Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22.

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Capítulo diecinueve: Locura temporal

Primera parte: Ansias de estabilidad

21 de enero

Draco siempre había estado fascinado con los números.

No solo de los números como tal; también disfrutaba calculándolos, cambiándolos de posición y aprendiendo nuevas formas de manipularlos. Solía contar todo, principalmente por aburrimiento, pero los números nunca dejaban de mantenerlo entretenido. Sobresalió en Aritmancia por esas razones, para confusión de su madre, que nunca se había interesado en el tema.

Draco no se molestó en explicarlo, simplemente porque no sabía cómo o por qué.

Siempre había tenido la reputación de ser rebelde, alguien que no se preocupaba por las reglas o la ley y desafiaba todo en cada oportunidad que se le presentaba. Probablemente, fue por eso que la gente se sorprendió tanto cuando se convirtió en un empleado del Ministerio. Y aunque de niño había sido desobediente, en verdad no odiaba las reglas ni las leyes.

Cuando tenía dieciocho años, leyó en algún lugar que las reglas se establecieron para la obediencia de los necios y la guía de los sabios, y vivió de acuerdo a esa declaración. Para él tenía sentido. Draco, en un momento de su vida, había sido un tonto y eso lo horrorizaba. Después de todo, había pasado toda su vida siguiendo las que consideraba las reglas "correctas". ¿Cómo había estado tan ciego?

Fue entonces cuando decidió que necesitaba establecer sus propias reglas.

Las reglas, descubrió, eran excelentes para moldear, manejar y controlar. Pero para crear reglas con éxito, tenía que comprender su propósito. Las reglas no solo gobernaban la vida de los individuos, sino que también gobernaban el universo entero. Las reglas generaban orden, ofrecían límites, otorgaban estabilidad y proporcionaban comodidad. Vivir sin reglas a menudo conducía al caos, la violencia y la anarquía. Después de pasar dos años sin reglas, aparte la de mantenerse vivo y mantener su imagen, Draco sabía que no podía vivir el resto de su vida sin ellas. Le brindaron la oportunidad de adquirir todo lo que siempre había querido en la vida, pero que en realidad no tenía derecho a tener.

Y luego todo hizo clic.

Los números eran otra cosa estable que podía disfrutar. Los números habían existido desde siempre y no pertenecían a nadie. Sus significados, orden e interpretación nunca habían cambiado. Uno más uno siempre daría dos como resultado. Ni una sola vez habían decidido que tres sería la respuesta; no funcionaba de esa manera. Los números eran universales, pero al mismo tiempo, como las reglas, los números podían manipularse para satisfacer las necesidades de los hombres.

Era simple, pero complejo y exactamente como le gustaba.

Dedos con uñas perfectas chasquearon frente a su rostro, haciéndolo volver a la realidad.

—¿Draco? ¿Draco? ¿Me estás escuchando?

Bueno, no iba a mentir.

—Nada de nada.

Pansy resopló y ansiosamente volvió a mirar la entrada del restaurante, buscando a un atrasado Blaise Zabini. Cuando ella no lo vio, se enfurruñó.

—¿Te mataría escucharme?

Se encogió de hombros y miro su vaso.

—Probablemente —y tomó otro sorbo de su bebida.

Afortunadamente, ella no lo escuchó.

—Quiero decir, tu mejor amiga está preocupada por su chico, oh, ese… —suspiró cuando se dio cuenta de que el hombre alto y moreno que acababa de entrar al restaurante no era Blaise. Antes de que pudieran arrebatárselo, por quinta vez la bruja tenía su celular en su oído.

Toda una pequeña acosadora, eso es lo que era.

Draco miró el pequeño artilugio muggle como si fuera un objeto extraño, lo cual era cierto.

Pansy había regresado de Australia con esa maldita cosa y no se había separado del aparato desde entonces. Recientemente, Draco se había enterado de que Granger era la única razón por la que sabía que tenía esa pequeña molestia. Lo que era peor, desde que Pansy había comenzado a lucir ese artilugio del infierno, se había convertido en una maldita tendencia y las brujas y magos lo usaban en momentos en que no podían enviar un búho o un Patronus.

Se había convertido en algo que debían tener para cuando estaban en el Londres Muggle.

Lo malo era que no funcionaban dentro de un establecimiento mágico y estaba extremadamente agradecido por eso. Sin embargo, cuando estaban en el Londres Muggle, esa cosa zumbaba sin parar, ya que tenía un "plan de mensajes de texto", lo que sea que eso significara.

De alguna manera, Pansy se las había arreglado para convencer a Blaise, una vez que empezaron a salir, de comprar uno para poder ponerse en contacto con él. Les funcionó bien, aunque Blaise le admitió que, aparte de hacer y recibir llamadas telefónicas, no tenía ni idea de cómo usar el artilugio. El hecho del asunto era que ambos siempre estaban fuera de la ciudad por negocios y la cosa esa, que actualmente estaba adherida al oído de Pansy, les permitía escucharse, a pesar de estar a kilómetros de distancia.

Pansy también le había rogado que comprara uno.

Bueno, Draco se consideraba un mago bastante progresista; escuchaba toda esa basura sobre no rehuir y abrazar la tecnología muggle, de dejar atrás la época oscura. Demonios, incluso tenía un televisor que apenas utilizaba, pero ese no era el punto.

A medida que llegó a comprender un poco más la cultura muggle, sintió un mayor respeto por ellos. ¿Eran inferiores? De alguna manera sí, pero solo porque no tenían magia ni Quidditch. Pero tenían una amplia variedad de interesantes pasatiempos y él simplemente no podía entender cómo ellos se las arreglaban para realizar de todo un poco. Y su tecnología era increíble, aunque promovía la pereza.

Los muggle no vivían una mala vida, pero eso no significaba que quería ser uno En algunos aspectos, Draco siempre sería un poco tradicionalista. Él creía firmemente que muy pocos cambios eran perjudiciales para la sociedad mágica, pero demasiados cambios harían que el mundo mágico olvidara su ascendencia y herencia.

Se decidió por quedarse al medio. Todavía le gustaban las plumas y el pergamino, pero estaba dispuesto a usar bolígrafo y papel. Disfrutaba de las películas de acción muggle, pero odiaba sus insípidos programas de televisión. Despreciaba las desagradables sudaderas con capucha y las zapatillas de deporte muggle, pero la otra ropa no estaba mal. No hace falta decir que estaba dispuesto a utilizarla, al menos una vez, pero estaba firmemente en contra de comprar ese pequeño monstruo que estaba pegado a la oreja de Pansy.

Y él se lo dijo.

—Va al buzón de voz —gruñó frustrada la bruja y cerró la tapa de su artilugio—. Ojalá se diera prisa. Sabía que nuestras reservas estaban programadas para las ocho. No es propio de él llegar tan tarde —recordando sus modales, se limpió las manos con una toalla antes de dejarla sobre la mesa.

Por mucho que odiara admitirlo, ella tenía razón.

Draco podría aparecer diez minutos antes donde sea que se reunieran y Blaise ya estaría allí. Lo que sea que lo haya retrasado, era algo importante. No estaba preocupado por la seguridad de Blaise. Él era capaz de cuidarse a sí mismo. Sin embargo, tenía razones para preocuparse por Pansy; después de todo, casi se estaba mordiendo las uñas con nerviosismo.

—Apuesto a que está bien —le aseguró, pero rápidamente se dio cuenta de que no debió decirlo.

Casi se encogió cuando Pansy respiró hondo y lo miro directamente.

—No puedes saber eso. ¿Y si sucedió algo y el Ministerio está lidiando con una situación con rehenes...?

«Once muggle vestían corbatas azules: cuatro eran a rayas, tres eran lisas, tres tenían lunares y una tenía pequeños cuadrados.»

—... Y tal vez...

«Diez muggle llevaban corbatas negras: cinco tenían lunares, tres eran lisos, dos tenían rayas y una tenía pequeños triángulos.»

—... Quiero decir, ¿qué pasaría si estuviera en camino y fuera atacado por una bestia mágica...?

«Y un desafortunado caballero llevaba una corbata naranja con pequeñas estrellas negras en el centro.»

Draco desvió la mirada hacia otra parte, pero no había nada allí que pudiera desviar su atención. Dejó escapar un suspiro.

—No te preocupes, estará aquí pronto. Cuéntame sobre tu día. Prometo escuchar —haría cualquier cosa para detener sus divagaciones.

—Bueno —comenzó lentamente—, hoy fui a trabajar e intentamos finalizar el esquema de color para la línea de primavera. Esa idiota, Carmen, sugirió el violeta y el amarillo tostado. Les dije que esos colores me recordaban a…

«Había cincuenta y nueve lámparas en todo el restaurante.»

«Había treinta y una mesas, todas tenían velas encendidas y elegantes manteles.»

—... El malva es un color tan ridículo, ¿no crees? Incluso suena ridículo. Prohibí a las modelos usar ese color... Tengo una tía llamada Mauve y ella es bastante ridícula también... ¿Tú la recuerdas? La que tiene ese extraño vello facial...

Reprimió un gemido.

Draco silenciosamente le indicó al camarero que le trajera otra bebida, justo cuando Blaise Zabini entró en el restaurante.

«—¡Gracias Merlín!»

Pansy estaba tan perdida en su charla que no lo vio, lo que probablemente era lo mejor. Después de todo, él debía ser reprendido verbalmente. Draco observó mientras se quitaba el abrigo antes de acercarse a la nerviosa anfitriona. No escuchó las palabras que intercambiaron, pero sí observó a la anfitriona tomar el abrigo para llevarla al guardarropa con el resto de la ropa, le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento y lo guio hacia su mesa.

—... Puedo agregar, que el fucsia es un fantástico color primaveral, también es terriblemente común y trillado. Yo…

—Señor Zabini, ¿hay algo que pueda traerle para beber?

La divagación de Pansy murió en el instante en que escuchó el nombre.

Ella jadeó cuando sus ojos lo encontraron.

Sin decir una palabra, se deslizó en la silla junto a su novia y la besó en la sien.

—Un vaso de agua, por ahora —una vez que la nerviosa anfitriona se alejó para ordenar la bebida, miró a Draco al otro lado de la mesa—. Lo siento, llego tarde. ¿Han ordenado algo? —respondió

Draco intentó reprimir una sonrisa, pero falló.

«—Silencio, al fin.»

—Aún no.

—Te estábamos esperando —cortó Pansy con afectuosa ira mientras le tomaba la mano. No parecía nada complacida, pero su voz estaba llena de todo tipo de emociones—. ¿Dónde has estado? Estaba preocupada.

Blaise se disculpó mientras colocaba suavemente un mechón del rizado cabello de su novia detrás de su oreja.

—Lo siento, amor, no era mi intención preocuparte. Perdí la noción del tiempo...

Sintiéndose un muy mal tercio, Draco comenzó a contar el número de mujeres muggle que usaban aretes de diamantes.

—... Hermione.

Y así, perdió la cuenta.

Una corriente de palabras resonó en su cabeza, pero ninguna salió por sus labios. Draco parpadeó, luchando por orientarse, pero falló y rápidamente descartó por completo sus planes de conteo. En cambio, se centró en la pareja al otro lado de la mesa que hablaba en voz baja sobre Granger.

¿Blaise había visto a Granger?

Qué curioso, él también la había visto.

Antes de irse a su sesión de fisioterapia esa tarde, habían tenido un almuerzo juntos en un restaurante muggle que le gustaba. Aunque ella comió bastante rápido, estuvo bastante apagada y callada. Draco descubrió que no le importaba el silencio. Ya no era incómodo. Granger no desperdiciaba sus palabras en frivolidades, así que cuando hablaba, él la escuchaba.

—Bueno, ella dijo que llegaría tarde —Pansy tomó un sorbo de su té—. ¿Por qué no vino contigo?

—Ella todavía está en su casa, probablemente justo donde la dejé. Por eso llegue tarde —explicó Blaise, volviendo su atención a Draco—. Ella no se unirá a nosotros esta noche.

—¿Y por qué no? —la voz de Pansy tenía un tono mandón.

—Ella ha comenzado el proceso de redención.

Sus cejas se fruncieron en confusión, pero solo por un segundo. Pansy, instantáneamente supo lo que quería decir, casi saltó de su silla como si se hubiera sentado en una tachuela. Blaise tiró a la bruja de regreso a su asiento. Algunas personas miraron en su dirección, pero la atención no se mantuvo en ellos por mucho tiempo. Pansy le lanzó una mirada que podría derretir el titanio mientras trataba de apartarse de él.

—Tengo que ayudarla. Yo…

Tienes que quedarte aquí y no salir corriendo como una maldita Gryffindor —le dijo con firmeza—. Ella me dijo que te llamaría si te necesitaba.

Un gemido frustrado fue todo lo que obtuvo en respuesta.

—La ayudé a trasladar las cajas del ático a una sala en el segundo piso y la ayudé a organizar esas cajas —intervino Blaise—. Todo era un desastre. Los encargados de la mudanza pusieron las cajas en el ático sin ningún orden y ella nunca se molestó en arreglarlo. Después de que fueras a la oficina para esa reunión, ella me escribió y me pidió que fuera a ayudarla.

—Yo…

—Dijo que quiere hacer esto sola. Tenemos que respetar eso.

—Pero…

—Es su decisión, no la mía, me dijo que tenía que hacerlo sola. Además, dijo que iba a abrir una caja esta noche.

Draco bebió el resto de su bebida y miró una pintura japonesa en la pared detrás de su mesa. Entonces, Granger se estaba aventurando en su ático. Pero sabía que no se trataba solo de una incursión. No, era algo mucho más profundo. Finalmente, se estaba enfrentando a sus demonios y cumpliendo su lista resoluciones de Año Nuevo que le había mostrado esa tarde.

En silencio, admitió que estaba muy orgulloso de ella.

—Draco, ¿qué vas a pedir? Voy a comprar sushi y Blaise se inclina por la tempura.

Él examinó el menú. No era un gran fanático de la comida japonesa. Fue el turno de Pansy para elegir el restaurante y ella siempre elegía algo exótico, mientras que él se apegaba a los restaurantes del Callejón Diagon, Blaise se quedaba con cualquier lugar que tuviera auténtica comida italiana y Granger tendía a cocinar en la casa de Pansy.

La lista de platos de sushi le llamó la atención y la examinó con el ceño fruncido. No le importaba el sushi. Después de todo, Pansy tuvo que obligarlo para probarlo el año pasado. Luego de acostumbrarse a la extraña textura, se dio cuenta de que no estaba nada mal. Ciertamente, no era algo que fuese a comer todos los días, pero comerlo de vez en cuando estaba bien. Entonces, pidió un plato bastante simple. Usó las voces de otros clientes y la música japonesa para ignorar la voz de Pansy, al menos hasta que llegó la comida.

Toda la conversación cambió a la mitad de la cena.

—¿Qué vas a llevarle a Hermione? —Pansy preguntó con cortesía mientras se llevó un rollo de sushi a los labios con sus palillos de metal, haciendo una pausa. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, Draco sentía envidia por su destreza con los palillos. Solo tenía la habilidad suficiente para llevarse el rollo de sushi de su plato a la boca.

—¿Para qué? —Draco tomó otro sorbo de sake.

—El cumpleaños de su hijo es en un par de semanas y ella nos invitó a cenar, a ti también, Draco —ella esbozó una sonrisa extraña y prosiguió—. Pensé que sería una buena idea que todos le diéramos un regalo. ¿Recuerdas cuando se lo sugerí hace semanas antes de que supiéramos los planes para la cena?

No, no lo recordaba, pero no se atrevió a confesar que no la había estado escuchando.

Mientras pensaba en ideas para regalos para Granger, la ceja de Draco se elevaba de manera constante. Esto solo podría terminar de dos maneras: ella estaría extremadamente agradecida por su consideración o estaría enojada por su presunción. En ambos escenarios, ella lloraba. No importaba cuántas veces había llorado a su alrededor, Draco seguía odiando sus lágrimas.

No hacía falta decir que la idea lo dejó un poco indeciso.

—Blaise y yo, bueno, a se me ocurrió el regalo —ella sonrió—. Le conseguimos un fin de semana en ese hermoso spa en Escocia. Por supuesto, voy a ir con ella, simplemente como apoyo moral —añadió con orgullo.

Blaise resopló en su vaso de agua.

—Aún sigues diciéndote eso.

Pansy lo fulminó con la mirada, pero luego una sonrisa tímida apareció en su rostro.

—Naturalmente.

Él puso los ojos en blanco y siguió comiendo.

—Creo que es un regalo bastante atento, ¿qué te parece, Draco?

Bueno, si lo era, para ser honesto, no sabía qué pensar.

—Suena bien.

—Es algo que ella necesita. Merlín sabe que necesita tomarse unas vacaciones después de, bueno, "el incidente."

Ah, "el incidente", mejor conocido como la discusión entre Weasley, Potter y Granger. Estaba por irse a una reunión de personal cuando escuchó sus voces y comenzó a lanzar ciegamente todos los hechizos de privacidad que se le ocurrieron. En las semanas siguientes, Draco pasó mucho tiempo tratando de no pensar en ese día. Él no quería hablar de eso. Y como Granger no hablaba tampoco de eso, Pansy y Blaise le pedían a él los detalles.

Pero él no lo diría.

Sabía toda la historia, pero eso no hizo que fuera más fácil quedarse escondido detrás de un encantamiento de desilusión y escucharlo todo de nuevo, esta vez desde cada uno de sus puntos de vista. Había sido feo. No hubo ganadores. Para cuando Draco dio a conocer su presencia, sabía que Potter estaba a punto de romperse y se burló de él en parte para distraerlo de arremeter contra Granger.

—¿Ella ha hablado de eso contigo? —Blaise le preguntó a Pansy.

Pansy negó con la cabeza.

—Solo que ellos ahora sabían la verdad —se comió el último de sus rollos de sushi con perfecta elegancia y delicadeza. Después, Pansy dejó sus palillos—. Hubiera dado mi salario de los próximos quince años solo para ver la expresión de Potter cuando ella le dijo que Matthew era suyo.

Blaise se atragantó y Draco casi se ahoga con su bebida; sus palabras fueron dichas simultáneamente.

—Matthew es de Potter

—Todo este tiempo…

—¿El padre?

—Sabías…

Primero, se dirigió a su sorprendido novio.

—Sí.

Blaise lo absorbió todo por unos momentos.

—No tenía idea de lo jodido que era todo esto. Merlín.

Draco sabía qué tipo de relación tenían Blaise y Granger. Hablaban en confianza, pero él no hacía preguntas. Él no indagaba y hace un tiempo atrás, ella se sentía menos amenazada por Blaise que de él. Draco frunció el ceño. Los tiempos habían cambiado.

—Ni siquiera sabes la mitad.

—Necesito una maldita bebida.

Pansy llamó a su camarera y le pidió una bebida para Blaise.

Draco guardó silencio hasta que la camarera le entregó su bebida y se marchó. Él se inclinó un poco hacia adelante, la miro a los ojos y mantuvo su mirada.

—¿Cómo diablos lo averiguaste? —Draco preguntó—. Ella no te lo dijo.

Pansy le lanzó una mirada.

—¿P-pensaste que no lo sabía? —ella puso los ojos en blanco—. Mis poderes de deducción pueden no acercarse a los tuyos, Draco, pero yo no nací ayer. Honestamente, ella no tuvo que decir una palabra, aunque desearía que hubiera… —pasó una mano por su cabello mientras suspiraba ante el recuerdo.

Blaise apuró su bebida, aún desconcertado.

—Desde el momento en que lo vi, supe de quién era hijo. Sin la cicatriz, las gafas y el hecho de que se parece mucho a Hermione, me di cuenta de que no era un Weasley. Sus ojos, aunque ligeramente diferentes, eran un claro indicio.

Recordando la imagen que no había olvidado del todo, Draco asintió en silencio.

La voz de Pansy estaba vacía de todo humor cuando preguntó.

—¿Cuándo te dijo que Potter era el padre?

—El día que le di un puñetazo a Weasley.

Al parecer, eso no era algo que ella hubiera esperado.

—¿Hace tanto tiempo? ¿Y te lo guardaste? —ella sonrió—. Vaya, vaya, has cambiado.

Había guardado todos los secretos de Granger.

—No te gusta que te lleve la delantera —gruñó.

Ella lo conocía demasiado bien como para sentirse intimidada.

—Ustedes dos se han acercado mucho en los últimos meses.

—¿Tuvimos otra opción? —cortó, sin gustarle en absoluto hacia dónde iba la conversación.

Pansy simplemente se encogió de hombros.

—Creo que era inevitable, simplemente no pensé que sucedería tan pronto.

Bueno, los dos podían estar de acuerdo en ello.

Había reglas estrictas a seguir en tal situación; reglas que no había dudado en seguir en el pasado. Pero, Merlín, esas reglas eran ignoradas cuando se trataba de Granger. Había roto tantas malditas reglas personales desde agosto pasado, por lo que ahora cuestionaba su propia cordura.

Su plan había sido simple; satisfacer su curiosidad y huir.

Bueno, obtuvo algo de lo que buscaba, pero ahora estaba atrapado en su mundo.

—¿Qué pasó, Draco? —no era Pansy quien había hecho esa pregunta, sino un reflexivo Blaise.

Sacudió la cabeza.

—Ella te lo dirá cuando esté lista. Yo, por mi parte, no quiero discutirlo. Fue brutal, desagradable, e hizo que cada discusión que tuve en mi vida pareciera trivial e intrascendente.

Todos estaban destrozados y hubo tantas lágrimas...

La ceja de Blaise se elevó lentamente.

—¿Y no hubo motivos ocultos de tu parte para presenciar aquello?

Draco le lanzó una mirada que le decía firmemente que no dignificaría la pregunta con una respuesta. Dar a conocer su presencia había sido un raro momento de galantería; él lo sabía. Poner los hechizos había sido por consideración; ya que estaba haciendo algo por alguien a quien consideraba casi una amiga. Pero quedarse, eso había sido una locura temporal.

Todo había sido demasiado crudo para su gusto, demasiado real. Hizo que su pecho doliera horriblemente por razones que no quería entender. Demonios, sintió pena por un maldito Weasley, ¡dulce Merlín! ¿Qué estaba sucediéndole?

Y más tarde, mucho después, incluso se sintió mal por Potter.

Pero se quedó.

Definitivamente, podría haber vivido sin las consecuencias de sacar a Granger de los escombros de la bomba que había arrojado. Durante veintisiete horas y diecinueve minutos, Granger no dijo una palabra.

Inmediatamente, la había llevado de regreso a su oficina, le había dicho a Shannon que se iba por flú y luego había llevado a Granger a su casa. Tardó trece minutos en apartar la mano de la de ella, dos minutos más para tranquilizarla hasta el punto en que ella tuviera suficiente conciencia emocional como para ducharse y para cambiarse la túnica de trabajo. Ella se secó el cabello, él encogió un par de pantalones y una camiseta para que ella se pusiera. Ella se sentó en el sofá, él encendió la televisión, ella volvió a tomar su mano y durante las siguientes doce horas y cuarenta y siete minutos, ella no pronunció una sílaba y él tampoco.

Simplemente, se sentaron allí y miraron fijamente la televisión a todo volumen, era un canal que mostraba películas de acción. Nunca había visto tantas explosiones de coches en su vida y ella no se estremeció, ni una sola vez.

Ella parecía muerta. Muerta para el mundo. Muerta de cansancio. Muerta.

—Draco —la voz de Blaise lo sacó de sus pensamientos. Había pasado una gran cantidad de tiempo porque Pansy intentaba echarle un vistazo a la cuenta que estaba pagando su novio. Sus platos se habían ido.

—¿Qué? —gritó, irritado.

—¿Estás bien?

—Solamente estoy cansado —se metió la mano en el bolsillo en busca de la billetera, miró la factura y tiró algunos billetes para cubrir el pago y una generosa propina. Cuando salieron del restaurante, Draco rápidamente se despidió de sus mejores amigos y caminó para encontrar un punto en el que pudiera aparecer sin ser visto, pero terminó vagando; su mente estaba nublada con pensamientos de ese horrible día.

Más tarde, ese fatídico día le preguntó si quería algo de comer, pero ella no respondió.

Dieciséis minutos después, apartó la mano de la de ella. Estaba perdido y le escribió a su madre.

Cuando su madre salió de la red flú, Draco medio le explicó la situación e inmediatamente envió a buscar a algunos elfos domésticos. Trajeron algunos sándwiches que Granger comió, después de que la amenazó con empujarlos por su garganta si no comía por las buenas...

Su madre se ofreció como voluntaria para pasar la noche y Draco le escribió a su jefe y le dijo que estaría trabajando desde casa al día siguiente. Alrededor de la una de la madrugada, mamá se durmió en el dormitorio de invitados. Y después de las tres, se quedó dormido en el sofá junto a Granger.

Y Granger, nunca se movió.

Ella todavía miraba fijamente al frente cuando él se despertó a las ocho de la mañana.

Fueron necesarias otras catorce horas y veintinueve minutos para romper el silencio.

Su madre la cuidó, habló con ella, trató de comunicarse con ella, la obligó a comer y se quedó a su lado. Entraba y salía de su oficina donde trabajaba en los archivos del caso y la evitaba a toda costa. Pero la primera vez que pasó distraídamente por el sofá en el que ella todavía estaba sentada, Granger finalmente extendió la mano y le agarró la muñeca. Y luego finalmente habló.

—Me equivoqué —fue todo lo que dijo antes de desplomarse hacia adelante.

Draco la había agarrado por la cintura antes de que se golpeara la cabeza contra la mesa, la levantó y la puso en su cama para lo que resultó ser un sueño de trece horas. Había pasado parte de la velada leyendo junto a su cama. Después de todo, no había forma de que él pudiera dormir.

Miró su reloj, negó y desapareció en un pequeño callejón a pocas cuadras del restaurante.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoO

Segunda parte: Curso de colisión

No apareció en su casa.

En cambio, se encontró mirando un patético jardín frontal. Afuera estaba casi oscuro, salvo por algunas luces que estaban encendidas en el piso de arriba y que iluminaban escasamente el patio delantero. Todavía no había contratado al paisajista. Con un movimiento de cabeza, fue a abrir la puerta principal.

Estaba cerrada.

Alohomora —con un susurro la puerta se abrió y él entró. Ella todavía no había puesto las barreras protectoras o tal vez ahora él era una excepción. La cálida sensación que recorrió su cuerpo en el momento en que cruzó la puerta le dijo que era segunda opción.

Granger había confiado en él lo suficiente como para permitirle entrar a su casa.

Qué extraño giro del destino.

Cerró la puerta tan silenciosamente como pudo.

Lumos —susurro para darle un poco de luz mientras se deslizaba lentamente a través del pequeño y oscuro vestíbulo. La casa de Granger estaba completamente oscura, salvo por un cómodo fuego que emitía una luz suave, parpadeante y calor en la habitación casi yerma. La habitación en sí olía a madera quemada y a cera para muebles; extraño, pero no desagradable. Draco estaba a punto de llamar a Granger cuando escuchó un sonido y se congeló.

Era una voz... Bueno, alguien cantando.

Música suave, armoniosa, pero deprimente, se filtraba desde el piso de arriba y se preguntó si la canción que estaba sonando era el tema principal de la vida de Granger. Cada pizca de su buen sentido y sabiduría le decía que se volviera, se apareciera en su casa y se fuera a la cama; había tenido un día largo y no se suponía que él estuviera allí.

Después de quitarse la chaqueta, Draco dio un paso reflexivo hacia las escaleras.

¿Desde cuándo había escuchado algo de música cuando visitaba a Granger?

Entonces, subió las escaleras, de un escalón a la vez, sin apresurarse. Después de todo, tenía un fuerte presentimiento sobre lo que encontraría arriba. La sala de almacenamiento improvisada que Blaise le había ayudado a montar. Y sabía a quién encontraría en dicho lugar. Granger. Ahora, en qué tipo de estado se encontraba, no lo sabía. Pero estaba listo para cualquier cosa, o eso creía.

Siguiendo la música, caminó por el pasillo, pasando cinco puertas cerradas y un armario que estaba lleno de toallas, toallas de mano y paños de cocina cuidadosamente doblados, organizados y codificados por color. Resopló silenciosamente. Típico de Granger... Era bueno saber que algunos aspectos de su personalidad no habían cambiado.

De alguna manera, encontró eso extrañamente reconfortante.

El pensamiento huyó temporalmente de su mente en el momento en que vio la puerta abierta. Era la última puerta a la izquierda antes de lo que parecía ser la puerta del ático. El desván.

Música más fuerte, pero aún irreconocible, se filtró de la iluminada habitación. Sus siguientes pasos por el pasillo tenuemente iluminado fueron tomados con cautela porque no sabía qué esperar. Draco se asomó en la habitación y allí estaba.

Cajas, bolsas y contenedores de almacenamiento estaban apilados cuidadosamente contra las paredes de su improvisado cuarto de almacenamiento, todos con marcas en el costado; con fines organizativos, por supuesto. La habitación libre de Granger era, en su mayor parte, fría y lúgubre; las luces eran tenues y la música sonaba como si saliera directamente de una triste película. La mujer cantaba sobre la dolorosa y agonizante pérdida de un ser querido y él habría tenido que ser una persona completamente desprovista de emoción para no sentir el dolor en esa voz.

«Los ángeles no han pensado en devolverte, ¿se enojarían si quisiera unirme a ti?»

Quería irse, pero ya había llegado tan lejos.

«Pronto habrá velas y oraciones, lo sé, pero que no lloren. Háganles saber que me alegro de ir...»

Sus ojos recorrieron la habitación. No todo estaba en una caja. Había una cuna en la esquina izquierda, una estantería infantil en el extremo derecho, un corralito estaba doblado y apoyado contra la pared y en el centro de la pared trasera había un polvoriento toca discos. Así que ese era el culpable; la razón por la que estaba escuchando la canción más triste de la vida. Quería apagarla y estaba a punto de hacerlo cuando sus ojos se posaron en Granger. Apartó la mirada de la puerta y por la posición de sus brazos, Draco se dio cuenta de que se estaba agarrando algo.

«La muerte no es un sueño, porque en la muerte te estoy acariciando. Con el último aliento de mi alma, te bendeciré...»

—Mi mamá solía cantar constantemente —Granger comenzó lentamente; su voz estaba llena de emociones tan intensas que descubrió que no podía respirar cómodamente.

Ella no se dio la vuelta.

—De hecho, algunos de mis primeros recuerdos de mi madre son de su canto. Tenía una voz tan hermosa...

La canción había terminado y comenzaba otra.

—Mamá solía llevarme a las tiendas de música todos los sábados y miraba a su alrededor mientras yo leía un libro en la esquina. Más que nada, ella quería una máquina toca discos. Era una tontería y algo poco práctico, pero ella la quería...

Draco entró en la habitación y cerró la puerta detrás de él, suavemente, como si no quisiera romper el estado de ánimo con ningún ruido extra.

—Recuerdo el día en que mi papá compró esta máquina —su voz era tan suave que lo puso nervioso—. Era Navidad y yo tenía siete años. Mi mamá —se rio entre dientes y él la vio sacudir su cabeza con tristeza—, mi mamá gritó cuando la vio y yo no entendía, pero no era nada importante... O eso pensé. Cuando papá la enchufó, de inmediato me sentí fascinada por las luces naranja, verde y roja —Granger se apagó y soltó lo que sonó como un suspiro ahogado.

Draco miró sus pies, repentinamente incómodo.

Se sentía como un intruso, a pesar de que ella le estaba hablando.

—Y nunca pasó un día en el que no interpretara a Billy Joel, Ella Fitzgerald, los Beatles...

No tenía idea de quiénes eran. Draco quería preguntarle cómo demonios supo que él estaba allí.

—Nunca compartí su aprecio por la música. La única razón por la que mantuve la máquina fue porque me recordaba a ella.

«—Las barreras.»

—Pero... Pero a Matthew, le encantaba. Solía estar parado frente a la maquina toca discos durante horas tratando de averiguar cómo hacer que funcionara... Y cuando la encendí... —Granger se atragantó, incapaz de hablar por más tiempo.

Finalmente, ella se dio la vuelta y por su vida, él no podía apartar la mirada, sin importar cuánto lo intentara. Cuando se volvió, Draco usó cada pizca de su fuerza de voluntad para obligar a sus ojos a viajar hacia el sur. Y lo que ella tenía entre sus brazos le hizo desear instantáneamente haber mantenido contacto visual con ella.

Una pequeña capa roja.

«—Merlín.»

—Sabes —comenzó una vez que encontró su voz, pero ya estaba tan cerca de llorar—. Pensé que podía hacerlo sola. Estaba decidida. Pero es más difícil de lo que creía.

No podía entender por qué, pero Draco dio un par de pasos hacia ella. Había tanto que quería decirle, pero la única palabra que se formuló en su mente y salió de su boca fue su nombre.

—Hermione.

Ella se veía positivamente miserable y eso lo puso un poco enfermo.

—¿Se detendrá alguna vez? ¿Se irá alguna vez?

—¿De qué estás hablando?

—El dolor —Granger dijo con voz ronca como si la palabra la lastimara físicamente. Dejó caer la capa de nuevo en la caja y la miró con nostalgia.

Draco estaba parado a un metro de ella cuando se inclinó y recogió la capa. La dobló con cuidado y la volvió a guardar en la caja.

—No sé la respuesta a esas preguntas.

Ella sollozó.

—Eres mucho mejor que yo para ocultar tu dolor.

Era la primera vez que ella mencionaba su dolor y se preguntó si era tan bueno para ocultarlo como ella había dicho. Resopló ante la idea. El dolor reconoce el dolor. Probablemente, lo había visto, incluso en medio del suyo. O tal vez no lo había hecho.

Los problemas de Draco nacieron de su infancia malcriada, se desarrollaron durante su adolescencia y se presentaron en su edad adulta. Descubrió a una edad temprana qué tipo de personas tenía como parientes y más tarde, descubrió qué tipo de hombre tenía como padre. Solo se preocupaban por ellos mismos, la superioridad de la sangre y la destrucción de los demás. Siempre pensó en su madre como débil, pero después de la muerte de Dumbledore y el trauma y la culpa que había sentido, rápidamente descubrió que ella era la mujer más fuerte que había conocido. Y ella era todo lo que tenía.

—¿Cómo lidias con todo eso? —Granger preguntó suavemente.

Draco no pudo encontrar su voz para responder.

Su padre estaba loco, el liderazgo, junto con las responsabilidades, deberes y expectativas de la familia Malfoy ahora eran de Draco y él estaba constantemente bajo presión para demostrar su valía. Con ese tipo de presión sobre sus hombros y la culpa que cargaba sobre su espalda, vino el dolor. Ser comparado constantemente con su padre empeoraba todo. Se estremeció ante el pensamiento.

Lucius ni siquiera había tenido la decencia de dejarle un manual de instrucciones. No, lo había aprendido todo de oído y había usado esa cosita llamada sentimientos. Contrariamente a la creencia popular, los tenía. No era tan despiadado como hacía creer a los demás. Sin embargo, mantener sus sentimientos para sí mismo era imprescindible. Era su táctica de supervivencia.

Aun así, su padre había hecho dos cosas muy inteligentes antes de entrar en Azkaban. Primero, se retiró. Sin embargo, su padre se había asegurado de mantener el negocio familiar. En segundo lugar, legó el liderazgo de a su hermano favorito, Arcturus, en Alemania. Arcturus era posiblemente el hombre más aterrador que Draco había conocido, pero era un solitario que llevaba una vida sencilla. Era un hombre muy rico, no le importaba el dinero. Solo quería modernizar a la familia Malfoy, hacerla más tolerable.

Fue estúpido. Las mentiras que se vieron obligados a contar y las pretensiones que se vieron obligados a mantener. Hubo momentos en que se sintió resentido por su apellido, momentos en que los que lo había llenado de orgullo, e incluso momentos en los que no quería... Ninguna mierda.

Draco frunció el ceño.

Así que ahora se enfrentaba a una decisión importante. Podría mentirle a Granger; decirle que no sabía de qué estaba hablando. O podría ser honesto con ella y consigo mismo.

La decisión se tomó con sorprendente facilidad.

—He tenido años de práctica y una familia que usaría ese dolor para destruirme.

Granger lo miró como si nunca lo hubiera visto antes. No sabía nada de ella, pero esa respuesta había salido tan llena de claridad personal que casi se había tambaleado. Eran más parecidos que diferentes. ¿Cómo era eso posible? Hace unos seis meses, Draco estaba seguro de que no tenía nada en común con Granger. Su vida había sido de todo menos simple, pero no todo estaba tan claro como en ese momento.

Granger se había roto, pero tal vez... Tal vez él también estaba roto.

Respiró hondo.

—¿Por qué viniste aquí?

—No lo sé.

Y esa era la verdad.

—¿Estás aquí porque me compadeces?

—Ya te dije que no.

Ella inclinó la cabeza con curiosidad.

—No entiendo tus motivos.

Eso tenía sentido, porque él tampoco entendía.

Ya no entendía muchas cosas.

La canción cambió a algo que reconoció; una canción muggle que Pansy solía tararear todo el tiempo.

«En cada corazón hay una habitación, un santuario seguro y fuerte...»

Y Granger hizo algo que no esperaba.

Tentativamente, ella se inclinó, descansando su frente contra su pecho. Estaba increíblemente tensa y se estremecía con cada aliento que tomaba; probablemente había esperado que él la apartara. Y tal vez debería hacerlo. Si hubiera estado pensando con claridad, lo habría hecho. Pero, ¿cómo podía concentrarse cuando la atmósfera estaba tan llena de tensión y dolor y esa maldita música?

Cuando no la apartó, Granger respiró lenta y profundamente y giró la cabeza hacia un lado. Su oreja estaba presionada contra su corazón, que latía con tanta fuerza. Y habría tenido éxito si ella no hubiera envuelto sus brazos alrededor de él en lo que se sintió como un abrazo.

Atónito, Draco miró la parte superior de su cabeza e hizo una mueca que era una mezcla de desconcierto y reticencia, junto con una pizca de nerviosismo. Con el ceño fruncido, la mitad de su mente quería preguntarle qué carajo estaba sucediendo, pero luego la abrazo.

Draco respiró hondo mientras su malestar subía a un nuevo nivel.

Fue un abrazo, todo estaba bien.

Infierno sangriento.

Se tensó y se encogió con extrema ansiedad, pero no movió un músculo.

«Y, aun así, siento que dije demasiado, mi silencio es mi autodefensa...»

Honestamente, Draco no podía pensar en la última vez, aparte de Pansy y su madre, en ocasiones especiales, que alguien lo había abrazado. De hecho, podía decir con seguridad que un miembro de la familia lo había abrazado un total de cinco veces en toda su vida. Y ninguno de ellos se había sido así.

Su abuelo paterno lo abrazó una vez tres meses antes de morir.

Tienes demasiada de Narcissa en ti, muchacho —le había dicho al niño de diez años con voz severa en el momento en que lo envolvió firmemente con los brazos—. Bella tenía razón sobre ti; eres débil.

Suéltalo —la voz aterradora y fría de su padre resonó en el salón—. Esa no es forma de tratar a tu nieto y a mi heredero.

El abuelo lo soltó y Draco cayó al suelo. No se atrevió a mover un músculo mientras la guerra de palabras se libraba entre los dos hombres Malfoy. Después de todo, era bien sabido que su padre y su abuelo no tenían la mejor relación. Solo podía esperar que su relación con su padre no se deteriorara.

Se encogió ante el recuerdo. La historia definitivamente se había repetido.

Draco también había sido abrazado dos veces por su psicótica tía.

La primera fue cuando no pudo matar a Dumbledore. Había estado encerrado en su habitación durante horas con su propia culpa y desesperación cuando ella entró, hablando con esa demencial voz infantil de ella. Y luego lo tomó en sus brazos en lo que fue un abrazo aplastante, le dijo que era su culpa, que estuvieran a punto de caer en desgracia con el Señor Oscuro y lo abofeteó tan fuerte que pudo saborear la sangre en su boca. El segundo fue después de que todos habían sido castigados por dejar que Potter escapara de la Mansión. Prácticamente, lo había mutilado una vez que su madre había salido de la habitación, clavándole las largas uñas en la nuca y desafiándolo a que vocalizara su dolor.

En cuanto a los dos últimos abrazos, su sangre se enfrió considerablemente.

Ninguno de esos abrazos fue tan cálido y tímido como el de Granger. Ninguno lo había abrazado simplemente porque querían o porque lo necesitaban. No, sus abrazos eran una táctica para controlarlo; para herirlo, someterlo y castigarlo. Sus cuerpos eran fríos y sus palabras eran aún más frías. Lo tenían en sus brazos bajo una apariencia de amor y protección; justo donde lo querían.

«Así que compartiré esta habitación contigo y puedes tener este corazón para romperlo.»

No hace falta decir que no sabía qué hacer.

Los abrazos eran parte de la infancia de Draco que quería olvidar. Nunca había tenido buenas experiencias de los abrazos. Además, abrazar simplemente no fue parte de su crianza. No importa cuánto hubiera discutido mamá, papá no cedería y lo abrazaría, ni una sola vez. Pero la guerra, la guerra lo había cambiado todo y cuando todo estuvo dicho y hecho, su padre lo había abrazado dos veces ese mismo año. Una vez, después de que descubrieron que todavía estaba vivo y la segunda, justo antes de que su padre entrara en Azkaban. Ambos abrazos fueron rígidos y casi reacios.

Y Draco se había alejado, odiándolo aún más.

La música se filtraba silenciosamente por los altavoces de la vieja máquina; la música perfeccionó el estado de ánimo melancólico en la habitación e hizo que su pecho se sintiera bastante apretado.

Quería arrancarle los brazos y salir corriendo de la habitación. Justo cuando pasó el pensamiento, el puño tembloroso de Granger había agarrado la parte de atrás de su jersey con fuerza; era casi como si le hubiera leído la mente. Draco exhaló un suspiro, pero no fue suficiente para relajar sus tensos músculos.

Su mundo había cambiado ahora que Granger había dejado su huella. Y era extraño pensarlo así, sobre todo porque era culpa suya. Draco suspiró ante su propia estupidez y curiosidad. Suspiró por los errores que había cometido y las palabras que le había dicho con ira. Pero no podía retractarse y no podía volver atrás en el tiempo hasta ese día en ese restaurante y seguir el consejo de Pansy.

Todo lo que podía hacer era seguir adelante.

Ya no eran enemigos de la infancia, sino quizás amigos. No podía recordar el momento en que su indiferencia se derrumbó y eso le molestaba muchísimo. Todo lo que sabía era que cada cambio los acercaba más y más. Cada cambio lo dejaba cada vez más confundido acerca de ella.

Draco gimió para sus adentros, que hijo de puta...

Sin importar lo que pensara antes, sin importar sus razones, que parecen estúpidas en el gran esquema de las cosas, Draco tuvo el loco pensamiento de que tal vez todo sucedió como se suponía tenía que pasar. Se suponía que debía ignorar sus propias reglas e invadir su vida. Se suponía que iba a cagarla una y otra vez y sentirse mal por sus acciones. Porque al conocerla, aprendió mucho sobre sí mismo.

Había cambiado, pero todavía le quedaba por crecer.

Podría ser mejor. Podría esforzarse más. Dejar pasar algunas cosas.

Y tal vez, tal vez debería escuchar todos los consejos que le había dado.

«Y es por eso que mis ojos están cerrados por todo lo que he visto

Si fuera posible, Granger se acercó aún más a él, invadiendo su espacio como él había invadido el de ella.

Las palabras no podían expresar lo incómodo que se sentía.

Todo lo que había pasado entre ellos era inevitable.

La colisión entre ellos también fue inevitable.

Y eso solo había puesto el miedo dentro de él, miedo como nunca antes había sentido.

Uno de ellos tendría que darle la espalda al otro o algo cambiaría la vida de ambos.

Draco no sabía cuántos cambios de vida más podría manejar y mantener su identidad. Pero tenía tiempo, tiempo para decidir qué iba a hacer y tiempo para decidir cómo iba a manejar las cosas entre él y Granger, fueran lo que fueran. Por ahora, podía dejarlo así y concentrarse en lo que estaba pasando ahora.

Ella lo abrazó con más fuerza.

Bueno, eran amigos, ¿verdad? Granger era como Pansy, ¿verdad? Él haría esto por Pansy sin pensarlo, ¿verdad? Granger era solo otra Pansy... ¿Verdad? En lugar de responder a esas preguntas con una mentira, Draco exhaló y gradualmente movió los brazos.

No quería hacer esto.

Una encima de la otra, sus manos descansaban inquietas en medio de su espalda y la atrajo hacia sí.

Y así empezó.

Sintió, más que escuchó, el pequeño ruido que Granger hizo y su ceño se frunció más. Infierno sangriento. Ignoró lo fuerte que temblaba su cuerpo y se obligó a no sentirse abrumado por sus propios malos recuerdos o los de ella. Se obligó a no pensar en lo que eso significaba. No contó los segundos que ella lo había abrazado, no contó cuántas canciones habían pasado, no contó en absoluto. Draco solo miró al frente; con los ojos entrecerrados y el rostro en blanco. Incluso después de que su respiración se estabilizó, ninguno hizo un movimiento para liberar al otro. Ella nunca dejó de temblar y él nunca se sintió cómodo, pero no movieron un músculo.

«—Esto no es nada —se dijo con firmeza antes de apoyar la barbilla en su cabeza y cerrar los ojos.»

Solo otro momento de locura temporal.

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Link historia original: www . fanfiction s/ 4172243 /1/ Broken

Naoko Ichigo