Por: Nishi
Dedicado a mis amigas Haima y Kamui que me
animaron a escribir esta historia
Prólogo
~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~
La lluvia afuera caía torrencialmente y la noche apagada por los
densos nubarrones ocultaba bajo su opaco manto la poca luz entregada por las
estrellas y la luna saliente, aquella era una noche negra, tormentosa y fría...
¿Era acaso éste el presagio de una tragedia?... Un día fúnebre y triste, sin
vida y sin luz que lloraba como si el cielo se hubiese partido en dos... Nada
era seguro, más lo cierto es que una figura menudita si sufría, en una
habitación de mala muerte situada en uno de los tantos edificios del peor sector
de la ciudad se debatía en una lucha, aquel muchacho bajito sostenía una dura
batalla interna, una batalla contra su propia conciencia y su espíritu ya
cansado de tanta culpa acumulada...
Quería desaparecer, borrarse del mapa para pagar sus pegados y
expiar a su alma sucia, porque así la sentía, una cochina y podrida alma
ocupando su cuerpo también miserable.
Nuevamente lloró, aunque las lágrimas casi no caían de sus colorados
e hinchados ojos, había llorado tantas veces que éstos estaban adoloridos y casi
secos. Y continuó así, en una penosa actitud tirado sobre el colchón sucio y
hecho un ovillo entre las mantas grises empapadas por las lágrimas, llorando y
llorando hasta que sus ojos no dieron más a vasto, hasta que no pudo más, había
consumido la última lágrima de sus oscurecidos y perdidos ojos almendrados.
Y el muchacho tembló, al no tener suficiente lágrima para derramar
tubo que conformarse con hipar y sentir el salado sabor de un llanto seco sobre
sus labios, gimió levemente e incorporándose sobre la cama miró a su alrededor y
lo que vio le hizo sentir mucho más miserable y frustrado, ese era parte de su
castigo, él habitando un pequeño cuartucho mugriento, polvo sobre los escasos
muebles, un velador con una pata floja, un guardarropa sin puerta, la pintura de
las paredes raída, las esquinas enmohecidas, la mayor parte de la habitación
teñida con garabatos obscenos. Suspiró afligido, siendo quien era y habiendo
hecho lo que hizo no podía esperarse nada mejor, aquel cuartucho era el reflejo
de su propia persona, no podía haber nada mejor para él, nada mejor de lo que
ahora sus ojos observaban, porque se lo merecía.
Finalmente se puso de pie abandonando las mantas grises, un
frasquito azul y una botella del peor licor existente sobre el colchón sucio y
destartalado donde solía dormir, se había tragado momentos antes junto a ese
licor barato y que sabía a diablos, las pastillas de aquel frasquito ahora
vacío, para olvidar, pero ni aún así lo había logrado y como marioneta de madera
inestable y mareada al punto de vomitar caminó descalzó hasta entrada del
pequeño baño, sintiendo en su piel pálida la corriente de aire intrusa que se
filtraba por el vidrio quebrado de la ventana posterior...
Y una loca idea invadió su mente, aquella húmeda y fría corriente de
aire limpiando su cuerpo, arrastrando su pecado, purificando todo, le hubiese
gustado eso, pero era imposible, había procedido mal y había perdido y dañado.
Por su culpa ya no existía remedio...
Aún recordaba a su sabia nana, aquella mujer dulce y anciana, que
con su experiencia y sus palabras, transmitía conocimientos -... Todo tiene
solución en esta vida, menos la muerte...- les había dicho un día mientras se
deleitaba preparando una tarta de manzana, la tarta favorita "de ambos".
Y quiso gritar, para borrar esos recuerdos que lo angustiaban,
recuerdos que le traían a su mente unos ojos dorados, los mismos ojos que veía
ahora frente al trizado espejo del baño, porque ese, su propio reflejo, le
recordaban a él, a su encantadora sonrisa siempre impresa en sus labios, a sus
pobladas pestañas y a su blanca piel, tan blanca que parecía de porcelana
costosa, tocó su propio cabello ahora enmarañado y sin lavar, tenía su mismo
color, un gris intenso, profundo, un tono ceniciento casi irreal.
Apretó sus temblorosos dedos en la loza ennegrecida del lava manos,
no soportaba verse así, tan parecido a él y en un impulso tomó las tijeras
oxidadas y olvidadas en la mesilla junto al lavado y sin calcular las
consecuencias arrancó a tirones su cabello, cortándolo su melena sin medir los
tijeretazos ni cuanto pelo perdía en esa impulsada e irracional acción.
Cuando acabo soltó la tijera en un movimiento de sobresalto y se
sorprendió ahogando en su pecho un gemido, y es que ahí estaba él, aún
mirándole, aún enfrentándole al otro lado del espejo, jamás se iría, siempre
sería su sombra, su reflejo aún sin un espejo en frente. Llevó sus manos a su
pantalón, un jeans desteñido y con agujeros en las rodillas y apretó la tela
arrugando la prenda, para él ya no había solución, le muerte había llegado
primero arrasando con todo, llevándose todo... para él no había solución, porque
había transformado en el cómplice de la negra muerte, en un verdugo, su
verdugo...
La luz averiada del baño parpadeó varias veces, ocultando la
luminosidad y trayéndola nuevamente al cuartito y sus pies descalzos sintieron
el agua desparramada sobre el piso, fue entonces que recordó la tubería corroída
que ahora soltaba todo su contenido al exterior, aquella no era vida, aquel era
su infierno, un infierno donde no quiso estar. Y la luz parpadeó nuevamente
mostrando repetidamente al encenderse el reflejo de unos ojos color miel, los
ojos de "él" frente al espejo.
-... ¿Por fin vienes a buscarme Rei?... llévame contigo...-
Entonces, nuevamente las tijeras se habían alzado, pero a diferencia
de la primera vez no para cortar un gris cabello.
-... Llévame... te he esperado...-
Y un hilillo líquido fluyó hasta chocar contra el agua del suelo y
teñirla de rojo...
-... Límpiame de mí pecado...-
~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~
Continuará....
Dedicado a mis amigas Haima y Kamui que me
animaron a escribir esta historia
Prólogo
~*~~*~~*~~*~~*~~*~~*~
La lluvia afuera caía torrencialmente y la noche apagada por los
densos nubarrones ocultaba bajo su opaco manto la poca luz entregada por las
estrellas y la luna saliente, aquella era una noche negra, tormentosa y fría...
¿Era acaso éste el presagio de una tragedia?... Un día fúnebre y triste, sin
vida y sin luz que lloraba como si el cielo se hubiese partido en dos... Nada
era seguro, más lo cierto es que una figura menudita si sufría, en una
habitación de mala muerte situada en uno de los tantos edificios del peor sector
de la ciudad se debatía en una lucha, aquel muchacho bajito sostenía una dura
batalla interna, una batalla contra su propia conciencia y su espíritu ya
cansado de tanta culpa acumulada...
Quería desaparecer, borrarse del mapa para pagar sus pegados y
expiar a su alma sucia, porque así la sentía, una cochina y podrida alma
ocupando su cuerpo también miserable.
Nuevamente lloró, aunque las lágrimas casi no caían de sus colorados
e hinchados ojos, había llorado tantas veces que éstos estaban adoloridos y casi
secos. Y continuó así, en una penosa actitud tirado sobre el colchón sucio y
hecho un ovillo entre las mantas grises empapadas por las lágrimas, llorando y
llorando hasta que sus ojos no dieron más a vasto, hasta que no pudo más, había
consumido la última lágrima de sus oscurecidos y perdidos ojos almendrados.
Y el muchacho tembló, al no tener suficiente lágrima para derramar
tubo que conformarse con hipar y sentir el salado sabor de un llanto seco sobre
sus labios, gimió levemente e incorporándose sobre la cama miró a su alrededor y
lo que vio le hizo sentir mucho más miserable y frustrado, ese era parte de su
castigo, él habitando un pequeño cuartucho mugriento, polvo sobre los escasos
muebles, un velador con una pata floja, un guardarropa sin puerta, la pintura de
las paredes raída, las esquinas enmohecidas, la mayor parte de la habitación
teñida con garabatos obscenos. Suspiró afligido, siendo quien era y habiendo
hecho lo que hizo no podía esperarse nada mejor, aquel cuartucho era el reflejo
de su propia persona, no podía haber nada mejor para él, nada mejor de lo que
ahora sus ojos observaban, porque se lo merecía.
Finalmente se puso de pie abandonando las mantas grises, un
frasquito azul y una botella del peor licor existente sobre el colchón sucio y
destartalado donde solía dormir, se había tragado momentos antes junto a ese
licor barato y que sabía a diablos, las pastillas de aquel frasquito ahora
vacío, para olvidar, pero ni aún así lo había logrado y como marioneta de madera
inestable y mareada al punto de vomitar caminó descalzó hasta entrada del
pequeño baño, sintiendo en su piel pálida la corriente de aire intrusa que se
filtraba por el vidrio quebrado de la ventana posterior...
Y una loca idea invadió su mente, aquella húmeda y fría corriente de
aire limpiando su cuerpo, arrastrando su pecado, purificando todo, le hubiese
gustado eso, pero era imposible, había procedido mal y había perdido y dañado.
Por su culpa ya no existía remedio...
Aún recordaba a su sabia nana, aquella mujer dulce y anciana, que
con su experiencia y sus palabras, transmitía conocimientos -... Todo tiene
solución en esta vida, menos la muerte...- les había dicho un día mientras se
deleitaba preparando una tarta de manzana, la tarta favorita "de ambos".
Y quiso gritar, para borrar esos recuerdos que lo angustiaban,
recuerdos que le traían a su mente unos ojos dorados, los mismos ojos que veía
ahora frente al trizado espejo del baño, porque ese, su propio reflejo, le
recordaban a él, a su encantadora sonrisa siempre impresa en sus labios, a sus
pobladas pestañas y a su blanca piel, tan blanca que parecía de porcelana
costosa, tocó su propio cabello ahora enmarañado y sin lavar, tenía su mismo
color, un gris intenso, profundo, un tono ceniciento casi irreal.
Apretó sus temblorosos dedos en la loza ennegrecida del lava manos,
no soportaba verse así, tan parecido a él y en un impulso tomó las tijeras
oxidadas y olvidadas en la mesilla junto al lavado y sin calcular las
consecuencias arrancó a tirones su cabello, cortándolo su melena sin medir los
tijeretazos ni cuanto pelo perdía en esa impulsada e irracional acción.
Cuando acabo soltó la tijera en un movimiento de sobresalto y se
sorprendió ahogando en su pecho un gemido, y es que ahí estaba él, aún
mirándole, aún enfrentándole al otro lado del espejo, jamás se iría, siempre
sería su sombra, su reflejo aún sin un espejo en frente. Llevó sus manos a su
pantalón, un jeans desteñido y con agujeros en las rodillas y apretó la tela
arrugando la prenda, para él ya no había solución, le muerte había llegado
primero arrasando con todo, llevándose todo... para él no había solución, porque
había transformado en el cómplice de la negra muerte, en un verdugo, su
verdugo...
La luz averiada del baño parpadeó varias veces, ocultando la
luminosidad y trayéndola nuevamente al cuartito y sus pies descalzos sintieron
el agua desparramada sobre el piso, fue entonces que recordó la tubería corroída
que ahora soltaba todo su contenido al exterior, aquella no era vida, aquel era
su infierno, un infierno donde no quiso estar. Y la luz parpadeó nuevamente
mostrando repetidamente al encenderse el reflejo de unos ojos color miel, los
ojos de "él" frente al espejo.
-... ¿Por fin vienes a buscarme Rei?... llévame contigo...-
Entonces, nuevamente las tijeras se habían alzado, pero a diferencia
de la primera vez no para cortar un gris cabello.
-... Llévame... te he esperado...-
Y un hilillo líquido fluyó hasta chocar contra el agua del suelo y
teñirla de rojo...
-... Límpiame de mí pecado...-
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Continuará....
