Capítulo 25 .-

"-Pero ¿qué he dicho?- grité- ¿Qué he hecho? ¡Frodo! ¡Frodo! -llamé-. ¡Vuelve! Tuve un ataque de locura, pero ya se me pasó ¡Vuelve!- ....

No sé por cuanto tiempo estuve así, de rodillas entre las astillas y hojas del bosque. Tenía la mirada perdida y los puños apretados, como si acabase de perder algo... mi alma se sentía cansada. Yo no estaba ahí, mi mente vagaba entre recuerdos y deseos...¿Y por qué no? ¿Por qué el destino querría que no lo tuviese? Yo sólo haría el bien, mi gente no sería más esclava del este, no estaría a la merced de las inmundas bestias que esparcen de sangre la tierra; yo sería un buen gobernante, honorable y comprensivo ¿Y quién me lo impide? ¿No estaba tan cerca...? Sacudí la cabeza. El que pensaba así no estaba dentro de sí mismo... y el peso del arrepentimiento cayó sobre mi, como pocas veces en toda mi vida. Recordé la mirada de Frodo, siempre desconfiada, como si tuviese la creciente certeza de que algo me vencería... me sentí débil, desvirtuado, corrompido... un traidor.

Ahora Frodo había huido y yo estaba ahí, perdido en mis pensamientos. Con mi mano toqué el cuerno que llevaba prendido al cinturón. Y pensé en mi padre, el justo día en que me había regalado esa reliquia, a su hijo mayor, a su heredero... dejé caer la única y más amarga lágrima de mi vida... volví atrás, a los prados y jardines de mi ciudad, a su blancura... a esas tardes de viento... vi los ojos grises de mi hermano, que reían sin decirlo, que veían más allá de los negros nubarrones que empañaban la belleza de la ciudad... que siempre veían con esperanza...¿qué me sucedió? ¿dónde dejé todo eso?...

Entonces me levanté y caminé cuesta abajo, hasta donde estarían todos. Y ahí estaban, todos, menos Frodo. De inmediato sentí el peso de la mirada de Aragorn, como si supiera lo que había pasado. Desde que lo vi, en Rivendel, sentí la fuerza que llevaba encima, con tan solo mirarlo... Sus palabras no podían llegar tan lejos como su mirada, mientras los demás vagaban entre pensamiento y miraban hacia todos lados. Legolas se sentía acechado y los hobbits realmente desesperados al no tener idea dónde estaba Frodo. No pude más, mis palabras dejaron de ser certeras cuando Sam pudo ver que no estaba diciendo toda la verdad sobre lo que había pasado hacía unos momentos.

-Hace media hora... una tal vez... ¡No sé, no sé!-

La comunidad se precipitó, los hobbits fueron cuesta arriba, corriendo en direcciones desconocidas, al igual que Legolas y Gimli.

"-¡Boromir! No se cuál ha sido tu parte en esta desgracia, ¡pero ayuda ahora! Corre detrás de esos dos jóvenes hobbits, y protégelos al menos, aunque no puedas encontrar a Frodo...-"

Aquello había sido una orden, que si bien no podría enmendar mis errores pasados, los compensaría. Era tiempo de ser valiente... Subí por la empinada cuesta, esta vez sin tropezar. A grandes zancadas avanzaba, ascendiendo, hasta donde se escuchaba un ruido conocido, pero repugnante. Toscas pisadas ultrajando el suelo del bosque, quebrando las ramas y astillas; el metal de sus armaduras rechinaba y sonaba mientras apretaban el paso, bajando en tropel por la cuesta. Chillaban y gritaban con esa horrible lengua y a lo lejos los pude ver, los pequeños hobbits estaban ahí, aunque notablemente paralizados por el miedo, con sus cortas espadas en la mano, apretándolas con furia embravecida, mirando de frente al mar de orcos que venían bajando bulliciosamente. El corazón se me encendió y desenvainé la espada; corrí hasta donde Merry y Pippin miraban de frente lo que podía ser su fin... y frené el cruel golpe de cimitarra orca. El chocar de los metales no esperó; hundí mi espada en esa carne corrupta una y otra vez, tirando golpes, esquivando y moviéndome cada vez más rápido... sentí entonces como de nuevo la sangre corría por mis venas, la sangre de un verdadero gondoriano... un choque de espadas más, y otro tanto esquivado con maestría; no podía dejar ni siquiera a un orco vivo, ni uno, ni podía permitir que hiciesen daño a los hobbits. Parecía lidiar bien la situación: uno tras otro caían vencidos... pero estos no eran orcos comunes, pues aún con el sol en alto no perdían su fuerza; su corpulencia a veces hacía mermar la fuerza de mi espada, pero jamás pensé en rendirme. Aún con todo... eran demasiados. Soné el cuerno y soplé tan fuerte como pude; necesitaba ayuda, veía bajar cada vez más y más bestias incansables, que poco a poco me rodeaban. No obtuve respuesta. Seguía moviendo mi espada y clavándola... entonces un súbito dolor me atacó, una fuerza que se abría paso entre mi carne, provocando dolor, mucho dolor... En mi hombro había una flecha negra y alrededor mi sangre tiñendo mis vestiduras. Pero con un grito lo pude olvidar y seguí peleando contra los orcos; una flecha no podía vencerme, no a mi.. Y de súbito, otra ráfaga de dolor enardecido me atravesaba, en el pecho, muy cerca del corazón... el aire se me hizo denso y pesado, me sentí muy cansado... y no podía pensar en nada más que en detenerme y caer... pero de nuevo, desde las raíces de mi ser, salieron nuevas fuerzas que arrancaban la vida con más tenacidad a la horda de bestias que parecía no mermar. Cuando la tercera flecha me atravesó no pude más... caí de rodillas, con el pecho manchado de sangre... el aire me faltaba y la mirada se me oscurecía poco a poco. Vi cómo los orcos bajaban corriendo y se llevaban a los jóvenes medianos. Quise hacer algo, pero mi cuerpo ya no respondía, mi espada estaba mellada y rota, y ni siquiera tenía fuerzas para levantarla de nuevo. Como pude, me arrastré hasta quedar recargado en un ancho árbol; así me dolería un poco menos. Hacía unas horas le había intentado quitar el anillo a Frodo y ahora, estaba muerto... pensé que era curioso como se pagaba todo en esta vida... y al final, se habían llevado a los medianos... me lo merecía... Antes de cerrar los ojos, para descansar, vi a Aragorn, peleando contra uno de los enormes y horribles orcos que no les molestaba el sol. Aún con esa visión borrosa, lo supe... él era el indicado, él me daba una esperanza en esos momentos, para mi ciudad que día a día, minuto a minuto se resquebrajaba más... yo estaba a punto de morir, lo sabía... Aragorn se aproximó y se puso a mi lado. Sentí unas ganas enormes de confesar

"-Traté de sacarle el anillo a Frodo; lo siento. He pagado-" hice una pausa y miré a mi alrededor, había muchos orcos muertos por mi mano "-Partieron. Los Medianos: se los llevaron los orcos. Pienso que no están muertos...-"

Un helado escalofrío me recorrió, mi respiración era rápida... y cerré los ojos, estaba tan cansado... pero no podía morir así, sin tener la certeza de que alguien lucharía por mi ciudad, de que alguien la protegería... No podía morir sin asegurarme que ella tendría una vida tranquila...

"-¡Adios, Aragorn! ¡Ve a Minas Tirith y salva a mi pueblo! Yo he fracasado- "

-¡No!.... - Aragorn me hablaba con su grave voz, en un firme tono... propio de un Rey; lo escuchaba lejano, perdido... apenas pude entenderlo

"-Has vencido..... pocos hombres.... Minas Tirith no caerá...-"

De nuevo sentí frío... pero miré a mi alrededor y ahí, detrás de un árbol, asomando la cabeza, estaba ella... con su morena cabellera de algunos rizos cayendo sobre su bello rostro... me estaba sonriendo, como cuando éramos apenas unos niños. Llevaba un vestido blanco y caminaba hacia mi, tendiéndome una mano. Llegó hasta mi y me besó, como lo había hecho por primera vez hace años... sonreí.


-Minas Tirith no caerá...- dijo Aragorn

Pero Boromir no respondió.


*        *       *

La cadena simplemente se rompió. Se desprendió del cuello de Dhel y cayó limpiamente al suelo. Ella la miró unos momentos antes de agacharse a recogerla.

Esa sensación mezcla de miedo y ansiedad que había tenido a lo largo de todo el día se había intensificado...

Se vio reflejada en la gema brillante que colgaba de la cadena. En sus ojos brillaba un temor sin nombre... Estar alejada de Boromir tal vez la afectaba demasiado, pues hacía tan solo unos minutos hubiera jurado oír la llamada distante y débil del cuerno...

Al volver a mirar la joya tuvo una certeza que no encontró valor para repetírsela o contársela a nadie. Tuvo la certeza que Boromir se había ido. Simplemente se negó a creerlo pensando que todo era fruto de su alocada imaginación.

Aunque por una extraña razón las piernas empezaron a temblarle y cayó arrodillada al suelo al tiempo que notaba que unas lágrimas sin fundamento acudían a sus ojos...

Segura de que había sido demasiado tiempo sola se dirigió a la orilla del río donde Faramir solía hacer guardia en busca de un rato de su compañía, pero al llegar allí no había ni rastro de él ni de los demás miembros de su compañía...

En ese momento, vio aquella embarcación. Era muy extraña, y venía por el río rodeada de una débil luz plateada que la hacía brillar con intensidad. Sin duda, no era una barca común creada por manos de los hombres.

Movida por una extraña curiosidad, se acercó más al río para ver la embarcación, que aparentemente no era conducida por nadie.

 Como respondiendo al llamado de la chica, la barca se acercó a la orilla, y entonces pudo verla: quien iba ahí, ciertamente no remando, era Boromir, que parecía dormir. En su pecho ya no había flechas, pero las heridas aún permanecían allí. Le rodeaban numerosos trofeos de un combate que se hubiera creído ganado al no ser por el cuerpo que los acompañaba...

Una aura extraña le envolvía el cuerpo. Ella acercó una mano a su rostro pero no se atrevió a tocarlo del todo. Las lágrimas le vinieron a los ojos: ahí estaba Boromir, su Boromir, el que tanto había extrañado... Y en lo más hondo de su corazón sabía que jamás despertaría de ese sueño profundo en el que parecía estar. Lo había sabido desde que la cadena se había desprendido de golpe de su cuello, e incluso de mucho antes, desde que lo vio partir de Rivendel....

La mano temblorosa de Dhel llegó por fin al rostro de su amado, y al entrar en contacto sus dedos con la piel de sus mejillas las lagrimas se precipitaron de golpe hacía abajo...

Recorrió lentamente esos rasgos que se conocía a la perfección con los ojos cerrados, dibujándolo mentalmente. Al abrirlos se fijó en las dos medias lunas que formaban las pestañas de Boromir, escondiendo esos dos zafiros que ya nunca más volverían a mirarla...

Empezó a inclinarse hacía delante hasta que sus labios tocaron a los del hombre que yacía en la barca que por una extraña magia se mantenía perfectamente quieta al lado de la chica. Aredhel experimentó un profundo escalofrío al notar los fríos labios de él bajo los suyos... Siempre estaban tan cálidos que esa sensación le venía de nuevo.

- ¿Señorita? – una dulce voz la sacó de sus pensamientos. Sus labios dejaron de notar carne para sólo acariciar el aire.

Al girarse vio a un Elfo moreno que reconoció como aquel que había conocido en Rivendel... El hijo de Elrond. Al volver de nuevo la vista hacía el río no vio ni rastro de la embarcación.

Elrohir a su vez vio las lágrimas en los ojos de la mujer y comprendió que ya lo sabía. Pues conocía bien esa clase de dolor. Era el dolor de cuando has perdido a alguien demasiado amado, y con él se va una parte de tu alma...

- Me dijo que si algo le pasaba le entregara esto... – Elrohir le tendió un sobre que ella cogió con manos trémulas. No hacía falta que le dijera de quien hablaba...

Querida Dhel :

Si llegas a leer alguna vez esta carta querrá decir que yo ya no estoy. Que mis malos presentimientos con respecto al viaje se han cumplido.

Precisamente fue por ese presentimiento que en Rivendel me decidí a escribirte esta carta y confiársela a Elrond, seguro de que él hallaría un método de hacértela llegar.

No me juzgues por haberme ido si tenía la certeza de que algo malo iba a suceder, simplemente tenía que hacerlo.... Era mi intento para hacer de Gondor un lugar mejor para vivir, un intento para que la ciudad que me ha visto crecer recuperara toda la grandeza y el esplendor que antaño tuvo. Pero tengo que confesarte que mis intenciones eran egoístas... Quería hacer de Gondor un país mejor para que en un futuro nosotros dos y nuestros hijos pudiéramos vivir en paz.

Al menos sé que si lees esto la guerra habrá concluido y que al menos tu podrás tener tranquilidad y paz. Y si es así mi esfuerzo e incluso mi muerte habrán servido por algo y soy feliz.

Mi queridísima Dhel... No sé si alguna vez te lo habré expresado en palabras pero a lo largo del tiempo en que hemos estado juntos he aprendido a quererte como a nadie... Tal vez no te lo he dicho por mi estúpido orgullo como tu misma lo has calificado numerosas veces, o tal vez por miedo... Nunca he sido bueno dejando al descubierto mis sentimientos, me siento demasiado vulnerable y inútil.... aunque ahora lo voy a hacer, por si no te ha quedado claro durante el tiempo que hemos pasado juntos: eres la chica más maravillosa que jamás he conocido y teniéndote me siento el hombre más afortunado de toda la Tierra Media. No sé exactamente como llegué a enamorarme de ti, lo único que sé es que lo hice tarde... Demasiado tarde.

Sólo una cosa me entristece si llegas a leer esto... No poder volver a verte, no poder volver a acariciar tu rostro, o besar tus suaves y cálidos labios. No volver a oír esa risa semejante a mil campanillas sonando juntas o simplemente perderme en tu mirada...

La vida puede ser muy injusta a veces, pues nos ha privado de vivir muchas cosas juntos, pero aún así doy las gracias por este tiempo que hemos pasado juntos. Ha sido el año y medio más feliz de mi vida.

Querría que esta carta no terminara nunca, pues en cierto modo cuando termine será mi última palabra en vida hacía ti... y tengo tantísimas cosas que decirte aún... Quiero decirte cada día lo hermosa que eres y lo mucho que te quiero. Quiero despertarme cada día a tu lado... Pero ya no volveré a despertar... Aunque sé que en mis sueños vivirás eternamente y espero vivir yo también para siempre en los tuyos.

Hasta siempre

                                                            BOROMIR

El delicado pergamino élfico en el que había estado escrita la carta estaba lleno de grandes gotas, señales dolorosas de la pena que mataba a la chica por dentro.

Notó que alguien le estrechaba el brazo en un señal de apoyo. Alzó la vista y se topó con los ojos grises del Elfo.

- Lo lamento... – dijo solamente él.

Pero Aredhel no le escuchó. Ya no oía, ya no hablaba, ya no veía nada... Sólo sentía. Sentía un dolor profundo, una punzada aguda en el corazón...

Elrohir encontró adecuado marcharse y dejar a la chica con su dolor, pues él sabía lo que era perder un ser amado al partir su madre hacía las tierras imperecederas mucho tiempo atrás.

- ¡Lo prometiste! Maldito seas! Prometiste volver! – exclamó ella antes de desplomarse al suelo sin fuerzas

Aredhel, de rodillas en el suelo, confundida con el tapiz de hojas que lo cubría lloró largo rato, hasta que los ojos se le secaron... Luego levantó la vista decidida mirando hacía las aguas. Sabía qué tenía que hacer, y no tenía miedo a hacerlo.

Corriendo tanto como las piernas le permitieron, y al llegar a la armería tomó una de las dagas sin que nadie la viera. Subió en un momento a la habitación que solían compartir Faramir y Boromir de niños y allí se quedó parada un momento.... Ahí estaban sus cosas... Se estiró un momento en la cama de Boromir y puso la cabeza sobre la almohada, respiró hondo y esa olor tan familiar y querida le llegó, demasiado claramente para pertenecer a alguien que ya no iba a volver, a alguien que ya sólo vivía en el recuerdo... Todo ahí olía a él. Cerrando los ojos incluso podía oír su voz resonando en las paredes como tantas veces había pasado en sus conversaciones nocturnas, cuando Faramir estaba en Ithilien...

Los recuerdos eran tan nítidos que por un momento le pareció que las palabras eran reales, y que le veía sentado al borde de la cama, con la luna reflejada en los ojos, hablándole.

- "No debes temer a la guerra Dhel, yo te protegeré"

 Pero la visión y las palabras se desvanecieron tan rápidamente como habían llegado...

Sintiendo que ya no quedaba nada más por hacer ahí se levantó. Con una pluma escribió una corta nota para Faramir y después cerró para siempre la puerta detrás de su espalda.

Pronto volvía a estar a la orilla del río. Volvió la vista por última vez hacía Minas Tirith, la ciudad donde había crecido, se había enamorado... La ciudad de toda una vida... Alzó la daga en el aire y la miró con aire ausente : La guerra en Gondor estaba por empezar y ella simplemente no se sentía con fuerzas para aguantarla... Ni tan siquiera se sentía con fuerzas para seguir viviendo. No le quedaban motivos... En un país decadente, donde el Senescal enloquecía día a día y su hijo mayor había muerto no quedaban esperanzas... Y Dhel no quería ver como además de Boromir moría su ciudad... No quería ver como moría Minas Tirith...

Descansando sobre el lecho del único motivo que la hacía dudar, con el arma en alto había quedado una nota para Faramir:

Faramir, para mi siempre has estado un amigo leal y un hombre digno de mi respeto. Ahora espero que comprendas mis actos. No me queda nada a parte de nuestra amistad que me una a los vivos. Me reuniré con Boromir y estaremos juntos para siempre.

Pero tu, recuerda esto siempre, aún tienes mucho por vivir y por hacer. Una noche hace muchísimos años me hablaste de tu mujer ideal... Aún sigue ahí, perdida en el ancho mundo, y aunque sólo sea por eso ya tienes un motivo para vivir. La encontrarás. Nadie te puede decir como ni cuando pero lo harás. Cuando sientas que todo a tu alrededor se detiene y que tu corazón empieza a palpitarte más deprisa, que cuando cierras los ojos sólo puedes ver los suyos... Entonces sabrás que es ella. Este es mi último consejo como amiga : Aprovecha la vida por tu hermano y por mi, y recuerda que siempre te llevaré en mi corazón pase lo que pase. DHEL.

Los ojos se abrieron cuando el frío acero penetró profundamente en su estómago. Las manos de la chica quedaron manchadas de un rojo intenso. Las piernas le fallaron y cayó en las profundas aguas... Al fin estarían juntos...

El silencio la rodeó. Veía los árboles borrosos y de tonos rojos a través del agua teñida del carmín que brotaba de su estómago...

Los ojos se cerraron lentamente, creyendo que era demasiado pronto para estar cansados de vivir. Y en la oscuridad que la rodeó le vio. Ahí estaba él esperándola, tendiéndole la mano con una sonrisa.

- "Boromir...." – dijo ella susurrando con el pensamiento

Y las aguas del río Anduin siguieron fluyendo como siempre, siendo a partir de ese instante el lecho que abrazaría para siempre el amor de Aredhel y Boromir.

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¡Me ha costado muchísimo escribir este capi tan hiper-mega triste! Ahora ya no puedo decir que nunca he matado a un personaje... Acabo de cargarme a Dhel! Por Eru! Definitivamente lo de los exámenes aún debe durarme.... Lo publico antes de que pueda arrepentirme de mis instintos asesinos....

Bueno! Tal vez reconozcáis ese trozo en primera persona desde la perspectiva de Boromir que está al principio, pues es el Réquiem que Lothluin hizo a la muerte de mi gondoriano preferido, y que muy amablemente me ha dejado usar para que este capitulo quedara más trágico.

Espero que os hayas emocionado ni que sea un pokitin ^^U

Dejad reviews! Pero no creais que aki acaba el fic... ¡Aun tenemos a uno de los hermanos vivo! No voy a dejar a Faramir de lado! No al menos hasta tenerlo animado! No vaya a ser que ahora con la depresión le agarren tendencias suicidas o cualquier otra tontería y me acabe quedando sin mis tres protas del fic ;__; Aunque de los tres me acabo de cargar a dos en un solo capi! Aún no me cabe en la cabeza....

En fin, lo dicho... ¡REVIEWS POR PIEDAD!

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