Este capítulo tiene 16 mil palabras, es un nuevo récord. No sé en qué momento me inspiré tanto, la verdad.
Sé que la historia por ahora está avanzando muy lento, pero es que quiero construir a los personajes lo más desde cero posible. Prometo que pronto se retomaran los eventos canónicos del manga.
Sin nada más qué decir, espero que les guste el capítulo.
ADVERTENCIA: Esta historia contiene violencia, pensamientos depresivos profundos, autolesiones y temas oscuros en general. Si usted es sensible a cualquiera de estos tópicos, leer bajo su propio riesgo o abstenerse de ello.
Capítulo 2: Teoría del Caos.
La única constante en la vida es el cambio. Desde que naces, tu sola existencia cambia todo, afecta en todo. Por eso, el romance en la frase "una sola persona puede hacer la diferencia" muchas veces se aleja de lo cursi y se acerca más a lo científico, como un límite aparentemente indeterminado que termina convergiendo. Una sola persona puede ser el valor que lo cambie todo, sea para bien o para mal.
A una edad temprana, una niña de cabello castaño iba a comprender el concepto del cambio ante una pequeña variación. La pequeña variación fue ella.
La niña de ojos color café brillantes recordaba las sonrisas de sus padres, tan contagiosas que era imposible no heredarlas. Recordaba la tranquilidad en sus rostros, la satisfacción al momento de la comida. Recordaba la felicidad de su padre la primera vez que rompió algo sin querer con su habilidad genética recién despertada.
Dichas sonrisas eran tan susceptibles al cambio, tan variables, tan débiles en el fondo. La pequeña de mejillas regordetas nunca olvidaría el día en el que comprendió lo frágil que era una sonrisa.
Ella no podía dormir, se revolcaba entre las mantas con inquietud, sintiendo como si la luz de la luna le quemara la piel. En su desesperación infantil decidió salir en busca de afecto y confort paternal.
Al acercarse a la sala, donde las luces estaban encendidas, quiso entrar como niña consentida en busca de abrazos, pero una frase la detuvo en seco.
- No sé qué vamos a hacer, cariño. Cada mes se hace más difícil pagarles a los trabajadores y no creo que el banco nos dé otro préstamo. –
La pequeña niña no entendía muy bien lo que su padre explicaba, pero sí logró sentir la tristeza y el cansancio en su voz gruesa. Asomándose por la puerta, notó a sus padres de espaldas, con la dulce señora que era su madre acariciando la espalda ancha de su progenitor.
- Sé que cada vez es más difícil conseguir trabajo, amor. Pero yo confío en ti, nuestra hija también. Volveré a trabajar si hace falta, todo estará bien. –
La voz dulce de la castaña mayor trataba de tranquilizar a su esposo tembloroso. La pequeña castaña solo veía la situación sin saber si debería interferir.
- Lo que más me molesta es que todo se puso horrible después de que nuestra niña naciera… –
La pequeña sí entendió esas palabras, era una niña inteligente después de todo. Sin embargo, tal vez el tono triste y ligeramente molesto en el que su padre se expresó, hizo que en la mente de la niña castaña una idea se formara. Una idea que la perseguiría para siempre.
La pequeña variación que cambió todo en la vida de sus padres fue ella. Y no fue para bien. Si ella era un límite entonces era indeterminado, no tenía valor, hacía divergir la ecuación. La ecuación de la felicidad de sus padres ahora era indeterminada gracias a ella.
La pequeña, lagrimeando, dio un paso atrás, sumergiéndose en la oscuridad de la noche y las penumbras de sus pensamientos inocentes. Si ella escuchó lo siguiente que dijo su querido progenitor, o no lo recuerda o no le importó.
- Me siento tan culpable, yo quería darle la mejor vida posible a mi princesa… –
Tal vez si su pequeño corazón hubiera registrado con la misma fuerza esas últimas palabras, ella no se hubiera dormido ese día entre llantos silenciosos.
Al pasar de los días se hizo evidente para ella, sus padres no pudieron seguir ocultándole su mala situación. Aun así, ellos siempre sonreían para ella.
Poco sabían que ella los veía llorar en las noches.
Taki, Prefectura de Mie. Japón, 2250.
La historia de vida de una persona no siempre es fantástica, no todos tienen una historia trágica digna de libro o una historia inspiradora digna de película motivacional. Por lo general, personas del común tienen historias comunes, sin embargo, ¿acaso lo normal no puede llegar a ser bello? Después de todo, toda fantasía requiere su toque mundano.
La muchacha peli castaña que recién despertaba consideraría que su vida está lejos de ser algo impresionante. Se levantaba de su cama normal, en su cuarto normal de adolescente. Se podían ver algunos posters de la heroína espacial: Thirteen, y un par de figuras en sus estanterías.
La joven castaña se preparó para su nuevo día monótono de escuela. Al salir del baño, ya vestida con su uniforme de escuela media, se miró al espejo con la misma expresión de todos los días. Una duda incesante marcada en su redondo rostro. La chica se miró de pies a cabeza, sus piernas y su cintura eran lo que más captaban su atención. Vio la báscula en el suelo, con indecisión se paró sobre ella y midió su masa corporal; al ver el número, la mirada en su rostro era indescriptible. Para adolescentes comunes, preocupaciones comunes e inseguridades comunes, ¿no?
La chica terminó por suspirar y se terminó de peinar, mientras mantenía casualmente su dedo meñique levantado para que no tocara su cepillo. Una vez terminó, se miró de nuevo en el espejo, y después de unas cuantas respiraciones, dio una sonrisa brillante que contrastaba totalmente con su actitud de hace unos cuantos segundos.
Tomó su bolso y salió de su cuarto. Afuera, en el comedor, se encontraban sus padres ya desayunando.
- ¡Buenos días, tou-chan, kaa-chan! – Saludó con energía renovada y felicidad a sus dos progenitores, quienes la miraron con sonrisas igual de cálidas. La joven no pudo evitar pensar en el dolor detrás de esos labios curvados.
- Buenos días, princesa. ¿Cómo amaneció la niña favorita de papi? – Saludó con toneladas de cariño el hombre de la casa, recibiendo el abrazo de buenos días de su hija, la cual se sonrojó ante las palabras de su padre. Su madre solo observaba la escena riéndose levemente.
- Tou-chan, ya no me digas así. Ya no tengo 5 años… – Se quejó con vergüenza la joven, ganándose una carcajada de parte de sus progenitores.
- ¿De qué hablas? Tú siempre serás mi pequeña Ochako. – Respondió el señor con una sonrisa.
La ahora nombrada Ochako solo podía hacer pucheros mientras tomaba asiento para comer su desayuno. Al terminar, se despidió de sus padres y se dirigió a la escuela.
Ochako vivía en el pequeño pueblo de Taki, en la prefectura de mie, un lugar muy campestre rodeado de mucha naturaleza. La población de Taki no superaba los 30 mil habitantes.
La joven castaña no tardó mucho en llegar a la Escuela Media Rozaryu, donde actualmente cursaba su primer año. Los estudiantes se aglomeraban en la entrada, en los pasillos de la escuela, todos hablando y riendo con miradas despreocupadas.
Ochako tenía una mirada distraída mientras llegaba a su salón de clases, donde al ver a sus amigas sonrió animada y las saludo con energía. Una chica volteó a ver a Ochako, haciendo una cara de hastío al ver a la joven cachetona.
- Oye, Uraraka, ten cuidado con caminar tan fuerte, vas a deformar el salón de clases con tu gravedad. – Soltó de repente la joven con tono burlesco, haciendo mímicas con las manos para formar un círculo mientras miraba a Ochako, quien la miró con confusión cuando los amigos de la chica se comenzaron a reír. Entonces la joven castaña se dio cuenta a lo que la otra se refería.
- Jejeje, sí, debería comer menos. – Fue todo lo que atinó a decir Ochako, riéndose nerviosamente mientras ocultaba su dolor detrás de su actuar despreocupado. Su respuesta solo se ganó más risas y un bufido de la joven que la había insultado.
- Pff, eso es un eufemismo. Es una pena que tu quirk no te permita bajar de peso sin terminar volando hasta la estratosfera, aunque eso no suena como una mala idea para mí. – Siguió soltando veneno la joven, por lo que Ochako simplemente se sentó dándole la espalda, tratando de ignorar las risas. Una de sus amigas le puso una mano en el hombro, confortándola.
- No le hagas caso, es una envidiosa. – Fue todo lo que le dijo. La castaña solo asintió y suspiró, calmándose para volver a su modo energético.
Después de algunas clases en las que Ochako realmente no prestó mucha atención, llegó la hora del receso. Con hambre, decidió ir a la cafetería y, como todos los días, agradeció que en Japón los almuerzos escolares son gratuitos. Literalmente, en su billetera no tenía nada más que unos cuantos yenes que a duras penas le servirían para comprarse un té.
A pesar de que tenía amigas, Ochako realmente no se sentía muy cercana a ellas, por lo que era normal para ella en la hora del almuerzo irse a un lugar apartado para comer.
Tomó su bandeja de comida, y al tocarla con sus cinco dedos, los cuales en sus yemas tenía una especie de almohadilla similar a las de un gato, un destello rosa se pudo notar y de repente no sintió el peso de su bandeja.
El quirk de Ochako Uraraka era especial, lo había llamado Zero Gravity. Podía quitarle el peso a las cosas que tocara con sus cinco dedos, y les devolvía la gravedad al juntar los dedos de sus manos al mismo tiempo. En resumen, tenía cierto nivel de control sobre una de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, lo cual era bastante impresionante. Según su consejero de quirk, su poder era una mutación no muy relacionada con los quirks de sus padres. Su progenitor tenía un quirk de aumento de fuerza muy leve, podía cargar casi el doble de su peso, mientras que su madre tenía un quirk que le permitía relajar a las personas al tocarlas con sus cinco dedos en efecto inmediato.
Ochako se dispuso a comer bajo un árbol, devolviéndole la gravedad a su bandeja. No pudo evitar pensar en sus padres, habían pasado años y la situación no mejoraba, después de todo tener una empresa de construcción en medio de un pueblo pequeño siempre era complicado. Al parecer, poco antes de su nacimiento, el pueblo pasó por unos cuantos años expansionistas, donde muchas empresas habían invertido para construir centros comerciales, edificios residenciales, casas, etc. La empresa de su padre había conseguido un par de contratos, hicieron el trabajo bien, sin embargo, las empresas inversoras empezaron a contratar a otras constructoras de renombre nacional, dejando a sus padres sin contratos a tan solo dos años de su nacimiento.
Ochako nunca había olvidado aquella noche donde escuchó esas palabras. Ella sabía que sus padres la amaban, y tal vez era eso lo que le dolía más. El saber que se sacrificaban tanto para poder darle una vida digna.
Taki, Japón. Hace un par de años.
En la casa Uraraka, era una noche tranquila como de costumbre. El cuadro era el mismo, Nobara Uraraka y Sosuke Uraraka charlaban sobre finanzas, se apoyaban mutuamente y trataban de salir adelante por su hija. Sin embargo, esa noche el hombre fornido y usualmente sereno no pudo con la presión, y antes de que su esposa pudiera usar su quirk en él, comenzó a sollozar.
La pequeña Ochako, de 8 años, estaba mirando a través de la puerta entreabierta. Se había convertido en un ritual para ella, sentía que tenía la responsabilidad de al menos estar al tanto de la situación real de su casa ya que sus padres no le daban todos los detalles. La castaña cachetona tenía que saber, después de todo, a su pensar, todo era su culpa indirecta.
Ella siempre había admirado la fortaleza de sus padres, y en sus 8 años de vida jamás había visto llorar en desdicha a su progenitor. Algo se rompió dentro de la pequeña, y con convicción abrió por primera vez la puerta de la sala de estar.
El sonido alertó a los dos adultos, Sosuke se limpió las lágrimas rápidamente y ambos voltearon a ver a su hija con preocupación.
- Chako, dulzura, ¿qué haces despierta a esta hora? – Preguntó la castaña mayor mirando a su hija. Ochako estaba cabizbaja y no respondió por unos segundos.
Sus padres estaban a punto de preguntar de nuevo, hasta que ella alzó la mirada, mostrando sus ojos aguados y su expresión de dolor.
- Tou-chan, kaa-chan… Déjenme ayudarles, por favor. – Rogó la pequeña con su voz desgarrada. Los dos castaños mayores miraron confundidos a su hija, hasta que ambos entendieron.
- Ochako-chan, ¿estabas escuchando? – Preguntó con calma su padre. La pequeña castaña apretó los ojos con fuerza y miró hacia un lado.
- Sí… Los he estado escuchando desde hace años. Sé que la situación es peor de lo que me dicen. Ya no soy una niña, con mi quirk los puedo ayudar, puedo levantar cosas pesadas... – Empezó a explicar la niña con desesperación y tartamudeos ante la mirada suave de sus padres.
Ambos se miraron levemente antes de sonreír con tristeza. Sosuke se acercó a su pequeña hija temblorosa y sollozante, poniéndose de rodillas y acariciando su cabello esponjoso. Ochako miró a su padre con lágrimas en los ojos.
- Princesa, agradezco que quieras ayudarnos, pero esta no es tu responsabilidad… No quiero que hagas de lado tus sueños por nosotros. – Le dijo a su hija con amabilidad y arrullo.
La pequeña Ochako estaba en conflicto, quería decirles que sí sentía que era su responsabilidad, quería gritar sus sentimientos de aflicción que había mantenido escondidos en su pequeño cuerpo infantil, pero al ver la sonrisa de su padre y la mirada afectiva de su madre, no pudo hacerlo.
Lo único que la castaña menor pudo hacer fue tirarse a los brazos protectores de su padre y llorar a moco tendido. Sosuke solo la arropó entre sus brazos y nunca dejó de acariciar el cabello de su hija; Nobara pronto se unió al abrazo, acariciando la espalda de Ochako para calmarla.
La pequeña manipuladora de la gravedad terminó por dormirse en brazos de sus padres.
Después de esa noche, Ochako no tuvo la fortaleza de volver a confrontar a sus padres, pero sí se impuso el objetivo de encontrar una forma de ayudarlos.
Un día, mientras veían las noticias, transmitían en vivo una catástrofe causada por un villano cuyo quirk hacía vibrar la tierra como un terremoto; derrumbó un edificio residencial.
La familia Uraraka miraba con preocupación los hechos, pero entonces en escena se vio llegar a un héroe en una especie de traje espacial blanco bastante grueso. Se pudo apreciar como succionaba grandes escombros con sus manos, haciéndolos desaparecer para permitir el rescate de varias personas.
Ochako vio algo que jamás iba a olvidar. Una mujer que fue rescatada por ese héroe, a pesar de lo lastimada que estaba, se echó a los brazos del héroe mientras lloraba, pero con una sonrisa brillante. A su alrededor, todos sonreían ante la escena. La pequeña castaña miró a sus padres y ellos también sonreían.
Ochako comenzó a sonreír también.
El nombre de aquel héroe, o más bien heroína, era Thirteen, la heroína espacial.
Como todo niño normal, Ochako fue inspirada por las acciones de alguien excepcional. Ochako supo entonces cómo quería ayudar a que sus padres fuesen felices. La pequeña miró sus dedos, específicamente las almohadillas gatunas que le permitían manipular la gravedad. Con inocencia infantil se imaginó siendo una heroína moviendo rocas y escombros de personas en peligro, todo para hacerlos felices. Miró de nuevo a sus padres y se los imaginó sonriendo ante sus posibles actos heroicos.
- Los haré felices. – Pensó con determinación la pequeña Ochako.
Taki, Japón. Actualidad.
En medio de su reflexión, Ochako no se dio cuenta de que unas sombras empezaron a cubrirla. Para cuando se dio cuenta, era demasiado tarde y de un momento a otro su bandeja de comida terminó en el piso, con toda la comida desparramada en el pasto. La joven castaña se quedó pasmada por unos segundos, antes de notar que frente a ella había un grupo de estudiantes, en el cual estaba la misma compañera de clases que la había insultado.
- Así que esta es la candidata a héroe de primer año, ¿eh? Tenías razón, no veo cómo alguien con tanta grasa pueda ser un héroe. – Se burló un estudiante, Ochako lo reconoció como uno de tercer año. A su lado, su compañera acosadora se reía del comentario del chico junto a sus demás amigos.
- Eh… Disculpe, yo estaba comiendo eso. – Fue todo lo que pudo decir la castaña con voz mansa, mirando con tristeza su almuerzo derramado. Sus palabras provocaron un bufido en el estudiante de tercer año y la otra chica.
- Por supuesto que todo lo que te preocupa es poder tragar, como si necesitaras comer tanto. ¿O acaso tu quirk es como el de Fatgum? Pensé que su quirk era algo relacionado con la gravedad. – Mencionó burlesco el estudiante, mirando con duda a su amiga, quien solo se burló.
- La chica gravedad pone a flotar todo lo que toca. Lo que coma como una vaca ya es por ella misma. – Explicó en tono jocoso la estudiante. Ochako solo se mantenía en silencio mientras los jóvenes hacían comentarios hirientes, jaloneando un mechón de su cabello. La castaña apretó los dientes, y rápidamente comenzó a tomar sus cosas para irse. Cuando se estaba poniendo de pie, el chico de tercer año la agarró del brazo.
- Espera, espera, es de mala educación dejar hablando a alguien solo. – Le dijo riéndose. Ochako solo lo miró de reojo.
- Suéltame, por favor, no quiero problemas. – Dijo en voz baja pero un poco más firme. El chico mayor arqueó una ceja y se burló.
- Vaya, pensé que querías ser un héroe. ¿Los héroes huyen de los problemas? Qué patético. En toda la historia de este pueblo nunca ha salido un héroe de aquí, al menos no uno que valga la pena recordar. ¿Ahora una mocosa cualquiera que no puede ni cargar con su propia grasa cree que puede ser un héroe? ¿Ir a la Academia U.A.? No me jodas. – Exclamó con hartazgo el joven, derramando sus pensamientos con frustración honesta en su voz, pero sin dejar de lado los toques burlescos.
Ochako sintió que se le acababa la paciencia y se quitó al muchacho de encima de un jalón. La muchacha castaña ahora sí estaba enojada mientras miraba al estudiante y sus amigos.
- No sé cuál es su problema conmigo, pero voy a ser una heroína, no importa lo que me cueste. No necesito que ustedes me digan lo que puedo o no puedo hacer. – Les gruñó la castaña en voz baja, mientras se acomodaba sus cosas y comenzaba a caminar.
- Además, no vuelvas a tocarme. – Le dijo específicamente al chico de tercer año. Ochako comenzó a caminar temblorosa.
- Pf, además de gorda, apretada. Con esa actitud de mierda ni serás un héroe ni mucho menos conseguirás a alguien que te aguante. – Soltó finalmente el chico, después de recuperarse del shock. Ochako lo escuchó claramente, deteniéndose por un momento, apretó los puños y siguió caminando, tratando de ignorar las risas.
- ¿Vieron su trasero? Es tan gordo que la falda apenas y lo tapa. –
- Qué desagradable. ¿Y qué con esas cosas raras en sus dedos? Debe sentirse horrible que te toque. –
- Ni a mi peor enemigo se lo deseo. –
Ochako aceleró el paso tratando de alejarse de las voces. Su ira previa había desaparecido, dejándola con impotencia y con los ojos llorosos. La pobre chica sostenía su cabello tratando de aminorar el dolor.
Este tipo de situaciones eran más comunes de lo que ella quisiera admitir, resulta que proclamar en tu primer año que quieres ser un héroe era visto como un insulto entre el alumnado. Ella quisiera decir que ya se había acostumbrado después de tantos meses, pero la realidad era que cada vez sentía que soportaba menos. Ella solo aguantaba porque no quería que sus padres se preocuparan.
Para Ochako, tampoco era como que fuese acosada de horribles maneras, realmente nunca la violentaban físicamente, eran más que todo comentarios, y solo era de un grupo selecto de resentidos. La castaña no era ni popular ni impopular, era vista como una adolescente normal.
Al principio, Ochako simplemente ignoraba los comentarios que la criticaban por querer ser una heroína en un pueblo donde ni siquiera había Academia de héroes y donde no había salido un héroe profesional en más de 50 años. Con el pasar de los meses, al ver que los comentarios no la herían mucho, los jóvenes comenzaron a ponerse más personales.
La castaña era una joven en crecimiento, teniendo actualmente 12 años. De pequeña siempre fue un poco gordita, sobre todo su rostro el cual era redondo con mejillas grandes, y el hecho de ser bastante baja de estatura no ayudaba. Desde que entró en la pubertad no había crecido mucho, midiendo actualmente 145 cm. Como toda adolescente, su cuerpo comenzó a madurar, especialmente en la zona del pecho, lo cual llevó a muchas burlas de parte de sus compañeras y a miradas incomodas de parte de algunos compañeros.
Debido a todo lo anterior, los comentarios en referencia a su peso eran cosa de todos los días. Ella comenzó a obsesionarse un poco con esto, pesándose prácticamente todos los días, viendo cómo su peso oscilaba entre 35 y 38 kilogramos, lo cual era de hecho saludable para su edad y altura. Sin embargo, esto no parecía importarle a la gente, y a ella tampoco la consolaba ese hecho.
Ochako caminó cabizbaja a clases, tratando de ocultar su cuerpo con sus libros. Para su suerte, el resto del día académico pasó sin pena ni gloria. Lo único malo es que había quedado con hambre.
Al salir de la escuela, decidió caminar por el pueblo, paseándose por los parques y casualmente buscando algo qué comer. Eventualmente se topó con una tienda de repostería, llamando su atención los Mochis que tenían a la venta. En dicha tienda, sonaba una canción muy particular.
- Take me to the magic of the moment on a glory night. –
El estómago de Ochako rugió al ver los mochis, inclusive tenían de fresa, sus favoritos; la castaña amaba esos pastelitos, sus padres siempre le compraban cada vez que salían y ella también los conseguía cada vez que podía.
La castaña alcanzó su billetera y miró tristemente que de hecho podía comprarse un mochi, pero se quedaría con muy poco. Ochako fácilmente estuvo dándole vueltas al asunto por más de 10 minutos, ganándose miradas extrañas de parte del vendedor.
Poco después, Ochako se alejaba de la tienda mientras comía un mochi de fresa, no sin tener una expresión de culpa en su rostro. Dicha culpa era amainada por el delicioso sabor del pastelito.
Encontró un lindo lugar en medio de un jardín de rosas, allí había una banca solitaria donde decidió pasar el tiempo mientras terminaba de comer su pastelito.
Mientras comía, apreciaba las flores moviéndose con el viento, hasta fijarse en una bonita mariposa monarca que se posó en el dorso de su mano. Los ojos color café de la chica observaron con curiosidad casi infantil al insecto volador, notando los hermosos patrones casi dorados de sus alas. Ochako se sintió fascinada y atraída hacía la manera en que esas líneas geométricas parecían bailar al compás del leve movimiento de las alas de aquella criatura.
- Qué bonita eres, ojalá yo pudiese ser tan linda como tú… – Susurró la niña castaña, con sus ojos color otoño brillando mientras observaba a la criatura alada danzar por su mano.
Finalmente, aquella mariposa comenzó a volar, revoloteando alrededor de Ochako mientras ella la seguía con la mirada. Cada aleteo de la mariposa parecía dejar un rastro de luz, como si la estuviera guiando a algún destino.
- Me pregunto… Si pudiera volar como tú, ¿cambiaría las cosas? – Susurró una pregunta dirigida a aquel insecto, como si de verdad tuviera la esperanza de obtener una respuesta.
Ochako observó a la monarca alejarse entre aleteos.
Musutafu, Prefectura de Shizuoka.
- Seguro que sabes hacer una buena entrada, ¿no? ¡Jajaja! –
Simón García estaba actualmente en la oficina del director Nezu, observándolo regodearse mientras que en la pantalla de su computador se mostraban las noticias del incidente que había ocurrido ese día.
- "Héroe extranjero desconocido salva la vida de dos estudiantes"; "Bello mulato occidental hace su debut en la escena del heroísmo". ¡JAJAJA! ¡Parece que ya tiene fans, coronel! – Se jactaba el animal con quirk leyendo los titulares de las noticias. El colombiano solo podía gruñir en hartazgo.
- Odio mi hijueputa vida. – Declaró el mulato en español sin ánimos de nada, mirando por la ventana. Era la noche del mismo día donde le había salvado la vida a esos dos muchachos. Se quedó pensando en aquel joven de cabello verde.
- Se nota en conflicto, coronel. ¿Hay algo que no me ha contado aún? – Preguntó Nezu, calmando su tono jocoso. Simón miró al animal y suspiró.
- Estoy pensando en uno de los mocosos que salvé, el verde. Obviamente no podía controlar su poder, sin hablar de lo jodido que estaba su estado mental. – Trató de explicar el mulato, cambiando a inglés a media oración. Nezu comprendió y comenzó a teclear.
- ¿Su estado mental, dices? – Preguntó distraídamente Nezu. Simón agarró una botella de whisky que Nezu había sacado para él y se sirvió un vaso, tomándoselo de inmediato.
- Típico caso de autoestima rota, depresión profunda y esas cosas. El otro mocoso rubio parece ser su acosador, cuando seguí al verde encontré al niño explosivo literalmente dándole una paliza mientras le gritaba que no necesitaba su ayuda. – Explicó cansado el veterano del ejército, tomando otro trago de whiskey. Nezu dejó de teclear.
- Izuku Midoriya, 13 años, quirk: Teletransportation. Katsuki Bakugo, 13 años, quirk: Explosion. Ambos acuden a la misma escuela. ¿Dices que el joven Bakugo acosa al joven Midoriya? – Preguntó Nezu después de compartir la información que había encontrado.
- Más bien parece odiarlo. El chico Midoriya también tenía muchas vendas a lo largo de sus brazos, cicatrices antiguas. No descartaría abuso intrafamiliar, tal vez hasta él mismo se haga daño. – Terminó de explicar el hombre. Nezu miró a Simón con una mirada indescriptible.
- Entiendo que me compartas esta información, sin embargo, no entiendo el motivo, sabes que no puedes tomar casos con tu licencia provisional si es que quieres investigar la vida del chico. – Inquirió Nezu, mirando al colombiano. Simón lo miró con cierta indecisión y tomó otro trago antes de continuar.
- Le di mi número al niño, le dije que lo iba a ayudar con su quirk. – Dijo finalmente el mulato. Hubo silencio en la habitación, Nezu miraba directamente al hombre, como si estuviera evaluando la situación.
- Interesante. – Fue todo lo que atinó a decir el director. Nezu observó directamente a Simón, cuestionándolo con la mirada.
- El niño necesita ayuda con su quirk, se nota que no recibió asesoramiento. Los quirk de teletransporte suelen ser muy intuitivos para su usuario, sin embargo, el del niño le cuesta tanto que hasta lo lastima. – Explicó Simón.
- Ya veo, entiendo tu racionamiento. Sin embargo, debo preguntar. ¿Por qué? – Dijo Nezu, con duda. Simón se puso a jugar un poco con su vaso de whiskey, observando levemente su distorsionado reflejo.
- Creo que sería un buen entrenamiento para mí. Estaré enseñando aquí dentro de dos años, si puedo enseñarle a ese niño a ser al menos un peleador decente, entonces estaré listo para un salón de 20 mocosos. – Terminó de explicar Simón. Nezu le dedicó una mirada indescriptible, hasta que soltó una carcajada.
- ¡Jajaja! Sí, sí, seguro que será una gran preparación para ti. Está bien, coronel, le permitiré entrenar al joven Midoriya. – Exclamó Nezu con emoción.
El coronel asintió, levantándose para poder volver a su apartamento, después de todo era bastante tarde.
- Oh, por cierto, ¿qué hará con el chico explosivo? Con su ego y habilidades seguro intentará aplicar a la U.A., dejar que alguien con esos problemas de actitud sea un héroe sería molesto, ¿no cree? – Le preguntó el coronel al director de la academia. Nezu estaba tecleando en su computador.
- No te preocupes, ya he dejado anotaciones en su ficha. Por el momento, no podemos negarle su aplicación a la U.A., pero tendré a un cazatalentos echándole un ojo estos dos años. – Le explicó el animal con quirk, ganándose un asentimiento de parte del colombiano.
Al llegar a su recinto de apartamentos, se encontró con el rostro familiar de Eraserhead en el lobby, vestido con ropa casual y con su cabello atado en una cola de caballo. A su lado, dos personas más lo acompañaban; una mujer alta de cabello purpura y una figura bastante voluptuosa; el otro era un hombre rubio más alto aun que tenía un copete muy extravagante.
- Buenas noches. – Saludó de manera general, como se acostumbra a hacer en Colombia, y dándole un asentimiento leve a Shota, quien se lo devolvió. La mujer y el hombre a su lado siguieron al mulato con la mirada, hasta que se perdió en el ascensor.
- ¡Oye, Eraser! ¡¿Es ese acaso el nuevo maestro en entrenamiento del que hablabas?! – Preguntó de manera efusiva el hombre rubio, el cual respondía al nombre de Hizashi Yamada, mejor conocido como Present Mic. Shota solo asintió ante la pregunta de su amigo mientras revisaba algunos documentos académicos.
- Vaya, no nos habías dicho que era occidental, y además moreno. Tiene esa vibra sexy que me encanta. ¿Sabes de dónde es? – Preguntó la mujer de cabello purpura y ojos azules con un tono seductor, ella respondía al nombre de Nemuri Kayama, mejor conocida como Midnight.
- Creo que es de Colombia, un coronel o algo así. – Mencionó Shota distraídamente.
Nemuri se llevó una de sus manos a la boca mientras se relamía.
- Un latino, ¿eh? Llevo tiempo sin probar uno de esos. – Declaró la mujer ojiazul, ganándose una mirada cansada de sus dos compañeros masculinos.
- Por favor, Nemuri, no espantes al nuevo profesor oyente. – Suplicó el rubio, conociendo las mañas de su amiga, la cual realmente no le estaba haciendo caso.
Simón llegó a su apartamento, bastante agotado emocionalmente. Se sentó en el sillón, quitándose la camisa negra quemada y encendió la televisión. Paso de canal en canal, hasta que se detuvo en una película bélica, trataba sobre la guerra de vietnam del siglo 20.
Sin quererlo, se quedó mirando aquella película, mientras diversos flashbacks aparecían en su mente, tatuándose en sus ojos momentos que le encantaría olvidar. Las voces, los gritos, la sangre, las extremidades volando; el ruido de las bombas, fuego quemando todo a su paso.
El fuego quemándolo a él, estacas clavándose en su piel, el barro abriéndose camino por todos sus orificios. La cantidad de muertos en sus manos, la cantidad de camaradas que no pudo salvar.
Simón se encontró de repente agarrando su cabeza, la respiración le faltaba y sus pulmones parecían fallar. Se levantó rápidamente del sillón, tambaleándose hasta su cuarto y luego buscando algo en su maleta, allí se encontró con unas jeringuillas ocultas y algunos tubos que contenían una especie de líquido, además de unos cuantos recipientes con pastillas.
De manera ansiosa, comenzó a tragarse varias tabletas, sus manos temblorosas tomaron la jeringa y extrajo el líquido; posteriormente y sin muchos miramientos, se lo inyectó en su brazo. Repitió el proceso al menos cinco veces antes de que sintiera cómo su cuerpo se adormilaba.
Simón se acostó en su cama, sudoroso y con las pupilas completamente dilatadas mientras sentía sus parpados un poco más pesados. Aquella sustancia, usada en tales cantidades, hubiera matado a al menos 15 hombres adultos, pero en simón únicamente lo ponía somnoliento, ni siquiera lo noqueaba.
Para simón, era solo una manera de bloquear los recuerdos para poder conciliar el sueño. Y así lo hizo, dentro de media hora las drogas ya no estarían en su cuerpo y él podría descansar.
Lo último que vio antes de que por fin pudo sentirse ir al reino de los sueños, fue la mirada de esperanza en aquel niño cuando le dijo que lo iba a entrenar.
- Izuku Midoriya, ¿eh…? – Susurró antes de por fin caer dormido.
Musutafu, Japón. Hogar Midoriya.
Cuando Izuku volvió a casa, fue recibido por su madre en llantos. Inko Midoriya había ganado mucho peso con el paso de los años, debido al constante estrés de tener que criar a su hijo en soledad con todos los problemas que Izuku tenía en su vida. El padre de Izuku, Hisashi Midoriya, se había mudado a Estados Unidos poco después de que el joven de cabello verde cumpliera 4 años, debido a que le habían ofrecido un puesto prestigioso en su empresa. Izuku recibía a lo mucho una llamada al año del hombre.
El chico de ojos esmeraldas siempre recordaría el día en que Hisashi partió de casa, fue en pleno amanecer cuando el niño se supone que debería estar dormido. El Midoriya mayor se detuvo en la puerta a verlo, el pequeño niño no pudo ver sus ojos ocultos por sus gafas de trabajo, pero sí reconoció una mirada de desprecio en aquel rostro que alguna vez lo había mirado con cariño.
Izuku entendió entonces que hasta su padre lo despreciaba por su debilidad.
Después de convencer a su madre de que todo estaba bien, se fue a encerrar a su cuarto. Su habitación estaba llena de mercancía de All Might, desde figuras de acción, posters y toda clase de productos de edición limitada del hombre poderoso.
Izuku se encontró observando el poster más grande de All Might que tenía, mostraba su divinidad, su poder, un Dios entre los hombres. Ahora, Izuku veía aquel rostro demacrado que escupía sangre.
- No creo que puedas ser un héroe apropiado… –
Aquellas palabras habían cambiado la vida de Izuku, habían destrozado la poca fe que tenía en cumplir sus sueños. Izuku quería estar enojado con el hombre rubio, quería de verdad repudiarlo y renegar de su imagen hasta el final de los días.
Izuku apretó los dientes mientras cerraba los ojos evitando con todas sus fuerzas que sus lágrimas se filtraran. El joven peliverde no podía odiar al hombre que le había inspirado a ser un héroe. Puede que ahora lo resintiera por haberlo dejado roto en la cima de un tejado, donde por primera vez consideró la idea de acabar de su vida. Su idea de All Might había cambiado como persona, pero como héroe seguía siendo el pináculo de la palabra.
Ahora era trabajo del chico de ojos esmeraldas demostrarle que estaba equivocado, que él sí podía ser un héroe.
- No lo sé, ¿puedes? –
Las palabras de aquel héroe extranjero seguían revoloteando como avispas en su mente. En ese momento no había sabido cómo responder directamente la pregunta.
- Yo… ¡Yo quiero ser un héroe, señor! –
Fue todo lo que le pudo responder después de un minuto de llanto constante. No supo si esa respuesta había sido suficiente para el hombre, lo siguiente que supo fue que le tiró un papel y le dijo que en dos días le escribiera cuando sus heridas hubieran sanado lo suficiente.
Izuku ahora se encontraba mirando el número en el papel, con la palabra "García" escrita en alfabeto romano. Izuku sacó su celular de repuesto e ingresó el nuevo contacto.
El héroe extranjero no lo había descartado, le había dicho que había actuado como un héroe y le había ofrecido entrenamiento. Lo que Izuku siempre quiso fue que alguien al menos intentara creer en él, así sea un poco.
Ahora, Izuku tenía miedo de decepcionar al hombre, considerando lo patético que se sentía. El chico de cabello verde se abofeteó las mejillas, tratando de alejar esos pensamientos mientras se bañaba y se preparaba para dormir.
Había limpiado todas sus heridas, quemaduras y rasguños, aplicando ungüento en todo lugar que pudo y envolviendo con vendas lo necesario. Todo su cuerpo se sentía entumecido, nunca antes había hecho tanto esfuerzo físico.
Se puso sus audífonos, y puso una canción aleatoria en su lista de reproducción. El joven de las pecas cayó rendido en su cama, dejándose llevar por los brazos de Morfeo.
- Where the children of tomorrow dream away in the wind of change. –
Los siguientes dos días pasaron con relativa calma para el joven peliverde, no tenía que asistir a la escuela debido a la situación por la que había pasado. Su madre lo hizo ir a ver al doctor, donde ya lo conocían por sus múltiples visitas a lo largo de los años. No tenía nada raro más allá de las obvias lesiones, pero que se irían completamente en un par de semanas.
Era sábado e Izuku pronto se vio con el nerviosismo de tener que enviarle el mensaje al héroe extranjero "García". Después de darle muchas vueltas a la cabeza, decidió enviarle un mensaje en inglés, dado que sintió que sería más cómodo para él.
- "Buenos días, señor García. Soy Izuku Midoriya, el chico que salvó hace un par de día. Ya han pasado dos días y me encuentro mejor y disponible para cuando usted me requiera". – Ese fue el mensaje que Izuku le envió al extranjero.
Al cabo de unos diez minutos, el alma del peliverde volvió a su cuerpo cuando recibió el mensaje de respuesta.
- "Reúnete conmigo a las 15:00 en esta dirección". – Ponía en el mensaje, y abajo le envió una ubicación.
Izuku tenía unas cuantas horas para alistarse. Se puso ropa deportiva, la cual consistía en un chándal verde de pies a cabeza, junto con sus usuales zapatos rojos deportivos. Tenía vendas envueltas alrededor de sus manos y antebrazos, para evitar demasiados roces con sus heridas.
Izuku salió de casa, despidiéndose de su madre quien casi se negaba a dejarlo salir. El joven peliverde tuvo que tomar el metro para poder llegar a la dirección que le había mandado el hombre, era a las afueras de la ciudad en un bosque poco concurrido.
El chico de las pecas pronto estuvo frente a la entrada de aquel bosque, mirando hacia todos lados tratando de encontrar al hombre extranjero. Estuvo a punto de enviarle un mensaje cuando sintió una presencia gigante pasándole al lado.
- Sígueme. –
La voz atronadora del extranjero salió de la nada como él. Izuku observó al hombre, un poco asustado, antes de comenzar a seguirlo. El castaño vestía pantalones azules formales, zapatos de tacón negros, un chaleco negro sin mangas, corbata negra y una camisa formal blanca debajo; su cabello ondulado seguía teniendo esa apariencia grasosa mientras se meneaba con el viento.
Al cabo de unos minutos, el occidental se detuvo en medio de un claro dentro del bosque y finalmente se volteó a mirar detenidamente al joven peliverde.
Simón había empezado por fin las clases en Musutafu University, por lo que estaba cansado de la interacción social que lo habían obligado a tener ese día. Sin embargo, iba a honrar la promesa que le hizo al niño peliverde que ahora estaba ante él, temblando como una hoja mientras esperaba indicaciones.
- Bien, antes de continuar, hay que marcar algunas pautas. Primero, mi nombre es Simón García, como ya lo notaras no soy japones y su puto idioma se me da horrible. Estoy aprendiendo el idioma, así que por ahora mantén tus palabras simples para mí, ¿entendido? – Le exigió el hombre en tono autoritario, el joven Midoriya asintió.
- S-Si gusta puede ha-hablar en inglés… Yo-yo no lo hablo muy bien pero sí lo comprendo bastante. – Ofreció el niño tartamudeando, ganándose un gruñido de asentimiento de parte del hombre.
- Bien. Quiero saber si de verdad estás dispuesto a esto, niño. – Le dijo con dureza, a lo cual el chico de ojos esmeraldas lo miró confundido.
- Sí, yo quiero ser más fuerte, señor, para poder ser un héroe. – Le confirmó con cierta seguridad el chico, ganándose una mirada imperturbable del mulato.
- ¿Así que ya crees que puedes ser un héroe? Porque yo no estoy seguro de que creas que puedes, niño. Te ofrecí asesoramiento porque veo potencial en ti, pero no estoy aquí para ser tu mentor. – Comenzó a explicar en tono fuerte mientras se acercaba de manera intimidante al chico tembloroso.
- Seré tu instructor. Eso quiere decir que no seré tu papi, no te confortaré si lloras, no me importa una mierda si tienes problemas, si mami no te hizo tu desayuno favorito. Nada de eso me puedo importar menos, ¿comprendes? – En algún punto, Simón comenzó a hablar en inglés mientras le dejaba en claro a Midoriya cual iba a ser su papel.
Izuku, algo tembloroso, solo pudo cerrar los ojos con fuerza y asentir.
- ¡S-Sí! – Exclamó en inglés, tratando de no desmoronarse.
- ¡Se dice "¡Sí, señor"! A partir de hoy solo te referirás a mí como "señor" o "mi coronel", ¿quedó claro? – Exigió con una mirada de muerte, la cual fue captada por el pobre chico.
- ¡Sí, señor! – Exclamó el pobre chico que tiritaba como una hoja en el viento.
- Bien. Te aseguro una cosa, niño, si decides renunciar ahora o más tarde, me odiarás, pero seguirás siendo débil; en cambio, si vas hasta el final, me odiarás más, pero serás un maldito soldado. Esta es tu última oportunidad, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? – Declaró el hombre, dándole el ultimátum a Izuku.
El joven de cabello verde pensó en todas las personas que lo habían descartado sin siquiera darle una oportunidad, desde todos sus amigos, maestros, sus propios padres y su mayor ídolo.
- Mejor matate de una vez, nadie te extrañará. –
- ¡Lo siento tanto, Izuku! –
- No creo que puedas ser un héroe apropiado. –
Izuku sintió cómo sus ojos esmeraldas empezaban a picar otra vez, avisándole de las lágrimas que se venían, pero con todos sus esfuerzos logró retenerlas, parándose derecho y gritando con frustración.
- ¡Sí, mi coronel! – Gritó con toda la seguridad que pocas veces mostraba, mientras que su rostro todavía era un desastre al tratar de contener sus lágrimas.
- Yo… Voy a ser un héroe, juro que lo seré. – Pensaba Izuku, convenciéndose a sí mismo de que podía.
Simón lo miró fijamente, analizando al joven. Después de unos segundos, se convenció y comenzó a analizar el cuerpo del muchacho, caminando a lo alrededor de él.
Izuku era delgado, muy delgado, la cantidad de musculo en su cuerpo era la necesaria para poder soportar su peso y llevar la bolsa de la compra. El muchacho media 150 cm, eso no le preocupaba ya que seguía en crecimiento, aunque sí era algo bajo para su edad; a ojo podía decir que pesaba entre 35 y 40 kilogramos. Lo que más le preocupaba a Simón era el ligero temblor que notaba en el brazo izquierdo del chico, primero pensó que era porque estaba nervioso pero dicho temblor no estaba en su brazo derecho.
- Bien, quiero que me expliques tu quirk, dime todo lo que sepas. – Pidió el hombre. Izuku se quedó congelado unos segundos antes de sacar un libro de su mochila. Simón leyó el título: "Análisis de héroe para el futuro. Edición No. 9".
- Yo realmente no sé mucho sobre mi quirk… No he tenido la oportunidad de usarlo mucho. Sé que puedo teletransportarme de un punto a otro solo si sé dónde estoy, pero no lo puedo usar mucho a voluntad; como vio el otro día, solo lo pude usar en situaciones extremas y de pánico. Además, muchas veces, por algún motivo, cuando me teletransporto me genera heridas. – Explicó con increíble fluidez, aunque en voz baja, como si estuviera murmurando. Simón no tuvo problemas en entenderle dado sus sentidos aumentados. El mulato notó cómo el chico se sostuvo el brazo izquierdo cuando habló sobre las consecuencias de usar su quirk.
- Esa es una descripción un poco vaga, considerando que ese cuaderno está casi lleno. Permíteme. – Simón extendió la mano, pidiéndole el cuaderno. Izuku lo miró dubitativo, pero la mirada dura del extranjero lo convenció de dárselo.
Simón repasó las páginas, eran decenas de datos y notas acerca de diversos héroes profesionales. Pudo reconocer a unos cuantos, como a Hawks. Las notas parecían bastante detalladas, aunque no podía entenderlo todo debido a su poco dominio del idioma, pero los gráficos y diagramas sí los pudo entender a la perfección.
Simón estaba bastante sorprendido, no esperaba esta faceta de su nuevo alumno. Se dio cuenta de que al llegar a la sección que hablaba sobre su quirk, era de lejos la menos detallada, ni siquiera tenía diagramas o algo que se asemeje, solo unas cuantas descripciones y experiencias de las veces que lo había usado. Simón cerró el libro suspirando y se lo devolvió al muchacho.
- Estoy impresionado, niño. No pude entenderlo todo, pero seguro que tienes cerebro, eso es una preocupación menos. En referencia a los inconvenientes de tu quirk, debemos encontrar la razón de por qué sucede, hay que redefinir tu quirk. – Comenzó a establecer pautas el hombre mulato, mientras que Izuku escuchaba atentamente y tomaba notas de lo que el hombre decía.
Internamente, el joven de ojos esmeraldas se sentía complacido de que alguien admirara sus notas en vez de pensar que era un hábito de acosador.
- Pero primero, me encargaré de ese horrible estado físico tuyo. Sé que solo eres un mocoso, pero al menos deberías tener algo de musculo. – Empezó a instruir el hombre, dándole una dura mirada al chico, quien se encogió bajo la sombra del hombre.
- Te mandaré luego una dieta que deberás seguir al pie de la letra, ya que pareces un vagabundo. Ahora, por los próximos tres meses nos enfocaremos en puro entrenamiento físico. Haré que tengas músculos hasta en el culo, mocoso. ¿Entendido? – Exclamó el mulato.
- ¡Sí, señor! – Respondió firme Izuku.
- Está bien, gusano. ¡Ahora quiero que le des diez malditas vueltas a todo el puto bosque! – Ordenó el hombre con voz militar, asustando al chico peliverde, quien casi se puso pálido.
- Pe-pero son como 15 kilómetros de circunferencia. – Dijo el niño en total pánico, ganándose una mirada de muerte del hombre.
- ¿Qué dijiste, maldito insecto? – Preguntó amenazante el castaño. Izuku ahogó un grito y se dispuso a correr.
- ¡Nada, señor! ¡Estoy corriendo, señor! – Gritó en total pánico el joven de cabello verde, mientras que el colombiano lo seguía a la par, gritándole insultos que ni sabía que existían.
- ¡¿A eso llamas correr?! ¡Pareces un puto oso perezoso al que le acaban de dar por culo! –
- ¡Señor, sí, señor! –
- ¡¿Qué pasa con esas piernas de gelatina?! ¡¿Ahora eres un avestruz de mierda tratando de impresionar a unas putas aves?! –
- ¡No, mi coronel! –
Para cuando Izuku pudo terminar 10 miseras vueltas, ya la noche había caído, dejando el bosque casi a oscuras de no ser por la luz de la luna.
El joven de cabello verde estaba destruido, las piernas le dolían como nunca, el aire le faltaba y todo su cuerpo estaba totalmente sudado. Al llegar al claro, se dejó caer en el piso, intentando no morir de asfixia. Simón estaba justo detrás de él, no tenía ni una gota de sudor, su traje estaba tan pulcro como si apenas se hubiera vestido.
- ¿Acaso te dije que podías descansar? Dame 20 flexiones, 50 sentadillas y 30 abdominales. Para ayer, mocoso. – Exigió el mulato, haciendo que Izuku gimiera en queja, pero él sabía que no debía contradecir a su nuevo sensei.
Por la siguiente media hora, el escenario que Simón observó fue bastante patético. Izuku apenas y había podido terminar algunas flexiones, cayéndose de cara más de una vez. El castaño seguía notando el incesante temblor en el brazo izquierdo del chico, el cual se mantuvo hasta cuando comenzó a hacer sentadillas.
Al cabo de una hora, Izuku no pudo terminar todos los ejercicios, y estaba en el piso totalmente derrotado. El pobre joven había entrenado sin parar durante 5-6 horas, y aunque para Simón eso era poco, para Izuku era más de lo que había hecho en todo el año.
- Bien, lo dejaremos por hoy. Ve a descansar. Nos reuniremos todos los días después de clases aquí mismo, excepto el viernes, luego sábados y domingos entrenaremos desde que salga el sol hasta que se oculte. ¿Entendido? – Le dio indicaciones al joven japones.
- Sí… Señor… – Pudo murmurar el joven peliverde, tratando de ponerse de pie.
Cuando Simón lo vio al fin sobre sus dos piernas, asintió.
- Nos vemos mañana. Sé puntual. – Con esa misma simpleza, se dio media vuelta y se perdió en el bosque.
Izuku se quedó recuperando un poco más el aliento, antes de comenzar a caminar. No supo cómo, pero terminó por llegar al metro, donde de alguna forma consiguió tener energías para hacer algunas anotaciones sobre su nuevo sensei.
- A primera vista, su quirk puede parecer algún tipo de mejora de fuerza, resistencia y velocidad, debido a que corrió a mi lado durante 3 horas y ni siquiera lo vi sudar un poco. Por otro lado, eso realmente no prueba que tenga un quirk ya que no ha demostrado alguna hazaña a grande escala, sus niveles de fuerza y resistencia pueden deberse a su entrenamiento, obviamente estuvo en el ejército y lo más probable es que tuviera el rango de coronel. ¿De qué país será? Su tono de piel es moreno, no tanto como Mirko, pero sí lo suficiente para considerarse mulato, aunque hoy en día fijarse en el color de piel es indeciso para determinar de donde viene alguien ya que debido a los quirks hay literalmente gente de todos los colores. Obviamente es occidental, pero eso no disminuye para nada las posibilidades. Él habla muy bien el inglés, y creo que noté acento americano, aunque no estoy muy seguro, por lo que podría ser de Estados Unidos o Canadá… –
Para la fortuna de Izuku, no había nadie cerca de Él en el metro para escuchar su torrente de murmullos.
Izuku llegó a casa, donde fue recibido por una Inko muy preocupada ya que era bastante tarde. El joven peliverde se disculpó por haber llegado a deshora y procedió a la mesa donde madre e hijo comenzaron a comer.
- Okaasan, yo… Comencé a entrenar hoy. – Comenzó a decir el niño de ojos esmeralda. La Midoriya mayor dejó de comer y miró a su hijo con sus ojos de madre angustiada.
- Oh, así que por eso te ves tan cansado. ¿Seguro que estás bien, Izuku-chan? Aun te estás recuperando de tus heridas. – Preguntó preocupada la señora. El joven miró hacia un lado, jugando con la comida.
- No te preocupes, me encuentro mejor… Solo quería comentártelo, ya que estaré entrenando mucho a partir de ahora y bueno… Requiero una dieta balanceada, y pues… Quisiera saber si me podrías ayudar con eso, okaasan. – Le explicó con mucha duda obvia en su voz, sin dignarse a mirar a su madre por miedo al rechazo.
De esto se dio cuenta Inko, sintiendo cómo su corazón se apretada al ver cómo su hijo huía a sus ojos.
- ¡Lo siento tanto, Izuku! –
Inko jamás se perdonó el no haber apoyado cómo debía a su hijo, ella dejó que la situación la superara. En su mente, había fracasado como madre hasta ahora. Así que, aguantándose sus lágrimas, asintió con una sonrisa.
- Por supuesto que sí, Izu-chan, tú dime lo que necesitas y haré lo que pueda. – Dijo de la manera más cariñosa posible.
Izuku levantó la mirada, levemente sorprendido, viendo la sonrisa de su madre. El joven peliverde comenzó a sonreír también.
- Muchas gracias, okaasan. –
- Walking down the Street, distant memories are buried in the past, forever. –
En algún lugar de Musutafu, prefectura de Shizuoka.
Después de mucho buscar, Simón al fin encontró lo que había estado buscando. En medio de la noche, logró dar con un bar mexicano, lo más cercano que iba a estar a sus tierras en el país del sol naciente.
Nada más entrar sintió una vibra familiar, la música impactó sus oídos con dulzura y el olor a ron inundaba el lugar. Logró escuchar un par de voces en español. Había algunos japoneses, pero los occidentales eran los que más llenaban el lugar.
Se sentó en la barra, contento de no llamar la atención de nadie en particular. El bar tender se acercó, era un joven occidental caucásico.
- ¿Qué desea, señor? – Preguntó el joven en inglés, aunque Simón pudo sentir algo de acento latino.
- ¿Tiene aguardiente? – Preguntó el mulato en inglés. El joven asintió y Simón le hizo la seña de que trajera un vaso completo. Con gracia y elegancia, el joven puso un vaso frente a él y lo rellenó, inmediatamente el castaño se lo bebió.
Estuvo ahí, simplemente disfrutando de la música y el ambiente mientras tomaba vasos de aguardiente. Notó entonces que la persona que estaba a su lado lo había estado mirando durante más tiempo de lo normal.
Simón la miró de reojo, era una mujer de estatura baja, piel morena semejante a la canela, tenía un abrigo que la cubría bastante, un sombrero y unas gafas, sin embargo, pudo notar su cabello blanco y ojos rojos asomándose por sobre las gafas. La mujer tenía rasgos japoneses.
Simón intentó ignorarla, pero después de un par de minutos ella lo seguía mirando. Esta vez, la volteó a ver directamente, conectando sus ojos con los de ella.
- Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad…–
- ¿Se le ofrece algo? – Preguntó Simón, en japones, con voz seria. Pasaron unos segundos hasta que la mujer le regaló una sonrisa salvaje.
- Oh, ya sé dónde te he visto. Eres el que salvó a esos dos mocosos hace unos días, ¿no? – Reconoció la chica de cabello albino. Simón sintió uno de sus ojos temblar.
- Sí, ¿qué con eso? – Preguntó Simón, ahora mirándola más detenidamente, aquella morena se le hacía familiar.
- Oh, nada, es que suelo venir mucho a este sitio, y no recordaba haberte visto antes. Según lo que vi en las noticias, sabes cómo patear, viejo. – Halagó con una mirada salvaje al mulato frente a ella.
Simón entonces hizo la conexión, sus ojos se abrieron un poco en reconocimiento. Volteó su mirada al vaso lleno de aguardiente y se lo tomó.
- Gracias, tú también sabes cómo patear. – Respondió simplemente el colombiano, ganándose una mirada confundida de la mujer, hasta que unos segundos después maldijo por lo bajo.
- ¿Cómo…? –
- No me importa quién seas, no te preocupes. – Declaró el castaño antes de que la peliblanca pudiese decir algo.
- Oye, dale otro más de lo que estaba tomando a la señorita. Yo invito. – Le dijo Simón al mesero, sin darle tiempo a la chica de ojos rojos de protestar. La mujer estaba bebiendo Jagger, y al ver el vaso relleno, bufó y le dio un trago.
- Entonces, ¿de dónde eres, extranjero? – Preguntó la mujer con sorna. El coronel ni se dignó a mirarla, parecía pensativo.
- Colombia. – Respondió con simpleza.
- Ya veo, entiendo por qué te gustaría este lugar. Se siente casi como en casa, ¿eh? – Dijo atrevidamente la mujer peliblanca. Simón la miró de reojo.
- Lo suficiente cerca, supongo. – Declaró con un gruñido bajo.
- ¿Qué haces tan lejos de tu lado del océano, amigo? – Preguntó la mujer, diciendo lo último en un español tan burdo que daba risa. A ella no parecía importarle, de hecho, parecía reírse de su elocuencia.
- Por trabajo. – Respondió una vez más el colombiano, ganándose un bufido de la mujer.
- Seguro que no te gusta hablar mucho, ¿eh? Cualquier hombre en este bar estaría emocionado si una mujer como yo le hablara con tanto encanto. – Le expresó de manera casi coqueta. Simón suspiró y tomó otro trago.
- ¿Qué haces tú en un lugar así? – Preguntó de repente el mulato, después de varios minutos de silencio. La mujer morena lo miró con intriga y solo sonrió burlescamente.
- Bueno, aquí sería el último lugar donde la prensa me buscaría. – Declaró con sinceridad.
- Entiendo, nadie esperaría que un conejo fuese nocturno. – Susurró el coronel, mirándola fijamente por unos segundos antes de tomar otro trago. La ceja de la mujer tembló nerviosamente, comprendiendo la indirecta.
- Ya, bueno, este conejo te sorprendería. – Declaró, desafiando al hombre al lado de ella. Simón bufó levemente antes de mirarla directamente a los ojos.
- Ah, ¿sí? –
El color café sereno y el rubí salvaje tuvieron una lucha bestial.
- Pero el negro de tus ojos que no muera, y el canela de tu piel se quede igual. –
Musutafu, mañana siguiente.
El sol naciente quemó los parpados del coronel García, incitándolo a levantarse para atender sus quehaceres. Poco a poco, comenzó a recobrar los sentidos a medida que abría los ojos. Entonces sintió un movimiento ajeno a su lado.
La cama del mulato era un desastre de sabanas y ropajes, de hecho, probablemente estaba rota si ese sonido rechinador decía algo. La causa estaba en el otro lado de la cama, cubierta por sus sabanas se encontraba la figura de la mujer de melenas albinas que había conocido anoche.
Quien, casualmente, resultaba ser la heroína número 7 de japón, Mirko, o también conocida por su nombre de civil, Rumi Usagiyama. Sí, las cosas se habían salido de control anoche.
Para un hombre como Simón, constantemente tensionado y habiendo recién escapado de la guerra de un país en decadencia, el tener una noche donde lo único a cargo eran sus deseos carnales que no incluían el asesinar a nadie, fue bastante liberador y terapéutico.
Vio la hora, y supo que pronto debería reunirse con Izuku. Salió de la cama completamente desnudo, dirigiéndose al baño. Al salir, se encontró con una Rumi somnolienta, también desnuda y tratando de vestirse torpemente. La mujer, al notarlo, simplemente le saludó con la mirada.
- Hey, colombiano, buena pelea anoche, nunca había encontrado a alguien capaz de seguirme el ritmo. – Comentó la chica con sorna, sonriéndole con burla y algo de coquetería.
Simón simplemente la miró sin mucha emoción.
- Sí, fue divertido. – Declaró simplemente el hombre, ganándose una mirada aburrida de su acompañante.
- Sí, sí, actúa todo lo serio que quieras, pero eso no era lo que gritabas anoche. ¿O debo decir, lo que gemías anoche? – Preguntó la mujer con quirk de conejo, provocando al hombre, quien solo siguió alistándose para decepción de Rumi.
- Debo irme, voy algo tarde a una reunión. Siéntete libre de usar el baño y la cocina. Cierra cuando te vayas. – Dijo simplemente el castaño, vistiendo su traje de siempre mientras tomaba sus cosas y se dirigía hacia la puerta.
Rumi vio como el hombre salía del apartamento.
- Interesante. – Sonrió la coneja.
Musutafu, tres meses después.
- ¡Corres como una puta gallina sin cabeza! ¡Si no terminas esta misera vuelta en menos de 5 minutos, harás otras 10 vueltas más! –
- ¡Sí, mi coronel! –
Con el pasar de las semanas, ser vapuleado por su nuevo sensei se había convertido en algo normal para Izuku.
Su vida se había sentido bastante diferente el ultimo par de meses. Cuando volvió a la escuela tenía miedo de cómo lo recibirían, pero para su fortuna y sorpresa, la gente había dejado de molestarlo. Bueno, al menos no tanto como antes. La principal diferencia era que Bakugo ya no lo acosaba activamente, ahora simplemente le gritaría si lo veía en su rango de visión, el resto de tiempo ignoraría a su amigo de la infancia. Sus compañeros ya no se burlaban tanto de Él, lo cual era un avance.
En casa, su madre le preparaba las comidas de acuerdo a la dieta que su sensei le había pasado, inclusive llegó a sentir una confianza renovada con su madre. Aun había cosas que sanar, pero al menos era un comienzo.
En cuanto a su entrenamiento, era bestial. Las primeras semanas se basaron únicamente en aclimatación física, mejorando su condición de manera general mediante cardio y diversos ejercicios de fuerza y resistencia, todo muy militar. Izuku sintió que iba a morir cada día. Sin embargo, se puso peor cuando Simón lo empezó a hacer correr por obstáculos.
El coronel llenó todo el bosque de diversas trampas en las que el joven de cabello verde obtuvo más heridas que en todos sus años de acoso. A pesar de la frustración que sentía, con el paso de los días y las semanas comenzó a notar diferencias significativas en su cuerpo, su fuerza, velocidad y reflejos habían aumentado bastante en poco tiempo; inclusive había crecido unos pocos centímetros.
Se acercaban las vacaciones de invierno, y su maestro le había avisado que las cosas se iban a poner serias.
- Muy bien, Izuku. Creo que ya podemos dejar un poco de lado el acondicionamiento físico. Es hora de estudiar tu quirk. – Comentó Simón, en un japones increíblemente fluido.
Simón había progresado exponencialmente, su versatilidad con los idiomas no era una sorpresa para él. Ahora, podía hablar un japones bastante bueno, aunque aún tenía problemas con los kanjis. Además de eso, el hombre mayor no había cambiado nada.
Izuku miró cohibido a su maestro.
- Sí, señor. ¿Qué debería…? – Quiso preguntar el joven con indecisión, ganándose un suspiro de su maestro.
- Niño, eres increíble analizando los quirks de los demás, pero con el tuyo apenas y puedes decir un par de cosas. Entiendo que tienes algún trauma con respecto a tu poder, pero debes dejarlo atrás, de lo contrario nunca alcanzaras tu pleno potencial. – Le explicó el hombre al chico.
Izuku apretó los ojos, con indecisión asintió y Simón gruñó en respuesta.
- Bien, primero lo primero, trata de usarlo. Los quirk de teletransporte suelen basarse en la capacidad de percepción espacial que tiene el usuario. Has estado entrenando en este bosque los últimos meses, así que debes sabértelo de memoria. Recrea una especie de mapa mental e intenta forzar tu cuerpo hacia una ubicación especifica. – Ordenó el hombre mayor a su alumno, el cual indeciso intentó seguir sus indicaciones.
El chico peliverde cerró los ojos, en su mente un mapa en tres dimensiones del bosque se formaba. Concentrándose, sintió cómo sus ojos comenzaban a picarle, generándole una sensación familiar.
- ¡No necesitaba tu ayuda! –
- ¡MUERETE! –
Aquel mapa mental se rompió, dando pasó a imágenes dolorosas que hicieron que el brazo izquierdo de Izuku comenzara a doler sin motivo. El hombre castaño notó cómo su alumno se tensó y vio brillar levemente sus ojos antes de que el joven desapareciera frente a él.
Inmediatamente comenzó a buscarlo, no tardando mucho en verlo a unos cuantos metros de distancia, sosteniendo su brazo sangrante. Sin decir nada, Simón se arrodilló frente al chico, agarrando su abrazo a pesar de la protesta de Izuku; el coronel observó el corte extraño, notó que no era muy profundo, pero algo le llamó la atención.
- Es como si te hubieran arrancado un pedazo de carne. – Susurró el hombre. Izuku solo apretaba los dientes en frustración y dolor, viendo cómo su maestro le comenzaba a vendar su brazo.
- N-No es tan profundo como otras veces… Estaré bien. – Tartamudeó el chico, con una mirada solemne. Simón suspiró.
- ¿Cuántas veces te ha pasado esto en el mismo brazo? – Preguntó el castaño con seriedad. El niño de ojos esmeraldas miró hacia un lado, recordando las decenas de veces que se había hecho la misma herida.
- Muchas veces… Desde los 4 años. La primera vez fue cuando… Kacchan se enojó conmigo. – Explicó el joven en tono triste.
- El chico explosivo. – Dedujo el colombiano, e Izuku le asintió levemente. Simón se sentó en la tierra junto a su alumno, pensativo.
- Tu quirk no es uno de teletransportación común. Debemos saber exactamente cómo funciona tu quirk, pero no podemos hacer eso si te sigues lastimando. – Decía el castaño pensativo ante la mirada preocupada del chico.
- Lo siento. – Se disculpó en voz baja el niño pecoso, sintiéndose completamente inútil.
- Además, está el tema de tu brazo izquierdo. Desde que empezamos a entrenar he visto que se te dificulta usarlo. No puedo seguir ignorando eso, tú tampoco. – Declaró el colombiano, ignorando las disculpas de su alumno. Izuku dirigió su mirada hacia el suelo.
De repente, Simón se levantó y comenzó a caminar a la salida del bosque. El chico de cabello verde entró en pánico. Para él, su maestro se había rendido al fin, se había dado cuenta que era un caso perdido que no merecía la pena. Las lágrimas empezaron a llenar sus ojos mientras veía la espalda de la única persona que le había dado una oportunidad alejarse. Había fracasado.
- ¿Qué esperas? Mueve el culo, niño. –
La voz áspera llegó como una bala a los oídos del joven Midoriya. Observó a su maestro mirándolo sobre el hombro, esperándolo. Izuku se levantó como un resorte y lo siguió.
- ¡Sí, señor! –
En el trayecto, Simón sacó su celular y mandó unos cuantos mensajes mientras ambos caminaban. Izuku solo seguía a su instructor sin saber realmente a donde iban.
Izuku casi se desmaya cuando vio el imponente edificio de la prestigiosa Academia U.A. Para héroes, y se estaban dirigiendo hacia allí.
En la gran entrada del recinto académico, se encontraban un hombre de cabello largo vestido de negro mirando su celular.
Aizawa levantó la mirada cuando vio al causante de sus dolores de cabeza los últimos 30 minutos.
- ¿Tenías que avisar con tan poca antelación? ¿No podías esperar hasta mañana? – Le preguntó con hartazgo a Simón. El joven peliverde tragó fuerte, nunca había visto a nadie hablarle así a su maestro.
- Era una emergencia, Shota. – Explicó simplemente el castaño. Eraserhead suspiró y miró de reojo al joven Midoriya.
- Así que este es tu pequeño experimento. – Reconoció el pelinegro, observándole hasta el alma a Izuku quien se movía nervioso ante la mirada penetrante del hombre. Simón comenzó a caminar hacia la entrada.
- Deja de analizarlo, vamos a dentro. – Casi ordenó el castaño. Shota miró a Izuku unos segundos más antes de darse media vuelta, con el joven siguiendo a ambos adultos.
El joven peliverde estaba haciendo todo lo posible para mantenerse bajo control. Estaba pisando la U.A. Su escuela de ensueño, donde All Might y varios héroes increíbles se formaron.
Simón pudo notar al niño pecoso temblando de emoción, mirando cada pared en las instalaciones como si fueran arte grecorromano.
- Tranquilo, niño. No estamos de excursión. – Le ordenó Simón. Izuku entonces se puso firme.
- Sí, señor. Es que… No entiendo qué hacemos en la U.A. – Respondió con timidez el joven.
- Usa tu cerebro, niño, sé que tienes uno muy bueno. Estamos aquí para comprender tu maldito quirk de una puta vez. – Declaró Simón con cierta agresividad. Eraserhead observó la interacción en silencio con interés.
- Entiendo, señor. Yo, eh, no sabía que usted trabaja en la U.A. – Dijo el muchacho, aun bastante acongojado.
- Es porque aún no lo hago, niño. – Respondió simplemente el castaño, dando una orden no verbal de "no más preguntas". Izuku la captó.
Muy pronto entraron al ala medica de la academia, era un edificio tipo universitario de medicina donde atendían a los estudiantes lastimados.
- Vaya, al fin llegaron. No aprecio que me convoquen para consultas de último momento, señores. Esta vieja dama tiene cosas qué hacer. – La voz de una anciana los recibió.
Izuku casi se cae ahí mismo.
- ¡Re-Re-Recovery Girl! – Exclamó totalmente emocionado el muchacho de cabello verde.
Recovery Girl, también conocida como Chiyo Shuzenji, es una heroína veterana cuyo quirk, "Recovery", la convirtió en una de las eminencias de la medicina del último siglo.
- Esa sería yo, dulzura. ¿Entiendo que es al muchachito a quien debo atender? Dudo que ustedes, par de salvajes, se dignen a pisar un hospital a menos que sea de vida o muerte. – Les dijo a ambos hombres adultos en un tono regañón típico de abuela. Ambos héroes la miraron con aburrimiento.
- Sí, Recovery Girl, este es Izuku Midoriya, lo he estado entrenando los últimos meses. Lo traje para hacerle unas pruebas médicas y hacerle un estudio profundo a su quirk. Aprecio realmente su tiempo, pido disculpas por la poca anticipación. – Explicó el castaño, disculpándose respetuosamente con la señora mayor.
- Bueno, al menos tienes modales. Está bien, hijo, ven para que pueda examinarte. – Le dijo al adolescente, quien seguía en estado de shock. Le tomó unos segundos hacer lo que le decían.
Estando en la cama, Chiyo hacia exámenes básicos cómo tomarle la presión y escuchar su corazón. Todo ante los ojos crípticos del castaño y el morocho.
- Yo-yo que-quería decirle que so-soy un gran fan, se-señorita Recovery Girl. – Pudo pronunciar el joven después de varios intentos de explayarse. Aquello se ganó una risa de la anciana.
- Es confortante tener fans aún entre los jóvenes. – Respondió con dulzura la señora.
Después de varios minutos de exámenes físicos, pruebas de sangre y ADN, Chiyo se giró hacia los tres hombres.
- Bueno, su salud en general es normal, puedo ver que su estado físico está en crecimiento debido a su ejercicio; su gen Q está activo y sin mutaciones extrañas, sus exámenes de sangre no arrojan nada raro. Sin embargo, lo que me preocupa es su brazo izquierdo. Tiene una severa perdida de movilidad y fuerza, y honestamente no me extraña. – Explicaba la médica, mostrando las radiografías de los brazos de Izuku, una de su brazo derecho y otra de su izquierdo.
- Cómo pueden ver, su brazo derecho está normal, pero en su brazo izquierdo es otra historia. Esa mancha negra debería ser músculo, es como si le hubieran amputado un pedazo de músculo. – Explicó Chiyo con profesionalismo, pero dejando entrever un deje de preocupación.
Tanto Simón como Shota tenían miradas similares, ambas apreciativas. Mientras que Izuku había agachado la mirada. El nuevo conocimiento no era tan nuevo, él era muy consciente de los problemas en su brazo y no le sorprendía, pero escucharlo de un doctor y en frente de su maestro era otra historia.
- ¿El daño es irreparable? – Preguntó Eraserhead, sorprendentemente.
- Sí, esta es una lesión que obviamente tiene tiempo y reincidencia. Con terapia puede evitar que la movilidad se pierda más, pero eso es todo. ¿Entiendo que esto es por su quirk? – Preguntó la heroína. La atmosfera en la habitación era densa. Simón suspiró.
- Sí, tiene un quirk de tipo teletransportación que no se comporta como uno. La mayoría de las veces que lo usa, al teletransportarse se generan heridas aleatorias, aunque con una reincidencia en el antebrazo izquierdo. Cierto, ¿Izuku? – Explicó el colombiano, llamando la atención de su alumno.
Izuku había estado escuchando pitidos en sus oídos por unos segundos, hasta que escuchar su nombre lo sacó de su trance. Solamente pudo asentir. Recovery Girl miraba al niño con preocupación, y luego dirigió su mirada hacia Simón, quien miraba de reojo al muchacho.
Después de que Recovery Girl le diera algunas pastillas para el dolor, los cuatro se dirigieron al ala de investigación de la U.A. Un departamento entero enfocado a la investigación quirk, destinado a estudiar quirks problemáticos o de aplicaciones interesantes. El departamento trabajaba en conjunto con el curso de soporte y desarrollo.
Allí mismo, los estaban esperando el héroe Power Loader y el director de la Academia, Nezu.
- Oh, coronel, veo que trajo a su pupilo para hacerle algunas pruebas. Estaré más que feliz de ayudarlo con su quirk, jovencito. – Nezu saludó primero a Simón y luego se dirigió al muchacho de ojos verdes, quien miró una vez más con emoción fanática.
- ¡Mu-Muchas gracias, señor Nezu, señor Power Loader! ¡Soy un gran fan! – Exclamó entre tartamudeos el niño, haciendo reír al animal con quirk.
- Izuku, compórtate. – Regañó el coronel García a su alumno, quien se puso recto.
- Bueno, ¿comenzamos? – Preguntó Nezu con una mirada medio maniaca, haciendo que todos los presentes menos Izuku lo miraran con hartazgo.
Izuku pronto se encontraba en una cámara aislada con varios sensores en su cuerpo.
- Lindos juguetes. – Mencionó Simón, observando la tecnología con interés. Power Loader asintió con emoción.
- Tenemos lo último en tecnología biomédica, sensores de todo tipo que podrían detectar cada una de las partículas de esa habitación. – Explicó el héroe de la excavación. Simón observó los datos en las computadoras.
- Computadoras cuánticas, ¿eh? – Susurró el mulato.
- ¿Oh? ¿Tiene conocimiento de esto? – Preguntó Power Loader intrigado. Simón observó a Nezu riéndose entre dientes.
- Solo en la teoría. – Dijo simplemente.
- Bien, ¿qué sabemos sobre el quirk del muchacho? – Preguntó Nezu a modo de iniciar el diagnostico.
- Quirk de teletransportación que por algún motivo le genera heridas que le amputan la piel y hasta el musculo. – Explicó Eraserhead, quien tenía un buen marco de la situación. Nezu asintió mientras las maquinas le hacían un análisis general al niño peliverde.
El animal albino observó al coronel, quien tenía una mirada pensativa mirando las pantallas.
- ¿Algo en mente, coronel? – Preguntó el director.
- Tengo una teoría. Los quirks de deformación suelen basarse en el concepto del puente Einstein-Rose o agujero de gusano. Estos quirks deforman el espacio, y dependiendo del quirk puede transportar solo el cuerpo del portador o abrir un portal para que cualquiera pueda cruzarlo. En ambos casos, el cuerpo se mantiene intacto debido a que viaja a través de un espacio ultra métrico que compone al agujero de gusano. – Comenzó a explicar el mulato, consiguiendo la atención de todos.
- Sin embargo, es bien sabido que los quirks de deformación han lastimado severamente a sus usuarios mediante laceraciones. – Rebatió Nezu.
- Es correcto, cortes causados debido al cierre a destiempo de portales, el puente Einstein-Rosen colapsando debido a un mal control llevando a su usuario a sufrir del efecto espagueti. Pero nunca se ha visto que un pedazo del cuerpo del usuario desaparezca, en este caso, el pedazo musculo de Izuku fue arrancado como si hubiera sido agarrado con pinzas desde adentro. – Siguió explicando el castaño. Aizawa suspiró.
- Seguramente el niño lleva con dolor crónico por años. – Dijo el pelinegro.
- No es grave por ahora, pero si no resuelve el problema será insoportable. – Comentó Recovery Girl.
Simón veía a Izuku siendo sometido a pruebas de sensor, estos trataban de obtener datos al buscar alguna energía en el chico, sin mucho éxito.
- Se resolverá, y solo hay una forma de que sus máquinas detecten algo que sirva. – Declaró el mulato, ganándose una mirada desaprobatoria de Chiyo.
Simón miró a la anciana a los ojos, ambos tuvieron una discusión silencio que terminó con la anciana suspirando y asintiendo. Nezu, notando la interacción, sonrió y comenzó a darle indicaciones a Power Loader.
- ¿Seguros que esto servirá? – Preguntó tímidamente Izuku mientras le ponían un brazalete especial, todos los demás sensores se los habían quitado.
- Cuando te teletransportes, este brazalete viajará contigo; ya has probado que puedes transportar objetos no orgánicos contigo, como tu ropa. El brazalete debería poder viajar contigo a través de cualquier tipo de deformación del tipo agujero de gusano, y aun así debería ser capaz de enviarnos una señal constante en todo momento. – Explicaba Power Loader. Simón estaba detrás el héroe observando a Izuku.
La expresión del niño era de puro miedo, indecisión y duda. Simón había visto esa expresión antes más veces de la que le gustaría admitir.
- ¡Por favor, ya no quiero más! ¡No lo soporto! ¡Eres malo conmigo! ¡Eres malvado! ¡Quiero a mamá devuelta! –
Simón sacudió su cabeza, espantando a las voces. Se acercó a Izuku, quien lo miró como si estuviera pidiéndole ayuda.
- Señor, no quiero volver a lastimarme. – Expresó su miedo. Simón lo miró crípticamente.
- Izuku, cuando nos conocimos, te hice una pregunta. ¿Recuerdas? – Le dijo el mulato. El chico abrió los ojos.
- No lo sé, ¿puedes? –
El chico peliverde asintió tímidamente.
- Sé que, en el fondo, aún no crees que puedas ser un héroe… Honestamente, yo tampoco lo sé, ¿sabes por qué? – Comenzó a hablar con calma el castaño. Todo era escuchado por los demás.
- Porque no estoy seguro de lo que es un héroe. El concepto, para mí, hace mucho perdió un significado. Cuando te pregunté si podías ser un héroe, no me refería a que dudara de si tuvieras o no las cualidades de uno. Me refería a que, cuando me dices que quieres ser un héroe, no sé qué quieres decir. – Siguió explicando. Los ojos de Izuku estaban ahora llenos de lágrimas. Simón colocó amable su mano entre los cabellos verdes del joven, haciendo que este lo mirara en sorpresa.
El colombiano tenía su típica expresión seria, pero se notaba más relajada.
- ¿Qué clase de héroe quieres ser, Izuku? ¿Qué es un héroe para ti? ¿Puedes ser un héroe? – Preguntó finalmente el hombre mientras el niño se desmoronaba en lágrimas.
- Yo… Yo solo quiero ayudar a las personas. – Fue la respuesta del chico.
Una respuesta simple, casi inocente, pero infundada de honestidad pura.
Shota Aizawa abrió levemente los ojos, reconociendo las palabras del niño.
- Entonces, hazlo. – Dijo simplemente Simón, antes de salir de la habitación a la zona de control.
Izuku se quedó ahí unos segundos, pensando en todo lo que había pasado. El chico de pecas decidió que le había huido a su poder mucho tiempo.
Concentrándose, volvió a imaginarse un mapa mental de la habitación en la que estaba, lo cual era bastante fácil para él. Sintió el picor en los ojos y por instinto quiso cerrarlos.
- No cierres los ojos, Izuku. Mantenlos abiertos, necesitamos saber lo que ves. –
Era la voz de su maestro. El chico de ojos brillantes luchó contra el impulso de cerrar los ojos, y se sorprendió bastante de lo que vio.
Energía, energía pura en todo el lugar. Pudo ver las energías de las personas detrás de la habitación, un cumulo de brillos de varios colores, pero lo que le llamó la atención es que sus manos brillaban en un verde esmeralda y al querer enfocarse en algún punto al azar de su mapa mental, una gran llamarada de energía verde esmeralda surgió justo en ese punto de la habitación.
De un momento a otro, Izuku estaba en la otra punta de la habitación, parpadeando de sorpresa mientras el brillo de sus ojos se iba y su visión volvía a la normalidad. Miró sus brazos, y notó una muy leve herida en el dorso de su mano, pero era como el rasguño de un gato. Notó que el brazalete aún estaba con él y parecía funcionar.
En la perspectiva de los héroes profesionales, las cosas fueron un tanto diferentes. Se quedaron observando a Izuku con los ojos brillosos hasta que en un parpadeo verde desapareció.
Y la señal del brazalete igual.
- ¿Qué? Imposible, esa cosa nos debería dar señal desde la otra punta de la galaxia. – Dijo sorprendido Power Loader, tecleando como loco. Entonces vieron a Izuku aparecer en otro lado del cuarto.
- El niño aún tiene el brazalete. – Confirmó Shota.
- Eso es imposible, no detecto ninguna señal. – Dijo Power Loader. Simón se acercó al monitor, y justo cuando lo hizo apareció un mensaje.
- "Nueva señal familiar detectada" –
Power Loader ingresó a los datos de la nueva señal. La frecuencia era la misma que la del brazalete, pero aun así la detectaba como una nueva, revisó el historial y el sistema había tachado la anterior señal como "destruida/perdida".
- ¿Qué significa esto? – Preguntó Eraserhead, por mucho que era un hombre muy inteligente, no era exactamente un hombre de ciencias.
- Solo una cosa. –
La voz de Simón había cambiado, Nezu se había empezado a carcajear. Shota entonces notó algo que no había visto en tres meses conociendo al colombiano.
Simón estaba sonriendo.
- Superposición cuántica. – Declaró el mulato, observando a su alumno con una sonrisa un tanto maniaca.
Izuku Midoriya solo tuvo que abrir los ojos para comenzar el camino definitivo hacia el entendimiento de su quirk, un cambio mínimo pero poderoso. Una variación ínfima había alterado por completo la manera de entender su poder.
¿Será eso suficiente?
Taki, Prefectura de mie. Un mes después.
Ochako había tenido un mal día.
- ¡No es justo que me oculten cosas y pretendan que no me preocupe! –
Los gritos de la joven eran escuchados por toda la casa. Hoy por fin había llegado a un punto de quiebre cuando descubrió que sus padres tuvieron que hipotecar la casa.
- Cariño, por favor, no es tu responsabilidad preocuparte de estas cosas. Estaremos bien. – Trató de calmar Nobara en el mejor tono maternal posible. Sin embargo, la joven castaña estaba fuera de sí, con lágrimas cayendo como cascadas y sus usualmente bellos ojos cafés enrojecidos de tanto llanto.
- ¡No, no lo estaremos! ¡Siempre dicen eso! ¡Yo también merezco saber qué sucede en esta casa! – Gritaba totalmente fuera de su personalidad, en tal frustración que su voz se quebraba.
Sosuke miraba afligido a su hija, tratando de acercarse a ella, pero la chica solo se alejaba como un gato arisco.
- Ochako, princesa, por supuesto que mereces saber las cosas, pero esto no es algo que puedas solucionar. Tu madre y yo tenemos la responsabilidad como adultos de velar por ti, no al revés. – Trató de razonar el hombre mayor.
La joven castaña solo negaba con la cabeza.
- ¡No! ¡No debería ser así! ¡Yo solamente quiero ayudarlos, no es justo que sufran en silencio! ¡No es justo que crean que pueden mentirme! ¡Siempre me doy cuenta de cuánto ocultan su dolor y de sus sonrisas falsas hacia mí! – Seguía gritando totalmente desesperada.
- ¡Ochako! Nunca digas que te sonreímos falsamente, señorita. Nosotros te amamos. – Exclamó la Uraraka mayor, un poco dolida de que su hija pensara que le sonreían en vano.
Ochako siguió sollozando, recordando aquel día cuando era tan pequeña.
- Lo que más me molesta es que todo se puso horrible después de que nuestra niña naciera… –
La culpa la había estado carcomiendo por tantos años, Ochako no entendía por qué seguían diciéndole cosas lindas y ocultando sus sentimientos.
- ¡Pues tal vez no deberían! – Gritó la joven, llenando de silencio la habitación.
Sus padres la miraron con confusión y terror. No comprendían y no quería comprender a qué se refería su hija.
- Princesa, ¿a qué…? –
- ¡Deja de decirme así! ¡No lo merezco! ¡No deberían amarme! ¡Yo…! ¡Yo arruiné sus vidas! – Exclamó por fin la joven castaña, llorando como nunca agarrándose el cabello en desesperación.
Ambos padres estaban anonadados de que su hija pensara eso. En sus mentes no comprendían el hecho de que su hija se martirizara tanto por una situación fuera de su control y responsabilidad.
- ¡Ochako, no digas eso! ¡Tú no arruinaste nuestras vidas! ¡¿De dónde sacaste esa idea?! – Gritó entre enojado y desesperado Sosuke, observando a su hija con frustración.
- ¡Tú lo dijiste! ¡Te escuché decir que todo había empeorado después de que yo naciera! – Exclamó la niña, escupiendo todo de la peor manera posible. Su padre se quedó en shock al escuchar esas palabras, rápidamente se acercó a su hija para tratar de abrazarla.
- Ochako, eso no es lo que… –
- ¡Aléjate de mí! – Le gritó a su padre, echándose para atrás.
Sosuke sintió una sensación de dolor invadir su pecho, Ochako nunca había rechazado ninguna muestra de afecto suya, ni en su más grande rabieta.
Ochako observó a sus padres mirarla con dolor y lastima. La joven no pudo soportarlo más y salió corriendo de casa. El alba se estaba empezando a ocultar en el horizonte.
La joven controladora de la gravedad corrió sin rumbo, tratando de huir de la realidad. Ella no quería sentir nada, quería flotar hasta perderse en el vacío del espacio.
- ¿Ahora una mocosa cualquiera que no puede ni cargar con su propia grasa cree que puede ser un héroe? –
- Pf, además de gorda, apretada. –
- Con esa actitud de mierda ni serás un héroe ni mucho menos conseguirás a alguien que te aguante. –
- Lo que más me molesta es que todo se puso horrible después de que nuestra niña naciera… –
Ella era la causa de todos los males de sus padres, no importa cómo se viera la situación. Para Ochako, esa era la verdad absoluta. Ni siquiera podía ser una heroína, no podría ayudar a las personas.
- No importa cuánto sonría, no puedo hacer a nadie feliz. –
Esos eran los pensamientos pesimistas de la pobre muchacha, resignándose a ser un fracaso.
Sin darse cuenta, se había precipitado hacia aquel lugar apartado en el parque que había sido su refugio a las burlas y a las malas situaciones los últimos meses. Aquel lugar lleno de mariposas aleteando y lindas flores que la hacían soñar con algún día alcanzar tal belleza y majestuosidad.
Llegó a aquella banca usualmente vacía, la chica estaba con visión de túnel. Se sentó y se echó a llorar a grandes cacareos de dolor. Probablemente nunca había llorado tanto como en ese minuto entero que para ella se sintió como una eternidad.
No se dio cuenta cuándo había usado su quirk en ella misma y comenzó a flotar, ella simplemente seguía sollozando desconsolada. Entonces sintió que alguien la sujetaba de las muñecas.
Al abrir sus ojos llorosos, lo primero que vio fue a una mariposa monarca revoloteando frente a ella. La joven castaña siguió con la mirada al pequeño ser de alas hermosas, quien se posó sobre una mano ajena que rodeaba su muñeca. La chica notó que estaba flotando, y siguiendo al dueño de esa mano, se encontró con los ojos esmeralda más cálidos que había visto.
- ¿Es-Estás bien? –
- With You and me, take me to the magic of the moment. –
La voz del chico era suave, así como sus rasgos. A ojos de la muchacha, no había mejor combinación entre ternura y preocupación que aquella que expresaba el rostro de aquel chico; con cuatro pecas en cada mejilla y un cabello verde oscuro desordenado, el dueño de aquellos ojos amables evitaba que ella terminara en el vacío del espacio. Su cabello ondulado danzaba al viento cubriendo parcialmente los jades que tenía por ojos. La melancolía fúnebre que acongojaba a la niña fue ignorada levemente por aquella criatura de toque tierno que la atraía hacia la tierra para evitar que se perdiera en lo profundo del cosmos.
Sin querer, Ochako había encontrado un nuevo universo.
Al notar que el muchacho no la soltaba debido a que si lo hacía saldría flotando, la niña junto sus dedos y sintió como la gravedad volvía a ella, cayendo en su asiento. Los ojos del muchacho brillaron más en fascinación, si es que pudieran ser más brillantes.
Ochako, sin poder decir nada, simplemente comenzó a tratar de limpiar sus lágrimas mientras ocultaba su rostro. Segundos después, una mano amable con un paño húmedo se le fue extendido frente a su rostro. La castaña miró de nuevo al chico, tenía una mirada de preocupación tan honesta que su corazón dio un brinco, como si volviera a no tener gravedad.
Una acción es todo lo que se necesita para cambiarlo todo, una leve variación en la línea de partida, una diferente forma de levantarse cada mañana.
La joven castaña tomó tímidamente el pañuelo para proceder a limpiarse el rostro.
Izuku Midoriya veía esto con tristeza. Estaba adolorido y deprimido por su entrenamiento, por lo que había decidido ir a despejarse en lo profundo de un parque. Se sentó en una banca vacía, admirando la naturaleza, todo para ver cómo una chica llegaba y se sentaba a su lado para llorar.
Al principio, Izuku estaba nervioso, ya que él era muy incómodo con las chicas, pero al notar lo afectada que estaba la pobre, no pudo evitar querer ayudarla. Sin embargo, su timidez y falta de confianza no le permitieron actuar sino hasta que la vio empezar a flotar.
El joven de cabello verde se tomó un tiempo para analizar a la muchacha, sonrojándose. Tenía un rostro redondo, con unas mejillas grandes con un sonrojo permanente que le parecía tierno; sus ojos tristes eran grandes, pestañas largas y unos ojos cafés que le recordaban al otoño más cálido de todos, pero que ahora solo expresaban un dolor profundo; su cabello del mismo tono de sus ojos era corto, llegándole a los hombros, lo tenía curvado hacia adentro con dos grandes mechones que enmarcaban su rostro.
Izuku no era un experto en niñas, pero estaba seguro que la chica frente a él era la más bonita que había visto. El hecho de que pareciera tan perdida despertó su deseo innato de ayudar y confortar, aunque su falta de confianza le impedía actuar como era debido.
- ¿Es-estás mejor? – Preguntó en voz baja el chico, con timidez.
Ochako había terminado de limpiar su rostro y ahora miraba distraídamente sus manos, pensando en los eventos de la ultima hora. Desde la gran discusión con sus padres hasta hacer el ridículo en un parque en frente de un amable desconocido.
- S-Sí… Disculpa que hayas tenido que ver eso. – Se disculpo la chica en voz baja.
A Izuku se le apretó el corazón escuchar un tono tan triste en una voz tan dulce.
- N-No te preocupes… Yo lamento haber actuado así de la nada… No quiero entrometerme. – Se disculpó el chico entre tartamudeos. La chica de ojos de otoño lo miró de reojo.
- No te disculpes… Muchas gracias por sostenerme. – Agradeció la muchacha, dándole una pequeña sonrisa triste y dulce.
Izuku miró fascinado cómo los labios de la joven se curvaban.
- With You and me, take me to the magic of the moment. –
- So-Soy Izuku Midoriya… Es-Es un placer. – Se presentó el joven, sonrojado. La castaña lo miró, relajándose un poco más.
- Soy Ochako Uraraka. Un placer conocerte, Midoriya-kun. – Se presentó igualmente la chica cachetona. A Izuku le fascinó escuchar su nombre de la boca de la muchacha.
Ambos se quedaron en un silencio cómodo por unos segundos. Izuku notó que la tristeza seguía en estado perpetuo en aquellos ojos.
- ¿Tú quieres hablar de lo que pasó…? – La pregunta le salió del alma al chico peliverde, ganándose una mirada sorprendida de la joven de ojos cafés.
- Yo, em, quiero decir, si quieres… Lo lamento, sé que no es mi asunto. – Balbuceó el chico, sonrojado de la vergüenza.
Ochako lo miró confundida, para luego relajar su mirada y reírse un poco de la expresión de pánico del ojiverde. Izuku al escuchar su risa no pudo evitar mirarla.
- No, no, está bien… Yo… digamos que no me he sentido… suficiente conmigo misma, ¿sabes? – Comenzó a decir por inercia la joven, mirando hacia las flores bañadas de los rayos de sol muriendo en el ocaso. Izuku escuchaba atentamente a la chica.
- No importa qué tanto insista, qué tanto quiera ayudar… Todos me dicen que no tiene caso, mis padres me dicen que no es mi responsabilidad arreglar todo… Pero yo sí siento que debo hacer algo, ¿sabes? Siento que tengo la necesidad. – Siguió hablando la muchacha.
- A veces, quisiera poder tener la fuerza para cambiar las cosas. – Terminó por decir la chica, suspirando. Después de unos segundos de silencio, volteó a ver a su acompañante para encontrarse con esos ojos amables mirándola con sorpresa.
- Ah, lo siento, no sé por qué empecé a hablar, así como así, yo solo… –
- Te entiendo. –
La voz del muchacho la calló. Miró con confusión al chico de las pecas, quien tenía una mirada atronadoramente parecida a la que ella veía todos los días en el espejo.
Aquellos ojos la miraban en triste compresión.
- Toda mi vida me he sentido inútil, y la gente de mi alrededor no se ha cansado de recordármelo… Por muchos años, nadie confiaba en mí… Ni siquiera yo mismo. – Comenzó a hablar el chico, haciendo que Ochako lo mirara en concentración profunda.
- Hace unos meses, mi mundo casi se vino completamente abajo… Mi ídolo tampoco creía en mí, me lo dijo directamente… Sin embargo, ese mismo día, conocí a alguien que de una u otra manera confío en mí… Me dio una oportunidad. – La voz de Izuku se había llenado de emoción por un momento, inclusive llegando a sonreír, pero Ochako notó cómo esa sonrisa moría.
- Pero… Cada día que pasa siento que lo decepciono… No me lo dice, pero siento que estoy desperdiciando la oportunidad que me dio… La oportunidad de ser un héroe. – Terminó por decir el muchacho, sintiendo que se le aguaban los ojos.
Entonces, Izuku sintió una mano confortante en su hombro. La mano suave de aquella chica estaba dándole confort, notando su meñique elevado. El chico de ojos verdes la miró con sorpresa, aquellos ojos de otoño le estaban dando la mirada más dulce que jamás había recibido.
- Lo-Lo siento, se supone que debo confortarte y... – Trató de decir el muchacho, mirándose los brazos vendados. Ochako lo miró con dulzura.
- Oye, está bien. Creo que es bueno saber que no estás solo en el sentimiento. Es reconfortante. – Declaró la chica, sonriendo. Izuku se contagió de su sonrisa.
- Y por lo que valga, creo que esa persona que dices que confió en ti hizo lo correcto, y tampoco creo que lo estés decepcionando. – Dijo de repente Ochako, sorprendiendo al chico. El corazón de Izuku saltó, sintiendo que los ojos se le humedecían de nuevo.
- ¿Tú crees…? – Preguntó Izuku en voz baja.
- ¡Sí! E inclusive si fuese así, ahora yo también confío en ti. – Declaró la chica dándole una sonrisa brillante.
Izuku la miró en shock, no comprendiendo cómo alguien tan buena podía haber estado tan triste. El chico se talló los ojos y le dio una sonrisa temblorosa.
- Mu-Muchas gracias. – Le dijo con toda honestidad.
Ochako sintió su pecho cálido, la sonrisa de ese chico amable fue suficiente para ella. La joven castaña se sintió al fin útil, y una sonrisa honesta era todo lo que ella necesitaba para sentirse feliz.
- Se está haciendo tarde, creo que debería volver a casa. – Dijo la castaña, luego de varios minutos de cómodo silencio. Izuku asintió, mirando el cielo nocturno.
- Yo… Si-Si quieres puedo aco-acompañarte a tu-tu casa. – Propuso de repente el peliverde, con total vergüenza y la cara totalmente roja. La chica de ojos cafés lo miró y también se sonrojo.
- No-No quisiera mole-molestarte. – Dijo la chica, tartamudeando igual.
- No es molestia. – Susurró el joven peliverde. Ochako lo miró y asintió tímidamente.
- Follow the Moskva, down to Gorky Park, listening to the wind of change. –
Izuku había olvidado lo adolorido que estaba con tantas emociones, así que cuando se levantó sus piernas le fallaron y empezó a caer de cara.
Cerró los ojos esperando el impacto, pero lo único que sintió fue una extraña sensación de estar flotando.
El joven abrió sus ojos esmeraldas, y de hecho estaba flotando. Se giró y pudo ver los ojos más amables del mundo mirándolo con preocupación.
- ¿Estás bien, Midoriya-kun? ¿Puedes mantenerte de pie? – Preguntó la chica con dulzura. Izuku asintió levemente mientras la chica lo ponía en posición recta, y procedía a juntar sus dedos. El peliverde sintió de nuevo su gravedad.
- Gra-gracias. – Agradeció con vergüenza el chico. Ochako sonrió brillantemente.
- De nada, ya que me ayudaste tan desinteresadamente, es normal que yo también quiera ayudarte… –
Izuku veía con ojos abiertos a la chica, su corazón se sentía pesado de repente, como si quisiera salirse de su pecho. Lagrimas comenzaron a emerger de sus ojos mientras trataba de ahogar sollozos.
- ¿A quién carajos le importa tu quirk, Deku? Ese es un quirk de cobardes, lo único que puedes hacer es huir y ya, es patético. –
- Mejor matate de una vez, nadie te extrañará. –
- No creo que puedas ser un héroe apropiado. –
- ¡Lo siento, Izuku! –
En un sistema tan frágil como lo es la vida, el cambio es la única constante. Una acción lo puede cambiar todo, una piedra en el río puede causar un gran desbordamiento, una mano amiga puede salvar una vida, el aleteo de una mariposa puede generar un tornado al otro lado del mundo.
Unas palabras son todo lo que se necesitan para cambiar el rumbo de una historia.
- ¿Puedes ser un héroe? –
- Cuando mi maestro fue la primera persona en confiar en mí, lo cambió todo, pero… –
Ochako mostró la sonrisa más hermosa que Izuku jamás había visto.
- Después de todo, hoy tú fuiste mi héroe. –
Izuku lloró, y sollozó, pero no había una pizca de dolor. Era pura felicidad.
- El día en que escuché esas palabras, aunque no lo entendí en el momento, supe que yo podía ser un héroe. –
- El caos está definido como cualquier alteración mínima al estado inicial de un sistema dinámico cambiará completamente el resultado final. La vida misma es caótica, y el caos no tiene por qué ser algo malo. Muchas veces, caos significa esperanza. –
