Lado B: Los juegos de galleta y arlequín.

Por fin el juego había terminado, fue divertido y estimulante en muchos sentidos, pero acababa de terminar y ahora debía buscar algo más divertido que hacer. Quiso volver a la Arena del Cielo pero no habrían vuelos hasta el día siguiente. No era un problema de dinero, simplemente no habían vuelos. Así que tuvo que comprar un pasaje para el día siguiente y se hospedó en el hotel más cercano al aeropuerto.

Se sentó en el lobby a la espera de encontrar algo divertido en que entretenerse. Barajaba su mazo de cartas y hacía trucos de manos con descuido solo por tener algo que hacer. En la distancia vió pasar una cabeza rizada y muy blanca, era el hermano pequeño de Illumi, se lamió los labios con deleite pero juzgó que ni era el momento ni obtendría placer de él. Durante el juego los había tenido a él y a Gon durante bastante tiempo y se sentía un poco saturado de los muchacho subió al ascensor sin reparar en su presencia.

Muchas otras personas pasaron por el lobby y por recepción, ninguna de ellas merecía ni un poco de su atención. Un hombre de traje estaba desde hacía varios minutos tocando nocturnos en un piano cercano a él, era una melodía hermosa y el intérprete para variar valía la pena, la hermosa música empezaba a adormecer sus sentidos, transportándolo lentamente a un mundo de sensaciones languidas y fluidas. Estaba completamente absorto en ellas cuando sintió una presencia a su lado. Al volverse a mirar no vió a nadie, entonces bajó la mirada y allí estaba ella.

Parecía una niña, una delgada y sutil preadolescente que se había sentado a su lado. Hizoka la reconoció de inmediato, se trataba de Biscuit, la maestra de Gon y Killua, una mitómana caprichosa, una cincuentona que engatuzaba a todos con un falso aspecto infantil.

-Hola, es una suerte volver a encontrarnos.- Hisoka no estaba seguro de porque la mujer lo buscaba pero toda su mascarada y su relación con Gon y Killua fueron suficientes para iniciar una conversación con ella.

-Si es una lastima que haya terminado el juego. No quería que terminara. Hubo momentos muy especiales en La Isla de la Ambición.- contestó la chica con un tinte meloso en la voz.
Hizoka no estaba seguro de adónde iba a parar el intercambio pero por alguna razón quiso seguir.

-Oh si, pero ya sabes todo tiene un final. Claro siempre podemos comenzar un nuevo juego, eso es lo maravilloso de la vida. ¿Qué juego te apetece ahora pequeña?
Biscuit no dejaría pasar una oportunidad.

-Me gustan mucho los juegos pero ahora me gustaría aprender algún nuevo juego, uno que sea placentero ¿Puede enseñarme alguno señor?- le contestó parándose enérgicamente entre sus piernas, apoyando una de sus manitas enguantadas en la rodilla de Hizoka y acercando mucho su cara a la de él.

El mensaje era muy claro y solo por curiosidad, tal vez por ganas de un cuerpo estrecho, Hisoka aceptó jugar.

-Claro que sí mi preciosa dama, pero este juego se hace en un lugar donde estemos solo nosotros dos.- el mago había bajado la voz hasta hacerla apenas audible, Biscuit se había ruborizado al oírlo pero lo miraba ilusionada.

-Oh claro, ¿Sirve mi habitación señor?- le contestó a media voz.

Hisoka fingió pensarlo con mucho detenimiento. Mientras más lo pensaba más inocente y expectante era la expresión de la cazadora frente a él. Poco a poco Hisoka se fascinaba más y más de la capacidad interpretativa de la mujer. Era extravagante sin más.

-Creo que servirá. - cerró el asunto con una sonrisa.

Pocas horas más tarde esperaba que Biscuit abriera la puerta de su habitación. Una vez adentro fue cuidadoso y dejó la puerta sin cerrar. No quería encontrarse encerrado en aquel lugar con aquella mujer en una situación hostil y tampoco quería la incomodidad de tener que salir por una ventana.

Biscuit se había cambiado de ropa, ahora lucía un vestido rojo corinto con mangas abullonadas en los hombros pero ceñidas en los brazos, de falda rizada, un vestido con muchas lazadas y botones, completamente delicioso. Comieron juntos un menú compuesto de té, dulces exquisitos que daba pena comer de tan hermosos, y variadas frutas cortadas en forma de corazón. La conversación era simple, demasiado sencilla para la verdadera edad de su anfitriona. Muchos ¡Oh ! Y ¡Ah! admirativos para los trucos de magia hechos por Hizoka. Biscuit era una perfecta actriz capaz de hacer olvidar al mago que todo aquello era una farsa, o quizás ambos amaban las farsas más allá de lo remotamente confesable y se estaban dejando convencer de sus papeles.

-Pequeña, recuerda que vine para enseñarte un juego, ¿Estás lista para jugar conmigo?.

-Claro señor, solo dígame cuáles son las reglas de este juego.

-La primera es que es un juego secreto, no debes contarle a nadie sobre el. ¿Prometes no contárselo a nadie?

- Lo prometo, no sé lo contaré a nadie.

- Muy bien, la primera parte del juego consiste en que debes hacer todo lo que yo te diga.

-Muy bien dígame qué debo hacer.- Los ojos de Biscuit brillaban de la emoción.

- ¡Huuuum! Creo que lo primero será que me des un beso.

-¡¿ Un beso?!- Biscuit se fingió escandalizada.

- Si, un beso en la mejilla, aquí debajo de esta lágrima.

Biscuit sonrió y se apresuró a besar al joker, se puso de puntillas y depositó un beso suave en la mejilla del Hisoka acompañándolo con un gracioso deseo.

-Que este beso haga feliz al triste arlequín.

La innovación hizo reír a Hisoka, ahora era el turno de Biscuit y se preguntó que le pediría.

- Ahora tú debes darme de comer. - pidió la chica alzando el dedo índice y meciéndose tiernamente.

Varias ideas pervertidas cruzaron la mente del hombre pero no podía ser tan evidente ni apresurado. Se acercó a la mesa y tomo con el índice y el dedo medio una buena porción de crema batida.

-Di ¡Aaaah!- le ordenó.

Biscuit le obedeció y el hombre metió los dedos con la crema en su boca y Biscuit la cerró como un cepo, lamió y chupó los dedos con placer.

La sonrisa del Hisoka se amplió, jugar con Biscuit se estaba convirtiendo en algo muy entretenido.

Poco a poco las órdenes de aquel juego los llevaron sin apuros ni contratiempos a un tipo de actividad que Hisoka no practicaba con mucha frecuencia pero que Biscuit amaba.

El sexo con pervertidos era un gran placer para la maestra y desde que había visto a Hisoka en la Isla lo había convertido en su próxima presa.

Fin.