Hola, esta es una pequeña participación para la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" bajo la dinámica #sensual_verano.

Muchas gracias siempre por la atenta invitación que nos hacen y darnos esa oportunidad de expresar nuestras ideas.

Espero les sea de su total agrado.

Nuestros veranos

No todos los veranos eran los mismos, de eso estaba segura. La primera vez que lo vio ella mantenía una discusión con su novio. El siguiente verano y sin novio, únicamente había ido de vacaciones para olvidar que su exnovio lo había dejado por su estilista, por lo que sus encuentros solo eran esporádicos ya que se la pasó la mayor parte del tiempo llorando en la habitación del hotel. La tercera y más vergonzosa de todas, había sido cuando la encontró vomitando en la fuente de un restaurante, mientras sus amigas muy apenas la podían sostener de pie.

Ahora, en su cuarto verano, estaba por varias razones, una para olvidarse que había sido rechazada para entrar al hospital St. Miller, según ellos ya contaban con personal en cardiología y no necesitaban más, incluso habían sido atentos en enviarle tanto un correo como una carta personalizada.

Gracias a eso, ahora ahí, había tendido una manta en la arena y contemplaba el atardecer, observando el ir y venir de las olas que muy apenas llegaban a sus pies. Estaba completamente sola, sus amigas la habían dejado para irse a un bar cercano de la localidad.

A lo lejos de ahí escuchaba la risa proveniente de un grupo de personas. Habían hecho una fogata y uno armonizaba el ambiente con una guitarra acústica, sus amigos lo seguían aplaudiendo el ritmo de la melodía a la par que cantaban. No alcanzaba a escuchar la letra, por lo que probablemente terminaría acercándose a ellos y preguntar por ella.

Sus pies la estaban matando, esa tarde caminó por toda la playa para terminar nadando un poco en el mar. Tenía arena por todas partes y su bikini verde se había secado por completo.

El móvil interrumpió sus pensamientos y lo sacó de una bolsita.

― ¿Sí?

― Kagome, exijo que vengas aquí en este instante – la música de aquel bar era muy alta.

Ella sonrió y negó. ¿Qué no le había quedado claro lo de no beber ese verano? Además, en estos instantes tenía una muy buena compañía.

― Diviértanse.

Finalizó la llamada antes de que su amiga protestara y justo a tiempo de que él apareciera nuevamente frente a ella. Llevaba dos vasos de limonada y ahora era su acompañante esa tarde.

Luego de tres veranos en los que siempre se encontraban en esa playa, decidió dar la iniciativa y preguntarle solo por su nombre y no quedarse con la duda. Pero una cosa llevó a la otra, ya que ella no fue la única en percatarse de sus constantes encuentros durante vacaciones.

― Recuerdo que cuando te vi la segunda vez tenías novio.

Kagome sonrió agitando el líquido.

― Él terminó la relación para irse con su estilista llamado "Micky" – respondió mientras hacia una mueca.

No tenía nada en contra de las preferencias sexuales de las demás personas. Lo que si le había destrozado era el hecho de que la hubiera usado como tapadera ante su familia, ya que ella si estaba realmente enamorada. Pero el tiempo es sabio y logró sanar sus heridas.

Pero Inuyasha, aquel chico que también la había visto cada verano, no había dejado de pensar en ella ni un solo instante. Incluso, podría decir que anhelaba a que diera inicio las vacaciones, por él sabía que pronto se encontraría con la chica de cabello azabache y de ojos chocolate.

No recordaba cuál de los dos había dado el primer paso, solo sabía que ambos se acercaron el uno al otro, haciéndose preguntas atropelladamente. Hasta que él, como caballero le cedió la palabra.

Tanto tiempo que deseaba saber de ella solo para averiguar que ese verano en particular, había decidió viajar para despejar un poco la mente, pero sin llegar a dar más detalles.

― ¿Cuál fue la historia de tu segundo verano? – preguntó ella, curiosa.

― Mi segundo verano.

Su mirada dorada se perdió en el horizonte, a lo que ella se perdía en su perfil. Que la verdad, era muy bonito. Era de esos chicos que en primer instancia podrían parecer de lo más vanidosos por su aspecto físico, pero una vez que lo conocen es todo lo contario.

Bueno, podría tener razones para ser vanidoso y tener una alta confianza en sí mismo. Pues era alto, de cabello plateado y ojos dorados. Los últimos rayos del sol se reflejaban en ellos, haciéndolos brillar más.

― Ver a mi mejor amigo casado con la chica que me gustaba.

Entonces ella se sintió culpable por haber sido impertinente.

― Disculpa, no quise…

― No te preocupes – él se encogió de hombros – Al final ella nunca supo que me gustaba y mi amigo se adelantó.

Ella asintió y así pasaron el resto del atardecer, preguntándose por el verano que los había hecho hacer ese viaje.

― ¿Y éste último? – terminó de preguntar él.

Esperando que no fuese una novia que estuviese en su despedida de soltera. Porque si era así, terminaría por persuadirla de que no lo hiciera. ¿Habría historias así? ¿Dónde en lugar de una despedida terminaban encontrando el amor de su vida? Probablemente si, y esperaba que su yo de otros multiversos haya terminado con alguien así.

― Me rechazaron en un…― hizo una pausa, está bien que lo había visto unos cuantos veranos, pero no iba a soltar toda su vida privada de un tirón – De una oferta laboral. Así que quemé su nota de agradecimiento por haberla hecho, me bebí media botella de vodka y emprendí viaje.

Solo esperaba que su amiga Sango (la única casada del grupo y con hijos) cuidara muy bien de Misha y Masha. Una gatita negra y una Pomerania blanca.

― Estoy seguro de que encontraras algo. Si gustas podría ayudarte. Tengo varios contactos. En una firma de abogados, de arquitectura. Incluso en una editorial, la esposa de un amigo es dueña y jefa.

¿Una cardióloga en una editorial? Bueno, al menos si la sección fuese exclusivamente sobre la salud. Pero no, estaba enfocada en otra cosa.

― Lo pensaré, Inuyasha.

Por una razón extraña, él se inclinó para besarla, pero antes de que lo hiciera se levantó de golpe y corrió hacia el mar. Dejó que todos los sentidos se alinearan con lo que experimentaba en ese instante. La brisa salina besaba sus carnosos besos y la marea cubría sus delicados tobillos. Para su sorpresa, el agua marina estaba tibia haciéndola exquisita. Cerró los ojos y un ligero viento se soltó, haciendo bailar su larga melena azabache.

Giró sobre sus talones, la playa estaba desierta y no se había dado cuenta en qué momento se había despejado. Incluso el grupo del chico de la guitarra acústica ya no estaba. Únicamente ella y aquel chico de verano de mirada dorada.

― Ven – levantó un brazo y le indicó que se acercara con el dedo índice – Es refrescante.

Sin pensarlo dos veces se unió con ella, pero la tomó de la cintura y la arrastró lejos de la orilla de la playa. Ahora el agua les llegaba un poco más a la mitad de su pecho.

Inuyasha tomó su rostro entre las manos al instante que formulaba la siguiente pregunta.

― ¿Crees olvidar este verano?

La verdad no, sería completamente imposible olvidarlo. Ahora que sabía su nombre, ahora que había pasado con él contemplando el atardecer y sobre todo compartir un refrescante chapuzón justo ahora.

― No – respondió con sinceridad.

― Me alegra – respondió complacido con esa respuesta – Por qué yo tampoco.

De nueva cuenta comenzó a acercarse a sus labios, dispuesto nuevamente a besarla y esta vez ella no opuso resistencia. Después de todo, no había lugar dónde pudiera escapar.

Lo siguiente que pasó era que sus cuerpos empapados yacían sobre la manta. Él encima de ella, ella recreándose en la anchura de su espalda. Sus labios recorrían cada milímetro de su hombro. Podía sentir lo tibio de su aliento que se mezclaba con la humedad de su piel. Aquellos dedos largos buscando a tientas los cordones del bikini, revelando sus exuberantes señor. Él se relamió los labios con solo verlo, llevándose uno a la boca.

Kagome aferró sus delicados dedos en la nuca de Inuyasha, rogándole que siguiera con las atenciones en sus senos. Sus largos dedos comenzaron a descender por su piel hasta llegar a los nudos que sostenían la parte baja del bikini. Estaba completamente desnuda ante él y la forma en que la miraba cuando levantó la cabeza la excitó mucho más.

La idea de tener sexo en la playa no había cruzado por mente, de hecho, la playa era privada y no había nadie que los molestara.

Antes de que la pasión les nublara por completo la mente, él sacó un pequeño paquetito de una pequeña mochila. Rasgó el envoltorio con cuidado todo ante la atenta mirada de aquella mujer que había sido producto de una ligera obsesión.

― Te lo preguntaré de nuevo – su voz era ronca, antes de entrar en ella ― ¿Recordaras este verano?

Sabía que no, que ambos lo iban a olvidar, pero él deseaba escucharlo una última vez.

Kagome posó una mano en su mejilla y sonrió.

― Y te lo vuelvo a responder. Jamás lo voy a olvidar.

Jamás lo iba a olvidar, porque siempre sería su chico de verano.