—Te amo…— murmuró el pelirrojo muy cerca de su oído y Tobías pudo oler el alcohol en su aliento.
Recordó que su amigo estaba demasiado ebrio y que seguramente no distinguía quien lo cargaba en su espalda en ese momento, sin embargo, escucharlo decir esas dos palabras tan cerca de su oído hizo que se erizaran los vellos de sus brazos y sintiera en la boca del estómago miles de mariposas revoloteando en su interior. Se obligó a serenarse tras soltar un pesado suspiro y continuó andando sin responder a esas palabras que de antemano sabía no eran para él.
La verdadera dueña de esa confesión era Shauna Vayne, una alumna de intercambio que pronto se convirtió en la talentosa e inalcanzable belleza de la Academia de Combate Durandal. Su amigo había estado obsesionado con ella desde que participaron en una misión juntos a principio del ciclo escolar; aún recordaba lo insoportable que había estado Graves cuando regresó. Los largos monólogos acerca de por qué Vayne y él hacían un gran equipo se volvieron la conversación de todos los días, al igual que las constantes escenas por tratar de obtener la atención de la chica; quien siempre terminaba huyendo de manera casual cuando se topaba con él. Aún así Graves era un idiota, un idiota tenaz que jamás se daba por vencido, así que esa noche lo convenció de acompañarlo para irrumpir en la fiesta de despedida secreta que la habían organizado a Shauna sabiendo que sería su última oportunidad de declararle su devoción.
Por supuesto, como Tobías predijo fue un desastre. Graves le gritó en frente de todos los presentes que si no podían ser una "gran pareja" al menos debían ser amigos jurados. No hace falta decir que Vayne no reaccionó bien esta vez y lo clavó con su ballesta en la pared del gimnasio abandonado hasta que Tobías con mucho trabajo logró liberarlo. Al final, los invitaron a unirse a la celebración y bebieron con los demás invitados para olvidar el bochornoso momento. Cuando la fiesta secreta termino, Graves no podía dar un paso por sí mismo y así habían terminado en esa situación.
—Eres un idiota pero supongo que eres "mi idiota"—masculló Tobías mientras seguía andando con él hacia los dormitorios de los estudiantes.
— ¿Por qué sigues ignorando lo que te digo?— volvió a preguntar Graves en evidente estado de ebriedad, apenas podía mantenerse despierto y sus mejillas estaban tan rojas como su cabello. Sus lentes se resbalaban del puente de su nariz y lo escuchó hipear sobre su hombro.
—Vamos Graves estate tranquilo, el celador nos va a oír— lo regaño en voz baja cuando el aludido rodeo su cuello entre sus brazos y recargo su cabeza en su espalda.
—En verdad, te amo…—
Esta vez había sido demasiado. Una cosa era oírlo decir que lo amaba pero ahora lo tenía atrapado entre sus brazos. El corazón de Tobías que con tanto esfuerzo había intentado aplacar empezó a latir con fuerza. El amor que sentía por su mejor amigo y que había intentado acallarlo durante tanto tiempo volvía aflorar en el peor momento. Molesto soltó a Graves quien calló de sentón en el pasto del jardín que estaba frente a los dormitorios.
— ¡¿Qué haces idiota?!— se quejó fuertemente Graves, ya despierto y sobándose la sentadera.
— ¡Guarda silencio! Tú eres el idiota— le dijo Tobías sin voltearse a verlo, no quería que notara el sonrojo en su rostro. — Ni siquiera te fijas lo que dices. —susurró.
— ¿Qué dices?— preguntó el pelirrojo al mismo tiempo que intentaba ponerse de pie pero fue inútil, estaba demasiado mareado para levantarse, así que se quedo tirado en el pasto.
—Estoy cansado de esto… Me voy a dormir, sube como puedas— dijo Tobias y comenzó a andar hacia la entrada de los dormitorios cuando Graves se lanzó hacia él y se aferró a su tobillo derecho haciéndolo caer.
— ¡Maldita sea Graves! ¡¿Qué pretendes?!— le gritó molesto en el piso y Malcolm notó que el rostro de Tobías estaba enrojecido ¿acaso estaba tan molesto o se había lastimado el rostro con la caída?
Ambos guardaron silencio cuando vieron la luz de entrada encenderse y escucharon unos pasos apresurados aproximarse a donde se encontraban.
—Demonios, si nos encuentran nos meteremos en problemas… otra vez— dijo Tobías y sacó una carta de baraja color azul de su sombrero. El pedazo de papel se iluminó entre sus dedos y antes de que un haz de luz lo envolviera tomó a Graves por la cintura y lo atrajo hacia él.
Desaparecieron juntos en una chispa de luz y en segundos reaparecieron en el interior de su habitación. Ambos cayeron de golpe sobre una de las camas dispuestas causando que los resortes del colchón rechinaran por el impacto. Tobías cayó primero y sobre él, Graves que había vuelto a quedar inconsciente en algún punto de la teletransportación.
El azabache se sintió un poco desorientado por el alcohol y por el esfuerzo pero pudo confirmar que se encontraban a salvo en la habitación de su dormitorio. Soltó un suspiro aliviado cuando una punzada de dolor se hizo presente en sus extremidades; el golpe del cuerpo de Graves contra el suyo y la premura ejecución del hechizo le estaban cobrando la factura. A pesar de estar en el último año de la academia, aún no dominaba por completo, el hechizo "Destino" (como él lo llamaba). Era una habilidad que él mismo había desarrollado para su evaluación final y ejecutarla le exigía demasiado esfuerzo y concentración para teletransportar a una persona, ni hablar para teletransportar a dos.
Revisó a Graves con la vista y observó que continuaba dormido cómodamente sobre su pecho; nuevamente le había salvado el trasero a ese ignorante que no sabía más que darle problemas. Pasó su mano por su espalda hasta llegar a su cabeza y mesó entre sus dedos sus rebeldes y gruesos mechones rojizos, eran suaves al tacto y se entretuvo acariciándolos. En su interior deseo que aquel momento se detuviera en el tiempo y no se acabará nunca. Esta sería la única vez en su vida que podría sentir el cuerpo de Graves tan cerca del suyo y le dolió tanto tenerlo cerca y no poder expresarle lo que sentía. Graves y él eran amigos desde siempre, decirle que lo amaba acabaría con lo único bueno que había en su vida pero al menos, una vez, una sola quería soltar aquellas palabras que se había prohibido pronunciar.
—No importa a quien ames Malcolm, tú siempre serás mi mejor y más valiosa apuesta—
Cerró los ojos cansado y poco a poco se dejó arrastrar por el sueño y cansancio que sentía.
— ¿Estás diciendo que me amas?—
Esa era la voz de Graves. ¿Estaba soñando?
Tobías abrió pesadamente los ojos y encontró el rostro de su amigo muy cerca del suyo. Debía ser un sueño, su mente estaba jugando con él.
— ¿Graves?— alcanzó a preguntar apenas consciente cuando el pelirrojo acercó sus labios a los suyos y comenzó a besarlo.
Él apenas pudo reaccionar a lo que sucedía. ¿Seguía dormido? ¿Estaba soñando? No lo sabía y tampoco le importó. Malcolm lo besaba y eso era todo lo que quería. Sus labios estaban ásperos y el bigote que apenas le crecía debajo de la nariz le hacía cosquillas mientras hundía su boca con urgencia contra la suya. Su beso era torpe y tierno; insaciable y húmedo. Su cuerpo se estremeció bajo el cuerpo de su amigo mientras éste tomaba sus mejillas y exploraba el interior de su boca con su lengua haciéndole soltar pequeños suspiros cada tanto.
—Malcolm…—Tobías intentó despegarse suavemente de él pero Graves parecía no querer soltarlo y volvió a callarlo con un beso. Se sentía demasiado bien, Graves no parecía tener mucha experiencia pero saber que él lo reclamaba con tanto recelo hacía que su mente se nublará y se entregará a las sensaciones que estaba experimentando.
—Espera…— volvió a pedirle cuando éste comenzó a desabotonar su chaleco y abrió su camisa rompiendo algunos de sus botones en el proceso.
—Espera, Graves…— soltó agitado al mismo tiempo que atrapo la muñeca de Graves con su mano para evitar que continuara.
No es que él nunca hubiera fantaseado con llegar a ese punto con él pero algo no se sentía bien en todo ello. ¿Y si Graves estaba demasiado borracho para saber lo qué estaba haciendo y con quién planeaba hacerlo? No podría volver a mirarlo si él no deseaba lo mismo que él.
—Creo que no sabes lo qué haces, paremos ¿Si?— le pidió en voz baja Tobías cuando vio a Graves bajar la cabeza con pesar.
— Claro que lo sé— contestó el pelirrojo sin apartar su mano.
—Malcolm…—
— ¿Entonces no es cierto lo que acabas de decir?—le echó en cara como un niño caprichoso.
Tobías se sentó en la cama, lo miró de manera renuente y apretó los labios. Tenía que decírselo pero no encontraba el valor, una vez que lo dijera en voz alta ya no podría retractarse. Entonces quién sabe qué pasaría con su amistad pero Graves quería una respuesta de su parte y debía ser sincero, después de todo hace mucho tiempo juraron no mentirse entre ellos jamás.
— Te amo y porque te amo no quiero hacer nada de lo que te arrepientas más tarde— esbozó una triste sonrisa. — Así que ve a tu cama y finjamos que nada de esto acaba de pasar.
—No, no quiero olvidarlo Tobías. Es más no puedo—- respondió Graves de forma angustiosa.
—Estás siendo obstinado Malcolm. Estás dolido y borracho y no hay peor combinación...—
—Sí, tienes razón pero creo... — de pronto el pelirrojo enfocó su mirada en la suya. Se encontraba agitado, sus mejillas estaban rojas, quizás, porque lo que quiere decir no puede salir naturalmente de sus labios. Tobías lo observa expectante y eso lo hace aún más difícil.
— Creo que…—las palabras parecen atoradas en su garganta y se siente frustrado, antes se lo había dicho tan fácilmente con ayuda del alcohol pero ahora.
—Creo que estoy…— vuelve a intentarlo dándose valor pero Tobías lo interrumpe.
—No sigas, por favor— dice el azabache viendo que le cuesta tanto trabajo decirlo. Cree que Malcolm está tratando de forzarse para no lastimarlo ¿Qué clase de amigo es obligándolo a que acepté sus sentimientos cuando acaba de ser rechazado por la chica que le gusta? Quiere llorar pero no quiere que Graves se sienta mal por él, se cubre el rostro con el dorso de su mano.
— Sé que a ti te gusta Shauna Vayne… no yo. — suelta y se cubre el rostro avergonzado de sentir celos por una chica que también admira y le agrada. Se siente sensible porque apenas puede controlar los sentimientos que desbordan de él como una marea que se azota violentamente.
—Tobías…— Malcolm pronuncia su nombre como si le doliera aquella declaración y trata de apartar su mano de su rostro pero él se niega.
Un incomodo silencio reina en la habitación y Graves puede escucharlo suspirar como suele hacer para evitar llorar. No quería hacerlo sentir así pero no sabe cómo convencerlo de lo que siente por él es sincero. Nunca pensó que pudiera lastimarlo tanto con su admiración hacia Vayne. Solo siente eso por ella, cariño y admiración pero con Tobías era diferente, hace un tiempo que se dio cuenta que lo amaba. A principio de año, cuando fue a esa misión con Vayne, ella le preguntó después de escucharlo hablar tanto de Tobías que si no estaba realmente enamorado de él; fue la primera vez que lo comprendió. Creyó tan natural que debían estar juntos que no se dio cuenta que estaba enamorado de su mejor amigo. Pensó en confesarse después de la misión pero tuvo miedo.
¿Y si lo rechazaba y perdía lo único bueno que tenía en su vida?
Guardó sus sentimientos y continuó como si nada hasta esa noche en que luego de meterlo en otro de sus típicos problemas y beber alcohol a montones éste había aflojado su lengua y se le confesó. No espero que él le correspondiera, solo quería decírselo antes de que se graduaran pero luego, Tobías le correspondió. Una felicidad que jamás había experimentado lo inundo y sin poder detener lo que sentía, lo besó con las ansias de haber esperado una eternidad para demostrarle sus sentimientos.
—Hazme el amor y confirmarás mis sentimientos—dijo el pelirrojo con una sonrisa de lado. No era bueno para sentarse y reflexionar las cosas como Tobías; él era mejor con las acciones. Y si no podía convencerlo con palabras, se lo demostraría con su cuerpo.
— ¿Eres idiota?—Tobías al fin descubrió su rostro y lo mira crédulo.
—Sí, "soy tu idiota"— repitió lo que le escuchó decir cuando él creyó que estaba inconsciente. Y observa que Tobías lo mira contrariado.
—Maldita sea, Graves—
—Me amas, te amo ¿Dónde está el maldito problema?— pregunta Graves y su descarada sinceridad saca de sus casillas al azabache.
—En todo…—Tobías lo empujó hacia la cama nuevamente, esta vez, él está arriba. Lo mira desde ahí y siente como sus miradas se conectan, Graves, tiene esa sonrisa boba que hace cuando está muy feliz; lo conoce tan bien y no sabe cómo pudo pensar que él prefería a Shauna que a él. Debió haberse dado cuenta pero el miedo por poco y le roba ese momento.
No volvería a dudar con él y por eso quiere hacer de este momento algo inolvidable para que se grabará en la memoria de ambos.
Besó la punta de su nariz y cuando se disponía a quitarse su camisa que Graves le había roto en su frenesí sintió nuevamente esa debilidad en su cuerpo y se dejo caer sobre él.
—Hey ¿Qué te sucede?—preguntó Graves tomándolo entre sus brazos.
— ¿Tú qué crees? Hoy tuve que "carrear" a cierto "sándwich idiota"— se quejó Tobías y se deslizó a un lado de él para quedar a su costado.
—Yo también te amo— rió Graves para verlo de frente.
—Aún no puedo creer que esto sea verdad— confesó Tobías.
—Entonces creo que deberé hacer una demostración—comentó con picardía el pelirrojo y deslizó su mano hasta su entrepierna. El azabache trago saliva cuando Graves posó la palma de su mano sobre su miembro hinchado.
— ¿Qué piensas hacer?— preguntó éste levemente excitado.
—Ya verás, dame tu mano—y con su mano libre Graves lo guío hasta su propio miembro, él también estaba al límite.
—Estás loco…— le susurra Tobías cuando un gemido escapó de sus labios.
Graves masajeo con la palma de su mano la tela que cubría su miembro haciendo que Tobías soltara unos gemidos entrecortados, podía observar como entrecerró sus ojos y se estremecía ante sus movimientos. Se detuvo un momento para bajar su cierre e introducir su mano entre sus pantaloncillos, ya estaba bastante húmedo igual que él. Su mano resbalaba fácilmente cuando subía y bajaba para masturbarlo, en algún momento tuvo que detenerse para soltar un largo suspiro de placer. Tobías tenía su miembro y torturaba con sus yemas la punta de su virilidad, sentía como se deshacía entre sus manos; lo estaba volviendo loco.
—Apuesto que puedo hacerte venir antes— le dijo Tobías agitado con una pícara sonrisa.
—Está bien, no pienso perder. Cuando termine contigo vas a rogar por más— aceptó Graves entusiasmado.
Los chicos continuaron acariciando el miembro del otro primero con movimientos lentos y luego con movimientos un poco más rápidos. Apenas podían seguir el ritmo, sus mentes pronto quedaron en blanco y sus bocas se buscaron mientras hacían terminar al otro, continuaron besándose hasta que cansados se entrelazaron en un abrazo y durmieron acurrucados uno junto al otro.
A la mañana siguiente cuando salieron los primeros rayos de sol, alguien se presentó y llamó fuertemente a la puerta de su habitación. Ambos chicos desorientados, al ver como habían terminado la noche anterior, se miraron embarazados y buscaron ropa limpia a tientas para abrirle a la inoportuna visita.
Su compañera y mejor amiga, Sarah Fortune estaba en la entrada, Por la mirada que les echó a ambos pudo adivinar lo que había pasado entre ellos pero decidió no decir nada.
— ¿Qué se te perdió Sarah?— preguntó Tobías en el marco de la puerta intentando acomodar su cabello con la palma de su mano.
—Me imagino que no lo mismo que ustedes perdieron anoche—contestó la chica de manera astuta haciendo que ambos hombres se sonrojaran.
— ¡Déjate de tonterías y escupe de una vez qué haces aquí!— protestó Graves molesto.
—Sé que no tuvieron tiempo para darse los buenos días pero podrán hacerlo después, de momento, nos requieren para una misión. Así que báñense, rápido, de preferencia juntos para ahorrar agua y tiempo. Los espero en la entrada. La directora Nora tiene una misión especial para nosotros— dijo la chica y sin darles tiempo de protestar se alejó de ahí sonando sus tacones por el pasillo.
—Pero qué se cre…— Graves no pudo terminar de quejarse cuando Tobías lo calló con un beso.
—Hey no hay tiempo para esto…—se quejó Graves aunque no podía decirse que no disfruto el beso.
—Solo comprobaba que no estaba soñando. Ven, hay que darnos prisa—
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El cielo está pintado de tonos naranjas, morados y rosáceos, el aire está helado y le congela el cuerpo, la sangre se escapa de su pecho mientras tose débilmente. Va a morir en esa piedra de sacrificios mientras sus ojos están fijos en esa luna roja que se alza en el cielo.
—Dame tu valioso recuerdo y no te mataré lentamente— dice la atractiva mujer que lo ha capturado y ahora recorre su cuerpo con su larga garra rasgando su carne en el proceso.
Él profiere un grito al sentir su carne abrirse, lágrimas de dolor escapan de sus ojos y la mujer salta arriba de él tomando con fuerza su cabeza. Acerca su boca a sus ojos y recoge con su lengua las lágrimas que ha soltado, a ella le excita el dolor, puede verlo, así que trata de aguantar lo más que puede solo para no darle lo que quiere.
— ¡Resístete más!— grita de excitación— Me encanta ver cómo te retuerces de dolor mientras tratas de aguantar— ríe. — Hazlo más divertido para los dos.
Ve los cuernos sobre la cabeza de la mujer, la prueba innegable que es un demonio. ¿Cómo había terminado ahí? Ah, sí, nuevamente él metiéndolos en problemas; esta vez no había salido tan bien librado. Aquello le causo gracia, siempre bromeó con él diciéndolo que lo mataría y ahora, moriría solo en aquel plano desconocido; eso lo deprimió. Al menos, le quedaba la dicha de que lo había vuelto a salvar, a su persona más querida. Era una pena que jamás volverían a estar juntos, si existía la otra vida, deseo que pudieran encontrarse una vez más.
— ¿Son lágrimas de amor? ¿Acaso tanto quieres estar con él?— preguntó la mujer y esbozó una altiva sonrisa.
— Si lo quieres yo te lo daré otra vez, solo haz un pacto conmigo y libéranos a ambos de este plano y este sufrimiento de aburrimiento en el que estamos sumergidos. ¿Sí? Solo tienes que someterte a mí y usar esto— dijo descolgando algo del cinto de su kimono, se trataba de una máscara de color blanco con el símbolo de la luna roja impreso en la parte superior.
—Te quedará perfecta, es como si hubiera sido hecha únicamente para ti— carcajeo la mujer.
Lo último que vio Tobías Félix fue la sonrisa de esa hermosa y maligna mujer, después todo fue oscuridad.
La terrible y solitaria oscuridad.
