Felix aterrizó sobre el marco de la ventana abierta de Adrien haciendo el ruido que haría una pluma al caer sobre un alféizar. Encontró a su primo sentado en el borde de la cama, mirando al techo y profundamente sumido en fantasías sobre Marinette, a judgar por su radiante y asquerosa sonrisa. De hecho, parecía estar tan distraído que Felix pensó que necesitaría llamar su atención con un carraspeo, pero al final no hizo falta.

Antes de que Felix pudiera hacer ningún movimiento, Adrien percibió su presencia y giró la cabeza de golpe. En un segundo, toda esa placidez en su rostro mudó en una mueca de pura desconfianza.

Felix sintió un nudo en el estómago. Ya había previsto una reacción negativa de parte de Adrien, pero imaginársela y ser el objeto de tanta animosidad eran cosas muy diferentes.

—Primo —lo saludó, seco y distante.

En vez de responder al saludo, Adrien echó la vista a los tejados de Paris a espaldas de Felix, seguramente en busca de algún sentimonstruo.

—¿No confías en mí? —le preguntó él, intentando y fracasando en ocultar la decepción en su voz.

Le avergonzaba admitir que, pese a lo que le había hecho a Adrien, había esperado —deseado, más bien— una bienvenida un poco más calurosa.

Qué iluso había sido…

Entonces sí, Adrien clavó una mirada asesina en él.

—Dos semanas. Han pasado dos semanas, Felix.

Cuando Adrien se levantó de la cama de golpe, Felix pegó un respingo. Se llevó una mano al abanico que colgaba de su cintura, pero al ver que Adrien no daba otro paso adelante, se relajó.

—¡Te he estado esperando! ¿Dónde has estado? —Adrien no alzó la voz porque sabía que no estaban solos en la casa, pero su tono contenido transmitió el mismo mensaje: estaba enfadado, muy enfadado—. Te defendí delante de Ladybug y el resto. Les prometí que volverías pese a no tener garantías. ¿Y qué haces tú a cambio? ¡Desaparecer durante semanas!

Adrien apretaba los puños con tanta fuerza que le temblaban las manos. Su mandíbula estaba tan tensa que Felix escuchó sus dientes rechinar.

Parecía a punto de estallar y echarse sobre Felix, para descargar toda esa impotencia que había acumulado durante las semanas que su primo lo había dejado en vilo, pero justo cuando parecía que Adrien iba a hacer un movimiento, toda la tensión en sus músculos se liberó y el chico se desinfló como un globo.

La ira fue sustituida por la tristeza y el rencor por una profunda decepción. Soltó su siguiente frase con un tono tan desvalido que Felix sintió que una daga se le clavaba en el corazón:

—¿Tienes idea de cuántas noches me he pasado en vela preguntándome si tomé la decisión correcta al confiar en ti?

Felix no pudo más que apartar la mirada. Adrien tenía el mal hábito de no saber enfadarse, no de verdad, lo que resultaba mucho más doloroso que si se hubiera liado a tortas con él. La decepción que emanaba de Adrien era como un millón de espinas que Felix iba a tardar una eternidad en sacar.

Decepción hacia Felix, por no haber cumplido su promesa, o por lo menos no haberla cumplido con suficiente celeridad. Decepción porque había creído que Felix podría redimirse, pero todo apuntaba a que no.

Felix sintió el impulso de abrir la boca para disculparse, pero en el último momento, se contuvo.

¡Adrien no era quien para echarle a él toda la culpa! Adrien también le había guardado un gran secreto, y si no lo hubiera hecho, la conversación que estarían manteniendo tal vez fuera muy distinta.

Conque Felix se recompuso, alzó la barbilla y clavó en su primo una mirada de determinación.

—Todo lo que he hecho, lo he hecho para salvar a nuestra familia.

Un rictus de confusión cruzó el rostro de Adrien, pero fue fugaz. Al momento siguiente, ya le había hecho una señal a Plagg, que voló perezosamente hasta posarse sobre su hombro.

Felix tensó la mandíbula, bien consciente de qué era lo que Adrien quería decirle: «No olvides quién soy».

Entonces Adrien formuló la pregunta del millón:

—¿Cuál es la verdadera identidad de Hawk Moth?

No hubo verdadera exigencia en su voz, ni siquiera curiosidad. Solo una triste resignación, como si en realidad ya supiera la respuesta.

Felix soltó un resoplido hastiado.

—A eso se reduce todo para ti, ¿no? A vencer al gran villano. A recuperar los miraculous —dijo. Luego arrugó la nariz con asco. Su primo no tenía ni idea de la suerte que tenía por no haber estado cargando con el peso del legado familiar—. Se vive muy bien en la ignorancia, supongo.

Como era de esperar, Adrien malentendió el reproche de Felix. Suspiró con tristeza y acto seguido preguntó:

—¿Es mi padre o no?

—No es tan sencillo —contestó Felix casi de inmediato—. Existen asuntos más importantes de los que debemos ocuparnos. Magia y maldiciones que…

—¡Oh, vamos! —lo interrumpió Adrien, con expresión cansada—. ¡No te hagas el misterioso, Felix! ¡No somos niños!

Felix puso los ojos en blanco.

—¡Lo digo muy en serio! —se defendió—. Adrien, la historia de nuestra familia se remonta a…

—¡Para! —lo cortó otra vez Adrien. Intercambió una mirada impaciente con su kwami, aún posado sobre su hombro—. Felix, no tengo tiempo para tonterías. Es mi padre de quien estamos hablando, y tiene entre sus manos un poder que…

—He secuestrado a Marinette.

Felix estaba harto de rodeos y de que su primo no confiara en él lo suficiente como para escucharlo. Su objetivo no era convencer a Adrien de nada, sino comprobar qué bando —Ladybug o Hawk Moth— tenía las de vencer, y unirse a él. Así que soltó la bomba antes de que Adrien pudiera acabar de hablar.

Un momento después, no había nada bajo los pies de Felix. Lo único que evitaba que se precipitara al vacío era la garra de Chat Noir cerrándose sobre su cuello.

—Repite eso —gruñó Chat—. ¡¿QUÉ COÑO HAS HECHO, FELIX?!

Felix no podía contestar, su primo le estaba apretando demasiado la garganta. Boqueó un par de veces, pataleó por instinto, y su rostro se estaba poniendo rojo cuando Chat Noir por fin se dio cuenta de que no podría obtener respuestas si Felix perdía el conocimiento, así que en su lugar se echó a su primo sobre los hombros como a un saco de patatas y luego despegó hacia las azoteas parisinas.

Dejó atrás uno, dos, tres edificios —lo suficientemente lejos de la mansión como para estar seguros—, antes de soltar a Felix. Más bien lanzarlo, porque lo arrojó contra una chimenea cinco metros más allá.

Felix se chocó de espaldas y sus vértebras emitieron un doloroso crujido, pero logró caer de pie. Sin embargo, un segundo después, Chat Noir ya había atravesado la distancia que los separaba y le clavaba el codo en el pecho, inmovilizándolo contra el muro.

Felix contuvo un gemidito.

—¿Qué le has hecho a Marinette, Felix? —siseó Chat.

Sus ojos verdes ardían de rabia y preocupación y sus colmillos brillaban como navajas. Sin embargo, su primo se limitó a esbozar una media sonrisa.

—¿Sabes?, había temido que nunca volvería a ver este lado de ti —soltó Felix con un tono burlón.

Chat Noir gruñó suavemente, de forma amenazadora. No tenía tiempo para tonterías.

—¿Recuerdas las bromas que les gastábamos a nuestros padres cuando éramos pequeños? —continuó Felix, ignorando el brazo que le presionaba los pulmones y lo afiladas que eran las garras de Chat Noir—. Solíamos hacernos pasar el uno por el otro. Escondíamos bombas de pedos entre los cojines del sillón y gusanos de goma en los boles de fruta. ¿Lo recuerdas, Adrien? Nos lo pasábamos bien. Eran buenos tiempos.

Chat Noir combatió el nudo que se le formó en la garanta para decir:

—No sirve de nada añorar el pasado. Hay cosas que nunca podremos recuperar.

—Eso pensaba yo de ti —respondió Felix, clavando su mirada en la de Adrien—. ¿Tienes idea de cuánto cambiaste cuando tu madre… "desapareció"?

Adrien se tensó, bien consciente del significado detrás de la cuidadosa elección de palabras de Felix. Abrió la boca para defenderse, pero no se le ocurrió ninguna réplica que mereciese la pena.

Entonces Felix escupió, cada sílaba impregnada de veneno:

—Te convertiste en la marioneta de tu padre.

Chat Noir se removió incómodo ante el extraño tono acusatorio de Felix.

¿Qué le importaba a él lo que pasaba en la mansión Agreste?

Cuando Emilie había desaparecido, los Graham de Vanily apenas habían levantado un dedo para buscarla. Gabriel nunca había celebrado un funeral como Dios manda ni había denunciado su desaparición, y a pesar de ello, ni Amelie ni su marido habían protestado.

Lo único que había hecho la madre de Felix había sido reclamar los anillos, nada más. Como si la misteriosa desaparición de su hermana y mejor amiga no le resultara alarmante.

Más tarde, cuando el padre de Felix murió y Gabriel le prohibió a Adrien asistir al funeral, a Felix tampoco pareció importarle. Ignoró los innumerables mensajes de Adrien disculpándose por su ausencia y no contestó a sus llamadas.

Fue entonces cuando su relación comenzó a pudrirse.

Así que, después de años de silencio, ¿por qué a Felix le importaba tanto cómo Adrien se comportaba con su padre?

Estaba maquinando algo. Adrien no se iba a dejar engañar. No otra vez.

El antebrazo de Chat Noir aún inmovilizaba a Felix contra la chimenea, pero como era evidente que su primo no iba a huir, decidió dejarle algo de espacio y lo soltó.

Felix se frotó el pecho con visible alivio.

—¿Qué has hecho con Marinette? —repitió Chat, esta vez menos amenazantemente.

—Tu novia está bien —respondió su primo quitándole importancia.

Chat Noir trató de ocultar su incomodidad ante la palabra "novia"; aún no habían concretado ese aspecto de su relación

—Pero deberías tener más cuidado con las muestras de afecto en público —lo regañó Felix—. Si Hawk Moth os hubiera visto morrearos en la azotea del hotel, ahora mismo Marinette estaría en un lugar mucho más peligroso.

Chat soltó una risotada exagerada.

—¿Y debería darte las gracias por haber llegado antes a ella? —replicó con sorna. Luego recuperó cierta seriedad—: ¿Qué quieres de mí, Felix? Aparte de insultarme y meterte en asuntos en los que no te llaman.

—¡¿En los que no me llaman?!

De nuevo, Chat se extrañó porque su primo pareciera tomárselo tan a pecho.

—¡Cambiaste! Me abandonaste —le reprochó Felix, apuntándolo con un dedo acusador. Por una vez en su vida, se dejó llevar por sus emociones y permitió que las palabras salieran a raudales, sin filtro, de su boca—: Te convertiste en apenas un cascarón de lo que fuiste una vez. Un mero robot controlado por Gabriel Agreste. Y yo pensé que… —Hizo una pausa. Tragó saliva. Bajó la cabeza al suelo durante un instante, pero luego la volvió a levantar y clavó en Chat Noir una mirada que no trataba de ocultar un pozo sin fondo, lleno de tristeza—. Pensé que no había vuelta atrás.

Lejos de sentirse culpable, Chat Noir puso los ojos en blanco.

—¡Tú fuiste el que se convirtió en un capullo! —le gritó, sin poder creerse lo que estaba saliendo de la boca de su primo—. ¡Engañaste a Ladybug! ¡Condenaste a París!

Era cierto que Adrien había tomado malas decisiones con respecto a su padre. Había sacrificado su libertad y su voluntad porque había pensado que era la única forma de ganarse el cariño de Gabriel, y se había dado cuenta demasiado tarde que, en realidad, no había nada que pudiera hacer para cambiar la actitud de su padre.

Por supuesto que Adrien se arrepentía de cómo había actuado en el pasado, pero Felix era la última persona que tenía derecho para echárselo en cara. Felix, que precisamente era el que se había aprovechado de esa debilidad para engañarlo, robar todos los miraculous y dárselos a Hawk Moth.

Sin embargo, Felix no le dio tiempo a Chat para replicar porque se le adelantó:

—¡Faltaste al funeral de mi padre! —le gritó—. ¡Te necesitaba! ¡Me dejaste solo en el peor día de mi vida!

—¡Porque mi padre me lo prohibió! —se defendió Chat.

—¡EXACTO!

Chat Noir se quedó sin palabras. Durante todos esos años… ¿Felix le había estado guardando rencor? Ya se había disculpado, varias veces, y en todas ellas a su primo no había dado muestras de importarle.

Sin embargo, la rabia, el duelo y la traición en los ojos de Felix en aquel momento contaban una historia bien diferente.

Chat simplemente no pudo decir nada. No tenía disculpa. No tenía excusa.

¿Debería haber estado ahí para Felix cuando su padre había sido vencido por el cáncer? Pues sí.

¿Justificaba eso que Felix se hubiera comportado como un capullo después, entregándole los miraculous a Hawk Moth? No.

—Esto no es… esto no es lo que había planeado —masculló Felix mientras se frotaba los ojos.

Soltó un largo suspiro, como para calmarse, y luego comenzó a dar vueltas por la azotea, formando ochos sin rumbo fijo.

Chat le dejó espacio.

Al cabo de un rato, Felix se detuvo. Esa vez, Chat estaba dispuesto a escucharlo.

—Si me hubieras dicho que eras Chat Noir… —comenzó—, quizá hubiera acudido a ti mucho antes, y no hubiera tenido que robar los miraculous.

Chat hizo una mueca. ¿Otra vez con eso de la misión secreta y el legado familiar? A Chat no le sonaba más que a patrañas y excusas baratas, pero tenía que admitir que había cosas que aún no le encajaban.

¿Cómo había obtenido Felix el Tomo II de los miraculous? ¿Por qué, en vez de quedarse con la mayoría de los miraculous, los había intercambiado por el del pavo real?

Sin embargo, había algo en particular que Chat no podía quitarse de la cabeza. Hacía varias semanas, cuando Chat Noir había pillado a Felix in fraganti hurgando en el cuarto de Adrien, Felix le había dicho que Amelie estaba muriendo por la misma enfermedad que Emilie.

Chat aún no entendía a qué había venido eso. No le había prestado mucha atención porque había asumido que tan solo se trataba de una mentira inventada para tomarle el pelo. Pero, por si acaso, comprobarlo no haría daño a nadie, ¿verdad?

Además, esa mentira lo había llevado a tener una especie de episodio esquizofrénico y oír voces en su cabeza, lo que a su vez lo había llevado a crear el Orbe, que seguía a buen recaudo escondido dentro de su cómoda.

Por esas razones Chat Noir concedió, a regañadientes:

—Te escucho, Felix. ¿Qué es eso que has venido a decirme?

Por desgracia, Felix chasqueó la lengua y rio con sorna.

—No, no, no. Esto no es lo que tenía planeado. Esto no es lo que tenía planeado. No te desvíes del plan, Felix. No te desvíes del plan —masculló, más para sí mismo que para su primo.

—¡Felix! —lo llamó Chat, impaciente—. ¿Es cierto que tienes a Marinette? ¿Es mi padre Hawk Moth? Por favor, Felix, solo necesito un "sí" o un "no".

Felix tomó aire, dio un par de saltitos como una niña pequeña antes de salir a escena en la obra del colegio y luego, por fin, dijo las palabras que llevaba ensayando desde el día anterior:

—Esto es lo que haremos. Lucharemos. Comprobaré si tú y Ladybug sois lo suficientemente fuertes como para vencer a Hawk Moth, y si lo sois, os ayudaré. Si ese no es el caso, entonces venceré, tomaré vuestros miraculous y dejaré que Hawk Moth pida el Deseo, a cambio de salvar a mi madre y romper la maldición de los Graham de Vanily.

El primer instinto de Chat Noir fue echarse a reír a carcajadas ante esa broma tan absurda, pero se dio cuenta a tiempo que Felix hablaba muy, muy en serio.

Quería luchar contra él de verdad.

—Felix, lo que estás diciendo es una auténtica tontería.

—Argos —lo corrigió él—. Mi nombre es Argos. Y como no te des prisa, mis sentimonstruos van a dejar caer a tu novia desde lo alto del edificio Montparnasse.


En fin, aquí está.

Siento que, otra vez, llegue tarde, pero en fin, es que estoy ocupada.

El próximo capítulo es MUY, MUY, MUY IMPORTANTE, así que no quiero hacer una chapuza. Por lo tanto, puede que tarde 2 semanas en escribirlo, no solo 1. No lo sé aún.

En fin, estad atentos, porque en el próximo cap va a llegar por fin el momento que todo estábais esperando...