FIESTA DE CUMPLEAÑOS
Invitados Conformados
Todos estaba invitados, todo estaba listo, excepto la festejada de había caído en una ataque de nervios tal que ir a la escuela le había resultado imposible los dos últimos días.
No te entiendo -le dijo un día su padre-, es solo una fiesta, has tenido muchas, ¿por qué esta te altera tanto? No es la fiesta, es la gente -dijo distraídamente. ¿La gente? ¿No quieres que alguno de los invitados asista? Al contrario. Papá, prefiero no hablar de ello. Ya mañana veré que hacer. ¿Segura? Si, estoy bien.
El señor se retiro de inmediato pero no tardo mucho en volver.
Te llaman por teléfono.
Ana salió proyectada hacia el aparato mas cercano para contestar la llamada. La voz del otro lado la decepcionó.
No querías que Guillermo te llamara para pedir tu dirección, ¿verdad? Hola, Fabiola. Solo quería saber como estas, hoy tampoco fuiste a la escuela y ayer dijiste que estabas mejor; estamos preocupados. ¿El pregunto algo? ¿sabes si vendrá? Se lo quise preguntar hoy después de que casi me degollas para obligarme pero tampoco el asistió a clases. Maldición. Cuidado con tu boca.
Después de despedirse de Fabiola por lo menos una hora después, Ana se sintió mejor pues no había sido tiempo perdido, las risas no se habían hecho esperar.
Ya por la noche, las visitas se hicieron presentes.
¿Mejor de humor, hija? Si, mamá. Mucho mejor. ¿Están todos confirmados? Todos, excepto uno. ¿Quién? Ehm... una amiga, talvez necesite ir al doctor de improvisto-mintió. Entiendo. Pues no importa, que mejor si viene. Claro.
Poco después, Ana se acostó para dormir y los nervios desaparecieron por completo. Al menos hasta el otro día cerca de las nueve de la mañana en que su madre irrumpió histérica en su habitación.
¿Qué pasa, mamá? ¡Tu ropa! ¿esta lista? Desde el jueves -contestó Ana tranquila. ¿Y la música? Mi papá la tiene en el auto. ¿Carlos esta listo? Mamá, Carlos sigue dormido. Ese hermano tuyo, ¿no sabe que hora es? Seguro, por eso sigue en cama. Es temprano, cálmate. ¡Oh, pequeña! Es que es tu primera fiesta de adolescente. ¡Oh, madre! No-im-porta.
Cuando en verdad todo debía estar listo todo lo estaba. Incluso la mayoría de los invitados estaban ya listos para disfrutar de la fiesta. Por supuesto, Fabiola fue la primera en asistir.
Quiero estar aquí cuando el chico llegue. Entonces deberás venir a vivir a mi casa.
Eran cerca de las cinco de la tarde cuando las esperanzas de Ana se vieron frustradas pues no creía que alguien asistiera a una fiesta tres horas después de la cita prevista.
¿Bailas? -preguntaba un chico tras otro a la festejada que rechazaba a uno tras otro de igual manera.
Aunque se estaba divirtiendo, Ana seguía sin pensar en otra cosa que no fuera la entrada de alguien por la puerta.
¡Ana! ¡Ana! ¡ANA! Ya aprendí mi nombre, ¿qué pasa, Fabiola? Es Guillermo, esta aquí, ¡llegó! ¡si vino! ¡Ana, Guillermo esta en la sala de tu casa!
No hubo una respuesta, al menos no oral. Ana salió corriendo para dirigirse a la sala donde, efectivamente, Guillermo estaba sentado junto a un pequeño niño de no mas de ocho años.
Tratando de aparentar la emoción, Ana se acerco para saludar.
¡Guillermo! Hola. Pensé que no vendrías. Ahm... pues ciertas personitas me causaron problemas. Espero que no te moleste que haya traído a mi hermanito. Seguro que no. Es mas, ¿por qué no vas con Carlos? Seguro se llevaran bien -se dirigió al pequeño. Mi mamá insistía en que lo cuidara mientras ellos no estaban y no encontré solución mas que sobornarlo y traerlo a la fiesta. Perfecto. ¿Quieres comer? ¿Refresco? ¿Pastel? ¿Necesitas algo? ¿Quieres bailar? -interrumpió Guillermo. No... no se. Comprendo -bajó la cabeza. No, si quiero. Vamos a bailar.
Pese a que a Ana le hubiera gustado que eso sucediera en total privacia, toda la gente a su alrededor los volteo a ver en cuanto pisaron la pista. La familia de Ana estaba emocionada y miraba con ternura el momento, mientras sus amigos murmuraban en especial aquellos que le habían pedido bailar antes.
¿Seguro quieres hacer esto, Guillermo? Pues... me voy acobardando pero si quiero. Sigamos.
Ana prefirió cerrar los ojos para no tener que ver a todos observarla con un sonrisita aunque eso lo hizo romántico unos segundos después.
¿Ana? ¿Ana? ¿Eh? ¿Qué? Ya se acabo la canción -susurró Guillermo. Si, ya lo sabia.
Cabizbajos se retiraron del lugar de baile. Guillermo esbozaba una sonrisa y Ana opto por teñir su cara de rojo.
La sala volvió a ser escenario de una nueva charla, una que duraría mucho. Esta fue cortada por la madre de Ana que llamo a Guillermo para darle una pequeño presente que seria dado a todos los invitados. Ana aprovecho su ausencia para ir a su habitación; ahí, un repentino dolor de cabeza la tumbo en su cama donde se quedo casi dormida.
Tres golpes en la puerta la sacaron de su sueño.
Lo siento, solo quería... despedirme.
Todos estaba invitados, todo estaba listo, excepto la festejada de había caído en una ataque de nervios tal que ir a la escuela le había resultado imposible los dos últimos días.
No te entiendo -le dijo un día su padre-, es solo una fiesta, has tenido muchas, ¿por qué esta te altera tanto? No es la fiesta, es la gente -dijo distraídamente. ¿La gente? ¿No quieres que alguno de los invitados asista? Al contrario. Papá, prefiero no hablar de ello. Ya mañana veré que hacer. ¿Segura? Si, estoy bien.
El señor se retiro de inmediato pero no tardo mucho en volver.
Te llaman por teléfono.
Ana salió proyectada hacia el aparato mas cercano para contestar la llamada. La voz del otro lado la decepcionó.
No querías que Guillermo te llamara para pedir tu dirección, ¿verdad? Hola, Fabiola. Solo quería saber como estas, hoy tampoco fuiste a la escuela y ayer dijiste que estabas mejor; estamos preocupados. ¿El pregunto algo? ¿sabes si vendrá? Se lo quise preguntar hoy después de que casi me degollas para obligarme pero tampoco el asistió a clases. Maldición. Cuidado con tu boca.
Después de despedirse de Fabiola por lo menos una hora después, Ana se sintió mejor pues no había sido tiempo perdido, las risas no se habían hecho esperar.
Ya por la noche, las visitas se hicieron presentes.
¿Mejor de humor, hija? Si, mamá. Mucho mejor. ¿Están todos confirmados? Todos, excepto uno. ¿Quién? Ehm... una amiga, talvez necesite ir al doctor de improvisto-mintió. Entiendo. Pues no importa, que mejor si viene. Claro.
Poco después, Ana se acostó para dormir y los nervios desaparecieron por completo. Al menos hasta el otro día cerca de las nueve de la mañana en que su madre irrumpió histérica en su habitación.
¿Qué pasa, mamá? ¡Tu ropa! ¿esta lista? Desde el jueves -contestó Ana tranquila. ¿Y la música? Mi papá la tiene en el auto. ¿Carlos esta listo? Mamá, Carlos sigue dormido. Ese hermano tuyo, ¿no sabe que hora es? Seguro, por eso sigue en cama. Es temprano, cálmate. ¡Oh, pequeña! Es que es tu primera fiesta de adolescente. ¡Oh, madre! No-im-porta.
Cuando en verdad todo debía estar listo todo lo estaba. Incluso la mayoría de los invitados estaban ya listos para disfrutar de la fiesta. Por supuesto, Fabiola fue la primera en asistir.
Quiero estar aquí cuando el chico llegue. Entonces deberás venir a vivir a mi casa.
Eran cerca de las cinco de la tarde cuando las esperanzas de Ana se vieron frustradas pues no creía que alguien asistiera a una fiesta tres horas después de la cita prevista.
¿Bailas? -preguntaba un chico tras otro a la festejada que rechazaba a uno tras otro de igual manera.
Aunque se estaba divirtiendo, Ana seguía sin pensar en otra cosa que no fuera la entrada de alguien por la puerta.
¡Ana! ¡Ana! ¡ANA! Ya aprendí mi nombre, ¿qué pasa, Fabiola? Es Guillermo, esta aquí, ¡llegó! ¡si vino! ¡Ana, Guillermo esta en la sala de tu casa!
No hubo una respuesta, al menos no oral. Ana salió corriendo para dirigirse a la sala donde, efectivamente, Guillermo estaba sentado junto a un pequeño niño de no mas de ocho años.
Tratando de aparentar la emoción, Ana se acerco para saludar.
¡Guillermo! Hola. Pensé que no vendrías. Ahm... pues ciertas personitas me causaron problemas. Espero que no te moleste que haya traído a mi hermanito. Seguro que no. Es mas, ¿por qué no vas con Carlos? Seguro se llevaran bien -se dirigió al pequeño. Mi mamá insistía en que lo cuidara mientras ellos no estaban y no encontré solución mas que sobornarlo y traerlo a la fiesta. Perfecto. ¿Quieres comer? ¿Refresco? ¿Pastel? ¿Necesitas algo? ¿Quieres bailar? -interrumpió Guillermo. No... no se. Comprendo -bajó la cabeza. No, si quiero. Vamos a bailar.
Pese a que a Ana le hubiera gustado que eso sucediera en total privacia, toda la gente a su alrededor los volteo a ver en cuanto pisaron la pista. La familia de Ana estaba emocionada y miraba con ternura el momento, mientras sus amigos murmuraban en especial aquellos que le habían pedido bailar antes.
¿Seguro quieres hacer esto, Guillermo? Pues... me voy acobardando pero si quiero. Sigamos.
Ana prefirió cerrar los ojos para no tener que ver a todos observarla con un sonrisita aunque eso lo hizo romántico unos segundos después.
¿Ana? ¿Ana? ¿Eh? ¿Qué? Ya se acabo la canción -susurró Guillermo. Si, ya lo sabia.
Cabizbajos se retiraron del lugar de baile. Guillermo esbozaba una sonrisa y Ana opto por teñir su cara de rojo.
La sala volvió a ser escenario de una nueva charla, una que duraría mucho. Esta fue cortada por la madre de Ana que llamo a Guillermo para darle una pequeño presente que seria dado a todos los invitados. Ana aprovecho su ausencia para ir a su habitación; ahí, un repentino dolor de cabeza la tumbo en su cama donde se quedo casi dormida.
Tres golpes en la puerta la sacaron de su sueño.
Lo siento, solo quería... despedirme.
