Me he despertado en un armario: Katie Bell

Bueno, había sido más fácil de lo que esperaba.

Aunque no tenía la contraseña para entrar en la sala común de Gryffindor.

Y, no menos importante, los zapatos de tacón me estaban matando.

Hacía quince días del incidente de la biblioteca (al final conseguí copiar los deberes de Bole). Esa misma tarde había empezado a preparar la Poción Multijugos en cantidades industriales por si algo no funcionaba... o funcionaba demasiado bien.

Ahora ya estaba dispuesto. Dispuesta, quiero decir. Preparado... preparada... bueno, da igual.

Por cierto, los pechos son muy incómodos.

Y Katie Bell usa rellenos, cosa más insoportable que los pechos en sí.

Mientras la Katie Bell real estaba sedada y encerrada en el armario del tercer piso, yo tenía que esperar a que algún sucio Gryffindor entrara en su sucia sala común.

Además, la señora gorda vestida de rosa empezaba a ponerme nervioso con sus miraditas suspicaces.

Gracias a dios, al cabo de cinco minutos entró el Gryffindor más penoso de la historia de Hogwarts, si es que existe un Gryffindor que no sea penoso.

Perdon, sí que existe, y es un gran ingrediente de pociones.

Entré tras el chico. Su sala común era más hogareña, pero la nuestra tiene sofás de cuero. Punto para Slyth, sucios Gryffindor.

Objetivo: Oliver.

Objetivo Encontrado. Estaba sentado en un sofá de un granatoso gastado, y me hizo una seña para que me acercara. Me sonrió. Nunca antes me había sonreído. Casi me desmayo de la impresión. Lástima que no me sonriera a mí, es decir, a Marcus Flint. Mierda.

Pero basta de consideraciones filosóficas: puse mis conocimientos de contoneo de caderas en marcha. Había estado practicando mientras esperaba fuera de la torre, y creía que no se me daba mal.

Me senté a su lado. Él me preguntó, preocupado (¡está tan mono cuando pone esa cara!):

-Katie, ¿te pasa algo en las piernas?

Bueno, quizás no tan mono.

-¿Te gusta mi falda?- pregunté, coqueto. Coqueta. Lo que sea.

-Pero si la llevabas ayer.

-¿Pero te gusta?- insistí. ¡Lo tenía tan cerca! ¡Y estaba tan buenorro! Era una lástima no ver su culo. Bueno, no se puede tener todo en esta vida.

-Kat, es la falda del uniforme. ¿Qué tiene de especial?

-Si no te gusta me la quito- sugerí sensualmente. Ser una chica es divertido.

Él me sonrió, alarmado:

-No hará falta... No está mal, la falda, no. Me gusta. Me gusta cómo te queda puesta.

-Ah.- Qué decepción. ¿De qué me servía llevar falda si no me la podía quitar? Además, pasaban corrientes de aire. Iba a pillar un resfriado.

Aprovechando la dentadura perfecta de Bell, sonreí con toda la coquetería del mundo. No tuvo el efecto deseado, ya que Oliver NO me estaba mirando.

-Oliver, ¿te gusta alguien?

Apartó la vista del chaval patoso (¿cómo se llama? ¿Bigbottom?) y me sonrió (¡me sonrió!) algo distraído.-

-Hm, sabes que sí.

Ya iba a volverse hacia el maldito niñato otra vez cuando lo cogí del brazo (ooh, qué bíceps...).

-¿Te gusto yo?- pregunté, parpadeando seductoramente. Seguro que me diría que sí y me besaría...

-Katie, sabes que no... bueno, que no.

-Oh.- Cambio de tema, rápido. La conversación no iba exactamente (ni remotamente) por donde yo quería.

-¿Por qué miras tanto a... a... ese chico?

-¿Qué chico?

-El... ése, el... Bigbottom.

-¿Kat? Es Longbottom.

-Ajajá. Era broma.

Qué falso. Que se me trague la tierra, que se me coma el sofá, ¡ayuda!

Me acerco algo más a él.

-Oliver, tengo frío...

-Ah, ¿quieres mi jersey, no? Toma, preciosa- rió, sacándoselo y poniéndomelo sobre los hombros.

Oh. ¡Tengo su jersey! ¡Tengo su jersey! ¡Tengo su jersey! ¡Oliver Wood me ha dado su jersey! Creo que me voy a desmayar...

-¿Y tú, no tienes frío, ahora?- ronroneé, abrazándome a su brazo.

-Qué mona- contestó despreocupadamente, como si fuera mi jodido hermano mayor.

Decidí que era el momento de las soluciones drásticas y me lancé sobre él para ver si se seguía comportando como un hermano mayor.

-¡Ollie! ¡Sé un hombre! ¡Házme mujer!

Él se me quitó de encima, comprobando que nadie nos escuchara, y me contestó en un susurro:

-Pero Katie, si sabes que me gustan los chicos...

-¡¿Qué?! ¿Qué has dicho? ¿Que tú también eres...?- grité, pero me tuve que callar porque él me estaba tapando la boca.

-¡Estáte quieta! ¡No grites!

-Pero... ¡Pero entonces me has utilizado!- siseé, sorprendidísima.

-¿Que yo qué?- contestó él, aún más sorprendido.

-¡Bajo las gradas, hace dos semanas!

-¿Mientras espiábamos a Slytherin?

¿Cómo? ¿Que hacían qué?

-¡Pero eso es trampa!- chillé a pleno pulmón.

-Katie, fue idea tuya.

-¿Ah? ¿Ah, sí? ¡Ah, sí! Claro. Perdona.

-¿Te encuentras bien?

No, no me encontraba muy animado. El plan había sido penoso, y ahora tendría que dejar a otra persona (preferentemente un chico) en el armario...

-Sí, sí, me voy ahora... al lavabo. Cosas de chicas... jaja. Bueno, ciao...- corrí fuera de la sala común mientras Oliver me gritaba:

-¿Adónde vas? ¡El lavabo no está por allí...!

--o0o--

Notas de las Autoras: ¡Hola! ¡Gracias por leer hasta este punto! No hay que decir, la historia no está terminada... en el próximo capítulo, Oliver decidirá dejar en el armario a un chico a ver si hay suerte... ^^

Hasta entonces, gracias a todos. Esperamos vuestros reviews en taquilla. *ofrecen caramelos y notas de agradecimiento a cambio*

LaLi: Amore, creo que faltaba nuestro diáogo.

Nimph: Cierto. Erm... es que LaLi me ha abandonado en la redacción de este final. ¡LaLiiii! *llora desconsoladamente* ¿Alguien tiene kleenex? ¿Reviews? ¿Por favor?