Capítulo 27 .-

Faramir cabalgaba ausente sobre su caballo gris. Regresaba junto a todos sus soldados a Minas Tirith, habiendo concluido ya su misión en Henneth Annûn. El chico se mostraba pensativo, cosas curiosas y extrañas le habían pasado durante esa misión, cosas tales como conocer a esos dos pequeños medianos que, siendo tan pequeños, tuvieran una misión tan grande entre manos, además del destino de todos los habitantes de la Tierra Media. Les había dejado marchar, si. Lo había visto como una obligación. Al principio el anillo lo había tentado, pero al fin y al cabo ¿quién era él para merecerse tal poder? El recuerdo de Boromir se había echo más nítido que nunca mientras hablaba con esos dos curiosos viajeros, que tenían por guía una extraña criatura, viscosa y escurridiza. El echo que lo conocieran pero no supieran explicarle las causas o aclararle los misterios que rodeaban la muerte de su hermano le desconcertó, pero aún así, en los ojos de Frodo pudo ver que era sincero. Y después de desearles fortuna en su viaje y que las estrellas les iluminaran el camino les dejó partir, desafiando las leyes que su padre mismo había impuesto sobre Gondor.

Además había otra cosa que le preocupaba y le atemorizaba a la vez... Ese día había amanecido sin sol. ¿Era eso un señal de que las fuerzas de la oscuridad estaban ganando cada vez más terreno? Un temor sin nombre le había crecido en su interior, y cada vez le oprimía más el pecho.

- ¡Capitán Faramir! - la voz de uno de los soldados le sacó bruscamente de sus pensamientos - Hay algo delante de la entrada principal de la ciudadela

Faramir se fijó bien: cinco criaturas tan negras como sus jinetes sobrevolaban los campos que se extendían delante de la entrada norte.

- ¡Nazgûl! - exclamó con temor. No estaba preparado para hacer frente a esas criaturas. Pero entonces pareció que uno de los jinetes negros se percataba de su presencia, pero sólo de la de Faramir. Él tuvo la sensación que lo observaba atentamente, sintió los inexistentes ojos del jinete alado posarse dolorosamente sobre él, como si le estuviera observando, como si quisiera atravesarle el alma con esa mirada vacía. Notó un frío agudo en su interior, y que sus músculos perdían toda su fuerza.

Con las manos temblorosas consiguió llevarse su cuerno a los labios y soplar con las pocas fuerzas que parecían restarle en el cuerpo.

Pudo entrever como una figura blanca, que parecía un destello de esperanza entre la oscuridad que desprendían los nazgûl llegaba.

- ¿Gandalf? - susurró

La lucha no duró demasiado. Los jinetes negros pronto se rindieron ante la luz que emanaba del mago blanco, y Faramir por fin pudo entrar en la ciudadela. Pero en cuanto puso un pie dentro de sus murallas se encontró con toda una multitud que aclamaba con alegría su nombre, sin advertir cuan pálido había llegado al que llamaban.

- ¡Faramir! ¡Faramir! - el grito no dejaba de retumbar en sus oídos. Pero entonces, de entre todos los gritos, pudo advertir un extraño acento, y mayor fue su sorpresa al ver que provenía de un pequeño hombrecito, con el pelo rizado, vestido con la insignia de la torre, emblema de Gondor, que le recordaba vivamente a Frodo y Sam.

- ¿Y tu de donde vienes? - Faramir no pudo contener la pregunta

- Ha venido conmigo - Gandalf respondió por el mediano

Con esas palabras como toda aclaración, Faramir, Gandalf, y el mediano al que habían llamado Pippin se dirigieron a la cámara privada del Señor de la Ciudad. Alrededor de un brasero de carbón de leña, habían dispuesto asientos bajos y mullidos; y trajeron vino. Todos esperaban a que Faramir hablase, que contara todo lo sucedido en su misión, pero antes cogió un buen trozo de pan blanco y bebió un sorbo de vino. Entonces se sentó en uno de los asientos bajos a la izquierda de su padre. Un poco más alejado, a la derecha de Denethor, estaba Gandalf, en un sillón de madera tallada.

Faramir, en un principio, habló sólo de la misión que le había sido encomendada diez días atrás, y traía noticias de Ithilien y de los movimientos del enemigo y sus aliados. Habló de la batalla del camino, en la que los hombres de Harad y la bestia descomunal que los acompañaba fueron derrotados.

Pero luego miró a Pippin, que parecía haber quedado abandonado y olvidado detrás del asiento de Denethor.

- Pero ahora llegamos a la parte más extraña - dijo - Porque éste no es el primer Mediano que veo salir de las leyendas del Norte para aparecer en las Tierras del Sur...

Y luego les contó todo lo demás, lo relacionado con Frodo y Sam, pero omitió los detalles que envolvían su misión. Poco a poco, Gandalf se mostraba más y más inquieto, y cada vez hacía más y más preguntas a Faramir, a las que él intentaba contestar lo mejor que sabía. Denethor, al ver que su hijo ponía más interés en aclarar las dudas del mago que las suyas propias iba tejiendo un denso tapiz de ira en su interior.

Después que las preguntas de Gandalf cesaran, Faramir prosiguió a contar todo lo que había echo cuando había visto que la oscuridad lo anegaba todo.

- Espero no haber obrado mal... - dijo al final mirando a Denethor

- ¿Mal? ¿A caso pretendes que juzgue lo que haces? Los hombres estaban bajo tu mando. Hace tiempo que desoyes mis consejos y has cambiado tu actitud conmigo. Aunque no me hubiera gustado lo habrías hecho igualmente, porque tu lealtad para conmigo la has cambiado por la de este mago. ¡Todo seria distinto si Boromir aún estuviera aquí!

Faramir creyó que esas palabras tenían doble sentido. Que Denethor quería decir que hubiera preferido que en vez de Boromir, hubiese sido él el que hubiera muerto. Que Gondor y su fortuna estarían en mejores manos si su hermano aún estuviera al mando...

La sensación de frío intenso que había tenido desde su encuentro con los jinetes negros se intensificó, y un peso sombrío cayó sobre sus esperanzas, cubriéndolas de una oscuridad semejante a la que ahora caía sobre el mundo. De pronto sintió que ya no le quedaba nada... ¿Qué sentido tenía seguir viviendo con la única esperanza que alguien que no sabía quien era llegaría? En parte también se había quedado para ayudar a su padre, pero ahora que él le había dejado claro que no le quería, ya no tenía porqué seguir, su existencia había dejado de tener sentido, en un mundo que se desmoronaba más y más a cada segundo que pasaba.

- Hubieses deseado que yo hubiera estado en el lugar de Boromir ¿verdad? - dijo con las pocas fuerzas que le quedaban

- Sí, lo desearía, sin duda - dijo Denethor - Porque Boromir era leal conmigo, y no el discípulo de un mago

A partir de ese momento, la conversación se desarrollo cada vez con un tono más alto de voz, tanto por parte de Denethor, quien no paraba de recriminar a Faramir su carácter benévolo y su falta de determinación y Faramir, que por su parte, se defendía diciendo que todo lo que había echo había sido seguir sus ordenes.

Cuando la discusión se calmó, pasaron a discutir la necesitada defensa de Gondor para el seguro e inminente ataque de las fuerzas oscuras.

- ¿Qué piensas de la guarnición de Osgiliath? - le preguntó el senescal a su hijo

- No es fuerte - respondió Faramir - He enviado allí la compañía de Ithilien para reforzarla

- No creo que baste - opinó Denethor - Allí es donde caerá el primer golpe. Lo que les hará falta es un capitán enérgico

- A esa guarnición y a muchas otras - contestó Faramir con un suspiro - ¿Puedo retirarme padre? - Y al decir esto tambaleó y tuvo que apoyarse en el sillón de su padre

- Estás fatigado, ya lo veo - dijo Denethor - Has cabalgado mucho y lejos y bajo las sombras del mal en el cielo

- ¡No hablemos de eso! - dijo Faramir al tiempo que un escalofrío le recorría la espalda al recordar ese horror

- No hablaremos pues - dijo Denethor - Ahora ve, y descansa como puedas. Las necesidades de mañana serán más duras.

Faramir abrió la puerta de su habitación casi sin fuerzas y al instante se desplomó encima de su cama. Al voltear la cabeza vio el lecho de su hermano, ahora siempre vacío, donde en sus recuerdos, Boromir siempre continuaría durmiendo.

- Boromir... hermano. Hubiese tenido que ir yo a esa misión... Tu tenías más que perder, tanto tú, como Dhel, como Gondor. Mi pérdida no hubiese sido importante... - dijo entre susurros. Poco después ya dormía...

* * *

A primera hora de la mañana siguiente se convocó un Consejo donde habían asistido todos los capitanes de los que Gondor disponía en esos momentos. Todos habían opinado que en vista del grave peligro que les amenazaba en el Sur, la fuerza de Gondor era demasiado débil para intentar cualquier acción de guerra, a menos que por ventura llegasen aún los Jinete de Rohan. Mientras tanto, no podían hacer nada más que guarnecer los muros y esperar.

- Sin embargo - dijo Denethor - no convendría abandonar a la ligera las defensas exteriores. El Enemigo tendrá que pagar caro el cruce del Río. No podrá atacar la ciudad ni por el norte de Cair Andros a causa de los pantanos, ni por el sur en las cercanías de Lebennin, pues allí el Río es muy ancho, y necesitarían muchas embarcaciones. Es en Osgiliath donde descargará el golpe, como ya lo hizo una vez cuando Boromir le cerró el paso

Boromir otra vez... ¿Cuándo dejarían de comparar sus hazañas con las de su hermano? Faramir suspiró, cansado ya de todo.

- Ahora no puedo enviar allí ni un solo hombre más - continuó Denethor - Pero el Río y el Pelennor no los cederé sin combatir... si hay aquí un capitán que aún tenga el coraje suficiente para ejecutar la voluntad de su superior

Aquellas palabras sonaron para Faramir como un desafio, como para demostrar delante de todos que él, su hijo, ya no cedía a su voluntad. Decidió no darle este último gusto a su padre. Puesto que todos los capitanes guardaban silencio, pues sabían que esa era una misión suicida, él se levantó de su asiento.

- No me opongo a vuestra voluntad, Señor - dijo - Puesto que habéis sido despojado de Boromir, iré yo y haré lo que pueda en su lugar... si me lo ordenáis

Faramir sintió todas las miradas sorprendidas de los capitanes concentrándose sobre él.

- Te lo ordeno - hablo el Senescal sin muestra de indecisión

- ¡Adiós entonces! - dijo Faramir - Pero si yo volviera un día, ten mejor opinión de mi

- Eso dependerá de cómo regreses - le contestó su padre

- Muerto... - dijo Faramir en un susurro imperceptible para todos

Salió a fuera, y después de ordenar a sus soldados que se alistaran para una marcha inmediata, empezó a cargar sus cosas sobre su fiel corcel.

Al crepúsculo, las tropas ya estaban listas para marchar. Faramir subió a su caballo y dio una última mirada a Minas Tirith, puesto que había tomado una decisión, que le parecía la definitiva y la adecuada...

De pronto notó la presencia de Gandalf a su lado : - No sacrifiques tu vida ni por temeridad ni por amargura. Serás necesario aquí, para cosas distintas de la guerra. Tu padre te quiere, Faramir, y lo recordará antes del fin. ¡Adiós!

Él no contestó ante estas palabras, pero una vez más se sorprendió de que el mago supiera de sus intenciones. Pero se prometió no hacerle caso. No esa vez. Había tomado una decisión y la mantendría firme hasta el fin. Lo haría por lo menos una vez en su vida.

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Weeeeeeeeee!!! He vueltoooooo! El estrés se ha ido, he terminado los exámenes y he rescatado mi inspiración perdida! Bueno, este capi tampoco ha sido gran cosa... Sólo para demostrar que Faramir pierde las ganas de vivir...

Dejad revieeeews! Plis!

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