- ¿Dónde…estoy?

Kohaku abrió los ojos, confundida, con un terrible dolor de cabeza, y otro igual o peor en el costado de su cuerpo. Estaba a oscuras, incluso con su fina vista no lograba ver mucho alrededor. El lugar apestaba a humedad y encierro, y el suelo en el que estaba recostada era de piedra, frío. Quiso levantarse, pero se dio cuenta de dos cosas: Estaba atada de pies y manos, y le dolía insoportablemente el costado de su cuerpo, incluso respirar le costaba. Escuchó unos pasos alejarse, pero no alcanzó a identificar su procedencia, todavía mareada. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba atada, dolorida y a oscuras?

Quiso respirar profundo para calmarse y pensar con claridad, pero al instante se volvió a dar cuenta que no podía hacer eso, cuando una punzada de dolor le atravesó el cuerpo. Ella era fuerte, muy fuerte, y había resistido muchos golpes…pero esto era otro tipo de dolor, mucho más intenso, un dolor que no conocía. Debía de tener algún hueso roto, aunque tampoco podía comprobar cuál, así atada como estada. Se giró sobre sí misma para encontrar una posición que le incomodara menos, y encontró que apoyar la espalda en el piso era lo más simple y cómodo.

Se obligó a recordar, a encontrarle un sentido a todo eso, y poco a poco su mente se empezó a aclarar y le vinieron varias imágenes a la mente. Lo último que recordaba era que se había encontrado con una persona que lucía como un pájaro gigante, y con un casco extraño en la cabeza. Sí, había luchado contra esa persona, pero pronto se había dado cuenta que la superaba ampliamente en fuerza y habilidad, pese a sus mejores intentos de atacarlo y de defenderse. Recordó que había encontrado muy frustrante no poder lastimarlo, porque todo su torso estaba cubierto de una gruesa armadura, sólo los brazos y piernas los tenía descubiertos, y se había defendido muy bien, demasiado, aun en la oscuridad de la noche. Intentó recordar algo anterior, y le vino a la mente que había llegado allí porque estaba buscando algo de comida para Chrome y para ella, que estaban vigilando esa "casa" gigantesca desde la copa del árbol, mientras esperaban noticias de Gen, o de sus compañeros en el barco.

Ella era sigilosa, no tenía idea cómo demonios la habían detectado, y mucho menos dejado así en tan poco tiempo. Podía deducir que la persona que la atacó logró desmayarla a golpes, y que se la había llevado a ese lugar enorme, y ahora era una rehén ahí. Eso significaba que estaba en el mismo lugar que Gen, no eran tan malas noticias. Ahora lo que tenía que hacer era buscar la forma de escapar, sola o con él, necesitaba verlo para decidir, el mentalista estaba en medio de una estrategia de espionaje. Escuchó pasos cerca, pero esta vez se estaban volviendo a acercar a ella. Pese al dolor que le provocaba cada mínimo movimiento, trató de levantarse, pero fue en vano, casi lloró de las punzadas que ahora sentía claramente en su maltratado cuerpo.

- Yo que tú no me movería.

Eso dijo una voz grave, de hombre, desde la oscuridad. Pudo entenderlo, pero hablaba extraño, un poco tosco. Por reflejo, pensando que era la persona que la había atacado, intentó moverse, tragándose el dolor.

- No te muevas, niña –Repitió el hombre– Tienes una contusión cerebral leve, y al menos unas costillas rotas. Si no quieres empeorar tu situación, sé inteligente y quédate quieta.

- ¿Dónde estoy? –Preguntó, hablando con dificultad.

- ¿Hablas inglés? Eres compañera de Míster Gen.

- ¿Qué es "inglés"?

- ¿Qué clase de pregunta es esa? Pensé que podías ser una troglodita, pero no a tal punto.

- ¿Dónde estoy? –Volvió a preguntar Kohaku, tratando de ver a su interlocutor.

- En mi castillo. Mi soldado te atrapó husmeando en nuestro territorio. Parece que le diste una buena lucha, pero no tenías chance alguna contra él. Espero que entiendas tu situación, así que dime, ¿cuántos niños como tú estaban en los alrededores?

- … –Como si fuera a decirle, no pensaba dejar a Chrome en la misma situación de ella, o peor.

- ¿No vas a contestar? Como quieras. Hasta mañana, o cuando te decidas a hablar.

Sin insistir, el misterioso hombre se fue, dejando a Kohaku sola en la oscuridad. La buena noticia es que al parecer no habían capturado a Chrome, no sabían nada de ellos, y no pensaban lastimarla más. La mala es que había sido atrapada y no la iban a dejar salir, ni desatarla. Trató de mantenerse en vigilia, pero nadie más volvió a acercarse a ella, y entre el dolor y el cansancio, sus ojos y su conciencia cedieron a un incómodo sueño.

Cuando abrió los ojos, seguía en el mismo lugar y posición, pero ahora había un poco más de luz a su alrededor. Estaba en una celda, podía verlo ahora. Aunque más cerca que unos barrotes de metal, se encontró con un par de piernas, que pronto se dio cuenta que pertenecían a un hombre parado a su lado. ¿Cómo no lo había notado antes? O había sido muy sigiloso, o realmente el golpe en la cabeza la había afectado. No sabía si se trataba del hombre que le había hablado la noche anterior, o si era otro. Sus ojos ascendieron poco a poco, notando que el enemigo estaba vestido con un traje negro muy ajustado a su cuerpo, y se dio cuenta enseguida que era alguien con un físico entrenado, sin dudas un luchador, su cuerpo se parecía al de Kinro… o más musculoso aun, como Hyoga o Mozu, pero no tanto como Tsukasa. ¿Podría ser el hombre que la atacó durante la noche? Era muy posible, recordaba que apenas le había distinguido el cuerpo en la oscuridad, probablemente porque estaba camuflado al vestir algo tan oscuro como la noche misma.

- ¿Qué hacías en nuestro territorio? ¿Tratabas de infiltrarte o espiarnos? –El hombre se puso en cuclillas, cerca de ella.

Esa voz era distinta a la que escuchó anteriormente, notablemente. Era más profunda y ligeramente ronca, y esta vez no entendió ni una palabra de lo que dijo. Cuando logró enfocar en su rostro, por un momento abrió los ojos, confundida. El hombre tenía unos rasgos muy finos, casi femeninos, pero tenía claramente la voz y el cuerpo de un hombre. Kohaku sintió un humo extraño cerca, y lo inhaló involuntariamente al respirar, lo cual la hizo toser…y con ello otra vez casi llorar de dolor.

- Ah, perdona. No dejabas de pelear y resistirte, así que te quebré un par de costillas, aunque tuve que desmayarte de un golpe para que te quedaras finalmente quieta.

No tenía idea lo que le dijo, y su confusión fue evidente en su rostro, porque el hombre volvió a hablar, sereno.

- ¿No hablas inglés como tu amigo? Será complicado entendernos entonces, yo no sé japonés, a diferencia de Xeno.

El hombre, que ahora Kohaku veía con más claridad que tenía un pelo gris platinado, y unos ojos celestes adornados con unas llamativas pestañas tanto o más largas que las de Tsukasa, se puso de pie y chasqueó los dedos, y unos segundos después otro hombre más entró, trayendo consigo una cubeta de agua con burbujas y un paño. Con brusquedad, este último mojó el paño y se lo pasó por la cara a la rubia, justo encima de una herida que la hizo estremecerse, por lo que reaccionó dándole un fuerte mordisco en el brazo. El hombre chilló de dolor, y cerró la otra mano en forma de puño para golpearla, pero fue detenido por el "jefe".

- No la lastimes, órdenes de Xeno. Eres un inútil, vete.

Kohaku vio una repentina cara de miedo en el hombre que estaba por agredirla, intimidado bajo la severa mirada afilada de su superior, y salió casi corriendo de allí. No tenía idea de lo que dijo, pero el tono de voz era claramente amenazante.

- Parece que tienes energía todavía. Bien, entonces vas a limpiarte tu sola.

El que identificó como el que posiblemente la había golpeado y atrapado, sacó un largo cuchillo de del costado de su traje, y mediante gestos, le hizo entender que, si ella lo atacaba, la cortaría. Le soltó la cuerda que ataba sus manos, manteniendo el cuchillo cerca de su cuello. Le puso el paño en las manos, y le gesticuló que se limpiara con su mano libre. Kohaku entendía la delicada situación en la que estaba, ciertamente no podría atacarlo ni escapar, así que, sin dejar de mirarlo a los ojos con una mirada desafiante, comenzó a limpiarse la cara, con especial cuidado en la sangre seca que se había coagulado en el costado de la cabeza, donde tenía una hinchazón y un feo corte. No sentía una energía hostil en el hombre de pelo gris, aunque no por eso era menos intimidante, podía percibir su aire de autoridad. Él le sacó el trapo de las manos y lo enjuagó en la cubeta, manchándose el guante blanco que cubría sus grandes manos con el agua mezclada con sangre, aunque parecía no importarle, y se lo volvió a dar.

Esa acción se repitió varias veces, hasta que ella se limpió lo más que pudo, y el hombre le señalaba otra parte de su cuerpo, que era donde tenía los golpes y cortes. Kohaku se dio cuenta que su vestido había sido rasgado en varios lugares, dejando bastante piel expuesta, pero tenía otras cosas de las que preocuparse ahora. Si bien le había desatado las manos, no lo hizo así con sus piernas, por lo cual ponerse de pie iba a ser muy difícil, más aún en su situación adolorida. No entendía del todo por qué le pedía que se limpie, pero lo hizo igual, pero no había forma de que llegue a la parte inferior de su cuerpo. El hombre pareció percatarse de eso, y luego de enjuagar una vez más el paño, se volvió a poner en cuclillas y lo hizo él, rápidamente y sin mucha delicadeza, aunque con más cuidado que su ayudante. De verdad que ella no entendía por qué era una prioridad que la limpiaran, pero no tuvo más tiempo de preguntárselo, porque otro hombre distinto se acercó.

Tenía el pelo blanco echado para atrás, y algo que lucía como una enorme cruz plasmada en su frente, que Kohaku identificó como las marcas de petrificación. Vestía un largo traje oscuro, y unas extrañas garras de metal en las puntas de sus dedos. La miró con atención un momento antes de hablar con su compañero, con palabras que ella no alcanzó a entender.

- ¿Por qué estás haciendo eso tú? Para eso está Luna, o cualquiera de los otros.

- Porque parece que tenemos con nosotros a una samurái salvaje, y muerde cual perro rabioso. –Dio una pitada a su cigarrillo– Dijiste que tienes un plan en mente para Luna en unos días, y no podemos permitir que vaya con marcas de dientes humanos a la vista. Ya detuve a esta chica una vez, no creo que sea tan tonta de dejarse apalear una segunda. No habla inglés, así que tú tendrás que ocuparte de saber todo sobre ella.

- Lo sé. Pero primero hay que revisarla, y vendarla. La necesitamos viva y entera, y más si es tan hábil como mencionaste. Pero si dices que Luna no puede encargarse…

- Yo me ocupo, nos ahorraremos la medicina para los nuestros, si la samurái sigue con ganas de pelear. Al fin y al cabo, yo la dejé así.

El hombre pelo gris se fue, pero el otro tomó una silla cercana, y se sentó cerca de Kohaku, cruzando las piernas. Entrecerró los ojos y la observó detenidamente, para luego decir en su tosco japonés:

- No puedo dejar de notar cuánto te pareces a ella, Stan tenía razón. No encuentro una explicación lógica, pero así es. ¿Por qué te pareces tanto a ella?

- No sé de qué hablas –le respondió cortante Kohaku. No pensaba decir nada, pero de verdad que no entendía a qué se refería. Le costaba hablar, pero tenía que aprovechar la ocasión para sacar tanta información de ellos como podía.

- Lillian Weinberg. Tienes los ojos un poco más rasgados, y eres más joven, pero te pareces demasiado. No tiene sentido.

- No la conozco –Era una verdad a medias. Había escuchado de Senku y Gen que era la mujer que cantaba en el disco de vidrio, pero no la conocía, era una de las personas fundadoras de la aldea.

- Ya veo. Primero no sabes lo que es el idioma inglés, y ahora no sabes quién es una de las caras y voces más conocidas del mundo, al menos para cualquiera que tuviera internet y un poco de tecnología. No puedo decir si estás mintiendo o no, pero en este momento no puedo llevarte a comprobarlo, no en el estado en que te encuentras. Tendré que esperar, pero soy paciente.

- ¿Por qué me limpiaron?

- No tenemos mucho personal, y estás sucia, con heridas abiertas, y no sabemos si tienes alguna enfermedad. Medidas de prevención.

- ¿Y por qué no me matan entonces? –Preguntó desafiante, demostrando que no tenía miedo.

- ¿Matarte? Eres un peón muy útil, sería un desperdicio. Verás, preferiría reclutarte, como a tu amigo traidor. Parece ser que sabes luchar muy bien.

- ¡Ja! Nunca trabajaría para ti. Prefiero morir.

El hombre la miró con mucha seriedad, entrecerrando los ojos. Kohaku podía ver que estaba pensando seriamente.

- Ya veremos. Pero seamos elegantes, y empecemos por presentarnos, ya que vas a pasar un buen tiempo aquí con nosotros. Puedes llamarme Dr. Xeno, soy un científico profesional. El soldado que te atrapó y que estuvo aquí hace un momento es mi mano derecha, Stanley Snyder. ¿Y tú te llamas?

- Kohaku.

- Kohaku…eres japonesa también, como tu amigo mago. Por cierto, no sabe que estás aquí todavía, y eso se mantendrá así por un tiempo.

En ese momento volvió el hombre llamado Stanley, y traía una caja consigo. Sin decir nada, se acercó a Kohaku, y volvió a mostrarle el cuchillo, mientras le sonreía ligeramente, con el cigarrillo sostenido solamente entre sus carnosos labios. Pero Xeno estiró una mano y se lo sacó de la boca, y lo tiró en un rincón de la habitación, recibiendo una mirada de reproche de su colega.

- No inhales ese humo venenoso cerca de ella. Si tose y se daña un pulmón, será un problema.

- Tsk, qué pesado. No puede desvestirse sola, tendré que cortar su ropa si vamos a revisarla.

- De todas formas, no era nada elegante.

Riendo suavemente, Stan volvió a dirigirse a Kohaku, y la sentó en el piso, ignorando su mueca de dolor. Luego apoyó el filo del cuchillo contra su vestido y cortó la tela, dejándola en ropa interior. Ella se removió, pero con una velocidad impresionante el soldado subió el cuchillo hasta su cuello, con una clara mirada de advertencia. Se miraron fijamente, ojos celestes contra aguamarina, durante varios segundos, ambos sin siquiera parpadear. Pero luego Stanley sonrió misteriosamente una vez más, y alejó el cuchillo de su cuello. Se podía ver claramente una fea magulladura oscura en sus costillas, pero por lo demás no tenía cortes ni otros golpes. Los ojos del soldado la escudriñaron detenidamente, buscando las marcas de petrificación, pero no las encontraron. Se puso de pie y se colocó detrás de ella, mirando su espalda. Como era de esperar, no tenía golpes, pero lo llamativo es que tampoco tenía las marcas.

- Xeno, esto sí que es curioso, no tiene evidencias de despetrificación. Podría tenerlas debajo de su ropa interior. ¿Lo comprobamos también?

- No, no es necesario –Miró a la rubia, y le preguntó en japonés– ¿Dónde están tus marcas de petrificación, Miss Kohaku?

- No tengo.

- Eso no es posible. Todos los sobrevivientes de ese fenómeno las tienen, sin excepción. No mientas, y dilo, preferiría que mantengas tu dignidad y no expongamos tus partes privadas, eso no sería nada elegante.

- No las tengo, y aunque me desnuden, no las verán, porque no tengo.

- Hmm, ¿y cómo explicas eso, Miss Kohaku? –Le preguntó pacientemente, con una pequeña sonrisa desafiante.

- Nací después, es todo lo que voy a decirte. Si no te satisface, pueden matarme, pero no hablaré más.

- Ya veo –Ahora fue él quien le sostuvo la mirada varios segundos, y ninguno de los dos vaciló. Pareció satisfecho con eso, sea lo que fuere que estuviera pensando por dentro, porque se puso de pie– Me retiro, mandaré a que te traigan nuevas ropas para cubrirte. Mientras tanto Stan te terminará de curar, no le causes problemas. Ah, y no intentes escapar, o mataremos a tu amigo mago, lo digo en serio.

Kohaku lo vio girar sobre sí mismo e irse, dejándola sola con el soldado. Lo miró a la cara, y notó que las famosas marcas de petrificación del hombre llamado Stan, le cruzaban toda la cara, dividiéndola en dos partes, mucho más estéticas que las de su colega. Se quedó quieta, para ahorrarse más incomodidad y dolor, y entendiendo que le iban a tratar las heridas que ellos mismos le habían ocasionado. Sentía un poco de incomodidad de que un hombre desconocido la estuviera mirando en ropa interior y la estuviera tocando, pero parecía que los ojos del soldado sólo se enfocaban en ponerle las vendas y las gasas, no en mirar su cuerpo, por lo que se relajó un poco. De nada servía hablarle, no parecía entenderle una palabra a ella, y lo mismo al revés, así que se dejó curar. No sabía nada de ellos, salvo que a primeras trataron de matar a ella y sus amigos dos veces, apenas viéndolos. Pero no percibía una animosidad visible, de hecho, ese tal Stanley había detenido al otro hombre que estuvo a punto de golpearla, y a quien le dirigió una mirada mucho más severa y helada que a ella.

Cuando terminó la curación de su pecho, Kohaku se encontró firmemente apretada entre unas vendas anchas. Respirar no era cómodo, pero ahora el dolor se sentía menos, como apagado. A continuación, el llamativo soldado embebió un pequeño paño en un líquido que parecía agua, pero que cuando se lo colocó en la herida de su frente, le ardió como mil demonios, y no pudo evitar un pequeño grito. Mirándola seriamente a los ojos, Stanley le agarró la parte trasera de la cabeza. Tenía las manos tan grandes que prácticamente podía acunarle toda esa parte con una sola mano. La acercó con firmeza a él, para que no se escape, pero no fue brusco, aunque en sus ojos se podía leer claramente "quédate quieta" como si fuese una orden verbal. Kohaku no podía quitar la mirada de esos magnéticos ojos, y contuvo la respiración cuando notó que el soldado estaba demasiado cerca de ella, aunque como era bastante más alto, ahora sólo podía ver su cincelado torso, bajo esas ajustadas ropas negras. Stanley volvió a apoyar el paño húmedo en su herida abierta, con un poco más de cuidado incluso, y cuando pareció satisfecho con la limpieza, le cubrió la herida con unos pequeños vendajes que se quedaron adheridos a su frente. Apenas terminó, se movió hasta las piernas de ella, y con el cuchillo cortó la soga que le amarraba los pies.

- Hecho –Murmuró con su voz ligeramente ronca, en su idioma. Luego le hizo gestos de que se quedara quieta, y de que la estarían observando, y se fue.

Kohaku quedó sola en su celda, ahora cerrada. Pensaba ponerse de pie, pero se dio cuenta que no tenía sentido, así que se recostó en el frío y duro piso, pensando en su situación. No podía escapar, los barrotes de metal eran demasiado duros, pero lo que la hizo desistir inmediatamente fue la amenaza de que podrían matar a Gen. Además, en su estado dolorido no iba a poder hacer esfuerzos ni golpear a nadie, así que no tenía otra opción más que esperar al menos unos días hasta recuperarse un poco. Le llamó la atención que no la trataran con rudeza, y se preguntó si su mencionado parecido a esa otra mujer fue su carta de salvación. De seguro que pensaban seguir interrogándola, pero ella jamás vendería a sus amigos. Se preocupó pensando en qué estaría haciendo Chrome, pero de seguro ya había encontrado la forma de comunicar la desaparición de ella a los amigos del barco.

Por otro lado, Dr. Xeno y Stanley se encontraron en otra sala del castillo. El científico estaba parado de pie junto a una ventana, sólo observando el exterior, cuando entró su mano derecha.

- ¿Qué opinas, Xeno? Atrapamos a una samurái de lo más intrigante. ¿Lograste sacarle información?

- Dice no conocer a Lillian Weinberg, no sabe quién es, y tampoco parece siquiera reconocer la palabra "inglés", prefiere morir a trabajar para nosotros, y dice que nació después de la petrificación.

- Eso es muy extraño, ¿dirá la verdad?

- No sabemos a ciencia cierta el alcance de la petrificación, pero no pudimos establecer comunicaciones con nadie más, y las únicas ondas de radio que captamos fueron las de ese grupo de críos, por lo que podemos asumir que fue un fenómeno mundial. Pero su gran parecido con esa cantante, con algunos rasgos orientales…eso no deja de molestarme, y el hecho de que no tenga las marcas residuales de la petrificación. Suponiendo que hipotéticamente esa mujer despertó antes que nosotros, donde sea que estuviera, tuvo que coincidir con que estaba cerca de un hombre adulto japonés, y que tuvieran hijos. Pero por lo que pude deducir, según la voz y la fisonomía de Miss Kohaku, tendrá alrededor de dieciocho años, es demasiado tiempo. Eso, y que parece ser amiga de todos esos críos. Me pregunto si habrá más como ella, sin las marcas, o si hay alguna otra explicación.

- Tendremos que sacarle la información de una forma u otra –Dijo Stan mirando un nuevo cigarro que estaba encendiendo– Parece bastante determinada a no soltar palabra, admiro eso. No entiendo nada de lo que dice, aunque podría intentar ablandarla.

- Ser encantador es tu especialidad, ¿no es cierto, Stan? –Le contestó el científico, con una sonrisa burlona– Yo me encargo de las palabras, tú del resto. Tratemos bien a Miss Kohaku, hagámoslo de forma elegante.

Buenaaas! Hace rato venía con ganas de hacer esta historia, y no quise contenerme más, estaba ya demasiado inspirada para seguir postergándola. Son demasiado buenos estos personajes, y siempre me quedé pensando hasta qué punto es tan inquebrantable el vínculo de confianza entre Xeno y Stan…y qué podría volverlo frágil y poner en la cuerda floja su amistad. Y tratar de sacar el lado más humano y menos sediento de sangre del dúo gringo, eventualmente, y que caigan en su propia trampa. Espero que les haya gustado, yo me emocioné escribiéndolo. Como siempre, gracias por leerlo y el apoyo, y doble agradecimiento a quienes se copan a dejar una review o comentarios. Hasta el próximo capítulo!