Ocho: "Avada Kedavra"

Una pluma como la suya.

No de las mismas características. Una hecha de oro.

Justo como la que Draco Malfoy tenía en su poder.

Harry no pudo quitarse esos pensamientos de la cabeza y solo lograba inquietarse. No quería ni imaginar lo que una persona como Malfoy haría con una pluma así cuando supiera manejarla. Y hasta cierto punto solo le tranquilizaba el recordar que solo él y Ron sabían la manera de hacer funcionar la pluma, pero cada que lo analizaba llegaba a la conclusión de que lo más seguro era quitarle a Malfoy ese artefacto.

Pero por más que pensaba en ello no se le ocurría una manera segura de hacerlo. No una que no implicara un enfrentamiento verbal (o físico) en donde el profesor Snape aplicaría un castigo que recordaría por el resto de su vida.

En alguna ocasión se le ocurrió pedir ayuda a Glader, pero eso le pareció en verdad muy desesperado y Harry aun pensaba que no había llegado a esa situación. Además Glader vería la acción como algo horroroso y poco caballeroso... Harry hasta se lo imaginó acercándose a Malfoy para tener una amena charla de habilidades oscuras terminando con algo como: "Por cierto... ¿me puedes prestar tu pluma?... He descubierto que mis conocimientos básicos podrían hacerla más interesante".

Bastante ridículo en verdad.

Harry suspiró y decidió que era momento de ponerle mas atención a la poción que intentaba hacer.

Había pasado todas las vacaciones pensando en el mismo problema con tanta preocupación que había sentido que el tiempo se pasó demasiado rápido. Apenas pudo disfrutar algunos juegos con sus amigos. También había podido sepultar a Glader con nieve y Hermione no se había dado cuenta que ya no era parte del juego.

Jamás había visto a Ron tan interesado en ayudarle. Le había metido una bola de nieve en la boca a Glader y aun así logró hacerlo parecer un accidente.

Claro que el niño enfermó y tuvo que pasar dos días en la enfermería bajó la atenta mirada de la señora Pomfrey quien los reprendió por jugar de esa manera con un niño tan delicado. Pero Glader y su ingenua caballerosidad los libró de un buen castigo.

Para su pesar, Harry notó las cualidades del niño. A Glader no parecía importarle ser tan popular... a veces pensaba que no sabía que lo era. El niño podía pasarse horas hablando de un padre al que Harry no conocía y que por alguna razón incomodaba a Ron.

El niño les ayudaba a buscar información para sus tareas y estudiaba con Hermione logrando que los dos muchachos se quedaran dormidos sobre los sillones.

-¡Debería darles vergüenza! –exclamó Hermione en una de esas sesiones de estudio. –Araon se esfuerza para que aprendan algo y ustedes se quedan dormidos.

-No tenemos la culpa de que tenga una voz adormecedora –se quejó Ron.

Pero lo cierto es que a Araon no parecía importarle eso. A Harry le parecía que al niño le gustaba notar la falta de entusiasmo que ellos ponían en su persona y por lo único que luchaba era conservar la atención de la Prefecta de su casa.

Eso aun lo molestaba. No había podido sentirse a gusto con el niño por que simplemente le molestaba su inocencia magnética. Le molestaba que Hermione estuviera al pendiente de él... Le molestaba su mirada amable y las preguntas ocasionales que le hacía respecto a Lord Voldemort...

... Le molestaba que Glader deseara ser un auror teniendo ese carácter tan blando que no lograría detener ni al más "gentil" de los mortífagos...

-¡¡Potter!! –bramó la voz de Snape. El chico se sobresaltó y cuando vio su poción descubrió que comenzaba a quemarse -¡¡Mira el desastre que has hecho!! Te quedarás a arreglar esto después de clase.

Por cierto. También le molestaba pensar tanto en él y tener accidentes con Snape, precisamente.

Harry suspiró con resignación tras escuchar la puntuación que fue restada por su accidente.

Había algo que no estaba bien. Algo que se realizaba a su alrededor de manera tan sutil que no podía explicarlo, pero le parecía sentirlo.

Miró a Malfoy y notó la fría concentración con la que trabajaba.

Él lo sabía. Así lo había manifestado al menos.

¿Valdría la pena preguntar?

Claro que no.

Eso era aun más desesperado que recurrir a Glader para quitarle la pluma.

Tardó poco más de media hora para limpiar su caldero y salir de las mazmorras. Le dolían los brazos y tenía hambre, pero faltaba mucho para la cena. Así que caminó hacia la biblioteca con la esperanza de sacar el libro sobre quidditch y entretenerse un poco.

Al atravesar la sala notó que el lugar estaba vacío a excepción de un niño rubio. Casi se da la vuelta para regresar pos donde había caminado, pero el pequeño alcanzó a mirarlo. Sin embargo, y para su total sorpresa, Glader no se veía interesado en él.

Y al esperar solo unos instantes comprendió la razón.

Malfoy.

El Slytherin se había acercado a la mesa con unos libros entre los brazos y ahora revisaba uno como si la compañía que tenía fuera algo que se viera todos los días.

Harry decidió que no era su asunto y caminó para alejarse, pero un comentario lo detuvo y esperó.

-¿Estas seguro de que esta pluma no es un artefacto prohibido? –preguntó Malfoy con notable mal humor.

-¿Y qué si lo es? –respondió el niño con su acaramelado tono de voz –Solo es una pluma de tinta invisible.

-Tengo muchas plumas así –gruñó el muchacho.

-Pero esta debe ser especial para que tu padre decidiera pedirte que la cuidaras –se escuchó que alguien hojeaba un libró de manera muy rápida –Tu padre y mi padre fueron amigos... Al menos eso me dijo mi madre.

-No sé nada de tu padre si es lo que te retiene a mi, Glader... así que ya puedes desaparecer.

-Es una pena –susurró el pequeño con algo de tristeza -, no todos los días te enteras del nombre de tu padre y lo conoces todo un mes antes de que lo embosquen y lo maten.

Harry tragó saliva incómodo. Le pareció que Malfoy hacía lo mismo.

-No tiene nada que ver conmigo –declaró el Slytherin con un tono de voz que podría hacer notar lo ofendido que estaba.

-Jamás dije eso –aseguró Araon -¿Me la prestas, Draco?

-No me llames Draco, tu y yo no somos amigos.

-Oh, cierto... solo somos... compañeros... Bueno, Malfoy... ¿Me la prestas?

-¿Por qué habría de hacerlo? –preguntó el muchacho con un tono amenazador.

-¿Por que no?

"Va a negarse" pensó Harry con seguridad al momento que sentía una extraña sensación recorrer el lugar. Le pareció ser conciente del sonido que emitía el agua por las tuberías y sintió  que la humedad invadía de manera lenta todas las paredes.

-¡Haz lo que quieras, Glader!

Harry palideció.

-Siempre lo hago –el pequeño rió de manera encantadora –Gracias... Malfoy.

Harry permaneció en el lugar hasta ver que el vio caminaba en dirección de la sala común de Gryffindor. Cuando Glader pasó por un lado suyo le dedicó una educada sonrisa acompañada de un ademán con la cabeza. Después de eso desapareció por los pasillos.

*  *  *

-¡¡Aquí esta!! –exclamó Ron de manera victoriosa y se acercó a la cama de Harry extendiendo un pergamino bastante maltratado y doblado.

TERRIBLE PERDIDA PARA EL MINISTERIO DE MAGIA

Allan Jeremias Glader, gran auror reconocido por su amplia labor en el mantenimiento de la paz durante y después de los crueles ataques realizados por Quien-ustedes-saben, ha sido encontrado sin vida cerca del callejón Diagon. Según las conjeturas hechas, el auror había intentado penetrar al lugar para ponerse a salvo de un ataque sorpresa. Sin embargo Cornelius Fudge, el señor ministro de Magia, se ha negado a hacer comentarios al respecto, por lo que es poco lo que se sabe de este lamentable incidente.

-No es mucho lo que dice –notó Harry.

-No dice nada en realidad –confirmó Ron –Glader fue amigo de mi padre... a veces iba a casa solo para alabar la cocina de mama, creo que llegue a odiarlo por eso. Mi padre dice que solo alguien que lo conocía perfectamente pudo tenderle una trampa de la que no podría librarse.

-Lucius Malfoy –Harry miró a su amigo. –¿Tu padre sabía que ellos eran amigos?

-Todos lo sabían –bufó Ron – Pero bueno, ese Glader era muy... emmm... confiado.

-Araon dijo que lo había conocido un mes antes.

-Oh, eso –Ron enrojeció –Pues es por que Allan Glader no sabía que tenía un hijo.

-No bromees con eso, Ron.

-¡Es verdad! Un día llegó a casa y le pidió a mi padre que apadrinara al niño por que iba a darle su nombre... "¿Cuál niño?" preguntamos todos... "Oh, bueno, es que me acabo de enterar que he tenido uno, esta por cumplir los 11 y quiero que sea un Glader como su padre".

Eso sonaba bastante inusual.

-Si que era despistado, ¿no? –comentó Ron –Su vida personal dejaba mucho que desear, pero como auror era grande.

*  *  *

Spirita Anima!– exclamó la profesora con energía y se acomodó las gafas. Una luz salió de su varita y se creó una burbuja lo suficientemente grande para que todos pudieran verla. – Como les dije en la primer clase (y espero que lo recuerden) la burbuja tiene usos de gran utilidad. Si se invoca con la suficiente energía podría repeler cualquier tipo de maldición.

Hermione levantó la mano.

-¿Si, señorita Granger?

-Según datos del Ministerio de Magia no es posible repeler algunas maldiciones.

-Oh, bueno –Debbie dejó ver una expresión exasperada -, El ministerio de Magia no hace muchas maravillas últimamente... ¡Lo cual es comprensible! –agregó rápidamente –No ejecutan las maldiciones que ellos mismos castigan y se vuelven vulnerables a ellas, así que no crean una contramaldición que valga la pena aprender.

-¿Quién crea contramaldiciones confiables? –preguntó Lavender Brown.

-Ustedes lo saben perfectamente –musitó la niña con tono grave -, solo alguien que conoce perfectamente de una situación puede ofrecer una solución real... Para atacar una ilusión debes saber la naturaleza que tiene y la forma en que funciona... en otras palabras, si eres experto en ilusiones serás experto en reconocer una y atacarla.

-No estará insinuando que debemos hacerlos expertos en maldiciones imperdonables, ¿verdad? –preguntó Seamus con algo de reserva.

-Por supuesto que no –la niña rió –Ese trabajo se lo dejan a los profesores de mala fama... Como yo.

Un pesado silenció se extendió mientras la profesora se levantaba de su silla y caminaba por entre los lugares con su burbuja flotando encima de su cabeza. Llegó hasta el final del salón y tomó una caja para meterla en el interior de la burbuja. La caja se desintegró y mostró a una criatura con apariencia se rata.

-Esto es un Murtlap –informó la niña caminando de regreso frente a todos los alumnos -, pero eso es algo que no nos importa a nosotros, así que pueden preguntarle a la señorita Montaigne al respecto, claro, si es que sabe la respuesta.

La criatura se revolvía en el interior de la esfera intentando salir, finalmente pareció entender que eso no sería posible y se quedó quieta mientras la profesora elevaba su esfera para que todos la vieran.

-Una esfera creada con suficiente poder no solo puede atrapar... también puede proteger.

La profesora suspiró y se quitó los lentes para colocarlos en el escritorio. Un gesto preocupado apareció en su rostro antes de levantar la varita en dirección de la esfera.

-¡Crucio!

La esfera se estremeció ligeramente y algo pareció presionarla con la clara intención de reventarla. Pero eso no ocurrió. A cambio se sintió una brisa en forma arremolinada que se detuvo frente a la profesora y se internó de nuevo en la varita.

La niña torció los labios y se talló un poco los ojos.

-Pero la esfera no lo resiste todo –dijo con tono preocupado – Un Avada Kedavra tendría un efecto devastador sobre algo tan frágil como esto. Por eso es necesario crear una esfera con más poder.

-¿De que depende eso? –preguntó Draco Malfoy.

Debbie volvió a suspirar.

-Del poder, por supuesto... Poder y las palabras correctas...

La pequeña acercó las manos a la esfera y la caja vivió a formarse para salir y posarse en sus manos. La colocó en una de las esquinas del salón y tomó sus lentes para ponérselos mirando a cada alumno.

-Para mostrarles sus efectos es mejor que la haga yo misma, pero no puedo lanzarme una maldición al mismo tiempo.

¿Estaba insinuando lo que Harry pensaba que estaba insinuando?

La mirada de la pequeña temblaba. Había algo de inseguridad dentro de esa pupilas doradas que le preocupaba también. Sus nudillos se apretaban en torno a la varita con tanta fuerza que estaba sorprendido que no la hubiera roto ya. Y los movimientos de su pecho lucía acompasados, pero no parecía suceder lo mismo con el latir de su corazón.

Miedo.

Ella tenía miedo.

"Si... Somos orgullosos y tememos",  le susurró la voz...  "Olemos el miedo como si se tratase de una embriagadora fragancia... como si fuera lo más hermoso creado por los hombres, mágicos o no"

Harry se obligó a estar atento cuando escuchó un movimiento a su lado. Al voltear notó que Malfoy se revolvía en el asiento hasta que sacó su varita.

-¡Lo haré yo! –dijo el Slytherin rompiendo el silencio.

Harry se creyó capaz de decir miles de cosas para evitar que Malfoy actuara, pero no salió sonido alguno de sus labios. Miró de nuevo a la niña notando su duda hasta verla hacer un ademán negativo.

No. Ella no quería. Y Harry se sintió aliviado por eso.

-No deja de ser una maldición imperdonable aun hecha a mitad de una clase –explicó con seriedad –Estaba pensando en alguien que sepa de ella lo suficiente como para justificar su uso.

-Nadie de nosotros sabe algo así –tartamudeó Neville.

-No de manera practica  –susurró la niña.

Harry entendió a la perfección. Y tras escuchar una replica de su amigo supo que lo había entendido también. Vio que la niña volvía a quitarse los lentes como si no deseara ver lo que ocurriría y levantó la varita en dirección del alumnado.

-El hechizo es: "Maximus Spirita Anima" ... Ahora, señorita Granger... lance su maldición contra mí.

Silencio.

-Perdón profesora, pero no voy a hacerlo – Hermione habló con voz decidida.

-No tiene opción –dijo Debbie con voz cansada y guió sus ojos hacia ella –¡Imperio!

Ver a Hermione avanzar con tanta seguridad, aun sabiendo que realizaría una maldición de esa naturaleza, no encajaba en el concepto que Harry tenía de ella. Se levantó para tomarla del brazo, pero jamás imaginó que su amiga fuese tan fuerte bajó un hechizo semejante y terminó en una esquina del aula.

-No tengan miedo –dijo Debbie levantando su varita –Nada va a pasar... es solo una muestra... solo es eso.

Una maldición bien hecha. No esperaba menos de Hermione.

Una reacción a tiempo. Claro, Debbie era la profesora después de todo.

La esfera. Bella y brillante.

La primer fisura en el cristal transparente.

La profesora Debbie no tenía su lentes puestos, pero pareció darse cuenta también de ello e intentó un brusco movimiento con su varita en lo que parecía querer provocar la creación de una burbuja más, pero ya no estaba a tiempo y la esfera se quebró como si originalmente estuviese hecha de fino cristal.

Algunos de los trozos fueron los que causaron el verdadero desastre en el cuerpo de la joven profesora. Y para cuando Hermione despertó de su estupor no había rastro de una buena defensa dentro del hechizo que la profesora había intentado enseñarles.

-¿Profesora Debbie? –Harry se acercó al cuerpo que permanecía recargado contra la pared notando su respiración agitada. -¿Esta bien?

-Demasiado bueno para ser una estudiante –musitó la niña abrazando su cuerpecito al mismo tiempo que un hilo de sangre se extendía por el piso. –Demasiada estupidez al confiarme.

-¡A un lado, Potter! –Malfoy lo empujó y tomó a la niña en brazos –Si esperas a averiguar lo que le ha ocurrido se te va a morir en las narices ¿qué no te sirven los lentes para ver la situación? –a pasar por un lado de Hermione le dedicó una helada mirada –Bien hecho, Granger... Lograste que nuestra guía cometiera un error.

El chico rubio salió del aula lo más pronto que pudo. Todo era confuso, aun para él y no se dio cuenta a tiempo de que su mejor amiga rompía en llanto e intentaba ser consolada por las demás.

Harry reaccionó y abrazó a Hermione al mismo tiempo que Ron.

-No fue tu culpa...  –susurró Ron con cariño.

-Pero ella es una niña. –gimoteó la chica.

-Es una profesora –corrigió Harry –Nuestra profesora y quien tenía el hechizo correcto para evitar algo desastroso...

-¿No te parece desastroso que halla tenido que salir en brazos de Malfoy?

-Fue un Avada Kedavra lo que lanzaste, Hermione –explicó Harry con una precavida sonrisa -...  y aun así ella no esta muerta... La señorita Montaigne tiene razón, la pequeña Debbie tiene muchas cosas inusuales en su persona.