Lado A: Naipes con galleta.

No estaba seguro si huir de aquel pasillo tenuemente iluminado o quedarse allí mirando, Killua estaba de pie, muy cerca del canto de una puerta numerada cómo todas las puertas del pasillo, su figura casi infantil se recortaba con dramatismo en la vacuidad del pasillo. Maldijo su mala costumbre de espiar, pero aquella puerta entreabierta y los sonidos que salian del interior de la habitación fueron demasiado tentadores, cuando llegó había mirado a su alrededor, nadie estaba cerca y pensó que seguramente nadie transitaría por allí a tales horas de la madrugada, así que casi sin pensar, compulsivamente, se había acercado a la puerta, moviéndose con cuidado para tener el ángulo de visión más amplio que la puerta semientornada le ofreciese.

No era la primera vez que lo hacía, los viajes con Gon y las numerosas estancias en hoteles baratos le permitían moverse libremente por los pasillos, así descubrió el placer mórbido de apoyarse en las paredes para llenarse de los jadeos y gemidos de las parejas en el interior de las habitaciones, para el albo no era un secreto lo que ocurría puertas adentro, pero encontró que el placer de invadir un acto tan íntimo y procurarse placer de aquellos que simplemente ignoraban su presencia, violentar la intimidad de todas estas personas, le procuraba una potente sensación de control y seguridad, se sentía astuto y poderoso cada vez que lo hacía.

Poco a poco abandonó los programas para adultos y empezó a esperar que Gon se durmiese, se escabullía en la oscuridad para recorrer un pasillo tras otro, deteniéndose en las habitaciones ocupadas con la actividad que le interesaba. Recordó que una noche hubo un cambio, se había encontrado con una puerta entornada, esa noche a través de la oscuridad pudo espiar con suma atención todo lo que ocurría en el interior. No durmió, la actuación en vivo era mucho más potente que la versión grabada.

Esta era ahora el objetivo de su búsqueda, espiar y mirar, era imperativo que los involucrados no notarán su presencia, si lo descubrían su placer se estropeaba definitivamente, ya lo había experimentado una vez solo por curiosidad y resultó una experiencia deplorable, las miradas sorprendidas y avergonzadas de su "presas" habían extinguido por completo su emoción, exactamente igual que una anestesia. Desde entonces se esforzaba especialmente en pasar inadvertido, no era difícil, el zetsu parecía una técnica creada con este objetivo específico.

Ahora no estaba tan seguro de que salir en búsqueda de presas apenas terminar el juego de "La isla de la ambición" haya sido tan buena idea. Mientras duró el juego, su vicio había remitido, estaba muy ocupado en sobrevivir a los entrenamientos de Biscuit cómo para ponerse a pensar en adultos envueltos en actos sexuales, pero una vez culminado el juego, sólo en una habitación de hotel vió volver con fuerza su deseo. Intento pensar en otra cosa y dormirse pero no funcionó, había olvidado ya a sus últimas víctimas, no podía recordar sus voces ni sus aspectos físicos; daba vueltas y vueltas sobre la cama ansioso. Finalmente se sentó y pensó que no tenía sentido privarse de un placer tan sencillo e inocuo. Se vistió y salió a recorrer los pasillos con calma.

Mientras caminaba, con el oído y la mirada atenta a las puertas recordó vagamente que Biscuit también estaba hospedada allí, no habrían vuelos que los sacarán de la ciudad hasta el día siguiente y él aún debía esperar noticias de Gon. No recordaba el número de la habitación de Biscuit pero pensó que tenía que evitarla, si la veía seguro le echaba a perder la noche .

Fue de un piso a otro, encontrando solo un pasmoso silencio, hasta que al salir del ascensor y mirar la extensión larga y vacía del pasillo se encontró con una puerta que aún tenía puesta la tarjeta en su ranura, la miró unos segundos, dudaba sobre si apresurarse o no. No estuvo en la duda por mucho tiempo, los momentos que buscaba podían ser bastante efímeros, de manera que corrió con zancadas elásticas y silenciosas. Parado frente a la puerta escucho con deleite los gemidos de la pareja en el interior, su corazón latió furiosamente, había llegado a tiempo.

La voces le llegaban dulcemente amortiguadas. La chica era joven a juzgar por su voz aguda, sus gorjeos y gemidos llegaban a Killua muy claramente, aunque tal vez era demasiado joven..., Killua se asombró ligeramente, escuchó con más atención, quería oir a su compañero, hacerse una imagen mental de la escena antes de mirar y confirmar sus conjeturas; el hombre era extranjero, Killua sonrió con malignidad cuando escuchó su marcado acento francés mientras le daba instrucciones a la chica. No comprendió bien lo que el hombre decía pero indudablemente era extranjero y mucho mayor que la muchacha. Seguramente habían encontrado una posición muy cómoda puesto que los gemidos de la chica se estaban convirtiendo en gritos jadeantes y poco modulados, solo unos segundos más y el hombre dejó de ser tan callado. Era necesario mirar, Killua ya no podía seguir allí de pie solo escuchando, tenía que mirar antes de que se le escapara su oportunidad. Se adelantó a la puerta y se movió con cuidado a un lado, rogando por que estás personas estuvieran en un lugar donde pudiera mirarlos con libertad.

Tardó unos segundos en distinguirlos a través de la penumbra, lo primero que vió fue una espalda blanca y estrecha, se movía en un vaivén demencial sobre el regazo de un hombre muy alto y musculoso, Killua sintió como se le secaba la boca, esta era una niña de escasos doce años a juzgar por lo estrecho de sus escápulas, los pies de la jovencita no llegaban a apoyarse en el suelo de manera que se apoyaba con las manos sobre las rodillas de su compañero para continuar con su lascivos movimientos, su cabello rojizo y su peinado recogido sobre la cabeza le recordaba a alguien.

Killua se apoyó contra la puerta y la empujó muy lentamente, la pareja del interior no lo oyó o quizás lo ignoró, necesitaba mirar más. El contraste entre la privilegiada altura del hombre y la corta estatura de la muchacha lo tenía aún más excitado. De la oscuridad surgieron dos manos blancas y enormes que apretaron con fuerza las nalgas de la chica y la hicieron moverse a un ritmo aún más frenético, algo le llamó la atención de aquellas manos, el hombre tenía uñas largas terminadas en punta con aspecto de garras, pintadas de un color extravagante. Killua solo conocía a un hombre capaz de llevar ese estilo de manicura, le pareció divertida la idea de que existiera alguien más así, entonces el hombre volvió a hablar:

-¡Oh pequeña! ¡Así, sigue moviéndote así! ¡Si me haces acabar te daré un premio! - esa voz, aquel acento, un hombre tan alto, con músculos tan definidos. El corazón de Killua casi se detuvo, indudablemente era Hisoka.

Lo comprobó cuando de pronto la chica detuvo sus movimientos y el joker buscó su rostro con el suyo, el rostro desfigurado en una mueca de placer con la pequeña lengua rosada y húmeda dispuesta a saborear los labios de la chica, era completamente reconocible, no cabía ninguna duda aquel era Hizoka. Sin embargo a Killua le esperaba una sorpresa aún mayor.

Hisoka bajó a la muchacha de su regazo para lamer su torso, luego se incorporó frente a ella y la hizo girar hasta que quedó de espaldas a el, cubrió sus ojos con sus manos y así la condujo hasta la cama donde hizo que apoyará ambas manos en el colchón, era evidente lo que seguía después pero ya Killua no pensaba en ello, el corte puntiagudo de aquel mentón infantil, la carita acorazonada y los labios abultados eran demasiado característicos, la había reconocido con demasiada claridad y casi de inmediato su frente y espalda se habían perlado de sudor.

Dentro de la habitación, Hisoka preparaba a la muchacha para recibir sus mejores embestidas pero Killua solo pensaba en la manera más segura de escapar de aquel escenario. Hisoka y Biscuit juntos siendo interrumpidos en una actividad como aquella, indudablemente estaban más allá de todas sus posibilidades.

Continuará...