Capítulo 26 .-
Tenía que estar en alguna parte... Estaba seguro que la última vez que vio ese libro estaba en el armario... Lo recordaba como si fuera hoy, un libro de comportamientos extraños y sus explicaciones que Gandalf le había regalado una vez. Pensaba que tal vez allí encontrara una explicación coherente para el comportamiento de su padre, aunque había oído conversaciones de soldados que aseguraban que el viejo senescal estaba enloqueciendo.
No sabía que hacer. Si su padre no estaba ya en condiciones para gobernar Gondor... ¿Era su responsabilidad ya el destino del país? Sin querer pensar en eso siguió buscando.
Encontró una caja llena de polvo. Pasó una mano por encima de su tapa para ver si había alguna inscripción, pero no encontró nada, y al abrirla se encontró con lo último que esperaba....
"Un guerrero de Gondor no llora" se repetía una y otra vez.
Entre las manos sostenía algo importante... Dos pequeñas espadas de madera que traían infinidad de recuerdos. Dos espadas de madera que le evocaron recuerdos de una niñez feliz junto a Boromir, cuando siempre le tocaba ser el orco malo y Boromir el héroe de Gondor...
Una lágrima rebelde resbaló por sus mejillas y cayó sobre una de ellas, formando un pequeño círculo más oscuro junto a su empuñadura.
En un impulso repentino las volvió a guardar y escondió la caja en la oscuridad del armario. No quería pensar en su hermano... En silencio lo había llorado muchos días, a él y a Dhel, pero ya no más. La vida seguía, tal y como su amiga le había dicho en su última carta.
Desistió en su búsqueda, más por temor a encontrar algún otro objeto que le recordara al pasado que porque realmente estuviera cansado.
"Aunque ahora todo de parezca oscuro y triste recuerda esto: Siempre habrán tiempos peores, más oscuros y mucho más tristes. Y cuando pierdas todo lo que te es más querido, cuando sientas que no hay más razón para vivir y creas que todo se desvanece a tu alrededor, no te hundas, no te rindas, haz de tu fortaleza tu mejor arma y sigue adelante, pues una luz de esperanza te llegará del lugar más inesperado, y lo que siempre debes recordar es que las cosas nunca son lo que parecen ser"
Las palabras que una vez hace muchísimo tiempo le había dicho Gandalf le aparecieron en la mente nítidamente. ¿No eran esos los tiempos más oscuros y tristes que había predicho el mago? ¡Claro! Ahora lo comprendía... Cuando perdiese todo lo que le era más querido! Acababa de perder a Boromir y Dhel ¿qué era más querido que su hermano y su mejor amiga?
La continuación de esas palabras le dio un leve motivo para vivir. Era muy poca cosa, pero Faramir se aferró a aquella promesa que una luz de esperanza le llegaría del lugar más inesperado. Sería fuerte, por una vez sería él el fuerte.... Tenía que ocupar el lugar de su hermano en Gondor y para eso debía ser fuerte como él lo fue.
Las lagrimas amenazaban con salir de nuevo con esos pensamientos, demasiado recientes para cualificar de recuerdos.
Aunque ahora ya había empezado a pensar en el tema, ya no había vuelta atrás... Recordó esa noche, cuando estaba sentado junto al Anduin, en la penumbra gris bajo la luna pálida, contemplando la corriente incesante; las cañas tristes susurraban en la orilla. Estaba vigilando como otros tantos días las costas de las cercanías de Osgiliath, que estaba en parte en manos de los enemigos. Era medianoche y todo el mundo dormía. Entonces vio, o le pareció ver, una barca que flotaba sobre el agua, gris y centelleante, una barca pequeña y rara, de proa alta, y no había nadie en ella que la remase o la guiase. Un temor misterioso le sobrecogió; una luz pálida envolvía la barca. Se levantó y fue hasta la orilla, y entró e el río pues algo le atraía hacía ella. Entonces la embarcación viró hacia Faramir, y flotó lentamente al alcance de su mano. No se atrevía a tocarla. Se hundía en el río como si llevara una carga pesada y le pareció, al pasar delante de sus ojos que iba llena de una especie de agua trasparente de donde emanaba esa luz, y que dentro del agua dormía un guerrero... Tenía sobre la rodilla una espada rota. Y vio que en su cuerpo había muchas heridas. Era Boromir. Faramir reconoció las ropas, la espada, el rostro tan familiar y querido. Una única cosa echó de menos: su cuerno. Y vio una sola cosa que no conocía: un hermoso cinturón de hojas de oro engarzadas que se le ceñía a la cintura. La embarcación volvió al centro del río y se perdió centelleando en la noche. Fue como un sueño, pero no era un sueño, pues no hubo un despertar. Y Faramir no dudaba que había muerto.
Después de eso regresó, demasiado aturdido para llorar a la ciudadela, y encima de su cama encontró la nota fatídica de su amiga... Y entonces se dejó caer al suelo sin fuerzas... Y lloró.
* * *
Pocos eran los momentos de lucidez de Denethor, pero parecía que este era uno de esos. Irrumpió en la armería donde Faramir estaba haciendo recuento de armas.
- ¡Faramir! - gritó con voz potente.
Él lo miró sorprendido. El Senescal tenía los ojos medio abiertos, a diferencia de aquellos últimos días en que apenas los abría.
- Dime padre - dijo él dejando la espada que tenía entre manos junto a las demás
- Tengo una misión para ti. Debes ir a vigilar las tierras de Ithilien, me han llegado noticias que los enemigos patrullan por allí a voluntad. Mata a cualquier que ande por esas tierras sin mi permiso. Y luego ve hacía Henneth Annûn y vigila a las tropas que entren y salgan de Mordor
- Así será padre - dijo él haciendo una reverencia. Le demostraría que podía ser digno de su confianza.
- Llévate cuantos dúnedain necesites.
Faramir asintió con la cabeza. Antes del anochecer ya partía de Minas Tirith junto a una hueste de 200 hombres.
* * *
- Una hueste de orcos a unas diez millas al norte mi capitán - informó uno de los soldados.
- Les tenderemos una emboscada antes que se den cuenta de nuestra presencia - dijo Faramir convencido
- ¡Capitán! Ahí más al este se eleva una fina columna de humo! Tal vez haya alguien más.
- ¡Damrod! ¡Mablung! ¡Eothain! Venid conmigo. Iremos a ver que es ese humo. El resto preparad la emboscada. Me reuniré con vosotros en cuanto pueda.
Mientras subía por la colina, Faramir pensaba que esta misión le estaba yendo bien, pues le daba trabajo y algo en que ocupar su mente.
- ¿Qué creéis que sea? - preguntó Damrod
- Algún espía del lado oscuro tal vez... - aventuró Faramir
- ¡Mirad! ¿Qué es eso de ahí? - Eothain señaló una criatura que se escondía detrás de un árbol y que no se había percatado de las presencia de los cuatro hombres.
- ¿Crees que ha sido él quien ha encendido el fuego? - cuestionó Damrod
- No lo creo. Se ve una criatura muy poco inteligente. Pero rápida y escurridiza - señaló Mablung al ver como de un salto se perdía entre las ramas del árbol donde se escondía
- Entonces no hay duda de que hay alguien más... Alguien lo bastante temerario para encender un fuego en estos parajes - dijo Faramir - Continuemos
- ¡Aquí! ¡De aquí viene el humo! ¡No puede estar lejos! Entre los helechos sin duda. Lo atraparemos como a un conejo en una trampa. Entonces sabremos qué clase de criatura es - dijo Mablung
- ¡Si! Y lo que sabe - añadió Damrod
Casi al instante dos pequeñas figuras se precipitaron fuera de unos matorrales cercanos de un salto. Empuñaban unas espadas tan pequeñas como ellos. Los cuatro montaraces se los quedaron viendo sorprendidos, pues nunca habían visto criaturas semejantes a esas. Damrod y Eothain cogieron fuertemente sus lanzas de puntas afiladas, y Faramir y Mablung prepararon sus arcos por si acaso, aunque esas criaturas no parecían peligrosas.
- No hemos encontrado lo que buscábamos - dijo Mablung - ¿Pero que hemos encontrado?
- Orcos no son - opinó Damrod soltando la lanza que había agarrado al ver el destello de la hoja de una de las espadas que parecía especialmente brillante.
- ¿Elfos? - preguntó Eothain poco convencido
- ¡No! No son Elfos - Faramir habló al fin - Los Elfos no se pasean por Ithilien en estos tiempos. Y además son maravillosamente hermosos, o por lo menos eso se dice
- Lo que significa que nosotros no lo somos - dijo uno de los pequeñitos - Muchas, muchísimas gracias. Y cuando hayáis terminado de discutir acerca de nosotros, tal vez queráis decirnos quiénes sois vosotros y porqué no dejáis descansar a dos viajeros fatigados
Los cuatro hombre ocultaron bajo sus capuchas unas sonrisas ante la elocuencia de las palabras de tan pintoresco personaje. Hasta a Faramir se le escapó una leve carcajada antes de hablar de nuevo :
- Yo soy Faramir, Capitán de Gondor. Pero no hay viajeros en esta región: sólo los servidores de la Torre Oscura o de la Blanca.
- Pero nosotros no somos si una cosa ni otra - el otro pequeño personaje habló en esta ocasión - Y viajeros somos diga lo que diga el Capitán Faramir
Faramir estaba cansado ya de esa misión. El sentimiento le vino de golpe. No deseaba estar en ese momento allí interrogando a dos intrigantes criaturas que semejaban a niños. Llegó a pensar que esa escurridiza criatura que habían visto un trozo más abajo debía viajar con aquellos dos.
- Entonces decidme en seguida quiénes sois u que misión os trae - dijo Faramir - Tenemos una tarea que cumplir y este no es momento ni lugar para acertijos o para hablar. A ver, ¿dónde está el tercero de vuestra compañía?
- ¿El tercero?
- Si, esa criatura que vimos más abajo. Tenía un aspecto muy desagradable. Una especie de orco espía supongo, o una criatura al servicio de ellos.
- No sé donde está - dijo el que parecía llevar la voz cantante de los dos "niños" - No es más que un compañero ocasional que encontramos en el camino, y no soy responsable de él. Si lo encontráis, perdonadle la vida. Traedlo o enviadlo a nosotros. No es otra cosa que una miserable criatura vagabunda, pero lo tengo por un tiempo bajo mi tutela. En cuanto a nosotros somos Hobbits de la Comarca, muy lejos al norte y al oeste, más allá de numerosos ríos. Frodo hijo de Drogo es mi nombre, y el que está conmigo es Samsagaz hijo de Hamfast, un honorable hobbit a mi servicio. Hemos venido hasta aquí por largos caminos, desde Rivendel
Faramir se sobresaltó al oír el nombre de Rivendel, y en seguida, la memoria de su hermano que había intentado rehuir esos días le volvió dolorosa.
- Teníamos siete compañeros - continuó el que se había nombrado a si mismo como Frodo - a uno lo perdimos en Moria, de los otros nos separamos en Parth Galen, a orillas del Rauros: dos de mi raza, había también un Enano, un Elfo y dos Hombres. Eran Aragorn y Boromir, que dijo venir de Minas Tirith, una ciudad del Sur
- ¡Boromir! - exclamaron los cuatro montaraces a la vez
- ¿Boromir hijo del señor Denethor? - preguntó Faramir y una expresión severa le cambió el rostro. ¿Serían ellos los culpables de la muerte de su hermano? - ¿Vinisteis con él? Estas si que son nuevas, si dices la verdad. Sabed, pequeños extranjeros que Boromir hijo de Denethor era el Alto Guardián de la Torre Blanca y nuestro Capitán General; ¿Quiénes sois pues vosotros y que relación teniais con él? ¡Y daos prisa, pues el sol están en ascenso!
El recuerdo de su hermano permanecía ahora vivo en los cuatro soldados de Gondor. Todos estaban enterados de la muerte de éste, y sabían lo mucho que entristecía a Faramir hablar de ello. Hubieran preferido que los extranjeros nada tuvieran que ver con Boromir...
Los hobbits titubearon con la respuesta. Faramir lanzó un suspiro
- Este no es el momento. Tenemos un trabajo entre manos - dijo recordando la partida de orcos que tenían que detener - Estáis en peligro, y no habríais llegado muy lejos en este día, ni a través de los campos ni por el sendero. Habrá duros golpes en las cercanías antes de que concluya el día. Y luego la muerte, o una veloz huida de regreso al Anduin. Dejaré aquí a dos hombres para que os custodien, por vuestro bien y por el mío. Un hombre sabio no se fía de un encuentro casual en estas tierras. Si regreso, hablaremos
- ¡Adios! - dijo Frodo - Piensa lo que quieras, pero soy amigo de todos los enemigos del lado oscuro. ¡Que la suerte os acompañe y la luz brille en vuestras espadas!
- Los hobbits son, en todo caso, gente muy cortés - dijo Faramir - ¡Hasta la vista!
Y al tiempo que se alejaba junto a Eothain para ayudar a sus semejantes a acabar con la partida orca, pensaba ya en regresar e interrogar a esos dos pequeños viajantes que se hacían llamar hobbits, con la esperanza que pudieran solucionarle algunos de los misterios que rodeaban la muerte de Boromir.
* * *
Bueno, todo el trozo en que encuentran los hobbits y tal está muy basado en el libro, porque a parte de que mi inspiración se ha ido de vacaciones mi cerebro está haciendo demasiadas horas extras... Ya dicen que eso de estudiar demasiado no es bueno para la salud... :'(
En fin! Aguardad solo una semanita y 3 días y seré libre de todo esa cosa horrible a la que llaman selectividad... :s
¡Ya sé que no es gran cosa el capi, y además corto, pero dejad reviews! Los necesitoooo!
* * *
Tenía que estar en alguna parte... Estaba seguro que la última vez que vio ese libro estaba en el armario... Lo recordaba como si fuera hoy, un libro de comportamientos extraños y sus explicaciones que Gandalf le había regalado una vez. Pensaba que tal vez allí encontrara una explicación coherente para el comportamiento de su padre, aunque había oído conversaciones de soldados que aseguraban que el viejo senescal estaba enloqueciendo.
No sabía que hacer. Si su padre no estaba ya en condiciones para gobernar Gondor... ¿Era su responsabilidad ya el destino del país? Sin querer pensar en eso siguió buscando.
Encontró una caja llena de polvo. Pasó una mano por encima de su tapa para ver si había alguna inscripción, pero no encontró nada, y al abrirla se encontró con lo último que esperaba....
"Un guerrero de Gondor no llora" se repetía una y otra vez.
Entre las manos sostenía algo importante... Dos pequeñas espadas de madera que traían infinidad de recuerdos. Dos espadas de madera que le evocaron recuerdos de una niñez feliz junto a Boromir, cuando siempre le tocaba ser el orco malo y Boromir el héroe de Gondor...
Una lágrima rebelde resbaló por sus mejillas y cayó sobre una de ellas, formando un pequeño círculo más oscuro junto a su empuñadura.
En un impulso repentino las volvió a guardar y escondió la caja en la oscuridad del armario. No quería pensar en su hermano... En silencio lo había llorado muchos días, a él y a Dhel, pero ya no más. La vida seguía, tal y como su amiga le había dicho en su última carta.
Desistió en su búsqueda, más por temor a encontrar algún otro objeto que le recordara al pasado que porque realmente estuviera cansado.
"Aunque ahora todo de parezca oscuro y triste recuerda esto: Siempre habrán tiempos peores, más oscuros y mucho más tristes. Y cuando pierdas todo lo que te es más querido, cuando sientas que no hay más razón para vivir y creas que todo se desvanece a tu alrededor, no te hundas, no te rindas, haz de tu fortaleza tu mejor arma y sigue adelante, pues una luz de esperanza te llegará del lugar más inesperado, y lo que siempre debes recordar es que las cosas nunca son lo que parecen ser"
Las palabras que una vez hace muchísimo tiempo le había dicho Gandalf le aparecieron en la mente nítidamente. ¿No eran esos los tiempos más oscuros y tristes que había predicho el mago? ¡Claro! Ahora lo comprendía... Cuando perdiese todo lo que le era más querido! Acababa de perder a Boromir y Dhel ¿qué era más querido que su hermano y su mejor amiga?
La continuación de esas palabras le dio un leve motivo para vivir. Era muy poca cosa, pero Faramir se aferró a aquella promesa que una luz de esperanza le llegaría del lugar más inesperado. Sería fuerte, por una vez sería él el fuerte.... Tenía que ocupar el lugar de su hermano en Gondor y para eso debía ser fuerte como él lo fue.
Las lagrimas amenazaban con salir de nuevo con esos pensamientos, demasiado recientes para cualificar de recuerdos.
Aunque ahora ya había empezado a pensar en el tema, ya no había vuelta atrás... Recordó esa noche, cuando estaba sentado junto al Anduin, en la penumbra gris bajo la luna pálida, contemplando la corriente incesante; las cañas tristes susurraban en la orilla. Estaba vigilando como otros tantos días las costas de las cercanías de Osgiliath, que estaba en parte en manos de los enemigos. Era medianoche y todo el mundo dormía. Entonces vio, o le pareció ver, una barca que flotaba sobre el agua, gris y centelleante, una barca pequeña y rara, de proa alta, y no había nadie en ella que la remase o la guiase. Un temor misterioso le sobrecogió; una luz pálida envolvía la barca. Se levantó y fue hasta la orilla, y entró e el río pues algo le atraía hacía ella. Entonces la embarcación viró hacia Faramir, y flotó lentamente al alcance de su mano. No se atrevía a tocarla. Se hundía en el río como si llevara una carga pesada y le pareció, al pasar delante de sus ojos que iba llena de una especie de agua trasparente de donde emanaba esa luz, y que dentro del agua dormía un guerrero... Tenía sobre la rodilla una espada rota. Y vio que en su cuerpo había muchas heridas. Era Boromir. Faramir reconoció las ropas, la espada, el rostro tan familiar y querido. Una única cosa echó de menos: su cuerno. Y vio una sola cosa que no conocía: un hermoso cinturón de hojas de oro engarzadas que se le ceñía a la cintura. La embarcación volvió al centro del río y se perdió centelleando en la noche. Fue como un sueño, pero no era un sueño, pues no hubo un despertar. Y Faramir no dudaba que había muerto.
Después de eso regresó, demasiado aturdido para llorar a la ciudadela, y encima de su cama encontró la nota fatídica de su amiga... Y entonces se dejó caer al suelo sin fuerzas... Y lloró.
* * *
Pocos eran los momentos de lucidez de Denethor, pero parecía que este era uno de esos. Irrumpió en la armería donde Faramir estaba haciendo recuento de armas.
- ¡Faramir! - gritó con voz potente.
Él lo miró sorprendido. El Senescal tenía los ojos medio abiertos, a diferencia de aquellos últimos días en que apenas los abría.
- Dime padre - dijo él dejando la espada que tenía entre manos junto a las demás
- Tengo una misión para ti. Debes ir a vigilar las tierras de Ithilien, me han llegado noticias que los enemigos patrullan por allí a voluntad. Mata a cualquier que ande por esas tierras sin mi permiso. Y luego ve hacía Henneth Annûn y vigila a las tropas que entren y salgan de Mordor
- Así será padre - dijo él haciendo una reverencia. Le demostraría que podía ser digno de su confianza.
- Llévate cuantos dúnedain necesites.
Faramir asintió con la cabeza. Antes del anochecer ya partía de Minas Tirith junto a una hueste de 200 hombres.
* * *
- Una hueste de orcos a unas diez millas al norte mi capitán - informó uno de los soldados.
- Les tenderemos una emboscada antes que se den cuenta de nuestra presencia - dijo Faramir convencido
- ¡Capitán! Ahí más al este se eleva una fina columna de humo! Tal vez haya alguien más.
- ¡Damrod! ¡Mablung! ¡Eothain! Venid conmigo. Iremos a ver que es ese humo. El resto preparad la emboscada. Me reuniré con vosotros en cuanto pueda.
Mientras subía por la colina, Faramir pensaba que esta misión le estaba yendo bien, pues le daba trabajo y algo en que ocupar su mente.
- ¿Qué creéis que sea? - preguntó Damrod
- Algún espía del lado oscuro tal vez... - aventuró Faramir
- ¡Mirad! ¿Qué es eso de ahí? - Eothain señaló una criatura que se escondía detrás de un árbol y que no se había percatado de las presencia de los cuatro hombres.
- ¿Crees que ha sido él quien ha encendido el fuego? - cuestionó Damrod
- No lo creo. Se ve una criatura muy poco inteligente. Pero rápida y escurridiza - señaló Mablung al ver como de un salto se perdía entre las ramas del árbol donde se escondía
- Entonces no hay duda de que hay alguien más... Alguien lo bastante temerario para encender un fuego en estos parajes - dijo Faramir - Continuemos
- ¡Aquí! ¡De aquí viene el humo! ¡No puede estar lejos! Entre los helechos sin duda. Lo atraparemos como a un conejo en una trampa. Entonces sabremos qué clase de criatura es - dijo Mablung
- ¡Si! Y lo que sabe - añadió Damrod
Casi al instante dos pequeñas figuras se precipitaron fuera de unos matorrales cercanos de un salto. Empuñaban unas espadas tan pequeñas como ellos. Los cuatro montaraces se los quedaron viendo sorprendidos, pues nunca habían visto criaturas semejantes a esas. Damrod y Eothain cogieron fuertemente sus lanzas de puntas afiladas, y Faramir y Mablung prepararon sus arcos por si acaso, aunque esas criaturas no parecían peligrosas.
- No hemos encontrado lo que buscábamos - dijo Mablung - ¿Pero que hemos encontrado?
- Orcos no son - opinó Damrod soltando la lanza que había agarrado al ver el destello de la hoja de una de las espadas que parecía especialmente brillante.
- ¿Elfos? - preguntó Eothain poco convencido
- ¡No! No son Elfos - Faramir habló al fin - Los Elfos no se pasean por Ithilien en estos tiempos. Y además son maravillosamente hermosos, o por lo menos eso se dice
- Lo que significa que nosotros no lo somos - dijo uno de los pequeñitos - Muchas, muchísimas gracias. Y cuando hayáis terminado de discutir acerca de nosotros, tal vez queráis decirnos quiénes sois vosotros y porqué no dejáis descansar a dos viajeros fatigados
Los cuatro hombre ocultaron bajo sus capuchas unas sonrisas ante la elocuencia de las palabras de tan pintoresco personaje. Hasta a Faramir se le escapó una leve carcajada antes de hablar de nuevo :
- Yo soy Faramir, Capitán de Gondor. Pero no hay viajeros en esta región: sólo los servidores de la Torre Oscura o de la Blanca.
- Pero nosotros no somos si una cosa ni otra - el otro pequeño personaje habló en esta ocasión - Y viajeros somos diga lo que diga el Capitán Faramir
Faramir estaba cansado ya de esa misión. El sentimiento le vino de golpe. No deseaba estar en ese momento allí interrogando a dos intrigantes criaturas que semejaban a niños. Llegó a pensar que esa escurridiza criatura que habían visto un trozo más abajo debía viajar con aquellos dos.
- Entonces decidme en seguida quiénes sois u que misión os trae - dijo Faramir - Tenemos una tarea que cumplir y este no es momento ni lugar para acertijos o para hablar. A ver, ¿dónde está el tercero de vuestra compañía?
- ¿El tercero?
- Si, esa criatura que vimos más abajo. Tenía un aspecto muy desagradable. Una especie de orco espía supongo, o una criatura al servicio de ellos.
- No sé donde está - dijo el que parecía llevar la voz cantante de los dos "niños" - No es más que un compañero ocasional que encontramos en el camino, y no soy responsable de él. Si lo encontráis, perdonadle la vida. Traedlo o enviadlo a nosotros. No es otra cosa que una miserable criatura vagabunda, pero lo tengo por un tiempo bajo mi tutela. En cuanto a nosotros somos Hobbits de la Comarca, muy lejos al norte y al oeste, más allá de numerosos ríos. Frodo hijo de Drogo es mi nombre, y el que está conmigo es Samsagaz hijo de Hamfast, un honorable hobbit a mi servicio. Hemos venido hasta aquí por largos caminos, desde Rivendel
Faramir se sobresaltó al oír el nombre de Rivendel, y en seguida, la memoria de su hermano que había intentado rehuir esos días le volvió dolorosa.
- Teníamos siete compañeros - continuó el que se había nombrado a si mismo como Frodo - a uno lo perdimos en Moria, de los otros nos separamos en Parth Galen, a orillas del Rauros: dos de mi raza, había también un Enano, un Elfo y dos Hombres. Eran Aragorn y Boromir, que dijo venir de Minas Tirith, una ciudad del Sur
- ¡Boromir! - exclamaron los cuatro montaraces a la vez
- ¿Boromir hijo del señor Denethor? - preguntó Faramir y una expresión severa le cambió el rostro. ¿Serían ellos los culpables de la muerte de su hermano? - ¿Vinisteis con él? Estas si que son nuevas, si dices la verdad. Sabed, pequeños extranjeros que Boromir hijo de Denethor era el Alto Guardián de la Torre Blanca y nuestro Capitán General; ¿Quiénes sois pues vosotros y que relación teniais con él? ¡Y daos prisa, pues el sol están en ascenso!
El recuerdo de su hermano permanecía ahora vivo en los cuatro soldados de Gondor. Todos estaban enterados de la muerte de éste, y sabían lo mucho que entristecía a Faramir hablar de ello. Hubieran preferido que los extranjeros nada tuvieran que ver con Boromir...
Los hobbits titubearon con la respuesta. Faramir lanzó un suspiro
- Este no es el momento. Tenemos un trabajo entre manos - dijo recordando la partida de orcos que tenían que detener - Estáis en peligro, y no habríais llegado muy lejos en este día, ni a través de los campos ni por el sendero. Habrá duros golpes en las cercanías antes de que concluya el día. Y luego la muerte, o una veloz huida de regreso al Anduin. Dejaré aquí a dos hombres para que os custodien, por vuestro bien y por el mío. Un hombre sabio no se fía de un encuentro casual en estas tierras. Si regreso, hablaremos
- ¡Adios! - dijo Frodo - Piensa lo que quieras, pero soy amigo de todos los enemigos del lado oscuro. ¡Que la suerte os acompañe y la luz brille en vuestras espadas!
- Los hobbits son, en todo caso, gente muy cortés - dijo Faramir - ¡Hasta la vista!
Y al tiempo que se alejaba junto a Eothain para ayudar a sus semejantes a acabar con la partida orca, pensaba ya en regresar e interrogar a esos dos pequeños viajantes que se hacían llamar hobbits, con la esperanza que pudieran solucionarle algunos de los misterios que rodeaban la muerte de Boromir.
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Bueno, todo el trozo en que encuentran los hobbits y tal está muy basado en el libro, porque a parte de que mi inspiración se ha ido de vacaciones mi cerebro está haciendo demasiadas horas extras... Ya dicen que eso de estudiar demasiado no es bueno para la salud... :'(
En fin! Aguardad solo una semanita y 3 días y seré libre de todo esa cosa horrible a la que llaman selectividad... :s
¡Ya sé que no es gran cosa el capi, y además corto, pero dejad reviews! Los necesitoooo!
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