Hambre.

Era dificil de explicar la sensación hormigueante en la boca de su estómago cada vez que el niño se metía en su cama, ella pensaba que él era demasiado joven. Aunque en el pasado no había tenido problemas en cebar sus puños en el cuerpo del muchacho, ahora que sus encuentros eran de esta naturaleza todo parecía mucho más incorrecto, morbido.

Se acercaba la hora de que el muchacho llegara a su cama y su corazón lo sabía, latía a mil por hora, amenazando con detenerse en cualquier instante, Palm se giró hacia la puerta, un poco temerosa del advenimiento del Zoldyc, cubierta casi completamente con las sabanas, miraba la oscuridad con los ojos muy abiertos, respirando lentamente "¿Qué diría Knov? ¿Qué pensaría Gon?" Todas las noches pensaba lo mismo hasta que el pequeño cuerpo musculoso de Killua se metía debajo de las sabanas y las manos del chiquillo, siempre tibias, la abrazaban en medio de la oscuridad y la palpaban incansablemente, sondeando cada recoveco de su cuerpo. Todas las noches las preguntas se le quedaban olvidadas en el fondo de la garganta, cuando guiaba con su propias manos escamosas las manos del niño, en un paseo por cada turgencia de su cuerpo ondulante.

Finalmente la puerta se abrió lenta y silenciosamente, una estrecha franja de una luz amarillenta y desvaida creció a traves del piso para apagarse bruscamente cuando el chico cerró la puerta. Palm no podía escuchar su respiración ni sus pasos, los avances de Killua eran siempre los del cazador furtivo más silencioso, ella se moría de miedo pero tuvo que superarlo cuando su cama se hundió bajo el leve peso del chico. Kill no llevaba ropa, se la habia quitado antes de meterse bajo las sabanas, apenas la sintió cerca extendió sus brazos alrededor de la quimera y busco a ciegas su boca con la suya, el cerebro de Palm entonces se reseteó, las preguntas, el miedo, todo, se perdió en la sensación vertiginosa de la lengua suave y la cabellera algodonosa del muchacho y de sus propios remolinos de excitación.

Unas horas despues, tal como había llegado Killua se apartó de su lado, volvería, siempre volvía cada noche; durante el día podía sentir la mirada hambrienta del muchacho sobre cada milimetro de su cuerpo. Palm entonces se alegraba de que Killua solo fuera un asesino a sueldo y no un canibal.

Fin.