Me he despertado en un armario: Prólogo
Todo empezó por culpa del culo de Wood. Yo, Marcus Flint, el capitán del equipo Slytherin, estaba espiando las prácticas de Gryffindor desde el castillo cuando de pronto pensé que Wood tenía un buen culo. Un culo firme, redondito, uno de ésos que... da igual. La cuestión es que me dije que no podía mirarle el culo a mi adversario, y me puse a observar otras cosas, como su estilo sobre la escoba, sus anchos hombros y la sonrisa con la que premió a Bell por un buen tiro.
Tres meses más tarde, yo sólo podía pensar en Wood. Y en su culo, claro.
Aún recordaba esa maldita tarde.
Yo estaba tratando de hacer mis deberes de Pociones, pero era difícil porque cada vez que quería escribir "óleo Vervud" acababa escribiendo Oliver Wood, y dudaba que Snape apreciara un trabajo sobre una poción cuyo ingrediente principal era un sucio Gryffindor.
De repente, el susodicho ingrediente entró en mi campo de visión, subiendo el nivel para hacer mi trabajo de Difícil, a Totalmente Imposible.
Además de ser un obstáculo visual para mis estudios, no callaba. No cerraba su maldita, estúpida e irresistible boca.
Ups, se me ha escapado.
Y no sólo hablaba, sino que conversaba, no, perdón, FLIRTEABA con esa presumida de Katie Bell, que además de ser superficial y del sexo adecuado, tiene los dientes perfectos. Que suerte tienen algunas. Pensé que ya le pediría a alguien cierto trabajo de... remodelación de los dientes de la zorra.
- ¡Tonto! ¡No me pellizques!- dijo ella soltando una risita estúpida que se parecía más a un cacareo.
Oliver reía, divertido, y le pellizcaba la cintura.
Mierda. Miré mi maltrecha pluma, que acababa de sufrir un pequeño accidente al aplastarse la punta contra el pergamino. Lo que hacía totalmente inadmisible la presentación de esos deberes al día siguiente. Y además, ya era la sexta pluma que rompía pensando en cierto ingrediente principal.
- Por cierto, ayer me lo pasé muy bien bajo las gradas del campo de quidditch- dijo él.
- Sí, fue... interesante.- acordó ella riendo- Tenemos que repetirlo.
De la impresión se me cayó el tintero sobre el pergamino y la pluma. Grité involuntariamente.
- ¡MIERDA!
Pero no fue por la tinta, sino porque todo el mundo sabía que tipo de actividades poco inocentes se llevaban a cabo bajo las gradas del campo de quidditch. Las mismas que tras el invernadero 4.
La biblioteca detuvo sus actividades para observarme. Mi mirada se cruzó con la de Wood y supe que si no salía corriendo mis mejillas arderían por combustión espontánea. Cogí mis libros y salí por piernas, dejando allí la "pequeña" catástrofe.
Ése fue el momento en que decidí pasar a la acción. Estaba decidido a poseer el ingrediente principal, también conocido como Oliver Wood.
Necesitaba un buen plan.
