[One-shot]
El toque de una oiran
—Takeo K. & S. Ume/Daki/Warabihime—
Por órdenes de su superior, Tengen Uzui, el cazador Takeo Kamado es enviado al Barrio Rojo, a la casa Kyōgoku, en busca de información.
Disclaimer:
Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge
El toque de una oiran © Adilay Fanficker
Advertencias: Semi-Universo Alterno. / Un poco de OOC. / Cambios en las edades de los protagonistas.
Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".
Día 27: "Jamás he hablado de esto".
Notas:
Okey, volvemos con las ships raras que esta autora tiene para mostrarles. Venimos con una que me acabo de inventar; como con el KaigaHana, el TakUme no sé si alguien más ya haya pensado antes, pero por si acaso, pienso que lo he creado yo xD.
Por si no leyeron las advertencias, aviso que acá los dos personajes no tienen tanta diferencia de edades.
Takeo: 18 años.
Ume/Daki: 21 años.
¿Bien? ¿Todo bien?
Entonces empecemos xD.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
•
El cazador de demonios, Takeo Kamado, sabía exactamente qué estaba haciendo en el exótico "barrio del placer", y a pesar de que se esforzaba en mantenerse concentrado en su deber, no podía dejar de sentir que estaba haciendo algo vergonzoso.
El Distrito Rojo de Yoshiwara era un sitio deslumbrante y lleno de vida nocturna. Bañado en belleza, dinero y sofisticación. Pero sobre todo: placer sexual.
—Locos, ¿por qué de todos los cazadores tuvieron que mandarme a mí aquí? —musitó Takeo no queriendo alzar la vista ante las risitas de algunas oirans.
¿Se reirían de él?
Un fuerte sonrojo adornó su cara cuando alzó la vista y vio a algunas damas mirándolo desde los segundos pisos de sus propias casas.
Desvió su mirada y trató de no dejarse intimidar.
«Vamos, debes concentrarte» se dijo apretando sus puños.
Debía llegar a la casa Kyōgoku y encontrarse con alguien.
»No te será fácil convencerla de ayudarte. ¡Pero seguro lo harás bien! Contamos contigo.
Esa risita final de Tengen Uzui, el pilar del sonido y por lo tanto su superior, le molestaba un poco.
¿Quién era Takeo Kamado? Más que un cazador común, Takeo se concentraba en ser más bien un detector de demonios problemáticos.
Un informante. Un observador. Un investigador.
Un…
«Un verdadero idiota» se dijo, entrando por fin a la casa Kyōgoku con una mirada seria en su cara.
Algunos, al ver la katana en su cinturón, se apartaban de su camino; otros lo miraban con desafío y algunos más sólo lo ignoraban. En general, Takeo estaba acostumbrado a no imponer su presencia; le gustaba estar bajo perfil y no ser visto demasiado por nadie.
Su mirada se deslizó por cada cortesana que estaba cerca, en busca de su contacto en este sitio.
»A quien buscas es extremadamente hermosa. Tiene ojos grandes de color azul y cabello blanco. No te confundirás, te lo aseguro.
Si aquella a quien él buscaba tenía tales características, seguramente tener algunos minutos a solas con ella no le iba a salir barato. Era más que obvio que ella no era una simple oran sino una tayū, la cortesana de más alto rango; aquella que sólo los daimyō (hombres de mucho poder y dinero) podrían pagar para tenerla, si es que tenían suerte.
Se aclaró la garganta cuando se acercó a la dueña de la casa y preguntó por ella.
—¿Warabihime?
—Sí.
La mujer lo vio de arriba abajo con el ceño fruncido.
Takeo nunca vestía inadecuadamente y siempre cuidaba su higiene, sin embargo, era claro que no lucía como un daimyō, pues, para empezar, según muchos de sus superiores, él seguía viéndose como un niño cuando en realidad era todo un adulto desde sus 15 años.
—¿Eres tú a quién ella espera? —preguntó dudosa.
—Me llamo Kamado, Takeo Kamado —respetuosamente le hizo una reverencia tradicional.
La mujer chasqueó la lengua.
—Pues… feo no eres —musitó para sí misma—. Tienes unos lindos ojos.
—Ehm, ¿gracias? —incómodo, alzó una ceja.
—Sígueme.
Ambos caminaron hasta alejarse de la multitud, por uno de los pasillos de la casa, con habitaciones a los lados de donde se podían oír algunos gemidos de mujeres y gruñidos de hombres.
Caminando, bastante desagradado, Takeo trató de no alterarse ni mostrarse como el tipo virgen que aún era, menos en frente a esta señora.
—A Warabihime no le gusta ver hombres feos —explicó la dueña, caminando enfrente de él, tomándolo por sorpresa—, aún si tienen mucho dinero o gran reputación, ella los rechaza si no le gusta cómo lucen. Pero tú quizás entres en lo que ella llamaría "más o menos".
«Qué honor». Takeo resistió la tentación de mover los ojos hacia arriba.
Bueno, si hablábamos de una cortesana albina de ojos azules que tuvo que destacar de entre miles de mujeres más, para tener la reputación que ahora tenía; tal vez el que pusiese tales condiciones para aceptar a un cliente, no fuese una total locura.
Aunque, él no estaba aquí para ser "ese tipo de cliente".
—Tus ojos son poco usuales, ¿todos en tu familia los tienen? —preguntó, quizás, para no quedarse en silencio oyendo a los clientes y sus oirans teniendo sexo.
—Se puede decir que sí. Mis hermanos y yo —musitó él—. Nuestro padre los tenía también.
Su madre, por otro lado, otorgó sus lindos rosas a sus hermanas.
—Qué bueno. La belleza nunca debe ser subestimada ni infravalorada; la belleza puede abrirte muchas puertas.
Al menos aquí sí lo hacía.
Takeo no dijo nada pues llegaron ante una puerta blanca con una flor rosa estilizada en medio de ella. Como si fuese el sello de algo.
La dueña de la casa tocó 3 veces.
—Warabihime —llamó—, el chico que esperabas llegó.
La puerta se abrió lentamente dejando ver un espacio casi oscuro apenas iluminado con rojo.
Wow… que… vistoso.
¿Sería esta la esencia de la oiran superior?
—Vamos, entra. No tienes toda la noche —dijo la dueña, impaciente.
Takeo tragó saliva.
«Sólo vienes por negocios. Sólo vienes por negocios» sus labios temblaron y percibió un dulce aroma a perfume de gladiolos.
Él no tenía el olfato súper desarrollado de su hermano mayor, pero en verdad podía percibir los aromas, mejor que el resto de la gente.
El perfume lo adormeció un poco, y le relajó.
Entró a pasos lentos y la puerta se cerró a sus espaldas. La dueña se fue sin nada más que decir, y Takeo pudo ver el interior de la habitación.
Elegante. Sensual. Pulcra. Hermosa.
Y en medio de una ventana abierta cuya vista era más ni menos que la luna llena; estaba ella.
De pie, vistiendo un galante kimono blanco con flores rojas; el obi rojo se sujetaba por enfrente y ella al darse vuelta y verlo, sonrió un poco. En efecto, era bellísima; su cabello blanco estaba suelto, y sobre su pálido rostro no había una pizca de maquillaje, sin embargo, sus ojos eran lo suficientemente llamativos para hipnotizar a cualquiera.
—Así que te enviaran a ti.
—Buenas noches —musitó él haciendo una ligera reverencia con su cabeza.
—¿Y bien?
Ella se movilizó con gracia hasta un mueble que parecía un buró largo con varios cajones, y encima, estaban algunos candelabros junto a algunas figuras de cerámica. De uno de los cajones, sacó una vara de incienso, y con la vela de uno de los candelabros, cuyos cristales eran rojizos, lo encendió, dejándolo sobre una tablilla de madera.
—Tu tiempo se acabará cuando el incienso se haya consumido por completo. Así que date prisa.
Su sonrisa fue tan hermosa como malvada.
Volviendo a tragar saliva, Takao se centró para seguir hablando.
—Me dijeron que nos darías información acerca del culto de demonios que ha estado desapareciendo a mucha gente.
—Oh, sí. El culto. Me pregunto cómo es que ha logrado eludirlos a ustedes por tantos años.
Algo en su dulce voz de princesa le dijo a Takeo que ella tenía un sentido del humor bastante ácido, y hasta sarcástico.
—Parece ser que se moviliza con alguna técnica demoniaca.
—Obvio —ella soltó una risita—. ¿Y ya saben por lo menos cómo se llama ese culto?
—Los Adoradores del Paraíso.
—Bravo. ¿Y qué más?
—Según una fuente, el líder es un ser que ha vivido por más de cien años.
—Más de quinientos, de hecho.
—¡¿Quinientos?!
Riendo, aparentemente divertida, Warabihime se le acercó. La primera reacción de Takeo fue la de dar un paso atrás, pero no hizo nada más.
Ella llevó una de sus manos hacia su mejilla derecha y le dio una caricia con su pulgar.
—Para ser un hombre, tu piel es muy suave.
Él no supo qué decir.
¿No se supone que hablarían del culto?
—¿Po-podríamos concentrarnos en lo…?
—Yo estoy concentrada —dijo deslizando su mirada hacia los labios de Takeo, dirigiendo su pulgar hacia ellos, acariciándolos—. ¿Y tú?
—Yo…
—No hay ninguna ley que prohíba que haga mi trabajo como tú el tuyo, ¿o sí?
Para aumentar más el desconcierto y nerviosismo de Takeo, ella deslizó sus dos manos por encima de sus hombros, abrazándolo del cuello, acerando su boca a la suya, apenas rozándolo.
—Honestamente… yo… no lo sé.
Ella sonrió al verle el rostro. Takeo sabía que ahora mismo su cara debía estar bastante roja. Tanto como sus ojos. Además, gracias a su nula experiencia con féminas, ya comenzaba a sentir un dolor muy vergonzoso bajo su hakama.
—Relájate un poco. Además, tendremos toda una mañana para hablar de mi estúpido padre.
Takeo sintió que algo en su cabeza había explotado cuando oyó eso.
Segundos después, volvió a sentir eso mismo ya que la tayū puso su boca sobre la suya, quitándole toda posibilidad de reaccionar con frialdad y seriedad.
«¡¿Pero qué…?!»
Sus manos temblaron, sus piernas temblaron. Todo él estaba temblando.
Ella lo sujetó firmemente de sus mejillas sin dañarlo, y sin dejar de devorar su boca. Fue desprendiéndolo de sus prendas, empezando por la bufanda verde con cuadros negros.
Takeo no supo qué hacer. Su nula experiencia le inmovilizó por completo y apenas era capaz de seguir ese atrevido beso, permitiendo que ella metiese su lengua en su boca.
»Dudo mucho que te tengas que preocupar. No eres tan atractivo como para llamar su atención, y tampoco eres tan feo como para ser rechazado. Seguro te irá bien.
Uzui no había elegido a Inosuke Hashibira para esta misión por su indeseada belleza, difícil de ignorar; además de que el tipo era bastante alocado a veces. Y tampoco había elegido a Zenitsu Agatsuma porque era "feo", aunque su hermana Nezuko afirmara una y mil veces que su futuro esposo era el hombre más apuesto que había visto. Además de que ambos, como Tanjiro mismo, estaban muy comprometidos con sus esposas como para entrar al infame Barrio Rojo.
Así que Uzui lo eligió a él entre otras opciones que no le convencían tanto.
El pilar del sonido le dijo que la famosa oiran de Yoshiwara apenas lo vería y escucharía. Y Takeo aceptó la misión con esa idea también.
Ahora, sintiendo su cuerpo desnudo caer sobre una cama suave y cómoda, Takeo no se sentía con la capacidad de poner sus ideas en orden.
¿Qué diablos vino a hacer aquí?
¿Qué estaba haciendo?
Exhalando y estremeciéndose, ante su primer orgasmo provocado por un par de manos más suaves y delicadas que las suyas; él se cubrió su rostro ante el hecho de que, en efecto, seguía siendo un niño.
La oyó soltar una risita, mas no pareció ser una que llevase consigo burla o molestia.
—Qué lindo.
Apenas descubriéndose los ojos, sorprendiéndose de verla sin ninguna prenda, igual que él, encima de su abdomen, él reguló un poco su respiración antes de musitar:
—¿Disculpa? ¿Có-cómo dices?
Ella le sujetó ambas muñecas para separarlas de su rostro. Pegándolas arriba, de lado a lado de Takeo. Warabihime se acercó para besarlo y susurrarle:
—Jamás había atendido a un virgen. Eres muy lindo —le besó la mejilla izquierda, deslizando sus labios hasta que llegó a su cuello; él, hipnotizado, movió su cabeza al lado contrario para que ella no tuviese obstáculos en lo que sea que planease hacer—. Y hueles tan bien. Es raro que me guste el aroma de un hombre tan joven, y lleno de sangre de demonio en sus manos, como tú.
Los dedos de ella, las cuales tenían esas uñas largas y puntiagudas que caracterizaban a los demonios, lo acariciaron con una ligera vehemencia que igual lo excitó.
Takeo exhaló fuerte cuando sintió como ella, sin dejar de besarlo y lamer su cuello, rozaba su húmeda intimidad contra su miembro, deslizando sus caderas de enfrente hacia atrás. Él quiso mover sus manos y poder acariciarla de vuelta, pero Warabihime lo seguía sujetando con fuerza.
—¿Me deseas? —la oyó preguntarle en un susurro al oído.
—Sí —respondió, por completo, despojado de cualquier otro pensamiento que no fuese el de ella provocándole un placer que ni siquiera había imaginado.
La escuchó reír suavemente, alejándose lo suficiente para quedar casi sentada sobre su miembro, el cual, había recuperado firmeza.
—¿Cómo dijiste que te llamabas? —le preguntó, viéndole a los ojos, llevando las manos de Takeo a sus pechos, guiándolo para acariciarla como ella quería.
—Takeo… Kamado —respondió él, viendo con morbo (debido a que esto no debería pasar entre un demonio y un cazador de demonios) cómo a pesar de que sus manos no eran pequeñas, no era capaz de abarcar por completo sus senos.
—Takeo —musitó ella, subiendo su mano derecha hacia su rostro, dándole un delicado beso al interior de su muñeca; manteniendo su mano izquierda sobre ella—. No la quites de aquí, y sigue acariciando.
Él tomó nota de eso; Warabihime llevó su mano derecha hacia la vagina de ella, haciéndolo acariciarla con sus dedos.
Jamás había hecho algo así; de hecho, ni siquiera se lo había imaginado.
Ayudarla a auto complacerse, pues Warabihime lo guiaba por completo en cada movimiento, Takeo saboreó el momento en el que ella se estremeció encima de él, contrayendo sus húmedas paredes vaginales sobre sus dedos. Ella, embargada por esa gloriosa sensación, lo incitó a acariciar más esa delicada y suave zona que más la estremecía.
Aún bajo los efectos de tal culminación, ella bajó para besarlo con más intensidad que antes.
Libre de su agarre, Takeo llevó sus manos a sus caderas, luego las deslizó sobre su espalda baja y las volvió a bajar hasta que pudo sujetar sus nalgas y darle un suave apretón, algo tembloroso e indeciso.
Él estaba dolido, necesitaba aliviarse también, pero temía que, con tan solo con un suave toque de las manos de Warabihime, o incluso las suyas propias, diesen por terminada su participación en el acto.
Takeo no vio venir el que Warabihime se acomodase para sujetar su miembro e introducirlo ella misma en su interior con un fuerte movimiento de caderas. Él se tensó, apartó la cara al cerrar sus dientes ante tal sensación y trató de no sucumbir al climax.
Ambos gimieron, saboreando dicha unión. Warabihime, comenzando a mover sus caderas, no tenía reparos en soltar los sonidos más sensuales y deleitantes que pudiese sobre el oído derecho de Takeo, qué trataba por todo medio no gritar ante tal placer. El pobre ni siquiera podía respirar.
«¡No termines! ¡No termines!» se repetía él apretando sus dedos por encima de la piel de la oiran, que aumentaba la fuerza y velocidad de sus sentones, claro, teniendo cuidado de no lastimar a su cliente.
—Nada mal… para ser… primerizo —gemía ella acariciándole el rostro, bajando la intensidad de sus movimientos.
Ambos pudieron respirar un poco, aún unidos.
En un desliz, el miembro de Takeo salió de Warabihime, y antes de que él pudiese desprenderse de toda dignidad y rogarle que lo dejase volver a su interior, ella se separó.
—Quiero saber cómo lo haces —dijo agitada y ansiosa.
Él no captó muy bien la idea debido al vórtice en el que había estado, pero pronto lo entendió cuando ella lo obligó a levantarse y, adolorido, ponerse encima de ella, quien lo guio a modo que estuviese acostada y él arrodillado entre sus piernas.
«Dios, ¿qué estoy haciendo?» se preguntó con su vista algo nublada, actuando por mero instinto, sujetando su miembro, deslizándolo sobre la piel sensible de la oiran, entrando de nuevo en ella.
Warabihime sonrió gustosa, arqueando un poco su espalda hacia arriba.
—Haz algo con esa boca.
Sin pedirle opinión, Warabihime se levantó un poco para sujetarlo del cuello y hacerlo poner su boca sobre su seno derecho.
—Anda, lame, chupa, o lo que quieras —pidió moviendo sus caderas hacia arriba—, y muévete.
Tratando de hacer bien lo que ella le pidió, Takeo abrió su boca, tomando el pecho de la oiran, moviendo su lengua por encima de su endurecido pezón, sin importarle que su propia saliva estuviese empapando rápido dicha zona. Eso mientras se empujaba hacia adentro de ella, tratando de usar la misma fuerza y velocidad que ella había usado antes.
Sus manos estaban sobre la cama, de lado a lado de ella; Warabihime llevó sus propias manos hacia su espalda, aruñando su piel, causándole un excitante dolor, que le incitó a moverse más erráticamente.
La boca de Takeo dejó su seno derecho y pasó al izquierdo, saboreándolo con la misma intensidad.
Sintiendo su propia culminación a punto de vencerlo otra vez Takeo miró como ella deslizó su mano izquierda hacia su unión y acarició aquel botón escondido al mismo tiempo que él la embestía y lamía su pecho.
La cama resentía los movimientos, ambos respiraban agitados y gemían guiados por sus propias sensaciones. Sus intimidades hacían un erótico sonido al chocar.
Las manos de Takeo se contrajeron sobre las sábanas al percibir su liberación. Sin medir ninguna consecuencia, se empujó con violencia adentro de ella por última vez, asegurándose de llegar tan profundo como pudo, meciendo sus caderas de arriba abajo. Soltó un grito más gracias a que Warabihime volvió a estremecerse alrededor suyo, aceptándolo, uniéndose a él.
Cansado y mareado, Takeo cayó encima de ella, cansadísimo y satisfecho.
La oiran, inhalando profundo y luego exhalando con calma, acarició su espalda, luego su cabeza.
—Una cena interesante —masculló para sí misma, dirigiendo sus ojos hacia el cabello oscuro de Takeo.
…
Takeo no supo más de sí mismo hasta que horas después abrió los ojos y se encontró con una alcoba oscura, sin luz de velas ni luz solar.
Sintiendo el cuerpo entumecido, él fue sentándose sobre la cama. Aún estaba desnudo, con una sábana encima, la cual cayó hasta su cintura, dejándole ver que en su abdomen, algunos rasguños se asomaban.
Ahora que prestaba atención a eso, su espalda también le ardía un poco.
Adormecido y algo confundido, se levantó de la cama, encontrando su ropa doblada a un lado de la cama en un buró pequeño.
Se vistió sin prisas y tomó su katana, desenvainándola un poco, volviendo a envainarla con fuerza, colgándola en su cintura con la ayuda de su cinturón.
Al terminar, la puerta se abrió y se encontró con la misma Warabihime.
—Ah, ya despertaste.
Él desvió su mirada, tímido.
Ella se rio.
—No hiciste nada malo, cálmate —dijo divertida, paseándose con su yukata blanca, la cual caía hasta sus tobillos. Al parecer se había dado un baño apenas despertó—. ¿Sabes? En este trabajo he visto de todo. Y realmente me gustó compartir la cama contigo. Como demonio, debo alimentarme de algo. Y seguramente no lo sabías, pero algunos comen seres humanos, otros duermen, algunos más buscan otros modos de calmar esa hambre, yo… bueno, ya te imaginarás.
Algo acalorado de sus mejillas, apenas viéndola por el rabillo del ojo, Takeo hizo un sonido, afirmando entender lo que ella decía.
—No lo vayas a divulgar, es algo privado, y me molestaría que lo hablases con otros afuera —le aclaró firme—. Como me ayudaste ayer, creo justo que te diga todo lo que sé sobre los Adoradores del Paraíso —dijo asegurándose de que las ventanas (de hierro) estuviesen bien cerradas, deslizando dos cortas cortinas, para luego girarse hacia él—. El nombre del líder es Dōma, él es quien comanda a ese horda de descerebrados. La mayoría son humanos, y la mayoría son mujeres jóvenes. Todos creen que Dōma es algún tipo de salvador pero, lo cierto es que él no salvaría ni a una mosca aunque la vida se le fuese en ello. Es más un… ¿cómo llamarlo? Un monstruo narcisista.
¿Era esto a lo que se le llamaría "Quid pro quo"? ¿Ella le daba información a cambio de que él le diese… su cuerpo?
—Ahora, ¿él tiene debilidades? Como todos nosotros su debilidad es la decapitación o el sol… —ella se giró para verlo, comenzando a desnudarse, seguramente con el fin de cambiarse de ropa—, aunque… dicen que además de mí hermano mayor y yo, tiene otro hijo. Uno legítimo. Y una mujer.
Frunciendo el ceño ante esa revelación, Takeo dejó de prestar atención al cuerpo desnudo de Warabihime y se centró en la información que oía.
—¿Ese demonio tiene un hijo y una esposa? ¿Puede engendrar hijos?
—Que yo sepa los demonios no podemos engendrar hijos. Y ella nunca fue su esposa, pero sí una especie de compañía que él quería retener. Yo nunca los conocí. Así que tampoco sé cómo luzcan o si son demonios o humanos. Puede que ya estén muertos, ni idea. Lo que sí sé, es que desde que esos dos se perdieron de su vista, él ha perdido un poco más el juicio… si es que llegó a tenerlo alguna vez —murmuró por lo bajo.
—Si tan solo pudiese saber quiénes eran…
—No te sientas mal. Por más que él ha movido cielo y tierra tampoco ha podido encontrarlos.
—Entonces… ¿hay algo más? Es decir, ¿eres su hija? ¿De verdad?
—Ya te lo dije, los demonios no podemos tener hijos; así que no soy su hija de sangre —aclaró, vistiendo otra yukata; una roja, la cual acomodó y cerró, ajustando una cinta en su cintura—. Él nos encontró a mi hermano y a mí… en una situación desfavorable. Él nos convirtió en lo que somos ahora. Eso no fue hace mucho.
—Y… ¿ahora no sabes dónde podría estar?
—Sé que tiene una alianza con otro demonio que es capaz de cambiar su ubicación propia y la de otros, pero no estoy segura de quién sea ya que él está… un poco enojado conmigo.
—¿Por qué?
—Le dije que era un idiota.
—Oh.
—Como sea. Hasta ahora, eso es todo lo que puedo decirte sobre él. Si lo encuentran, no lo ataquen sin ningún plan. En verdad es fuerte.
—Sí… entiendo. —Suspirando, esperando que esta información sirviese para la sede, Takeo hizo una leve reverencia hacia Warabihime—. Entonces, debo retirarme ya. Gracias por… ehm… bueno, por tu colaboración.
—No, gracias a ti —dijo sonriendo coqueta—. Me gustó cenar tan bien anoche.
Saliendo rápido de ahí antes de que su timidez lo hiciese quedar todavía más mal, Takeo caminó rápido por los pasillos encontrándose con algunas oirans en su camino y uno que otro cliente que también se iba.
—Vuelva pronto —escuchó a la dueña de la casa decirle eso con una sonrisa casi orgullosa de algo.
Recuperando algo de aliento bajo la luz del amanecer, Takeo emprendió marcha de vuelta a la sede.
Durante todo el camino, no pudo dejar de pensar en todo lo que había pasado.
No sólo en el demonio Dōma y su culto de raritos problemáticos que estaban tras una ola de desapariciones que la policía por obvias razones no iba a poder descifrar, sino también en Warabihime y lo que había pasado entre ellos.
¿Había perdido su virginidad con una mujer demonio?
Wow, eso debería encabezar su lista en las cosas más interesantes que hubiese vivido.
De pronto, se le ocurrió comprarse algo para desayunar. Cuando tomó su bolsa con dinero, junto a todo, se encontraba una nota que él no había puesto ahí.
En el restaurante, esperando su comida luego de ordenarla a la simpática mesera, Takeo desdobló la hoja y leyó lo que ponía, enrojeciendo y doblando dicha nota otra vez y rápido:
"Suelo tener mucha hambre, no son muchos los que me alimenten como tú. Ven a visitarme más a menudo. —UME".
¿Ume? ¿Sería un apodo? ¿Un nombre clave?
Bueno, de cualquier forma, sonaba muy bonito.
¿En verdad ella como demonio se alimentaba de los encuentros carnales?
¿Él sería el único que sabía esto?
Takeo trató de no pensar demasiado en ella y en su elocuente invitación. Pero le fue casi imposible. A pesar de comenzar a resentir el esfuerzo físico que había hecho por la noche además del ardor que sentía en su espalda, Takeo ya comenzaba a extrañarla.
—FIN—
Honestamente no esperaba hacer un lemon... fue inesperado hasta para mí. Pero la idea de esta ship, me gustaría usarla para otro fanfic. :3
¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!
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