Holi bebesh~

¡Muy Feliz 2018! Les deseo lo mejor para este año.

Hoy hay un nuevo proyecto. Ya sé, ya sé. Solo a mí se me ocurre iniciar otro fanfic cuando no he terminado el otro. La idea me surgió mientras estaba en la carretera en una de mis salidas al campo, y pensé que sería una bonita idea para hacerla un fic.

El turno de ser protagonista le corresponde a: IRLANDA. No importa que aún no sea oficial ;-; pero es que le tomé cariño desde que leí algunos fics en los que sale. Además, me parece ideal que sea él y no Inglaterra, aunque no se preocupen, que nuestro querido cejón será coprotagonista (que creo que después de ese summary parece que será el villano jaja).

La historia ocurre en una ucronía, ya que existe una Irlanda unificada (que, si bien no es el argumento principal, es importante por el contexto de la historia). El título corresponde al Conflicto de Irlanda del Norte (llamado en inglés "The Troubles'').

Disclaimmer: Hetalia NO me pertenece, es de Himaruya Hidekaz.

Advertencia: AU. Posible OoC. Nombres Humanos. Acontecimientos históricos ficticios basados en hechos reales. Uso de gentilicios despectivos y xenófobos.


CÁPITULO 1:

Leer mientras se viaja en carretera resulta bastante molesto, al grado de que es posible marearse por los movimientos e impidiendo poder enfocar bien el texto. Como si las palabras saltaran. Claro que existen personas capaces de no experimentar tal malestar, pero otros comienzan a sentir náuseas tras leer un pequeño párrafo.

Por esa razón Patrick prefirió cerrar su libro y guardarlo en la mochila que le permitieron subir con él. Tomó su pequeño reproductor de música y se acomodó de la mejor manera posible para poder observar por la ventana. El paisaje cambiaba a ratos, pero la mayor parte del tiempo todo lo que se podía ver era un campo rebosante de flores de distintos colores que resaltaban el verde de los pastos. Estos tonos de colores se extendían hasta las suaves colinas que bordeaban el horizonte, donde había lejanos y frondosos bosques. Y toda esta paleta de tonos contrastaba fuertemente con el azul del cielo despejado, permitiendo que el fuerte brillo del sol solo intensificara los colores.

Qué lástima estar aquí metido en semejante día. —pensó Patrick, suspirando y revisando si en su mochila había un cuaderno para poder tratar de dibujar el paisaje, pero no lo encontró. Optó en tomar una foto y pintarlo cuando llegara a su nueva casa.

Por un largo rato estuvo dormitando. Solo eran él y la ventana, y su lista de reproducción con canciones de U2. Ni siquiera sintió pasar el tiempo. Estaba quedándose dormido cuando su madre lo tomó del brazo haciendo que se sobresaltara, llamando la atención de algún que otro pasajero por el grito que pegó.

—Cariño, baja un poco el volumen. Te harás daño por escuchar música tan fuerte.

Se quitó los audífonos para así centrar su atención en ella.

—¿También estás emocionado? —le sonrió, provocando que Patrick le devolviera el gesto. Adoraba verla así de feliz.

—Bastante. —rogó por sonar convincente, pero creyó conveniente decir algo más para complementar su respuesta. —Aunque el viaje se está volviendo eterno. —se quejó, mirando el reloj. Hacía una hora que debieron haber llegado a su destino. Estiró las piernas en su asiento para evitar que se entumieran.

El sol comenzaba a ponerse, escondiéndose tras las colinas. El paisaje había cambiado. Ahora las suaves colinas eran más accidentadas. A lo lejos vio varias luces. Las casas, que durante gran parte del viaje se hicieron extrañar, por fin hacían su aparición.

—¡Qué bien, por fin estamos llegando! —Helen encendió la luz correspondiente a la fila en la que ellos estaban sentados. De su bolsa sacó un sobre donde tenía anotadas algunas indicaciones. —Bien. De la central de autobuses tendríamos que usar el subway, para después tomar el autobús de la ruta 10. Eso nos llevará aproximadamente 50 minutos.

Patrick puso los ojos en blanco. Su mamá no debía estar hablando en serio ¿De verdad ella planeaba viajar con todo que traía consigo en el transporte público? Siempre quiso subirse al metro de Londres, solo que ahora no era la mejor ocasión.

—Pero con todas las maletas que traemos ni loca nos haría viajar así. Por lo tanto, tomaremos un taxi y, esperando que no haya tráfico, deberíamos llegar a la casa en 25 minutos.

Menos mal. Su mamá releyó la carta antes de guardarla de nuevo en el sobre. El autobús desaceleró su marcha al entrar a la ciudad. Muchos de los pasajeros aprovecharon para levantarse de sus asientos y poner en orden todas sus pertenencias. Él los imitó, aunque no es que trajera tantas cosas consigo. Sus dos maletas se quedaron abajo.

En cambio, su mamá sí debería preocuparse por todo lo que subió con ella. Para empezar, traía un polar (a pesar de que el día fue caluroso), una bolsa de comida (ahora llena de la basura que guardaron ahí para no ensuciar) y su enorme bolso, que triplicaba el tamaño de su mochila por todas las cosas que traía ahí (en cierto punto sacó un montón de bolitas de estambre y se puso a tejer).

Cuando Helen comenzó a guardar todo lo que había sacado durante el camino en el bolso, notó algo en el interior del susodicho bolso. Era un paquete de regalo, envuelto con un papel que estaba rasgado de una de las esquinas y con el moño aplastado por pasar tantas horas ahí metido.

—¡Oops!

—¿Ocurre algo? —preguntó su hijo.

Tomó con cuidado el paquete y lo sacó del bolso. Trató de acomodar lo mejor que pudo el moño y se lo entregó a Patrick, un poco apenada. Sabía que su hijo no estaba de muy buen humor por estar tantas horas sentado, así que dibujó una tímida sonrisa.

—Alguien dejó esto para ti en la mañana.

Rasgó la envoltura, y haciéndola bolita la echó en la bolsa de basura. Al darle la vuelta a la caja, sonrió y le dio un fuerte abrazo a Helen. Parecía que el malestar que había acumulado por todas las incomodidades del viaje había desaparecido por completo. Ella le correspondió, aliviada de que su hijo se hubiera contentado.

Era un rompecabezas. De 1000 piezas y era de una foto del coliseo romano. Le quitó el plástico protector y abrió la cajita. Le encantaba el aroma de cuando estaba recién abierto.

—Mi amor, aquí no. Se van a caer las piezas.

Haciéndole caso a su mamá, guardó el rompecabezas en su mochila. Unos cinco minutos después llegaron a la central de autobuses. Se encendieron las luces del pasillo, indicando que ya podían bajar. Patrick tomó su mochila, la bolsa de basura y el estorboso bolso de su mamá y caminó hacía la puerta, esquivando a los demás pasajeros, bajando rápido y entrando por la puerta a través de un detector de metales.

Si la terminal donde llegaban los autobuses le pareció enorme desde el autobús, aquel lugar superaba por mucho sus expectativas. Parecía como un estadio de fútbol, o incluso más grande. Tenía dos pisos, con decenas y decenas de negocios. Había cientos de letreros indicando en dónde estaba cada terminal. La constante voz se hacía presente a través de las bocinas, indicando que autobuses estaban listos para salir y cuales estaban llegando.

Y había mucha gente. Todos parecían estar perdidos, acercándose a los módulos de informes para saber por cual puerta salir para coger sus respectivos autobuses. Muchas personas corrían, esperando no llegar tarde, y a veces chocaban entre ellos.

"Por la seguridad de los más pequeños, no los suelte ni los pierda de vista." se escuchaba constantemente

Vio muchas familias enteras, con los padres peleando con sus hijos para que apresuraran el paso y dejaran de llorar en casa tienda que se pararan, diciéndoles que no pensaban comprarles nada de chucherías.

"Es enorme. No se parece para nada a la que hay en Dublín". Recordó cuando, de niño, llegó a la capital irlandesa y quedó asombrado por lo grande que le resultaba ese lugar.

Su madre se detuvo frente a la taquilla de taxis, mostrándole a la señorita que atendía la dirección anotada en la hoja del sobre. Le preguntó si el servicio de taxis podía llevarla hasta allá, a lo que la señorita asintió con una sonrisa.

—Claro que sí. Espere unos minutos en que llegue el taxi.

Salieron a donde se les había indicado, estremeciéndose por el frío de la noche. Cuando Patrick peleaba por no quedar atorado con el suéter —"mamá tenía que traer en su bolso el más pequeño", volvió a pensar—, llegó el taxi.

Como llevaban demasiadas maletas, tuvieron que enviarles un taxi que más bien parecía una furgoneta. Helen se acercó a la ventana del conductor.

—Buenas noches. —le extendió el ticket.

—Buenas noches señora. —le contestó de manera amable el señor, aunque no le dirigió la mirada. —Vaya, parece ser una carga bastante pesada ¿Eh? Deje que le ayude.

Helen se hizo a un lado cuando se abrió la puerta del taxi y bajó el chofer. La sonrisa que este tenía se disipó al verla. La miró y la inspeccionó de arriba abajo, de manera despectiva. Lo mismo hizo con Patrick. A ella le molestó bastante la actitud de ese sujeto, pero trató de no mostrarse enojada cuando le indicó cuáles eran las que irían con ella enfrente y cuales debían ir en la cajuela.

Junto con los empleados, el chofer empezó a meter las maletas al interior del taxi, aunque a diferencia de ellos, no las acomodaba, sino que solo las aventaba. Tras subir la última maleta y darles la propina a los empleados, ella se subió. Patrick ya estaba adentro desde antes y se recorrió para que su mamá se sentara.

Iniciaron el recorrido. Él se abrazó a su mochila, feliz de poder ver Londres por primera vez. Había un gran número de rascacielos, pero también de casas más tradicionales y muchas iglesias muy bonitas. Las tabernas abundaban también, aunque esas también eran comunes en Dublín.

¡Incluso pasaron a lado del Big Ben! Trató de tomarle foto, aunque salió muy borrosa y sin que nada se alcanzara a distinguir.

Se volteó, esperando ver a su mamá igual de emocionada que él, pero para su sorpresa la notó bastante disgustada, como molesta. Iba con el ceño ligeramente fruncido y los brazos cruzados.

Por fortuna, esa noche no había tráfico, por lo que llegaron rápido a la dirección. Helen le dio las llaves a su hijo, indicándole cual era la de la reja y cuál la de la puerta de entrada.

—¿Qué? ¿Piensa que le bajaré sus porquerías? —agradeció que su hijo no estuviera en ese momento.

—Solo ábrame la cajuela. No necesito que me ayude.

El chófer le obedeció, no sin antes murmurar varias groserías, alcanzando a escuchar "deberían quedarse en su porquería de país en vez de invadirnos, malditos Leprechauns". Llamó a su hijo, para poder bajar lo más rápido posible sus maletas; quería que ese desagradable sujeto se largara de ahí lo más pronto posible.

Con trabajos llevaron todo su equipaje hasta la entrada de la casa, abriendo la puerta y encendiendo la luz. A base de empujones con las piernas, metieron todas sus cosas y cerraron la puerta.

Por fin habían llegado a su nuevo hogar.

La casa era bonita, y aunque era de dos pisos, era más pequeña que la de Irlanda. Tenía tres habitaciones, una cocina amplia, una sala y un comedor sin separación, un estudio, un cuarto de lavado y dos baños, uno en cada piso. Tenía muy pocos muebles, así que Patrick corrió a las habitaciones, esperando encontrar una cama que, para su decepción, no había.

Helen, ya más relajada, sacó de su bolso un teléfono y lo conectó a los cables que encontró tirados, llamándoles a sus padres para avisarles que llegaron más tarde de lo planeado. Notó que el módem de internet seguía ahí, metiendo el clave wifi a su celular. Le indicó a Patrick que hiciera lo mismo cuando su celular terminara de cargarse, para que ya no gastara más sus datos.

Se dirigió a la cocina. Era una cocina integral, con un refrigerador incluido. Encendió la estufa, dándose cuenta de que no tenían gas. Anotó en su celular eso, y tras revisar la alacena, dio con una parrilla eléctrica.

Estaba cansada, pero ya no quería salir de su casa después de la experiencia con el taxista. En su bolso traían aun comida, que alcanzaba a la perfección para la cena y el almuerzo del siguiente día. Metió las frutas al refrigerador (que principalmente eran manzanas), excepto dos. Tuvo que ingeniárselas para poder picarlas.

Cuando la cena estuvo lista, llamó a su hijo. Poco después estaban charlando mientras comían, sentados en el piso, unas tostadas con mermelada y fruta picada, compartiendo un jugo de manzana que horas antes habían comprado en la central. Cualquiera que los hubiera visto creería que se trataba de un par de hermanos gastando bromas y riendo a carcajadas. Solía pasarles muy a menudo por la apariencia tan joven de Helen.

Tras cenar, Patrick se cambió al pijama e improvisó un colchón con su ropa. Fue a la habitación de su madre dispuesto a ayudarla, para llevársela sorpresa de que ella improvisó una mejor cama.

Cansado por el viaje, se acostó tratando de acomodarse lo mejor posible. Por un largo rato estuvo chateando con Miroslav, su mejor amigo de Irlanda, contándole lo poco que alcanzó a ver de Londres desde el taxi, y también de cómo era la nueva casa.

Se despidió de él, pensando en lo agotador que sería el siguiente día. Mañana sería día de limpieza y de ordenar la casa. Probablemente irían por algo de comida y verían algunos muebles. Debería dormirse ya para tener la energía suficiente.

Una luz, causada por algún automóvil que pasó en la calle, se filtró por las ventanas sin cortina. Echaba de menos su anterior habitación. Tenía una vista espectacular de la ciudad desde ahí. En cambio, ahora solo tenía enfrente algunas casas y más lejos se veía otra iglesia. La noche anterior estaba bastante feliz cuando embarcaron, pero ahora deseaba estar en su antigua cama. Suspiró.

Sacó de su mochila el rompecabezas, releyendo la nota que venía pegada a la caja:

"Que tengas un buen viaje. Te deseo lo mejor."

¿Cuántos años pensaba su mamá que tenía? ¿Cinco? Ya sabía desde hace tiempo que su papá jamás le dejaría algo. Pero no le molestaba, ella lo hacía con la mejor intención. Sonrió y lo dejó a su lado.

La vida en Londres sería muy distinta de lo que lo era en Dublín. No sabía si mejor o peor, pero sí que muy distinta.


Irlanda: Patrick O'Neill.

Eslovaquia: Miroslav Murgaš.

Los personajes principales estarán en un rango de 15 a 16 años (se los aviso por si no llego a mencionar ese detalle).

Se que muchos esperarían que Irlanda e Inglaterra fueran hermanos, como Gales y Escocia. Pero en el fic no será así. Igual puede que estén acostumbrados a que Inglaterra tenga otros tres hermanos. Sin embargo, aquí solo serán dos. Por eso lo de una Irlanda Unificada. No existe Irlanda del Norte en este AU. Sin embargo, no me tiren tomates. Esperen a más actualizaciones para que sepan el porqué de esto. Los nombres humanos se irán aclarando con cada aparición en posteriores capítulos.

Pues nada, espero que este proyecto SI quede bien y que no me quede a medias como en otros. Si hay errores gramaticales o regionalismos que se me hayan pasado y no entiendan, por favor díganmelo para corregirlo n.n

Espero que les agrade este primer capítulo.

Les mando un saludo y un abrazo muy fuerte, les deseo lo mejor de lo mejor.