Cinco: "Para vencer a una sirena..."

Llegada la noche, los tres amigos tomaron el camino de regreso a la sala común de Griffyndor. Ron tenía una expresión de fastidio y balbuceaba innumerables quejas a medida que arrastraba un pie tras otro. La razón era que Hermione había convencido a ambos de hacer una consulta rápida sobre la tarea de Defensa Contra las Artes Oscuras; consulta que, por cierto, se alargó dos horas.

-Solo tenías que buscar las maneras para vencer a una Sirena –musitó Ron de mal humor – No creo que tu nota se eleve por que llevas también las características básicas para reconocer a una. En todo caso creo que una cola de pescado basta.

-No dirás eso cuando quieras copiar algo para completar tu trabajo, Ron –dijo ella sin parecer afectada.

-¿Por qué fuimos a la biblioteca? –preguntó Harry -, casi toda la información aparecía en los libros que Glader te buscó.

Cosa que aun lo tenía molesto. Pero no podía explicar la razón.

-La biblioteca es el lugar más adecuado para trabajar –señaló ella con voz calmada.

-Para ti todos son los sitios más adecuados para trabajar –ironizó Ron.

-Cualquiera diría que no deseas simpatizar a la profesora –la chica miró a Ron de manera sagaz.

Harry suspiró esperando una nueva discusión. De repente sus amigos habían hecho de la pequeña profesora, su tema favorito de pelea. Sin embargo las palabras molestas no llegaron a oírse y cuando los miró de nuevo notó que tenían la vista en el pasillo. Con curiosidad volteó hacia el lugar y descubrió a una mujer parada con los brazos cruzados, cerca del retrato de la señora gorda.

Debía tener más de 30 años. Su cabello negro lucía suelto y le bañaba los hombros hasta llegar a la cintura acomodándose en graciosos y suaves cárieles. Vestía un camisón blanco de diseño extraño que le cubría los pies y un tenue brillo alcanzaba a verse en torno a ella. Harry no supo por qué, pero podría asegurar que tenía los pies desnudos.

Había algo extraño en ella.

No era el hecho de que jamás la había visto. Su fija mirada dorada era capaz de confortarlo e inquietarlo a la vez, parecía que ambos fueran partícipes de un importante secreto. Un secreto que él no conocía.

-¿Quién es usted? –preguntó Hermione con voz bastante clara.

La mujer miró sin mostrar interés alguno hasta que una cínica sonrisa se dibujó en sus labios.

-Sangre sucia –susurró la mujer y un aura dorada bañó su cuerpo.

Ron se colocó frente a Hermione. Hasta ese momento Harry pudo reaccionar e imitar a su amigo.

La mujer miró ese gesto con algo muy parecido a la diversión y sonrió.

-Es una compañía que deja mucho que desear, Potter –ella se acomodó los cabellos.

-¿Quién eres? –preguntó Harry molesto por el comentario.

-No importa...

Claro que importaba, pero las respuestas las tenía ella y no parecía estar dispuesta a compartir una sola.

Pasos acelerados.

Harry agradeció escuchar que alguien se acercaba sin despegar la vista de esa penetrante mirada que parecía desear traspasarlo.

Ella levantó una mano en un gracioso movimiento y el brillo se intensificó hasta hacerla desaparecer gradualmente.

-Potter.

A Harry le resultó imposible no reconocer ese agrio tono de voz. Volteó y se encontró con el profesor Snape. Por instinto miró hacia todos lados buscando algo extraño de lo que pudieran culparlo.

Un maullido llamó su atención y bajó la vista hasta ver a Candy sentada a un lado del profesor.

-¿Ha ocurrido algo extraño, jóvenes? –preguntó Snape con un reservado tono de voz.

El incómodo silencio que se expandió en los siguientes segundos le parecieron eternos a Harry.

¿Qué decir?

¿"Vimos a una mujer que se desvaneció"?

Y de cualquier manera Snape no parecía tener la paciencia de esperar una respuesta ya que le resultó más interesante ver correr a Candy hacia la oscuridad.

-Será mejor que entren ahora –señaló el profesor y caminó tras el animal –No se meta en problemas, señor Potter.

Era bastante raro encontrarse con el profesor Snape sin perder puntos en el proceso de una charla, aparentemente, amable. Por alguna razón parecía que ellos tres no eran la mayor de sus preocupaciones así que Harry entró a la sala tras decir la contraseña  a la señora gorda. En el interior se encontró con un interesado Glader parado frente al fuego.

No lo estaba imaginando. Ese chico lo irritaba, y lo raro es que aun no comprendía la razón.

*  *  *

La profesora Debbie estaba molesta.

Bastó escuchar  el golpe que dio la puerta contra la pared y los gruñidos de la niña para adivinarlo. Una buena razón para que todos estuvieran atentos a cada movimiento que hacía.

Cuando la niña llegó hasta el escritorio se quitó las gafas y alargó una mano hasta alcanzar un papel. Lo tuvo sostenido sin quitarle la mirada de encima y arrugó la nariz al mismo tiempo que el papel para después tirarlo al suelo. Después se sentó en el desnivel y apoyó la cabeza entre las manos.

Lo que fuera que estuviese pensando le hizo recordar la tarea y se dio un tiempo para revisarla. Ningún pergamino que revisó mejoró su humor. El trabajo de Hermione le molestó aun más y le dio una tarea extra con un comentario algo cruel.

-Ya que le gusta trabajar de más, hará una investigación extra para sus  adorables compañeros –dijo Debbie y miró en dirección de Slytherin - ...Todos...

Por supuesto que hubo protestas, pero eso le costó 15 puntos a Gryffindor y una discreta aprobación por parte de Slytherin.

Después de eso pasaron a la ilusión.

En teoría todos conocían alguna manera de vencer a una sirena, pero en practicas todos demostraron un patético desempeño, esas fueron las palabras de la molesta profesora.

Cuando fue su turno, Harry no pudo evitar suspirar y esperó.

Silencio, nervios... mucha calma.

¿Había iniciado ya la ilusión?

La imagen de la sirena se materializó frente a él. Verla a la mitad del aula remplazó  cada una  de las imágenes que había visto en los libros  y las que conocía. Solo importaba esa preciosa figura de cabellos plateados que le llamaba de manera suave con esa bella voz.

Bien. Ya tenía una sirena en frente. ¿Qué era lo que esos libros recomendaban?

No escuchar su voz.

Pues para eso ya era un poco tarde.

¿Qué más había investigado?

No lo recordaba.

Y no importaba.

Esa voz era lo suficientemente tranquilizadora para no preocuparlo.

Harry continuó caminando y extendió una mano para tocar la de la criatura. A medida que se acercaba vio que el cabello se oscurecía hasta mostrar un resplandeciente tono negro y sus ojos brillaban como oro. La sonrisa de ella lo cautivó y dócilmente se dejó abrazar.

"¿Te gusta esto... Potter?"

Un agudo dolor lo paralizó y apretó los ojos. Cuando volvió a abrirlos se encontró parado en un pasillo. A su lado estaba una chica con el uniforme de Hogwarts luciendo el escudo de Slytherin.

El ambiente hablaba de un sitio lejano y viejo. Algo del pasado.

Un muchacho se acercó caminando a pasos veloces y se detuvo frente a ella. Se acomodó el cabello negro detrás de las orejas y apretó los labios en un gesto que a Harry le pareció bastante familiar.

-¿La encontraste? –preguntó ella.

-Malfoy dice que no la regresará tan fácil –respondió el chico.

-Al menos ya sé donde está –dijo ella con fría ironía –No se la pensaba pedir de todas maneras, si el estúpido de Potter no la ha encontrado es su problema.

¿Potter?

Harry miró a la mujer. Estaba seguro de que no la conocía.

-Te ha costado mucho trabajo fabricar esa pluma –recordó el muchacho.

-¿Quieres que perdone a Potter, Severus?  -ella lo miró con burla –Deja que sufra un poco... No es nuestro estilo perdonar tan fácilmente.

¿Perdonar?

Harry extendió la mano cuando la imagen se fue borrando.

No quería que terminara, en especial por que el dolor había vuelto.

*  *  *

Despertó sintiendo un bulto a sus pies. Estiró la mano para localizar sus gafas y al ponérselas descubrió que estaba en la enfermería. No recordaba algo lo suficiente peligroso para estar ahí... solo la sirena... el sueño... ¿Snape?

Al bajar la mirada vio que Candy despertaba para saltar e irse.

¿Qué había sido todo eso?

Casi a los cinco minutos Ron y Hermione llegaron para verlo. La chica tenía una preocupada expresión mientras Ron le relataba con lujo de detalle todo lo que la sirena le había hecho.

-¿Dices que su cabello continuaba plateado? –preguntó Harry.

-Jamás cambió de color –Ron lo miró extrañado.

-Me pareció ver que se volvían negros... Como los de esa mujer en el pasillo.

-La profesora Debbie se asustó –intervino Hermione –Necesitaron de la ayuda de dos chicos más para liberarte de la ilusión. Parecía que ella no había sido capaz de desvanecerla.

-Pero era su ilusión –dijo Harry perplejo.

-Mezclaste tu mente con la de la sirena –murmuró Hermione -... al menos eso dijo la profesora.

-No lo vas a creer –intervino Ron -, Malfoy fue uno de los que te echó la mano para liberarte.

-No es momento para hacer bromas, Ron –Harry lo miró con desagrado.

-No bromea –Hermione se frotó la barbilla –En cuanto vio que la profesora Debbie comenzaba a forcejear con las manos en su propia ilusión corrió a ayudar.

-Pero ya estas bien –Ron le dio unos fraternales golpecitos en el hombro y miró a Hermione significativamente –La señora Pomfrey nos ha dicho que estarás con nosotros a la hora de la cena, así que te esperamos en el gran comedor.

Harry miró el reloj con algo de amargura. Faltaban mas de dos horas para la cena. Estuvo a punto de pedirle a sus amigos que se quedaran, pero los vio bastante presionados para saber que no tenían permiso de quedarse por mucho tiempo. Así que aceptó esperar.

Durante el tiempo que tuvo que esperar se dedicó a recordar su extraño sueño.

¿Snape?

Si, sin duda... Mucho más joven, pero con la misma amarga expresión.

Bueno. Parecía algo... suave cuando estuvo con esa estudiante.

¿Y ella?

¿Habría odiado a su padre como Snape?

Quizá.

¿Pero qué tenía que ver eso con mezclar su mente con la de una sirena que, se suponía, era una ilusión?

Seguro la profesora sabría.

Cuando Harry entró al Gran Comedor, lo primero que hizo fue buscar a la profesora Debbie en la mesa de Slytherin.

Ella no estaba ahí.

Unas voces airadas llamaron su atención y descubrió a la niña en proceso de retirarse de la mesa de profesores. Ella y la señorita Montaigne discutían sobre las edades adecuadas para ser profesor y los derechos que los dueños de criaturas peligrosas podían reclamar.

Al final Debbie dejó zancada la discusión con un burlón comentario acerca de profesores ineptos, que provocó la risa de algunos estudiantes y la resignada expresión del resto de los profesores (exceptuando a Snape). Ya que, para colmo la señorita Montaigne no pareció entender en absoluto.

Harry había tenido la intención de detenerla, pero con ese humor no se le ocurría que fuese una buena idea. Así que dejó pasar a la niña y se acomodó entre sus amigos.

-¿Te encuentras bien, Potter? –preguntó una educada voz.

-No fastidies, Glader –Ron lo miró con odio.

-¡Ron! –exclamó Hermione molesta.

-Estoy radiante –dijo Harry esperando dejar bastante claro que no quería hablar al respecto.

-Algunos dicen que mezclaste tu mente con la de la sirena –Insistió el niño. Harry suspiró – Eso es muestra de ignorancia –señaló con una misteriosa sonrisa –No pudiste mezclar tu mente a menos que un familiar este cerca para permitírtelo.

Harry miró a Glader.

-¿Tu qué sabes de eso? –preguntó con notable molestia esperando a que Hermione interviniera. Sin embargo cuando la miró, notó que estaba igual de sorprendida que Ron –Yo no tengo familia.

-Es un principio básico –Glader se levantó sin darle importancia –Hasta luego,... Harry.

*  *  *

-Es un principio básico... de magia oscura.

Hermione había pronunciado esas palabras con clara preocupación. Desde que Glader dijo esa frase ella se había mostrado preocupada y pasó las siguientes dos semanas investigando en todos los libros que pudiesen servir. Finalmente (y para  total sorpresa de Harry) encontró justo lo que buscaba en un libro de la zona prohibida.

-En los últimos días he notado que Glader  se ha acercado a Malfoy –murmuró Harry.

-Eso es imposible –replico Ron.

En teoría lo era. Malfoy no permitiría que nadie lo viera tener una buena relación si no era consigo mismo. Si embargo el mismo Malfoy se estaba comportando de manera poco usual. Quizá Glader era una extraña excepción a la regla.

Lo cierto es que Glader ejercía un extraño magnetismo y no solo Hermione se mostraba al pendiente de él. Harry llegó a preguntarse si había existido un chico capaz de agradar a chicas de todas las edades.

-Lo mejor será que hable con él –dijo Hermione envuelta en un ambiente de preocupación que molestó a Harry.

-¡¡No puedes hacer eso!! –bramó Ron –El mocoso tiene una escolta de chicas que pueden defenderlo perfectamente.

-Si Malfoy esta intentando convencerlo de algo malo es mi deber hacer algo.

-¿No será que también te gusta?

Harry suspiró. Ahí estaba esa discusión de nuevo.

El muchacho caminó hasta la sala común y como lo había esperado, ninguno de sus dos amigos se había enterado de su retirada como en varias veces anteriores. Afortunadamente no tenía que pensar mucho en las disputas de sus amigos, ya que les habían avisado sobre la primer reunión para los entrenamientos de quidditch. Y era eso lo que ocupaba la mente de Harry durante el día siguiente, en el desayuno.

Angelina Jonson entró corriendo acompañada de Katie Bell.  Ambas se detuvieron frente a la señora Hooch y se frotaron las manos algo nerviosas.

-La señorita Montaigne se ha roto una mano sobre una escoba –susurró finalmente Angelina. Pero lo hizo con gran nerviosismo que su voz alcanzó a ser escuchada por algunos alumnos que estaban cerca; incluyendo a Harry, quien volteó incapaz de creérselo.

Se había convocado a una reunión al equipo de Griffindor por parte de Angelina, la nueva capitana, y seguramente había estado preparando todo con ayuda de Katie; razón por la que ningún profesor tenía por qué romperse algún hueso sobre una escoba. En especial la señorita Montaigne, quien parecía más afecta a un espejo a despeinarse con el roce del viento.

La señora Hooch, sin embargo, no se inmutó por la noticia.

-Estoy segura de que podrá llegar a la enfermería.

-No puede –dijeron las jóvenes a la vez –La profesora Debbie no la ha dejado bajar de la escoba.

La profesora McGonagall fue la primera  en levantarse y caminar hacia el lugar con expresión disgustada.

Angelina se acercó a Harry y le tocó el hombro.

-Nuestra reunión será en cuanto la señorita Montaigne toque tierra, así que puedes venir de una vez.

-¡Yo no me pierdo eso! –Fred se levantó al mismo tiempo que su hermano gemelo en dirección del campo.

Llegar al lugar y ver ese extraño espectáculo no causó mucha gracia a Harry.

La señorita Montaigne continuaba en el aire para cuando él y el resto del equipo llegaron. Afortunadamente el convincente tono de voz del profesor Snape convenció al resto de los alumnos de continuar comiendo y solo habían salido ellos.

La profesora Debbie estaba sentada en unas gradas y había recargado su carita en una mano mientras agitaba el dedo índice de la otra en círculos. Precisamente la manera en que la señorita Montaigne volaba en esos momentos.

La profesora Montaigne sujetaba el palo de la escoba con su mano derecha. La otra mano la tenía apretada contra su pecho y en esos momentos no parecía importarle su alborotado cabello en lo absoluto. De vez en cuando hacía intentos para controlar la escoba, pero estaba claro que la profesora Debbie tenía ventaja sobre la situación.

-¡¡Debbie!! –exclamó la profesora McGonagall indignada.

La joven profesora se paralizó y volteó automáticamente con una expresión de fingido arrepentimiento mientras el equipo de quidditch veía caer en picada la escoba, con todo y profesora, en algún árbol lejano acompañado de un grito desolado.

-Ops – Debbie se mordió el labio inferior y dedicó su expresión mas tierna a McGonagall –Ha interrumpido mi maldición de la peor manera, profesora... Tirar a la señorita Montaigne no entraba en mis planes... Solo espero que no se halla lastimado.

-Y yo espero que puedas explicarle a Slytherin la razón por la que acaban de perder 50 puntos.

Debbie abrió mucho sus ojitos y se le llenaron de lágrimas.

-No es una acción muy justa ya que no soy alumna de ninguna casa –hizo un puchero.

-No cambiaré de opinión –aseguró McGonagall.

Harry estuvo a punto de sonreír, sin embargo las lágrimas que empezaban a resbalar por las mejillas de Debbie se lo estaban poniendo bastante difícil.

-Los alumnos de Slytherin no han estado implicados –intervino Angelina –No es necesario restarle puntos.

-No se deje engañar, señorita Jonson –aconsejó McGonagall tomando a Debbie de la mano para bajar de las gradas –El efecto que esta niña tiene sobre los demás podría derretir acero si se le permite.

-Esas son exageraciones –aseguró Debbie hipando y se secó las lágrimas.

-Si le resto puntos a Slytherin es por que la profesora Debbie simpatiza con ellos.

-Exageraciones –insistió la niña.

-Te comportarás después de esto –aseguró McGonagall y arrastró a una malhumorada niña.

*  *  *

Esa mañana de Hallowen los tres amigos conversaban de manera animada en el desayuno. Después de accidentes y enfrentamientos entre las profesoras más jóvenes habían llegado a pensar que nada les distraería de la noticia.

Harry no tuvo una oportunidad de llevar una cuenta confiable de todas las veces que Debbie y Stelle discutieron en el pasillo... o en cualquier otro lugar.

En opinión suya Debbie tenía razón al no facilitar a su Nundu, pero cuando entraba a conversación el profesor Snape le parecían dos adolescentes peleando por un novio. Cosa que le había causado molestia.

Sin embargo ese día no lo arruinaría nada. Había recibido un mensaje de su padrino Sirius y se verían en Hogsmeade ese día.

Así que en su opinión las profesoras podían seguir con sus infantiles conversaciones.

Y tampoco podía interesarse por la razón que provocada sus disputas, aunque la profesora Montaigne parecía ser el tipo de personas que Debbie detestaba.

Llegado el momento, los tres amigos caminaron en dirección de la puerta hasta que Hermione se detuvo de manera brusca mirando hacia una dirección con un gesto severo.

-Malfoy –murmuró ella.

Harry y Ron voltearon automáticamente. No muy lejos podía verse a un aterrorizado Neville con Malfoy al frente.

Harry solo recordaba haber visto ese gesto en una ocasión: el día en que tuvieron una clase de maldiciones imperdonables con Moody y la ayuda de tres arañas, así que no había mucho que investigar al respecto y se dirigió a ese lugar.

Malfoy le miró. Sus ojos grises brillaron como si esperase a que eso ocurriera y colocó sus manos en las caderas.

-Ya no te preocupes Longbottom –siseó el rubio con desprecio -, el increíble Harry Potter ha venido a salvarte.

-¿Por qué tienes que mostrar tu horrible persona ahora, Malfoy?

-¿Me extrañaste, Potter? –Malfoy rió –No habrías tenido que verme ahora si no tuvieras la necedad de salvar a todos... – el muchacho rubio miró a Neville con una cruel sonrisa. –Al menos por él podrás hacer algo... Inflará tu ego ver que has salvado a Neville Longbottom aunque no pudiste hacer los mismo con Cedric Diggory.

Unas horribles imágenes acudieron a la memoria de Harry... justo cuando la cruel voz de Malfoy se las devolvió. Sintió furia por muchas cosas y se lanzó contra él antes de que su amigo Ron alcanzara a hacerlo.

La sensación que le produjo golpear al antipático rostro le incitó a continuar mientras ignoraba la voz de Hermione que le suplicaba detenerse.

Claro que no lo haría.

"También somos orgullosos" escuchó una voz femenina que lo turbó momentáneamente. Justo el tiempo necesario para que alguien con más fuerza que él lo levantara.

Harry bajó la mirada. Ahí estaba Malfoy recargado contra el tronco de un árbol con la nariz sangrando. Su respiración era agitada a juzgar  por el rápido movimiento de su pecho, pero él se limitó a acomodarse el cabello plateado sin despegarle la vista. Finalmente una sonrisa apareció en sus labios, pero la transformó en una mueca de dolor al lastimar su labio partido.

-No preguntaré –se escuchó una fría voz -, esta bastante claro.

Era Snape.

Harry deseó que la tierra se abriera y se lo tragara.

*  *  *

Castigado y detenido.

Snape bajó 25 puntos a Gryffindor y lo mando directo a las mazmorras a limpiar el pequeño desastre que los alumnos de primer curso habían hecho. Cosa que no resultó fácil y bastaba con haber visto cada centímetro del lugar.

Aunque a Harry eso no le había importado. Su detención evitó que viera a su padrino y cada que lo recordaba deseaba encarar de nuevo a Malfoy.

¿Por qué no había estado desaparecido como anteriormente?

No lo entendía. Y la verdad es que estaba demasiado molesto como para detenerse a analizarlo.

Cuando Harry terminó de limpiar las mazmorras, tenía los brazos adoloridos y bastante hambre. Estaba tranquilo con la idea de que Hermione y Ron habían explicado a su padrino lo ocurrido y ahora lo único que quería era tumbarse en la cama y dormir. Ya comería al día siguiente.

Cuando dobló por la esquina vio algo que llamó su atención. Candy con su pluma entre los dientes caminando rápidamente.

¿No podía Ron cuidar un poco sus cosas?

Harry suspiró y se dispuso a seguir a la gata.

Para ser un gato de tamaño considerable y de pelo blanco, Candy se perdía muy fácilmente entre los corredores oscuros. Después de perderla por unos minutos Harry suspiró y giró para volver a la cama, de repente había recordado lo cansado que estaba y, de todas maneras, la pluma no correría peligro en manos de su profesora. Sin embargo, un murmullo, apenas audible, lo detuvo; miró en dirección del pasillo perpendicular y se mantuvo atento.

Se trataban de voces airadas y molestas, ahogadas por un tarareo.

Candy apareció de repente dándole un susto tremendo. Harry le miró con molestia, pero al ver su pluma pensó que lo mejor era quitársela lo más pronto posible y volver a la cama. Así que se inclinó para sujetar al animal, pero este devió adivinar sus intenciones y volvió a escapar por el pasillo.

Harry suspiró y corrió detrás de ella.

Justo cuando la alcanzó escuchó una voz que le erizó la piel.

¿Voldemort?

¿Adentro?

Se olvidó de Candy  y empujó la pesada puerta descubriendo que había entrado a una oficina. La decoración era de lo más tenebrosa, pero eso carecía de importancia cuando la voz del señor oscuro seguía escuchándose. Harry se detuvo ante una puerta con el escudo de Slytherin gravado y apoyó la mejilla contra la madera para escuchar.

-No me importa si tienen que destruir todo lo que le mantenga oculta... ¡Quiero que la encuentren!

Una risa. La de una mujer bastante joven: una niña.

Harry giró la perilla con cuidado para observar el interior y descubrió que Voldemort en verdad no estaba ahí. Lo único que había era un enorme espejo gravado con sirenas que ahora parecía tener líquido cristalino en vez de cristal. Justo ahí se podía ver a Voldemort hablando con varios encapuchados.

Harry caminó sigilosamente para acercarse. Lo único que alcanzó a ver en el raído sillón de piel fue una manecita pequeña y pudo adivinar la identidad de esa persona.

-Siga buscando, señor.... –rió la niña –a menos que tenga espías más competentes jamás encontrará a Potter.

Harry retrocedió seguro de que no debía haber escuchado eso. El plan era salir de la misma manera en que entró, pero escuchó un horrible sonido provocado por Candy  a sus espaldas. La había pisado y ahora estaba en el suelo con una pila de libros sobre las piernas.

Con un movimiento rápido se acomodó los lentes y levantó la cara hacia unos ojos dorados que le miraban con seriedad.

-El pequeño Potter –siseó Debbie con un tono de voz que Harry jamás había escuchado –No me sorprende que te metas en problemas... Lo que me sorprende es que te dejes atrapar de esta manera.

-¿Perdón? –Harry la miró sin comprender.

Debbie rió. En ese momento le pareció escabroso estar en ese lugar y deseó no haber seguido a Candy. Comenzó a levantarse para disculparse, pero no pudo decir palabra alguna cuando sintió un frío espantoso subir desde sus pies hasta su pecho. Lo último que vio fue un brillo dorado en los ojos de Debbie junto con una retorcida sonrisa. Después de eso todo fue oscuridad.

*  *  *

Despertó en la enfermería.

Identificó que tenía bastante calor y que a un lado de la cama se veía un frasco con poción humeante color rosa. Estaba bastante cansado y no podía levantarse, pero alcanzó a escuchar voces.

¿Qué había pasado?

Le vino a la memoria que alguien lo levantaba y el movimiento de pasos acelerados y finos recorriendo el pasillo. Pero nada más.

-No puedo creer que después de esto insista en que me quede.

Debbie.

-Solo fue un accidente –se escuchó la voz del director.

-No fue un accidente –protestó la niña molesta.

-Cualquiera puede perder la noción de la realidad viendo al señor oscuro.

-No yo... Honestamente no sé que clase de protección quiere dar a sus alumnos teniendo cerca de un ser tan... peligroso.

-Debbie... Te ves muy cansada y alterada, sería mejor que durmieras un poco.

Pareció que ella quiso decir algo más, pero solo se escucharon sus pasos alejándose.

Harry cerró los ojos al escuchar que las cortinas se abrían.

-Por fin despertaste.

El muchacho miró al director y encontró fuerzas para sentarse.

-¿Qué ocurrió?

-Un pequeño accidente que te congeló el cuerpo. El hechizo pudo revertirse antes de que te congelara el corazón.

-Suena grave...

-Me alegra que Debbie reaccionara a tiempo para impedirlo. Pero tendrás que permanecer un tiempo más en reposo.

-¿Quién fue? –preguntó Harry.

-No importa por que ya estas bien... Y temo que no me corresponde decirlo de todas maneras.

-El espejo... Voldemort –recordó el muchacho.

-Es un interesante artefacto cuando sabes usarlo –dijo el director de manera ausente y sacó una pluma para colocarla en la mesita que estaba a los pies de la cama de Harry –Usa con cuidado esto, Harry, es más que una pluma con tinta invisible y si cayera en malas manos podría ser la causa de muchas desgracias.

Continuará...

º*º*º*º*º*º*º*º*º*º

Notas de la autora:

Muchas gracias a quienes han apoyado este fanfic.

Cuídense.