Disclaimer: Naruto y todos sus personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.

Resumen: Continuó plasmando sus pensamientos sobre la hoja, tratando de evitar que las palabras fueran arrastradas y borradas por alguna rebelde lágrima que decidiera escapársele.

Advertencias: Omegaverse, Mpreg implícito, yaoi, angst, Sasunaru…

Notas: Este pequeño one-shot es un vistazo a la nueva historia que estoy escribiendo. Espero comenzar a subirla pronto, porque ya he escrito bastante.

Dedicada a Norilucas, por siempre estarme oyendo parlotear sobre nuevas ideas de fics que no han visto la luz del día y por seguir animándome a escribir 😊

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Letras en la oscuridad

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La puerta rechinó levemente, el sonido siendo ahogado bajo el fuerte chapotear de la lluvia que oscurecía al pueblo. La propiedad de encontraba en penumbras, aunque iluminar la estancia no era precisamente su prioridad.

Apenas podía contener las lágrimas, algunas de ellas ya habiéndose escapado de sus ojos, entremezclándose con las gotas de agua que lo cubrían de pies a cabeza. Dejando escapar un suave sollozo, se quitó el abrigo y lo dejó a un lado, sin importarle que debajo de este se formara un pequeño charco. Le siguieron los zapatos, calcetines y la camisa exterior que llevaba puesta.

Caminó hacia la habitación arrastrando los pies, quitándose los pantalones y la ropa interior una vez que estuvo dentro y arrojándolos en una esquina. Buscó una toalla para secarse el cabello y el cuerpo, y luego se envolvió con una bata. Una que no le pertenecía, por cierto, pero que ya no tenía rastros del aroma del dueño original. El intenso sonido de la tormenta ocultaba los pequeños sollozos que se le escapaban de vez en cuando de los labios.

Se dirigió torpemente hacia la cocina, sin inmutarse cuando el lugar fue iluminado repentinamente gracias a un relámpago. Finalmente, encendió las luces, con la intención de buscar un hervidor para calentar algo de agua y poder darse un breve baño, tal vez así lograría calentarse un poco y evitar un resfrío.

En una situación normal, no le habría importado pasar una semana enfermo. Eso lo ayudaría a sentirse más miserable de lo que ya era, aunque querer verse sufrir a sí mismo era un pensamiento masoquista. Pero no podía, ahora no. Sería demasiado irresponsable de su parte si lo hiciera. Debía mantenerse sano para poder cuidar del regalo que su alfa le había dejado sin siquiera darse cuenta.

Se sentó, llevándose la mano al vientre inconscientemente, y tuvo que morderse el labio con fuerza para evitar que su llanto se descontrolara otra vez. Apenas había podido aguantarse las lágrimas frente al médico, el hombre mostrándose comprensivo y gentil en todo momento, aunque fue imposible no notar su mirada de lástima ante su situación.

No era tonto, seguramente había muchas más personas como él que estaban pasando por lo mismo. Padres sin sus hijos, hijos sin sus padres, hermanos, amigos y compañeros sin sus seres queridos…

Observó su mano y el dorado anillo enroscado en uno de sus dedos, y comenzó a darle vueltas distraídamente, sin quitárselo en ningún momento.

Justo en ese instante, se fue la luz, y volvió a quedarse a oscuras.

Rio sin el más mínimo atisbo de humor y apagó la estufa. No iba a llevar agua hirviendo hasta el baño a ciegas, no estaba de humor para algún tipo inevitable de accidente. Al volver a la habitación, tanteó entre sus cosas hasta encontrar unas velas y fósforos, colocándolos en la mesita de noche junto con una hoja de papel y un bolígrafo. Entonces, se sentó en la cama, prendió la mecha, parpadeando con algo de molestia ante el repentino brillo y comenzó a escribir.

Los golpes del viento contra la ventana le impedían escuchar el tranquilo sonido de la punta deslizándose sobre el papel, y el ocasional trueno no llegó a perturbarlo de su tarea. Simplemente, continuó plasmando sus pensamientos sobre la hoja, tratando de evitar que las palabras fueran arrastradas y borradas por alguna rebelde lágrima que decidiera escapársele.

Al llegar al final de la hoja, hizo el bolígrafo a un lado y dobló su carta con cuidado, apretándola un segundo contra su pecho y luego guardándola en el primer cajón de la mesita. No sabía si llegaría a enviarla, o si esta llegaría a su destinatario si se decidía a intentarlo, pero desahogarse por medio de ella consiguió darle un poco más de paz mental.

Su mano volvió a su vientre, donde frotó en círculos despacio mientras seguía asimilando los nuevos descubrimientos de ese día. Ni siquiera estaba seguro si podía decir que estaba feliz, a pesar de que era algo que había añorado desde hacía algún tiempo. Ahora, parecía ser tanto una bendición como una condena.

Pero debía ser fuerte, ya no solo por su esposo.

Con un soplido apagó la vela y se quedó observando las gotas de lluvia chocar contra la ventana, sin ningún rastro del etéreo y elegante brillo de la luna.

El sueño tardaría un buen rato en encontrarlo esa noche.

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Querido Sasuke,

Han pasado dos meses desde que te fuiste y aún no sé nada de ti.

Eres un bastardo, ¿lo sabías? Te marchas y me dejas aquí, sin poder hacer nada más que esperar el momento en que llegue alguna carta tuya. Estoy harto de revisar el buzón todos los días y no encontrar nada. Siento que ya no hago más que solo trabajar y preocuparme por ti, y hay momentos en los que no sé si seré capaz de continuar así.

Me despierto todos los días y estiro el brazo para abrazarte, pero no estás ahí. Luego intento buscar tu aroma entre las sábanas y ya no puedo sentirlo. No creí que estar de nuevo solo sería una sensación tan asfixiante, una rutina tan monótona que me hace pensar que terminaré perdiéndome a mí mismo en algún rincón de todo esto.

Me siento egoísta. Tú eres quien peor debe estarla pasando y no puedo hacer otra cosa que concentrarme en mis propios sentimientos. Incluso, en el peor de mis días, te maldije por haberme dejado solo. Lamento haberlo hecho, fui ingenuo. Debí haber sabido que jamás harías algo como eso. Sentí que me habías abandonado cuando te arrancaron de mis brazos, pero te marchaste dejándome una parte de ti para atesorar por siempre.

Prometo que lo cuidaré bien, así que no debes preocuparte. Así, cuando regreses, no vendrás a regañarme como cada vez que volvías a casa y te dabas cuenta de que no recogí la ropa sucia antes de salir, o de que no guardé los platos luego de que los lavaras.

Tendré que pedir algunas horas extra en el trabajo, para así comprar las cosas que necesitaremos más adelante. No te enojes, sé que tenemos algunos ahorros, pero me gustaría dejarlos ahí un tiempo más hasta el día que no pueda trabajar, y todavía faltan algunos meses para ello.

No sé si esta carta llegará a ti o no. Ni siquiera estoy seguro de si valga la pena enviarla. Intentaré remitirla a los cuarteles del ejército, pero sin dar más información que tu nombre y sin saber en qué unidad estás, no sé si mis esfuerzos serán en vano.

Mientras tanto, continuaré revisando el buzón, en espera de al fin recibir algún mensaje tuyo y poder guardar tus letras.

Por favor, vuelve a casa sano y salvo. Ya no seré el único que estará esperándote.

Con amor,

Naruto.