Capítulo 4

¿DULZURA O ¿KAGOME?

Supuestamente Kikyo la citó a la una en punto y ya iba retrasada por diez minutos. Debía comenzar por ordenar algo sino su hora de comida se le pasaría y tendría que conformarse con una barra energética que le ayudara a soportar el resto de su Turno en la agencia.

Descargó elmenú por medio de la aplicación QR, estaba indecisa que platillo pedir. Aunque al decir verdadtenía el estómago completamente cerrado, únicamente había probado un yogurt a base de frutos rojos ya que sus nervios aún seguían estando a flor de piel tras encontrarse con él la noche anterior.

Debía aprovechar esta cita con Kikyo para informarle de una vez los acontecimientos de esa noche.

El móvil la sacó de la aplicación del menú al recibir un mensaje del doctor Morrison que le seguía enviando fotos de su viaje que tuvo por Grecia. Normalmente no se relacionaba con algún cliente, pero ese hombrele agradaba en cierto sentido, bueno, era amable. Pero desafortunadamente no era el tipo que ellabuscaba.

Más bien su tipoera la clase dehombre que dejó atrás en un restaurante. Aunque debía reconocer que caballero tenía poco. Ya que si se encontraba en una famosa aplicación de sexo era solamente para pasar el rato. Por eso había salido despavorida de aquel restaurante en cuanto sus ojos conectaron con los suyos.

En toda la noche no había podido dormir solo de recordar su cabello, sus ojos y ese maldito traje a la medida que le quedaba de lujo. Fácilmente podía cortar la respiración de una mujer.

Pero tenía un enrome letrero que decía "Peligro, aléjate de él" algo le decía que no era completamente sano para su estabilidad emocional.

Una sombra se paró justamente frente a ella, no había necesidad de saber de quién era. Así que, con una sonrisa, levantó la vista del móvil.

―Llegas tarde...

Se obligó a callar de inmediato. En lugar de Kikyo estaba precisamente el protagonista de sus pensamientos. El hombre que se había cogido en un hotel para después dejarlo ahí. La estaba mirando con una sonrisa arrogante, sus ojos dorados iban ocultos tras unos lentes de sol de marca. Vestía un nuevo traje, esta vez azul marino con una camisa blanca, sin corbata y con los primeros dos botones desabrochada.

Ahí empezaba hacer mucho, mucho calor que incluso pensó que habían apagado el clima Central del Local.

Le guiñó un ojo debajo de sus gafas de sol.

―Una disculpa – él tomó asiento – Pero tu amiga estaba muy reúnete en darme tu Paradero.

Kagome hizo acopio de levantarse. Tomó su bolso que estaba colgado de un pequeño perchero, dispuesta a salir corriendo como la noche anterior. Pero, pero esta vez él fue más rápido que Ella.

―Ni se te ocurra salir corriendo esta vez – su voz era severa y se escuchaba a pura amenaza― Porque no pienso permitirlo. Así que vuelve a dejar tu bolso donde lo tenías y siéntate Kagome.

― ¿Disculpe?

¿Cómo sabía su nombre? O mejor dicho ¿Cómo fue quedio con ella?

―Ese es tu nombre ¿No? – inquirió ― O ¿Prefieres que te llame dulzura?

Miró a su alrededor, como su sopesara las distintas formas de volver a salir corriendo de ahí. Pero sería prácticamente imposible, el restaurante solo tenía una vía de acceso que era usada como entrada y salida.

―Yo no intentaría salir por ahí – respondió a las mil ideas que había en su cabeza – Te daría alcance tan rápido.

Resignada y torciendo el gesto, dejó su bolso en la mesa.

Lo mejor era hacerle frente a la situación. Hablar claro con él y decirle la verdad, que su encuentro fue únicamente pura casualidad y que no pertenecía a esa dichosa casa de citas.

Inuyasha se quitó los lentes de sol y los dejó cuidadosamente sobre la mesa. Quería verla en su máximo esplendor sin que nada se interpusiera entre ellos dos. Estaba igual de atractiva como las únicas dos veces en que la había visto, solo que ahora lucía un provocador vestido en color rojo, desatando que la vista de varios hombres se desviara a su escote. Algo que eso le molestó en lo más profundo, pues ella no era consciente de lo que provocaba a su alrededor.

Su cabello iba atado en una coleta, algo que no le gustó en lo más mínimo, porque suelto la hacía verse como una Afrodita. ¿Qué le había hecho esa mujer? Solo le bastó verla desnuda una vez para desearla con una locura incontrolable. Podía sentir como una fiebre ardiente lo envolvía y con solo verle su escote le bastaba para estar muy caliente.

El silencio era muy incómodo, solamente se escuchaban las risas y platicas de los comensales. El mesero se acercó a ellos para dejar algunos vasos de cristal y a continuación una cartilla con el logo del restaurante y un código QR para descargar el menú.

―Puedes encontrar nuestro menú con la aplicación para QR.

―Gracias – respondió Inuyasha, sin perder de vista a la dama – En seguida lo revisamos ¿Tú vas a pedir algo, dulzura?

ONU escalofrío recorrió dese la nuca hasta la punta de los pies de Kagome y solo pudo fruncir el cejo al llamarla así.

―Disculpe que no pueda quedarme más tiempo señor Taisho – dijo apropiadamente – Pero debo regresar a mi trabajo.

Al diablo, compraría esa barra energética y cuando llegara a su departamento se prepararía algo fuerte para cenar.

―Inuyasha, Kagome – corrigió.

Únicamente Kikyo le había dado su apellido más no su nombre. Esto comenzaba a ser un poco más íntimo. Casi complicado pues no estaba bien que el supiera su nombre y mucho menos ella el suyo.

― Así que una vez sabiendo nuestros nombres. Tú y yo, vamos a terminar lo que no acabamosen Zeus.

Tragó saliva mientras observaba al hombre que tenía justo delante de él. Su mirada dorada únicamente estaba puesta sobre ella, como si estuviese atento por si decidiera salir huyendo.

Había dicho que deseaba terminar lo que empezaron. Pero si solamente tuvieron un asalto por lo que ella misma dio o más bien pensó que estaba finalizado.

Además, aún estaba la gran duda: ¿Cómo pudo dar con ella? ¿Cómo se enteró de su nombre?

¿Acaso toda esa información se la proporcionó Kikyo? Y en tal caso, ¿Cómo debía reaccionar?. Ella no tenía membresía en ese club de sexo al que fue y delatar a su amiga no entraba en sus planes. Por lo que solo quedaba una opción disponible.

Ella tenía que fingir.

―Tengo entendido que se terminó en el instante en que usted se fue.

Inuyasha se recargó en el respaldo de la silla, cruzó sus brazos y por último alzó una ceja ante aquel comentario.

―es eso se equivoca.

―Por supuesto que no. Además ¿No está prohibido averiguar la vida privada de los ¿Miembros del club?

Si, debía aguantar así hasta el final. Desencantar aquel hombre y volver a salir de su alcance.

―Nadie lo sabrá – respondió sin importancia – Al menos que tú lo digas.

Kagome bajó la voz, en ese restaurante era familiar, nada que ver con el elegante de la noche anterior. No deseaba que alguien escuchara una discusión sobre sexo.

― ¿Qué es lo que realmente desea, señor Taisho?

Entonces, descruzó los brazos para apoyarlos en la mesa e inclinarse todo lo posible para estar muy cerca de ella. El perfume que emanaba de su cuerpo lo golpeó como una tarde de verano.

―Te Quiero a ti, desnuda en una cama y tan excitada como esa noche.

Apretó fuerte los muslos al escuchar esa seductora afirmación. El ritmo cardíaco de intensificó, haciendo que su pulso saliera disparado por la todo su cuerpo y que se concentrara en una pequeña parte de su cuerpo.

Lo vio levantarse de su asientopara ocupar uno al lado de ella, se inclinó a la altura de su oído, bajó el volumen de su voz para que solo ellos fueran capaces de oír.

― Quiero sentir como tu cuerpo se contrae cuando llegues al organismo. Ver tu espalda retorcerseal contacto de mi lengua en tu clítoris.

ESA voz tan ardiente y cálida que le hizo que se pusiera como una máquina de vapor. Su pelvis se contrajo ante las imágenes que la invadieron de él, chupando, succionando y despertando su botón. Eso bastó para que se humedeciera por completo.

― Te haría gritar de placer. Mucho más de lo que hice la primera vez.

Kagome se mordió el labio inferior, inmediatamente sostuvo el vaso de agua que había en la mesa y bebió un poco de ella. Necesitaba algo frío para apagar el incendio en su interior.

La temperatura había subido de nivel.

¿Hizo calor de repente o apagaron el clima para ahorrar energía eléctrica?

― ¿Todo eso te quedó claro, Kagome? ―aguardó a que ella respondiera, pero no fue así.

―Disculpe que me niegue. Pero no puedo aceptar su propuesta. Solo fue un encuentro. Así que viva con eso.

Él negó, pues esa mujer no comprendía aún no que le había querido decir.

―No estás entendiendo dulzura. La cuestión es que no voy a salir de aquí sin ti. Porque ambos sabemos las ganas 1que nos tenemos.

Kagome podía sostener su mirada. Su piel le ardía ante las claras intenciones que tenía para con ella. Desde luego que tenía ganas, pero eso era algo que no se lo admitiría delante de su cara.

Antes de que pudiera responder a eso. De nueva cuenta el mesero había interrumpido la conversación. Tal aprecia que estaba más interesado enganarse una buena propina que la seguridad de su clientela, preguntando si ahora estaban listos para ordenar. En ese momento Ella se sintió aliviada de poder responder a ese comentario.

Rápidamente ella ordenó una pasta con un guiso a base de carne y verduras bañadas en salsa de soja. Él un cambió un platillo de wonton.

Aunque por más queél quisiera sacarla de ahí y llevarla a un lugar más privado. Debía resolver unos asuntos en la fiscalía del estado. Así que terminaría esa comida, la llevaría a su trabajo con el único propósito de saber dónde trabajaba y luego, ya una vez finalizado sus asuntos pasaría por ella para de una vez finalizar todo ese asunto de ella.

Estaba plenamente seguro de que con una segunda noche que tuviese con dulzura su sed por ella quedaría apagada y así, volvería nuevamente al Palacio de Zeus.

No perdía detalle alguno de la forma sutil de agarrar los palillos o cuando sus carnosos labios se abrieron para llevarse el primer bocado a la boca. Su mente le empezaba a dar grandes sugerencias por dónde podía comenzar esos labios teñidos en rojo carmesí.

Lejos de todo se notaba tensa, debía tranquilizarla.

―Relájate – dijo al verla tensa – No me voy a lanzar sobre ti en un lugar público como si fuese una avalancha. – hizo una pausa y con picardía añadió – Eso lo haría en un lugar más íntimo.

Kagome dejó los palillos sobre la mesa y frunció el cejo.

― ¿Cómo quieres que me relaje? – preguntó – Tu propuesta es...

Se vio obligada a callar cuando todos los del restaurante voltearon a verla. Algunos incluso dispuestos a ofrecerle su ayuda.

―Indecorosa – susurró.

― ¿Nunca te han propuesto algo más allá de Zeus?

Sintió que sus mejillas se teñían de rojo y mejor siguió comiendo en lugar de responder. En su mente contaba los minutos que le quedaban para salir y volver a su trabajo.

―Si me lo han propuesto, eso es algo que a ti no te interesaría saber.

Eso sí que lo hizo gruñir de coraje. Saber que otro pudiera hacerle la misma proposición que él le estaba haciendo simplemente le enervaba la sangre. Pero incluso dentro del Palacio Zeus estaba permitido una triple cita. Solo que los tríos no iban con él y que no estaba dispuesto a compartirla. Así que, si había alguien más, ese alguien tendría que bajarse de estación. Porque contra él sería una pelea perdida.

De igual forma todo le hacía suponer que ella era soltera. ¿Cómo era que lo sabía? Bueno, por Zeus. Todos los solteros iban ahí solo para una cosa, sexo. Por lo cual ella no tenía ni pareja ni mucho menos un marido celoso que le preguntara por su itinerario del día.

―En ese caso debo suponer que estas sin compromiso. Para que estes inscrita en Zeus quiere decir que aún no tienes pareja o, mejor dicho, no eres casada.

Quiso mostrarse indignada pero lo cierto era que tenía razón. No tenía pareja. Aunque…levantó la mirada y lo vio. Él tampoco la tenía, así que no debía sentirse mal si se lo cogiera por segunda vez.

No tenía nada de malo que le diera por última vez rienda suelta a sus instintos.

― ¿Qué es lo que realmente estás buscando, Inuyasha?

Escuchar pronunciar su nombre en sus los labios lo hizo vibrar en todas partes de su cuerpo.

―Q…

―Si – lo interrumpió – Ya sé lo que realmente buscas. Terminar esto. Hagamos un trato.

Él alzó una ceja, vaya, por un momento pensaba que tenía que repetirle lo que quería de ella. Pero estaba deseoso de escuchar su oferta.

―Terminaremos esto cuando yo quiera, el día que yo elija y una hora que me convenga.

Pero en eso si se equivocaba, ya que Inuyasha lo quería ahora.

―No puede ser cuando tú quieras Dulzura. Tiene que ser hoy.

―Ni tampoco cuando tú quieras.

Inuyasha sonrió al punto de que se transformó en una risa. ¡Era un maldito abogado! Siempre lograba salir victorioso en un juicio y en la vida. Ese récord no se lo iba a quitar una mujer. No saldría de aquí hasta haberla convencido que era hoy ese día.

―Es hoy no otro día y eso sí que no está a discusión.

En cuanto más pronto acabara con eso mejor. Así se vería libre de ese deseo febril que lo asechaba a diario desde el día que tuvieron su encuentro en Zeus.

―Pero para que veas que soy razonable.

¿De dónde era razonable ese hombre?

―Te propongo vernos más tarde.

Por más de que se había negado a que la llevará a su trabajo él parecía irremediablemente decidido hacerlo. Aquello lo único que hacía era complicarlo todo. Cada vez que llegara a la agencia de viajes lo que recordaría al entrar sería que él estuvo ahí. Además, no quería que Jakotsu, su compañero la viera bajar de un auto que no era suyo, bajo la compañía de un hombre.

Miró su reloj de pulso. Faltaba aproximadamente diez minutos antes de que la hora de entrada diera finalizada. Miró por los vidrios polarizados si no se encontraban varios compañeros fumando en las jardineras.

Al parecer todo estaba despejado, por lo que debería apurarse. Se desabrochó el cinturón dispuesta a emprender la huida. Pero antes de abrir la puerta, el seguro se activó rápidamente. Ella volteó a ver al hombre que estaba frente al volante.

―No tan rápido dulzura – dijo, sacando su móvil del saco – Necesito tu número móvil para poder tener contacto.

No, grave error.

―Eso no era parte del acuerdo.

Inuyasha se encogió de hombros.

―Me da igual. No me voy a arriesgar.

―Ya sabes dónde trabajo ¿No te basta?

Él negó.

En eso vio a Jakotsu pasar frente a ellos. Desde luego que la había reconocido porque se quedó viendo unos instantes el vehículo para luego entrar a la oficina. Ya se estaba haciendo una idea del acoso que recibiría de su parte.

Rápidamente le dio su número y sin despedirse salió de ahí una vez que hubiese desactivado el seguro.

Dicho y hecho al entrar a la agencia lo primero que vio fue a su compañero, que estaba sentado en su escritorio bebiendo un moka del Starbucks.

― ¿Quién era Daemon Targaryen salido de fuego y sangre?

Kagome lo fulminó con la mirada. No estaba lista para decirle a nadie sobre él, salvo a Kikyo. A quién una vez que terminara esto, tendría una charla muy pero muy larga.

―Nadie que te importe – respondió, dejando su bolso en el escritorio – Ahora levanta tu trasero de mi silla y ve a tu lugar.

― ¡Si hasta te pusiste roja! – exclamó divertido ― ¿Te estas montando en ese dragón?

―Otra referencia tuya de esa serie y te juro que….

―Eso me dice que si – sonrió y se levantó de su asiento –Lo que daría por tener tu suerte. Primero el doctor Morrison y ahora ese bombón. ¿Cómo le haces?

―Eso es algo que no pienso compartir contigo.

Jakotsu se levantó se llevó el popote a los labios y absorbió parte del líquido. Eso le daba a entender que no se iba a quedar de brazos cruzados y que haría todo para averiguar todo sobre su nuevo acompañante.

El turno transcurrió de manera favorable para ella. Atendió varios clientes, organizó varios eventos y por si fuera poco le dio tiempo para revisar el Facebook la venta de varias Volkswagen Combi del 69. Quería comprar una, equiparla y en ella darse sus escapadas a la naturaleza y conseguir las capturas que deseaba.

Por ahora lo hacía en su carro, pero no era lo mismo.

Su intención era equiparla con una pequeña cama, cocina. Pero las que estaban en venta o tenían un defecto o estaban fuera de su presupuesto.

Recibió varios mensajes, incluidos los de su hermano Sota y su amiga Sango. Kikyo se mantenía muda y eso le daba a decir que había sido ella la que le tendió la trampa en ese restaurante chino.

También del doctor Morrison, preguntando cómo iba su día.

El broche de oro vino siendo el del señor Taisho.

"Solo dos horas nos separan, dulzura. Dos horas y ya te estoy imaginando"

XXX

Su visita a la fiscalía lo había dejado exhausto. Solo faltaban dos horas para verla por lo que aún disponía de tiempo para ir a su departamento, darse un baño vestirse y salir. Le tendría que pedir a su secretaria que se quedara solo por esa noche y mañana, con más tiempo y libre de mente por dulzura, se dispondría en la búsqueda de una niñera para Kanna.

Pero se detuvo en seco al ver la escena. No estaba preparado para ver lo que estaba delante de sus ojos.

Ahí, en la sala se encontraba su madre junto a su hija coloreando con acuarelas unos dibujos. Le sorprendió que su pequeña inmediatamente los escondiera debajo de un cuadernillo, pero no le dio suficiente importancia, tal ver le daba pena que los viera.

Frente a ellas, en el comedor estaba Kaede, tecleando algo en el ordenador portátil.

Su madre levantó la cabeza al percatarse de la presencia de su hijo.

―Hola cariño.

Se levantó y fue tras él. Lo abrazó y por último le dio ambos besos en la mejilla.

― ¿Qué haces aquí, madre?

Kaede e Izaoy intercambiaron una mirada de culpabilidad. Era obvio que esta visita estaba organizada por ambas mujeres. Aunque le sorprendió que su madre hubiese sido capaz de dejar a su marido y a su hermano mayor con tal de acudir a él.

―Kaede me ha dicho que…― miró a su nieta, quien tenía su leve cejo fruncido al no poder colorear bien – Tuviste cierto problema con la enfermera que cuida a mi nieta.

―Madre, no era necesario que…

―Si. Es necesario – ella asintió – Es evidente que tú me necesitas. Estas todo el día afuera y meterla en una guardería sabes que no es di mi total agrado. Por eso estoy aquí. Hasta que consigas a una esposa.

Ante eso, tomó a su madre del brazo cuidadosamente y la condujo hasta su estudio. No quería que ni su secretaria e hija escucharan esa larga conversación. Cada vez que tocaban el tema de pareja o matrimonio. Era una larga charla en la cual ninguno llegaba a un acuerdo mutuo.

― ¿Cuántas veces debo decirte que no necesito una mujer?

Su madre se cruzó de brazos.

―Pero Kanna necesita una madre. Tal vez una hermanita que le haga compañía. Un hijo único es lo más difícil que hay.

Se pasó la mano por el cabello. Odiaba tocar ese punto con su madre. Podría ser muy duro como abogado, pero con su madre nunca.

―Te lo voy a repetir por última vez madre. Kanna no ocupa una madre y mucho menos una hermana. ¿No estás viendo su enfermedad?

Izaoy frunció el cejo.

―Y yo te digo que no es una enfermedad. Es una condición. ¿Le has preguntado que quiere?

―No necesito preguntárselo. Soy su padre y sé que es lo que quiere.

― ¿Y según tú que es lo que quiere?

Inuyasha apretó las manos en forma de puño, dio varias vueltas alrededor de él hasta quedar frente a la ventana que daba a la ciudad. Miró su reflejo y después el de su madre.

―Quiere seguridad. Sentirse tranquila en la comodidad de su casa.

Su madre esbozó una media sonrisa y negó.

―Entonces no conoces a tu propia hija.

Inuyasha dio media vuelta y miró a su madre con el gesto fruncido.

―Conozco mejor a mi hija que muchos otros. Así que, si solo has venido a eso, debo decirte que tu presencia no es requerida. Tal vez mi padre o hermano te necesiten más que yo.

―Ninguno de los dos más que tú. Sesshomaru tiene su propia familia y tu padre, bueno, él se puede ir a comer con el dinero de su pensión.

Esto era una guerra sin cuartel.

―Bien, te puedes quedar. Pero no toques el tema de buscar mujer. Eso no está a discusión y lo sabes.

Antes de salir se despidió tanto de su madre como de su pequeña. Kaede ya se había ido a su casa así que le enviaría un mensaje dándole el día libre. Esa mujer ya había hecho suficiente durante un día y merecía un completo descanso para ella sola.

Las vio por última vez, ambas estaban en la habitación de la pequeña y con una sonrisa salió de ahí.

Pasó por la sala y vio el cuadernillo en donde su hija escondió el dibujo que había estado coloreando antes de que él llegara. Así que se acercó lo abrió y sacó el papel.

En ese trozo de papel estaba coloreado la figura de cuatro personas. Obviamente reconocía dos, Kanna y él. Pero las otras dos eran de una niña y una mujer, ambas con cabellera negra. Tanto las más adultas iban a los costados y las más pequeñas en medio. Las cuatro figuras iban tomadas de la mano y sonreían mientras caminaban por un sendero repleto de flores y persiguiendo un arcoíris en un día soleado.

En cuanto lo vio la frase de su madre se hizo presente en su cabeza.

"Entonces no conoces a su hija".