en un susurró que el payaso prefiero ignorar. Todo era su culpa. - Buggy mírame. - El mundo había ardido frente a sus ojos en aquella isla y él había sido el responsable. Su mano tembló al rellenar el vaso y el whisky empapó la barra. - ¡Joder Buggy! - Gritó arrancándole la botella de la mano.
El taburete cayó a la misma velocidad que el emperador. Al quitarle la botella Shanks le había arrebatado lo único a lo que podía aferrarse. Un trozo de vidrio que nada significaba para él, pero que le ayudaba a ser consciente del lugar donde se encontraba, que anestesiaba el dolor de la pérdida; así que, reaccionó de la peor manera posible. Le arreó un puñetazo que hizo a todos los presentes llevarse las manos a las armas. Desquitó la rabia que sentía contra su mejilla, tomándole totalmente por sorpresa, tirándolo al suelo.
- Te lo dije. - Las lágrimas comenzaron a caer sin poder detenerlas. - Te dije una y mil veces que Rouge estaba embarazada. - Y Shanks cerró los ojos recriminándose el no haberle creído. - Pero no. No fuiste capaz de confiar en mí. Dijiste que eran imaginaciones mías, que el capitán jamás se hubiese entregado si estaría esperando un bebé. Que yo era un imbécil y un soñador.
Una tras otra Buggy escupió cada palabra en contra del pelirrojo, le recordó cada una de las mil veces que le aseguro saber que la mujer estaba en cinta, le culpó por no tomarle en serio, por no seguirle, por dejarle para cumplir su sueño en lugar de ayudarle a buscar a la mujer. Shanks escupió la sangre que se le acumulaba en la boca y cerró los ojos con un suspiro. Era cierto, fue él quien le propuso a Buggy seguir navegando juntos, pero también fue él, quien decidió iniciar una nueva etapa en su vida dejando atrás aquellos días de grumetes en el Oro Jackson. Fue él quien decidió no preocuparse por Rouge, ni por ningún otro en realidad, y seguir las instrucciones que Roger les dio, aquellas en las que les pedía seguir adelante con sus vidas.
- Te conformaste. - Se quebró el payaso cayendo de rodillas al suelo. - Te confirmaste con aquel crío de goma, que te recordaba a él.
- No es justo Buggy. - Se llevó su única mano a la cara, cubriéndose con ella mientras sentía como se le rompía el alma. - Si lo hubiese sabido …
- ¡Cállate! - Gritó tapándose los oídos. No quería escucharle, no quería oír las disculpas que, aunque sabía eran sinceras, llegaban ya tarde.
- Lo siento. - Susurró sin fuerzas para pelear. - Yo …
- Algo te llevó a aquella isla. No sé si fue si Haki, su esencia o el destino. Pero estaba allí, a tan solo unos kilómetros de ti y no fuiste capaz de verlo. Estaba solo, abandonado, creyendo que era el hijo de un monstruo sin derecho a ser amado. Y todo por qué tú elegiste a un niño ridículo para llenar el espacio que a él le correspondía. - Levantó la vista y con los ojos inyectados en cólera le espetó. - Tú convertirás a Luffy en el rey de los piratas.
- Buggy por favor, basta. - Gimió.
La culpa le mordía las entrañas. Era cierto, algo le había llevado a aquella isla, pero fue un hecho comprobado más que un instinto. Fue allí, no en busca de Ace, si no de Luffy, porque sabía de su existencia, porque sabía dónde encontrarlos, porque necesitaba volver a verle. Volver a sentirle entre sus brazos después de aquella noche de dolor. Aspirar su aroma de niño y no el recuerdo del olor metálico de la sangre de recién nacido.
- No lo entiendes. – Quería decírselo, explicárselo todo, contarle el secreto que durante tanto tiempo había guardado y que solo se atrevió a confesar a su capitán. Sabía que en su juventud Buggy había tenido dudas para con él, pero había respetado su intimidad, le había tratado como a un igual, como a un hermano. Y él, jamás había sido capaz de retribuirle aquella confianza en igualdad de condiciones, porque en el fondo no entendía que era lo que estaba mal con él.
Hasta el día en que su capitán le hizo entrar en su recamara y sonriendo le habló de Ivankoff, un revolucionario que podría ayudarle a alcanzar su sueño, para no tener que volver a vendarse los pechos que seguían creciendo, aunque él no quería, para dejar de sangrar todos los meses, para ser un hombre de cuerpo como ya lo era de espíritu. Por eso cuando Roger murió y Buggy rechazó su alianza decidió seguir hacía delante él solo.
Encontró su propia tripulación y marchó en búsqueda de los revolucionarios. Lo que nunca creyó posible fue caer enamorado de aquel hombre que parecía dispuesto a ver el mundo arder antes de que solo unos pocos tuvieran la libertad para vivir. Se lo advirtieron de mil maneras, Benn hizo todo lo que pudo para metérselo en la cabeza, pero él era joven e ingenuo y por primera vez se sintió a gusto consigo mismo. Dragón, no tenía tiempo para jugar a las casitas, ni si quiera para una relación estable. Pero aquellos encuentros fortuitos y placenteros les supieron a gloria hasta el día en que Ivankoff trató de cambiar su género a través de las hormonas inducidas por su fruta demoníaca, pero fue incapaz.
- "Estas esperando un bebé". - Esa fue la explicación, la única posible ante la incapacidad de alterar su cuerpo y para él fue una bendición y una maldición. Nunca había esperado ser madre, ni formar una familia y menos con un hombre como aquel; sin embargo, fue éste quien más le aportó en aquellos meses en los que su propia mente le torturaba. Dragón le acompaño durante el embarazo y también le apoyó cuando tomó la decisión de transformarse, de continuar con sus sueños, aunque para ello tuviese que dejar atrás a aquella pequeña y frágil criatura.
- "Será feliz, crecerá sano y fuerte en un buen hogar. Le enviaré a vivir con mi padre. Es un hombre justo y te prometo que jamás le fallará" - Le dio el nombre de una aldea, la dirección de una isla en el East Blue y dejó que partiese con el alma libre de culpa. Tenía razón el mar era demasiado peligroso para un crío tan pequeño. Tardó seis años en mirar atrás y cuando lo hizo encontró aquel lugar donde su tesoro crecía brillante y reluciente, como si el propio sol se hubiese encarnado en su sonrisa. Se hizo su amigo, su protector y dio su brazo por él. Más hubiese dado sin dudar.
Pero ahora sabía que Buggy tenía razón. Que en el fondo él era el auténtico responsable del dolor que crecía en el pecho de su vástago. La muerte de su hermano juramentado le acompañaría hasta su último aliento y él era el responsable, por haberle dejado allí, por haberle abandonado y peor aún por no haber buscado al hijo de su capitán, pues salvándolo a él no hubiese tenido tiempo para conocer a Dragón y nada de esto hubiese sucedido. Tantas casualidades unidas en un solo martirio provocado por sus equivocadas decisiones, o quizás acertadas. Rayleigh siempre decía que las decisiones que tomamos son las que les acercaban a su destino, aunque no siempre era el que uno podía desear.
- Por favor, vete Shanks. - Suplicó. - Vete y pon sobre su cabeza una corona hecha con los huesos del verdadero rey. Porque sabes que debía de haber sido él.
Pero Shanks no se fue. Se arrastró hasta él y le abrazó como pudo, mientras el otro gritaba histérico y se arrancaba mechones de su cabello. Mientras gemía, y le reprendía que sabía que su hermana estaba embarazada y ellos no habían hecho nada para proteger a aquel niño que debía de haber sido su tesoro.
- Es mi hijo. - Confesó al final en su oído. - Luffy es mi hijo.
Y Buggy lo entendió todo.
