La idea de este fic es por la imagen de la portada, cuando la vi supe que quería hacer algo lemon con ellos dos, así que esto es lo que salió. No creo escribir mucho sobre esta fandom (tengo una idea para un Mmiraxus, MirajanexLaxus, pero no sé si la idea será aceptada), así que por lo menos este one shot espero que les guste a las pocas que leen.
Y recuerden, es un fic para de 18.
PD: Si alguien quiere convertirse en mi beta en el fandom de Fairy Tail, me envía un mensaje por favor.
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Disclaimers:
** Fairy Tail es de Hiro Mashima, un excelente mangaka (troll por hacernos creer que todos mueren y al final los revive), yo solo los tomo para... bueno... ¿para qué otra cosa más? Ya lo saben...
** No continúo historias, lo que terminó y a lo que le puse FIN es FIN.
** Recuerden darle like de mi página de romancerotico en Facebook, de esa manera estarán enterados cuando subiré mis fics, si sigo viva o cualquier otra cosa que deseen saber.
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A veces los temblores traen buenas sorpresas.
Estaba hecha un asco y un desastre, totalmente cansada y en lo único en lo que pensaba era en darse un baño. Y justo ese había sido el punto por el que se decidía por aquel apartamento que solo tenía una tan sola habitación y no dos como la mayoría, pero ¡el cuarto de baño era inmenso! Tenía un espejo de casi metro y medio de ancho con muchas luces, era espacioso, tenía una ducha y ¡la bañera! ¡Por Dios! La bañera era justo lo que ella necesitaba después de sentirse como desecho tras una larga jornada.
Se metió con tranquilidad, no sin antes lavarse primero su cabello, puso sales, mucha espuma, una copa de vino (con la botella a un lado), música y decidió relajarse, al punto que incluso se quedó dormida durante un par de minutos hasta que el agua perdió su calidez.
Salió con pesadumbre, pero completamente relajada. Se secó en su habitación poniéndose aquella crema de cuerpo que tantos recuerdos le traía. Se miró al espejo al momento de dejar caer la toalla que la cubría, no estaba muy a gusto con sus curvas, sus senos enormes, caderas bastante anchas y con la cintura bien dibujada no parecía un modelito raquítico, aunque su ex nunca se quejó de ello.
Con solo aquel pensamiento sus senos se endurecieron y aquellas perlitas también reaccionaron, especialmente cuando ella se tocó el derecho. Se observó lo roja que estaba y decidió ignorarse ella sola poniéndose un centro blanco que tampoco cubría mucho su figura. El tiempo de sequía en aquel último año había estado bastante duro, pero pretendía seguir así.
Se había dicho que desecharía toda aquella lencería que le recordara a cierto peli rosa que le había destrozado el corazón, pero al final el amor que sentía todavía por él además del cariño de los recuerdos le habían impedido que realizara tal acción.
Quería lucir aquellas prendas, por lo menos en la primera noche en aquel apartamento porque se sentía febril, pero observó afuera de su habitación todas las cajas que estaban por doquier y encontrar algo allí literalmente casi sería como "buscar una aguja en un pajar", no tenía otro mueble más que su cama y dos bancos para el desayunador, ya que todo tardaría un par de días más.
Agarró uno de esos calzones que cada mujer tenía guardado en lo más recóndito de su armario, aquellos que siempre servían en esos días que la montaña de ropa se acumulaba solo Dios sabía cómo, sí, aquello podía decirse que era un bóxer al revés, porque en lugar de llegar a mitad o principios de sus muslos, casi podía llegarle hasta la base de los senos, ¿en qué había pensado cuando compró aquella bolsa de pan?
Bueno ¡total! Nadie la vería ¿no? Así que no importaba si no se veía sexi, aunque Madre Naturaleza tenía un plan diferente aquella noche.
Eran casi las 11.35 cuando el suelo se empezó a mover.
—¿Qué está pasando...? —se preguntó con su corazón acelerado y el movimiento se empezó a incrementar—. ¡¿Qué rayos está pasando?! —gritó con voz chillona completamente abatida al escuchar como inclusive el edificio completo tronaba moviéndose de un lado a otro.
Las cajas que estaban apiladas unas sobre las otras se empezaron a caer.
—¡Oh Dios! ¡Oh Dios!
Aquello no podía estar pasando, ¡era su primer día! En aquella ciudad no conocía a nadie, de hecho, en ese complejo de apartamentos no sabía ni quienes vivían, moriría soterrada por sus propias cosas y nadie se daría cuenta, tal vez lo haría su casera el siguiente mes cuando no le depositara la renta, aunque tal vez ni siquiera eso porque había pagado tres meses por adelantado, así que lo más probable era que se dieran cuenta cuando el olor de su cuerpo putrefacto alertara a los demás vecinos.
¡No voy a morir aquí! —se dijo con ojos llorosos intentando caminar a pesar de que el movimiento telúrico incluso le provocaba nauseas.
Consiguió llegar a la puerta, la abrió con dificultad y se colocó debajo de ella olvidándose por completo del triángulo de la vida, solo rogando porque aquella estructura no cediera y por fortuna, finalmente el movimiento cesó.
Ni siquiera se percató de que había dado un grito al salir de su apartamento, hasta que su vecino de enfrente abrió la puerta y salió para inspeccionar qué había pasado afuera.
—¿Lucy? —aquel tono de voz la hizo reaccionar incluso humedeciéndole más sus ojos.
—¿Na...Natsu? ¿Qué... qué estás haciendo... aquí? —preguntó nerviosa, porque aunque el suelo ya no se movía, su voz y su cuerpo todavía seguían temblando.
—Escuché un grito y creí que quizás alguna anciana se había mudado a este apartamento, pero nunca imaginé...
—¿Están bien? —salió otro chico abriendo la puerta del apartamento del lado izquierdo de ella, quien se sonrojó y se rio de lado al verla tirada en el suelo, pero Natsu lo notó, así que decidió quitarse la camisa que llevaba y tirársela para que pudiera cubrir un poco su cuerpo.
—Todo bien Loki —respondió casi de forma agresiva y territorial—. Ella es una amiga y no está acostumbrada a esto, así que puedes regresar con quien quiera que estés.
—Esta noche estoy solo Natsu. ¿Te has asustado mucho pequeña? —cambió su tonalidad de voz por una más sensual y coqueta, agachándose para quedar frente a frente a ella, pero la rubia no pudo responder.
—No te pre-o-cu-pes, Loki —repitió colocándose en medio de los dos—. Lucy está bien, así que puedes regresar.
Cierta tensión se sintió entre aquellos dos machos, una de la que Lucy no entendió en lo absoluto, primero porque el temblor la había dejado completamente en blanco y segundo porque ver a Natsu después de tanto tiempo y sin camisa frente a ella, había revivido cierto fuego en su interior que estaba segura que todavía existía, pero que no quería aceptar.
—Yo... Yo... —intentó intervenir y ambos la volvieron a ver—. Yo... estaré bien... gracias.
Cuando intentó pararse para regresar a esconderse a su nueva cueva, se dio cuenta que la puerta se había cerrado. Giró la perilla, pero estaba con llave.
—¡¿Qué?! —gritó alarmada.
—¿Qué sucede? —preguntó el vecino.
—La puerta... se cerró... y no... tengo las llaves conmigo —eso no podía estar pasando, ¡era una pesadilla!
—Si quieres... —intentó intervenir su nuevo salvador, pero el peli rosa se interpuso entre los dos al ver como su vecino se acercaba de forma coqueta a la rubia.
—Te lo dije Loki, yo me encargaré de Lucy, así que vete.
El chico a quien Natsu llamaba Loki, encogió los hombros regresando a su lugar de origen.
—Si necesitas algo Lucy, estaré más que encantado de ayudarte —se ofreció el castaño que se veía muy guapo, pero ella no tenía otros ojos más que para aquella posesividad de Natsu—, en lo que tú desees.
—Ven, pasa a mi apartamento —dijo el peli rosa intentando ignorar aquel ofrecimiento para la rubia.
—No... No puedo entrar... mejor préstame tu celular por favor... así le hablaré a la casera.
—Primero, Lucy —se acercó a ella amenazante arrinconándola a la puerta— no voy a permitir que te quedes desnuda enseñándole... todo... —aseguró sonrojándose— a los extraños que decidan ayudarte con otras intenciones y segundo: Erza, no está, generalmente todos los sábados siempre sale a jugar bolos con su novio y luego se queda en su casa, pero no está de más que puedas hablarle para ver si te puede ayudar con las llaves de alguna manera.
—Pero... —intentó negarse aunque lo que más quería era entrar.
Sus ojos se encontraron nuevamente, el aliento a menta del chico la golpeó y su cuerpo reaccionó, era caliente y agradable, y como siempre, desprendía aquel aroma que durante tantos años le había fascinado. Además, conocía a su Natsu, cuando decía algo, eso era lo que se tenía que hacer, de lo contrario, tal vez era capaz de tomarla entre sus brazos y llevarla cargada a su apartamento, ¿no sería mala idea? Pensó y quiso abofetearse, había pasado más de un año y finalmente estaba dispuesta a dar un paso adelante en aquella tarea del olvido cuando otra vez él se presentaba frente a ella, ¿acaso el destino la odiaba?
—Está bien... —aceptó resignada apretando la camisa que olía a él.
Al momento en que él cerró la puerta, se percató de algo, ¡estaba casi desnuda! Aquella camisita blanca no le cubría mucho además que casi era transparente, pero muy cómoda, y tenía... tenía... esa ¡bolsa de pan! Ahora entendía el sonrojo de los dos chicos al verla tirada en el suelo.
—Espera... te traeré algo... para que puedas cubrirte...
Observó cómo se sonrojó una vez más y era obvio que se había dado cuenta de sus pensamientos, aunque minutos antes se lo había advertido también, pero entre su reencuentro y el miedo del temblor realmente no había captado en realidad el contexto de aquellas palabras, ¿qué acaso era una tonta? Claro que alguien se podía aprovechar de ella al verla vestida de esa manera, aún con una bolsa de pan, pero esa era de una de esas ocasiones que sus enormes senos provocaban más problemas que satisfacción, porque estaban a punto de salirse de la camisa.
Se aferró más a la prenda de Natsu tratando de cubrirse cómo podía, pero sus ojos empezaron a traicionarla mirando de un lado a otro aquel lugar. El espacio era casi igual que el de ella, con la excepción que se veían tres puertas, imaginó que dos habitaciones y un cuarto de baño pequeño, probablemente suficiente para él.
Al lado de la puerta estaba un porta llavero, un cuadro con una pintura de la iglesia de su ciudad natal, pero no fue eso lo que le llamó su atención, si no más bien uno de los llaveros que estaba colgado, era un gato azul, uno que ella le había regalado en sus primeras citas. Volvió a ver a la mesa de la sala, estaba una taza con la foto de ellos dos, había sido un regalo de cumpleaños.
No quería ver a ningún otro lado, porque no quería descubrir algo que animara sus esperanzas y a su corazón.
—Toma —la interrumpió entregándole una camisa manga larga de botones y un short, que sabía que le quedaría inclusive a mitad de sus muslos—. Aquí está mi teléfono, el número de Erza está en la agenda y sino te responde, porque a veces suelen fallar las líneas en un momento como este, entonces mándale un mensaje al WhatsApp.
—Gracias... Natsu...
Agarró la ropa con una mano y el teléfono con otra. Marcó el número, pero salía inaccesible tal y como él se lo había dicho, así que decidió entrar al WhatsApp temiendo encontrarse con algo que no quería, pero él era de aquellos que todo lo borraba y lo tenía limpio, por una parte agradeció y por otra se sintió decepcionada pensando qué era lo que tenía que ocultar.
Natsu tenía razón, las líneas colapsaban y tenía dos noticias, la buena era que las redes sociales ayudaban en un momento como ese y Erza, la casera, le había respondido, la mala era que así como Natsu le había dicho, ella estaba fuera y lejos, no regresaría antes de las 7 del día siguiente.
—No puede ser... —se quejó y eso llamó atención del peli rosa.
—No vendrá, ¿verdad? —ella negó.
—No antes de las 7 de mañana, y ahora, ¿qué haré?
—Puedes quedarte aquí —se ofreció—. Yo me quedaré aquí en el sillón y tú puedes pasar a mi habitación.
—Natsu... eso...
Él se fue dejándola sola un rato mientras sacaba una almohada y una sábana acomodándolas en su futura cama improvisada.
—No te preocupes, no te haré nada... y si no confías en mí, puedes cerrar la puerta con llave.
—Sabes que sí confío en ti —le aseguró porque sabía que sí lo podía hacer, en la que no confiaba era en ella misma.
—Me alegro saber que estás bien Lucy —se acercó acariciándole el rostro y luego tomándola de la mano para guiarla hasta su nuevo destino—. Espero descanses y no te preocupes, si vuelve a temblar yo estaré aquí y te protegeré.
Aquella protección era lo que le gustaba, se sentía cómoda con ello, era algo natural en los dos, pero sabía que no tenía que confundirse, Natsu siempre había sido muy amable, no solo con ella sino con todos. Así que cerró la puerta dispuesta por lo menos a relajarse porque sabía que él estaría del otro lado por si algo malo pasaba.
Se acostó sintiendo el olor de él esparcido en toda la cama y se aferró a las almohadas que tanto le recordaban a él. No fue hasta que el teléfono vibró que se percató de que ella se había quedado con él.
Erza le mandaba un mensaje diciéndole que si necesitaba dinero, que tenía un amigo allí en el edificio que le podía prestar algo para que se quedara en otro lugar y ella se lo repondría, estaba a punto de responderle que no había problema alguno cuando otro mensaje llegó.
«¿Cómo sigues flamita? Espero que el temblor haya logrado que los efectos disminuyeran»
El mensaje lo enviaba un tal Gray, asumió que era un compañero de trabajo, pero ¿a qué se refería con los efectos?
«Si sientes que no puedes más, ya sabes lo que hice la última vez, tal vez te pueda funcionar, estoy seguro de que Lisanna aceptará con tal de "ayudarte"»
¿Lisanna? ¿Quién sería esa? ¿Alguna compañera o su nueva novia?
Le cayeron 3 mensajes más después de ese, pero si los abría él se daría cuenta de que estaba leyendo algo que no debería, solo había logrado leerlos por la notificación que aparecía arriba.
Todavía no había logrado ponerse la ropa que gentilmente le había prestado, así que la dejó en la cama decidida a regresarle su celular.
—Natsu... gracias por el teléfono...
Ya estaba acostado en el sillón, cubierto de la cintura para abajo, se sentó al sentir la voz de la rubia, pero sus mejillas estaban del mismo color de su cabello y ella se asustó.
—¿T...Te sientes bien Natsu? —preguntó preocupada tocándole el rostro.
—Lucy... ¿qué haces...? —su voz denotaba su nerviosismo.
—Estás... ardiendo Natsu... ¿estás bien?
—No... No te preocupes Lucy —aseguró retirándole su rostro.
—Si tienes fiebre deberías de tomar algún analgésico...
—No es nada... solo... es una reacción a las nuevas vitaminas que estamos haciendo en la farmacéutica.
Su corazón vibró recordando el mensaje de su celular.
—Si es una reacción... deberías de tener más cuidado Natsu.
—No te preocupes... hemos reducido los síntomas... aunque no del todo.
Se dio la media vuelta rodeando el sillón para quedar frente a él, estaba preocupada, su cara se volvía más y más roja, su cuerpo desprendía un calor que no era normal, estaba mal, esas reacciones no eran normales.
—Natsu, no importa lo que pase en tu trabajo, pero no puedes exponer tu cuerpo a este tipo de reacciones —lo retó—. Deberías de tomar algo frío.
Se levantó intentando buscar algo helado para darle, pero él la tomó del brazo evitando su retirada.
—¿Qué estás haciendo aquí Lucy?
—¿Qué...?
—¿Qué estás haciendo aquí? En esta ciudad... justo cuando yo empezaba...
—¿Qué estoy haciendo... aquí?
—Sí —preguntó con voz sensual.
—Yo...
—Justo empezaba a olvidarte Lucy...
—¿A olvidarme...?
—No me diste tiempo de explicarme... simplemente me echaste de tu vida...
—Tú estabas con... ella... me engañabas con ella...
—¿Con Levy? —preguntó sorprendido—. Jamás lo haría con ella ni con nadie.
—Pero todos decían... —intentó decir a punto de lágrimas.
—Levy solo quería una oportunidad con Gajeel, ¿te recuerdas de él? Era el jefe de la farmacéutica a donde trabajaba, estaba enamorada de él y sabía que yo era cercano a él...
—Pero los encontraron... los dos estaban juntos en tu apartamento...
—Lucy —se acercó a ella abrazándola y atrayéndola a él—, jamás haría algo que pudiera dañarte, yo les había prestado mi apartamento porque no se podían ver en otro lado... quien estaba con Levy aquella noche que tú llegaste, era Gajeel, no yo.
Se sintió como una tonta, escuchaba rumores y le habían lavado el cerebro, aquella noche había llegado al apartamento y había escuchado esos sonidos llenos de placer, ni siquiera interrumpió, solo desapareció aquella noche terminando por medio de un mensaje con él para luego bloquearlo por completo de su vida y desaparecer de aquella ciudad.
—Natsu... —él se movió haciendo que su sábana cayera y demostrando algo que había tratado de ocultar.
Lo vio completamente duro debajo de su ropa, ¿por qué él...?
—Lo... Lo siento... Las vitaminas... Las vitaminas que estamos creando tienen un efecto secundario... hemos tratado de cambiarlo... pero...
—¿Efecto... secundario...?
Ella llevó su mano por encima de la ropa interior de él sintiendo aquella dureza que había extrañado y de inmediato la retiró.
—Natsu... tú...
—Lo... Lo siento... Lucy...
—¿Desde hace cuánto...?
—Tenemos una semana de estar... experimentando con esta nueva medicina...
—¿Y tú... no has pedido ayuda...?
—¿Cómo podría...? —reclamó al ver que ella se sentó a la par de él—. Cuando sigo pensando en ti...
Aquellas palabras tan sinceras le hicieron explotar su cerebro. Tiró la sábana y se sentó sobre él.
—Lucy... —gimió recordando aquella agradable sensación de tenerla junto a él.
—Yo... Yo... te ayudaré Natsu...
Coló su mano por debajo del pants de él, tocándolo, sintiéndolo tan caliente que incluso su tacto se quemaba con aquel roce.
Él gimió agarrando su rostro con ambas manos.
—Lucy... te he... extrañado... —sus lenguas chocaron, enrollándola una con la otra mientras ella no dejaba de estimularlo con la mano.
Sus corazones latían a un mismo son, acelerados, nublados con el calor que ambos desprendían, embriagándose con el olor tan familiar del otro.
Las manos del peli rosa se separaron de su rostro para acariciar su pequeña cintura.
—Na...Natsu... —gimió soltando aquel miembro endurecido para sentarse sobre él, moviendo sus caderas de forma automática, recordando el calor del cuerpo de su ex.
Natsu levantó la camisa de la rubia y lamió con cuidado sus pezones mientras ella gemía, incluso cerrando su boca para no dejarlos escapar, él dejó sus senos acercándose a su boca nuevamente para chocar contra su lengua enrollándola una con la otra, sus cuerpos estaban a punto de hacer explosión, estaban tan calientes que sus mejillas ya ni siquiera estaban sonrojadas, sino que eran de un carmesí tan intenso como la misma sangre.
Dejó su boca y de nuevo bajó a sus senos, aquellos redondos y voluptuosos senos que siempre lo habían vuelto loco, los agarró uniéndolos uno con el otro y lamiendo sus pezones, intercalando el derecho con el izquierdo y el izquierdo con el derecho, apretando con furor su piel, haciéndola gemir.
Ella estaba mojada y no solo por su propia humedad, sino también por todo el líquido que había desprendido por toda aquella excitación, fue cuando Natsu tocó la cintura del bóxer que ella se acordó de lo vergonzoso que era utilizar aquella prenda.
—¿Q-Qué sucede? —preguntó acelerado.
—Esta ropa... no es para nada sexi...
—Podría estar vestida con un saco y mi reacción siempre sería la misma, Lucy —aseguró con voz sensual y ella se rindió ante su calor.
—Oh... Natsu...
Se bajó del sillón quitándose ella misma la ropa interior quedando completamente desnuda frente a él, se arrodilló para ayudarlo con el pants y la ropa interior y al verlo tan erguido, duro y mojado, tragó con dificultad, porque ella estaba igual que él.
La tomó de la mano guiándola hasta su miembro para que pudiera tocarlo y así ayudarlo.
—Lo siento Lucy... no... no tengo protección... no podría...
A ella poco le importó, le había declarado minutos atrás que no había estado con nadie, y aunque ella no se lo había confirmado, ella también le había guardado aquella insensata fidelidad. Y sin decir más nada se lo fue introduciendo poco a poco y de manera tortuosa, ¿sería que estaba más grande que antes o es que al pasar tanto tiempo sin actividad se había vuelto más estrecha?
—Lu...cy... —gimió al sentir la presión que ejerció en su miembro, además que la hipersensibilidad que le generaba le nublaba la mente y la razón.
La tomó de la cadera y la empezó a mover de arriba abajo, estaba demasiado excitado por la medicina y por el cuerpo de su rubia a quien muchas noches había extrañado en la soledad de su cama.
La tomó de la cintura haciendo que ella se aferrara a sus caderas y con dificultad caminó con ella sin dejarla de penetrar. Chocó con una pared y apoyó la espalda de la chica sin dejarla de embestir, sus gemidos se incrementaron y cuando él aprisionó uno de sus pezones entre sus dientes, ella se corrió, al sentir la presión que su interior ejerció en su miembro, aunque intentó contenerse, también se dejó ir con ella pronunciando el nombre de la rubia.
—Lo... Lo siento... —se disculpó completamente avergonzado—. No quería... —ella negó dándole un beso.
—No te preocupes... además, no creo que esto sirva para enfriar "los efectos" de las vitaminas.
—Ni de lo que me provocas... —sentenció caminando con ella hasta la habitación—. Porque siempre me enciendes, mi Lucy.
—Natsu... —pronunció su nombre con amor.
—¿Te quedarás conmigo?
—Sí, y esta vez será para siempre —aseguró llena de ilusión.
—Te quiero Lucy.
—Y yo a ti Natsu.
Aquella noche y con dicha reconciliación empezarían una nueva vida, una en la cual serían muy felices, a pesar de todas las estupideces que ella había hecho, en esta ocasión no le haría caso a nadie más que a él.
